Punto erróneo


¡Feliz martes a todos y todas! Espero que esta cuarentena todavía no nos esté volviendo locos, pero espero más poderlos leer de nuevo en esta semana con un capítulo más. Feliz día, tarde o noche.


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[Capítulo 25]

{Sadashi}

Aiden dio otro beso casto en mis labios, pero se alejó de mí cuando sintió las lágrimas. Me limpió las mejillas y sonrió por mi acto, yo por mi parte no podía dejar de verlo y confieso que por un instante tuve miedo de que me estuviese confundiendo.

—Sabes quién soy ¿cierto? —pregunté. Sus ojos se abrieron un poco más al oír esa pregunta.

—Sadashi, no sé qué hice en estos días para que estés dudosa, pero sí, sé quién eres y recuerdo lo que te dije el viernes en la oficina de Elite. Así como recuerdo que esa noche dos mal nacidos se metieron a mi apartamento y me atacaron, mas no recuerdo nada desde ese momento, solo que me desperté hoy aquí, creyendo que era sábado y no jueves.

—Ya habrá tiempo de explicarte bien las cosas —dije cuando sentí que se estaba molestando—, lo importante ahora es que te recuperes, ¿te sientes mejor? —quise saber y le acaricié el rostro.

—Supongo que sí, me duele un poco la cabeza y no puedo mover mucho el brazo, de lo contrario y ahora que estás aquí y has aceptado que has caído por este bombón, pues me siento de puta madre —soltó y sonreí divertida.

—Tampoco lo digas a cada momento porque me puedo arrepentir —señalé con picardía.

—No lo permitiré —aseguró y me acercó a él de nuevo.

Se sentía bien soltarme un poco con él, admitir que me enamoré y no estármelo tragando como una orgullosa y de paso dañándome y dañándolo. A pesar de todo, creí que las cosas buenas todavía podían pasar y tener a ese hombre abrazándome sin querer soltarme, lo comprobaba. Aiden era algo nuevo en mi vida, él y lo que conllevaba estar a su lado me abrumaba, pero también me hacía vivir y respirar, porque hasta en ese instante sentí que lo hacía como debe ser.

Mi pasado poco a poco se volvía borroso, ya no pensaba en mis cicatrices como antes y ese chico influía en todo, tanto, que si lo pensaba bien, me llegaba a dar miedo.

—¡Joder! Sí tiene sentimientos —Ambos escuchamos a Leah decir eso y volvimos a verla.

Quise apartarme de Aiden cuando vi a sus padres llegar con ella, pero él se aferró más a mi cintura y no lo permitió ni cuando puse la mano en su brazo para quitarlo.

—¿Leah? —dijo su tío en tono de advertencia y la maldita solo sonrió divertida.

—No me la asustes que luego me requiere un huevo y la mitad del otro, tenerla así de dócil —pidió Aiden y le metí un pellizco en el brazo que lo hizo reír.

—Hijo, cuida esa boca —pidió mi Sensei, pero también se estaba riendo y quise odiarla por eso.

Al final pude soltarme de Aiden y me alejé para que su madre estuviera cerca de él y el doctor cuando llegó a revisarlo. Me paré al lado del señor Elijah y sentí su mirada puesta en mí, algo que me incomodó hasta el punto de buscarlo con los ojos.

¡Maldición! Él también se estaba riendo, aunque con disimulo, según creyó.

—No es gracioso, eh —susurré. Estaba con los brazos cruzados y se encogió de hombros tras oírme.

—Cuando lo ves desde el otro lado, sí que lo es —alegó y blanqueé los ojos.

Era grandioso.

—¿Vamos por un café? —propuso y suspiré fuerte.

—Mejor por un té, no tolero el café en estos momentos —avisé y con un movimiento de cabeza me pidió que saliéramos.

Tras eso le avisó a su familia que volveríamos pronto.

—¿Y no me darás un beso de despedida para que no te extrañe, nena? —En serio quise matar a Aiden por hacerme pasar esas vergüenzas.

