Celos


¡Capítulo nocturno!

Que bonito se siente poder escribir de nuevo. ¡Uuuffff!

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[Capítulo 23]

{Sadashi}

Sebastián me miró como pidiéndome que obedeciéramos esas órdenes cuando vio mis intenciones de quedarme ahí, en ese instante me dio por mirar a Aiden con desafío, exigiéndole que explicara lo que estaba pasando y él solo siguió viéndonos enfurecido con los ojos soñolientos y frunciendo el ceño como si algo le incomodaba o dolía.

—No creo que sea buena idea que se vayan —dijo Leah un tanto asustada.

—¿Por qué no, nena? ¿Acaso ya no quieres estar conmigo? —le habló cariñoso y la tomó del rostro para que lo viese solo a él.

La verdad es que no sé por qué seguía ahí, viendo esa maldita escena y sobre todo con Aiden desnudo, casi restregándole el pene a Leah frente a nosotros.

—Tú y yo no estamos juntos, ¿acaso no lo recuerdas? —inquirió ella y se alejó un poco de él cuando sintió el falo de su primo sobre ella.

—¡Mierda! Esto es incómodo. Salgamos de aquí, Kishaba —pidió Sebastián en un susurro, mas no me moví.

—Claro que lo recuerdo, sé que soy un estúpido por haberte dejado ir, por no haber enfrentado a nuestros padres para estar juntos. Me odio por eso, cariño, te lo juro. Quiero recuperarte —Mi respiración se cortó y ensanché los ojos de una forma desmesurada.

Aiden hablaba muy en serio, no estaba fingiendo y mucho menos castigándome.

—¡Joder! Si no se quieren ir y prefieren estar de entrometidos aquí viendo y oyendo lo que hablo con ella, al menos tráiganme algo para el dolor de cabeza —largó al vernos y se sentó en la cama.

Su rostro volvió a Leah y ella se reculó más a la pared para poner distancia con él.

—Yo voy por ello —dijo de inmediato y Aiden se puso de pie para detenerla.

—No te vayas, amor. Te necesito aquí conmigo —La cogió de la cintura y se aferró a ella.

—No me iré, solo déjame respirar y procesar un poco esto que está pasando. Volveré con tu píldora para el dolor, creo que he visto unas en la cocina —dijo ella.

En ese momento Aiden nos daba la espalda, mostrándonos sin vergüenza el culo, aunque bueno, sino se avergonzó de enseñarnos la polla, menos las nalgas.

—Prométeme que vas a volver en seguida, que no te irás. Necesito arreglar las cosas contigo —suplicó él, Leah se quedó en silencio un momento y luego respondió.

—Te lo prometo —Tras eso ella caminó libre y pasó a mi lado.

Aiden volvió a sentarse en la cama y le pedí a Sebastián que me dejara a solas con él, mi estupidez tal vez estaba en un nivel muy alto en ese instante, pero me negaba a creer que ese tipo era el mismo que un día antes me folló como loco y declaró que estaba enamorado de mí.

—¿Has bebido alcohol? —pregunté y caminé frente a él.

Se quedó mirando a la pared muy pensativo y no respondió. Me atreví a llegar a la cómoda donde sabía que estaba su ropa y saqué un bóxer.

—Ponte esto —pedí y estiré el brazo para que tomara el bóxer, en ese momento sí me miró y lo hizo durante varios segundos. Su mirar era cansado, soñoliento y confundido.

—¿Qué? —preguntó y fruncí el ceño.

—Estás desnudo y es incómodo verte así, ponte el bóxer —expliqué.

—Si te molesta pues...vete. No es, no es necesario que, que estés aquí —Tomó la ropa que le daba y creí que quiso ser brusco al hacerlo, pero no tenía fuerzas.

Sus palabras eran hirientes, aunque torpes.

—Me iré, pero necesito que me respondas unas preguntas antes —Tal vez las respuestas no iban a gustarme, mas debía hacerlas para descartar que lo hubiesen drogado.

