CAPITULO 17

SIDHARTA

Beso la frente de mamá con cariño al recibir su plato de comida que yo mismo busco, seguido a tomar asiento en la mesa.

El aroma a comida casera y caliente abre mi apetito, sumergiendo con ganas la cuchara y sin perder tiempo, lo llevo a mi boca.

Todos me acompañan por más que cenaron temprano, recordándome lo bien que se siente estar con mi familia como de niños, pero a su vez con esa palabra, un trago amargo de años atrás, golpea mi memoria por traerlo a colación Clark más temprano con mucho dolor, haciendo que frunza mi ceño por eso.

- ¿No está rico? - Mamá sentada en frente, me mira preocupada y niego rápidamente.

- Está sabroso. - Aclaro. 

- ¿Algo te preocupa? - Papá mirándome, lucha con pelar una manzana sin éxito.

- ¿No te sientes bien, cariño? - Mamá como siempre, estando en todo.

Le encanta y heredé de ella, esto del control.

Por eso me pregunta, mientras toma la fruta del viejo al igual que el filoso cuchillo y lo hace por él.

Y la entiendo perfecto, sin dejar de comer.

Papá es propenso a algunas catástrofes por su alegre y cotidiano despiste, en este caso como la cáscara que logró sacar, llevándose casi la mitad de la manzana, augurando con eso, un dedo menos en minutos más.

- ¿Podrías revisarlo? - Mamá sin darse por vencida mira a Saimon, sacándolo de su vista fija en un pequeño papel que no deja de leer.

Creo.

Como retenerlo con fuerza entre sus dedos.

- ¿No estás bien? - Me pregunta, guardando con cuidado el papel en su pantalón y vuelvo a negar todos.

- Sidharta no necesita a Saimon, necesita a... - Sacha, quiere acotar.

- ¡Quieres parar! - Pero lo interrumpo, dejando ya el plato vacío y el muy puto se sonríe, mirando a nuestro hermano.

- ¿Cuándo te recibes de cardiólogo? - Le consulta.

- Me falta unos años... - Responde sin saber a donde quiere llegar Sacha y reconozco, yo también.

Y cuando va a largar una de sus grandes burradas, mamá interrumpe mirando a papá.

- Renuncio a la maternidad. - Le dice. - Muchas horas y mala paga... - Haciendo reír al viejo, masticando su fruta ya pelada.

Sin embargo, papá nos mira con cariño a todos, pero sobre todo a mamá y a mí.

Y a su vez, ella a él, para luego a mí, detenidamente y como si entre ellos comprendieran algo que yo no, se sonríen mutuamente y me lo afirma, llegando a ella para abrazarla.

Papá, es bastante más bajo que mamá.

Y más, cuando ella usa sus altos tacones que todavía no los cambió al llegar a casa por algo más bajo como cómodo.

Inclusive con nosotros, llevándole más de una cabeza con mis hermanos.

Pero, eso jamás le impidió al viejo nada.

Como en este caso y sin dejar de abrazarla con ese amor de toda la vida que fuimos testigos con Saimon con Sacha y mamá lo recibe de la misma manera, sobre su apodo eterno de su parte.

Su terrorífica y dulce Anabelle.

Pocos minutos después, pero en su auto, mamá estaciona para mi asombro en el lugar menos pensado y más siendo ya de noche.

En el estacionamiento de la metalúrgica del abuelo.

Creí que íbamos por helado, ya que tanto papá como Sacha nos volvieron locos con el tema de los gustos y que no olvidemos ninguno.

Pero y para mi sorpresa, bajando y ella de su cartera sacando un par de latas de gaseosas, me indicó con un gesto alegre que la siga, mientras en el predio y saludando a cada guardia de seguridad como operario del horario nocturno, caminamos por un lado del Holding, para luego llegar a la parte trasera.

- No entiendo que hacemos acá. - A su lado, le digo con bastante curiosidad y sin dejar de seguir su ritmo de pasos.

Y me mira de lado, aferrando más las gaseosas.

- Ya lo sabrás... - Enigmática, pero con su respuesta llegando al gran tanque que abastece el lugar.

