Mejores Amigos
Belive1097 gracias por la oportunidad de trabajar con usted 💕 y JosefoJudas por permitirnos escribir sobre su niño.
Había pasado solamente un día desde aquel encuentro en la cafetería. Bruno tuvo la amabilidad de ofrecerle a Camilo un tiempo para pagar el daño de la computadora, algo que había sido de gran alivio para él. Ahora Camilo se encontraba en su casa preso de la ansiedad viendo su teléfono una y otra vez. Lo revisaba cada cinco minutos en espera de la ansiada notificación, hasta que se dio cuenta de lo raro que era aquello, pero no podía evitarlo, deseaba conocer más sobre el hombre que conoció la tarde anterior.
Tenía su número, sí; pero no quería molestarlo o interrumpirlo. Supuso que el hombre debería estar ocupado además de lo raro que sería llamarle sin tener aún el dinero para pagarle. ¿Qué le diría? " Hola, soy el tipo que te debe dinero. No tengo para pagarte pero ¿Cómo va tu día?" Así que se quedó pegado a la pantalla del celular a la espera de una simple llamada.
Él jamás había sido bueno para lidiar consigo mismo cuando sobrepensaba las situaciones como lo estaba haciendo en ese momento por lo que decidió llamar a la única persona que soportaba su lluvia de emociones: su mejor amigo Gabriel.
Marcó el número y el joven no tardó en responder la llamada.
— Hola, rizos ¿Qué tal estás? —le saluda su amigo al teléfono. Se podía escuchar que el joven estaba escuchando música mientras tecleaba algo en la computadora.
Camilo soltó un suspiro desanimado y colocó el teléfono en la cama, al tiempo que se recostaba mirando al techo.
— Aún no me llama, Gabu —dijo Camilo suavemente en una especie de lamento.
— ¿Estás hablando del pobre sujeto al que le arruinaste la computadora?
Camilo rueda los ojos como si eso fuera lo más obvio del mundo.
— Claro, ¿Quién más?
Gabriel se rió del otro lado de la línea. Sabía que su amigo no estaba precisamente concentrado en pagar el dinero que debía.
— Cami, me dijiste que es un hombre mayor, debe de estar ocupado —dijo Gabriel intentando calmarlo.
Camilo suspiró. No podía creer que estuviera atravesando por todo aquello cuando tan solo un par de días atrás se quejaba de lo difícil que era conocer a alguien.
— Lo sé pero no había tenido una tarde así en la vida, es un señor muy interesante. Hablamos de todo un poco. —Camilo no se había dado cuenta de que sonreía tontamente mientras hablaba. Agradecía que al menos no fuera una videollamada como acostumbraban o seguramente Gabriel se burlaría de él.
— Si; pero dijiste también que es escritor y que tiene una capacidad increíble para concentrarse. Posiblemente está escribiendo y luego te llama. Debes de estar seguro que te va a llamar, considerando que le debes un portátil nuevo.
— Sí; pero quiero volver a tener una tarde hablando de libros.
— A mi no me engañas, quieres saber más de él, ¿Jorge Hernando dijiste que es su seudónimo? —preguntó Gabriel con una risita traviesa.
Camilo suspiró. Cuando leyó aquel seudónimo en la portada del libro jamás pensó que terminaría hablando con él en la misma mesa en que él libro había sido escrito.
— Claro que quiero.
Inmediatamente Camilo pudo escuchar a Gabriel tecleando algo en el ordenador. El joven guardó silencio por un instante. Al joven de rizos no me molestaban sus silencios. Hablaban tantas veces al día y por tanto tiempo que ambos estaban acostumbrados a las pausas cuando el otro se ocupaba en algo
— Bueno, pues ya lo encontré en redes —dijo finalmente Gabriel en un tono victorioso y simpático— Tiene una rata de mascota, aparentemente es soltero y colecciona plumas de escribir.
Camilo se sentó en la cama al escuchar aquella información. El corazón le latió apresuradamente.
— ¿Cómo lo encontraste tan rápido?
— Es que no sabes buscar información, si buscas en las páginas de libros encuentras todo ¿Quieres sus redes?
— ¡Claro! Envíalo por el chat —dice emocionado.
—Listo… —dijo Gabriel antes de que Camilo terminará de hablar—. Deberías leer más de sus libros, así tienes más cosas para hablar con él.