Siguió mirándome serio, por momentos fruncía el ceño, aun así no dejaba de verme.

—¿Te sientes drogado o borracho? —Se quedó en silencio, quizá procesando mi pregunta— Responde —pedí varios segundos después.

—Me duele la cabeza —Tras responder eso se puso de pie y lo vi tambalearse un poco, aunque fue algo fugaz y dentro de lo normal.

Se colocó el bóxer y sin pena alguna se acomodó la polla hacia arriba, en ese instante tuve que dejar de verlo porque yo sí que me avergoncé. Estaba parada frente a la ventana y ese día el sol despertó muy brillante pues sus rayos iluminaban con exageración la habitación y daban de lleno en el rostro de Aiden, sus ojos lucían translucidos porque el gris se aclaraba con aquel brillo y los entrecerró cuando sintió la molestia.

—¿Te golpeaste la cabeza con algo para que te duela así? —pregunté cuando volvió a sentarse, se escudó del sol con mi cuerpo y solo negó en respuesta— Sabes quién soy ¿cierto? —Asintió— Estás actuando muy extraño, Aiden y necesito comprobar que no es por nada malo, ¿recuerdas lo que hicimos anoche, lo que me dijiste?

—No me hables como si estoy loco —exigió— y actúo como debí hacerlo desde hace mucho. Me desperté esta mañana hecho una mierda, pensando en lo imbécil que fui por haber dejado ir a una mujer que me ama y que está dispuesta a todo por mí. ¿En serio es extraño eso para ti? —preguntó indignado— Y no me he drogado, no le hago a esas mierdas y si me viste anoche sabes si bebí o no, respóndete sola a eso y vete a la mierda. Estás haciendo que mi dolor de cabeza empeore —largó y tuve ganas de abofetearlo.

¡Joder! Ese no era el Aiden que conocía, aunque tampoco lucía drogado, tal vez sí con una cruda del demonio porque en efecto, lo vi beber la noche anterior, mas no creí que fuera para tanto. Lo observé cuando se acostó en la cama, dejando los pies en el suelo. Hizo una mueca de dolor y segundos después se puso el brazo sobre los ojos para cubrirse de la luz, su cuerpo estaba normal, todo en él lo estaba y una opresión en el pecho me atacó al entender que así no actuara como el tipo que dijo estar enamorado de mí, sí lo hacía como alguien que decidió volver al ataque con una tipa a la que juró no volver a tocar.

¡Puta mierda!

—No olvides que tus padres nos esperan para una reunión importante —dije al ver que me ignoraba de forma olímpica.

—Si saben, si saben contar...que no, no cuenten conmigo —avisó sin destaparse los ojos—. Ya vete y asegúrate de que Leah vuelva —ordenó.

Celos, malditos y putos celos fueron los que me obligaron a empuñar las manos y cerrar los ojos con frustración. ¡Dios! Era por esa razón que involucrarme con él estuvo mal desde un principio, pero cedí como una estúpida novata y pagaría las consecuencias, me lo merecía. Salí de la habitación como si me hubiesen prendido fuego en el culo y con unas ganas de llorar que me provocaban ardor en la garganta. El imbécil al final solo estaba jugando conmigo y se quejó de que era yo quien lo hacía.

—¡Sadashi! No puedes irte —Leah corrió desde la cocina cuando me vio ir directo a la puerta y se interpuso en mi camino.

—¿Qué? ¿Quieres que les cuide el culo mientras están follando? —inquirí y negó de inmediato.

—Recuerda que te prometí algo, yo no he provocado esto. De hecho, no sé qué hacer, mujer. Ese de allí no es el Aiden que conozco —se defendió señalando a la habitación y la vi desesperada.

—Eso también creí yo, pero ¡sorpresaaaa! Nos equivocamos —satiricé.

—No, Sadashi. Me niego a aceptar eso. Algo tuvo que pasarle porque ni cuando creí que pudo haber sido nuestro momento actuó así —renegó y negué—. No quiero dejarlo solo, pero tampoco me quiero quedar a solas con él —aceptó y la miré buscando el truco.