Uno, enorme y con muchos pies de alto, siendo algo así y para nosotros de chicos como cualquier adulto por su coloso tamaño, como el vigía o guardián, velando la T8P.

Pero me detengo de golpe al notar como mamá y llegando a sus pies, entregándome las latas mira este elevando su barbilla, cual y por más iluminación que no le falta, sonriente lo mira con ganas.

Y yo, me rehúso.

- No, no y no... - Exclamo para nada de acuerdo a lo que su rostro afirmando me dice.

Miro la gran, peligrosa y extensa escalera vertical que te conduce a su alto.

- Ni siquiera lo pienses... - Me interpongo a ella por si quiere subirla. - ...te vas a romper una cadera. - Suelto y carajo, su manotazo golpeando con rudeza mi cabeza, no se hace esperar.

- Que pendejo... - Suelta entre ofendida y con humor, continuo a descalzarse y señalarme sus caderas como fuertes piernas, gracias al baile de casi toda una vida. - Te recuerdo que los tuve a los tres por parto natural y crie a tu padre en el proceso... - Tira su siempre como largo pelo castaño detrás de su hombro con suficiencia y sigue. - ...y orgullosamente, madre joven...pero tranquilo, cariño. - Me indica metro más atrás. - Aunque muchas veces lo hice sola, después con tu padre y seguido luego, con tu tío Denicio. - Me indica otras escaleras que nunca divisé atrás y estas, como corresponden en diagonal y hasta con barandilla de protección. - Tu abuelo al enterarse de eso, mandó a construir aquellas... - Comienza a subir y la sigo. - ...no por miedo a mí. - Ríe. - Más bien por el peligro de tu padre al seguirme o ante el pánico de saber que tu abuelo Rodo lo haga por cabezón y querer también, saber mi lugar. 

Reímos.

- ¿Tu lugar? - Guau.

Asiente sin dejar de subir cada peldaño.

- Mi lugar de pensamientos y decisiones importantes. - Y no hace falta que voltee al decirlo, para que yo sienta como y en su voz, mamá lo dice sobre esa seriedad, llena de felicidad.

Y lo entiendo llegando a su alto.

Su cúspide.

Donde nos regala, supongo a ella cientos de veces y a mí, la primera vez.

Rayos.

No solo un panorama impecable, gracias a la cálida y despejada noche con su luna, los casi 360 grados de una vista más allá de la imaginación humana, tanto, parte de la ciudad iluminada como lo que es en todo su esplendor la T8P en su arquitectura esbelta con su grandes dimensiones.

También.

Y respiro profundamente y exhalo de la misma manera.

Lo gratificante que se siente todo esto desde la altura.

Mamá toma asiento en una de dos reposeras que descubro al voltear y con palmadita en la vacía, me invita a que lo haga a su lado mientras nos cubre con una suave cobija a cuadros que saca de un costado y tampoco había visto.

- También idea de tu abuelo. - Me dice feliz, tomando la lata de gaseosa que le ofrezco, abriéndolo al unísono conmigo, siendo el único sonido que interrumpe y sin dejar, ya que es imposible, no seguir admirando todo esto.

La miro.

- Dios... - Me sale sinceramente y ríe, dando un sorbo a su bebida.

- No, no lo soy... - Me responde, otra vez con humor. - ...pero me gustaría... - Eleva su lata. - ...para convertir esta gaseosa en vino, la noche está ideal. - Toma otro poco y su mueca lo avala, causando que suelte una risa.

Y solo por unos segundos, un agradable silencio nos colma sin dejar de deleitarnos con la vista, pero vuelvo a mirar a mi madre.

- Lo siento... - Me sale y dejando su lata, me mira con curiosidad.

- ¿Por qué, cariño?

Y bajo mi vista a la mía.

- Por esa vez. - Prosigo y que nunca abandonó mi memoria y como bien mencioné antes, Caos me lo recordó con tristeza. - Por levantarte la voz y decir cosas fuera de lugar.

- Y que jamás sentiste... - Sigue por mí, comprendiendo de que hablo.

Y yo, afirmo.

