Capítulo 3: Encuentro


— ¡Dios mío! ¿Se encuentra bien? — "¡Es evidente que no idiota!" me digo a mi misma. —Pase, por favor —suplico pues al verle en ese estado es más que seguro que le están siguiendo.

—Estoy bien... —intenta incorporarse pero el dolor vuelve a noquearle de nuevo y por tanto a mí también. —No se preocupe... —suspira —Debo marcharme ya o me encontrarán y si la ven conmigo podrían culparla a usted también. —Se toca el brazo izquierdo y se mancha los dedos de sangre mientras se pone de pie.

—No puede irse así. —Niego con la cabeza angustiada —Al menos déjeme curarle la herida. —Lo miro con preocupación porque sé que se va a negar por no poner en peligro a nadie más.

—Se lo agradezco señorita, pero no puedo. —Me sonríe con aparente tranquilidad y me da la espalda dejándome comprobar que no viste el uniforme.

Aterrada por dejarlo en esa situación, imaginando que habría sido de nosotros si él no hubiese aparecido años atrás, decido tomar cartas en el asunto. "Perdóneme, Capitán, pero es por su bien."  pienso con determinación.

Comienzo a alejar su dolor intentando trasmitirle calma y serenidad, concentrándome por completo, pero entonces una fuerza desconocida me atrae hasta él  "obligándome" a colocar una de mis manos en su espalda. Cierro los ojos y siento todas las presiones, dudas y responsabilidades a las que está sometido y sin pensarlo ni un segundo más, hablo arriesgándome para no verle marchar.

—Quédese. —Ordeno inflexible y me quedo asombrada por mi actitud. "¿Qué narices me está pasando?" parpadeo incrédula pero, para mi sorpresa, él se da la vuelta y asiente contrariado como si no pudiese negarse a ello.

***

Tras mucho insistir, he conseguido que se sentase en el sofá y se comiese algunos sándwiches. He de reconocer que ha sido una tarea difícil, pero al fin y al cabo aunque esté agotada por poner toda mi energía en ello, ha merecido la pena pues no se ha marchado.

—De-debería dejarme que le echase un vistazo a su brazo...—tartamudeo de los nervios pues me resulta increíble que esté aquí realmente.

—No debería tomarse tantas molestias —Me dedica una mirada sincera —Aún no sé cómo agradecerle lo que está haciendo por mí...—Se quita la chaqueta, de color azul, para examinarse la herida dejándome paralizada observando su cuerpo escultural escondido bajo una camiseta de manga corta blanca. — ¿Cómo puede confiar en mí después de todo lo que dicen en las noticias? —pregunta contrariado.

Cuando consigo recuperar el aliento, cojo el botiquín y me acerco hacia él.

—Déjeme a mí —me siento a su lado en el sillón y comienzo a limpiarle cuidadosamente la herida con antiséptico y una gasa —No tiene nada que agradecerme... yo —tartamudeo — se lo debo todo. —Digo sin mirarle a los ojos mientras le envuelvo el corte con una venda.

—Soy yo quien está en deuda con usted —Afirma muy seguro y sonríe tímidamente al mirar mi pijama haciendo que me ponga como un tomate. —Creo que estaba dormida cuando llegué, siento haberla despertado.

"¿Cómo es posible que vea a mi héroe después de dos años y yo esté en pijama? Estás cosas solo me pasan a mí." me ruborizo al quedarme atrapada en sus ojos azules.

—Emm yo... no importa —digo avergonzada por mi apariencia —Pero le aseguro que no me debe nada —niego con la cabeza— En la batalla de Nueva York, me salvó la vida. Si no hubiese aparecido en aquel refugio, probablemente ahora mismo yo... ya no estaría aquí. —Aclaro observando su cara de sorpresa —Después de eso... jamás podría creer que fuera un traidor.

—Ahora la recuerdo —sonríe acercándose hacia mí—Usted fue muy valiente al cuidar de aquel niño. —Me mira a los ojos haciendo que me vuelva a sonrojar.

—Gracias... yo solo hice lo que mi corazón me decía. —Digo con sinceridad.

—No me cabe duda alguna —contesta relajándose sobre el respaldo del sofá. "Al parecer mis poderes han funcionado". — ¿Podría decirme su nombre? —Pregunta interesado.

—Aira, me llamo Aira James —me presento nerviosa.

—Es usted maravillosa, Aira...—Susurra dejándose llevar a la tierra de los sueños.

"¿Maravillosa? ¿Yo?"  pienso encandilada.

***

Miro el reloj contando cada minuto y cada segundo que falta para el amanecer. Estoy tan nerviosa que no he podido cerrar los ojos ni siquiera un momento. Quise alejarme de él yéndome a dormir a mi dormitorio, ya que estoy tumbada en el otro sillón de mi salón, pero ha sido del todo imposible. ¡No he podido apartar los ojos de él! He intentado no prestar atención a su perfecto rostro relajado, su cabello rubio y su espléndido cuerpo de gladiador, pero es inútil. "¿Por qué no puedo dejar de mirarle?" 

Desde que le vi, aquel terrible día rescatándonos, no hay ni un solo instante en que no me acuerde de él. Quizás sea por gratitud, admiración... o por otra estúpida razón que desecho nada más pensarlo. "¿Amor? No puedes enamorarte de alguien a quién no conoces... ¿no?"

***

Los rayos de sol que se cuelan por la ventana, me van despertando poco a poco. Abro los ojos confundida mirando de un sitio a otro, buscando a quién, en realidad, ya se ha ido.

Camino hacia la cocina pensando si todo fue real o no fue más que un sueño, ya que todo parece estar en orden, pero una vez me bebo mi vaso de zumo matutino, lo que parece ser un trozo de papel, llama mi atención. Me acerco a la encimera y lo sostengo extrañada, pues no recuerdo haber dejado nada aquí anoche.

Nada más leer las primeras palabras mi corazón late a un ritmo vertiginoso. Ahora sé que no fue un sueño.

Aira, gracias por ofrecerme su hogar cuando, hoy día, pocos lo hubieran hecho. Reconozco que no debería haberme quedado, no quiero que pueda correr peligro por culpa mía. Por ello si algo le ocurre o necesita ayuda, acuda al centro de veteranos de guerra y déjeme allí una nota. Pregunte por Sam Wilson, él se pondrá en contacto conmigo. Cuando todo esto acabe, la recompensaré. Nunca olvido a quién un día se arriesgó por mí.

PD: No confíe en nadie.

Cuídese mucho,

Steve Rogers.

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