CAPITULO 24

CLARK

En un bar en la otra cuadra que encontramos, la mesera nos deja con una sonrisa una gaseosa que pedí, y para Fresita un vaso de jugo con frutas naturales.

- Entonces... - Lo remuevo con el sorbete y bebo un poquito. - ...también estás interesado en ese local, tío? - Mi voz suena algo triste, pero la verdad, feliz por él.

Todos le decimos tío, pero la realidad que mío no lo es.

Es una gran y lindo título para los que rodeamos la familia de los chicos y trasciende hasta la época de sus padres e inclusive abuelitos por ser incluido todos como una gran familia.

Con el tío Connor son maridos y padres de Marthita.

Un gran artista plástico y reconocido por el gran pintor que es y las maravillosas obras que en gran parte del mundo expone y teniendo su galería propia en la ciudad, donde miles de fanáticos y admiradores, lo visitan como compran su arte en el año.

- Y por lo que veo, tú también, mamacita... - Me dice en el momento que la mesera regresa, pero ahora con unos bocadillos recién hechos para acompañar, que y ante la sonrisa devastadora como agradable del gótico Fresita con su gracias, juraría que segundos nomás faltaría para que la pobre mujer y sin su sano juicio, cayera rendida a sus pies, cual una esclava carnal.

¿Quién, no?

Si hasta yo dudo de lo fatal que es este hombre con su exquisita vestimenta en negro y sedas, rostro pálido como maquillaje con facciones únicas, catalogándolo por más orientación sexual, de erótico a peligroso por esa especie de embrujo sexy y parecer un príncipe de las tinieblas con toda su oscuridad, moda y pelo entrecano sobre su color negro.

Me acomodo sobre mi silla mientras me ofrece un bocadito y se lo acepto.

- Solo en teoría. - Muerdo un pedazo. 

- ¿Y eso?

- Pese a que es dueño directo... - Murmuro. - ...no cuento con el dinero suficiente para la entrega. Anoche, Sidharta...

- ¿Mi sobrino?

Afirmo y eleva sus bonitas cejas.

- Me lo mostró, pero... - me encojo de hombros. - ...es solo un sueño, sumado a curiosidad de acercarme en el día.

Inclinado, indica mi pierna vendada por llevar algo corto al igual que la muleta con su abanico cerrado de encaje en negro.

- ¿Por esto?

Nuevamente, asiento.

- Tuve un accidente con mi bicicleta días atrás. - Relato. - Y me gané unas buenas puntadas, no es grave... - Aclaro al ver su rostro de preocupación. - ...solo que no me permitirá ser parte del certamen que iba a participar...

- ¿Con mi otro sobrino? - Vuelve a preguntar y mi barbilla afirma.

Pero sobre esta desgracia, yo sonrío feliz.

- No puedo sobreexigir mi tobillo, que no quita en lo que abarque su recuperación y cuando eso ocurra... - Soy optimista. - ...me pondré con ello como en el local para mi padre.

Y su abanico, ahora señala hacia afuera.

- ¿El local era para Angie, corazón?

- Sí, uno de ropa con sus diseños propios...

- Ella es buena en eso. - Responde pensativo. - Muy buena para ser exactos...

Y yo le doy la razón sonriente, porque mi papá es genial con la costura.

Respiro profundo y con una última mordida a esta especie de rico almuerzo que me invitó.

- No retrocedas por mí, estando interesado en el local... - Miro por sobre el gran ventanal de este bonito bar de la esquina. - Es un gran lugar y muy concurrido para un comercio. - Finalizo totalmente a su favor y me regala una sonrisa.

- ...pero en las noches hay que tener cuidado... - La voz de la chica que nos atendió limpiando la mesa contigua y ya vacía por clientes que minuto antes se fueron, nos dice mientras levanta lo dejado.

- ¿En serio? - Consulta, tío Fresita.

- ¿No es seguro? - Digo yo.

Ambos, mirando curiosos a la mesera.

Y la chica sosteniendo la bandeja con todo lo recogido, nos mira.

