CAPITULO 22
CLARK
- ¿ Hiciste todo esto... - Maravillada en el lindo comedor de la casa de sus padres, miro la mesa llena de cosas ricas y para beber. - ...tú, solo? - Exclamo al llegar, después de mi control médico.
Felicidad con más felicidad, ya que el progreso de mi pierna herida va mejor de lo que se esperaba y solo, restando esperar según el médico a que los días transcurriendo hagan el resto, más los analgésicos que me recetó con un cambio de vendas por día.
Y satisfecho Sacha, me sonríe alegre y fascinado como yo, asintiendo.
- Yo, solo ayudé con la elección de la vajillas y ordenarlos en cada platito... - Hope apareciendo detrás de su hijo y palmeando sus hombros orgullosa de su hijo, me dice.
Se me escapa una risa.
Cómo no.
Si cada uno dice a gritos que es él, por ser en su mayoría dulces, ya que es muy bueno en lo que es repostería y glucosa, aparte de bailar y comerlos.
Pastelitos con confites, bocaditos dulces de todos los colores y sabores, masitas con chips y su otro gran amor.
Sándwich con pan de miga en varios surtidos, provocando que sea un mar de baba por lo rico.
Y la cereza todo esto, lo que trae mi padre sonriente y hermosa en su vestido color lavanda entre sus manos para ponerlo en el centro.
Una hermosa torta de crema y fresas.
- La compré... - Mi amigo la señala, rascando su nuca. - ...no hice tiempo. - Se justifica y yo, rodeo su cintura.
- Todo es muy lindo, Sacha. - Beso su mejilla.
Pero recordando algo, miro para todos lados.
Solo somos nosotros en la casa de Hope y Caleb.
- ¿Dónde está el resto? - Pregunto, tomando asiento.
Hope tomando una bolsa que ocupaba una silla y sacando cosas de su interior, habla mientras me pone algo en la cabeza.
Es un sombrero de diseño extraño con brillos y con estos, coronando un gran pene rosa en la frente.
Otro, pero de color rojo se lo ofrece a mi padre y el naranja ella, seguido a enroscarnos guirnaldas multicolores en la base de nuestros cuellos.
Reímos.
- Es fiesta de chicas, Caleb con la condición que le dejemos la mitad de la torta de crema y unos pastelitos, se fue con el abuelo Rodo y que a su vez, irán a la casona a molestar a papá un rato. - Explica. - Mamá los espera para cenar. Y Saimon se excusó que tenía una emergencia...
- ¿En el Hospital? - Papá pregunta y Hope niega pensativa, mordiendo una masita.
- No... - Saca su móvil y mira su pantalla tras buscar lo que sea en él. - ...su locación me dice que no es el Hospital...
- ¡Mamá! - Sacha la mira. - ¿Lo estás controlando por GPS? - Sacando el suyo para examinarlo por dentro por si también lo tiene, haciendo reír a su madre.
- ¡Qué! - Guarda el celular. - Es el menos alborotador de ustedes y callado... - Frota sus labios analíticamente. - No sé, en que anda este muchachito... - Suspenso.
Tal, que nos hace reír a todos por su gran seriedad en cuanto a su hijo número tres y su vida enigmática, pero con su diadema hawaiana colgando y el gran pene coronando su cabeza.
SIDHARTA
Los sonidos propios de los aparatos se sienten una y otra vez, acompañado de eventuales jadeos de algunos de mis compañeros y me incluyo, por matar el tiempo ejercitando.
Terminando mi serie, dejo las pesas de forma pesada en el piso, pero permanezco recostado en la banca.
Solo miro desafiante mientras me paso una toalla por el rostro a mi celular con su pantalla apagada.
Tres mensajes.
Ok, fueron cuatro con el último que mandé a mi hermano hace unos minutos y ninguno, el muy jodido me respondió.
Resoplo frustrado, incorporándome y paso la toalla por toda mi cabeza.
Porque todo me pica, maldita sea.
Y no se me pasa, siendo obvio.
Me desinflo.
Ya que, lo que me molesta no es precisamente un picazón externo.
Chequeo la hora y no falta mucho para mi hora de salida.
Puedo escuchar por sobre los chicos conmigo, como el Capitán habla en el piso más abajo con el resto, sobre las medidas de precaución contra incendios para personal de tiendas, fábricas oficinas y hoteles.
