Sorpresas

Esta historia es escrita en conjunto con  Belive1097. Nada más perfecto que trabajar juntas

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Bruno se encontraba en la sala de estar, escribiendo en su teléfono. La inspiración fluía perfectamente mientras la señora Rodríguez correteaba de arriba a abajo, trepando por su camisa. escribía lo más rápido que podía, como si temiera que las ideas se le escaparan de pronto. Escuchó la puerta abrirse; pero no hizo ningún movimiento. Sabía perfectamente quién era.

Javier entró a la sala, recorrió el pasillo mientras se quitaba la chaqueta, la cual dejó sobre su propio antebrazo sin soltarla.

— Hola Bruce — gritó Javier desde el pasillo.

Bruno no levantó la mirada; pero respondió. La señora Rodríguez, por el contrario, sí que se emocionó al escuchar la voz de Javier. La ratita se quedó alerta esperando verlo aparecer.

— Hola —respondió mientras seguía escribiendo.

— ¿Qué tal estás? —preguntó Javier entrando a la sala de estar. La señora Rodríguez bajó corriendo para ir a los pies de Javier, quien la levantó en la palma de su mano.

— Ocupado — respondió distante a la vez que continúa tecleando con rapidez.  No se molestó en separar su vista de la pantalla.

Javier dio unos pasos por la habitación. Dejó a la ratita en una de las mesas y posteriormente sacó una galletita de su bolsillo y se la entregó.

— Sé que no te gusta cuando te interrumpen; pero necesito hablar contigo y es importante —dijo el pelirrojo y sus ojos castaños se fijaron en Bruno. Aún mantenía una expresión seria.

Bruno rodó los ojos. Sabía que ya no podría concentrarse y que Javier no lo dejaría pasar.  Bloqueó el celular y lo miró frustrado.

— ¿Qué es tan importante para saltarte la única regla que te he impuesto? —dijo Bruno, secamente.

Javier permaneció de pie. Su porte altivo era realmente imponente y la barba ligera y perfectamente delineada aumentaba esa impresión.

—¿Qué hacía ese muchacho aquí? —preguntó cruzando los brazos, sobre la chaqueta.

Bruno desvió la mirada como si ya se temiera eso

— No estaba aquí, me lo encontré cuando iba saliendo. Estaba en la panadería ¿Eso es todo? —dijo con cierta impaciencia.

Pero Javier no cedería tan fácil.

— No, no es todo ¿Qué hacía él en esta panadería?

— No sé, no hablamos de eso ¿Por qué haces esas preguntas? —Bruno encontró sus ojos verdes con los de él.

— Estaba afuera de tu casa. Ya tienes la confianza de traerlo aquí, y sé que eres más ciego que un topo; pero te estas dejando manipular para que no te pague lo que te debe.

— Él no es así, ni siquiera lo conoces —respondió Brunos severamente mientras otras dos ratitas se paraban en cada uno de sus hombros.

Javier alzó ambas cejas, incrédulo.

— Ah ¿Y tú sí? Solo se han visto 2 veces y ya lo traes aquí.

— No entró a la casa, me lo acababa de encontrar cuando apareciste. En la calle, afuera —Bruno exageró esa última palabra como si quisiera que quedará realmente claro.

— Estás evadiendo la pregunta. No quieres pensar en eso, pero meditalo, Bruce ¿Qué hacía aquí?.

— Comprar comida en la panadería, ya te lo dije —respondió Bruno que sentía que estaba hablando en círculos.

Javier sintió la necesidad de ayudar a pensar a su amigo. Tenía un punto al que llegar, así que comenzó a hablar directa y firmemente.

— Bruce, no tiene sentido que esté justo en esa panadería. Está es una zona residencial, solo se puede encontrar la panadería, el supermercado, la peluquería y la gasolinera de la esquina. Después solo hay edificios, a menos que viva por aquí no tiene sentido que esté en esta zona. Esta zona donde precisamente vives tú.

— Puede que le guste lo que hay y solo lo encuentra aquí —sostuvo Bruno encogiendo los hombros.

Javier dio un paso más cerca de él; pero antes de avanzar más, tomó asiento en el sillón frente a él.

— Por favor... esa panadería está abierta por ser el único lugar que tiene pan los domingos —dijo Javier, sarcásticamente.

Bruno chasqueó la lengua y apretó las manos, frustrado

— ¿Qué te tiene así? Deja de ser tan Drama Queen.

— Que a ti no te importe que te utilicen es una cosa, pero yo no dejaré que te vuelvan a ver la cara —respondió Javier, ya estaba comenzando a molestarse. No hay peor ciego que el que no quiere ver.