—No te morirás porque no te dé uno —habló su padre y se lo agradecí de verdad.

—Mira quién lo dice, el tipo que no va ni al baño sin antes darle un beso a mamá —Me aguanté una sonrisa cuando vi que el señor Pride negó y retrocedió, pues su intención sí era el ir a besar a mi Sensei.

Me di la vuelta para salir de la habitación y lo sentí seguirme, pero claro que Aiden no lo dejaría tan fácil.

—Vamos, viejo. Haz lo que iba a hacer, no te diré nada.

—Doctor, póngale un sedante, por favor —pidió mi jefe.

Escuché las risas de esos tres y seguimos nuestro camino a la cafetería, pero yo iba riéndome de lo que acababa de escuchar y comprendí sus palabras anteriores.

—Ya, no es gracioso —bufó.

—Cuando lo ve del otro lado, sí que lo es —repuse con sus palabras y negó.

Pero intenté controlarme cuando lo vi serio, aunque segundos después comenzó a reírse él también y me sorprendí de ello, pues en mi tiempo en las organizaciones nunca lo vi reír así. Una vez se lo comenté a Aiden, pero me aseguró que sí lo hacía con ellos, en sus momentos familiares y tranquilos.

Cuando llegamos a la cafetería y nos sentamos en una de las mesas, comenzó a platicarme que llegaron a un acuerdo con su mujer y sobrina y quería incluirme en él. No iban a decirle a Aiden lo que hizo en los días después de su ataque, en la confusión que tuvo y la manera que trató a Leah, eso último porque la chica así lo prefería y ellos estaban de acuerdo. El doctor les dijo que era una buena idea ya que lo que menos querían era que el chico entrara en estrés o preocupación puesto que ciertas emociones revocarían todo el trabajo que estaban haciendo para estabilizarlo.

La lesión en su cerebro por fortuna la podían catalogar como moderada y había muchas posibilidades de que sanara solo con medicamentos, aunque lo tendrían en observación y le harían exámenes periódicos para monitorear sus avances. En tres día más le darían el alta y lo referirían con un neurólogo de confianza para que continuara su tratamiento; imaginé que el doctor Fabio D'angelo pronto haría su aparición por la ciudad ya que la familia Pride confiaba más en él que en ningún otro.

Caleb y todo su equipo seguían en la búsqueda de los cobardes que pusieron a Aiden en ese hospital y, aunque el señor Pride lucía feliz por la recuperación de su hijo, estaba segura de que lo que se acercaba haría derramar mucha sangre y estaba más que lista para ser partícipe de ello.

—¿El doctor les dio alguna explicación del comportamiento de Aiden en estos días? —cuestioné.

—Dijo que el coagulo en su cerebro lo hizo desvariar, tergiversó todo. No es algo sencillo de explicar ya que hasta para ellos el cerebro sigue teniendo sus misterios —Asentí—. Lo único cierto es que Aiden no recuerda nada de estos días, solo que un viernes fue atacado y despertó hoy en el hospital —añadió y sentí la ira en sus palabras.

—¿Estaré al frente del ataque a Escorpión y los Vigilantes? —pregunté ansiosa y me miró dubitativo.

—Ya veremos, ahora mismo te quiero al frente del cuidado de Aiden. A pesar de que eres su novia, haces bien tu trabajo y eso me vale más —Me sonrojé con la declaración.

—Estaban escuchando todo, chismosos —dije de pronto al captar todo y negó.

—Yo no, Isabella y Leah tal vez un poco —confesó.

Cambié de tema de inmediato y él me siguió, algo que agradecí. Ambos éramos de pocas palabras cuando de temas personales se trataban, aunque si hablábamos sobre las organizaciones, podíamos pasar horas en ello. La pasión que él sentía por lo que hacía me inspiraba y quería llegar a ser como Elijah Pride en un futuro, ese era mi objetivo y ya me las apañaría para que nadie me lo impidiera. Ni siquiera Aiden, pero ya no lo dañaría en el proceso.

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Un mes después...