No lo encontré.

—Llévale la píldora antes de que venga a buscarte —pedí y negó—. Llamaré a tus tíos para avisarles que no llegaremos y les diré que bebió demás anoche y está con una cruda del demonio. Se molestarán y mucho, pero sin él la reunión no se llevará a cabo, me quedaré un rato más para averiguar qué pasó. Aunque créeme, Leah, yo sí presiento que está cuerdo —dije y me miró aliviada.

—Gracias por quedarte —No respondí a eso— y mi promesa sigue en pie —añadió y me di la vuelta para ir en busca de Sebastián.

Ella no me debía nada y por primera vez aceptaba que no era su culpa.

Los chicos estaban en el apartamento continuo, lo rentaron junto al otro que estaba a la par del de Aiden; en ellos mantenían las cámaras y todo lo necesario para el cuidado de los niños de la familia y Lane, a quien le tenían un cariño especial y siendo el novio de Leah, pues se había ganado algunos de los beneficios de los Pride y Black. Llamé a mi Sensei cuando estuve ahí y por supuesto que puso el grito en el cielo y le pareció muy irresponsable por parte de su hijo el haberse emborrachado, no le quise mencionar nada de lo que estaba sucediendo para no preocuparla y solo avisé que me encargaría de alguna cosas antes de ir al cuartel.

Sebastián tenía a uno de sus hombres revisando los vídeos de la noche anterior, mas no veían nada raro; por órdenes de nuestros jefes siempre manteníamos pruebas de drogas a la mano para descartar que nos metieran en ese estado de forma obligatoria y todos se hicieron una que les dio negativo; saber eso aumentó mi frustración y decepción ya que significaba que Aiden tampoco estaba drogado.

—Le di una de estás a la señorita D'angelo para que se la tome al joven Pride, pero si nosotros dimos negativo, es obvio que él también —avisó Sebastián.

En ese momento me mantenía concentrada en la cámara de la habitación de Aiden, Leah había dejado que él la abrazara y le acariciaba la espalda; la chica trataba de no darle alas, pero le costaba cuando el tipo se encaprichó en recuperarla.

Necesito que orines aquí —le pidió ella y lo vi sonreír con picardía.

¿Era en serio?

—Bien, chicos. En serio creo que ya es hora de dejarlos de espiar —dijo uno de mis compañeros y lo miré incrédula.

—He visto follar a ese tipo más veces de las que quiero recordar, estoy acostumbrada y sé que no debo bajar la guardia ni en esos momentos ya que es cuando lo pueden atacar. ¿O acaso ustedes dejan de vigilarlo cuando está con alguien? —pregunté molesta.

Desde que dejé de ser la guardaespaldas de Aiden mis jefes me permitieron tener un cargo más alto, me estaban dando una segunda oportunidad y con ello me convertí en la cuarta en jefe de La Orden y Grigori, por ello esos hombres debían de seguir mis órdenes y responder a mí cuando así lo requería.

—Pues no ha estado con nadie desde que tomé el cargo —confesó Sebastián y admito que me tomó por sorpresa ya que juraba que el chico volvería a sus andadas tras acabar con nuestra aventura.

—Además, sería fácil si se tirara a cualquier otra chica, pero está con la señorita D'angelo ¡joder! Y créeme que su padre me ha dejado más que claro cuándo la debo vigilar y cuándo no —el tipo que habló era el que vigilaba la cámara y también el guardaespaldas de Leah.

—Bueno, si quieres tú, deja de ver esa maldita cosa. Nuestras órdenes son distintas y lo siento por Dominik, pero en mi equipo le vigilamos el culo a ese chico en todo momento y el que esté con Leah no nos hará tener excepción —aclaré y él asintió.

Es negativo —confirmó Leah en ese instante.

Te lo dije —gritó Aiden desde el baño, segundos después salió de allí con una enorme sonrisa.

