CAPITULO 19
CLARK
- ¿Estás seguro? - Al estacionar en un lado de la departamental de bomberos, se me escapa.
No estaba convencida cuando Sidharta me lo ofreció en su casa.
Supongo por no querer dejarme sola varias horas con la llamada reciente de Sacha, diciendo que hasta por la tarde no podría estar conmigo para buscarme con papá para no sé, qué.
Y por ende, mi dichoso tutor llevarme a la consulta médica hora antes.
- No hay problema con eso. - Responde.
Pero no a lo mío, si no a que puedo estar en la estación, bajando del coche y con ademán a que yo lo haga también, cuando abre la trasera por su bolso.
Por sobre el techo del auto lo miro, todavía indecisa.
Para que comprendan.
Ciento de veces y desde años atrás, me hice pasaditas apropósito por la fachada de la estación de bomberos.
Y entre ellas, por la acera de en frente con disimulo y como si fuera de la más pura casualidad.
¿Quién no ha hecho eso, sabiendo que el chico que te gusta está en una exacta ubicación geográfica todos los días?
Para contentarte de verlo por breves segundos y a la distancia o en su defecto, conformarte con solo mirar enamorada y como si fuera la construcción más hermosa del mundo el techo, cual lo acoge y por saberlo dentro.
Pues yo, sí.
Por eso, estar a metro del edificio que yo siempre vi como la octava maravilla y como la ley manda, sin sentirme una exconvicta corrompiendo su libertad condicional y cual, acosadora silenciosa era con Sidharta y lo más importante.
Lo miro de reojo.
Teniendo a metro mío al acosado y por invitación propia de él.
Friego mis brazos, por escalofrío.
Siento.
¿O presiento?
Que soy un cazador, cazado.
SIDHARTA
Clark se aferra a la muleta como si se le fuera la vida en ello, inmóvil donde quedó.
Por un momento me alerto, pensando si fue sano traerla por su accidente.
Pero fue suficiente un segundo después, para darme cuenta que su dolor no pasaba por lo físico.
Más bien.
Por uno interno y de esos que y por más cicatriz por el tiempo, siempre late.
Su vista me lo dice focalizada en el lugar exacto, donde ese 14 de febrero al fin había tomado coraje.
Sonrío.
Para declararse, olvidando jamás su postura rígida como brazos extendidos frente mío, sosteniendo las galletas de chocolate con la tarjeta escrita para mí.
- ¿Entras? - Le digo acercándome a ella, logrando que salga de su limbo reflexivo.
Y sé, que sonó como una orden y no, como una consulta.
Pero ni uno, como lo otro.
Me encuentro asombrado por más tono de voz, que es un ruego.
Y asiente, aún con dudas.
Pero caminando y yo a su lado como a su tiempo por la muleta a los arcos de entrada donde dos camiones bomba con su frente asomando, parecen custodiar el lugar.
CLARK
Es un barrio que ubicada la estación de bomberos se podría pensar que es alejado de todo.
Pero lo cierto, es que está en una zona más bien familiar y de las antañas.
Edificios departamentales con poco más de dos pisos, casas y negocios, cual por su diseño como construcción, datan de las primeras que se hicieron cuando se fundó la ciudad.
Algunos niños jugando a la pelota en la calle por el poco flujo automovilístico.
Un abuelo sentado en los escalones de afuera de su vivienda, leyendo el periódico y fumando.
Dos señoras barriendo la acera y conversando con una tercera desde la ventana, sin dejar de mirar todo al mismo tiempo.
Inclusive, nuestra llegada con Sidharta.
Que y como mencioné antes, conozco demasiado bien por ser esa potencial acosadora del chico que camina al lado mío y jamás se enteró de eso, cual y no entiendo el motivo, las comisuras de sus labios misteriosamente se encuentran elevadas por una sonrisa misteriosa.
Suponiendo por estar en su lugar favorito, ya que Sidharta ama ser bombero o por recordar algo que le debe ser muy grato y obviamente, tiene como personaje principal a lo que ama.
Esta estación de bomberos.
Calculo.
Tampoco me explayo en mi análisis por culpa de mi mandíbula.
Sí.
Porque se me cae al piso.
Literalmente, cuando entramos y siendo mi primera vez.
Y hasta tengo, no solo que sostenerme de mi muleta con más fuerza, me atreví además de aferrarme y sin el permiso del díscolo chico que amo a su fuerte brazo por la seria posibilidad de que mi patita sana se desfallezca también, ante el paisaje que nos recibe.
No solo por esta enorme y digamos cochera llena.
Ok, esperen, me corrijo.
Colmada es la palabra de cosas y objetos, porque, desde las simple mesa mediana, casi rozando la parte trasera de uno de los camiones bomba en su sencilla madera con sillas haciendo juego, decoración llena de más cosas sobre un desorden ordenado, mangueras con sus gruesos calibre colgando en una pared y hasta en un sector, la ubicación de un pie con el tablero como red para jugar al baloncesto con tres pelotas en su base y a la espera de ello.
Todo es malditamente masculino y diciendo a grito, machotes en camino.
Para dar paso a lo siguiente.
Tal o parte de ellos, siendo uno seguido a nosotros, ingresando y nos pasa por al lado, golpeando alegre con su puño a Sidharta en un hombro y a modo saludo, para luego a mí, con una sonrisa.
Un compañero vestido de civil y como Sidharta, también cargando un bolso.