— Él no hará eso, además aceptó salir conmigo el sábado…

—¿QUÉ? —gritó Javier. Eso ya era cruzar la línea, la línea de la estupidez- ¿LE PEDISTE SALIR CONTIGO?

Bruno se encogió un poco al escuchar ese grito. Sintió el impulso de justificar su situación.

— Sí, es que es lindo y me entretiene estar con él. Es realmente lindo. Si tú lo conocieras, si le dieras la oportunidad…

Aunque claro, Javier no se dejaba envolver por razones tan vagas como esa.

— Intento ayudarte; pero nada de lo hago basta. Eres un caso perdido.

La molestia en la voz de Javier era tan evidente para Bruno que lo hizo arquear una ceja, quizás con cierta arrogancia.

— ¿Estás celoso?

Javier dejó salir una risa amarga como si hubiera escuchado la cosa más ridícula aunque quizá lo era.

—  No, solo me sorprende que seas tan estúpido.

—No soy estúpido, siento que tenemos química —espetó Bruno.

Javier negó con la cabeza.

— Si, la de él para manipularte y tú para quedar embobado con sus ojos verdes.  Además es un niño.

Bruno ladeó la cabeza.

— Suenas celoso. Te faltó decir "¿Qué tiene él que no tenga yo?"

Javier ignoró esa última provocación.

— Solo estoy preocupado —dijo sinceramente.

— Siempre estás preocupado con todas las personas con las que salgo. No hay una sola que te haya parecido medianamente a la altura —Bruno se defendió. Pensaba que si Javier iba a soltar todo lo que pensaba, podría hacerlo él también. Y de hecho, lo hacía.

— Es que siempre eliges a los peores y lo sabes.

Bruno sonrió como si buscara derribar sus argumentos.

— Excepto cuando te elegí a ti —dijo Bruno mirando a Javier casi acusadoramente.

Javier carraspeó. Bajo la mirada e inmediatamente la regresó a él.

— No quiero hablar de eso —dijo Javier secamente y se levantó del sillón y comenzó a colocarse la chaqueta mientras la señora Rodríguez chillaba al sentir que se iría.

Bruno también se levantó y esta vez alzó un poco más la voz.

— Nunca quieres hablar de eso, pero te vuelves loco cuando empiezo a conocer a alguien.

En el fondo Javier se sintió ofendido.  Aquello colmó su paciencia y de pronto se giró a él con brusquedad.

— NO QUIERO QUE SALGAS HERIDO ES TODO —le gritó comenzando a caminar a la puerta.

Bruno alzó una mano al frente y la movió para evidenciar lo que era bastante obvio.

— Te estás alterando, ves que tengo razón.

Javier llevó la mano a su rostro, apretando el puente de su nariz con los dedos índice y pulgar. Hizo uso de todo su autocontrol para no armar un lío en grande.

— No la tienes. Lo nuestro fue una bobada de niños, quedó muy claro hace tiempo. Somos hermanos, te quiero como a un hermano y como tu hermano me preocupa que estés con alguien que solo te utilice.

— No va a ocurrir esta vez.

— Eso espero. Te juro que de verdad eso espero —terminó  de decir Javier. Se acomodó el cuello de la chaqueta y sin esperar la respuesta de Bruno, salió por la puerta.

✨✨✨

Los días pasaron y Camilo solamente podía pensar en el sábado para encontrarse con Bruno nuevamente. Estaba realmente emocionado,pero a la vez nervioso. Bruno ocupaba su mente una gran parte del tiempo y esa era una extraña mezcla de entusiasmo y miedo. Tenía grandes expectativas depositadas en esa cita, razón por la que, como era natural en él, se imaginaba cientos de escenarios en los que todo podía suceder, desde tener la más perfecta de las noches, hasta un caos inevitable en el que todo se fuera a la mierda.

Aún así el día llegó y él se encontraba en su habitación analizando cada detalle de su vestimenta para aquél día. Iría casual, pero ligeramente atrevido. Quería presentar la imagen correcta, quería que Bruno se impresionara al verlo y que no fuera capaz de sacarlo de su mente los días posteriores. Se colocó pantalones negros, una camisa negra que dejó ligeramente abierta. Usó un par de collares de plata y un anillo del mismo material.

— ¿Artillería pesada desde el primer día? Muy hábil —dijo Gabriel entrando a la habitación al ver como Camilo peinaba cuidadosamente cada uno de los rizos.

— ¿Es demasiado para la primera cita? ¿La camisa está demasiado abierta? —preguntó Camilo, mirando la prenda negra que llevaba puesta a través del espejo.

— Yo creo que está demasiado cerrada —Gabriel se acercó a él y le desabrochó un botón más — Listo, ahora sí lo volverás loco.