- Yo voy. - Bajando por uno de los tubos, me ofrezco junto a otro compañero, mirando los folletos que acomoda y trajeron hace un rato con un golpe en la mesa.
Y sonrío, cuando nos da el okey, mientras voy por un baño y tomo uno.
CLARK
Mi cabeza burbujea.
Y río como tonta.
Sí, estoy algo ebria, pero el vino espumante de un color rosita tan lindo, más su dulzura a frutos rojos fue tentador.
Sumando los dos vasos de cerveza que tomé anteriormente y ese traguito de licor de chocolate que me convidó Sacha muy bueno, antes de caer rendido a un sofá de la casa, porque es tan malo como yo para el alcohol.
Papá y Hope son otra cosa, ambos con alegría divertida, conversan de la futura boda con brindis de por medio y cual me sumo, bajo la música alegre como de moda sonando en la casa.
Al siguiente choque de copas, el timbre suena y me ofrezco en ir por estar más cerca de la puerta.
No utilizo la muleta y me ayudo con saltitos, seguido a los muebles cercanos para llegar, abriendo feliz y hasta con pequeños movimientos, siguiendo el ritmo de la canción que suena.
Y mi boca se desencaja al ver quién esta del otro lado, quedando estática en el acto.
SIDHARTA
Una feliz.
Me corrijo.
Una muy feliz y alegremente alcohólica Caos, me recibe.
La escaneo sin poder creer.
Con copita en mano y...
Cristo.
Llevo mi puño a mi boca.
Un gran pene coronando su cabeza con flores.
Sabemos llevar a cabo inspecciones de rutinas o verificar en comercios y hasta las escuelas, que los requerimientos contra siniestros se estén cumpliendo, mediante folletería o en este caso y tras un tiempo prudente, el control de los detectores de incendios como extinguidores reglamentarios.
Nada nuevo estos turnos y finalizando, pasé sin éxito por la casa de Clark y Angie.
Deduciendo que la despedida y por el ingrato de mi hermano sin todavía contestar mis mensajes, que solo quedaba la casa de mis padres y así lo confirmé.
La vuelvo a mirar, recorriéndola completamente y volviendo a focalizar en su cabeza.
¿En serio, un pene extra grande?
CLARK
Acomodo mi pelo de puros nervios y hasta el inminente como erecto pene que llevo en la cabeza y Sidharta que no deja de mirarme en silencio, oculta más sus labios con el puño.
- ¿Estás ebria, Caos? - Sale entre sus dedos y con sus azules ojos, mirándome.
Y le sonrío avergonzada, elevando mi pulgar e índice unidos.
- Un poquito... - Susurro, seguido a mirarlo raro por dos cosas. - ¿Qué haces, acá? - Lo primero. - ¿Y por qué...me llamas así? - Lo segundo con un hipo, ya que lo vuelve a repetir a ese apodo.
- Dios, estás muy ebria... - Gime, sin contestar mis dudas y asomando apenas su cabeza al interior de la casa, notando también muy divertidas a su madre como mi papá, continuo a Sacha totalmente desmayado en el sillón. - Pendejo... - Le gruñe a este último, negando.
Para luego hacer señas a la calle de que espere, donde una camioneta estacionada de la dotación de bomberos y un compañero al volante, parece que lo esperan.
Y entonces focalizo y mierda.
Sidharta lleva todavía, el sensual uniforme azul de bomberos y por su pelo aún húmedo, poco tiempo que se duchó.
Dios, es hermoso.
- Bien. - Da por hecho. - Nadie está en condiciones en esta casa. - Me lleva adentro. - Mi turno terminó, pero tengo que regresar a la estación por mi fichaje como cosas y regreso... - Mira el interior nuevamente y a todos. - ...nadie se mueve de acá...
No sé, lo que farfullé o respondí.
Mis copitas de más y dos hipos reiterativos borrachitos no me lo permitieron.
Solo, que Sidharta tras guiarme a mi silla, recordarme que en este estado no suba las escaleras y que únicamente lo espere, prosigue con decirle a su madre que prepare café y antes de retirarse, ligar un Sacha muy dormido, un coscorrón en su cabeza de su parte y que jamás sintió.
Solo adormilado, rascó la zona y cambió de posición en el sofá roncando.
Si fueron más minutos o horas, no lo sé, pero ya estaba de vuelta y vestido de civil.