Eso no quita que estés actuando extraño —señaló ella.

Comprendo que, que pienses eso. Te, te juro que me siento como...como un maldito imbécil por haberte hecho sufrir, nena. Perdóname y dame una oportunidad —suplicó de nuevo.

La quiso coger del rostro y volver a besarla, pero esa vez Leah no se lo permitió.

Ya sabía que no estaba drogado, las cámaras no mostraban nada raro más que a él y sus guardaespaldas llegando muy noche. Hizo todo lo siempre hacía antes de acostarse, se durmió casi de inmediato y mientras el vídeo corría, el sol salió y mostró a Sebastián despertándolo esa mañana, entonces ¿qué mierda necesitaba entender mientras lo seguía viendo con Leah? Todo estaba claro maldita sea. Aiden quería intentarlo con ella y no le importaba romper su promesa.

Estoy con Lane, con tu amigo y soy muy feliz, Aiden. No entiendo por qué hoy te ha dado por querer continuar algo absurdo —se quejó Leah.

Se acercó a ver por la ventana y Aiden llegó tras ella, la abrazó por la espalda y besó su cuello.

Quieres que te lo repita ¿cierto? —jugueteó él y negué. Era hora de irme— Porque te amo y si me dejas, voy a recompensar todo el daño que te hice, no me importa con quién estés.

Aquella puta opresión me volvió a atacar el pecho, ya era suficiente.

—Bien, ya está aclarado que no son más que unos malditos perezosos y de verdad espero que esto no se repita —hablé dejando de ver las cámaras— porque hoy no pasó nada, pero a la próxima no creo que corramos con la misma suerte.

—Es la primera vez, Kishaba. Por eso te lo hice saber y no, no volverá a pasar, te lo aseguro —prometió Sebastián y asentí.

Sin despedirme salí de ese apartamento con ganas de arrancarme los ojos, los oídos, la piel, la cabeza, todo con tal de olvidarme de lo que acababa de presenciar. Llegué a mi coche y antes de ponerme en marcha respiré profundo, no iba a caer, no me desmoronaría por algo que quise que acabara desde hace mucho. Tal vez lo que pasaba me hacía las cosas fáciles, era todo lo que necesitaba en esos momentos.

Cuando llegué al cuartel me reuní con Caleb, él seguía encargándose del seguimiento de nuestros enemigos y también de Inoha; la muy puta tenía la suerte de que sintieran misericordia por ella y yo estaba segura de que cometían un gran error al mantenerla viva, aunque eso sirviera para mantener a raya Demian, a mí no me importaba y justo como me sentía, habría estado encantada de descargar mi frustración con ella.

—Acabo de escribirle a Aiden y en serio que ese cabrón se puso una buena anoche y todavía sigue borracho —mencionó Caleb y rio viendo el móvil en su mano.

—Así parece —bufé mientras cogía unos papeles de la mesa y me sentaba para revisarlo—, pero ¿por qué lo dices si lo estás leyendo?

—Sabes la manía que tiene con la ortografía y mira ahora. Palabras mal escritas y usa signos de interrogación cuando deberían ser de exclamación —señaló y me dio el móvil para que lo comprobara—, parece que es un niño de cinco años el que me responde —añadió y siguió riéndose.

Vi los mensajes que se enviaron y también noté eso. A lo mejor estaba entretenido en algo más interesante que cuidar la ortografía.

—A mí lo que me sorprende es que tú hayas notado esos errores cuando escribes pésimo —solté y se le borró la sonrisa.

Debía olvidarme de Aiden de una buena vez.

—Respeta a tus mayores, Kishaba —pidió y contuve las ganas de reír.

—Ah, ahora sí lo eres —ataqué y rio.

Me integré a su equipo un mes atrás, Caleb era muy guay la mayoría del tiempo, aunque estricto cuando de misiones se trataba. Isabella y Elijah le tenían mucha confianza a pesar de lo acontecido hace poco más de un año y en ese momento era el que manejaba los hilos de la reunión que se llevaría acabo con Kwan, si es que Aiden se ponía serio.

