Capítulo 5: Adiós a mi promesa
Después de todo lo que ha ocurrido estos días, me resulta realmente complicado seguir con mi vida normal como si no pasara nada. Es aún más difícil cuando tienes que ver la cara del capitán en todos los medios de comunicación: periódicos, revistas, carteles, televisión y como no incluso en redes sociales. Es duro ver como lo juzgan sin dar una explicación concluyente, tratando de hacer creer a la gente que es un mero delincuente porque sí, sin motivo alguno. Lo triste es que las personas, hoy día, no razonan y se creen a ciegas lo que dicen los medios, porque a su parecer, mientras la cosa no vaya con ellos, no tiene importancia alguna.
Me levanto de la silla del salón del C.A.S.R y tiro el periódico que estaba leyendo a la basura. "¡No lo aguanto más!" Me siento tan inútil, sin poder hacer absolutamente nada por cambiar, aunque solo sea un poco, esta situación que no soy capaz de concentrarme como es debido.
Preparo el material que utilizaré para la clase que está a punto de empezar, la de las cinco de la tarde, cuando otra de mis preocupaciones cruza mi mente. "Colin, ¿Dónde estás? ¿Vendrás hoy a clase? ¿Por qué no vuelves?" Me pregunto desanimada pues ya hace una semana que no tenemos noticias de él.
***
—Señorita Aira, ¿cree que podré leer pronto sola el cuento de Alicia en el país de las maravillas?— pregunta mi pequeña Danna mirándome esperanzada.
A sus seis años, Danna, ha sufrido más en la vida de lo que ningún niño debería padecer jamás. El día que la trajeron aquí, hace ya casi un año, nos cautivó a todos. Tenía su larga melena cobriza, alborotada y enredada, pegada a la clara piel de su rostro. En sus ojos dorados, afloraban lágrimas cristalinas que discurrían por sus mejillas mientras sostenía, entre sus brazos, un osito de peluche sucio y descosido. No conseguimos oírla hablar hasta pasadas varias semanas y fue bastante decepcionante para mí, porque aunque usé mis poderes para que no tuviera miedo de nosotros, no fui capaz de hacerla hablar, no sabía cómo hacerlo. Por suerte cuando comenzó a charlar, por voluntad propia, demostró ser una niña dulce, llena de ilusiones y ganas de aprender pues nunca había ido al colegio. Danna, es una de los pocos niños que viven aquí, ya que la mayoría solo vienen por las tardes para conseguir mejorar o cambiar, porque tienen familia donde refugiarse, pero ella no. Ella fue encontrada sola y desamparada en la calle.
—Claro que sí, cariño —Le sonrió con ternura. —Has mejorado mucho. Si sigues practicando así cada día, podrás leer el libro que quieras. —Aseguro mientras preparo las actividades correspondientes para la siguiente lección.
Apenas cinco minutos después, llaman a la puerta interrumpiendo la clase.
—Aira, ¿puedes salir un momento? —me saluda Rose asomando la cabeza por la puerta entreabierta.
—Sí —afirmo mirándola extrañada. —Chicos, continuad leyendo el siguiente capítulo de vuestros respectivos libros, vuelvo enseguida. —Enuncio antes de salir al pasillo.
—Perdona la interrupción —me saca la lengua. —Hay un amigo tuyo en la puerta, bastante guapo por cierto, ¿Cuándo pensabas presentármelo? —me mira con los ojos entrecerrados.
— ¿Amigo? —pregunto con una mezcla de confusión y miedo al mismo tiempo. "¿Y si alguien ha descubierto que he contactado con el capitán?" me pregunto asustada.
—No te hagas la tonta— levanta una ceja. —Es tu amigo Sam. —Explica con total normalidad. —Me ha dicho que ha venido unos días a la ciudad y quería verte. —Me guiña un ojo. —Yo que tú saldría a cenar con él... ya va siendo hora de que te centres un poco en tu vida personal. ¿No crees que trabajas demasiado? —me riñe cruzándose de brazos pero obviamente la ignoro. "Si tú supieras..." piensa mi maliciosa mente.
— ¡Sam! —Exclamo— menuda sorpresa...—parpadeo incrédula. —No me mires así, es solo un amigo. —digo sonriendo y dándole la espalda, no tengo tiempo para escuchar sus tonterías sobre si debo o no debo tener novio, esto es más importante ahora.
Comienzo a acelerar el paso inquieta. "Debe de ser urgente, si no ¿por qué se arriesgaría Sam a venir aquí?"
Abro la puerta de la calle y salgo al exterior suplicándole al cielo que Steve esté bien.
Cuando veo a Sam, frente a mí, con una gorra de color negro en plan incógnito, mis nervios se ponen alerta, algo no anda bien.
—Hola, Sam. —me acerco para saludarle y él me da un abrazo instantáneo. — ¿Ha pasado algo malo? ¿Cómo me has encontrado?—pregunto llena de curiosidad.