Me encontraba en el baño de mi habitación en el Townhouse de Aiden, pues volví a hacerme cargo de su seguridad. Virginia Beach era muy caliente en verano y estaba pasando por una semana terrible. A Aiden le encantaba ir a caminar a la playa o a correr por las mañanas para iniciar así su rutina de ejercicio, iba evolucionando bien y a pesar de que seguía con dolores de cabeza, retomó su vida tal cual la dejó un mes atrás.

Las organizaciones continuaron con la búsqueda de Demian y Kwan, incluso llegaron muy cerca de ellos en varias ocasiones, tanto, que sabíamos que estábamos acorralando a esos imbéciles, pues intentaron algunos fallidos ataques en nuestra contra.

Pero el ataque que me llegó a mí esa mañana no me lo esperaba ni ellos ni de nadie y estaba viéndome en el espejo en ese instante, con el maquillaje corrido y cagada del miedo. La persona que me devolvía la mirada tenía los ojos cargados de terror y eso me ponía peor.

¡Joder! Espe... No pude terminar de hablar y comencé a vomitar.

Iba corriendo al lado de Aiden y no soporté más el malestar, él se detuvo unos pasos adelante de mí y regresó a mi lado muy asustado. Mis malestares estomacales no cesaron, ya tenía dos meses así y justo esa mañana me asusté hasta la mierda.

¡Mierda, Shi! Esto ya no me está gustando dijo él y puse la mano en su muslo cuando otra arcada me atacó.

Por un tiempo traté de ocultar mis molestias con él, pero esa semana ya se me estaba haciendo imposible. Sabía que comenzaría a joderme con eso de que fuera al médico y yo odiaba eso, por eso no quería que me viese así, mas ya era tarde.

Ya, ya...creo que algo que comí me cayó mal dije y me alejé para enjuagarme la boca con un poco del agua en mi botella. La llevaba en una especie de cinturón en la parte de atrás de mi espalda.

Sí, creo que lo yo te doy de comer te tiene así Escupí el agua de golpe tras escucharlo y volví a verlo incrédula. Me limpié las lágrimas de los ojos y lo encaré.

¿Qué insinúas? inquirí y se encogió de hombros.

Nada del otro mundo, somos una pareja y me atrevo a asegurar que follamos más que una pareja normal. No sería de admirar que estés embaraza...

¡Joder! Ni termines esa frase exigí. Siempre nos hemos cuidado, eso es imposible recalqué y alzó las manos.

No, no lo es. Y sí mis cálculos están bien, hemos hecho el amor cada día desde que me recuperé y en ninguno has estado con tu periodo. A no ser que lo hayas tenido cuando estuve en el hospital y si es así, ilumíname, cielo.

Mi corazón dio tremenda voltereta cuando me hizo pensar en eso y con la manos temblorosas saqué el móvil y busqué mi calendario menstrual. Hasta en ese instante caí en la cuenta de que no lo veía desde hace mucho y me desesperé cuando no vi las marcas de mi regla en ese mes y tampoco en el pasado.

Tenemos que irnos.

Eso fue todo lo que dije y comencé a correr hasta donde habíamos dejado el coche, en ese instante me puse en marcha como si corría por mi vida y lo escuché maldecir a él detrás de mí. Cuando llegamos al estacionamiento a penas llevaba aire en los pulmones, él por su parte lucía como si solo corrió una cuadra, algo que odié, mas ignoré.

En el camino a casa me convenció para pasar a una farmacia por una prueba de embarazo y terminé comprando cinco, una de cada marca y precio. Mi cerebro estaba en negación, puesto que viendo el calendario algo en mi interior me dijo que no había vuelta atrás. Y ahí estaba, viendo como una estúpida aquellas cinco pruebas y de forma alternada miraba mi reflejo en el espejo.

Pegué un respingo cuando la puerta se abrió de golpe y me encontré a Aiden muy enojado.

—¿Qué parte de necesito mi espacio no entendiste? —reproché.

—Llevas una puta hora aquí dentro, te he tocado como un maldito loco y no te dignas a responder, ¿qué esperabas? ¿qué me quedara afuera como un idiota y...?

