Caos: El Regalo de la Diosa

Lia caminó por pasillos tan negros como la noche en dirección a la sala donde ella y su madre se reunían. Enormes columnas de onix la flanqueaban al caminar, haciéndola sentir minúscula en comparación. ¿Por qué los dioses siempre moraban en residencias tan gigantescas? La de su padre era igual, sólo que en tonos cálidos y sin los diseños de muerte por todos lados.

Cuando una raza inteligente e inferior llamados "humanos" surgieran, se referirían a sus enormes residencias como templos... y no podría culparlos. La magnificencia de sus hogares era fuera de cualquier mundo.

Cuando llegó al praetorium d' occulus, su madre se encontraba esperándola sentada en la fuente que ocupaba el centro de la habitación. La mujer alta y delgada, levantó la mirada y el color plata de sus ojos pareció moverse dentro de su iris. Siempre lo hacía cuando la diosa oscura estaba molesta.

―Haz estado rompiendo las reglas, Lia ―Braith la miró con ojos fríos y un rostro tan inexpresivo que ni las estatuas le harían competencia―. Alargarle la vida a criaturas mortales no es tu deber, aunque debo admitir que sólo sigues tu naturaleza: crear caos. Bueno... ahora es hora de que crees más. El fin de la vida en la Tierra debe ocurrir pronto ―hizo una pausa y su cuerpo se estremeció de placer―. Estoy ansiosa por arrancarle la vida a todos esos seres.

Matera...

―Sabes que si esos animales no mueren, la humanidad nunca surgirá―la voz de su madre la interrumpió, volviéndose tan cortante como el filo de una navaja y haciendo que las esferas flotantes que iluminaban el lugar parpadearan―. Nosotros necesitaremos de la humanidad más de lo que te imaginas. No perderé mi fuente de poder futura solo porque decidiste jugar a ser madre de tres dinosaurios.

―Son mis niños, matera ―Los ojos verde esmeralda de Lia brillaron con lágrimas sin derramar―. Los crié desde que nacieron de sus huevos. ¿Qué pretendes que haga?

―Te advertí que no amaras a tus creaciones pues llegaría el momento en que serías la causa de su destrucción. Si querías hijos lo único que tenías que hacer era pedirle a Al-Baraka que te embarazara; no tenías que adoptar a tres lagartijas ―Braith continuó sin piedad alguna hacia su hija―. Tienes hasta mañana para causar la extinción de esos animales y sembrar la semilla para el surgimiento de los humanos ―dijo la diosa madre mientras se retiraba del praetorium d' occulus sin una sola mirada en dirección a Lia.

¿Y ahora qué haría? No le preocupaban las especies que desaparecerían pues su mente ya podía ver las que nacerían del caos, pero sus bebés... Sus niños... no soportaría perder a sus niños.

Recordó la primera vez que los sostuvo en sus brazos, aquel día que encontró el nido y a su verdadera madre muerta. Aquel día que vió cómo las criaturas que ella misma había plantado en aquel planeta, luchaban por salir de un duro cascarón sólo para tener una sentencia de muerte sobre sus cabezas por no contar con una madre que los protegiera. Ese día ella decidió ser la figura materna que necesitaban porque le habían robado el corazón desde el momento en que la miraron y comenzaron a llamarla pidiendo su atención. ¿Cómo iba a abandonarlos ahora?

Aún en la sala, la joven diosa se derrumbó al suelo y lloró amargamente. Su deber le terminaría por desgarrar el corazón si no encontraba una solución que beneficiara a todas las partes.

«¡Qué débil resultaste ser, Braithalia! Justo como tu padre.» Casi podía escuchar el tono de desprecio que su madre usaría si la encontraba en aquel estado. Compórtate ya, Lia. Hace mucho tiempo que dejaste de ser una niña.

☆☆☆☆

Rezar, dios primordial del fuego, se encontraba sentado en una elaborada silla de madera con tallas de enormes dragones negros que escupían fuego. La chimenea que estaba frente a él calentaba la habitación mientras leía una novela policíaca que había traído del futuro. No es como si tuviera frío, su cuerpo siempre estaba bastante caliente, pero le gusta sentir el calor en la piel y oír el crepitar de las llamas.

