Sin besos
¡HOLA, HOLA!
Técnicamente donde vivo sigue siendo martes. Siento la tardanza, pero aquí estoy, además este capítulo considero que es mejor leerlo a esta hora :-)
Espero les guste, los quiero mucho.
Pd: les dejaré unas traducciones al final del capítulo :-)
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[Capítulo 10]
{Aiden}
Me sentí para la mierda en el momento que tuve que poner los pies sobre la tierra y aceptar que era cierto, no fue una pesadilla, mi princesita se iba y sus intenciones eran estar fuera una buena temporada, sin volver si quiera para vacaciones o fechas importantes. Me encantaba que toda la familia se reuniera, siempre y cuando lo hicieran para celebrar, mas no para esa ocasión.
Los abuelos mimaban más que antes a Abby, la abuela Eleanor lo hacía sin poder retener las lágrimas y el abuelo Myles intentaba consolar a su mujer y retener su llanto. Los hijos de tía Tess y tío Dylan no se despegaban de ella, Essie sufría al sentir que perdería a su mejor amiga y prima; Leah no se quedaba atrás, Jacob miraba a mi hermana —su mejor amiga— con anhelo y deseando no separarse de ella, Daemon intentaba darle apoyo y fuerzas a su patito y, madre se hacía la fuerte por todos. No obstante, padre estaba siendo el más afectado y por primera vez no pudo ocultar su dolor, no supo camuflarlo con nada; ni siquiera con todo el alcohol que ingirió en un intento por adormecer su cuerpo y corazón.
—Te juro que quisiera tener el poder para crear una puta burbuja protectora y encerrar dentro a tu hermana y así no dejar que se vaya. Quisiera también tener frente a mí a ese maldito chico que la lastimó y hacerlo pagar porque fue por él que decidió irse, pero más quisiera enseñarle a mi pequeña a endurecer su corazón para que nadie vuelva a dañarla, ya que la prefiero una hija de puta a una nena vulnerable ante cualquiera —Padre se quedó unos segundos en silencio tras decirme eso.
Me había salido a la terraza un rato, dejando en el gran salón a todos los invitados inesperados para esa ocasión.
—Le hemos enseñado a defenderse físicamente, pero se nos pasó enseñarle a hacerlo de manera sentimental y todo por seguirla viendo como nuestra niña —Me limpié una lágrima que salió de uno de mis ojos.
Vi a papá empinarse el vaso corto con bourbon dentro y beber el líquido de un sorbo, cuando alzó el rostro una lágrima corrió de su ojo a la sien izquierda, ni siquiera hizo mala cara cuando el alcohol quemó su garganta y eso solo significaba que era peor el ardor de su corazón.
—No voy a negar que me gusta tu mundo, me da una adrenalina que no encuentro en ninguna otra parte y el amor me parece hermoso cuando te veo a ti con mamá o a los abuelos, a tío Darius y tía Laurel, a cada pareja que conforma esta familia, en realidad. Pero también odio ese mundo y a el amor cuando se trata de perder a mi familia por ambos; ya me pasó con Daemon y ahora con mi hermana y no los estoy perdiendo, lo sé, mas se van lejos de nosotros y las razones son las mismas: los peligros de Grigori y La Orden, y el amor.
Padre me miró con la culpa nublando sus ojos.
—Ser parte de tu mundo me está costando caro y rehúyo al amor porque no he conocido a la indicada y porque sé que eso solo me pondrá peor y me hará perder más —confesé y padre solo se quedó en silencio y mirándome serio.
—Es parte de la vida, el amor, que tus hijos tomen su rumbo y dejen a los padres, y que mi mundo limpie el camino de personas que solo buscan joder la vida de los demás —Asentí comprendiendo su punto— Tienes sus contras, pero me valen más los pros —remarcó seguro.
Diciéndome con eso que así le doliera lo que pasaba, lo aceptaba con tal de mantenernos con vida.
Porque no quería dejar a mi familia fue que decidí no irme a estudiar lejos y aún así sé que mis padres lo resintieron, en ese momento tenía que separarse de su pequeña y si yo me sentía tan mierda, no quería ni imaginar cómo se sentían ellos, aunque lo veía.
