Capítulo 27: Una última noche
Regla número uno en una mudanza:
No ponerse a bailar y utilizar el cepillo de barrer el suelo como micrófono, para cantar como una estrella del pop, cada cinco minutos.
Regla que incumplo constantemente por culpa de mi lista de spotify y las maravillosas canciones de Liv Dawson. "A este paso no acabas ni para fin de año..." resopla la pequeña incordio que habita en mi cabeza pero yo paso de ella, como siempre, porque me encanta está canción.
—We don't need to talk to see
It ain't right that your hands are on her body
Place those hands on me. —Canturreo entre murmullos, para que no me escuchen los vecinos porque me da corte, acompañando a Liv en el estribillo de "Talk". — ¡qué tema más espectacular! —Exclamo todavía bailando con limitaciones porque ya me he hecho daño dos veces en la herida del brazo. "Nota mental para posteriores mudanzas, viajes o limpiezas a fondo: ¡No poner música!" Me advierte mi regañona interior pero sé que eso es imposible, porque no concibo la idea de vivir sin música. "Y te recuerdo que todavía no te han quitado todos los puntos de sutura, si sigues así va a tardar en curar el doble." Mi lado racional habla con sabiduría y la sola idea de volver a sentir la aguja en mi piel me hace frenar y portarme como una niña buena. "Claro, ahora me haces caso..."
Finalmente, guiada por los últimos acordes de la melodía, me digno a acabar de barrer el salón. Apenas vacío el recogedor, en el cubo de basura con los restos de polvo del suelo, me concentró en terminar de empaquetar los objetos que me pertenecen de dicha sala, que no son muchos porque los sillones, la mesa y el resto del mobiliario a gran escala son propiedad del dueño del piso ya que vivo de alquiler. Empujo las tres cajas con cuidado hacia la mesa de la entrada dejándolas apoyadas a su lado para evitar que se me olvide algo en el último momento.
Camino hacia mi dormitorio para guardar la ropa de invierno primero y así tener trabajo adelantado cuando tenga el nuevo piso escogido, que con suerte será mañana pues tengo programado visitar dos apartamentos de los cuales espero que alguno me convenza.
He de reconocer que echaré de menos este hogar y lo que para mí representaba. Fue una nueva etapa lejos de Nueva York, un nuevo trabajo, nuevos amigos... lo ha sido todo para mí estos últimos dos años y, la verdad, creí que seguiría siendo mi casa durante más tiempo, pero todo ha cambiado desde que conocí a Steve personalmente, precisamente aquí. "¿Qué magia tiene este lugar?" me pregunto con una sonrisa nostálgica. Pero por mucho que una parte de mí no quiera marcharse, tengo que hacerlo. Hydra ya lo sabía todo sobre mí, y es solo cuestión de tiempo que otro de sus líderes ascienda hasta el puesto de Pierce, comience a retomar antiguas misiones y pueda volver a estar en su punto de mira. "Y no es que me haga ilusión..."
Natasha insistió en que lo mejor era, nueva identidad, nuevo hogar y protección de los vengadores asegurada si prefería seguir en la sombra y no me decantaba por formar parte de algo más junto a ellos, cosa que aún continúo replanteándome porque en lo que a Steve y a mí respecta, no hemos tenido tiempo de aclarar hasta dónde nos lleva nuestra "relación." Las circunstancias han hecho de lo más difícil plantearse qué somos y qué podríamos llegar a ser.
Durante los seis días que estuvo ingresado, poquísimos gracias a la rapidez en la que se regeneran sus células, pensé en lo enamorada que estoy de él, y en lo duro que sería para mí que no pudiéramos ser nada más porque quizá él no está preparado para mezclar una relación con su trabajo. Estos meses han sido tan intensos, que tenía la sensación de vivir como si cada instante fuera el último, como si esa situación no fuese a acabar nunca, como si no pudiéramos avanzar y, creo que a Steve le ha pasado exactamente lo mismo.
Es hora de que recupere su vida y decida si incluirme o no en ella.
***
Bajo el umbral de la puerta principal del C.A.S.R sosteniendo entre mis manos la carta de despido, que estaba en el buzón de mi apartamento cuando volví ayer en la que se me citaba para firmar el correspondiente papeleo, contemplo cada rincón de esta sencilla fachada que tan gratos recuerdos me ha dejado y que nunca me ha decepcionado, ni siquiera ahora que me han despedido. Quizá os preguntéis porqué pero es perfectamente comprensible: faltas de semanas injustificadas sin dar señales de vida, sin dejarles otra opción que buscarme un sustituto y no les culpo por ello, me lo merezco.