- No de esa manera, mamá... - Murmuro y me entiende, calmando mi hombro con su mano.

- Lo sé, cariño...lo sé. - Ambos nos dejamos llevar por el cielo estrellado, viniendo a mi mente un recuerdo de los que atesoro con Caos.

Un certamen de baile en un teatro de los muchos que fui con mi familia.

Y sonrío en silencio por eso.

- Las mejores decisiones fue en este lugar. - Mamá me saca de ese pensamiento y le presto atención. 

- ¿Las mejores? - Digo y me afirma sonriente, sin dejar de mirar la noche.

- Las importantes y que valen la pena, hijo. - Continúa, pero ahora mirándome. - Lo hice sola, con tu papá, tu tío Denicio y poco tiempo atrás, con tu hermano Sacha...

- ¿Lo trajiste también? - Otra vez, guau.

Asiente.

- ¿Y a Saimon?

Niega.

- Él me va costar más y todavía no llegó su momento... - Su índice en su barbilla, delibera. 

Y no termino de entender, aunque a la vez, sí.

- Tu abuela usa su libretita... - Y palmea parte del tanque, tras nuestro. - ...yo en cambio, uso un tanque. - Alegre mientras se pone de pie, pero me arropa como si fuera aún un niño con la parte de su cobija. - Y por eso te traje, cariño.

- ¿El mío, si llegó? 

Y no duda para nada, mientras camina hacia las escaleras para bajar.

- Sí, pero no terminaste de darte cuenta. - Me responde. - Te espero abajo, pero tómate tu tiempo... - Finaliza descendiendo y quiero levantarme para seguirla, pero jodidamente me encuentro segundos después, que realmente quiero estar a solas un rato más.

Suspiro largamente y hasta acomodándome mejor con la frazada que me cubre.

Pensando mucho todo y con una extraña pero pacífica felicidad, mientras no dejo de mirar desde este alto, el gran paisaje nocturno que el tanque de mamá me regala.

SIDHARTA

17 años de edad...

Totalmente es una ovación, cuando Sacha y Clark sobre el escenario, hacen un truco sin perder el ritmo de la contagiosa canción con cada paso que hacen o dan.

Inclusive, yo siento que mis pelotas suben a la garganta por eso, pero bajan y hasta vuelvo a respirar con normalidad, al ver que mi hermano la recibe del aire con presteza y como si eso fuera, cosa de niños y para nada peligroso.

La taquicardia que sufría, se desvanece y termina de mermar mi preocupado corazón, con lo único que lo podía menguar.

Ver a Clark tras ese jodido truco y como siempre lo hace cuando baila.

Lo que le apasiona.

 Sonreír.

Mucho y como siempre decorando su lindo rostro apenas maquillado, porque no le hace falta con el suave recogido de su pelo largo y castaño.

Casi está terminando y aprovecho que Saimon como todo el público que comienzan ahora a aplaudir, en admirar en mi celular los cientos.

Y condenadamente, no exagero.

De fotos que y como siempre por más que nadie los sospeche, yo disimuladamente capturo de Clark, tanto en su previa como mismo momento de función con mi hermano.

Y sonrío totalmente feliz por todas las que saqué, sin darme cuenta por sumergirme en las imágenes de Caos.

Sí, desde el año pasado le digo así, aunque ella no lo sepa.

Que todo el teatro y en su totalidad lleno de gente, se puso de pie para aplaudir con efusividad a Clark como Sacha, mientras los jueces debaten su puntaje y despierto de mi ensoñación rosa, mientras protejo que nadie vea lo que atesoro en mi móvil, gracias a los continuos codazos que intentando ser disimulados, Saimon me da volviendo a tomar asiento.

Pero solo logro aplaudir un par de veces, ya que finaliza, logrando ver como Sacha nos saluda alegre desde el escenario y Clark con cierto dejo.

Inclino mi cabeza dudoso.

¿De tristeza?

Hacia mi dirección y no lo comprendo, por más que le dan a ambos el puntaje perfecto y Sacha la obliga a desviar su mirada de mí, por abrazarla, festejar y luego con una última reverencia, retirarse para que pase la siguiente y última pareja de baile.