Tras hablar con padre, fui a mi habitación para descansar un poco y me quedé ahí durante horas, escuchando música, dándole vueltas a mis últimos días, escribiendo y pensando en Sadashi y la cagada de la noche anterior, hasta que escuché unos gritos fuera y salí para ver de qué se trataba; me encontré con Dasher cogiendo del cuello, con mucha brusquedad, al pobre Jacob y este a pesar de ser más pequeño y flaco en comparación a la torre de músculos de mi primo, lo encaraba con una valor que era de admirar, Abby agarraba a Dasher del brazo e intentaba defender a su mejor amigo.
—¡No es mi puta culpa tener más valor que tú! —escupió Jacob con repugnancia.
—¡Ya, chicos! ¡No me hagan esto, es mi último día aquí! —chilló Abby.
Dasher parecía no poner atención a ninguno y sus ganas de moler a golpes a Jacob le salían hasta por lo poros, tuve curiosidad de saber qué los llevó a esa situación y lo que haría Jacob para defenderse de Dash, o si mi primo tenía la bajeza de golpear a alguien que no tenía ninguna oportunidad frente a él, puesto que a pesar de que Jacob también era entrenado por Connor —su padre— todavía no era capaz de defenderse ante alguien de nuestra talla.
Y no lo decía por mofarme de nada, era la puta verdad.
No obstante, me vi obligado a interferir cuando Abby me suplicó con la mirada que le ayudara.
—Me sorprende que si quiera pienses en golpear a Jacob —dije llegando a ellos y cogiendo a Dash del brazo.
—Tú también quisieras hacerlo si lo hubieses encontrado como lo encontré yo —repuso con su voz ronca.
Me tensé al escucharlo y miré a Abby incrédulo.
—¿Es por Jacob que decidiste irte desde un principio? —pregunté a mi hermana y sin sentirlo o pensarlo, aparté a Dasher y mi mano ocupó el lugar de la de él en el cuello de Jacob.
Me iba a meter en tremendo problema si Connor se enteraba de eso, pero si su hijito fue pieza clave para que mi patito decidiera irse, le daría su merecido.
—Estaba comiéndole la puta boca a Abigail cuando entré a la habitación —refutó Dasher y sentí la mano de Jacob en la mía cuando apreté más su cuello.
—¡Y sin embargo, no fue él por quien tomé la decisión de irme! —gritó Abby como loca y con un fuerte empujón en el pecho, hizo que Dasher diera dos pasos hacia atrás— ¡Jacob ha sido mi amigo y me ama de verdad! ¡Es una maldita lástima que yo no lo vea más que como mi mejor amigo, porque de ser así, nada ni nadie me hiciera irme de mi hogar!
—Sí la besé, pero más que dañarla he querido hacerla feliz siempre y convencerla de que no se vaya —habló Jacob en simultaneo con ella.
Su voz sonaba ahogada por el apretón que le daba y lo miré directo a los ojos, mismos que me mostraron que decía la verdad.
—¡Por eso me voy! ¡Estoy harta de ustedes, malditos neandertales machistas! ¡Ni quieren ni dejan, pero cuando otro se atreve, saltan como si solo fuéramos objetos o trofeos! ¡No tienen hambre y, sin embargo, cuando otro quiere la comida son tan egoístas que de repente les da la más voraz! —Fruncí el entrecejo al escuchar lo último y solté a Jacob.
Abby seguía despotricando y golpeando a Dasher en el pecho.
—No sé a qué mierda te refieres con eso de que ni quieren ni dejan y tampoco eres un maldito trofeo, eres mi hermana, Abigail, ¿o es que eso último es para Dasher? —la enfrenté haciendo que se quedara tiesa y dejara de golpear a nuestro primo.
Vi rojo, negro, azul, purpura, de muchos malditos colores; mi sangre se heló y de un momento a otro Dasher ya no era más mi primo, sino un hijo de puta al cual quería matar.
Hipócrita de mi parte, mas en ese momento me importó una mierda la moralidad; Abby se giró para verme, yo solo veía a Dasher con una promesa de muerte y él no se inmutó.
—Globalicé, hablé de manera literal, Aiden. He soltado todo lo que ustedes me hacen sentir con esa forma de ser tan posesiva que tienen de ser —Abby se recompuso de forma magistral y habló segura.
