Punto de quiebre

Antes de continuar, quiero felicitar a @tuchamaquitaana18 por su cumpleaños este viernes, que de espero que la pases bien a pesar de la situación que vivimos. Dios te bendiga y te regale muchos años más.

También hago una dedicatoria para @arelyblnyp8 espero te guste este capítulo y gracias por leerme.

Esta semana creo que habrá un capítulo más, así que los leeré muy pronto. Los y las quiero mucho, bendiciones.


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[Capítulo 26]

{Aiden}

Me encontraba en el apartamento de Lane, Dasher nos acompañaba mientras me bebía el quinto vaso de whiskey. Se suponía que no tenía que ingerir alcohol, todavía estaba haciéndome un tratamiento para la lesión en mi cerebro, pero después de dos semanas en la que recibí la mejor puta noticia de mi vida y también la peor, ya no soportaba el dolor que me carcomía el alma poco a poco. Los chicos no sabían mi razón de estar así, lo único que les dije fue que tuve problemas con Sadashi y esa vez no creía que tuviesen solución; no quise mencionarles lo del embarazo porque estaba seguro de que la juzgarían y a pesar de que estaba muy enojado con ella, no necesitaba que nadie más se pusiese a hablar mierdas.

Ella siguió encargándose de mi seguridad, mas evitábamos hablarnos y cuando lo hacíamos, no tocábamos el tema del bebé, pero cada vez que la tenía frente a mí me moría de ganas por tocar su vientre y de manera inevitable mi ilusión crecía y no debía, puesto que nada era seguro.

—Nos preocupas, Aiden —dijo Dasher cuando me encontraba mirando a la nada.

El apartamento de Lane estaba ubicado cerca de una zona boscosa y la terraza tenía vista hacia allí, por lo que me quedé ido viendo los árboles, sin verlos en realidad.

—Hace unas semanas estábamos pasándola bien, jediéndote porque tenías a tu propia actriz de Hentai y se te hinchaba el pecho con orgullo y ahora estás aquí, provocándote un suicidio, siendo un idiota irresponsable ya que bien sabes que los medicamentos que bebes son peligrosos al mezclarlos con alcohol —dijo Lane.

Ni él ni Dasher bebían, solo me miraban muy preocupados.

—¿Qué pasó con Sadashi, hermano? Porque sé que no solo te discutiste con ella por tonterías ya que tú no eres de ponerte así por mucho que esa tía te importe —Dash puso una mano en mi espalda, en ese instante tenía los codos sobre mis rodillas, sentado en una tumbona y negando, viendo al suelo y con unas ganas inmensas de llorar.

Me estaba desesperando, me sentía en un callejón sin salida, en un túnel oscuro.

Ese día Sadashi me pidió el día libre y una opresión se instaló en mi pecho al imaginar que iría a alguna clínica para informarse sobre los procedimientos para un aborto seguro, lo intuía porque vi unas brochures informativos que intentó ocultar. Entendía a la perfección que era su cuerpo y no podía decidir sobre él o por ella, pero me mataba la idea que le importaría una mierda mi opinión y se desharía de lo que denominó un error en su vida.

—Creo... —comencé a hablar, pero me callé y los miré a ambos— Creo que necesito ir a Richmond —dije y Dasher asintió.

—Voy contigo, quedé de ir a cenar con Bárbara y sus padres esta noche, pero eso puede esperar —avisó Dash y asentí.

—También voy, me servirá para ver a Leah —se nos unió Lane.

Veinte minutos después los tres íbamos en el coche de Dasher, ni siquiera quise ir a mi casa por ropa y Sebastián nos siguió ya que era quien cubría a Sadashi. En el camino llamé a madre para pedirle que nos reuniéramos y prometió que me esperaría en la mansión junto a padre. Por supuesto que se preocupó y quiso que le adelantara algo, mas le dije que no podía y que por favor aguardara. No pretendía inmiscuirlos en mi vida, pero necesitaba que me aconsejaran, me urgía que me guiaran en ese momento de mi vida donde pensar con claridad no estaba siendo para nada fácil.