Camilo vio el resultado en su reflejo y sonrió. Tenía que admitir que se veía mejor así.

— Ahora estás listo para conquistar a tu sugar —dijo Gabriel con una simpática sonrisa.

Camilo rodó los ojos

—Sigo sin saber si es una cita real o solo salir para conocernos más… Ya sabes, asegurarse de que no voy a robarle.

— Entonces ¿Para qué te arreglas tanto si no crees que es una cita? —preguntó Gabriel, antes de acomodar un mechón detrás de la oreja de Camilo para que este luciera el piercing.

—Quiero dar una buena impresión —respondió Camilo suavemente.

—¿Por qué te pediría salir si no estuviera interesado en ti? —dijo Gabriel—. Si solo quisiera asegurarse de eso, tal vez usaría otra forma..

—No lo sé y no estaré seguro de nada hasta saber su relación con el pelirrojo.

Gabriel dió unos pasos atrás y se dejó caer sentado en la cama sin perder la vista de su amigo.

— Quién sabe —dijo Gabriel con una sonrisa indescifrable en los labios—. Tal vez es su novio y te quiere proponer un trío.

Los ojos de Camilo se abrieron por completo y volteó a ver a Gabriel con una expresión horrorizada.

— ¿Tú crees? ¿Crees que sea todo lo que quiere? Tiene sentido que él me mirara tan feo cuando me conoció….

Gabriel dejó caer los hombros y alzó las cejas. Se reprendió internamente por haber dicho eso cuando él mejor que nadie sabía lo nervioso que era Camilo.

— Relájate, era solo una broma.

Pero Camilo no escuchó. Esa posibilidad estaba realmente alojada en sus pensamientos. Bueno, quizá no un trío pero ¿Y si eran pareja y estaba solo usandolo para darle celos? ¿Y si de verdad era solo un juego extraño y retorcido para ambos? ¿Y si no eran nada pero querían serlo y Camilo solo estaba estorbando?

Camilo tenía la mirada vacía, se hundió en sus pensamientos, hasta el punto de empezar a temblar. Ni siquiera se percató del sonido del timbre llamando a su puerta.

—¡Cami! llegaron por ti— le dijo Gabriel, levantándose para tomarlo por los hombros y sacudirlo un poco.

—¿Qué?— preguntó aún absorto en sus pensamientos— No... Creo que mejor no voy.

Nervioso caminó a la cama para sentarse en el borde mientras el timbre de la casa seguía sonando. Él lo ignoró deliberadamente.

Gabriel se acercó y lo tomó por el cuello de la camisa, tirando ligeramente de él para llamar su atención.

— Y yo creo que te pateo el culo si no vas. Estuviste hablando de eso toda la semana y no te vas a autosabotear ahora  ¡Así que ve a abrir esa puerta ahora! —tuvo que usar un tono más firme, sin llegar a ser grosero. A veces hacía falta darle un empujoncito a su amigo para hacerlo reaccionar.

Camilo asintió obediente y bajó las escaleras para llegar a la puerta. Tomó aire, suspiró lentamente y finalmente la abrió encontrándose con Bruno del otro lado de ésta.

Bruno se veía bien, bastante bien. Quizá bien era decir poco. Él hombre llevaba un traje oscuro y una camisa roja bastante formal. Claro que aquello no le hacía parecer un viejo, como Camilo lo había imaginado, por el contrario, se veía jodidamente sexy.

—Ho-ola— llegó a pronunciar, su capacidad de habla se había desvanecido al instante de verlo. Se convirtió en nerviosismo por no encajar en la situación. Bruno estaba a otro nivel. Un nivel bastante alto.

—Dios bendito— pronunció Bruno al verlo— Estás increíble.

Camilo bajó la mirada para ver su propio atuendo.

—¿Estás seguro? Creo que no voy presentable para la ocasión— dijo antes de mirar al moreno de arriba a abajo— Sabía que no iba bien, que esta camisa era demasiado extraña… ya me cambio, no me tardo nada…

Pero Bruno lo tomó del antebrazo atrayendo la mirada de Camilo quien solamente al ver sus ojos se quedó petrificado.

— No lo hagas, por favor. Justo así quiero que salgamos.

Eso arrancó una dulce sonrisa de Camilo que simplemente se acercó a él mientras asentía tan sutilmente que apenas era percibido por Bruno.

Finalmente, los dos salieron de la casa. Bruno no soltó en ningún momento el brazo de Camilo y lo condujo hasta el auto. Tal como Cami lo esperaba, Bruno abrió la puerta del auto para él.

— ¿A dónde vamos? —preguntó  Camilo.

— Ya lo verás —Bruno respondió con una sonrisa.