—¿Qué clase de cabronazo crees que soy? —cuestionó Dasher ofendido por mi insinuación— Siempre hemos dicho que hasta en los perros hay clases y nosotros así seamos los peores, respetamos a las mujeres de la familia —remarcó con mucho énfasis aquella palabra y me tensé—. Además, sabes mis gustos y las niñas no entran en ellos. Quiero a mujeres de verdad, como Bárbara —aclaró con orgullo.
—No te pases, imbécil, que mayor o menor, mi hermana es una mujer de verdad —espeté ante aquel comentario que hirió a mi princesa, lo noté en su mirada.
—Sabes a lo que me refiero, mi error fue meterme en lo que no me importa. Si este tonto —Señaló con la barbilla a Jacob— la folla casi en tu cara o no, es tu puto problema y la maldita decisión de ella, total es lo que tanto busca —Comenzó a caminar muy cabreado, dispuesto a irse de ahí.
A mí me molestó más su puto comentario.
—Sí, mejor vete en lugar de hablar tanta mierda, ve y cuida de tu hermana, no vaya a ser que en este momento le estén haciendo lo mismo, aprovechándose de que cuidas a otra y es lo que ella también busca. De la mía me encargo yo —Fue bajo meterme con Essie en ese instante, ya que la quería igual que a Abby, pero cuando me puyaban como Dasher en ese momento, me rebajaba a su nivel de estupidez muy fácil.
Abby negó dolida al escucharnos, le estaba dando la razón en sus motivos para irse y me sentí un completo imbécil.
Jacob, sin importarle que casi lo hubiese estrangulado minutos antes, se fue hasta donde Abby y la abrazó con fuerzas, mi hermana le correspondió en seguida y noté entre ellos una fraternidad inmensa —aunque tal vez él sentía más por ella—, la cual me sentó como un buen puñetazo en el estómago al darme cuenta de que ese chico conocía más a mi hermanita que yo, dándole lo que necesitaba en ese instante sin reprocharle nada.
Sabiendo que sobraba en ese cuadro y no teniendo cara o las palabras correctas para pedirle perdón a Abby, me fui de ahí y les di su espacio, entiendo tarde que era mi única hermana y no la cuidé como tal, solo la miré como un ser débil sin derecho a enfrentarse a la vida con todo lo bueno y lo malo; en lugar de guiarla y enseñarle lo necesario para ser fuerte, la privé de mucho y cuando intentó conocerlo por su cuenta, fue solo para que la lastimaran como lo hicieron.
Llegué al bar de padre y cogí una botella de licor, bebí directo de ella y arrugué la cara cuando la quemazón en la garganta me obligó a hacerlo; todavía no tenía la experiencia de papá a pesar de que había otras cosas que me quemaban más que el alcohol. Me senté en el taburete de la barra y fijé mi mirada en la nada, todos esos días estaban siendo estresantes, comenzando con los deseos desenfrenados que sentía por cierta asiática y la rabia por su rechazo, hasta las razones por las cuales mi hermana se alejaría de nosotros.
—Creo que hoy no ha sido nuestro día, ¿cierto, pequeño curioso? —La voz de tía Maokko me sacó de mis pensamientos, ya lucía achispada e iba por más bebida, al parecer.
Todos los adultos estaban en el jardín, bebiendo, charlando y consolando a mis padres.
—¿Qué te ha pasado a ti, tía preciosa? ¿Marcus no te está respondiendo como se debe? —Alcé una ceja al decirle aquello.
Tenía una confianza especial con ella, esa mujer siempre me permitió decirle cosas por las cuales madre me hubiera colgado de los huevos, aunque siempre respetando algunos límites.
—No, cariño, ese hombre responde como todo un veinteañero hormonado —lo defendió con una sonrisa pícara.
Cogió tres botellas de licor acomodándolas entre un solo brazo y su torso y noté la tristeza que la embargaba, ella no era así y me preocupó.
—Sabes que puedes decirme lo que quieras, así sea para desahogarte o para ayudarte. En lo que sea, tía, tú solo dilo —la animé, intuyendo que así se pusiera la borrachera de su vida, no soltaba aquello que la atragantaba y dañaba.
Me miró y sonrió agradecida.
—Han pasado nueve años desde que encontré a Sadashi, desde que intento llenar un poco el lugar que su madre dejó, pero no lo logro —dijo frustrada.