- No es peligroso. - Responde y yo exhalo tranquila por eso. 

Pero se inclina hacia nosotros misteriosamente y con Fresita al mismo tiempo, nos arrimamos a ella expectantes por lo que sea que va a decir. 

Acto seguido, mira hacia afuera señalándolo precavida y de la misma manera, gira a nosotros enigmática y hasta juraría con aire tenebroso.

- La llorona... - Suelta con reserva.

Miro a mi tío y este me mira a mí, para luego a la muchacha que afirma en silencio y consecutivamente sin dejo de duda.

Guau.

Toca su índice nuestra mesa de golpe y me sobresalta como tonta, para luego continuar.

- Todos los que vivimos en la zona... - Relata. - ...sabemos de la existencia de ello...de la llorona. - Repite, haciendo que hasta Fresita y por su voz cuando la nombra, se asuste. - Se la ha escuchado en las noches bien tarde y su lamento congela sangre de los vecinos al oírla...

- Mierda... - Murmuro y me da la razón. 

- ...sí y no es leyenda. - Ante la duda nos dice ferviente. - Mi abuela y madre hace muchos años, regresando tarde de su tienda, una noche la oyeron...

- Oh Dios... - Se hace aire tío Fresita, abriendo su abanico por el suspenso.

- Venía del lado de las vías del tren, sus quejidos eran desgarradores, llorosos y de pánico... - Prosigue con lo sucedido. - ...como arrastrándose en su desgracia su alma perdida y aumentando más su pesar con cada paso terrorífico que hacía, provocando que mi abuelita y mamá se le hiciera hielo el cuerpo mientras huían. - Acota. - Y no es un engaño. - Otra vez, nos aclara. - Porque esa noche, docenas de vecinos también la oyeron sin atreverse a salir... - Procura recordar con una mano en su barbilla. - ...yo era muy niña, pero mi mamá llegando a salvo a casa, relató que un muchacho muy apuesto que encontraron en su escape, se atrevió a buscar a la llorona...

- ¡Ay, que horror, que miedo! - Se abanica más Fresita espantado. - Yo una vez quedé varado en las vías con mi princess Sofía, mi camioneta. - Aclara. - Y por suerte... - Hace la señal de la cruz, agradecido. - ...jamás encontré ese ser desgarrador. - Tomo sus manos por fuerza y la fortuna de eso y las entrelazamos conmovidos por su situación. - Mi esposo tiene su taller en la zona... - Mira con agradecimiento. - Nunca me dijo de esto o que vio algo...

- Dios lo bendiga... - Dice la muchacha y los dos decimos que sí, por esa buena casualidad y en memoria de todos lo que si pasaron por esa tétrica situación de sentir el lamento de esa llorona.

SIDHARTA

Mi sándwich queda suspendido en el aire y a mi boca, cuando siento la alarma contra un incidente sonando en todo nuestro recinto, contiguo al ver al Capitán gritando la orden que subamos a los camiones.

Y sin perder tiempo, buscando los equipos y en el proceso vistiéndonos, corremos a los tubos y descendemos al piso inferior.

La primer dotación sale frente nuestro con su sirena pidiendo paso y minuto después, yo montado en el segundo con el resto de mis compañeros que nos abrimos paso en las calles.

Es un incendio y lo acusa casi al llegar y por la recta de la avenida que vamos, mientras autos circulando nos dan libre acceso, que el siniestro es un edificio de varios pisos.

Nuestros camiones perfilan en los lados como frente y basta con llegar como ir descendiendo en nuestro apuro, que en dos pisos de los superiores están totalmente en llamas y este con ferocidad, sale de casi todas las ventanas departamentales.

Gente se agolpa en las calles con su vista de pavor hacia arriba y manos en sus labios, reteniendo muchos exclamaciones de pánico y asombro.

Parte de la policía que ya llegó, impide que se acerquen como a algunos que filman en desde sus móviles, poniendo un vallado perimetral con las cintas oficiales para el caso.

