Le pregunté, ¿capaz o incapaz?

Su mirada gritaba capaz, mas sus labios pronunciaron lo contrario. Y ahí entendí.

No importara lo que dijesen sus ojos en ese instante, él había marcado su limite. Y yo no pensaba sacarle de él. Yo había hecho mi pregunta, y su respuesta era definitiva.

Ya que aunque no lo creas. Todo lo que dicen nuestros labios, incluso las mentiras, nuestro subconsciente se las cree. Y las vuelve verdad. Él decía ser incapaz, pues así sería.

Quizás no comprendas mi metáfora. Para entenderla tendrías que comprender que el amor es un juego de dos. Tendrías que ver que el juego de "¿capaz o incapaz?" es la representación infantil del, "¿me quieres o no me quieres?"

Es la comparación más sutil de decir, en toda relación hay sus altos y bajos. Y son apuestas, son retos. Son situaciones en la que vida nos dice: ¿capaz o incapaz?

Y cuando somos retados, cuando se pone en cuestionamiento nuestras capacidades. Hacemos lo imposible para demostrar lo contrario. Eso es amor. Ser capaz de decir capaz. De no murmurar un incapaz de labios. Dejar que la adrenalina surja por tus venas, dejarte llevar por la locura que un simple reto nos puede llevar.

Ser capaz es como hacer paracaidismo, con los mismos miedos, la misma adrenalina, la misma sensación de felicidad y placer.

Ser capaz es no tener límites, en no marcar una raya que diga "hasta aquí llego"

Ser capaz, es sentirte vivo. Es entender el juego y atenerte a las consecuencias. Es saber que esto solo nos lleva a un grado de locura, que solo acaba cuando la partida ha finalizado.

Y no me voy a dejar de jugar, porque alguien me ha dicho incapaz. Es estupido temerle al juego. No odies el juego, odia el jugador.

Busca el capaz, porque los incapaces de labios. Siempre terminan siendo eso; incapaces.