♤Primera Carta♤

"Si llevas tu infancia contigo, nunca envejecerás"

Tom Stoppard.

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Uno imagina la niñez como una etapa de pureza he inocencia. Pero según yo, esta es una visión errónea.

¡BANG!

Sonaba el disparo de una Colt 45 plantando la bala justo en la cabeza de un sujeto. No deben de imaginarse a un asesino muy adulto, en realidad, este "agresor" no mide más de 1,52 metros.

Antes de continuar desde este punto... Mejor volvemos la mañana, cuando él recién habría los ojos.

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El sol recién comenzaba a salir, pero él ya había estado despierto desde antes. Su mirada era tan fría, y estaba concentrada en la taza de té que aún ni siquiera había comenzado a beber. Sentado completamente solo, en una silla de madera con una mesa redonda frente a él.
Un parche escuro cubría de manera misteriosa es ojo derecho, su cabello tenia un color azul y su piel un color blanco.
Se puso de pie sin siquiera probar el té y camino hasta la puerta de la cabaña... Junto a esta había un perchero, donde había colgada una caperuza roja. La tomo y se la coloco como todos los días, abrió la puerta y salió a caminar por aquel pueblo.
Casi ni le importa lo que pasaba al su alrededor... Era más de lo mismo para él... Mujeres limpiando, niños jugando a ser cazadores, hombres volviendo del bosque con uno que otro conejo, y por supuesto, personas observando y susurrando una que otra cosa de él.
Llego hasta una casa, y al entrar lo estaba esperando una canasta sobre una mesa. La canasta tenia un mantel y sobre este una botella de vino, unos panes, dos tipos de quesos y cortes de carne... Frente a esta canasta, estaba sentado un hombre, de una mirada seria, cuyo nombre era Randall.

Randall: Ya era hora que llegaras, Caperucito.

El menor tomó la canasta, la reviso moviendo un poco las cosas, y justo debajo del mantel se encontraba escondida un arma... Una Colt 45 cargada. Caperucito la volvió que esconder bien dentro de la canasta, dejó unas monedas en la mesa y se dirigió a la puerta nuevamente con su canasta en la mano.

Randall: Saluda a tu tía de mi parte.

Caperucito: Lo haré.

Salio de aquella cabaña, volviendo hasta su casa para "cambiarse de ropa" antes de partir. Al cabo de un rato, salió exactamente igual que como había entrado... y con la canasta en mano, se encaminó hasta lo profundo del bosque.

Se dirigía a casa de su tía, Angelina Durless. Ella había dejando el pueblo hace muchos años, y ahora vivía en una cabaña escondida en el bosque. Algo que al resto de los habitantes del pueblo no les parecía muy sano psicológicamente... A decir verdad, a su sobrino tampoco... Pero él logró obtener ventaja de eso.

Antes de ir a la casa de su tía, se desvió del camino original para ir a cazar. Saco el arma y dejo la canasta en el suelo junto a un árbol por un rato. Logro dispararle a un conejo y a tres aves, las cuales envolvió en un mantel y los puso dentro del canasto. Pero en lugar de volver para seguir el camino original, se quedó sentado bajo el árbol durante unos minutos... Esperando algo, bueno... En realidad a alguien.

Llego un hombre, alguien mayor de edad con la pinta de haber estado bebiendo toda la tarde. Este vio a caperucito, sonrió de manera pervertida y tomó la pierna del menor... Lo arrastró hacia si mismo para tenerlo cerca. Caperucito no parecía asustado en lo absoluto, solo observó al sujeto con asco... estaba acostado en el suelo, y mientras el mayor se ponía de pie para desprender su pantalón, pero ni siquiera pudo comenzar a hacerlo... Cuando caperucito extendió su brazo derecho en el arma en la mano. Disparo denado justo entre la ceja de su "acompañante"... Y este cayo al suelo sangrando.
Se puso de pie, tomó sus cosas y volvió a su camino original.

El pueblo en el que el vivía no era "perfecto"... Más de uno lo había mirado con intenciones desagradables. Pero él sabía bien cómo encargarse de ellos.

Se hizo de noche, pero finalmente había llegado hasta su destino.
La cabaña de su tía era hermosa, hecha de madera y una chimenea de piedras... Además de siempre estar limpia. Caperucito toco la puerta y espero hasta que fue atendido.

Ann: Mi caperucito... Pasa. Te estaba esperando.

Ella era un mujer joven... De cabellos y ojos rojos, una piel clara y sus vestimentas todas rojas.
El menor entró a la casa y dejó la canasta sobre la mesa.

Caperucito: Logre cazar un par de animales en el bosque... Pero últimamente la cacería siempre es mala.

Ann: Bueno, eso se debe a que el lobo debe de estar hambriento.

Su sobrino solo la obcervo con la misma mirada inexpresiva de siempre.

Caperucito: ¿No lo has encontrado?

Ann: Por desgracia, no. Es alguien demasiado tímido... O solo es muy bueno ocultándose.

Ella sirvió en dos vasos un poco de vino, uno se lo quedó para si misma y el otro se lo dio a su pequeño acompañante.

Ann: Cuentame... ¿Algo interesante en el bosque?

El menor se encontraba bebiendo en ese momento, pero solo la obcervo mientras alejaba el vaso de su boca y tragaba.

Caperucito: Al menos el lobo podrá comer bien esta noche.

Así se mantuvo la noche, mientras ellos charlaban y comían.
Cuando se hizo más tarde, despidieron ir a dormir... Era obvio que él permanecería allí aquella noche, así que fue hasta donde era su cuarto para acostarse. Se quitó la caperuza, los zapatos y las medias, el chaleco que llevaba sobre la camisa, y por supuesto, el parche que cubría su ojo.
Se acostó, aun sabiendo que no podría dormir en ese momento. Saco del bolsillo delantero de su pantalón un pequeña brújula que estaba sostenida por una cadena de plata... la tomo desde la cadena y le dio en leve golpe haciendo que esta girara, enrollando la cadena sobre si misma, hasta el punto en que no podía más y comenzaba a enrollarse del lado contrario. Su mirada estaba perdida en la brújula, que no dejaba de girar... Hasta que logro oír el fuerte aullido del lobo a lo lejos. Se quedo mirando la ventana mientras la brújula seguía y seguía dando vueltas, sonrió de manera fría y pronuncio sus últimas palabras de aquel día.

Caperucito: Descanza, Sebastián...

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