Aquello me tomó por sorpresa, no sabía nada del pasado de Sadashi y me di cuenta de que desde que la conocí, solo me concentré en meterme entre sus piernas.
—¿Qué pasó con sus padres? ¿Por qué vive contigo? —quise saber y negó.
—Le he prometido jamás hablar de eso con nadie y se lo voy a cumplir, así que siento no poder decirte nada —se excusó y asentí, respeto las promesas—. El punto es, que desde que está conmigo he intentado que se abra a mí, pero no lo hace. Hoy está de cumpleaños y odia que se lo recuerde, sin embargo, lo hice y como todos los años, lo tomó a mal —confesó.
Mis ojos se abrieron demás al escucharla, ¿Sadashi estaba de cumpleaños y lo odiaba? Esa chica era de otro mundo si odiaba tal cosa y las celebraciones que se podía hacer con esa excusa, aunque pensándolo bien, no veía que a esa mujer le gustaran las fiestas.
—Tía, el problema reside en que intentas llenar un espacio que no puedes ni te corresponde, en lugar de crear el tuyo —La tomé de la mano y la hice verme a los ojos—. No necesitas ser como su madre, siendo Maokko es mejor, eres de puta madre y cualquiera mataría por una tía como tú, solo respeta su espacio, sus gustos y decisiones. Ella es como Daemon, aunque sin su condición y sabes que intentar abrir a mi hermano es como pelar una cebolla capa por capa.
—¡Puf! Y como arde esa mierda —soltó y me reí.
Estaba más desbocada que de costumbre, gracias al alcohol en su sistema.
—Se solo Maokko con ella, lograrás más y te evitarás un buen escozor de ojos —aconsejé.
Sin decir más, me besó la mejilla y sonrió agradecida.
—Gracias, amor. Eres único —dijo y respiré profundo—, ahora seguiré mi camino antes de que esos borrachos se desesperen por más alcohol —avisó y asentí.
—¿Dormirán aquí? —cuestioné antes de que se marchara.
—Nos quedaremos aquí, pero no dormiremos —repuso y me guiñó un ojo.
Pensé en lo que me dijo de su sobrina, en cómo me estaba sintiendo al fallarle a Abby y el estrés que me cargaba por Sadashi, sobre todo la frustración por no lograr mi objetivo una noche antes ya que a la tonta le dio por confundirme con mi hermano. Casi volví a gruñir como animal al recordarla a horcajadas sobre Daemon, devorándole la boca como una posesa; la Engreída odiaba su cumpleaños, bueno, pues yo la estaba odiando a ella por tenerme con las bolas azules, así que creí justo vengarme por eso y amargarla con mi presencia.
Pesando en eso me puse de pie y ordené comida y postre en mi restaurante favorito que gracias al cielo trabajaba hasta la media noche los viernes, ideé un plan mientras conducía a mi destino y me preparé para lo que haría; respetaría el deseo de Sadashi de no recordarle su natalicio, pero encantado le daría su regalo y de paso le enseñaría a reconocerme.
No sería fácil que me dejara entrar, mas tenía mis métodos, sobre todo cuando tenía algo metido entre ceja y ceja.
Y lo logré, de una forma un tanto extrema, sí, pero lo hice y dos horas más tarde estaba en casa de Maokko, en la cocina, sentados en unos taburetes altos que eran a juego con la isla, comiendo postre y bebiendo como decepcionados con la chica que me estaba robando el sueño; solo una camisa larga y ancha cubría su esbelto cuerpo y a cada momento me preguntaba si usaba sostén o si el material de este era tan delgado que me dejaba ver sus pezones tan remarcados, como diamantes duros pidiendo atención. Mis dedos picaban por las ganas que tenía de tocarlos y mi boca salivaba como un puto perro con la necesidad extrema de saborearlos.
Sin que lo notara o sospechara algo, le pedí que fuera ella quien cortara el postre, fue un gesto simbólico de mi parte y me sentó bien verla sonreír mientras lo hacía, como si en verdad cortaba su tarta de cumpleaños y lo celebrábamos siendo consientes los dos. Tenía curiosidad por saber qué la hacía reprochar ese día, mas me contuve y decidí preguntárselo de alguna manera otro día.
—¿Así que le temes a los besos? —preguntó con burla y sonreí igual.
