♤Última Carta♤
Está bien...
Acabas de olvidar quién eres...
Bienvenido de nuevo
~○~
Habían pasado solo unos pocos meses desde que Benoit Dubois había muerto en su celda, el pueblo volvió a ser tan tranquilo como era siempre... O incluso un poco más... Ya que, el temible y gigantesco Lobo feroz, había desaparecido... La gente ya no lo oía, y los días de cacería eran menos peligrosos.
Aquella tarde, los hombres se preparaban para cazar, en cuanto el pequeño de capa roja, solo observaba por la ventana.
Randall: Te traeré algo, tu espera aquí.
Menciono el mayor con el que ahora estaba viviendo. A Capa le gustaba cazar, pero ya no podía volver al bosque.
El grupo de hombres se fue, junto con ellos el teniente... Y el jovencito quedó solo en aquella casa.
Ese día, más que nunca, se sentia cansado.
Decidio salir a caminar... Y así, si más, comenzó su recorrido por el pueblo. Se paseaba por la plaza, las casas, el mercado, se recorrió los pequeños rincones de los callejones, incluso pasó por donde estaba internado Tanaka.
Finalmente, vio la colina a la cual no subía ya desde hace mucho tiempo... Saco de su bolsillo la brújula que tanto amaba, la observó por un rato, se armo de valor, y caminó rumbo arriba por aquel sendero. Al llegar arriba, lo único que se podía ver eran las ruinas que quedaban del que alguna vez fue su hogar. Se sintió débil de repente, como si una fuerza lo hubiera chocado desprevenido... Cayó de rodillas al suelo, con la mirada tan vacía.
Recorrió todo lo que pudo con su vista, recordó cada rincón de la casa, como ese que tanto le gustaba el jardín, y las hermosas flores que antes tenían... Ya no quedaba nada.
Deseo volver al tiempo, pero era en vano.
Se puso de pie, y se acercó aún más a los escombros... Aún podía sentir el calor abrazador que había sentido el día que se prendió fuego, y el miedo recorrió su cuerpo entero.
Mientras caminaba, sus pasos hicieron un chirrido, el mirar al suelo, se percató que el piso estaba lleno de vidrios rotos... En los cuales fue capaz de ver su propio reflejo. Se arrodilló y quitó el parche, este cubría una enorme cicatriz que atravesaba de forma vertical aquel ojo que, en algun momento, fue azul... Y ahora solo era blanco, completamente blanco. Esta era la única herida con la que el había salido aquella noche, al menos la única herida física. Llevo sus manos al suelo, entre jadeos, y comenzo apretar los puños... Provocando asi que se claven aquellos cristales en sus palmas.
Capa: Yo debi haber muerto tambien...
Su voz apenas salia de su garganta... Estaba entrecortada, y en un susurró. De sus manos comenzaron a correr hilos de sangre, mientras los vidrios se incrustaban en su piel.
Capa: ¡Yo debería haber muerto también!
Está vez, su voz fue clara y sonora. Se puso de pie, miro sus palmas heridas y sonrió, deseando llorar, pero en su desesperación de no poder hacerlo, solo se rió.
Llevo su mirada al bosque, unas inmensas ganas de salir corriendo se apoderaron de él... Y en el descenso a su locura, comenzó a dar vueltas y vueltas, como si fuera la brújula.
Los hombres volvían de cazar, cuando el escándalo ya estaba a flor de pie. El teniente Randall se espanto ante el horror de saber que, una vez más, aquella colina estaba en llamas.
Los hombres corrieron hasta allí, cada uno con sus baldes llenos de agua, tratando de apagar el incendio... Mientras el señor Randall buscaba desesperado a el joven azulino. Pero incluso cuando las llamas cesaron, lo único que encontró fue una nota... Junto a esta, la brújula.
Las horas pasaron, el pueblo estaba reunido para despedirse de lo que quedaba de Caperucito... Aún si su cuerpo no fue hallado, era más una cuestión de respeto.