Se quedó en silencio cuando vio todas las pruebas sobre el lavabo y sus ojos se abrieron demás, me cubrí el rostro con vergüenza y me senté en el retrete que tenía con la tapa puesta. Solo en ese momento dejé que el miedo se apoderara de mí y comencé a llorar desesperada. ¡Mierda! ¿Cómo pudo pasar si siempre nos cuidábamos?

Todas la putas pruebas dieron positivo y hasta en ese momento comprendí mis cambios de humor, los malestares estomacales, las náuseas, mi aversión por ciertos alimentos que antes amaba y mis ganas incontrolables por el sexo...bueno, eso último no se debía a lo que me estaba sucediendo, pero me pareció una buena excusa en ese instante.

Vi a Aiden tomar una prueba y noté el temblor en su mano, lo acercó más a su rostro como queriendo estar seguro de que su vista no fallaba y al ver de cerca esas dos rayas, murmuró un «mierda» y se llevó una mano a la cabeza. Alborotó su cabello, miró al techo y maldijo de nuevo, esa reacción suya solo me puso peor y lloré todavía más; acababa de joderme la vida y se la estaba jodiendo también a él.

—Yo...

—No digas nada, no lo jodas —me calló, se dio la vuelta y salió de la habitación.

La verdad es que no esperaba que se alegrara, puesto que ni yo me sentía así, pero verlo así fue un golpe de realidad que creí que iba derrumbarme. Nunca quise hijos, no estuvieron en mis planes, no iban con mi vida y saber que en ese momento tenía a alguien en mi interior, fue como haber construido una torre con trocitos de madera, con mucho esfuerzo y que una persona llegara y la derrumbara de golpe. Mis prioridades, sueños y objetivos se fueron abajo. No estaba preparada para encargarme de otra vida que no fuera la mía y jamás lo estaría.

—¡Siiií, joder! —Escuché de pronto y salí corriendo a la sala.

Ahí encontré a Aiden abrazando a Sebastián y este último lo felicitaba con verdadera alegría. El Niño Bonito fue el de aquel grito y al ver esa escena me quedé anonadada.

Sebastián se percató antes de mi presencia y quiso llegar a mí y hacer lo que antes hizo con Aiden, pero alcé la mano y negué. Aiden me miró entonces y lo vi con la sonrisa más radiante, enorme y genuina que jamás presencié.

—Déjanos solos —pidió a Sebastián y él asintió, yéndose enseguida.

No aseguro en qué momento lo decidí, pero lo hice y solté esas palabras justo cuando Aiden caminó hacia a mí.

—No voy a tenerlo —Se detuvo de golpe—, no nací para ser madre, no estoy preparada para serlo y jamás lo estaré porque un bebé no cabe en mi vida —seguí.

Aiden cambió de colores hasta que se volvió rojo.

—¿Qué. Jodida. Mierda. Estás. Diciendo? —habló haciendo pausas y respiré profundo.

—No seré madre, no voy a tener a este bebé —repetí y negó incrédulo.

—A ver —Suspiró profundo antes de seguir hablando—. Entiendo que estés asustada, que esto sea algo que no planeamos y que nos obligará a cambiar todos nuestros planes, pero es un hijo, Sadashi. Nuestro hijo, una persona que hicimos con amor y mucha pasión. No puedes venir a decirme que no lo tendrás solo porque te cagas del miedo, yo también lo hago y aun así estoy feliz.

Negué al escucharlo, no era solo miedo, era que no quería un hijo ni con él ni con nadie.

—No es solo por el miedo, es porque no quiero ser madre y si no lo quiero tener, no lo tendré, punto.

—¿Y mi maldita opinión dónde queda? Porque ese hijo no te lo hiciste sola, también es mío y yo sí que lo quiero —espetó.