Lucía demasiado tierna con sus mejillas rosadas y sus gruesos labios rojos debido al alcohol ingerido, sus ojos rasgados estaban soñolientos y el brillo en ellos era pícaro. Habíamos estado charlando largo y tendido y le conté algunas cosas que ella ya sabía, solo se las confirmé.
—Digamos que mi regla es: no besar a quien solo me quiero follar. Así como la tuya es el follar con este Niño Bonito solo estando borracha —refuté y su sonrisa creció todavía más.
Dejé claro mi punto desde que llegué, ella ya sabía que no estaba ahí solo por comer y beber, iba por todas y esa noche no estaba dispuesto a dejarla ir. Sadashi me aceptó así y esperaba que no fuera una cobarde.
Se bajó del taburete en el que estaba y se sacó aquella enorme camisa que la cubría, dejándome ver que solo usaba bragas y sus pechos pequeños estaban demasiado apetecibles; tragué con dificultad y acomodé mi erección con descaro, ella lamió sus labios y miró atenta lo que hacía, saboreándose como cuando yo le miraba el culo a una chica buena y regalándome una sonrisa sensual que indicaba que no tenía ninguna vergüenza en actuar así.
Las cosas acababan de aumentar otro nivel y hasta la música que sonó en ese momento se puso de acuerdo.
—Si quieres probar todo esto —habló y arrastró las manos por sus curvas —, tendrás que darme el combo completo porque si voy a caer contigo, tendrá que valer la pena —advirtió, demostrando que las reglas del juego las poníamos los dos —. Yo beso sin enamorarme, Niño Bonito sentenció.
Hacer tratos con Sadashi era casi siempre obtener un setenta, treinta de un porcentaje de cien, y ella era la que se llevaba la mayor parte.
Lo comprobé cada vez que intenté algo con ella y me volteó todo como la cabrona que era, mas en ese instante no estaba dispuesto a ceder, esa vez quería el setenta por ciento para mí, iba a demostrarle que el juego lo dominaba yo. Así que sin que se lo esperara, me bajé de mi taburete, la tomé por debajo de las axilas y la subí a la isla; de inmediato me colé entre sus piernas y la miré a los ojos. Solo así podíamos estar a la misma altura, sus labios me tentaban como unos endemoniados y cuando se los relamió, mi polla protestó y apretó mi pantalón rogando que la liberara.
—Sí, pero esta vez seremos parejos. Tú follas conmigo estando ebria, yo te follo sin besos de por medio —dejé claro y con eso, la besé muy cerca de la comisura de su boca.
Por supuesto que daba besos castos, siempre que no fuera en la boca.
Con mi mano recorrí su cuello y llegué hasta su pecho izquierdo para acariciarlo con la punta de dos dedos, de inmediato aquel botón café claro se endureció y se tornó más oscuro. Seguí dando castos besos hasta llegar a su clavícula y me separé solo un poco para poder ver cómo su abdomen se movía con brusquedad por su respiración acelerada; mi mirada siguió hasta más abajo y se detuvo entre la marca de sus labios vaginales sobre la tela de sus bragas blancas de seda.
—Eso es lo justo ¿cierto? —pregunté.
Mi dedo índice que antes estaba en su pezón, bajó hasta su vientre y llegó hasta su entrepierna, con la yema de él palpé aquellos labios que se sentían suaves por la tela de las bragas y calientes por la necesidad que estaba despertando en ellos. Asintió cuando detuve aquella suave caricia y sonreí de lado, complacido por tenerla tan dócil en ese momento. Con la mano izquierda amasé el otro pecho y retorcí su aureola con dos dedos, el índice derecho seguía su trabajo en su entrepierna y lo alternaba con el pulgar.
Sentí que me volvía loco cuando me percaté de que las bragas se le estaban mojando, Sadashi se arqueó buscando más fricción y con ello sus pechos se alzaron; apoyó las manos en la isla y se recargó en ellas, yo por mi parte me fui por su pecho y me lo metí en la boca, chupándolo y acariciándolo con la lengua. Besándolo y haciendo que su boca se sintiera envidiosa de su teta ya que ella recibía la atención que sus labios reclamaron antes.
—¡Dios! —gimió y subió una pierna a mi cintura.
—No es él, soy yo —le recordé.
Sus ojos estuvieron cerrados hasta ese momento, los abrió y vi el más puro deseo en ellos; aquellas orbes rasgadas eran muy similares a los de una pantera, sin embargo, en ese momento solo tenía a una gatita que se deshacía con mis caricias.
