Un nuevo sabor


[Capítulo 16]

{Aiden}

Existen más frutas y sabores que podrían ser tus favoritos ¿sabes?

Esas fueron las palabras de Essie en una ocasión que le explicaba por qué mi fascinación por la manzana, y en ese momento llegaron a mi cabeza; justo cuando mi boca se abría para acoger el labio inferior de Sadashi. Lo tierno de su carne, la calidez de su piel y la dulzura de ella estaban haciéndome sentir muchas cosas por primera vez.

En los primero segundos ambos actuamos como novatos y esperamos a que el otro continuara con la acción, pero luego tomé el control y por primera vez la estaba haciendo mía. Y no necesitaba del sexo para eso. Era esa simple acción y la entrega de los dos para compenetrarnos como nunca, esa mujer sabía delicioso. Mi corazón se volvió tan loco como la primera vez que estuve con una chica y con las manos la tomé del rostro y la uní más a mí.

Un beso.

Uno dado en el momento correcto, no para callar, sí para animar. Un gesto que me estaba afectando más a mí, o al menos eso imaginaba, estaba probando unos labios después de más de un año y no existía comparación alguna.

Los labios de Sadashi eran gruesos, carnosos, cálidos y por un momento inexpertos, hasta que entendió lo que sucedía, hasta que se dio cuenta de que mandé a la mierda una de mis reglas, una que no rompía con cualquiera. Me abrí paso entre su boca con la lengua, pues si iba a hacer algo, lo haría bien; la escuché gemir cuando intensifiqué tal acto y me fue imposible no sonreír.

Madre decía que había besos de amor, de pasión y solo por gusto. Padre me explicó el significado de cada uno y según sus palabras, en ese momento el que le daba a Sadashi era lleno de pasión, pues la erección que tenía lo comprobaba, pero también era de apoyo, uno incondicional.

Sadashi estaba sintiendo la misma pasión y me lo demostró cuando con agilidad se subió a mi regazo, menos mal madre escogió madera de calidad para la mesa de centro y soportó el peso de ambos.

—¡Joder! —gimió en mi boca, sus manos acariciaban mi espalda, las mías estaban en sus nalgas.

Sentía aquella curva divina y deseaba dejarme ir sin frenos.

—No pierdas el foco, Shi. Solo buscaba animarte —dije dejándola de besar unos segundos para poder hablar.

—Podríamos aprovechar mejor el tiempo —murmuró y sonreí cuando tenía su boca de nuevo en la mía.

—Créeme que lo haremos, besucona. Ahora comienza a hablar —exigí, tomándola del rostro y haciendo que me viera a los ojos.

Los suyos estaban brillosos y el café parecía caramelo fundido, ¿será que mi sabor favorito podía cambiar? Porque en ese momento el caramelo me tentaba demasiado. Aunque dejé de pensar en eso cuando el brillo despareció y le dio paso al temor.

—Nací en un país de mierda...

Comenzó y me quedé ahí con ella por un rato, a medida que avanzó terminamos por acomodarnos en el sofá y me sorprendió que no soltara una sola lágrima ante tal horrible historia, porque yo deseé hacerlo.

Me fue inaudito que una pequeña pasara por mierdas tan horribles, que la condenaran y castigaran de esa manera por cosas que no hizo; dejé de ver a la chica de hielo y conocí a la niña sufrida, quise meterla entre mis brazos y no soltarla jamás, deseé matar a todos aquellos hijos de puta y Kwan estaba al principio de la lista. Yo podía ser un follador de primera, pero nunca me aprovecharía de esa manera de una mujer que estaba enamorada de mí. Y hablar con la verdad no contaba ni se asemejaba a lo que ese mal nacido le hizo a Sadashi.

¿Y si vamos a Corea del Norte y quemamos vivos a esos hijos de puta? —propuse cuando terminó de hablar y medio sonrió.

—Te juro que lo he deseado, pero no soy tan idiota como para volver a ese infierno ni siquiera para destruirlo —confesó.