De pronto su criado, un sephiroth de cabello blanco y ojos amarillos, entró a la habitación con cautela como si temiera su reacción. Hacía bien; él era fuego y podía ser igual de temperamental que dicho elemento.

―Su hija está aquí y desea verlo, milord; parece ser urgente.

―De seguro no trae buenas noticias ―dijo Rezar con un cansado suspiro―. Hazla pasar y dale el resto del día libre a los demás criados ―ordenó, dejando el libro en la mesita que tenía a su lado y cruzando las piernas―. Estarán más a salvo fuera de aquí.

El sephiroth se retiró, pero rápidamente entró su hija como una pequeña tormenta que apagó la chimenea al instante con su frialdad.

Lia comenzó a pasearse frente a su padre con los puños bien cerrados a sus costados. Rezar sólo la observaba con aquellos ojos verdes como los de ella, esperando a que se calmara lo suficiente y le contara qué le sucedía. El antiguo dios llevaba el cabello negro hacia un lado, cayéndole como una cortina oscura hasta la mitad del pecho; y sus botas con espinas le decían a la joven que había estado en una batalla recientemente. Pero antes que pudiera cuestionarle por eso, él se adelantó, preguntando primero.

―¿Qué es lo que pasa, mi dulce estrella? ―dijo y su voz se volvió tan dulce como la más bella canción de cuna.

―Creo que tú como un dios de creación deberías haberlo sentido ―Su voz casi se quiebra, pero logró mantener su compostura. Debería tener cuidado pues podría destruir el planeta entero si dejaba salir todo su dolor ―. La Tierra debe ser limpiada para que pueda renacer de nuevo, pero yo... ¿Por qué tengo que ser yo? ¿Por qué soy yo la única con poderes tan contradictorios, patreris?

Rezar cerró los ojos en un gesto de compasión, se levantó y acercó su dulce estrella a su cuerpo. La abrazó fuerte mientras colocaba un beso en su frente y alzaba su pequeño rostro para que pudiera verlo a los ojos.

―Naciste para ser el balance entre los dioses oscuros y los luminosos. Luz y oscuridad se mezclan en tu interior ―Los ojos de su padre brillaron dorados por unos segundos para luego recobrar su color verde intenso―. Yo también puedo ser igual de cruel y despiadado que tu madre, Lia. Aprende a aceptar que no toda la oscuridad es perversa y toda la luz bondadosa, también existen sus puntos neutros como el tuyo ―Acercó los labios al oído de su niña y susurró―. Pero si tienes que salvar a tus tres raptores para volver a sonreír, ve, hazlo y al infierno con los demás. Ese es el consejo de tu padre.

―Pero la fábrica del tiempo... matera...

―A veces uno debe ser egoísta ―dijo dándole un guiño―. Y tu madre puede ser muy insensible, pero algún día aceptará tu decisión.

¡Ti agapo, patreris! ―exclamó Lia al abrazarlo y plantarle un beso en la mejilla―. Eres el mejor, ¿lo sabías?

―Claro que sí. Fuí el amante de la Muerte y sobreviví a su mortal tacto. ¡Ese logro es suficiente para sobrepasar a todos!

―¡Gracias y hasta luego! ―La joven rió tiernamente y fue desvaneciéndose en una niebla blanca hasta desaparecer por completo.

―No debiste apoyarla de esa manera ―El rostro de su antigua amante surgió lentamente de la oscuridad que envolvía la habitación―. Yo sólo deseo salvarla de las consecuencias de sus acciones.

―¡Eres una maldita bruja, Braith! ―La voz de Rezar se demonizó al instante, la temperatura subió y la chimenea se encendió sola con enormes llamas que rugieron en su interior―. ¿Por qué no le muestras que te duele obligarla a llevar a cabo esto?

