Lazos

Belive1097 un placer trabajar contigo!

Camilo estaba temblando de miedo por dentro. Nervioso de que Bruno se percatara de que había hecho todo eso solamente para verlo una vez más. ¿Que pensaría si eso pasaba? Probablemente creería que era extremadamente raro y se alejaría… Pero él le gustaba. Bruno de verdad le interesaba. No podía ser tan malo el buscar la forma de acercarse a él. 

Camilo le sonrió lentamente, observando con fascinación los ojos verdes del hombre. 

—  Bueno ¿Te estoy interrumpiendo? —preguntó el menor, todavía intentando detener el temblor de sus manos. 

Bruno frunció un poco el ceño, pero sin borrar la amable sonrisa de su rostro. 

— No lo haces —respondió Bruno suavemente— ¿A qué te refieres? ¿Por qué me interrumpirías? 

Camilo comenzó a removerse inquieto. 

— Es que ibas saliendo cuando nos encontramos. Tal vez tienes prisa y yo aquí hablándote como tonto ¿Te interrumpo?

Bruno levantó la mano para frotar su nuca. Camilo pudo ver como debajo del reloj resbalaba una pulsera de tonos verdes. 

— La verdad no tengo idea de a dónde iba. Solamente necesitaba salir de casa un momento. A veces es demasiado agobiante estar ahí.

Camilo sonrió. Le agradaba escuchar que él tenía tiempo libre. Bruno sonrió un poco más relajado y después de un leve silencio entre los dos, un silencio demasiado cómodo y para ambos, el mayor continuó hablando. 

— ¿Tu ibas a algún lado? —preguntó Bruno. 

Camilo recordó entonces la bolsa que tenía en la mano y la levantó para que él la viera. 

— Bueno no, solo vine por una dona. Es que esta panadería es excelente ¿Quieres una? Yo te la invito, como agradecimiento por el café que me invitaste cuando destruí tu computadora. 

Bruno negó con la cabeza. 

— No, gracias —respondió echando una mirada a la panadería de enfrente. No era un negocio grande ni siquiera conocido— ¿Vives por aquí? 

En su interior Camilo soltó el primer amago de nerviosismo. No sabía cómo proceder y le entraron ganas de salir corriendo en ese instante pero mantuvo la calma y habló en un tono confiado. 

— Eh... no, solo que cuando quiero algo dulce, me paso por aquí. Si tienes un antojo, es mejor tenerlo del mejor lugar. 

Bruno se rió y lo miró extrañado, puesto a que la zona se encuentra un poco despejada de la ciudad y es raro que alguien haga el esfuerzo de llegar ahí, solo por un dulce. Se alejó de sus pensamientos al escuchar una voz conocida. 

— Bruce, me alegro que salieras —dijo Javier acercándose a ellos. 

Camilo inmediatamente reconoció al pelirrojo de las fotografías de Bruno. 

— Javi, ¿Saliste temprano? —preguntó sorprendido de verlo nuevamente ahí. 

Camilo estudió casa interacción entre ellos y observó principalmente a Javier . 

— Nah... dejé mi portafolio en tu casa y necesito mis materiales. Vine a buscarlo — le dijo riéndose un poco— ¿Qué haces en la puerta? ¿Haciendo amigos? —miró a Camilo, más este lo observaba con una especie de recelo reflejada en sus ojos. 

Bruno se dio cuenta del silencio tenso que se había formado entre ambos. De pronto colocó una mano sobre la espalda de Camilo que hizo que éste se estremeciera al sentirlo. 

— Oh si, disculpa, él es Camilo, nos encontramos cuando iba saliendo —dijo Bruno con esa cordial sonrisa. 

Javier se quedó viendo al joven y murmuró. 

—  Interesante…

Bruno, ajeno por completo al tono acusador de Javier, continuó. 

— Camilo, este es Javier. 

— Es un placer —dijo Camilo extendiendo su mano para saludarlo. 

— El placer es mío —murmuró Javier sonriendo de forma incomoda al sujetar su mano. 

Camilo vio entonces una pulsera en la muñeca del pelirrojo. Era idéntica a la que tenía Bruno. 

— Es una agradable coincidencia —señaló Javier antes de mirar a Bruno—. No quiero interrumpirlos más. Voy por mis cosas y vuelvo por donde vine. Nos vemos, Bruce.

Javier se dio la media vuelta y se dirigió a la puerta.

— ¿Tienes tus llaves? —le preguntó Bruno.

— Si, nunca dejo mis llaves tiradas, a diferencia de otros —responde Javier, mirando hacia atrás para hablarle. 