Camilo se entretuvo viendo el perfil de Bruno y no escuchó nada de lo que Gabriel le estaba diciendo. Ni siquiera se despidió al colgar.
Camilo no usaba mucho su redes pero entró al Twitter de Bruno y lo primero que hizo fue revisar los tweets y respuestas. Así se dió cuenta de que Bruno tenía un extraño gusto por las ratas. Eso era raro pero no alarmante. También descubrió que solo seguía a hombres así que se atrevió a hacer una deducción arriesgada: era gay.
Por alguna razón aquello le sacó una sonrisa. No respondía los tweets de nadie, más que de un hombre. El usuario jxvier aquello llamó la atención de Camilo ¿Sería su novio? No, Gabriel
había dicho que era soltero y en su perfil de Instagram lo confirmaba.
Había una fotografía de Bruno en un escritorio, al parecer su casa, lo dedujo por los dibujos de ratas en los cuadros. En la fotografía aparecía una ventana por la que se podía ver un anuncio de una panadería llamada "El Castaño". La buscó en Google maps. Sólo había dos en la ciudad y el streetview le permitió averiguar fácilmente cuál era la que él buscaba. Así de sencillo, Camilo había averiguando su dirección.
Gabriel se había equivocado en algo: Camilo era bueno para buscar información.
No tenía idea de cuánto tiempo había pasado revisando las redes de Bruno. Twitter, Instagram, tenía un perfil de facebook, pero no había actualizado nada desde hacía poco más de un año. Tampoco tenía gran cosa en las demás. Las pocas fotografías de él era escribiendo, en alguna editorial con hombres de negocios, él con sus ratas… Y fotografías con un hombre pelirrojo. En alguna fotografía lo había etiquetado. Se llamaba Javier. Camilo se apresuró a entrar al perfil del pelirrojo llevándose una gran y frustrante sorpresa: No había información sobre él más que su foto de perfil.
El teléfono sonó y Camilo sintió su corazón acelerarse. Se apresuró a tomarlo pero rápidamente se dió cuenta de que era una videollamada de Gabriel. Algo decepcionado, contestó.
— ¿Sí? —el tono de su voz reveló lo desilusionado que estaba.
La imagen de Gabriel apareció. Un chico alto, de cabello negro con el cabello ligeramente largo y peinado hacia atrás en su mayoría salvo por el pequeño mechón sobre su frente que se rebelaba a los demás. Sus ojos pardos miraron a Camilo y de inmediato pudo notar su expresión.
— No estés tan feliz de verme ¿Esperabas a alguien más? —dijo levantando las cejas. Podía verse que Gabriel estaba en su casa cocinando algo— ¿Comiste?
Camilo apretó los labios. Se le había ido el tiempo y no había recordado siquiera comer algo de fruta.
— No… —respondió avergonzado. Sabía exactamente cual era la siguiente pregunta que le haría.
Gabriel le lanzó una mirada desaprobadora.
— ¿Tomaste tu medicamento?
Camilo puso los ojos en blanco como si fuese un pequeño berrinchudo.
— No lo hice.
— Hazlo ahora.
— Lo haré en un segundo.
Gabriel usó un tono mucho más severo al hablar.
— No voy a colgar la llamada hasta que lo hagas. Ahora, conmigo en la línea.
Camilo se levantó y fue hasta la cocina para tomar un vaso de agua. De manera sarcástica le mostró a la cámara. Tomó un frasco para abrirlo y vaciar una tableta que le mostró a Gabriel antes de ponerla en su boca y beber un poco de agua, todo ello con la cámara enfocada para que Gabriel lo viera.
Justo en ese momento entra la llamada de Bruno.
*****
Bruno estaba recostado en el sofá del estudio escribiendo en el teléfono. Al menos era práctico hacerlo ahí sin tener que estar sentado en el escritorio, pero no terinaba de acostumbrarse a hacerlo así.
La pequeña rata que tenía como mascota estaba siempre suelta por la casa. Su nombre era Señora Rodriguez. ¿Por qué? Porque a Bruno le había gustado ya, simplemente. Las personas siempre esperaban una historia divertida sobre eso; pero la verdad simplemente se le había ocurrido al verla. Ahora la Señora Rodriguez estaba hecha bolita en el pecho de Bruno mientras él escribía.