La vi suspirar con fuerza y no sé si fue mi imaginación, pero la noté más aliviada, un poco más libre y serena. No me podía imaginar una vida sin mis padres, sin mi familia y ella estaba ahí, con una postura de reina a pesar de haber perdido lo más importante de la vida que era la niñez y a unos padres que la amaron y defendieron por encima de sus propias vidas.

—¿Por qué respetas tanto a mamá? —se me ocurrió preguntar y me miró incrédula— Sé que va más allá de que sea tu maestra —añadí.

—Al principio la odié y mucho —soltó, fue mi turno de verla incrédulo y rio por eso—. La vi como alguien que me quiso imponer reglas cuando estaba huyendo de las imposiciones, pero con el tiempo se ganó mi respeto. Ella es la combinación de mi madre y tía Maokko y créeme que es una suerte para mí tener un poquito de mamá aun cuando me la arrebataron y amo a mi loca tía, pero Isabella Pride es la unión de lo que perdí y encontré, así que no solo la respeto. Tu madre es alguien muy importante para mí y mientras tenga vida, valoraré su presencia en mi existir.

Si antes respetaba a esa chica, no podía ni describir lo que sentí en ese momento al ver la devoción con la que dijo cada palabra referente a mi progenitora; madre es parte de mi todo y si alguien me quería ganar, tenía que ganarse primero a mamá, y Sadashi logró tenerme en la palma de su mano en un segundo. Sus vidas eran muy parecidas y luchadora era una palabra que debían tener escritas en sus frentes porque las describía a la perfección.

—¿Puedo ver tu marca otra vez? —pedí de pronto y se sorprendió.

Sin embargo, segundos después se puso de pie frente a mí y se sacó la camisa sin vergüenza alguna. Esa noche estaba vestida de forma casual, siempre en color negro, pero cambió el cuero y la mezclilla por un atuendo más adecuado a la fiesta que nos ofrecieron por graduarnos. La tela de la camisa era cubierta por cientos de lentejuelas y descubrí que solo eso cubría sus deliciosos pechos, no usaba sostén y me lamí los labios cuando sus pezones erectos se descubrieron. Sadashi me ponía como nadie, de eso ya no había duda alguna.

Se giró para que viera su espalda y todos mis negros pensamientos se fueron a dormir cuando vi una vez más lo que creí que fue un mal arte. Las líneas de los símbolos eran desiguales, hechos a la fuerza y deseé con todo mi corazón que aquellos malditos pagaran muy caro por lo que le hicieron a tan hermosa piel, por haber dañado de esa manera la inocencia de tan bella mujer.

Toqué con delicadeza cada símbolo y Sadashi dio un respingo con mi primer contacto, la acaricié solo con las yemas de mis dedos y sin pensarlo tanto reescribí algo muy diferente, una pregunta para ser exacto. Luego besé su hombro y liberé el cabello que esa vez lo retenía en un delicado moño.

—Eres demasiado hermosa —dije bajo en su oído y vi que había cerrado los ojos.

—¿Qué escribiste en mi espalda? —inquirió con voz suave.

Lamí su cuello y envolví los brazos en su pequeña cintura, tras eso llevé las manos a sus pechos y los cubrí con mis manos.

—Algo que me enseñaron a no hacer jamás y al parecer no aprendí bien —masajeé sus pezones con los dedos y la escuché jadear.

—Dímelo para darle un nuevo significado a esa marca —rogó y sentí la súplica en su voz, la desesperación.

—¿Quieres ser mía? —susurré, fue más veloz que un rayo y se giró para quedar frente a mí.

—¿Estás loco? —inquirió, pero más loca parecía ella.

—No, estoy más cuerdo que nunca —aseguré y negó—. Querías saber qué escribí, pues fue eso. Tú decides si le das o no, un nuevo significado a esa marca —agregué.

—No sabes lo que me estás pidiendo, esto podría ser un infierno —aseveró y quiso alejarse, pero no se lo permití.

La besé, esa vez sí para callarla y la abracé con fuerza, necesitaba fundirla en mí o hundirme en ella. Fui rudo y arrebatador, demostrándole que no sería un infierno si a ambos nos gustaba cómo quemaba.

—Mi infierno reside en tus labios —aseguré, sus labios estaban rojos para ese momento—. Además, ya saliste victoriosa de uno peor, por qué le temerías a este inquirí y me miró temerosa.