Bruno y Javier empezaron a reír por el comentario. Camilo simplemente los observó reír de un chiste local que no entendía.

— Creo que soy capaz de dejar boxers en tu casa; pero nunca las llaves —dijo Javier con una sonrisa cómplice. 

— Solo me he quedado afuera unas veces —le reprochó Bruno entre risas.

— Eso no hay quien te lo crea —dijo Javier antes de irse, y despedirse de Cami con un movimiento de la cabeza. 

Él se marchó y Camilo lo siguió con la mirada. 

— ¿Él vive contigo? —preguntó Camilo intentando ser casual. 

Bruno lo miró como si la idea fuera sumamente divertida. 

— ¿Javi?... No, nosotros no podemos vivir juntos, creo que nos mataríamos. Es muy organizado y yo soy todo lo contrario, si viviéramos juntos, no tendríamos paz mental. 

— Oh... Es que como tiene llaves de tu casa, pensé que vivían juntos —rió nervioso e inseguro— No quiero invadir tu espacio, solo me dio curiosidad. 

— No hay problema. Él vive muy cerca de aquí, tiene mis llaves pues siempre las dejo en casa, y muchas veces me quede afuera. Llamar a un cerrajero a las 11 de la noche, es más costoso de lo que te puedas llegar a imaginar —ríe un poco nervioso.

Camilo hizo una nota mental sobre lo que había pasado: el pelirrojo tenía llaves de la casa de Bruno y al parecer entraba cuando quería estuviera o no Bruno presente, además tenían una pulsera idéntica. No sabía qué esperar pero nada de eso le gustaba en lo absoluto. 

Sin embargo, Bruno volvió a hablar, sacándolo de sus pensamientos.

— Entonces… si no estás ocupado ahora y yo tampoco ¿Damos un paseo? 

Eran justo las palabras que Camilo había esperado oír desde que se encontró con él. Sonrió y asintió ligeramente. 

— Yo estaría encantado. 

Eso arrancó una sonrisa de Bruno.

— ¿Un paseo por el parque estaría bien? —dijo comenzando a caminar al tiempo que Camilo avanzaba a su lado, bamboleando la pequeña bola de papel. 

— A dónde tú gustes.

La conversación fluyó naturalmente entre los dos. Lo que empezó con una típica charla sobre el día rápidamente se convirtió en una salpicada de pequeñas bromas y chistes.

Para Camilo era imposible dejar de ver la pequeña y bien delineada barba de Bruno, incluso los vellitos que bajaban por su cuello y mandíbula. 

— ¿Tú teléfono qué tal? ¿Ha podido soportar tu ritmo de trabajo? —preguntó Camilo cuando entraban al parque. Era un amplio espacio verde, atravesado por un tranquilo y pequeño río.

Camilo podía ver desde donde se encontraba a los patos que saltaban en grupo al agua y nadaban en formación perfecta. 

Bruno hizo una mueca desganada.

— Tiene sus ventajas y desventajas. Aunque es práctico, puedo escribir incluso en el baño —dijo Bruno sin embargo, en cuanto terminó de decirlo enrojeció y miró a Camilo para apresurarse a corregir— Eso no lo hago por supuesto, pero digo que podría hacerlo…  yo…  Solo, no lo hago. 

Camilo sonrió encontrando adorable aquella reacción. 

— Sé que no, no te preocupes.

Bruno lo invitó a tomar asiento en una de las bancas que daba frente al río. Camilo dejó la bolsita de papel en su regazo y luego sacó la dona azucarada, partiéndola en la mitad para darle un trozo a Bruno. 

— Adelante, toma un poco. 

-No te preocupes, estoy bien- responde Bruno.

-Nada de eso, podemos compartir- le dice con una sonrisa.

Bruno tímidamente tomó el pan que Camilo le ofrecía y se lo llevó a la boca para darle un mordisco.

— ¿Sabes algo? —dijo Bruno en cuanto terminó el trozo que masticaba—. Este lugar es especial para mí, al igual que esa mesa en la cafetería. Solo que allá voy cuando todas mis ideas están ordenadas y en marcha. Sin embargo, aquí solamente vengo cuando necesito inspiración. 

Camilo se inclinó para apoyar el codo en su rodilla y a su vez recargar su rostro en la mano. Lo observaba con interés. Le gustaba cuando le hablaba de todo lo relacionado con su proceso creativo. 

— Entonces estando aquí llega la inspiración ¿Qué te gusta? 

Bruno extendió la mano ante él. Camilo lo observó y aunque el maravilloso lugar parecía sacado de algún cuadro, este no captaba tanto su atención como el mismo Bruno. 