Me estuvo mostrando parte del plan que tenía y mi participación en él ya que acompañaría a Aiden llegado el día cero. Estaba segura de que Kwan me buscaría en cualquier momento para que le dijera cuando se concretaría todo y debía prepararme mentalmente para otro encuentro con ese idiota.

Al terminar todo en el cuartel me fui a mi apartamento, había dejado de vivir con tía Maokko para no exponerla a nada, aunque sabía que mi Sensei mantenía un ojo en mí por seguridad y más después de que aquel maldito decidió buscarme. No obstante, Kwan no era un enemigo fácil y sabía cuidarse y pasar desapercibido incluso con personas entrenadas, fue algo que aprendimos en el campo que crecimos y solo me quedaba estar atenta y tratar de ser más inteligente que él para no correr peligro.

Dos días después Aiden volvió a faltar a la reunión y su madre le llamó para darle tremenda ragañiza, pero él no le respondió y ella optó por dejarle un correo de voz. Aiden lo único que hizo fue enviarle un mensaje de texto y pedirle que se calmara además de prometerle que en cuanto estuviese libre los buscaría. Sus padres no le llamaban a diario para darle su espacio, se comunicaban más por mensajes de textos, aunque el chico siempre era más comunicativo. Mi Sensei decidió llamarle a Sebastián para saber qué sucedía con su hijo y él le informó que nada malo, que estaba en el apartamento y no había salido para nada; la mayor parte del tiempo dormía y otras veces lo veían en su laptop y suponían que trabajaba desde casa. Ellos no lo dejaban solo y le facilitaban comida cuando se los pedía o Tylenol que era algo que consumía para el dolor de cabeza.

Eso último me dejó pensando mucho.

—¿Cuánto tiempo puede durar una cruda? —preguntó mi Sensei a su marido.

—De dos a tres días cuando has bebido hasta perder el conocimiento, pero todo depende de tu organismo. Lo normal es que solo dure un día —respondió él.

Caleb y yo los acompañábamos en la sala de reuniones del cuartel.

—Y de cuánto estés acostumbrado a beber —añadió Caleb—. Creo que lo que le afecta a Aiden es eso, que no es un bebedor constante y cuando lo hace, puede ser que se le pase la mano.

Pedí permiso para irme ya que lo que siguieron hablando no era relevante y mientras me conducía a casa hablé con Sebastián para que me explicara mejor lo que estaba pasando con Aiden. Dijo que solo notaron que dormía mucho y también lo asociaban con la resaca, añadió que Leah estuvo llegando para echarle un vistazo y por el bien de mis nervios no quise saber nada más sobre ellos.

Cuando llegué ya era de noche y me percaté de que nada raro hubiese pasado y decidí tomar una ducha para relajarme, aunque me quedé con la ropa interior para evitar una sorpresa y no me equivoqué.

—¡Mierda! —bufé cuando sentí a Kwan detrás de mí.

Se había metido a la ducha y él sí que estaba desnudo.

—No sé por qué me sigues privando de admirar algo que conozco a la perfección —susurró en mi oído y envolvió un brazo en mi cintura.

El agua caliente nos estaba mojando a los dos y presioné las manos en la pared para controlarme. Debía actuar, tenía que.

—Porque no te lo mereces —espeté—. Ahora déjame salir y báñate solo si quieres, yo he terminado —zanjé y puse la mano en su brazo para sacármelo de encima.

Sin embargo, esa vez sus intenciones eran otras y me giró para que quedáramos de frente.

—¿Qué te sucede hoy? Estabas siendo más empática conmigo hace unos días y hoy me demuestras asco —inquirió y me limpié el rostro.

—No estoy en mis días y odio que violes mi espacio personal, Kwan y eso ya lo sabes —murmuré entre dientes.

Tuve muchas oportunidades de matarlo en nuestros encuentros pasados y en ese, pero el hijo de puta tenía un as bajo la manga que le interesaba a mis jefes y no me podía deshacer de él antes de descubrirlo.