Junto a la lápida del señor y la señora Phantomhive, estaban plantando aquellas rosas blancas, la flor favorita del pequeño capa.
Mientras aquella despedida se realizaba, el teniente saco la carta de su bolsillo,y la leyó una vez más.
"Una vez más, cae un 14 de diciembre... Siendo ya tres años desde aquel momento donde arrebate mí propio destino... Negándome a hacer algo tan simple, morir.
No obstante, ya llegó la hora de pagar mí deuda... Por lo que, así si más, me voy.
Si mí cuerpo llegará a quedar consumido y hecho nada más que cenizas, una rosa blanca es suficiente para recordarme... Aún si mí existencia se la terminará llevando el viento y los años.
Aprovecho para dejar mí testamento... Antes de morir, mis padres dejaron una suma monetaria por si algo les pasar, la cual, se encuentra bajo mí nombren... Por cuestiones personales, jamás la usé. La mitad de aquel dinero quedará para la señora Aberline, la viuda de Alfred Aberline. La otra parte para el teniente Randall, mientras siga cuidado del señor Tanaka.
Ahora, me dirijo puntualmente a Randall. Perdóname, lo intente... De verdad lo hice... Pero ya estoy listo. Quiero que sepas que esto no es tu culpa, hiciste todo lo que podrías hacer... Me enseñaste tanto, me diste tanto, durante estos años fuiste mí mejor amigo, y te juro, fui feliz. Jamás podré agradecer todo el cariño que me diste. Por favor, devuelve a Tanaka la brújula que me prestó, finalmente pude encontrar el camino a casa.
Quiero que sepas, que solo me fui a ver qué tan hermoso es el amanecer del otro lado el bosque.
Si el día de mañana, mientras estás cazando, me llegas a encontrar en el bosque, espero tener como ofrecerte un té.
Nos vemos, viejo amigo.
Cordialmente, Capa"
La noche se apoderó del pueblo. El señor Randall estaba sentado en su sillón, frente a las brasas de la chimenea. Sus ojos estaban perdidos en la carta del infante... Pero su alma solo deseaba el niño apareciera una vez más afuera de su casa, con sus botas largas, sus ropas llamativas y el rojo de su caperuza. Pero era un deseo imposible.
Mientras examinaba la carta, una y otra vez, se percató de un par de detalles que... Simplemente, no cuadraban.
El fuego no tenía el tiempo suficiente como para consumir por completo el cuerpo del niño, además, la carta era, por mucho, una despedida temporal.
"Del otro lado del bosque" ¿Que quería decir eso? Una y otra vez, daba vuelta en esa simple frase... Hasta que, finalmente, descubrió lo que significaba.
Comenzó a reír, feliz de saber que estaba en lo cierto... Mientras observaba por su ventana como el sol comenzaba a salir, anunciado su llegada. Se veía hermoso... ¿Cómo lo verá el niños azulino del otro lado?
El sol tiño el cielo de colores rosados y anaranjados, por las nubes se escapaban unos rayos brillantes... Apoderándose de aquella cabaña, la cual estaba en lo más alto de la montaña. En ese mismo lugar comenzaba el río, con el agua tan clara y fresca... El pequeño hilo de agua caía por una cascada, abajo seguía su camino, pero ahí arriba, oírla era hermoso.
La cabaña había sido levantada hace poco tiempo, era pequeña, pero era acogedora. Por la puerta, entraba aquel manto negro, enorme y poderoso. Camino por el pequeño pasillo, entro a la habitación... Y en una cama de un roble, la cual tenía un colchón de plumas y sabanas rojas, se encontraban aquel pequeño cuerpo, aún dormido.
El lobo se acercó a él, acariciando con su hocico la oreja del pequeño, moviendo su azul cabello. El niño refrego sus ojos, al ver animal, acaricio el pelaje de su rostro, ofreciéndole una sonrisa.
Sebastián: Buenos días, Ciel...
Ciel: Buenos días, Sebastián...
~○~
The end...
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