Captura
Podía escuchar que se acercaba por lo que decidí correr aún más rápido.
Mis piernas, sin embargo, ya se sentían gelatinosas de tanto que las había forzado. Tenía el estómago vacío, mi cuerpo no tenía de dónde sacar la energía. No importaba, debía seguir corriendo.
La situación era tan cliché como cualquier película de horror: era de noche, las calles estaban oscuras, no había nadie cerca...
¿Cómo terminé en esta situación?
Estaba en casa de mi prima Evelyn y todo estaba bien, todo era tan normal... era su fiesta de cumpleaños y no sé por qué, de la nada, el centro de atención éramos yo y mi futuro con Beatriz. Ella y yo ya llevábamos casi cinco años como pareja y pronto nos casaríamos. O así suponían todos, por lo menos. Era un gran paso y yo sinceramente no me sentía preparado para ello, pero no podía dejar que los otros lo supieran.
-¿Tienen fecha para la boda?- Preguntó Evelyn con interés.
De pronto todos nos miraban a mí y a Bet.
-¿La tenemos, Jack?- Preguntó mi novia riendo.
Sus miradas eran expectantes. Bet esperaba mi respuesta, Evelyn esperaba mi respuesta, las personas que estaban mirándome esperaban mi respuesta....
Era demasiado.
-Disculpen, debo usar el baño- fue la mejor respuesta que se me ocurrió en ese momento; la mejor excusa que pude usar para salir de ahí...
Me habían despedido de mi trabajo dos días antes. Bet no lo sabía. Pero sinceramente estaba alegre por ello. Odiaba a los abogados de ese bufete con toda mi alma. Pero era buen dinero, por lo que encontrar otro empleo igual iba a costarme mucho esfuerzo. Encima de eso, ahora debía pensar en matrimonio ¡Qué noche!
De pronto me faltaba el aire y en vez de dirigirme hacia el baño, me escurrí hacia la puerta de la entrada. Salí de la casa para poder respirar aire fresco y aclarar mi mente. La noche era tranquila, sólo podía escuchar a los grillos cantar...
Estaba por entrar de nuevo y despedirme de esa calma, cuando vi una sombra acercarse por entre los arbustos junto a la casa. La figura no podía distinguirse muy bien pero, a juzgar por el cuerpo, era un hombre alto. Aunque eso era todo lo que podía distinguir. Algo en él se veía hostil y la manera en la que se acercaba a mí me decía que sus intenciones no eran buenas. No estoy seguro de por qué, quizá mi cerebro no estaba procesando bien las cosas, quizá temía que el misterioso hombre les hiciera daño a los que estaban en la fiesta, pero en vez de regresar dentro de la casa y llamar a la policía, decidí huir.
Corrí en dirección opuesta al hombre. Corrí con un miedo atroz.
¿Qué quería hacerme? ¿Quería dinero? ¿Sería un asesino?
Podía escuchar sus pasos rápidos tras de mí. Dios mío, me estaba persiguiendo...
No debía analizar la situación demasiado, no debía distraerme ya que el hombre me seguía el paso muy de cerca. Si me distraía podría alcanzarme. Sabía bien hacia donde estaba corriendo: mi casa.
Mi corazón palpitaba como nunca lo había hecho. Quizá estaba trabajando el triple de lo que había trabajado en mis 28 años de vida. Agradecía internamente las clases de atletismo que tomé en la preparatoria, ya que estaba seguro de que ese hombre ya me habría atrapado de no haber estado en buena forma.
El hombre era un verdadero psicópata, no parecía cansarse, no parecía desistir, sólo me perseguía con vehemencia. ¿Qué quería? ¿Qué quería? ¿Qué quería?
-¡Auxilio!
El poco aire que había en mis pulmones me permitió ese desesperado alarido.
-¡Ayúdenme, por favor!
Nadie parecía escucharme.
Mis piernas ya no podían dar más de sí. Estaba llegando a mi límite y el hombre sólo se encontraba más cerca de mí. Podía ver mi casa a lo lejos. Una sonrisa se formó en mi rostro, sentía que el llegar a ella era la solución a mi problema. Cual si el hecho de entrar ahí fuera a detenerlo. Le rezaba a Dios de todas las maneras que conocía y le prometía cosas que quizá no tendría deseos de prometer más que en una situación como ésta: una situación de vida o muerte.
-¡Se los suplico! ¡Ayuda!
Aún nadie me escuchaba.