El calor propio del fuego comienza a sentirse al igual que la peligrosidad del mismo si no atacamos antes de los previsto y prosiga con su poder de expandirse, sobre nuestras escaleras ya posicionándose ante la edificación y nosotros preparándonos.

Por desecho, otro fuego se ocasiona en la base de unos de los cimientos y tres de mis compañeros con la manguera en mano, luchan contra este.

Ya parte de la dotación sube por las escaleras y contra la densidad del humo propagándose como tiñendo el cielo de gris, bajo nuestras voces por demanda, cuidados e indicaciones en equipo.

El Capitán lanza por el aire y lo tomo sin dificultad mientras me alisto con la última parte de mi protección del uniforme, para estos casos el intercomunicado, tanto para mí, como dos compañeros más.

- ¡Pónganme mucha atención! - Nos dice, ya encaminándonos al edificio. - ¡Desde el radio, afirman que hay alguien atrapado en el piso 8!¡Todo el jodido lugar está lleno de polvo de partículas en suspensión que podrían explotar! - Escuchamos sin dejar de caminar, mientras nos ponemos las máscaras de oxígeno, seguido al casco. - ¡Manténganse unidos y jamás pierdan el jodido contacto! - Nos ordena como siempre y último aviso antes de ingresar.

CLARK

Desciendo del autobús con precaución.

Suficiente de taxi me dije, si quiero seguir ahorrando.

La gente dentro fue muy linda en ofrecerme asiento cuando subí, cosa que agradecí, porque su ajetreo constante como esas siempre frenadas de golpe en cada parada y sin mi pie apoyando, no iban a ir por buen puerto.

Solo una subida con una vuelta a la esquina y estoy en casa por algo de ropa, porque no puedo andar con lo mismo de siempre, que y comenzando a hacerlo por la intersección de los semáforos en la rotonda cercana detrás mío, una ambulancia con su velocidad pide vía, bajo su continua sirena sonando.

Y mirando como le ceden lugar los restantes autos haciéndose a un lado, mi pecho en solo escucharla y mirarla, me punza sin razón.

Y me lo froto con mi mano.

Mierda...

SIDHARTA

Las escaleras por el cual subimos con cuidado y uno detrás del otro, hacen eco de nuestras fuertes pisadas por las botas que llevamos puestas. 

En cada piso que lo hacemos y a medida que vamos ascendiendo y tomando altura, humo, desechos y fuego localizados, se apropian del lugar.

Apenas y por la obligatoria orden en casos como esto de cortar el suministro de electricidad, comenzamos a ver menos.

La oscuridad taciturna comienza a adueñarse como cortina de todo.

- ¿Por qué en un piso alto? - Divertido mi compañero de adelante, formula, haciendo que sonriamos sin dejar de subir. - ¿El desperfecto no podría ser abajo? - Se queja por el peso de nuestros trajes y con nuestras risas como la de él.

- Pronto acabaremos con esto. - Aliento y el de atrás me apoya con un jadeo que lo sentimos por el intercomunicador pegado a nuestras máscaras.

La linterna que cada uno lleva y llegando el piso número 7 comienzan a mostrar la gravedad de la situación al pisar, mientras vemos como el fuego consume sectores de algunas paredes y lo que atraviesa su camino en ese instante que el Capitán, habla.

- ¡Unidad de rescate en el frente, conteste! - Pide por el radio. 

- ¡Unidad en el frente al comando, Capitán! - Respondo. - Estamos en el séptimo piso, señor. - Miro a mis compañeros y estos al unísono, afirman con gesto. - ¡Ya, la búsqueda inicia! - Confirmo la orden por el civil expuesto en el piso siguiente y cortando la trasmisión.

La densidad de los focos de incendios en esta altura es mayor y por más protección, lo percibimos por sobre nuestros trajes.

No llevamos nada para combatirlo, ya que se nos asignó el de rescate.