— No sabía que fueras tan misterioso —respondió Camilo con cierta malicia en los ojos.

— Tal vez te sorprenda —atajó Bruno, riendo mientras encendía el auto.

Camilo solo ensanchó la sonrisa traviesa y miró al frente mientras se ponía el cinturón de seguridad.

— Créeme, yo soy el amo de las sorpresas.

✨✨✨

Condujeron en una agradable y fluida conversación hasta que Bruno detuvo el auto frente a la puerta de un restaurante del que Camilo jamás había oído. Ni siquiera sabía de su existencia. Bruno se apresuró a bajar del auto, entregando las llaves al chico del valet parking y se apresuró a cruzar del otro lado para abrir la puerta de Camilo. Cami sabía que lo haría, por lo que lo esperó pacientemente.

Al entrar al restaurante, Camilo se sintió intimidado nada más al ver el lugar. Sentía que no encajaba en ese ambiente tan lujoso, y odiaba el atuendo que había elegido para estar ahí.

—Buenas noches, ¿Tienen reserva?—preguntó el recepcionista. Incluso él vestía mejor que Camilo.

— Buenas noches, si la puede encontrar a nombre de Madrigal —respondió el mayor con una sonrisa.

El hombre bajó la mirada a su lista y asintió al encontrar el nombre.

—Mesa para dos, su acompañante y usted pueden seguirme cuando gusten.

—Gracias — Bruno dijo educadamente y volteó a ver a Camilo— ¿Estás listo?

— Si —le respondió un poco apenado Camilo. Bruno tomó su mano lo que fue extraño para él pero no se quejaría en absoluto.  Notaba que Bruno se desenvolvía perfectamente bien en ese ámbito. Por un momento se sintió inferior.

Empezaron a caminar. Al entrar Camilo vio que era un lugar acogedor, con luces tenues y mesas separadas, las decoraciones son en color hueso llegando a blanco.  Grandes ventanales de cristal se erguían a los costados dando vistas a un río.

— Caballeros, disfruten su velada, en unos momentos vendrá su camarero a servirles —dijo el Hostess.

—Gracias —dijeron ambos al unísono.

Bruno le ayudó a sentarse, retirando la silla para él. Estaba en un área alejada del resto, por lo que podrían disfrutar, sin sentirse incómodos.

— Gracias, este lugar es hermoso —dijo Camilo con una sonrisa sinceral.

—Me alegra que te guste.

Camilo suspiró mientras veía a Bruno sentarse frente a él. Sonrió sin dejar de mirarlo mientras sus dedos paseaban por la suave tela del mantel.

— Debí adivinar que iríamos a un lugar como este ¿No? Tienes escrito en la cara "Sobriedad y finura pura" —dijo Camilo recargándose en la mesa, aun algo tímido pero comenzaba a relajarse.

Bruno rio ante el comentario.

— ¿Acaso me has dicho viejo anticuado? —respondió— Porque sí lo soy.

Camilo, lejos de contradecirlo, asintió divertido.

— Prefiero el término "Vintage".

Aquello hizo sonreir nuevamente a Bruno. El camarero se acercó en ese momento para entregarles las cartas. Bruno no se complicó mucho, pidió un filete a término medio, una ensalada y como era de esperarse un vino tinto de la mejor calidad.

Camilo, por el contrario, se hizo un lío. Sus ojos recorrieron los precios de cada platillo antes de siquiera considerar ver de qué se trataba. Si él hubiera entrado solo ahí, al ver la carta se habría retirado disimuladamente para no volver más; pero eso no era posible ahora. Tenía pensado irse a mitades en la cuenta pero ni siquiera de esa manera habría podido salvar sus finanzas.

— Yo…. hummm… solo quiero una ensalada. Sí, es todo —dijo tímidamente cerrando la carta y entregandola al camarero.

Bruno frunció el ceño al ver aquella acción.  Camilo no parecía de lejos una persona que cuidará su alimentación. Lo había visto comer chatarras antes  y simplemente no podía comprenderlo.

— Si no quieres comer carne, puedes probar la lasaña vegetariana. Es excelente.— le susurró Bruno con una ligera sonrisa.

—Estoy bien— respondió en el mismo tono Camilo, dando a notar su nerviosismo.

—¿Qué desea tomar Joven? — preguntó el camarero con una sonrisa.

—Agua— respondió a regañadientes Camilo. 

—Svalbardi, Lofoten, Roi… ¿Cuál prefiere?

Camilo empezó a temblar y las palabras no salían de su boca. No entendía por qué oía palabras tan complicadas cuando hablaban de agua y no de vinos.

—Disculpe, ¿Puede volver en unos minutos?— dijo Bruno dirigiéndose al camarero

—Como guste señor— respondió el camarero antes de retirarse de la mesa.

