♤Decima Carta♤

"El dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional"

Buda

~♤~

La mañana se hacía presente con los finos rayos de sol cubriendo el cielo... Pero el pueblo no se había terminado de levantar y caperucito ya daba inicio a su viaje.
Él ya conocía el camino de memoria, pero era la primera vez en mucho tiempo que iba tan entusiasmado a ver a su tía... Claro, su cara no podía demostrarlo, ya que era alguien inexpresivo. Estaba decidido a buscar respuestas con ella, a decirle toda la verdad.
Su concentración fue tan grande que ni siquiera se había percatado de la presencia que lo seguía.
Una llamarada de humo detrás de él anunciaba la llegada de aquella criatura salvaje.

Sebastián: Vaya, vaya... ¿Vas a ver a la dama de rojo?

El niño dio un sobresalto y volteó para encontrarse con esos enormes ojos rojos y esa sonrisa pícara en la cara de perro gigante.

Caperucito: ¿Tu y ella se conocen?

El lobo desapareció, como si se hubiera evaporado en un montón de humo negro... Luego reapareció frente del niño, quien dio un sobresalto al repentino encuentro.

Sebastián: Bueno, no he tenido el momento adecuado de presentarme de frente, pero la he visto. Y también se que tu vas muy a menudo.

Caperucito: Claro, es mi tía.

Al animal levantó las orejas después de oír esto último, giró su cabeza ya volvió a sonreír.

Sebastián: Mira... Eso no sabía.

Unos pasos se acercaron a ellos, por lo que la criatura decidió desaparecer nuevamente.
El menor se quedo, solo por curiosidad, para ver quién se acercaba. Para su sorpresa, se encontró con nada más y nada menos que con uno de los hombres ricos de su pueblo. No podía recordar su nombre, pero sabía que era importante.

Caperucito: Buenos días... Que sorpresa encontrarlo por aquí.

Hombre: Quisiera decir lo mismo de ti.

El azulino se desconcertó un poco al escuchar la forma en la que aquel hombre le contestó.

Caperucito: ¿Perdón?

Hombre: No es la primera vez que se te ve caminando por el bosque y que un hombre mayor te haga compañía pocas horas después. Mírate, un niño como tú... Tu padre estaría muy avergonzado.

La cara del menor se había transformado a una mirada de enojo, se cruzó de brazos y dio dos pasos acercándose al mayor.

Caperucito: ¿Esta insinuando que soy un prostituto?

Hombre: No hay que ser muy inteligente para notarlo.

Aquel pequeño solo hizo una mueca, se acercó más a él, dejando que el abundante y fuerte olor a tequila perforase su nariz.

Caperucito: Estas ebrio...

Dio media vuelta, con la simple intención de dejar al hombre hasta que decida volver al pueblo.

Hombre: ¡¿A donde vas?! ¡Ven a cumplir tu trabajo, pequeña perra!

El menor solo lo ignoraba, no tenia la intención de discutir contra un idiota como él. Pero el problema, es que ese idiota estaba armado. Un disparo resonó, no tan lejos de donde se encontraba, por su estado de ebriedad, no había sido capaz de darle al niño, pero en cuanto este volvió a verlo, notó como el hombre con el seño fruncido apuntaba directamente hacia él. Caperucito corrió por su camino nuevamente, pero antes de poder continuar, la presencia del enorme animal se volvió a posar frente suyo.

Sebastián: Conozco un atajo... Vamos.

El niño dudó en un principio si debía o no seguir a aquel lobo... Pero no tenia otra opción, todos en el pueblo sabían la ruta que el menor tomaba para ir a ver a su tía, seguro aquel hombre también lo sabía. Decidio seguir al animal, el lobo llevaba la delantera por el camino, mientras que el azulino lo seguía a gran velocidad. Pero este no se había percatado de una roca en el suelo, por lo que cayó, lastimando de forma grave su rodilla.
Parecía que el lobo lo había abandonado, o que no se había percatado de la lesión del menor y había continuado sin él. Pero antes que el niño haga el intento de levantarse, a su alrededor volvió aquel humo que anunciaba su llegada, apareciendo esta vez debajo del menor. Caperucito se acomodó en el lomo del lobo, quien seguio por el camino a paso veloz. Corría por el bosque, conociendo este de memoria, mientras el azulino se agarraba de su pelaje. Una vez estuvieron demasiado lejos, la criatura comenzó a caminar de forma normal, después de todo, ya no había peligro.
El silencio se posó en ellos, era un tanto incómodo. Ambos tenían preguntas el uno para el otro, pero sabían que el contrario no contestaría. Pero finalmente, él decidió hablar.

Sebastián: ¿Que quiso decir aquel hombre sobre tu padre?

El menor sintió un dolor su pecho, pero no quiso que lo supiera.

Caperucito: Mis padres murieron hace dos años, el día que me encontraste...

Sebastián: ¿Y puede un cachorro humano como tu criarse solo?

Caperucito: No tengo otra opción.

El lobo dio un pequeño salto para poder bajar por una colina rocosa, por lo que el pequeño se quejo de dolor en la pierna.

Sebastián: Eso parece doloroso.

Caperucito: Si, pero mi tía Ann me curará... Ella es doctora.

Sebastián: ¿Quien?

Caperucito: La dama de rojo.

Sebastián: Ya.

Su camino continuo, y solo hablan de cosas sin sentido... Sin preguntar sobre la vida personal del otro, quien era, ni ninguna de sus tantas dudas importes... Tal vez no querían que el momento se ponga incómodo, o simplemente querían disfrutar de la compañía del otro sin la necesidad de hablar de algún tema serio.
Unos minutos fueron suficientes para encontratse frente de la cabaña de la mujer de rojo. Cuidadosamente, el animal dejó al pequeño frente a la casa, sentado en el césped.

Sebastián: No quiero interferir en la vida de la dama de rojo, por lo que que reitero.

Bajo su mirada para ver la pierna del niño, la cual se encontraba de un tono morado, y un poco inflamado. Lamió esta zona cuidadosamente, mientras el azulino se quejo del dolor

Sebastián: ¿Seguro que estarás bien?

Caperucito: Si, no es nada.

Lograron oír desde dentro de la casa como la mujer se a cercana a la entrada.

Sebastián: Me voy.

Caperucito: Bueno, entonces... Espero verte otro día.

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