Llegar a casa me costó bastante esa vez, pues nos encontramos con dos accidentes que provocaron un trafico pesado y cuatro horas después, Dasher me dejó en el jardín delantero de la mansión Pride White. Madre me recibió en la entrada y tras darme un fuerte abrazo que quiso cortar enseguida, me aferré a su cintura y hundí el rostro en su cuello, lo que la alarmó y cuando me preguntó qué pasaba, solo negué y dejé que las lágrimas que quise contener a punta de alcohol, salieran libres. Ella me enseñó a nunca suprimir mis sentimientos y dejó claro que llorar jamás me haría un hombre débil, al contrario, limpiaría un poco mi alma y despejaría la niebla en mi cabeza. Sin embargo, era solo cuando estaba entre sus brazos que podía liberarme así.

—Nos estás preocupando, Aiden —dijo padre— ¿Y dónde está Sadashi?

No supe cuánto tiempo tenía viéndonos y me separé de madre al escucharlo.

—Vamos adentro —pedí tratando de recomponerme e ignorando su pregunta.

Nos encaminamos hacia la sala familiar y cogí una botella con agua de la nevera que estaba en el minibar de padre. Di dos tragos y les pedí que se sentaran, madre lo hizo frente a mí, papá optó por quedarse de pie detrás del sofá en el que su mujer se sentó.

—Lo soltaré de una porque si no, no podré después —dije.

—Habla —demandó padre.

—Hace dos semanas nos enteramos de que Sadashi está embarazada —dije y ambos se fueron de culo, de manera literal—, el mismo día que lo descubrimos, ella dijo que no quiere tenerlo y está pensando en abortarlo.

—¡Joder! —maldijo papá y se llevó una mano a la nuca.

—Eso...eso no puede ser —titubeó mamá y vi que perdió el color del rostro—. No, hijo. Es cierto que los dos son jóvenes, pero te aseguro que no es un problema. O sea, te toca modificar tus planes, pero se puede, amor.

—Tu madre tiene razón, comprendemos que tengan miedo, pero deben reconsiderarlo —se le unió padre y sonreí irónico.

Ellos no estaban entendiendo bien.

—Padre, madre, yo quiero a ese bebé —los corté—. Es Sadashi quien no quiere tenerlo y por eso estoy aquí. No sé qué hacer... ¡Maldición! —grité lo último y entonces se preocuparon más.

Comencé a explicarles todo lo que pasó cuando nos enteramos, mi reacción y la de la asiática. Les dije cada palabra que ella me dijo y cómo le respondí, también añadí que desde ese día no volvimos a tocar ese tema y que pensaba que esa mañana fue a alguna clínica para informarse y poner en marcha su plan. Igual les dije que por mi cabeza pasaron ideas sobre amarrarla y obligarla a llevar hasta el fin ese embarazo u ofrecerle una buena cantidad de dinero a cambio de que gestara a mi hijo. Obviamente eso lo pensé en esos momentos de desesperación por no saber qué hacer y todo ello me llevó a buscarlos.

Me tomé con fuerzas la cabeza cuando terminé, deseando que el dolor que tenía se me apaciguara un poco.

—Yo también lo haría —dijo padre. En ese instante estaba viendo hacia afuera por la gran ventana y bebía un poco de bourbon.

—¡Dios! ¿Cómo puedes decir eso, Elijah? —reprochó mamá.

—¿Y por qué ella sí puede tomar la decisión de abortar a un bebé que también es de nuestro hijo sin importarle lo que él piense y Aiden no puede obligarla a tenerlo? —inquirió él y solo lo miré.

Madre abrió la boca para decir algo, pero él continuó.

—Y no me salgas con que es su cuerpo y la última palabra la tiene ella, Isabella. Porque en ese caso, ella está obligando a Aiden a aceptar que maten a su hijo en sus putas narices —espetó.

—A ver, vamos a respirar y a calmarnos, porque si no, no le daremos a nuestro hijo un buen consejo —pidió mamá.

Papá negó y se fue a servir otro trago, yo solo me estaba sintiendo peor en ese instante.

—No se trata de obligar a nadie a que ceda... ¡Maldición! Estamos hablando de nuestro primer nieto y, aunque en mis planes no estaba ser abuela tan joven, me duele pensar en que Shi no lo quiera. Pero, amor —Me miró en ese instante— yo conozco a esa chica desde hace mucho, sé su historia y créeme que no es fácil.