Bruno era tardado. Bastante, bastante lento. Javier siempre se lo decía, pero al final entendía las cosas, al menos la gran mayoría de las veces y al final pudo captar lo que sucedía. Se ruborizó ligeramente. No quería incomodar a Camilo así que simplemente sonrió y tocó la mano de Cami sobre la mesa, haciendo que el castaño lo mirara.

— Este lugar fue mi idea y en castigo corre por mi cuenta. Ya sabes, me lo merezco por vintage.— dijo rodando los ojos de forma divertida, haciendo entender al menor que estaba cómodo con la situación.

A Camilo lo sorprendió esa forma tan sutil de sacarlo del apuro. Los ojos de Bruno lo observaban con ternura y Camilo tuvo una sensación extraña en la boca del estómago.

— Acepto cualquier recomendación de un viejo anticuado —dijo tranquilamente. Los dedos de Bruno seguían sobre su mano— Quise decir, hombre conocedor.

Bruno empezó a jugar con los dedos de Camilo.

—Este hombre conocedor te recomienda la Cordon bleu en salsa de hongos.

Camilo asintió y ordenó, justamente lo que Bruno había mencionado. Antes de que el camarero partiera, Bruno pidió para Camilo una copa del mismo vino que él. A Camilo no le molestó que ordenara por él, no era como esa primera y última cita con el chico de Tinder. Bruno era amable genuinamente.

De pronto ya no se sentía tan tenso, los dedos de Bruno acariciándolo de esa manera le provocaba un cosquilleo que viajaban directamente a su cerebro disparando nuevas dosis de serotonina.

—Agradezco que quisieras venir esta noche, desde el incidente he querido conocerte más, tienes una esencia maravillosa—le dijo Bruno acariciando su mano.

— T-tú querías conocerme más —repitió quizá para procesarlo— ¿Por qué?

Bruno bajó la mirada  un poco apenado pero luego la regresó al rostro de Camilo  y este sintió una punzada en el pecho ante el nuevo contacto visual que era completamente diferente.  Era quizá algo intenso.

— Porque creo que eres especial. Me intrigas de una forma extraña.

Camilo rió suavemente.

— Es porque soy una cosa extraña.

— Vamos, no hables así de ti mismo —dijo Bruno con una risita. A Camilo le gustaba esa risa que era casi como un susurro.

— Te lo juro. Y no pienso que eso sea algo malo —se inclinó al frente y sostuvo la mirada de aquél hombre aun contra todos sus nervios —. También yo quería conocerte más. Quiero conocerte más.

— Es mi turno de preguntar por qué.

— Porque quiero —dijo Camilo y luego regresó atrás incluso soltando la mano de Bruno, quién sintió el aire frío golpear en la zona cálida dónde había estado su piel.

—Bien ¿Qué quieres saber? Siéntete libre de preguntar lo que quieras —dijo Bruno recogiendo su mano, alejándola de Camilo.

Camilo apretó la mandíbula y alzó coquetamente las cejas. Había mucho que quería preguntar. Si fuera por él, sacaría su celular, encendería la grabadora de voz y la dejaría sobre la mesa para hacerle un millón de preguntas a Bruno y luego preguntas con base en sus respuestas. Pero siendo prácticos, solamente había una que quería resolver en ese momento. La resolvía o se retorcería toda la semana hasta volver a verlo.

— ¿El pelirrojo es tu novio?

—¿POR QUÉ LO PREGUNTAS? —cuestionó, sorprendido, Bruno quién abrió mucho los ojos al escucharlo.

— No puedes responder a mi pregunta con otra.

— No. No es mi novio; te hice la pregunta pues creía que estábamos en la misma página, pero si piensas que tengo novio, veo que no.

— ¿No tienen nada?

— Javier es como un hermano, sinceramente es el último aspecto de mi vida del que me gustaría hablar —respondió Bruno firmemente.

—¿Por qué? —Camilo preguntó con seriedad.

— Pues me gustaría que me conocieras a mi y luego a mi familia. No me gusta relacionar mucho ese aspecto antes de tiempo.

Camilo se sonrojó ligeramente al escuchar lo último. Pero ahora estaba más tranquilo al respecto. Eso era suficiente para calmarlo.

— Comprendo. Claro, yo respeto eso.  ¿Hay algo que quieras preguntarme a mí?

Bruno no sabía exactamente qué preguntar. Ni él mismo se lo había formulado. Estaba por negar con la cabeza cuando de pronto se le ocurrió algo.

— ¿Crees que estás listo para esto? Para conocer a alguien mayor que tú.