De eso se encarga el resto de las dotaciones, cual y por eso, tenemos que ser hábiles y prestos, confiando en los cimientos del edificio, como en asegurarnos de encontrar la víctima manteniendo su seguridad hasta el regreso y con el condenado fuego arrasando todo.

Una densidad nula de humo tóxico y  más oscuridad nos recibe en el piso 8 y sin perder tiempo, nos dividimos para aligerar el encuentro y con ello, los tres llamando a alguien en el lugar por su rescate.

- ¡Hay alguien, aquí! - Mi voz suena sin dejar de mirar a todos lados como iluminar con mi linterna, bajo el incendio y humo.

Escucho que mis compañeros también lo hacen en distintos horizontes, mientras yo, tampoco dejo de buscar a la persona atrapada o tal vez, herida entre esparcidos escombros consumidos.

El ambiente es de enormes dimensiones, delatando que era un piso con muchas oficinas por mampostería a modo división y de pared totalmente consumidos casi en su totalidad, al igual que carteles comerciales carbonizados sobre sillas, mesas y más artefactos de uso gabinete.

Con precaución atravieso uno para pasar al siguiente ambiente y comienzo a llamar a mis compañeros cuando la linterna, tanto de mi casco como la de mano, iluminan a una persona tirada en el suelo.

- ¡Es aquí! - Les grito y siento que vienen en mi dirección.

Mientras uno de mis compañeros reporta la misión por el intercomunicador y el otro, cuida los lados por algún inoportuno derrumbe ya que estamos a contrarreloj, yo inclinado y sin pérdida tiempo, apoyo mis dedos en el cuello de la víctima.

Tiene pulso, pero está desvanecido por el síndrome inhalación del humo por falta de oxígeno o la concentración de cianuro en el presente.

- ¡Está con vida! - Grito, mientras mi compañero verifica su estado por lesiones de gravedad y el otro, confirma otra vez desde el radio.

- ¡Unidad de rescate reportándose, víctima localizado y con vida! ¡Lo vamos a sacar! - Exclama, comenzando a sostenerlo para salir del lugar.

Lo cargan con cuidado haciendo paso yo primero para ellos, por cualquier emergencia adelante y sobre el avistamiento de los daños estructurales a medida que caminamos.

Piso abajo, encontramos otra unidad que ingresó que y con manguera en manos, batallan con el fuego y nos ayudan por el consumo exigido de nuestro propio oxígeno de los tubos que cargamos en la espalda.

Un pared cayendo y consumida por el incendio, se derrumba de golpe haciendo que retrocedamos, mientras la manguera focaliza en ella intentando consumir su fuego.

- ¡Hay otra persona! - Grita alguien de la segunda unidad.

Viene de un lateral del condenado y enorme nivel, apenas pudiendo hablar por falta de oxígeno y sin perder tiempo le ofrezco del mío, sobre sus ademanes y tosiendo violentamente a la dirección que vino.

- ¡Hay otra víctima! - Reporta. - ¡Quise ayudar, pero parte del techo cayó y el humo del fuego no me dejó llegar! - Apunta.

- ¡Tranquilo! - Lo calmo, mientras lo auxilian tomando tanto su hacha del uniforme como el mío.

- ¡Sigan ustedes! - Le grito a mis compañeros, ya yendo a donde me indicó.

Quieren negarse, pero asienten.

Ellos pueden llevar a la víctima fuera del edificio por sus primeros auxilios mientras la otra unidad combate en extinguir el el incendio de este piso, ya que yo con mi máscara puedo ir por el siguiente herido.

- ¡Deja encendido tu radio! - Me grita mi compañero y solo afirmo, apurando mis pasos hacia el lugar.

Fuego y más fuego me da la bienvenida y como en el piso superior, paredes y desecho a punto de derrumbarse en cualquier instante.

Mi linterna no deja de buscar como iluminar cada paso que doy sin éxito ante la búsqueda de la persona que mi compañero avistó y con mi hacha alejo cosas que se interponen.