—¿Y eso justifica que no quiera a su propio hijo? Porque entiéndeme, mamá, cuando lo pienso así la desconozco.

—Y en todo caso, si no querían hijos por qué demonios no se cuidaron —bramó papá.

—¡Joder, Elijah! No ayudas —respondió mamá—. Y bien sabes que los métodos anticonceptivos no son cien por ciento seguros.

—Lo entiendo. Pero entonces, si Sadashi nunca quiso hijos y eso fue algo que siempre tuvo claro, por qué jodida mierda no se operó, para así evitar este tipo de accidentes —reprochó con ironía— y no intentes decirme una vez más que es su cuerpo y puede hacer lo que se le dé la puta gana porque entonces a parte de irresponsable, la tacharía de una mujer cruel ya que si follas es obvio que en algún momento vas a procrear y no puedes pretender no tener hijos y cuidarte con métodos que son un noventa y nueve por ciento seguros.

—Él tiene un punto —dije—. Además, Sadashi tuvo un buen ejemplo de madre y por lo mismo me es inconcebible que quiera deshacerse así de nuestro bebé.

—Sí, Aiden. Tuvo un buen ejemplo, pero también una vida de mierda. Elijah, tú lo sabes. Sadashi se crio en un infierno, durante años ella obtuvo lo peor de lo peor en la vida. Tuvo que aprender a asesinar por un plato de comida... ¡Dios! Era solo una niña cuando le enseñaron a matar, a defenderse sin importar qué o quiénes. La convirtieron en una máquina asesina, sin sentimientos y te juro que para mí es un milagro que si quiera sienta algo por ti ya que hasta he dudado que le tenga cariño a Maokko y no me malentiendan, no la juzgo por eso puesto que es lo único que conoce.

Me restregué el rostro mientras escuchaba a mamá.

Conocía un poco del pasado de Sadashi, lo único que ella me confió y no era estúpido, sabía que me dijo solo lo que quiso y cuando madre comenzó a soltar todo eso, entendí que estuve entre los brazos del peligro por mucho tiempo.

—Lo único bueno que no pudieron borrar de ella fue la lealtad y agradecimiento, por eso aprendió a respetarnos y eso es todo lo que siente hacia nosotros —siguió madre y suspiré profundo— y creo que en estos momentos se está muriendo del miedo, hijo. Sadashi no cree o no creía en el amor porque lo ve como una debilidad, considera a la familia el peor talón de Aquiles ya que en ese maldito campo se lo hicieron ver así, no tiene amigos porque solo confía en ella puesto que la traición la llevó a perder todo.

»Fueron quince años, Aiden, viviendo en el infierno. Tiene casi ocho años desde que escapó y su estilo de vida solo cambió en que aprendió a ser libre y a tomar sus propias decisiones y hasta hace unos meses, ella mostró un poco de empatía contigo. Se enamoró de ti, amor, pero sigue siendo egoísta con respecto a la familia y es algo que le costará cambiar ya que solo está enamorada de ti y le será difícil amarte, aceptar que le provocas un sentimiento tan fuerte que para ella siempre ha sido debilidad en su máxima expresión y descubrir que lleva una vida en su vientre, la ha de tener aterrorizada y por eso piensa así.

—La puedo entender —dije y de verdad lo hacía—, pero no quiero que mate a mi bebé, mamá y tengo miedo de que ya lo haya hecho —Ella negó.

—No lo hará, amor. Al menos no, sin antes comunicarte su decisión final —No me tranquilizó.

—Quiero proponerle que no interrumpa su embarazo, ella no quiere a mi bebé, yo sí y estoy dispuesto a cuidarlo por mi cuenta una vez nazca —dije y ella asintió.

Padre se mantuvo callado y solo escuchó atento.

—Estás consciente de que ya sea que aborte o que siga adelante hasta entregarte a tu hijo, su relación ya no tiene futuro —señaló padre y asentí.

—Lo sé, porque yo jamás la apoyaré para que aborte y sé que ella no será capaz de estar conmigo y un bebé al que jamás quiso.