—¿Te gusta lo que hago? —pregunté, pero antes de que me respondiera, metí el otro pecho a mi boca y lo succioné soltándolo después con un sonoro chupetón.
—¿Esto en serio va a pasar? —respondió con otra pregunta, como si creyera que estaba en un sueño erótico. Su voz estaba ronca.
—Claro, no lo dudes ni un segundo. Esta noche serás mía en cuerpo y te sacaré esa borrachera a punta de orgasmos —sentencié e hice las bragas a un lado.
Desde pequeño me fascinan las manzanas por su sabor, pero cuando mi mente se despertó a los placeres de la vida, comprendí que también son mis favoritas por su forma en cuanto la partía por mitad. El sexo de Sadashi quedó al descubierto, mostrándose ante mí como mi fruta favorita, solo que en color rosado y más jugosa por lo que mi dedo le provocó.
—¡Joder, Aiden! —gruñó cuando pasé mi dedo de arriba hacia abajo, deslizándolo con facilidad por la humedad que brotaba de sus profundidades.
Estaba depilada por completo, el olor de su jabón llenó mis fosas nasales y se mezcló con la dulzura que soltaba sus fluidos; ese coño me tentaba demasiado y sentí deseos de probarlo, de comérmelo completo, sin inhibiciones o tapujos. En ese momento Sadashi era la manzana de mi jardín y no solo quería darle un mordisco, me urgía devorarla como un hambriento.
—Es...esto será solo...solo sexo —señaló entre titubeos y se mordió el labios para no gemir.
—Creí que no era necesario aclararlo, Engreída. Ambos lo tenemos claro —la tranquilicé.
—¡Oh, Aiden! —jadeó cuando introduje un dedo en su vagina.
La palma de mi mano le daba golpecitos en su manojo de nervios, mientras que mi dedo medio la embestía burlándose de mi polla por ser el primero en lograr estar ahí donde ella tanto deseaba. Las caderas de Sadashi comenzaron a moverse y de un momento a otro dejó de pensar en las consecuencias de lo que estábamos haciendo y se abandonó a mis atenciones, introduje un dedo más y ahí ya no pudo contenerse con los gemidos; los gestos de placer que hacía me estaban torturando y sentí que comencé a mojarme solo de verla disfrutando.
De pronto soltó algunas palabras que no reconocí si eran en japones, pero se escuchaban demasiado calientes, los grititos que daba no eran en nada comparados a los que escuché antes de otras mujeres y podría parecer estúpido de mi parte, pero en ese momento recordé una charla que tuve con los chicos; en ella Dasher se preguntaba si las mujeres asiáticas en verdad gemían como en los vídeos porno de manga que había visto y yo estaba teniendo la puta suerte de comprobarlo. Sadashi era toda una muñequita caliente de manga y si no me corría de verla disfrutando, lo haría de escucharla en esa lengua tan excitante que tenía o de esos gritos que se confundían entre dolor o placer, pero seguro estaba de que era lo último.
A los tres minutos de embestirla con mis dedos ya se estaba corriendo y sonreí como todo un cabrón cuando la vi retorcerse de placer, uno que yo le daba. Me cogió de la muñeca para que desacelerara y pegaba pequeños brincos al seguir sufriendo de los espasmos.
—¡Demonios! —se quejó poniendo la frente en mi hombro— Creo que la tensión de estos últimos días me ha hecho correrme rápido —se excusó.
—Aja —dije en su oído con diversión. Me miró indignada, le costaba aceptar que lo que la hizo correrse rápido fue que era yo quien le daba placer.
Pero lo dejaría pasar, le seguiría demostrando que no era la tensión de los días pasados, sino mi habilidad para hacerla correrse.
—Es en serio, Aiden. No tienes ni idea de todo lo que...
—Shhss, no es necesario que te excuses —Ya había sacado los dedos de su interior y la callé poniendo esos mismos en sus labios—. Saboréate —ordené y con cuidado abrí sus labios y metí los dedos.
Su lengua me dio la bienvenida, la calidez de su boca me envolvió los dedos y chupó como si fuese mi polla la que disfrutaba; con una mano me retuvo ahí y la otra la llevó a mi entrepierna. Siguió mamando mis dedos y acariciando mi polla a la vez, provocándome, tentándome sin saber que si me descontrolaba, sería como un animal feroz y la devoraría con desdén.