—Lamento que las cosas hayan acabado de esta manera, pero no podíamos seguir más tiempo con una baja, por mucho que Rose insistiera en que volverías. Espero que lo entiendas. Cuídate, y vuelve a visitar a los niños de vez en cuando, te quieren mucho.
Sonrío aliviada al recordar las últimas palabras que me ha dedicado mi antigua jefa hace tan solo un cuarto de hora cuando le he dicho que emprendería un nuevo camino. Un camino que hice bien en escoger al arriesgarme en una misión para salvar miles de vidas, de entre las cuales quien sabe si no podría haber estado alguno de mis antiguos alumnos.
Tomo una buena bocanada de aire y me alejo, del mejor trabajo que he tenido, para regresar a mi apartamento y preparar la cena, si es que me da tiempo porque son las ocho y media, antes de que llegue Steve pues quedamos en vernos a las nueve cuando ambos acabásemos de resolver nuestros asuntos por separado.
Diez minutos después, nada más introducir la llave en la puerta de mi piso, un delicioso aroma a comida invade mis fosas nasales. Entro caminando confundida y me quedo perpleja al ver al hombre de mis sueños cocinando como un profesional.
—Hola, preciosa. —me saluda levantando la vista para mirarme y, con ese leve gesto, ya siento como mi corazón galopa con la fuerza de un mustang salvaje.
—Hola...emmm... esto... ¿cuándo has llegado? Aún no son las nueve. —contesto ruborizándome al acercarme hasta él.
—Faltan un par de minutos solamente. —Se encoge de hombros. — ¿Demasiado puntual?—me guiña un ojo mientras acaba de trocear unos champiñones, sobre la tabla de madera, y yo tengo que sujetarme a la encimera porque se me acaban de hacer gelatina las piernas. "¿Qué brujería tiene este hombre para dejarme tan sensible?" —Solucioné las cosas antes de lo previsto, y pensé en comprar algo para la cena mientras volvías. ¿Cómo te ha ido en el C.A.S.R?
—Hice bien en dejarte una llave ayer. —Sonrío cerrando los ojos para deleitarme con el olor. —Por lo demás no te preocupes, ha ido fenomenal aunque no he podido despedirme de los chicos hoy. —explico rodeando la isleta para colocarme a su lado admirando lo rápido que cicatriza su piel pues su rostro está casi recuperado, ya ni siquiera lleva puntos. — ¿Qué estás preparando?
—Iremos a verles otro día. Creo que sería justo que fuese yo también ¿no? —inquiere mientras acaba de añadir algunos ingredientes más a la sartén, que no distingo porque no paro de mirarle ensimismada. —Estoy haciendo risotto, ¿te gusta?
—Creo que eres demasiado bueno para ser real. —Afirmo orgullosa. —A los niños les va a encantar verte. Y, en cuanto al risotto seguro que está delicioso. —"Como tú" murmuro para mis adentros. —Voy a poner la mesa mientras terminas de saltear el arroz. —Saco un par de tenedores del cajón, que hay debajo del microondas, pero no llego a avanzar más de dos pasos en dirección a la mesa pues Steve me sujeta por la mano derecha frenándome y atrayéndome hasta su pecho, lo justo, para besarme con detenimiento y suavidad.
—Y yo creo que he tardado demasiado en besarte. —murmura sobre mis labios, sujetándome con ambas manos el rostro manteniéndolo levantado hacia él, haciendo que el tiempo se detenga como solo él sabe hacer.
***
Después de una cena maravillosa, a la que Steve ha bautizado como "La primera cita que nunca tuvimos" nos hemos quedado sentados, el uno frente al otro, conversando sobre todo lo que hemos hecho desde que le dieron el alta médica ayer. Papeleos, por su parte, para demostrar que seguía con vida, la disolución de SHIELD y preparativos pre-mudanza con despido incluido, por la mía. Lo que yo llamo un día normalito, vamos.
— Te has tomado muy en serio lo de mudarte ¿no? Esto está casi vacío. —dice Steve repasando cada rincón de la sala de estar.
—No me siento muy segura aquí, aunque me gustaría no tener que irme. —explico contemplándome las manos como hago cuando estoy nerviosa.
— ¿Ni siquiera conmigo? —pregunta, frunciendo el ceño, simulando estar ofendido.
—Contigo me siento segura en cualquier parte Steve, y lo sabes, es solo que...