- Te veo con los viejos después... - Ni siquiera permito que Saimon procese mi repentino escape de su lado, mientras pido permiso como disculpas a la gente al pasar por la fila, aún sentada en sus butacas.

Logro ver a Angie salir de los vestidores y bambalinas, pero saludando a otros padres de concursantes, estos lo detienen para conversar, que y al verme, camino hacia él.

- ¿Clark? - Pregunto y pidiendo disculpas por interrumpir al llegar.

Angie me sonríe con ternura y me indica hacia una de las salidas del teatro, donde te llevan a uno de los jardines laterales.

- Fue por un poco de aire hasta que den los resultados.

- ¿Por cansancio? - Me preocupo y niega, revolviendo mi pelo, provocando por mi dicho que tanto él como los otros padres, se sonrían por eso.

- Disfrutando el momento, pero si quieres ayudarme... - Me pide. - ...a lo mejor Clark, muere por  beber algo fresco después de concursar. - Me dice y no dudo en ir hasta el bufé de bebidas fuera de los palcos, eligiendo una botella de agua saborizada bien fresca y negando rotundamente por una lata, ante la posibilidad que se corte otra vez.

Saliendo afuera y buscándola entre el gentío que también salió para disfrutar, tanto del parque teatral como la noche despejada, la ubico a la distancia, solitaria y apoyada contra una gran columna estilo greco, observando el cielo.

Y yo, aclaro un poco mi garganta como a un costado mi pelo, mientras me hago paso hacia Clark.

- ¿Tienes sed? - Es lo único que se me ocurre, extendiéndole la botella de jugo y me gano su mirada.

Ella sigue con ese hermoso vestido blanco.

Es uno suelto y algo corto para mayor comodidad con cada movimiento de baile y de diseño puramente exclusivo por las magistrales manos de su padre.

Y Caos con él, sus delicados zapatitos claros, el pequeño tocado del mismo color en su peinado al igual que las pantys que lleva.

Mierda, por lo lindo.

Provocándome, hasta ganas de rodearla por el mero hecho de buscar sus alas, ya que realmente.

Ella, parece un ángel.

Y creo que verme la sorprende o asusta.

No lo sé bien.

No somos nada y después de mi burrada aquella vez, cual renegué de ella con mamá y Caos no me comprendió, como tampoco yo me esforcé por explicar, ahora tampoco amigos.

Por eso y pensando que su opción fue lo segundo, vuelvo a mi silencio de patán, mientras me agradece con timidez la bebida que le compré y al destaparla, bebe con ganas y yo muy satisfecho y disimulando, noto que con las tapitas a rosca no peligra de lastimarse.

Y me apoyo como Clark del otro lado de la misma columna, quedando ambos sin hablar.

No me molesta eso y creo que a ella tampoco.

Porque me encuentro sonriendo y pese a que no la puedo ver completamente y solo una parte, diviso que también lo hace sin dejar de mirar hacia el cielo como yo.

- ¿Crees que ganaremos? - Sutilmente por su siempre timidez cuando estoy frente a ella, su voz me habla, ya que nunca me mira.

- Probablemente, sí... - Tampoco la miro como cambio mi postura desde mi lugar y con mi vista arriba, aunque siento que se sonríe y eso me hace bien.

- Quiero convertirme en una gran bailarina... - Suspira su deseo y percibo que se sorprende por decirlo en voz alta, porque apenas volteo a ella y pese a la noche, sus mejillas suben dos colores por notar que la escuché.

Supongo.

- El cielo nocturno cuando está despejado, es tan bonito... - Cambia rápido de conversación. - ...hoy se pueden ver las estrellas. - Afirma sin dejar de mirar todas ellas, abandonando la columna para caminar por el jardín y sin dejar de ver el cielo.

Exhalo, ahora mirándola plenamente y siguiéndola paso más atrás.

- Yo también veo una... - Le respondo sin sacar mi vista de ella. - ...una gran y hermosa estrella... - Porque se va a convertir en una por la gran bailarina que es.

Muy feliz.






Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top