—Mi habitación es la del fondo, solo camina recto por el pasillo —Sacó los dedos de su boca solo para decirme eso.
Sin ningún esfuerzo la cogí de las piernas y la cargué con sus piernas enrolladas en mi cintura, ataqué su cuello en el camino y la escuché jadear de nuevo; necesitaba penetrarla antes de que me corriera en los pantalones, puesto que podía hacer muchas tonterías sin sentir vergüenza, pero algo así sí heriría mi orgullo.
Cuando llegué a la habitación la deposité en la cama, el tamaño era suficiente para que ella durmiera muy cómoda, pero no me hacía responsable de destrozarla esa noche; no inspeccioné nada de lo que me rodeaba ya que lo más importante para mí era ella, de lo único que me aseguré fue de arrancarle la única pieza que me impedía verla en todo su esplendor. Con ropa esa mujer parecía más esbelta, pero desnuda me demostró que era dueña de unas curvas deliciosas; se puso de rodillas sobre el colchón sin vergüenza alguna, sabía lo que me provocaba verla así. Me saqué la playera con una sola mano y ella comenzó a desabrochar el botón de mi pantalón. Mi polla se lo agradeció demasiado.
Me quité los zapatos y saqué el pantalón de mis piernas, sin perder tiempo Sadashi se deshizo de mi bóxer y juro que escuché un sonidito que quiso disimular en cuanto vio a mi amigo saludándola muy ansioso. Soy hombre y claro que reacciones como la de esa chica, hacen crecer mi ego. Con la ropa interior todavía en las rodillas, me acarició y esparció por la corona de mi pene aquella gota de líquido preseminal que salía de ella, demostrándole los estragos que sufrí cuando solo la follé con mis dedos.
—Vamos a ver qué tal la usas —inquirió viéndome y alzando una ceja.
Solo una pequeña lampara de noche se encargaba de darnos una tenue luz y ya estaba encendida desde que llegamos, sonreí por su atrevimiento; esa mujer disfrutaba de provocarme con sus palabras listillas. Aguanté un gemido cuando me tomó de entre el falo y la corona y comenzó a hacer movimientos de arriba hacia abajo, eché la cabeza hacia atrás y me mordí el labio, ella también sabía lo que hacía y cómo. Su otra mano llegó a mis bolas y las acarició sin dejar de bombearme, pronto comencé a mecerme al compás de la mano que me sostenía sin darme tregua alguna y cuando creí tener suficiente, la detuve y la hice tumbarse.
Cogí un preservativo de mi billetera y tras colocármelo la halé de las piernas hasta llevar su culo a la orilla del colchón, la cama era alta y eso me permitió estar a la altura adecuada para colocarme con comodidad en su entrada; tomé mi pene y comencé a abrir su raja con él, acariciando su clítoris y logrando que ella apretara la sábana entre sus puños. Los estragos de su orgasmo anterior todavía seguían presentes y eso me hizo fácil comenzar a introducirme, pero traté de no ser bruto a pesar de eso y me introduje con cuidado hasta que estuve ahí por completo y mis bolas tocaban su culo.
Nos miramos a los ojos, sus mejillas estaban más rojas y sus labios hinchados de tanto morderlos; me quedé quieto unos segundos y antes de salir un poco y volverme a meter en ella, llevé mi mano a su coño y lo acaricié. De nuevo el rostro de aquella chica se estaba deformando por el placer, inicié las embestidas y sus fluidos me recubrieron haciendo aquello resbaladizo. Era obvio que Sadashi estaba más pequeña en comparación a mi tamaño, sus paredes vaginales me apretaban de una forma deliciosa y eso me provocaba más placer. En seguida ya me estaba moviendo con rapidez y ella comenzó otra vez con aquellos gemidos y gritos eróticos.
¡Puta madre!
Tenía mi propio episodio de porno Hentai y me enloquecí.
Los pechos de Sadashi rebotaban con mis embestidas, los talones de sus pies apenas me llegaban a los hombros, mas eso era suficiente para que se recargara y se impulsara, siguiendo el vaivén de mis penetraciones; logró torturarme, pero también se torturaba a ella misma.