— El puente de piedra, los patos, el suave murmullo de las aguas al correr, incluso las hojas que caen sobre el agua. Es como si este lugar fuera un fragmento de otro mundo. 

Bruno lo describía mucho mejor de lo que se veía. No le extrañaba que fuera tan buen escritor. 

— Ahora que lo dices sí, me parece que tiene sentido. ¿Sabes? Incluso me has dado ganas de fotografiarlo —dijo cruzándose de brazos y enderezandose nuevamente. 

Oh-Bruno lo miró y asintió. 

— Yo podría esa fotografía en mi estudio. 

Aquello hizo que las mejillas de Camilo se tiñeran por completo de rojo. 

— Sí, podrías firmartela diciendo: Cuidado con los chicos estúpidos de las cafeterías. 

Los dos soltaron una alegre risita y cuando Bruno levantó la mano para apartar su cabello, Camilo vio de nuevo la pulsera verde. Chasqueó los labios y preguntó con timidez. 

— ¿Hay alguna historia detrás de esa pulsera?  —dijo señalando con la punta del dedo— Vi que tu amigo tiene una parecida. 

—Oh… eres muy observador —ríe un poco nervioso— Javier y yo nos conocemos desde que éramos adolescentes, cuando mi vida en esa época no estaba muy bien del todo, él las hizo, y luego me la dió. En ese momento no lo sabía; pero de alguna forma nos enlazamos para siempre.

Camilo tomó nota de la frase "para siempre" pero sonrió y asintió comprensivo. 

— Sabía que debía significar algo importante. Yo tengo algo parecido, pero es un poco más permanente —se rio y apartó su cabello para descubrir el piercing de su oreja. 

Bruno llevó sus ojos ahí. Él podía ser un auténtico distraído pero ese detalle ya lo había notado. 

— ¿Cual es su historia? 

— Mi mejor amigo tiene uno igual, solo que yo en la izquierda y él en la derecha. Nos lo hicimos a los quince…  Bueno, yo tenía quince y él diecisiete. En cualquier caso fue después de nuestra primera y más fuerte pelea. Cuando nos reconciliamos decidimos hacer esto como una promesa de que no volveríamos a alejarnos así. 

— Creo que es lindo enlazarnos de alguna forma con los que queremos —afirmó Bruno sonriéndole.

Camilo asintió. 

— Lo es —coincidió. Sus ojos miraron inevitablemente sus labios y fue cuando encontró un poco del azúcar de la dona alojada en su barba, eso lo hizo reír—. Tienes un poco de azúcar en… 

Aún no terminaba de decirlo cuando Bruno sacudió su rostro. Lo hizo en todas partes menos en el lugar correcto. Camilo rió ante eso. 

— Dejame ayudarte —se ofreció Camilo acercando la mano a su rostro para quitar con el dedo el azúcar—. Estás listo. De nuevo un galán. 

Al oír esas palabras Bruno se sonrojó y volvió la mirada al frente sin decir nada. Camilo supo que tal vez había sido demasiado. De igual forma bajó la mirada y se mantuvo en silencio unos instantes. La tensión entre ambos apareció por primera vez.

— Sí soy todo un galán ¿verdad? —dijo Bruno de pronto. 

Los dos rieron a la vez, volviendo a mirarse a los ojos. 

— La verdad es que sí. Aunque no más que yo. 

Ambos permanecieron conectados visualmente por algunos instantes. Pará entonces Camilo ya había notado que su corazón no estaba acelerado sino que por el contrario, se sentía completamente en paz. Como si la mirada de aquel hombre fuera capaz de tranquilizarlo. 

Bruno metió de pronto la mano dentro del bolsillo de la camisa a cuadros que tenía. Sacó de ahí una tarjeta negra que tenía un reloj de arena en color verde fluorescente, grabada en el centro. Camilo la tomó y pudo ver el nombre seudónimo de Bruno en escrito en ella. 

— En el reverso puedes encontrar escrito el número de cuenta —dijo él mayor. 

Al girar la tarjeta, el castaño pudo ver el número escrito a mano con tinta negra. Camilo comprendió que esa era una manera sutil de terminar las interacciones con Bruno. Observó la tarjeta con algo de desilusión en los ojos. 

— Gracias…  yo te avisaré en cuanto haya hecho el depósito —dijo Camilo guardando la tarjeta en el bolsillo de los Jeans y poniéndose de pie—. Ahora es momento de volver. 

Bruno se puso de pie también y lo miró a los ojos. Se veía un poco nervioso, pero intentó sonreír. 