Sé que en parte tenía razón, estaba pidiéndole algo que no nos convenía a ninguno de los dos, mas en ese instante no estaba para analizar nada, solo quería estar seguro de que ella podía ser mía y rogaba porque madre jamás se enterara de lo que le propuse a Sadashi ya que se iba a decepcionar de mí y mucho, pero no podía evitarlo y no es que quisiera a esa chica como un objeto, todo iba más allá de eso.

—Quedamos en que esto sería solo sexo —repuso.

—Y lo es —aseguré—, puede seguir siendo lo que nosotros queramos, pero ya no quiero hacerlo a escondidas. Si te besé, es porque pienso seguir haciéndolo cuando se me dé la gana, donde quiera y frente a quien sea. Ni tú ni yo tenemos relaciones aparte, somos libres, ya no actuemos como si lo que hacemos es prohibido y antes de que digas algo de mamá, ella sabía que iba a pasar, le advertí que te alejara de mí si quería evitarlo y no lo hizo. Además, no es tonta y sé que Maokko no puede mantener secretos con ella tanto tiempo así que de seguro lo sabe.

—¡Que tía Maokko qué! —exclamó con sorpresa.

—¡Joder! Entonces sí puede mantenerlos contigo —deduje y me fulminó con la mirada.

Sonreí al ver a la chica ruda resurgiendo y más cuando la tenía entre mis brazos, desnuda de cintura para arriba. Me quité la camisa en un santiamén con una sola mano y disfruté de nuestra piel rozándose.

—Maokko sabe todo desde el día que follamos por primera vez, me encontró saliendo de tu habitación —confesé y cuando quiso protestar poseí su boca.

Sentí su molestia, pero aun así me correspondió. Emputada besaba mejor y en cuestión de segundos mi polla estaba luchando por salirse de mi pantalón, queriendo domar a esa fiera que me comía la boca como loca. Mi habitación estaba en la segunda planta, pero no lograríamos llegar hasta allí, así que la llevé a la que sería de ella, puesto que madre se encargó de eso. Lo que le dije a Sadashi antes era cierto, mamá no era tonta y estaba seguro de que ella sabía lo que pasaba entre su protegida y yo, o por lo menos lo imaginaba.

—No he aceptado nada todavía —dijo cuando me tiró en la cama y se montó encima de mí.

—Piénsalo el tiempo que quieras, igual te seguiré follando —dije.

Comenzó a besarme el cuello y bajó hasta mi pecho, la dejé que jugara conmigo de esa manera, que hiciera lo que se le diera la puta gana ahí en la cama, total, yo también lo aprovechaba y disfrutaba de lo que nos hacíamos. Pero admito que me sorprendió cuando llegó al cinturón de mi pantalón y siguió descendiendo al sur de mi cuerpo, por encima de la ropa lamió el bulto entre mis piernas y desde esa posición me observó esperando a ver mi reacción. Me mordí el labio y murmuré una maldición cuando recosté la cabeza en la cama, era la primera vez que algo así pasaba y si esa mujer me bajaba el pantalón para hacerme sexo oral, lo tomaría como una aceptación silenciosa a mi propuesta.

Volví a mirarla cuando sentí que estaba desabrochándome el cinturón y desabotonó el pantalón, mi erección quedó libre cuando bajó el bóxer, para ese momento estaba posicionada a un lado de mí y le ayudé a que me desnudara, iba a hacerlo, me la iba a chupar y llevaría nuestro juego a otro nivel, uno del que no bajaríamos.

—¿Estás segura de hacerlo? —pregunté.

Necesitaba que estuviese segura de lo que haría.

—Ya probé tu boca, ahora quiero seguir probándote y no parar, quiero saborearte hasta el último rincón.

—Alto ahí, chica sucia. Hay rincones a los que jamás llegarás —advertí y la vi reírse.

—Ponte serio, idiota. Hablé de forma hipotética.

—Mejor prevenir que lamentar —dije.