Alto, apuesto.
Muy apuesto.
Y que para mi desgracia visual, captando bajo esa camiseta clara y jeans ajustados, lo que Dios y el esfuerzo físico hicieron de él, en su parte trasera como muslos tonificados.
Seguido a la aparición de un segundo y un tercero.
Cristo.
También fornidos, pero estos con la vestimenta propia de bomberos, llevando uno la parte superior atada a su cintura, mostrando la baba de una tela blanca cubriendo un pecho muy fortalecido, como una cintura estrecha y su six pack con cada respiración, mientras su compañero y sin saberlo.
Supongo de nuevo.
Que los uniformes son de excelente género resistente, ya que al apoyar sus brazos contra un marco elevado y saludando, la tela se tensa exhibiendo.
Cristo, soy yo, otra vez.
Los abultados músculos trabajados.
Y así, otro bajando del segundo piso en uno de los dos tubos de descenso del parque de la estación.
Más otro compañero saliendo de la oficina hablando con un octavo, cual al abrir la puerta me hace mirarlos.
¿Dije que también, muy sexys y calientes?
De igual manera un noveno chico que y a través de su voz, me hace mirar hacia arriba.
Y no, por ser un dios y tener la gracia de ser testigo de ello.
Que reconozco no lo quedaría mal y la del tipo adonis, por ser tan guapo y sonriente, como el resto de sus colegas.
Si no, por encontrarse en el techo del segundo camión de bomberos, tal vez verificando algo, ya que lleva entre varias herramientas en sus manos, un destornillador sobre su oreja, recordándome al señor de la verdulería cerca de casa que lo hace con su bolígrafo para apuntar los pedidos.
Estoy estática, pero sacudo mi cabeza para irrigar sangre o lo que sea mi sistema nervioso y mi cerebro recuerde que soy un ser vivo.
Y lo hace, dejándome que mire a todos lados.
Buscando y como deduciendo por donde saldrá.
- ¿Qué buscas? - Cuando reacciono haciendo eso, Sidharta me pregunta.
- Espero... - Solo digo y sin importarme que toda la caliente muchachada me escuche.
Inclusive, él.
- ¿Qué cosa? - Dice uno.
El que lleva atado su uniforme pornográficamente atado a su cintura, mostrando casi todo para el buen deleite de un público femenino y haciendo a un lado su largo pelo ondulado castaño.
Que juraría, hasta parece en cámara lenta y del tipo modelo de Calvin Klein en un comercial de perfume.
Sigo mirando para mis lados, porque no puedo creer que no aparezca.
Y ante la ausencia y por la mirada tanto de Sidharta como sus compañeros, interrogantes sin comprender, elevo mis brazos y los bajo.
- Esperando que aparezca la canción de Mujer bonita o la de I am too sexy de Right Said Fred. - Los señalo. - En esta parte de alguna historia, jodidamente aparece esas canciones como cortina y fondo de todo. - Río.
Y me sigue con una carcajada el chico arriba del camión de bomberos, para luego el resto.
Inclusive Sidharta, pero tapando mis ojos para que deje de ver a sus compañeros.
Y mi corazón, late fuerte...
19 años de edad...
SIDHARTA
Sonrío, mientras termino de ajustar un arnés con fuerza, de una de varias correas de un costado del camión de bomberos en su lateral.
Para ser exactos en el inferior de la hidro, que y por su abultado volumen exterior, oculta casi la totalidad de mi cuerpo.
Desde dentro, yo puedo ver.
Pero de afuera con mucha focalización por el brillo diurno, frente a la oscuridad interna de las grandes cocheras, sí.
Chequeo la hora de mi reloj pulsera y está a un minuto de marcar la hora exacta.
Vuelvo a sonreír.
Y por eso me apoyo contra la misma, camuflado y cruzando como apoyando mis brazos sobre su superficie.
Esperando.
Y una baja risa se me escapa, al ver como prolijita y a tiempo por la acera de en frente, Caos con su uniforme escolar, pasa y con disimulo pero de reojo por más libro abierto frente a su nariz aparentando leer concentrada esa novela, mira para la estación.
Buscándome.
Lunes, miércoles y viernes son los días, a las 17h.
Y a veces, dos domingos de cada mes por su agenda de clases de baile con mi hermano.
Casi, cuatro veces por semana con su recorrido religioso y que le queda camino opuesto a la academia de baile.
Por mí.
Hoy, un libro de romance.
El miércoles pasado, cargando una maceta y ocultando su rostro con las grandes hojas de la planta, preguntándome si la compró o siendo de su padre la cargó todo el viaje.
Río.
Y el lunes tomando coraje y cruzando a nuestra acera, pero con pasitos acelerados por miedo a ser descubierta y también, poco más, cubriendo parte de su carita con una bolsa llevando bollos dulces que compró en la panadería de la esquina, cual reconozco por la marca de esta.
Algunas veces me muestro, pero finjo que no estoy atento a su pasada, mientras simulo hacer algo solo o con un compañero.
Porque yo también, me conformo con solo mirarla de lejos y a esa velocidad vertiginosa que Caos pasa.
Y suspiro solo y asomando mi cabeza por el exterior de la entrada, para ver lo que Clark me regala, ya llegando a la esquina y con su uniforme secundario que es templo para mí.
Su espalda antes de desaparecer y tomar el autobús.
Hasta el domingo, mi bonita Caos...
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