—Hola guapa —sonríe para tranquilizarme. —No, por ahora no, relájate un poco. —dice mirando de un lado a otro instándome a aparentar normalidad. —Tengo mis propios métodos para localizar a la gente... ¿qué tal estás? —pregunta cambiando de tema.
—Lo siento —me disculpo en voz baja. —Estoy bien, no hay de qué preocuparse. — ¿y tú? —pregunto refiriéndome a ellos dos.
—Igual, de momento. —se pasa la mano por la cabeza desanimado. —No debería haber venido, si él se entera acabará conmigo... —resopla levantando las cejas. —Le prometiste que te mantendrías al margen, y mírame, he venido a meterte en el embrollo. —niega contrariado.
—Por tu cara, yo diría que has acudido a mí porque no tenías otra opción ¿me equivoco? —"por su cara y sus miles de emociones" me corrige mi cerebro. —Sabes que si puedo hacer algo, lo haré encantada... además no creo que pase nada malo. —digo quitándole hierro al asunto. "No tiene por qué enterarse ¿no?"
—No te equivocas. —me mira a los ojos. —No quiero que te pongas en peligro... pero es que necesito tu ayuda, ninguno de nosotros puede exponerse así. —dice con pesar mientras sus dudas amenazan con hacer que deje de hablar y se arrepienta. Pero no puedo permitir que eso ocurra, así que me concentro por completo en disipar sus responsabilidades y asegurarme de que hable, sí o sí.
—Soy todo oídos. —Le guiño un ojo para trasmitirle seguridad. —Pero date prisa, tengo que volver a entrar.
***
Los minutos siguientes ocurren de manera atropellada. Entro en el C.A.S.R para avisar a Rose de que tengo que marcharme por una emergencia y consigo que me sustituya en la última hora. Cojo mi bolso y me recojo el pelo en una cola alta. "Esto va a ser movidito."
Subo al taxi que me está esperando y, durante el trayecto, cavilo en silencio las indicaciones de Sam:
Dirígete al Hospital, MedStar Washington. Una vez allí, asciende a la cuarta planta, pasando por el pasillo B, y acércate a la máquina expendedora que hay frente a la habitación 503. Ahí encontrarás un pen drive, si tenemos suerte. Reúnete conmigo en cuanto lo tengas, no me iré del centro de veteranos hasta las nueve...
—Ya hemos llegado señorita. —Me avisa el amable taxista.
En cuanto le pago, prácticamente lanzándole el dinero, me bajo del coche y cruzo la calle que me lleva hasta el hospital. Me detengo bajo el umbral y realizo un par de respiraciones profundas antes de entrar. "¡Esto es pan comido nena!" me animo a mi misma como puedo. En el momento en que atravieso la recepción, tomo el ascensor más cercano y pulso el botón de la cuarta planta. Cruzo el pasillo caminando con lentitud pues no quiero levantar sospechas. Observo distraídamente los números de las habitaciones y me detengo en seco nada más ver la máquina expendedora. Me acerco, de manera desinteresada, y cierro los ojos rogando porque USB esté ahí. Por fortuna, logro verlo detrás de dos chocolatinas. Cuando consigo que mis dedos dejen de temblar por la emoción, introduzco un par de monedas para sacar las chocolatinas y el pen con ellas. Una vez fuera lo guardo todo en el bolso a excepción de una de las golosinas, que me llevo a la boca para calmar mi ansiedad. "¡Chocolate, cuánto te quiero!"
—Hola compañera ¿qué haces aquí? —la repentina aparición de Brad me pone la piel de gallina. "¡Mierda!"
—Hola —Saludo cuando consigo tragarme el chocolate "¡casi me atraganto del susto!" — Pues... he venido a ver al padre de una amiga —miento como una bellaca —Tuvo un pequeño accidente de coche, pero todo ha salido bien gracias a Dios. —explico para dar credibilidad al asunto mientras me pregunto qué hace él aquí. "¿Nena, dónde has estudiado arte dramático? ¡Estás que te sales, menuda trola!" me felicito mentalmente.
— ¡Vaya! —sonríe —Me alegro de que esté mejor. —Yo vine a ver a mi abuela. Está algo delicada de salud. —dice no muy apenado, "que raro..." —Veo que tienes hambre... podemos ir a cenar algo, son casi las ocho. —se me acerca y mi cerebro se pone en guardia. "No sé por qué, pero no me fío de él."
—Tengo que volver a decirte que no, lo siento. —le miro a los ojos esforzándome por hacer creíble mi coartada. —Le he prometido a mi amiga que le haría unos recados, ya que ella no puede porque está aquí con su padre... Así que perdóname, pero tengo que irme ya o cerrarán algunas tiendas. —me doy la vuelta para marcharme. —Espero que se recupere tu abuela. —sonrío sin emociones ningunas porque me ha mentido, puedo sentirlo. "No sé a qué ha venido, pero a ver a su abuela seguro que no."
—Espero que la próxima vez aceptes... —deja la frase en el aire y se queda ahí, parado con los ojos fijos en mi espalda, viéndome partir.
**Deseando de leer vuestras opiniones. Gracias por todos los votos y comentarios que me dejáis, sois estupendos**
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