Estaba recargado en un brazo, así que con la otra mano la halé hacia mí para besarla. Su sabor me embriagaba, su pequeña lengua era deliciosa y me ponía como moto la intensidad con la que se entregaba a mí en ese acto; gruñí cuando sentí su mano en mi polla y me acarició de arriba abajo. Al principio de nuestro juego Sadashi fue un poco cohibida, pero poco a poco se soltó y se estaba convirtiendo en una chica sucia conmigo, no se inhibía, no tenía pudor y eso volvió nuestras sesiones de sexo únicas e incomparables.

Dejó de besarme y de nuevo volvió a descender por mi cuerpo hasta que llegó justo a la corona de mi amigo, vi cuando sacó la punta de la lengua para probarme y admito que se me aceleró el corazón porque lo deseaba y al fin iba a...

—¡Aiden! —el grito de una chica llamándome nos asustó a ambos.

—Señorita, cálmese —escuché a Sebastián.

—¡Por favor, dile que estoy aquí! —suplicó la chica y la reconocí.

—Es Leah —susurré a Sadashi y ella asintió.

—Dejé mi camisa en la sala, no puedo salir así —se quejó, para ese momento ya había acomodado mi erección y tenía puesto mi pantalón.

—No te preocupes, quédate aquí. Veré qué pasa —avisé y asintió.

Sin perder más tiempo salí de la habitación y llegué a la sala que estaba casi inmediata. Leah lucía el maquillaje corrido, su cabello que antes estuvo muy bien peinado iba desordenado y el glamour que la caracterizaba se había perdido. Me preocupó verla así y tuve miedo de que algo malo hubiese pasado.

—¿Qué ha pasado? —hablé llamando su atención, ella de inmediato corrió hacia mí y me abrazó con fuerza.

Seguía sin camisa y a ella no le importó.

—Lo siento, joven. Vino con unos de nuestros hombres, pero no quiso esperar a que le avisáramos que estaba aquí —se excusó Sebastián.

—No te preocupes, déjanos solos —pedí y asintió.

Respondí al abrazo de Leah cuando la sentí temblar y sobé su espalda, estaba llorando y me preocupó demasiado, pues después del ataque en el hotel y con Demian jodiéndonos la vida, todo podía pasar.

—¿Están bien nuestros padres, los chicos? —asintió a mi pregunta con la cabeza y apretó más su abrazo.

Al menos me tranquilizó por ese lado.

—Mamá fue una asesina, mató a tus abuelos, a su propia madre, Aiden —soltó entre sollozos y la separé de mí al escuchar semejante barbaridad.

—¿¡Qué mierda estás diciendo!? —espeté. Sus ojos se estaban hinchando de tanto llorar e hipaba como una niña resentida.

—Pa-papá no...pudo negarlo y encima busqué... a Lane para desahogarme y lo encontré con otra.

¡Mierda!

Eso no podía ser cierto, Lane no pudo haber sido tan estúpido y era increíble que tía Amelia haya matado a mis abuelos. Leah tenía que haberse fumado una de la buena para decir tal cosa y Dominik igual como para no negarlo.

—Si esto es una broma, te estás pasando, Leah —dije al cogerla del rostro.

Pero solo lloró y su rostro en verdad reflejaba el dolor que sentía.

—No quiero volver con papá y tampoco que Lane me busque. No necesito a ese traidor en estos momentos, no quiero perturbar a Daemon con mis cosas, a Essie o a Dasher, por eso te busqué a ti, pero si te molesto dímelo y me voy.

—No seas tonta, sabes que siempre vas a contar conmigo —Besé su frente tras decirle eso y la llevé a mi habitación.

Mi Townhouse solo contaba con dos habitaciones y no podía llevarla a la de Sadashi, aproveché a enviarle un mensaje de texto a Daemon para que avisara que Leah se quedaría conmigo y le prohibí que dejara a Lane llegar a ella, pues según como la vi, la pobre de verdad necesitaba un poco de tranquilidad y hasta dejé de lado el pedirle explicaciones con tal de que se sintiera mejor.

—¿Por qué estás sin camisa? —preguntó cuando le entregaba una para que se sintiera cómoda.