Escuchó la puerta de la casa abrirse y luego el sonido de las llaves cayendo sobre la mesa del vestíbulo. Bruno ni siquiera se alarmó, solamente siguió trabajando y tan solo unos minutos después un hombre pelirrojo entró al estudio donde él se encontraba.
— Buenos días —saludó el hombre dejando un tupper cerrado a un lado del sofá dónde Bruno se encontraba—. Sinceramente creí que a esta hora estarías trabajando. Es raro verte vagando así.
Bruno seguía escribiendo. Tardó unos segundos en responder.
— Estoy trabajando, Javier.
— Sí, eso se nota —respondió el hombre. Él tenía en la mano una pieza de pan que había comprado en la panadería de enfrente, cortó un pequeño trozo y se lo dió a la rata que descansaba sobre el pecho de Bruno—. Buenos días señora Rodriguez. Usted no se moleste, siga ahí dormida —le dijo al roedor que se levantó solo lo suficiente para tomar el pan con las patitas y comerlo dejando migajas caer sobre la camisa de Bruno. Después Javier se dirigió a éste— Bruce, te traje comida.
— Gracias —dijo Bruno, suspirando.
— Está casa es un desastre, ¿Desde cuando no la limpias? —preguntó dando un recorrido con la mirada.
— La última vez limpiaste tú —respondió sin darle importancia a su amigo.
Javier mira asqueado el lugar. No es que fuera algo desagradable pero sí para el gusto de Javier. Bruno no parecía tomarle demasiada importancia al orden y parecía que tampoco sabía el camino al cesto de basura.
— Debes contratar un servicio de limpieza o pagarme para hacerlo uno o dos días a la semana —dijo Javier tomando los envases de yogurt que alcanzaba y depositandolos en el cesto junto al sillón de Bruno.
— No te voy a pagar, si lo haces grátis por tu ansiedad —le respondió Bruno sonriendo mientras acomoda una silla para él.
— No sé cómo puedes vivir así, es un desastre.
— Así me conociste, no entiendo de que te andas quejando —dijo Bruno, bajando a la Señora Rodriguez de su pecho para sentarse en el sofá.
— Vamos a comer algo, deja un poco el trabajo —le dijo el pelirrojo sonriéndole.
Bruno se levantó y rodeó el escritorio, tomando asiento frente a Javier. Bruno usaba más el escritorio como comedor que su propio comedor. Eso debido al tiempo que pasaba ahí. Comieron tranquilamente, al principio en silencio pero siempre terminaban por conversar sobre cualquier tontería. Al terminar de comer Javier recoge todo del escritorio.
— ¿Quieres un poco de café? —ofreció Javier. No era raro que se comportara más como anfitrión que Bruno.
— Si, gracias —respondió Bruno volviendo a escribir en su teléfono, ahora recargándose en la silla de oficina— Maldito teclado.
Javier estaba a punto de salir del estudio cuando escuchó la sonora queja de Bruno y se volvió hacia él.
— ¿Qué ocurre?
— Estoy intentando escribir aquí y se me hace imposible —dijo soltando el teléfono y dando pequeños golpes en la mesa con su cabeza.
— ¿Por qué no lo haces en tu computadora? —preguntó Javier volviendo a la habitación, esta vez ocupando el sillón dónde antes estaba Bruno. La señora Rodriguez se apresuró a trepar por su camisa hasta posarse en su cabeza.
Bruno seguía en guerra con su teléfono y soltó sin más contexto:
— No la tengo, se rompió —dijo, suspirando.
Javier tuvo ganas de golpearse la frente al escucharlo. No le extrañaba que Bruno hiciera esa clase de cosas. Descomponer objetos, perder las llaves de auto, etc. Simplemente parecía necesitar de Javier para vivir. Sabía que aquella charla podría extenderse por lo que se levantó para preparar el café con la Señora Rodriguez sobre su cabeza.
— ¿Qué le hiciste? —preguntó cuando dejaba la taza de café frente a él.
— Un niño chocó conmigo en la cafetería, haciendo que la tirara al piso y se estrellara. Quedó irreparable, es una lástima —dijo tranquilamente justo antes de tomar un sorbo de café.
Javier se enderezó y lo miró sorprendido, sus pobladas cejas se arquearon considerablemente.