La pregunta derrumbó a Camilo. Había esperado algo más sencillo. Quizás que preguntara por sus relaciones anteriores, sus hobbies o algo así pero estaba ahí desarmandolo con unas cuántas palabras.

— No. No estoy listo  —dijo secamente y Bruno bajó la mirada evidentemente desilusionado. Entonces Camilo volvió a hablar —. Pero nunca se está realmente listo para nada ¿O sí?  Así que ¿Qué más da? Quiero hacerlo y pienso que tú también.

La cara de Bruno se iluminó y sonrió.

— Eso es exactamente lo que quiero.

El resto de la noche fue todavía más agradable. No volvieron a tomarse la mano durante la cena pero eso no influyó ni un poco para que fuera menos increíble. Hablaron de todo y nada. Camilo fue tomando notas de las cosas que hacía Bruno. La forma en que sujetaba su copa, la cantidad de vino que bebía que no era demasiado.  Contó las cuatro veces que Bruno tuvo que parar la conversación para anotar en su teléfono alguna idea que le había llegado de la nada. A Camilo le gustaba pensar que encontraba estimulante su compañía para su proceso creativo.

Cerca de la media noche, Camilo recibió un mensaje de Gabriel «¿Sigues vivo o ya levanto alerta amber?» Camilo solo le envió un emoji de una mano con el dedo medio levantado. Eso era suficiente.

— He disfrutado mucho esta cita, gracias por invitarme— le dijo Camilo cuando iban saliendo del restaurante. 

—Es un placer; pero ¿Qué te hace pensar que ha terminado?— Bruno  soltó una sonrisa esta vez algo coqueta.

—¡Oh! No sabía que continuaría, disculpa —respondió Camilo nervioso. Sus pensamientos se dirigían a un área que no estaba listo para tratar en ese momento— ¿Q-qué haremos?

— Si me permites, me gustaría darte otra sorpresa.

—¿Puedo tener una pista?— Preguntó nervioso el castaño que no dejaba de mirar a Bruno como si le rogara que le dijera algo más.

— Es algo grande, y no sabría cómo sorprenderte si te doy una pista.

Camilo entró al auto y en lo que él mayor dió la vuelta para sentarse junto a él, le escribió a Gabriel.

«Gabu, creo que quiere más conmigo y no me siento preparado. Ayuda…»

Camilo dejó el celular en el regazo y miró por la ventanilla del auto sin saber cómo comportarse ahora. El celular vibró y de inmediato leyó la respuesta de Gabriel:

«¿¿En la primera cita?? Le parto la cara»

Camilo solo tecleó la respuesta.

«No estoy seguro, pero eso parece y no sé qué hacer»

— ¿Te estoy aburriendo?—preguntó  Bruno colocándose el cinturón de seguridad.

— No, lo siento.

Camilo había guardado su celular aunque sentía como este comenzaba a vibrar por los mensajes de Gabriel pero los ignoró. Se sentía tenso, se mantuvo callado y con la vista al frente.

Bruno sonrió y comenzó a conducir sin decir nada más. Camilo mantenía ambas manos sobre su regazo y en cierto momento Bruno quiso tomar una de ellas para ayudar al chico a relajarse pues hasta él percibía su tensión. Esto era lo que trataba de hacer cuando Camilo retiró la mano abruptamente ocasionando que la de Bruno aterrizara sobre la pierna de Camilo.

Camilo palideció de verdad. Un escalofrío le recorrió la espalda entera y sintió como se hacía más y más pequeño en el asiento del auto.

Su tensión aumentó al darse cuenta que el camino que estaban tomando salía de la ciudad, al ver por la carretera sus ojos se llenaban de lágrimas, pasó de sentirse nervioso por la situación a sentirse aterrado en cuestión de segundos.

— Bruno… yo no…. No sé si me gusten las sorpresas porque son, ya sabes, sorpresivas y eso. Es raro y extraño… —balbuceaba nervioso viendo como el camino ante ellos se veía cada vez más desértico y el bosque comenzaba a apoderarse de la zona.

Bruno no lo miró, pero dió una palmadita en la pierna de Camilo, dónde su mano seguía.

— Dijiste que eras el amo de las sorpresas.

— Sí pero cuándo yo las doy. No así, es que esto es…

Bruno por fin se giró. Le dió a Camilo una penetrante mirada con esos ojos verdes enmarcados por las gruesas cejas. El castaño se quedó estático sin ser capaz de hablar.

— Piensas demasiado. No lo hagas ahora. Déjate llevar. Estoy seguro de que te encantará, de no ser así intentaré remediarlo.

Camilo no podía decir nada, el miedo lo paralizó, solo veía como el bosque se intensificaba, llegando a un punto donde ya no había luces, lo único que le permitía ver el camino eran los faros del auto.