—Está bien —cedió y se alejó de mí alzando las manos. Me concentré en ver solo su rostro—. Te prometí que sería paciente y voy a cumplirlo, lo siento si a veces no controlo mis ganas de acariciarte, de adorarte como solo tú lo mereces, mi flor salvaje.

—Como sea —bufé y aproveché para salir de la ducha.

Lo escuché reír tras mi respuesta y tomé la toalla para secarme.

—¡Joder, Park! Hay cosas que nunca cambian ¿cierto? Y tú sigues siendo mi reina de hielo como en los viejos tiempos. Sigues odiando las cursilerías —afirmó y negué.

Me puse un pijama dejando la ropa interior de lado y sequé mi cabello con una toalla más pequeña, luego salí de la habitación y lo dejé ahí para que se vistiera, llegué a la cocina y me preparé un té; necesitaba calmarme y no demostrarle el asco que me estaba provocando su presencia. Se unió a mí tras unos minutos y me miró atento.

—Espero que ya tengas fecha para la reunión con Aiden Pride porque me estoy cansando de esperar —advirtió y lo miré seria— ¿Qué? Todavía ese niñato pijo no tiene los cojones para tratar conmigo —dedujo la negativa ante mi silencio—. Porque ya me harté de perder el tiempo y mis jefes están comenzando a tomar esto como una falta de respeto —avisó.

—No tendrían por qué, si son ellos quienes quieren negociar con mis jefes no al contrario —le recordé y rio satírico.

—Porque tenemos el poder, Sadashi Park —Abrió los brazos al decir eso—. Simplemente les queremos dar una oportunidad para llevar la fiesta en paz y si lo desprecian, pues los Vigilantes están ansiosos por cerrar un tratado con nosotros y si nos unimos a ellos, créeme amor mío, los haremos comer mierda.

Fue mi turno de reírme y lo hice con verdadera diversión.

—¿Tú por qué crees que los Vigilantes siguen en la clandestinidad? —inquirí, mas no lo dejé responder— Somos organizaciones mundiales, Jeong. David Black a duras penas a logrado reactivar a sus peleles y los ha dejado en manos de un niñato cagado que todavía anda corriendo tras las faldas de una tipeja a la cual no volverá a recuperar —sentencié— ¿Y adivina qué? —seguí y la superioridad se apoderó de mí— Aiden Pride, ese niñato pijo como le llamas, es quien se lo ha impedido. El tipo con el cual mueres por reunirte es el encargado de tener amarrado del cuello al perro con el que te quieres aliar.

Vi su furia al decirle aquello y crujió el cuello para controlarse.

—Creo que serán ustedes quienes comerán mierda si tratan con las personas equivocadas —puntualicé y se mordió el labio inferior con fuerza en señal de que lo había cabreado.

—Pues espero que ese maricón se alivié pronto de sus jaquecas y se reúna de una puta vez conmigo —sentenció.

Todos los engranajes de mi cabeza maquinaron en ese instante hasta encajar bien y notó la sorpresa que me embargó hasta el punto de hacerlo reír.

¡Hijo de puta!

—¿Qué mierda le hiciste? —exigí saber y rio con regocijo.

—¿Quién hará comer mierda a quién? —se burló y con destreza cogí un cuchillo de cocina y se lo lancé.

Su agilidad era muy buena y logró esquivarlo, pero cogí varios más y se los seguí lanzando.

—¡Veo que ya has hecho un trato, imbécil de mierda! ¡Y con ello has firmado tu sentencia de muerte! —grité.

Logré esquivar un cuchillo que me devolvió, eso era lo malo de pelear así con una persona que sabía, pues el ataque lo podía devolver con tus mismos instrumentos. Me escondí detrás de la isla y saqué una glock que mantenía en una de las gavetas de ella. A la mierda los tratos y paciencia, al carajo con las órdenes de mis jefes, me desharía de ese pedazo de mierda de una buena vez.