Ya no había en nuestras cabezas esos lindos penes XXL y tampoco más bebidas alcohólicas.
Con ayuda de su papá recién llegado y partido de la risa por el estado de Hope o más bien, llamándola su Anabelle con besito de amor en la mejilla mientras la guiaba a su cuarto, Sidharta con ayuda de Angie cargaron a Sacha en peso muerto, escaleras arriba y a su propia habitación.
Yo miré atenta todo, mientras bebía la taza cargada de café negro que Sidharta me puso en frente y me pidió que bebiera de él.
Sus pasos se hicieron eco con los de mi papá bajando las escaleras regresando y empezamos los tres a acomodar un poco y ya casi todo en su lugar, mi papá besó mi frente con cariño y un bostezo.
Cosa que me contagió y a Sidharta también.
Sonreímos.
Ya era muy de madrugada y todos teníamos sueño.
- Sidharta me ofreció su cuarto. - Papá acomodó mi pelo. - No podemos volver a casa con Sacha desmayado...
- ¿Duermo contigo? - Murmuré, tirando las últimas sobras en una bolsa para basura y negó.
- Tu pierna está herida, podría golpearte dormido. - Se excusa para luego mirar a Sidharta. - Y no sería justo que él durmiera en uno de los sillones...
Y lo señalo.
- Se puede ir solo. - Me encojo de hombros y me gano su ceño fruncido, dándome risa. - Tiene su propia casa.
Pero papá vuelve a negar, más con la llegada de Saimon en ese momento abriendo la puerta con sus llaves por la obviedad de su habitación que sería usada por él y no hay otra libre, cual queda mirando todo.
Todavía rastros de la despedida, aún quedan y se sonríe.
- ¿La pasaron bien? - Pregunta, acariciando un lado de su cintura.
- Demasiado... - Bufa su hermano, señalando la bolsa donde aparece los cotillones erectos, grandes y eróticos.
- No seas envidioso. - Golpea la espalda de Sidharta divertido por más que sus ojos tan azules como lo de su hermano y Sacha, muestran un severo cansancio mientras se encamina hacia las escaleras.
Pero Sidharta se lo queda mirando.
- Tienes algo en tu pelo y chaqueta. - Le dice y Saimon se palpa la cabeza con la mano libre de su abdomen lateral que sostiene.
Es cierto.
Entre sus mechones, cuelga lo que parece dejos de ramas y hojas.
Las toma y mira.
- Vaya... - Solo murmura tranquilo, como si fuera lo más natural del mundo y a la madrugada, llevar encima hojas y tierra en sus hombros que sacude como si nada, para luego despedirse como subir las escaleras.
- Tu hermano es raro. - Le digo a Sidharta arriba de su coche, tiempo después.
Sí.
Aunque me resistí al principio, regreso con él a la 38 por lo que terminó de cerrar el caso.
Mi falta de medicamentos antes de dormir y cambio de vendaje.
Sigue conduciendo con su mirada en frente y hace una mueca graciosa que se ilumina con las farolas de la calle.
- Los tres lo somos... - Defiende y me hace sonreír desde mi lugar como toda respuesta, dándole en cierta manera la razón.
Mi vista vaga por lo que me muestra en el viaje mi ventanilla.
Sin embargo, Saimon lo es más.
No sé, si la palabra exacta sería extraño como mencioné, ya que es el más tranquilo, pero él, cual los conozco por casi crecer con ellos tres prácticamente, es el que nunca dio problemas.
Raramente dio disgustos como mi mejor amigo y el chico que quiero a sus padres o hubo quejas como todo adolescente.
Siempre la facultad o estudiando en la biblioteca con ausencias de horas, cual muchas lo hicieron llegar tarde a encuentros como reuniones o en su defecto en algunas y con las correspondientes disculpas, porque a Saimon lo que le sobra es caballerosidad en esa temple que jamás falta el autocontrol, no hacerlo.
Sí.
No aparecer hasta el otro día, justificando su falta por quedarse dormido en el departamento de turno de algún compañero por trabajo estudiantil o ya recibido, hacerlo en el room del Hospital, olvidando sacar del modo silencio su móvil.
- ¿Tienes sueño? - Me pregunta de la nada, tomando un giro en una esquina como la conversación de su hermano.
Guau.
Y pese a que bostezo, niego.
- Quiero mostrarte algo...solo llevará unos minutos. - Me pide, ya que no me lo dice y por eso, afirmo sin saber con qué saldrá.