—Tienes muchos mensajes— mencionó Bruno alcanzando a percibir la vibración que viajaba por la tela del pantalón de Camilo, ocasionada por su teléfono.

— Sí, es mi amigo, quiere saber cómo estoy.

— Se preocupa por ti, al parecer. Siguiendo tu lógica de pensamiento, debería preguntar si tienes algo con él —dijo Bruno pero Camilo pudo notar que no hablaba en serio. Parecía simplemente burlarse un poco de la pregunta de él.

Y su medio de defensa ante la tensión era decir estupideces.

— ¿Con Gabriel? Nah, es como mi perro. Más bien, si mi perro tuviera un perro, sería él.

Bruno soltó una risa más audible que cualquier de las otras que había soltado esa noche. Quizá porque en ese momento estaba a solas, lo que le hizo recordar a Camilo la extraña situación en la que estaba.

— Puedes decirle que estás bien, que no llegarás a casa por ahora, así no se estará preocupado por ti.

—Está bien— respondió más nervioso de lo que ya estaba, si eso podía llegar a ser posible. Sacó su celular y ve los mensajes de Gabriel:

«Dile que quieres ir a casa, que estás cansado»

«Cami ¿Ya estás de vuelta?»

«Estoy en tu casa ¿Dónde mierda estás?»

«Camilo responde, estos juegos no me gustan"»

«¡Imbécil, contestame ahora o voy ya mismo a avisar a la policía!»

«Cami, estoy preocupado. Dime donde estas y voy por ti»

Camilo leyó rápido los mensajes y solo escribió: «Él quiere que sepas que estoy bien y que no llegaré a casa por ahora, PD: Estoy fuera de la ciudad.»

Una vez que envió el mensaje volvió a guardar el celular pero de inmediato entró una llamada. No tenía que ser muy listo para adivinar que era de Gabu. Solamente la miró y contestó.

— Estoy bien, te lo juro. Pero gracias —Camilo colgó de inmediato. No sabía por qué hacía eso. Su sentido común le decía que llamara a Gabriel, le diera la ubicación y buscará la manera de salir de ahí… pero una pizca de curiosidad demasiado instalada dentro de él lo mantenía en silencio.

— Muy bien, ahora que estamos completamente solos, sin interrupciones, y estamos a punto de llegar, quiero que sepas que no estaba seguro de hacer esto hoy, pero algo me decía que podía arriesgarme e intentar que está noche sea inolvidable — Le dijo Bruno acariciando su rodilla.

La caricia sobre la rodilla le hizo sentir  a Camilo una fuerte contradicción. Tenía miedo, estaba desconcertado y no sabía como actuar pero al mismo tiempo su toque era tan cálido y seguro, acompañado por el tono elocuente de sus palabras que lograba hacer que Camilo sintiera un cosquilleo en el vientre.

Algo inseguro, respondió.

— ¿Y si la noche no es como lo imaginas? ¿Y si yo no soy como esperas?

Bruno rio, no invalidando sus palabras sino seguro de su respuesta.

— Te aseguro que esa presión por cumplir mis expectativas es innecesaria. No podría pensar eso de ti.

— Sé que no seré nunca lo que esperas, es todo — le dijo Camilo con la voz apagada.

Bruno pensó en agregar algo más, pero cuándo se dieron cuenta ya habían llegado a su destino.

— Llegamos—dijo Bruno sonriéndole y apagando el auto. Camilo no podía creer lo que estaba viendo —Permíteme — dijo antes de salir e ir a abrir la puerta de Camilo— Se aprecia más si no estás ahí dentro—

Ante él, estaba la vista de la ciudad entera. Se encontraban en un mirador algo olvidado, pero genuinamente impresionante.

Camilo se queda sin palabras.

—Se ve toda la ciudad desde aquí— le dijo Bruno, admirado la expresión tan exquisita en el rostro de su acompañante— Prefiero venir de noche, las estrellas, la luna, la ciudad, todo brilla más si es de noche.

—Es hermoso, no sabía que este lugar existía— logró decir Camilo.

— Pocas personas lo saben y es algo que agradezco.

— ¿Por eso estabas tan misterioso? ¿Es de tus lugares especiales?.

—Si, ya conoces todas mis fuentes de inspiración —Bruno dijo acercándose a él para poner su mano en la espalda.

— Gracias por confiar en mi.

—Camilo, siento una conexión contigo, y me gusta ser trasparente, quiero que veas quien soy, las pequeñas cosas que me apasionan, que veas lo que tengo por ofrecer. No quiero que te sorprendas por esperar algo diferente a lo que soy. Si al irme conociendo no te agrada algo, tienes que saber que estará ahí, siempre. No seré espontáneo, ni seré un libro nuevo por descubrir. Siempre seré el mismo, y si eso no te agrada, puedes poner un límite desde el principio y todo se termina.