—Yo te protegeré, siempre, aunque me pidas lo contrario. —estira el brazo por encima de la mesa apresando mi mano y acariciándola con el dedo pulgar. —Pero sé que no puedes quedarte, es demasiado arriesgado. Aunque he de reconocer que echaré de menos estar aquí contigo. —Se pone en pie y me levanta de la silla, cargándome sin esfuerzo con un brazo debajo del hueco posterior de mis rodillas y el otro a media espalda. — ¿Puedo pedirte una cosa? — murmura rozándome la nariz con la suya cuando rodeo su cuello con mis manos por la sorpresa.
—Cla-claro...—tartamudeo nerviosa por la repentina cercanía, hiperventilando a causa del torbellino de sus emociones enredándose con las mías. —Lo que quieras...
—La primera noche que pasé aquí estaba malherido y tú, cuidaste de mí a pesar del riesgo que para ti significaba. —Hace una pausa mientras camina hacia el pasillo conmigo a cuestas. —Hoy, tal vez sea nuestra última noche en este piso...déjame que sea yo quién cuide de ti ahora. —me silencia con un suave siseo antes de que pueda interrumpirle consiguiendo que me rinda sin protestar.
Entramos al baño, sin encender la luz pues la del pasillo aún sigue encendida, y al parecer a Steve le parece suficiente con esa. La tela de la alfombrilla del aseo me hace cosquillas en los pies, ahora que mi capitán me ha dejado sobre ella. Tiemblo al notar como se acerca a mi espalda para deshacerse de mi blusa de gasa blanca, sacándomela por encima de la cabeza. Mi pulso se acelera como una locomotora cuando le escucho arrodillarse tras de mi llevándose consigo, con peligrosa parsimonia, mis shorts vaqueros y mis bragas de encaje.
—Steve...—suspiro cuando asciende dejando un sendero de besos por mi columna vertebral mientras desabrocha mi sostén dejándolo caer al suelo.
—Relájate. —sugiere en mi oído antes de abrir el grifo de la ducha. "¡¿QUÉ ME RELAJE?! ¡¿ESTÁS DE COÑA NO?!" Protesta mi fiera interior contrariada pero quedándose sin argumentos cuando me vuelve a levantar para meterse en la ducha conmigo, cerrando la mampara tras de sí.
—Te estás empapando la ropa. —sonrío mordiéndome el labio al observar, gracias a la débil luz del pasillo, como su camiseta de manga corta negra se oscurece todavía más ajustándose a todos y cada uno de los músculos de este torso del pecado.
—No importa. —asegura al tiempo que se llena las manos de jabón, me da la vuelta y empieza a masajearme la espalda con lentos movimientos, rítmicos y circulares, aplicando la presión exacta.
Suelto un gemido de aprobación, ante semejantes atenciones y me dejo hacer bajo sus ásperas manos. "¿Cómo puede tocarme con tanta suavidad con toda la fuerza que posee? Es increíble..." me pregunto cerrando los ojos cuando corta el agua y vuelve a concentrarse, esta vez, en los brazos.
— ¿Te duele mucho? — maldice refiriéndose a mi herida, cubierta por una gasa especial, que ya está del todo mojada. —No quiero hacerte daño...
—No te preocupes, está bien. Luego cambio la gasa y punto. —le tranquilizo dándome la vuelta sin pudor alguno por estar desnuda y cubierta de jabón delante de él, pero es que necesito verle.
Mi respuesta parece apaciguarle pero sus ojos brillan como puro fuego de deseo al repasarme de arriba abajo con una caída de pestañas. Mantengo la mirada en su rostro, observando cada gesto que delata su creciente excitación al atreverse a masajear mis pechos cuidadosamente. Exhalo fascinada sucumbiendo al placer que me provoca el calor de sus manos peleándose con la espuma por interponerse entre su piel y la mía, pero cuando el agua empieza a caer de nuevo sobre nosotros porque acaba de accionar el grifo, su boca toma el relevo y la lengua, orgullosa pervertida, pasea de un pecho a otro, tentándome, ahora que ya no hay restos de jabón alguno.
—Dios mío... —jadeo enredando los dedos en su pelo aunque por poco tiempo pues asciende lamiéndome el cuello, para devorarme los labios con la misma sed y necesidad que llevo sintiendo desde que me ha besado la primera vez.