— Antes de que te marches…  —Bruno titubeó por unos instantes, pero finalmente se armó de valor para formular su pregunta— Quiero saber si ¿Te gustaría que nos veamos en otra ocasión? No para hablar de este asunto del portátil sino solo para pasar el rato. No sé, tal vez ir a cenar a algún lugar. 

Él mundo volvió a cobrar un sinfín de matices para Camilo en cuanto escuchó esa pregunta. La sonrisa que se había formado en sus labios era difícil de disimular. 

— ¿Como una cita? —preguntó Camilo esperanzado. 

Bruno asintió lentamente sin romper el contacto visual entre ambos. 

— Sí, una cita. 

Camilo tenía una sonrisa de ensueño al responder. 

— Estaría encantado. 

Bruno registró esa respuesta como un logro puesto que había superado su típica timidez y ahora, después de mucho tiempo tenía una cita. 

— Entonces ¿El fin de semana está bien para ti? —preguntó Bruno. 

Camilo asintió de inmediato. Al hacerlo los rizos se sacudieron en todas las direcciones cayendo sobre su frente, pero él los apartó de inmediato.

— Está bien el fin ¿Sábado a las ocho? ¿Quieres que nos veamos en algún lugar? —preguntó Camilo.

Bruno frunció el ceño ligeramente y ladeó un poco la cabeza.

— ¿Por qué haría eso? —preguntó Bruno—. Yo iré a recogerte a tu casa. Dame tu dirección.  

Aquello sí que era nuevo para Camilo. Que alguien pasara por él hasta su caso no estaba dentro de su lista de experiencias. Normalmente quedaba de encontrarse con sus citas en el lugar. Aunque tampoco había salido antes con un hombre que le doblara la edad. Según su olvidado perfil de facebook, Bruno tenía en ese momento cuarenta años. 

— Te la paso por whatsapp ¿Vale? Hasta entonces —dijo Camilo, metiendo ambas manos en el bolsillo. 

Bruno observó la sonrisa de Camilo y la forma en él se balanceaba ligeramente mientras hablaba. Al poner atención a su mirada, Bruno notó que llevaba algo de sombra para ojos de un tono tan natural que costaba un poco verla. 

— Te veo luego —dijo Bruno antes que Camilo diera la media vuelta para marcharse. 

Esa tarde Bruno llegó a su casa, hundido en sus pensamientos "Algo en él me trae paz, es indescriptible lo lindo y amable que es". 

Al entrar a la cocina en busca de un vaso con agua, encontró un papel pegado en el refrigerador.

"Cuando salga del trabajo iré a tu casa, quiero hablar contigo de algo serio. Estoy preocupado. -J"

Bueno solamente hizo una mueca y volvió a dejar la nota en el mismo lugar en que la había encontrado. Sabía lo paranoico que podía llegar a  ser su amigo, así que ignora el mensaje. Se dirigió a su estudio de nuevo y después de saludar con una caricia en el lomo a la Señora Rodríguez,  comenzó a trabajar. La tarde que pasó junto a Camilo le había colmando de tanta inspiración que pensó en plasmar lo cada una de esas sensaciones en la obra que escribía. 

***

Camilo abrió de golpe la puerta del departamento de Gabriel. Como siempre, sabía que estaría en su habitación.. Fue allí a donde se dirigió encontrando a Gabriel sentado en el escritorio frente a su ordenador. Este ni siquiera se inmutó cuando Camilo apareció saltando para recostarse en la cama. 

— No vas a adivinar lo que pasó hoy —dijo Camilo alegremente, tomando la pelota de espuma que Gabriel tenía siempre en la cama y haciéndola rebotar en la pared. 

Gabriel no apartó la vista de la pantalla, pero hacía girar levemente la silla en la que se encontraba. 

— ¿Qué? ¿Ganaste dinero fácil? ¿Encontraste una moneda en tu comida otra vez? —dijo éste con una risilla burlona. 

Camilo le arrojó la pelota que cayó directamente en su nuca. 

— ¡Auch! —gritó Gabriel, divertido. 

— No seas idiota ¿Te quieres concentrar? —dijo Camilo. 

Gabriel por fin giró su silla para mirarlo, subiendo uno de sus pies en el asiento, de manera que podía utilizar su rodilla para apoyar el brazo. 

— No adivino, eres tan complejo ¿Qué sucedió? —preguntó Gabriel usando un tono sarcástico. 

Camilo se sentó en la cama, cruzándose de piernas. 

— Lo vi, Gabu —rebeló Camilo— Me encontré con Bruno hoy. 