—¡Joder! —gruñí cuando sentí que el orgasmo comenzaba a formarse en mis bolas.
—¡Oh, sí! ¡Joder! ¡Okashiku narisou! —comenzó a gemir más descontrolada y yo comencé a cantar la puta macarena para no correrme de inmediato— Esto...estoy a punto de ¡Ahhhh! —gritó en el instante que un segundo orgasmo la estaba arrasando.
Todo su rostro se volvió rojo, su boca se abrió con un grito sordo y sus piernas se tensaron como cuerdas de guitarra. No aminoré mis embestidas y seguí atacándola hasta que volvió a respirar, besé el empeine de su pie derecho y sonreí al verla tan desecha gracias al sexo que le estaba dando. Y no paré, solo le di un poco de tregua penetrándola suave, sacando todo mi falo y jugando con su punto G con la corona de mi pene.
—¿Sigues corriéndote así de rápido por la tensión de estos días? —la chinché.
Aquel rostro serio lo dejó de lado y me sonrió con diversión.
—Veo que eres de armas tomar, Niño Bonito —me halagó y le guiñe un ojo.
Se recargó en uno de sus codos y con la mano libre me limpió el sudor que me corría por la frente.
—Quiero el tercero —avisé.
Me salí de ella y le di la vuelta, dejándola tumbada en su estómago y con los pies en el suelo, puso el culo en pompa y se recargó solo en las puntas de sus pies, llevaba las uñas en color rojo y verla en esa posición hizo que mi erección creciera más por increíble que sonara. Tenía unos pies muy bonitos y delicados y esas uñas rojas me enfermaban de deseo. Esa vez ya no fui delicado al penetrarla, su piel se erizó cuando me ensarté de golpe y mordió la sábana para no gritar.
—No te prives, Sadashi. Me encanta cómo gritas y, aunque no tenga ni puta idea de lo que dices, me excita oírte hablar en... ¿japones? —Me miró sobre su hombro y sonrió.
—Te he dicho muchas cosas con una mezcla entre japones y coreano —aclaró. Me tomó por sorpresa que supiera también coreano—. Y te estoy insultando —señaló, pero sus ojos me demostraban que mentía.
Me salí de ella casi por completo y la embestí con más fuerza, la cama rechinó y todo su cuerpo tembló por la fuerza que usé. Apretó sus ojos y se mordió el labio, no la lastimé.
—¡Baka! —chilló.
No me contuve las ganas y le di un fuerte azote a la vez que volví a penetrarla.
—¡Kuso! —gritó esa vez y me miró entre sorprendida, molesta y excitada.
—La tuya, por si acaso —respondí.
Quiso reírse fuerte al oírme, pero recargué mi pecho en su espalda y eso me permitió llegar más profundo. Mi puños estaban a los lados de su rostro, subió una pierna a la cama y eso me hizo profundizar un poco más.
—¡Mierda! —gruñí en su oído.
Esa posición se sentía demasiado bien, puse una mano en su espalda baja y la retuve ahí para apoyo. Sabiendo todo lo que esa mujer era capaz de hacer, no debió sorprenderme que lograra impulsarse con una sola pierna para otra vez encontrar mis embestidas, pero lo hizo. Besé y lamí su cuello y ella me cogió de la nuca para retenerme. Dejé de cantar la macarena desde rato atrás y mi orgasmo volvió a formarse en mis bolas. Aquel movimiento que ambos teníamos era increíble y sabía que esa vez ya no me podría contener.
—¡Ikisou! —soltó de pronto y sonreí.
Esa sí me la sabía, por curiosidad le pregunté una vez a Maokko y me lo explicó.
—Yo también, hagámoslo juntos —sugerí.
La penetré con fuerza tres veces más y ella ensartó sus uñas en mi cuello, totalmente cegada de placer.
—¡Iku, iku, iku! —gritó.
Escucharla y sentirla fue explosivo y comencé a correrme junto a ella, apretando una de sus nalgas y queriendo meterme hasta su estómago con aquellas penetraciones tan profundas y rugiendo con el más puro placer.
Esa mujer era dinamita pura y muy fácilmente una tremenda y peligrosa adicción.
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Okashiku narisou: Me estás volviendo loca.
Baka: Idiota.
Kuso: Mierda.
Ikisou: Me voy a correr.
Iku: Me corro.
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