— ¿Qué pasó? ¿Cómo pasó? —preguntó alarmado — Espero que tengas información de él, así podemos ir a la justicia y reclamarlo.
Bruno permanecía tranquilo con la vista fija en su taza de café.
— No haré nada de eso, es un niño y al parecer responsable. Estaba muy empeñado en tener su número de teléfono, me dijo que conseguirá el dinero y me lo dará, así que dudo que quede sin pagarme —sonrió ligeramente al recordar la actitud avergonzada del chico.
Pero Javier no estaba del todo convencido. Sabía que Bruno pecaba de confiado.
—Ah bueno, espero que así sea, aunque considero que tener su número de teléfono no es suficiente —se sinceró su amigo.
Bruno seguía pensando en Camilo y recordó la forma en que sus pecas adornaban su rostro.
— Creo en él. Estuvimos hablando un rato y se veía apenado por la situación. Le gusta leer y lo más raro de todo es que le gustan mis historias —dio un largo sorbo a su café.
— ¿Lee tus libros? Yo creo que te estaba adulando para que te olvidaras del tema.
Bruno lo miró algo divertido.
— Deja de ser tan desconfiado, por lo que habló si conoce la historia.
— Yo no soy desconfiado, soy realista. Son demasiadas coincidencias, un chico te destruye la PC y es un fan de tus novelas, es demasiado surrealista. Tú debes dejar de creer tanto en la gente.
Bruno solamente rodó los ojos. Levantó el teléfono y lo mostró a su amigo.
— Para que estés más tranquilo, le voy a llamar ahora.
Bruno buscó el nombre e inmediatamente pulso el icono de llamar y se llevó el aparato a la oreja. Pero en cuanto dio tono Bruno se dio cuenta de que el pulso comenzaba a acelerarse.
Casi al instante, Camilo contestó:
— ¿Hola? —la voz del chico del otro lado de la línea se escuchaba algo ansiosa y emocionada.
Bruno le lanzó una mirada a Javier que lo observaba severamente. Tuvo que contener la sonrisa que amenazaba con formarse en sus labios.
— ¿Qué tal? Soy Bruno… El tipo de la laptop.
— Sí, si, ya sé quien eres. —respondió Camilo— No te podría olvidar, estoy más que endeudado contigo. Humm… ¿Es por eso que llamas? Yo aun no…
Bruno se sintió avergonzado de inmediato. No era bueno para eso. No tenía el valor de cobrarle esa suma a un niño tan fríamente.
— No te preocupes, no pasa nada. Solo quería ver que todo estuviera bien —sonrió tímidamente.
Javier enfrente de él, negó con la cabeza.
— Me llamabas para verificar que no hubiera cambiado mi número ¿Cierto? —Camilo soltó una risita alegre—. Pues mira que no lo hice. Aunque una tarjeta sim nueva sería más barata que tu macbook.
Bruno se rió ante ese comentario.
— No me gustaría que te esfuerces demasiado buscando conseguir el dinero –Bruno ve a Javier quien lo ve de forma intimidate— C-cuando puedas esta bien, quiero que lo tengas pendiente.
— Claro, pues gracias —dijo Camilo y aunque Bruno no podía verlo, era fácil deducir que el chico estaba sonriendo— De todas formas estoy trabajando en eso y sería de mucha ayuda si nos vieramos para acordar el pago en cuanto lo tenga.
Bruno leyó un poco entre líneas. Sí, quizás estaba suponiendo de más pero algo le decía que el joven estaba interesado en verlo. Quería creer eso; pero a su vez los nervios lo traicionaban y se decía a sí mismo que lo decía solo porque era estrictamente necesario. Sin embargo los ojos miel de su amigo estaban atentos a cada movimiento y cada palabra que Bruno hiciera.
— No te preocupes. Te enviaré mi número de cuenta esta tarde. Hasta luego —fue todo lo que Bruno dijo antes de colgar.
Javier lo observó en silencio.
— ¿Lo ves? Es honesto. No hay de qué preocuparse —dijo Bruno dejando el teléfono sobre la silla. Miró a la Señora Rodriguez, aún sobre la cabeza de Javier y le hizo una seña que ella de inmediato interpretó para bajar de él y correr por el brazo de Bruno hasta su hombro.