Detiene el auto cumpliendo que es cerca y me ayuda a bajar al estacionar.
No conozco la zona donde estamos, pero sí, de verla, porque es un punto de cruce conocido y si mi memoria no me falla, uno de los tíos de los chicos.
Connor.
Pasando las vías de ferrocarril no muy lejos y de donde nos encontramos como cruzando estas con unas cuadras más, se encuentra su taller mecánico de toda la vida.
Con sus manos en los bolsillos de sus jeans, saca una para indicarme una casa, que por la iluminada calle por más noche todavía y al acercarme, veo en realidad que es un pequeño local.
Vacío.
Su frente vidriado muestra el interior desalojado y en la única puerta frontal, con un cartel cuelga el anuncio de dueño alquila.
Continuo a mostrarme la tienda de al lado, un local de estética y spa muy bonito.
- Antes de ir a casa, hoy hicimos inspección. - Por el salón de belleza. - Los dueños son los mismo que este. - Se acerca al vacío para ver mejor su interior. - No habría comisión por ser trato directo con ellos y solo piden lo básico a muy buen precio, Clark...
Y volteo sorprendida para verlo ahora, con su vista fija en mí.
- ¿Qué? - Lo único que se me ocurre.
Y me abrazo por más abrigo a mí, misma.
No tengo idea, si por el fresco de la madrugada o por recordar la conversación de la otra vez y que no lo haya olvidado, cuando siempre me demostró no importarle nada que venga de mi persona.
Comienza a desenvolver de su cuello una especie de chalina de hombre que lo rodeaba, para ponérmelo en el mío y me cubra del frío, invadiéndome su perfume.
Se gira.
- ¿No querías un lugar para el sueño de Angie?
También giro hacia el local para alquilar.
- Sí, ¿pero olvidas esto? - Palpo la muleta.
Resopla sacando algo de su bolsillo y me lo extiende hacia la luz para que lo lea.
Un folleto barrial.
- Se acercan las fiestas. - Me explica. - Y la vecindad junto a los comercios apoyando, más el directivo barrial, hacen el gran desfile anual y navideño, donde muchos participan por diversión como por el premio mayor.
Dejo el papel para mirarlo, entre interrogante y curiosa.
- ¿ Y eso, sería...
Me sonríe.
- Sí, Clark... - Asiente. - ...un premio en efectivo...
Y mi impulso es saltar sobre él.
Para abrazarlo mucho por pura felicidad y necesito de todas mis fuerzas para retenerme por más que sé, que mi rostro es pura alegría y no pude disimular eso.
Y evitando que siga mirándome, volteo nuevamente hacia el vidrio del local, apoyando mis manos contra él y con un suspiro, empaño el mismo.
- ¿Por qué? - Solo digo y duda por mi acción un instante, pero continúa.
- Podemos ayudarte, sería un desfile...
Y sacudo mi cabeza, interrumpiéndolo.
- No a eso, Sidharta... - Bajo mi vista. - ...por qué, haces esto por mí? - Le pregunto. - Jamás te interesó algo mío. - Sonrío triste. - Tú, mas que nadie y de hecho... - Hasta río con tristeza. - ...todo el mundo sabe mis sentimientos de chica y lo molesto que fue y sigue siendo esto para ti. Yo siempre fui...
- ...un caos? - Termina por mí, diciendo ese sustantivo de forma tierna o divertida.
No tengo idea.
Y eso me da más rabia, comprendiendo ahora por el motivo de apodarme así, hoy y dos veces.
Ya que, eso siente que soy para él.
Solo soy, confusión, desastre y desorden en su vida.
Amarga verdad.
Y apoyo mejor la muleta bajo mi brazo para encaminarme a su coche, dejando un desconcertado Sidharta con mi gesto de quiero irme ya.
Eso o lloro en su cara.
Pero me atrevo a negar, antes de abrir la puerta.
- No rompas mi corazón de vuelta... - Le digo, sintiendo que se aproxima mientras abro mi puerta.
- ¿Cuántos corazones tienes? - A su vez dice él divertido, reteniendo su mano la puerta a medio abrir y que suba.
Y elevo mi rostro para mirarlo odiosa por su respuesta estúpida, pero me encuentro que no hay ninguna cuota de gracia por más humor en la oración.
Su rostro inclinado que al igual que el mío, es duro y sin dejo de algún tipo de ironía o diversión.