Gabriel abrió los ojos sorprendido. Se inclinó un poco al frente para observar a Camilo con detenimiento y sí, se percató de la manera nerviosa en que intentaba contener la sonrisa.

— ¿El tipo de la cafetería? 

— Ese mismo. Comimos una dona en el parque y hablamos un poco de algunas tonterías. Le conté lo de el piercing —dijo él tocando su oreja—. Y él me contó sobre una pulsera que…

Gabriel lo interrumpió sacudiendo ambas manos al frente para llamar su atención. 

 — A ver, Cami ¿Le contaste lo de piercing? —preguntó con algo de sorpresa impregnada en su voz. 

Camilo apretó los labios un poco y miró a los ojos de su amigo. 

— A grandes razgos. No hablé de más. 

— Oh —fue todo lo que dijo Gabriel antes de dejarse caer en el respaldo del sillón, después de alcanzar la pelota de espuma para hacerla saltar en el aire— Suena algo increíble ¿Dónde me dijiste que lo encontraste? 

Camilo bajó la mirada. No iba a mentir, eso era seguro, pero le avergonzaba un poco admitir todo lo que había hecho con tal de verlo. 

— En la calle frente a una tienda de donas —respondió Camilo, ligeramente inseguro pero inmediatamente después volvió a recobrar la animada actitud— ¡Y eso no es todo! Él me invitó a salir. Quiere una cita conmigo. 

Gabriel se rió al escuchar eso. 

— Debe ser un dinosaurio de cuarenta. Te tomaste muy en serio cuando Isabela te dijo que te consiguieras un suggar ¿no? —señaló el moreno, oprimiendo entre sus brazos la pelota de espuma. 

Camilo le arrojó esta vez la almohada que Gabriel pudo interceptar en el aire. 

— Cierra la boca. No hables —dijo Camilo entre risas pero estas poco a poco se detuvieron y él adoptó una actitud más seria— La verdad es que no sé de qué voy a hablar con él. Es de esos hombres forjados a la antigua. Dijo que pasaría por mí hasta mi casa ¿Puedes creerlo?  

Gabriel negó sin perderlo de vista. 

— No te preocupes, tú hablas hasta por los codos. No creo que sea un problema para ti —respondió. 

Camilo sonrió y se recostó nuevamente. 

— Nos veremos este sábado. Iremos a cenar —dijo Camilo con la vista al techo y un brazo bajo la almohada. 

Gabriel lo miraba con gran atención. Hizo un gesto apretando ligeramente sus dientes y después bufo un poco, haciendo que el mechón sobre su frente se elevará. 

— Pareces muy emocionado —dice Gabriel. 

— Lo estoy —suspira, Camilo— Lo único que no me gusta es el tipo ese que deja boxers en su casa. Y encima tiene llave. Ah, hablo de su amigo o bueno lo que sea él, Bruno no me ha dejado nada claro, solo sé que son muy cercanos.

Él rostro de Camilo se había ensombrecido un poco. 

— ¿De qué te quejas? Tú vives prácticamente aquí y viceversa… ¿Te presentó a su amigo? ¿Cómo no sabes lo que son?—preguntó Gabriel, acomodando la almohada entre sus piernas. 

Camilo lo miró con un puchero. 

— Lo encontramos afuera de la casa de Bruno. Él me saludó y me miraba raro, no sé su relación con Bruno.

—  Interesante…

— ¡Carajo! Suenas como ese tipo. Dijo exactamente esa palabra al verme. Ya no voy a contarte nada, te volviste un viejo aburrido y amargado —se dio la media vuelta acurrucandose en la cama y tapándose con una manta—. Buenas noches. 

Gabriel suspiró resignado al ver lo cómodo que se ponía. 

— ¿Vas a quedarte a dormir? —preguntó Gabriel. 

— Me iba a ir a mi casa pero ya me dio sueño —dijo cerrando los ojos y quitándose los zapatos. 

— Si me pateas en la noche, te corto un huevo. 

Camilo no respondió, solo se quedó en silencio y le mostró el dedo medio a su amigo e intentó dormir mientras Gabriel volvía a sus estudios. 

Claro que no pudo dormir esa noche. Se quedó recostado dando vueltas a sus pensamientos por un largo tiempo. Incluso sintió como una hora después Gabriel se recostó en la cama junto a él y se quedó dormido. Mientras tanto él solamente pensaba en Bruno. 

Camilo no podía dejar de pensar en lo que era estar cerca de él. En cómo disfrutaba ver sus expresiones y la ilusión que reflejan sus ojos al hablar de algo que le apasiona.

Bruno, Bruno, Bruno… 

Ardía de impaciencia por que el sábado llegara. 

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