Logro escapar con un salto de lo que primero tiembla, para luego resultar ser el desmoronamiento del conducto de aire y que cuelga del techo, cayendo con todo su peso a centímetro de mí, ocasionando con su impacto que una explosión de alta dimensión se haga ante el contacto con el fuego.

Aferrarme con las hachas de un saliente, fue mi salvación mientras más fuego arde tras mi espalda.

Utilizando gran parte de mi fuerza, logro incorporarme jadeando y bajo algo tibio mojando un lado de mi brazo.

Carajo.

Una herida punzante emana sangre por sobre mi traje perforado, gracias a una hoja filosa de acero, siendo parte de la infraestructura de la instalación de la cubierta que se desmoronó.

Y con ello.

Más, carajo.

Obstruyendo la única salida por donde vine.

- ¡Unidad de rescate! - Aviso por el intercomunicador. - !Una explosión bloqueó mi salida! ¡Voy a buscar otra alternativa mientras intento localizar a la segunda víctima! - Exclamo con un fuerte jadeo por escalar entre la humareda y escombros de la edificación.

- ¡Base a unidad de rescate, enterado! - El Capitán me responde desde el radio, oyendo desde la lejanía como los otros a la voz de grito, piden evacuación del nivel.

Mis pisadas crujen entre el polvo, fuego y cenizas en el aire, adentrándome más a la zona en el instante que diviso una mujer con todo un lado de su cuerpo y por unos desechos, impidiendo salir con la seria posibilidad de terminar de caerse los paneles del techo que amenazan su vida, al elevar mi vista y ver.

El humo es enceguecedor como fulminante y ella apenas, ya puede respirar.

- ¿Está bien? - Le digo una vez llegando y asiente como puede y luchando por escapar.

Ayudo con todas mis fuerzas, procurando empujar la viga que la aprisiona, sintiendo hasta a punto de estallar las venas de mis brazos como cuello y logrando, solo que se mueva pocos centímetros.

- Creo que...tengo quebrada una pierna... - Logra decir con tos y casi sin aliento.

- ¡Voy a sacarte! - La aliento a su derrumbado estado de dolor y casi desmayo.

Mi cuerpo arde, suda y el calor es insostenible.

Intentando administrar mi propio oxígeno con una última bocanada, le doy algo a ella para que aspire de mi máscara y lo hace con fuerza, mientras yo combato sin él, mirando para todos lados y escupiendo ahogado por el sofoco y falta del mismo entre el humo y fuego, seguido a limpiar mi rostro exigido con el puño de mi traje, hasta que localizo algo a pocos metros.

- ¡Volveré! - Le grito sobre otra explosión que viene de abajo y repercute en nuestro piso, causando que la mujer exclame de pánico con polvo cayendo del techo y sobre nosotros y yo tambaleante por el piso poco estable y gruñendo, camino en dirección a un travesaño que sale de una pared.

Con mi última fuerza puedo arrancarlo y traerlo conmigo, acomodando mi máscara nuevamente en mi cara.

Y al mismo tiempo llegando hasta ella y sacándome mi casco para que la proteja a ella, lo utilizo como palanca con otro grito de energía de lo más profundo de mi interior y lo consigo.

La mujer se desvanece sobre mí, mientras la cargo con su pierna lesionada y busco un escape de este infierno.

Esta, es un mar de sangre por la gravedad de su herida y mi brazo no se queda atrás, ya bañando toda mi manga.

- ¡Unidad de rescate! ¿Estás ahí? - Me dicen por el radio y contesto afirmativamente.

- ¡Sí, Capitán y llevo otra víctima hacia la dirección oeste por una salida! - Exclamo, huyendo del fuego.

Siento que gruñe del otro lado y hacia el equipo.

- ¡Dirección oeste del edificio, piso 7, traigan las escaleras para bajarlos, maldita sea! - Ordena.

- ¡Nuestro camión en posición, Capitán! - Contesta uno de mis compañeros por nuestros intercomunicadores.

Voy sorteando los obstáculos y con cada uno, la mujer se queja del dolor.