—¡Y yo veo que prefieres a los forasteros en lugar de tu gente! —se quejó.

Pegué un respigo cuando lanzó otro cuchillo y lo clavó en la tetera que mantenía en la estufa, el agua de ella comenzó a derramarse y me preparé para salir y atacarlo.

—Es porque me cansé de la mierda y lo extranjero me sabe mejor —Disparé al sofá tras decir eso y lo escuché maldecir.

Alcancé a ver que se cubrió ahí y rogaba por haberle dado. Me puse de pie dispuesta a dispararle otra vez, pero él ya me estaba esperando y también me apuntaba con un arma, vi que su camisa tenía un agujero en el costado derecho y se estaba empapando de sangre.

—Pues espero que lo extranjero no te haya quedado idiota e inservible después de nuestro regalito —Hizo una mueca de dolor y ambos nos preparamos a disparar, pero el maldito fue listo y disparó hacia los bombillos dejándome en la oscuridad.

Me metí de inmediato detrás de la isla para tener un poco más de tiempo, aunque segundos después escuché la puerta abrirse y cerrarse de golpe. El cobarde estaba huyendo de nuevo y yo decidí correr hacia la habitación para pedir ayuda por el radio que me comunicaba con mis compañeros.

He escuchado los disparos, estoy afuera —avisó el chico que sabia que mi Sensei puso para cuidarme.

Me puse zapatos y cogí el móvil, vi que tenía varias llamadas de Leah y tras lo que me dijo Kwan decidí devolver la llamada.

—¡Joder, Sadashi! Aiden tiene un golpe en la cabeza —dijo tan pronto como descolgó— Es muy grande y se le ve púrpura.

—Dile a Sebastián que busque en el escritorio de Aiden un portalápices, allí dejé un bolígrafo que contiene una cámara, él lo reconocerá. Estoy saliendo para ahí —avisé.

Se me había olvidado por completo esa cámara y más al ver que en las del apartamento no se mostraba nada raro. Leah acababa de descubrir algo que no estuvo a la vista y con eso me confirmaba que el malnacido de Kwan decidió jugar sucio. Deon llegó de inmediato a mi apartamento, era mi compañero y avisó que había revisado todo antes de entrar y no encontró peligro.

Era obvio.

Kwan no se quedaría a esperar a que los refuerzos llegaran y menos herido. Le pedí a Deon que me acompañara al apartamento de Aiden y en el camino le llamé al señor Pride para comunicarle lo que pasaba, en casos como esos era él el mas sensato ya que mi Sensei reaccionaba como leona herida cuando le tocaban a sus cachorros y eso no me servía. Corrí cuando llegamos al apartamento, Sebastián estaba revisando la cámara y dejó a otros chicos encargados de la seguridad de Aiden y Leah.

—Apaguen todas las cámaras del apartamento, nos han violado sistema —ordené y los hombres se movieron de inmediato—. Ustedes, traigan el detector de micrófonos y encárguense de botar todo lo que sea sospechoso de contener micro cámaras —pedí a dos chicos en especial.

—¡Sadashi! Al fin llegas —exclamó Leah al verme y me cogió de la mano para llevarme a la habitación.

Encontré a Aiden solo en bóxer tirado bocabajo sobre la cama, tenía el cabello húmedo y dormía como un bebé.

—Esos dolores de cabeza comenzaron a preocuparme y sobre todo hoy, ya que comenzó a hablar más lento y su mirada permaneció perdida cada vez que estuvo despierto —comenzó a explicarme la chica—. Lo obligué a que tomara una ducha para ver si espabilaba y casi se me durmió parado, Sadashi. Me puse a secarle el cabello con una toalla y fue en ese momento que se quejó de dolor, lo revisé y le encontré un chichón púrpura y enorme.

Me tiré sobre la cama y revisé justo donde ella me indicó, las manos me temblaron al ver aquello, parecía como si le hubiesen dado fuerte con una bate y como el cabeza dura que era, el golpe no reventó la piel y solo se le inflamó. El cabello no permitió que lo notáramos, pero era obvio que le estaba afectando.