Verlo así me dolía y mi corazón se hizo pedazos al pensar en que esta vez sí la perdería de verdad. Por un tiempo creí y juré que por esa mujer iría hasta el fin del mundo, la seguiría hasta donde ella quisiera porque la consideré mi todo muy rápido, mas no conté con lo que iba a sentir por un hijo, por una persona que ni siquiera conocía, que a penas era una semilla, pero estaba vivo y corría peligro y lo peor era que su propia madre era la amenaza.

Sentía en el corazón que mi pequeño inocente me suplicaba porque lo protegiera y es lo que intentaba hacer, aunque en proceso perdería a la única mujer de la cual me enamoré de verdad.

—Necesito descansar un poco y asentar las ideas —dije a mis padres y asintieron—. Les agradeceré que esto quede entre nosotros y me dejen arreglarlo solo, solo necesitaba escuchar sus opiniones, pero hasta ahí.

—Lo sabemos y no te preocupes, no nos meteremos en eso —aseguró madre y le di una sonrisa débil.

—Pero no olvides que cuentas con nosotros para lo que sea —añadió padre y asentí.

Eso no lo dudé en ningún instante.

Me fui a mi habitación sin decir nada más y tomé una ducha para espabilarme, la hora de mi siguiente dosis de píldoras había llegado y, aunque sentía que la cabeza me explotaría por el dolor, no ingerí nada sabiendo que bebí alcohol horas antes y no, no me quería morir antes de solucionar lo de mi bebé, pero era consciente de que si ese pequeño o pequeña me faltaba, me matarían en vida.

—¡Joder, Engreída! —susurré cuando me tumbé en la cama y miré hacia el techo.

Pensé en el día en que la conocí y lo mucho que me intrigó, su manera de ser era tan diferente a la mía y a la de muchas chicas con las que estuve, que fue todo un reto tenerla conmigo y eso me hizo interesarme más en ella, del interés pasé a enamorarme y muy pronto a quererla, pero acostado en mi cama, en ese momento comemierda que estaba atravesando, acepté que tuvo razón al decir que lo de nosotros era un caos, porque lo era en todos los sentidos buenos o malos.

No sé en que momento me dormí, pero me desperté cuando ya eran las cinco de la mañana del siguiente día, vi mi móvil y descubrí que tenía algunas llamadas de Sadashi que dejé de lado, abrí el WhatsApp para revisar los mensajes sin leer y decidí responder a los de Dasher y Lane, aunque era seguro que estaban dormidos. También tenía de Daemon y Abby, mi hermana respondió al segundo que le escribí y comencé una conversación con ella. Me contó algunas cosas que estaba haciendo y lo feliz que se sentía con su nueva vida, también me envió fotos con sus amigas y la cuestioné sobre un chico que salía muy cerca de ella. Mandó muchas caritas cagadas de la risa y yo algunas con el rostro rojo y enfurecido para que viese que no me hacía ni puta gracia, no estaba enojado en realidad, mas me gustaba chincharla.

A veces extraño lo posesivo y celoso que eres, pero luego recuerdo que ser libre de ustedes se siente de puta madre y se me pasa.

Escribió y me reí.

Te extraño mucho, Patito René.

Respondí y tras eso me envió emoticonos de besos y se despidió de mí.

Me hacía falta tener a mis hermanos cerca, deseaba poder volver el tiempo atrás y revivir tantos momentos con ellos, esos en los que nada nos preocupaba y en donde las pequeñas cosas eran las que más felices nos hicieron. Bien decían que querer ser adultos era el sueño más estúpido que teníamos de niños.

____****____

Estábamos en una WaWa alrededor de las once de la mañana, pasamos para comprar unas bebidas y algo para picar mientras continuamos el camino a Virginia Beach. Dasher todavía iba medio dormido ya que tuvo una maratón de pelis con Essie, y Lane era el encargado de conducir, Sebastián y los demás guardaespaldas nos seguían en sus coches y cuando llegamos a nuestro destino, los chicos me dejaron en mi Townhouse y quedamos en que nos reuniríamos temprano al siguiente día para continuar con el trabajo.

Cuando entré a mi casa me sentí nervioso al imaginar que adentro estaba Sadashi esperándome con alguna mala noticia, sin embargo, la encontré en la cocina preparándose algo de comer.

—¿Tendrás invitados? —cuestioné al ver un plato con varios emparedados.

Se estaba metiendo una loncha de queso en ese instante y me miró molesta.