—Es mi estilo para andar por casa, de hecho, antes de que llegaras estaba a punto de quitarme los pantalones. Quería aprovechar que ya vivo solo y pasearme en pelotas por donde quiera —medio sonrió cuando dije eso.

—¿Puedes darte la vuelta? —pidió de pronto y alzó la camisa en su mano para indicarme que quería ponérsela.

—Claro, lo siento —dije y miré a la puerta que dejé abierta—. Si quieres puedo darte un bóxer también.

—Eso estaría bien —aceptó y la escuché hacer movimientos para despojarse de su vestido.

Caminé a la cómoda donde guardaba la ropa interior y al verla ya con mi camisa me sentí menos raro. Sus piernas quedaban al descubierto, pero se cubría lo más importante. Cuando estuvo lista la invité a acostarse y le prometí que todo estaría bien, necesitaba hacerle muchas preguntas y me estaba costando callarme, mas no era el momento y la respeté.

—¿Puedes quedarte conmigo? —la súplica es su voz fue clara, aun así no me sentí seguro de ceder— De verdad lo necesito, Aiden. Tus padres no están aquí para juzgarnos y esta noche en especial no quiero quedarme sola.

—Está bien, solo deja que me cambié este pantalón por uno de dormir —dije, aceptando ser su mayor apoyo esa noche.

Me metí al baño y me puse cómodo, regresé y encontré a Leah bajo la sábanas. Me lastimaba verla tan mal y casi le escribí a Lane para decirle que se prepara ya que me iba a pagar muy caro el haber dañado a Leah de esa manera, pero conociéndolo, lo tendría en casa en un rato para intentar aclarar las cosas y como amigo esperaba que tuviese una buena explicación, aunque no en ese momento.

—¿Quieres ver TV? —pregunté cuando me metí bajo las sábanas.

Leah negó y se dio la vuelta para quedar de lado y así poder verme, un suspiro de dolor se le escapó y negué. Necesitaba a mi loca prima de regreso, esa chica triste no me gustaba para nada.

—Solo quiero olvidar y no puedo —se quejó.

Me coloqué también lado y quedamos frente a frente, recostados y viéndonos.

—Tanto lo de tía Amelia como lo de Lane debe tener una explicación, no te tortures más.

—No puedo, Aiden. Me aterra confirmar que mamá sí asesinó a la abuela y a tu abuelo porque entonces todo lo que me han dicho de ella es mentira, ha sido solo para no lastimarme con la verdad y Lane... ¡Dios! ¿Cómo pudo fallarme así? En su fiesta, justo cuando celebrábamos algo tan importante, cuando planeamos tanto para nuestro futuro.

—Ya, cálmate. No pienses ahora mismo en eso, porque lo harás mal —Acaricié su rostro al decirle eso y me tomó la mano con la suya para que no me apartara.

—Supo enamorarme cuando creí que no podría amar a otro hombre, soñamos tanto juntos. Creí que éramos invencibles y estaba besándose con otra. Besando a otra —recalcó para que según ella, lo entendiera mejor— y si llego a ese salón unos minutos más tarde, créeme que lo habría encontrado follando con esa estúpida.

—En serio, nena, no pienses más en eso. Ya mañana te ayudaré a matar a ese imbécil, hoy solo descansa —pedí ya que si seguía hablando, sería yo el que terminaría buscando a Lane para darle su merecido.

Me abrazó luego de pedirle eso y metió su rostro en el hueco de mi cuello.

—Gracias por no echarme de tu casa —Su voz sonó amortiguada por mi piel.

—Tu casa también cuando lo necesites —aseguré.

Sacó el rostro y se alejó unos centímetros de mí, estaba recargada en su codo y yo con la cabeza sobre la almohada; algo cambió en su mirada al vernos y creo que en la mía también. Los dos metidos en la misma cama, con poca ropa y luego de todo lo que pasó, era una combinación muy mala que necesitaba evitar por muchas razones, pero no pude hacerlo a tiempo y sin esperarlo, me besó.

Jodida mierda.


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Como que a alguien le llovieron los besos :-) esperemos que después no le llueva otra cosa.

*He visto por ahí muchos mensajes que todavía no he podido leer, lo siento. Prometo responder poco a poco.

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