Camilo no supo muy bien qué hacer cuando le dijo eso. Sus dedos jugaban nerviosos entre sí y su vista se mantenía fija en el hermoso paisaje. Alcanzaban a verse a lo lejos los tejados de las casas y las luces encendidas parpadeando entre la bruma de la noche.

— Yo te lo agradezco. Gracias por decirme todo esto, pero yo no soy como tú. Al menos eso es algo que debes saber —lo mira a los ojos tratando de parecer seguro— Yo diré las cosas a su tiempo. Cuando me sienta listo. Y probablemente cuando creas que me conoces haré alguna cosa loca, pero puedes estar seguro de algo: no soy una mala persona. No intentaría dañarte

Bruno asintió sin dejar de mirarlo. Dio un paso más hacía él. La distancia entre ambos se hizo mucho menor  y cuando el mayor sonrió, Camilo sintió que un pequeño tambor se apoderaba de su pecho. Cuando menos lo esperó, la mano de Bruno ya estaba sobre la cintura de Camilo y éste último comenzó a temblar al sentirla.

— Aunque te parezca poco, me has dicho mucho con eso. Me has dicho lo suficiente para convencerme —se acercó más a él, hasta que sus frentes se unieron y sus narices casi se tocaban entre sí.

— ¿Convencerte de qué? —susurró Camilo con la voz más débil de lo que esperaba. Su mano fue a dar a la mejilla de Bruno quien solamente sonrió ante el tacto.

— De que no quiero esperar más por tí —respondió el mayor y eso solo hizo revolotear un millón de cosas en el pecho de Camilo.

Camilo cerró los labios que hasta entonces estaban entreabiertos y ya, con los pensamientos fundiéndose uno a uno, se impulsó adelante y fue él quien besó a Bruno.

El beso fue algo diferente a lo que había esperado.  La primera vez que Camilo imaginó cómo se sentirían los labios de Bruno pensó que apenas tocarlos se llenaría de lujuria y haría las mil cosas que había pensado (pero que jamás se atrevería a hacer, honestamente). Pero al contrario de eso, se encontró separándose del suelo que estaba pisando y comenzó a flotar en una realidad alterna. Bruno hacía estallar cada uno de sus sentidos solo con un beso, un beso dentro de los límites permitidos pero lo suficientemente destructivo para hacer que Camilo se venciera ante él.

Camilo pronto abrazó el cuello de Bruno quién no tardó nada en apretar más su cintura y acercarlo a él tanto como pudiera, hasta que su pecho tocara el de Camilo y se presionara contra él.

Bruno se aferró a la seguridad que sentía en este instante. Deseaba ese momento desde hace tiempo, recorrió con caricias la espalda de Camilo, sintiendo como temblaba. El beso fue tomando intensidad, hasta que Bruno se separó.

—Debemos detenernos, si seguimos así, se me hará imposible detenerme— dijo en un susurro, dándole un beso en la mejilla —No tienes idea del efecto que tienes sobre mi.

Quizás el beso en la mejilla hizo que Camilo temblara más. Ahora él no quería parar, pero sabía que tampoco podía seguir. Eso lo volvía aún más inestable en ese momento. No se comprendía a sí mismo y la verdad tampoco se detenía mucho a hacerlo. Solamente era capaz de pensar en Bruno.

— Sí, paremos —coincidió, hablando realmente cerca de sus labios.

Camilo retrocedió. Era claro que sería el primero en alejarse, por más que quisiera aún estaba bastante alterado. Tomó la mano de Bruno y ambos caminaron a la banca de piedra que daba directamente a la hermosa vista. Bruno tomó asiento en esa banca y aunque Camilo lo hizo también, él se sentó sobre el respaldo de piedra.  Quedó un poco más elevado que Bruno, eso ayudaba a contener la atracción entre los dos.

— Me gusta como se ve todo desde aquí —dijo Camilo, llevando su mano a la cabellera oscura de Bruno y comenzando a jugar con ella— Tal vez podríamos venir otra vez…. Es decir ¿Habrá otra vez?

Bruno rió y comenzó a acariciar la espalda baja de Camilo con suma tranquilidad, como si lo conociera de siempre.

— Muchas veces si tú lo quieres.

— ¿Aún cuando ya te pague la laptop?

Bruno se había olvidado completamente de esa deuda. Para este momento ni siquiera le importaba.  Que se disolverá, que se pagara, que jamás hubiera existido. La laptop no podía importarle menos.

— Aunque ya lo hayas hecho —dijo sonriendo.

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