—¿Para qué demonios tienes móvil sino respondes? —inquirió con la boca llena.

Usaba ropa deportiva, el top cubría solo sus pechos y la cinturilla de los leggins llegaba arriba de su ombligo y por inercia miré su estómago. Estaba plano y no parecía que estaba embarazada.

—Me dormí temprano, pero bien sabes que puedes llamar a Sebastián si no respondo —dije. Mi estomago gruñó por hambre y me acerqué a la isla donde tenía el plato de emparedados— ¿Puedo? —pregunté señalando el plato y asintió.

Tomé un emparedado y le di gran mordisco, Sadashi no sabía cocinar, pero hacía unos sándwiches de puta madre y no sabía en qué estaba ya que solo untaba de aderezo las rodajas de pan y apilaba lo que fuera que le iba a poner.

—¿Esperas a alguien? —inquirí y negó— ¿Te comerás esto tú sola?

—Tengo mucha hambre y nada de ganas de ir a comprar comida —explicó y asentí—. Estuve en Richmond ayer, Sebastián me dijo que estabas con tus padres y por eso te llamé, para devolvernos juntos —Di otro mordisco a mi pan y la miré.

—¿Por qué no fuiste a casa si estabas allá? —cuestioné y se encogió de hombros.

—Porque intuí a qué fuiste y no quería ser indagada por tus padres —soltó y me vi en la obligación de buscar agua para beberla y bajarme el bocado de comida que se me atragantó.

—Bien sabes que ellos no se meten en mi vida y menos en la tuya —le recordé—. En todo caso, fui yo quien los buscó y no para que fueran a hablar contigo.

—Y, aunque hubiese sido así, no lo habría permitido —habló a la defensiva y negué.

—¿Sabes qué? No estoy de humor para discutir contigo —bufé— y erróneamente pensé que tal vez hoy sí podríamos hablar de mi hijo, llegar a un acuerdo, pero me equivoqué. No te quiero indisponer ni molestarme —zanjé y dejé la mitad de mi emparedado sobre el plato.

Estaba dispuesto a irme a mi habitación de inmediato y así lo hice, la dejé sola y tranquila. Supongo que le importó más el hambre que tenía ya que no supe de ella por un buen rato y ya que no quería verla porque sabía que seguiríamos discutiendo, me tumbé en la cama y cogí la laptop para escribir un poco. Un tiempo atrás había enviado el manuscrito de mi primer historia a una editorial, Sadashi no sabía nada de eso, pero la metí tanto en mi mundo que terminó por adoptar la costumbre de leer y le estaba agarrando el gusto, puesto que una vez terminó por decirme que moría por encontrar un libro que de verdad la satisficiera. Le pregunté que cómo sería la historia que llenara sus expectativas y tras decirme todo, le di un giro total a mi borrador y lo hice tal cual esa Engreída deseaba. Iba a darle el libro de regalo así las editoriales lo despreciaran, en mis planes estaba imprimir uno especial para ella y mientras escribía y pensaba en todo eso, no me di cuenta cuando la noche llegó.

—Adelante —dije cuando escuché los golpes en mi puerta.

Sadashi asomó la cabeza, estaba recién bañada y vestía una camisa mía. De verdad que esa mujer me hacía todo más difícil.

—¿Podemos hablar? Esta vez sin discutir —preguntó y asentí.

—Toma asiento donde quieras —invité. No quise palmear la cama e indicarle que se sentara ahí, ya que buscaba que se sintiera lo más cómoda posible.

—Estoy preparada para la conversación que dejamos pendiente. ¿Lo estás tú? —inquirió.

Tomó asiento en la silla del escritorio frente a mi cama y me miró atenta.

Dejé salir el aire que se me atascó al escucharla y me corrí hacia la orilla de la cama para estar más cerca de ella. El corazón se me aceleró por el miedo de su decisión final y mi reacción, y solo rogaba por un milagro. Era consciente que tal vez no cambiaría de opinión tan fácil con respecto a querer hijos, pero al menos esperaba que me diera la oportunidad a mí de cuidar a mi bebé una vez naciera.

—Sí, lo estoy —aseguré y nos miramos a los ojos.

Decisión fue todo lo que vi en los de ella y algo en mi interior se terminó de romper.


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