Un latido y dos respiraciones, creo que es la distancia que separa nuestros rostros por equilibrar mi altura.
Espera mi respuesta y por una vez en la vida, no me hago esperar y soy condenadamente sincera con él.
- ¡Solo uno, Sidharta Montero! - Chillo y no me importa que todo el maldito barrio me escuche a esta hora de la noche con su madrugada. - ¡Que te quiso desde el primer día que te vi y fuiste quebrando pedacitos años tras años y el más grande porque dolió mucho, ese maldito 14 de Febrero que me rechazaste, repudiando sin siquiera leer mi carta o aceptar mis masitas de chocolates que yo misma te hice! - Exclamo o más bien, le reclamo.
Que se yo.
Las lágrimas que me brotan, nublan mi cerebro para de decidir.
Por eso cubro mi rostro con mis manos para que no las vea.
- ¿Entonces, algo queda todavía?
Y lo miro entre mis dedos.
Ira.
¿Habla de mi corazón?
¿Me está jodiendo?
¡Que pregunta más estúpida, Santo Dios!
Y me limpio los ojos con el puño de mi abrigo con bronca.
- ¡Eres un idiota! - Volteo para forcejear a mi puerta, por más que su mano aún se opone.
Pero es inútil luchar contra su fuerza y me giro para enfrentarlo otra vez.
- ¡Sí! ¡Queda un pedacito que es la de mi orgullo! - Le respondo y elevo más mi voz, al notar su rostro siendo pura diversión.
Ni esto lo toma en serio y más enojo me colma.
- ¡ Pero la uso para amarme y que lo hagan? - Ya no hay lágrimas. - ¡Y que me valoren!
Y mis palabras algo cambia en su rostro.
Su semblante sigue con ese dejo de humor o la mierda que sea, pero sus ojos fijos en mí, cambian.
Oh Dios.
De repente la expresión de ellos como color, se tornan más intensos.
Como un azul plomizo con aire más severo, al igual que su postura inclinada frente mío y cerrando de golpe la puerta, para que no haya ninguna jodida posibilidad que suba.
Nos enfrentamos.
- ¿Entonces, ya no me quieres más? - Aunque todo Sidharta es seriedad ahora, lo que sus labios dicen, no.
Porque es suave y totalmente concentrado en lo que voy a responder a eso.
Y niego como una gran mentirosa, pero decidida a no seguir con este amor que jamás fue correspondido por años.
- ¡No! ¡Me cansé de quererte! - Grito y con ello, Sidharta abandonando la puerta y tomando mi rostro, me besa.
Sus manos acunan mis mejillas mientras nuestros labios chocan.
Su contacto que tantas veces soñé con ellos, son tiernos, húmedos y demandando más, con su lengua apenas rozando la mía.
Y me dice sobre ellos.
- No ames a nadie más que a mí, Caos... - Me atrae contra él y la puerta de su coche. - ...no vuelvas a decir eso, por favor... - Ruega con ternura contenida, llevando mi rostro a su pecho y acariciando parte de mi pelo con su mano.
Locamente, escucho sus latidos mientras más me abraza.
Soy un mar de emociones invadiéndome sin moverme en se nido que es su cuerpo rodeándome.
No gesticulo como reacciono.
Solo y idiota ahora yo, quedo estática sin moverme y con lo único que repite mi cerebro como mi sistema nervioso.
- Me besaste... - Lo digo en voz alta y sin procesar. - ...me besaste por primera vez...
Y su cuerpo se sacude suavemente, mientras me envuelve más con sus brazos por una risita silenciosa.
Su mejilla descansa por sobre mi cabeza.
- Dos veces, Clark... - Responde.
¿Eh?
No entendí y capta mi intriga, pero no permite que eleve mi vista para que lo mire.
Me lleva más a él y suspira largamente.
Acaricia con más cariño, mi pelo como mejilla.
- Nada... - Formula, que y por más que no lo veo, siento que se sonríe feliz.
Poco más de un año atrás...
SIDHARTA
Jodido calor de verano.
Lanzo las llaves de mi auto sobre mi cama como el bolso, seguido a sacarme la camiseta algo mojada por transpiración por el cuello, mientras y en el proceso desabrochando la hebilla del cinto, me deshago de las cosas de los bolsillos de mis jeans.
También, la billetera, celular y un par de monedas paran sobre la cama de mi habitación.