—Te lo dije, Sadashi. Yo estaba segura de que él no estaba en sus cincos —me reprochó.

—Lo sé, joder. No me lo recuerdes más —pedí.

Un frío horrible me entró en el cuerpo y comencé a temblar casi de forma incontrolable.

—No, no llores ahora —exigió y me llevé las manos temblorosas al rostro.

Ni siquiera sentí lo que estaba haciendo y me restregué el rostro tratando de parar aquellas cascadas en las que se convirtieron mis orbes.

—Te llamé a ti porque eres más sensata que yo en estas cosas, mujer. Así que no llores y ayúdame a revisarlo —Asentí a lo que dijo.

Enseguida puse una mano sobre el rostro de Aiden y lo moví para que despertara, necesitaba verlo así y no dormido porque un miedo terrible de que no volviese a despertar me embargó hasta penetrárseme en los huesos.

—¿Aiden? Despierta por favor —pedí. Frunció el ceño cuando lo moví con fuerza y al abrir los ojos intentó levantar la cabeza para ver lo que sucedía— Aiden, necesito que me hables —dije.

Como lo dijo Leah, su mirada estaba más perdida que antes y parecía como si no escuchaba lo que le decía.

—Date la vuelta —hablé más fuerte para que me oyera y toqué su hombro derecho para ayudarle, pero se quejó e hizo una mueca de dolor— ¡Joder, Aiden! Dime dónde te duele, por favor —supliqué.

Mi voz fue lastimara y en ese instante ya no detuve las lágrimas.

La culpa y el dolor me estaban destrozando al verlo así de vulnerable, era como un niño que todavía no podía hablar o peor aún, como un cachorrito herido que no entendía que solo buscaba ayudarle.

—¿Eh? —murmuró muchos minutos después, él no estaba procesando, no entendía y comencé a desesperarme.

—¿Dónde te duele, cariño? —preguntó Leah al ver que me quedé sin saber qué decir.

Él comenzó a darse la vuelta por sí mismo y ambas fuimos testigos de su cara dolor y esfuerzo para hacerlo, suspiró fuerte y aliviado cuando logró ponerse sobre la espalda y miró al techo.

—Ten-tengo migraña y me due-duele aquí —puso la mano izquierda en el hombro derecho y le tomé ambos brazos para dejarlos rectos.

Fue ahí cuando noté que el lado derecho tenía un desnivel muy pronunciado, su brazo estaba dislocado, no tenía pruebas, pero tampoco dudas. Años de entrenamientos y batallas me hicieron ver muchas lesiones como esas.

—Kishaba, he pedido refuerzos —avisó Sebastián llegando a la habitación muy apresurado—. Tenías razón, nos violaron el puto sistema y se metieron aquí para darle una tremenda paliza —Miré a Leah tras escuchar eso y vi el terror en sus ojos.

—¿Quiénes fueron? ¿Y por qué me estoy enterando hasta ahora? —preguntó el señor Pride tomándonos por sorpresa a todos al llegar de pronto a la habitación.

Sebastián casi se cagó al oírlo y no lo culpaba, yo también quise hacerlo al escuchar ese tono de voz.

—Fue Escorpión —respondí y él me miró—. Llegó hoy a mi apartamento y tuvimos un enfrentamiento, me dio a entender que hizo algo y deduje el qué.

—Sí, pero también lo acompañaba Demian Sellers —añadió Sebastián—. Ambos agarraron al joven como si fuese una piñata.

—¿¡Y me lo dices así, hijo de puta!?

Leah gritó y yo pegué tremendo respingo cuando el señor Elijah empotró al pobre de Sebastián en la pared, lo levantó del suelo al tomarlo del cuello y esto que el chico era de la misma estatura de él.

¡Mierda, mierda, mierda! Y yo que lo llamé por ser el más sensato.

No íbamos a salir vivos de esa.

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