— Yo no diría eso. Ahora me preocupas tú. Prácticamente lo dejas hacer lo que quiera.
Bruno no tenía mucho que objetar. Era verdad. Así que solo volvió a su trabajo en el celular.
— Bruce, tengo que volver al trabajo, por favor no te dejes usar de nuevo —dijo el pelirrojo caminando a la puerta— Ve a la cafetería un rato, sal un poco de esta casa-
Bruno suspiró al escuchar el sonido de la puerta cerrándose.
****
Camilo. No sabía cómo interpretar la llamada ¿Eso había sido bueno o malo? Es decir, Bruno había llamado solo para saber “que tal estaban las cosas” según sus palabras; pero no lo había citado para verlo y cuando él lo sugirió solamente había dicho que le enviaría el número de cuenta. Así que Camilo tomó una decisión. Si Bruno no lo buscaba, él se encargaría de que lo hiciera.
Camilo fue a su habitación a tomar una ducha. Se vistió cuidando de cada detalle: algo que no pareciera demasiado informal; pero que diera un aspecto atractivo y con estilo. Eligió una camisa blanca con pequeños camaleones amarillos estampados y unos jeans ajustados. Llevaba en la muñeca izquierda una pulsera tejida y se peinó de tal manera que quedó al descubierto el piercing que tenía en el hélix de la oreja izquierda.
Pocos minutos después. Camilo ya había salido en un uber que lo llevara a la panadería “El Castaño” que estaba justo frente a la casa de Bruno. Iba nervioso, sintiéndose un loco por hacer eso; pero se le habían acabado las ideas y también la paciencia, así que ahora únicamente tenía como objetivo encontrarse con Bruno.
Tampoco es que hubiera pensado bien las cosas antes de tomar aquella decisión. Estaba ahora en la panadería y no había nada más alrededor, solo casas y un barrio residencial ¿Qué haría ahora? ¿Quedarse como estupido parado frente a su casa? Entró a la panadería pensando en algo que hacer mientras tanto, y se quedó en la vitrina frente a la ventana que daba a la que decía ser la casa de Bruno.
Era un edificio pequeño, pero amplio y elegante. Tenía dos pisos y desde ese ángulo se veían cuatro ventanas. Desde dónde él estaba adivinaba que una de esas ventanas era el estudio de Bruno, lo sabía por la fotografía que lo había llevado ahí. La otra ventana tenía las persianas cerradas pero las del piso superior estaban abiertas y lograba ver la cabecera de una cama. Al parecer, la recamara de Bruno daba a la calle.
Camilo se dió cuenta de lo extraño y espeluznante que era fijarse en tantos detalles, pero no tenía mucha información sobre él y simplemente buscaba algo a lo que pudiera aferrarse, algo de que partir.
Tomó una de las donas y fue al mostrador para pagarla. La chica lo envolvió en una bolsa de papel y se la entregó a Camilo. Estaba a punto de salir cuando pudo ver la puerta principal de la casa de Bruno abriéndose y a éste apareciendo en el portón. La suerte le sonreía aquel día.
Suspiró, tomó aire, hizo crujir sus dedos y estiró su espalda. Debía parecer normal, una simple casualidad. Salió de la panadería con la bolsa de papel y la vista clavada en el suelo. Fingió no darse cuenta de la presencia de Bruno para que él lo mirara primero, el problema es que Bruno no fingía, él en realidad no estaba enterado de que Camilo estuviera siquiera en el mismo planeta que él. Algo decepcionado Camilo cruzó la calle para cruzarse en el camino de Bruno y este por algún increíble golpe de suerte, levantó la mirada justo cuando Camilo estaba frente a él.
— ¿Camilo? ¿Qué haces aquí? —preguntó Bruno con una deslumbrante sonrisa.
Camilo actuó sorprendido y lo saludó.
— ¿Qué hago aquí? Esta es mi panadería favorita. ¿Tú qué estás haciendo en este lugar? —dijo Camilo, haciendo esfuerzos para que su corazón no saliera huyendo por su boca.
Bruno no paraba de sonreír y apuntó a la casa frente a la que se encontraban.
— Resulta que vivo aquí. Esto es demasiado increíble ¿no?
Camilo asintió lentamente, con los ojos fijos en los del mayor.
— No lo creería si no lo viviera.
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