- ¡No te duermas! - Le grito en mis brazos, sin dejar de moverme. - ¡Ya hay una ambulancia por ti y pronto estarás con tu familia! - La aliento, esquivando un panel que se derrumba y para que no la lastime, parte de mi espalda lo recibe, tragando el dolor.

Sobre la densa humareda y una parte del techo desmoronando en un sector cercano a los dos, ya diviso la ventana gracias al reflector iluminándolo para guiarme por un helicóptero del destacamento en circulación en este tipo y grado de siniestro.

Sin perder tiempo y al llegar a él y bajo ya el fuego acariciando la zona, mi pie no se hace esperar y lo derribo sin soltar la mujer, cual y por el calor ante el impacto de mi bota, y girando para no herirnos, estalla en cientos de fragmentos.

Y con ello, un compañero en la altura y del otro lado, llevando un arnés de auxilio ya listo para tomar por mí a la mujer que se deja atrapar e inmovilizar contra él y la protección para comenzar a bajar.

El piso vuelve a temblar en mis pies.

Esta mierda se va desmoronar en cualquier momento, por eso y al igual que ellos, escapando por la ventana y aferrándome con otro seguro que espera por mí y como puedo por la lesión de mi brazo adormeciendo parte de mi cuerpo, comienzo a descender lentamente por la escalera.

Mis compañeros me reciben al caer contra el suelo y me ayudan a deshacerme de mi equipo que pesa en mi espalda como la primer chaqueta de mi uniforme para revisar la gravedad de mi brazo, mientras acercan una camilla y un paramédico intenta darme oxígeno portátil.

Pero me niego a eso.

- Estoy bien, estoy bien... - Hablo y repito como puedo, jadeante e intentando recuperar mis pulmones con grandes bocanadas de más aire.

Me ayudan entre varios para que me siente en la camilla, pero otra vez reniego.

- ¡Esa mierda sangra como los mil demonios! - Me obliga el Capitán al ver el daño de mi brazo. - Necesitas ir al Hospital. - Me dice y sacudo mi cabeza, reticente.

- Solo voy a preocupar a mi familia... - Jadeo, mirando como desgarran parte de la camisa ensangrentada para atender la lesión. - Solo llame a mi hermano, él sabrá que hacer... - Bufo, permitiendo que solo lo limpien mientras aprieto con fuerza un lado para cortar la hemorragia.

Una que no deja de drenar y ya con la adrenalina disipando, comienza hacer efecto en mi organismo y derribando.

Pestañeo con fuerza y no desvanecer.

Mi sistema.

CLARK

Colgando mejor la mochila en mi espalda y que lleva mi ropa, camino despacito en dirección a la parada de autobús nuevamente y saboreando una paletita que encontré en un mueble.

Pero en plena bajadita ahora con la vuelta, para mi sorpresa un coche cruzado como en detención espera por mí.

Inclino mi cabeza, lamiendo mi golosina.

Creo.

Ya que es Saimon de pie y con las manos en los bolsillos de su pantalón, apoyado contra su coche, que y al divisarme se aleja del mismo.

Miro para ambos lados sin comprender y me señalo con un dedo.

- ¿Vienes por mí?

- Sí. - Me dice, abriendo la puerta del acompañante para que suba.

Y lo miro raro, porque nadie y ni siquiera Sidharta, sabe que salí de su departamento.

- ¿Eres vidente o parecido? - Río, acercándome.

- No. - Con toda su paz.

Me detengo frente suyo.

- ¿Hablas con Dios? - Pongo una mano en mi cadera. - ¿Pero si no eres chico misa?

Y hace que piensa.

- ...creo en Dios, pero no mucho en la iglesia. Me parece que toma demasiadas comisiones para una comunicación y Dios y yo se podría decir, que tenemos un link directo... - Me sonríe, pero al momento, esta desaparece. - Clark, el Capitán de mi hermano me llamó y vine a buscarte... - Sus palabras causan el afloje de mi mano y con ello, que la paletita que estaba comiendo, caiga y se rompa contra el piso.

Sidharta...




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