Entre besos y mordisqueos, agarro su camiseta con desesperación para quitarla de en medio arrojándola por encima de la mampara. Aprovechando la distancia que se ha creado entre nosotros con ese gesto, paso las manos por su torso desnudo siguiendo el ritmo del agua que resbala sobre él. Toco cada abdominal y pectoral con las manos ardiéndome de deseo, pero una punzada de miedo me atormenta al observar que la herida de su abdomen no ha acabado de cicatrizar.
—Estoy bien, perfectamente diría yo. —asegura sonriendo pícaramente con intención de calmarme. Y me calmaría si no fuera porque me ha dejado sin sentido al levantarme en volandas para regalarme una manjar de besos anhelantes y húmedos, mientras su erección, cubierta por el pantalón vaquero, roza mi intimidad reiteradamente gracias al agarre de mis piernas rodeándole la cintura y la fuerza de sus manos bajo mis nalgas desnudas.
Nos devoramos entre gemidos separándonos única y exclusivamente para respirar, al son de nuestras caderas restregándose con urgencia.
—Steve... te necesito... —suplico al límite de perder la cordura.
Y con una velocidad sobre humana, sale de la ducha, después de cerrar el grifo depositándome de nuevo en la alfombra.
—Yo te necesito más...—jadea mientras se baja el pantalón de un tirón.
Cinco minutos después de habernos secado un poco, más bien nada, volvemos a besarnos apasionadamente, ahora en la cama, cuando se introduce en mí de una sola estocada. Arrojo el envoltorio, vacío, del preservativo al suelo pues estaba molestándonos entre las sábanas y me derrito seducida por el vaivén de nuestras caderas.
Con la frente de Steve apoyada sobre la mía, su respiración acelerada me cala casi hasta el alma. Sentir su cuerpo cubriendo el mío, con los codos apoyados a ambos lados de mi cabeza y sus manos ansiosas acariciándome el pelo, mientras se introduce en mí al son de una danza primitiva e interminable, me hace sentir plena, jodidamente plena y viva.
Deslizo mis piernas por las suyas como si necesitase más contacto, como si quisiera sentir cada fibra de su ser dentro de mí. Paseo las manos por sus hombros aventurándome en un viaje de sensaciones por su esbelta espalda, deleitándome al notar como se eriza su piel bajo las yemas de mis dedos.
El ritmo de nuestro baile asciende desorbitadamente, haciéndonos temblar de placer a ambos, acercándome al clímax de forma inevitable . Gimo incapaz de contenerme, ahora que su boca succiona ese punto tan especial entre el hombro y el cuello, y me dejo ir al paraíso entre palpitaciones y escalofríos susurrando su nombre con una sonrisa orgullosa cuando él alcanza su propio éxtasis.
—Ven a vivir conmigo. —Implora, apenas un minuto después, atravesándome con la mirada sin moverse nada más que para acariciarme la cara con una sutil caricia. —Por favor.
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Y hasta aquí el nuevo capítulo. ¿Qué os ha parecido? Un poco subidito de más pero creo que se lo merecían ¿no?
La historia está llegando ya al final, y estoy planteándome el hecho de continuar en una segunda parte que estará ambientada en la película: Vengadores La era de Ultrón, ¿Cómo lo veis? Se aceptan sugerencias.
En primer lugar quiero agradecer a Daryanis por darme la valentía para replantearme la idea de continuar. Eres genial, de veras, gracias por tu apoyo incondicional. ¡Eres maravillosa, tanto como persona como escritora!
A mi equipo de chicas preciosas: RocioOrt4 ItsasoAU xandy547 MaryEstuardo2112 GraceSeidl20 AdictaAlChicoDelPan TifaSteph Britger26 Natteve12 (Crazy_Marvel) Kiss_The_Book xxarazelyxx skwalkxr XDabby2003 barbi_unicornia GoshikkuPurinsesu04 rosalia_1950
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A las nuevas incorporaciones, gracias por vuestros votos bonitas: whoisxaleff alondracerpadiaz AnastasiaMyshenkova Kathiana03
A las maravillosas escritoras LaChicaAnonima18 y Carmenrobles91 gracias por dedicar un ratito de vuestro tiempo para leerme. ¡Sois adorables!
Y a mi queridísima Casiliterata gracias por tus palabras, por tu manera de de escribir y por decirme cosas tan bonitas. ¡No cambies, preciosa!
A TODOS LOS DEMÁS, QUIENES ME LEEIS OS ANIMO A PARTICIPAR, Y OS DOY LAS GRACIAS POR TODAS VUESTRAS LECTURAS.
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