Solo y mientras abro la ventana por un poco del jodido aire fresco de la tardecita, retengo en mi mano un papel con la dirección de lo único que me interesó, después de tanta búsqueda y con ayuda de la abuela.
Un departamento de un ambiente en la calle 38 con lo justo como necesario para mis pocas prioridades.
Mi lugar.
Uno propio.
- Carajo... - Bufo, abriendo un cajón y no ver una toalla a mano en el baño.
- Sacha... - Murmuro encaminándome a su habitación, ya que el muy puto es dueño de todas por el uso constante de la piscina de casa.
Atravesando el pasillo, noto y para variar, que Saimon en su habitación no está al pasar, sin embargo y por estar a medio abrir la puerta con la luz encendida y tenue del velador, mi otro hermano, sí.
- ¿Dónd... - Suelto mi reproche contra Sacha, pero me obligo a callar de golpe al entrar y ver que mi hermano no está, pero sí.
Mierda.
Clark dormida sobre la cama de Sacha.
Muy dormida.
Mi vista pasa a ella para luego al escritorio y distingo.
Sonrío.
Rutinas escritas como dibujos sobre papeles por ellos.
Muchas.
Un par de vasos de yogurt que bebieron.
Resaltadores y bolígrafos.
Y más papeles, apenas visibles por la mochila rosa de Caos sobre ellos.
Elevo mi ceja curioso y acercándome.
Por notar al estar abierto totalmente su cierre, que del interior de la mochila sobresale apenas, no solo la cajita con masas, además, la carta que me hizo y yo rechacé el otro día cuando fue a la estación.
La miro de soslayo verificando que sigue durmiendo.
Su suave respiración ralentizada me confirma que lo hace profundamente, mientras tomo la caja y sonrío como idiota por su amarillo y la cinta de seda mora que la envuelve con delicadeza, mientras de la misma manera la desato y destapando, encuentro unas seis masitas de chocolate que en el mejor intento de Caos cocinándolas, quisieron tener forma de corazón.
Muerdo una volviendo mi vista a ella y arrugo mi rostro procurando no reír a carcajadas, tapando mi boca con mi brazo y obligando a tragarme la galleta.
Porque son incomibles por lo duras, poco sabor y la parte de abajo quemadas.
Sin embargo termino una feliz, guardando como estaba la cajita en su mochila, continuo a lo que me roba una exhalación silenciosa.
Su carta de amor.
Y lo abro, ya olvidando que Clark está a metro mío durmiendo.
Es más, me encuentro leyendo esta, tomando asiento en un lado de la cama.
El sobre como el papel, también son amarillos, pero decorado con algunos stickers y colores, haciendo que vuelva a sonreír, mientras me sumerjo a sus palabras y a esas dos hojas que dicen sus sentimientos.
Mis brazos descansan sobre mi regazo sin dejar de leer, como mirar cada tanto a Caos.
Y lo vuelvo hacer cuando termino su lectura, pero ahora largamente a su rostro dormido que levemente se mueve y acomoda mejor sobre la almohada.
Me atrevo a acariciar su mejilla con el dorso de mi mano con cuidado, como correr un mechón de su pelo largo de su frente.
Para luego inclinarme y sin su permiso, pero con ternura, mis labios toquen los suyos.
La beso.
Lo hago con amor, sin que lo sepa y con suavidad.
Y de la misma manera, me separo de ella con nuestro primer beso.
- Gracias, Clark... - Le susurro muy bajito, poniéndome de pie y volviendo a poner donde estaba la carta, seguido a una de las tantas toallas que mi hermano se roba de los baños.
- ¿Qué haces? - Chocamos con Sacha en la puerta de su habitación.
Él por entrar cargando una bandeja con jugo y golosinas y yo, por salir.
Mira por sobre mi hombro hacia dentro curioso, viendo a Clark durmiendo y le elevo el toallón en su cara.
- Buscando una, saqueador de toallas... - Le suelto y sin esperar respuesta, voy a mi habitación.
No volteo.
Ni muerto.
Porque sé, que malditamente tengo sus ojos pegados a mi nuca con su media sonrisa estúpida.
Ruedo mis ojos, sonriendo.
Y la de hermano mayor como de inteligencia, que y aunque no lo parezca.
Le sobra al muy jodido...
Últimos tres capítulos la semana que viene.
CRISTO :)
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