Mi primera respuesta ante lo que dijo pudo haber sido que era mi cuerpo y mi decisión, sobre todo en ese instante que tenía la cabeza caliente, pero lo cierto era que permití que él fuera parte de mi vida y por ende, lo hice parte de ese momento y así me hubiese dado cuenta de mi estado a sus espaldas, me sentía en la obligación moral de decírselo y por la misma razón debía respetar su opinión y tratar de llegar a un acuerdo en el que los dos saliéramos beneficiados.

—Lo siento, tienes razón, pero eso no significa que desista. Jamás he querido hijos, Aiden y espero que respetes eso.

—¡Joder, Sadashi! ¿Sí te das cuenta que quieres deshacerte de mi hijo? —Su voz bajó dos tonos al decirme eso. No lo vi así hasta ese momento— Estás insinuando que considere la idea de aceptar que lo abortes, vas a matar a mi bebé en mis narices y quieres que te apoye cuando yo deseo con el alma que lo tengas. ¡Mierda! ¿Qué sientes por mí en realidad para ser capaz de insinuarme esto?

Callé ante su última pregunta y pensé que lo que sentía por él no tenía nada que ver con mis ideales.

—Solo no quiero ser madre, Aiden. No tiene nada que ver con lo que siento por ti —Sonrió satírico.

—Claro que sí, porque si sintieras un poquito de lo que yo siento por ti. Te hubieses sentido tan feliz como yo después del shock que pasé. Es que...imagino que esa personita que llevas ahí —Señaló mi vientre y me cohibí— será una niña y la pienso con tus rasgos, con sus ojitos rasgados, el cabello súper lacio y... ¡Mierda! Me vuelvo a enamorar, te lo juro. Y sé que siento esto porque te amo y amo todo ti y acabo de enterarme, pero también sé que ya amo a ese bebé y tú solo piensas en eliminarlo de nuestras vidas como si fuese un punto erróneo ya que, en la historia de tu vida quieres continuar con las comas para así no darle un giro inesperado.

Me faltó el aire tras escucharlo, aun así me obligué a responder.

—Estoy más enamorada de lo que tenemos ahora mismo, Aiden. Entiende que en mi vida nunca hubo cabida para un hijo, esto no se trata de lo que siento por ti sino de que no quiero ser madre. ¡Joder! ¿Tan difícil es para ti entender eso? ¿Por qué no podemos ser como tía Maokko y Marcus? Ellos son felices siendo solo los dos.

—¡Son felices porque decidieron serlo a pesar de que la vida les negó lo que tanto deseaban, Sadashi! ¡Maokko no puede tener hijos, no es madre porque la vida se lo negó, no porque así lo haya decidido! —gritó, alterado de nuevo y mis ojos se ensancharon de una forma desmesurada.

No tenía idea de eso, tía Maokko jamás lo dijo y nunca escuché que ellos hablaran de eso.

—Eso no es cierto —dije.

—Ni siquiera tendría que habértelo dicho —se reprochó—. Lo escuché por accidente, un día que ella se lo contaba a madre entre lágrimas. No fue mi intención oírlas, pero lo hice y jamás lo repetí hasta este momento —confesó.

Tomé asiento en el sofá y me quedé viendo a la nada, pensando en ella y en lo que me estaba sucediendo a mí.

—¿Ves la puta ironía de la vida? —susurró y no respondí. Sabía a lo que se refería— Tú tienes ahora en tu vientre lo que muchas mujeres desean.

—Todas, menos yo —solté. Aunque me partió en pedazos verlo limpiándose las lágrimas.

—Sabes qué, creo que no estamos preparados para seguir con esta conversación —bufó y se limpió el rostro con brusquedad—. Me preparé para ir a la oficina, tómate el día libre —zanjó en un tono que no me permitía replicar.

Y tampoco pretendía hacerlo ya que tenía razón, él seguiría defendiendo su punto y yo el mío. Me recosté por completo en el sofá y dejé salir todo el aire que estuve conteniendo. Me sentía preparada para estar con él, por eso acepté que me enamoré, estaba más que lista para enfrentarme a una horda de cobardes dispuestos a jodernos la vida, pero jamás para un bebé.

¡Puta mierda! La vida se me estaba jodiendo de nuevo en cuestión de segundos.



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