Cada vez estaba más cerca de la casa pero estaba perdiendo el aliento. Ya tenía esa sensación de cosquilleo en todo mi cuerpo anunciándome que verdaderamente ya no tenía más energía. Pero no podía detenerme, ese hombre deseaba matarme.
Mi cuerpo ya no se sentía como mío y no sabía si era la adrenalina lo único que mantenía mis piernas moviéndose. ¿Estaba corriendo todavía? Ya no las sentía, sólo veía cómo me seguía acercando a mi hogar. Comencé a sudar frío; literalmente frío. Mis pulmones parecían incendiarse y mi garganta estaba ardiendo. No podía más. No podía. Debía llegar a mi casa o caer y morir.
Un poco más, sólo un poco más...
Tras de mí, el sonido de las rápidas pisadas de mi persecutor se hacía cada vez más fuerte ¿Acaso el hombre era de acero?
Llegué a mi casa. A una velocidad que no creí poseer, saqué las llaves de mi pantalón y abrí la puerta para después cerrarla tras de mí con todos los seguros que tenía. Subí las escaleras sin detenerme. Era todo tan irreal... quizá estaba soñando.
Cerré la puerta de mi habitación bajo llave y, cual un niño pequeño, me escondí bajo la cama. Era el escondite menos creativo que pude haber elegido, pero ya era muy tarde. No tenía el tiempo para salir y buscar otro.
Estaba sudando como un cerdo y mi respiración era pesada y profunda; parecía un pez que habían sacado del agua. Me costaba demasiado respirar y mi garganta se sentía como si hubiera comido lava. Mi lengua estaba seca y rasposa. Mis piernas palpitaban de tanto correr....
Escuché la puerta del primer piso abrirse con una facilidad increíble. El hombre había logrado entrar a la casa...
Nunca en mi vida había sentido tanto miedo, rogaba porque se llevara todo y me dejara tranquilo. Comencé a tiritar frenéticamente. Podía escuchar sus pasos subiendo las escaleras con lentitud. No, por favor....
Era sin duda un sueño, imploraba que fuera un sueño. Mi vista estaba vidriosa, me sentía tan estúpido por sentir deseos de llorar... No sabía cómo es que estaba escuchando los quedos pasos del intruso, si en mis oídos había un estresante zumbido....
Los pasos se detuvieron frente a la puerta de mi habitación. ¿Cómo supo que estaba ahí? ¿Acaso podía olerme?
Desde mi posición bajo la cama, podía ver perfectamente la entrada de mi cuarto, pero al mismo tiempo deseaba no poder hacerlo. ¡Qué imbécil! Me había creado yo mismo un callejón sin salida. La perilla de la puerta giraba varias veces. Parecía que no podía abrirla. Me alegré de haber tenido la sensatez de cerrar la puerta con llave, pero sabía que eso no lo iba a detener por mucho tiempo...
Lágrimas calientes escurrían por mis mejillas y mi cuerpo temblaba aún con más fuerza. ¿Acaso me mataría? ¿No volvería a ver a Bet ni a ninguno de mis seres queridos? ¿Es así como todo terminaría?
Y ese incesante zumbido en mis oídos no se iba...
¡BAM!
El intruso estaba golpeando la puerta con fuerza descomunal.
¡BAM!
¿Acaso pensaba romperla? ¿Cuánto resistiría mi puerta?
¡BAM!
Escuchaba cómo la puerta comenzaba a ceder. No, por Dios, no...
¡BAM!
La puerta se había roto. Me hice hacia atrás hasta que mis pies tocaron la pared. Me enrosqué en posición fetal y cerré con fuerza los ojos. No podía dejar de temblar. Tenía demasiado miedo. Iba a matarme. Iba a matarme. "Por favor, Dios mío, no dejes que me atrape" suplicaba.
Repentinamente, todo sonido cesó. El intruso estuvo tranquilo por unos instantes. ¿Se había rendido? Abrí los ojos y puse más atención para ver si podía escuchar algún indicio de que él se hubiera ido.
No se escuchaba nada más que mi respiración.
Una mano fuerte me tomó por los tobillos y con fuerza sobrehumana me sacó de mi escondite bajo la cama. Cerré fuertemente los ojos mientras forcejeaba contra la persona que me tenía capturado.
-¡No! ¡Suéltame! ¡Aléjate de mí!
Por más que luchaba, el hombre era más fuerte que yo y no parecía que le estuviese haciendo ningún daño. Abrí los ojos para poder ver a quien posiblemente sería mi asesino.
-Dios mío...
Perdí el aliento. Me vi a mí mismo.
FIN
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