―Porque debe aprender que habrá ciertos momentos en los que deberá endurecer su corazón para poder sobrevivir ―reclamó ella en un furioso susurro para luego quedarse callada. El silencio entre ambos se extendió por casi una eternidad hasta que la diosa oscura volvió a hablar, pero esta vez su tono era suave y triste―. Esto es nuestra culpa, Rezar, nunca debimos compartir lecho. Ahora nuestra bebé se debate en aceptar su propio ser: uno que no es ni luz ni oscuridad, pero ambos.

―Lo sé, amare, lo sé.

☆☆☆☆

Lia se encontraba en el jardín interior que guardaba el crisalis, un espejo que utilizaban para observar los diferentes mundos, viendo a sus tres hermosos deinónicos cazando la cena de ese día. Flores de diversos tamaños y formas se esparcían a todo su alrededor, pero sólo las orquídeas negras que su madre había creado en conmemoración de su nacimiento, adornaban la base del espejo.

Sus pequeños ya habían capturado a su presa y la devoraban con rapidez. Rivers, la única hembra del grupo y quien tenía dos curiosas líneas azules desde sus ojos amarillos hasta la punta de su cola, estaba muy ocupada sacando pedazos de carne a un lado. De seguro esa sería la cena de las pequeñas crías que la esperaban en el nido. Por el contrario, sus hermanos sólo pensaban en atiborrarse de comida para ellos solos.

Lia sonrió complacida con sus acciones. Sabía que Riv y sus dos hermanos ya estaban viviendo fuera de su tiempo. La Tierra se suponía que hubiese visto al último Deinonychus hacía varios millones de años atrás, pero aún habían tres vivos que mantenían una muy pequeña población llena de endogamia debido a su consanguinidad. Estaba mal, era muy consciente de ello, pero aún así no llegaba a tocarse el corazón para destruirlos. Sólo quería salvarlos...

Viendo a sus niños tomó una decisión que podría alterar el curso de la historia, pero no le importaban las consecuencias pues se negaba a continuar sin el amor que sentía por esas tres criaturas. Su padre tenía razón... a veces uno sólo debía ser egoísta.

―¿Vigilando a tus diablillos? ―la voz aterciopelada de Jaden le susurró al oído y ella dió un salto involuntario por el susto―. ¿La gran Caos se ha vuelto débil? ¿Hasta alguien tan inferior como yo puede asustarla? ―se burló, riendo a carcajadas.

Lia se volteó rápidamente hecha una furia y lo lanzó contra la pared al fondo del jardín sin ni siquiera tocarle. Dedos invisibles lo sostuvieron por el cuello varios pies sobre el suelo mientras ella se acercó.

―No vuelvas a hacerme eso, Al-Baraka, o perderás el juguete que tienes entre las piernas ―Su voz se tornó fría y distante, muy parecida a la de Braith. El cielo sobre la casa se volvió tormentoso con numerosos rayos centelleando como estrellas fugaces―. No estoy de ánimos para tus juegos.

―Esa era la Taly que deseaba ver, no la criatura sentimental que había estado vagado por ahí como un alma en pena durante todos estos malditos días ―dijo Jaden mientras sus hermosos ojos bicolor se tornaban rojos―. Te había extrañado, cariño.

Lia solo exclamó exasperada y lo soltó de su agarre, pero el desgraciado cayó sobre sus pies sin el más mínimo esfuerzo. Debí lanzarlo contra la otra pared.

Jaden se le quedó mirando mientras ella se dirigía de vuelta al espejo. Tenía la misma altivez y temperamento fuerte de su madre, pero un corazón más dulce que aquella. Sólo esperaba que viviendo entre tanta oscuridad no perdiera la calidez que la separaba de sus familiares.

La joven diosa sintió la respiración de su acompañante en su nuca y sus fuertes brazos rodeando su cintura. Dientes filosos mordisquearon delicadamente el arco de su oreja provocando que una chispa eléctrica le recorriera el cuerpo, dejándola deseando más. Lentamente se giró y deslizó los brazos hasta rodear el cuello de él.

Miró sus hermosos, pero extraños ojos dispares; el izquierdo tenía un oscuro tono marrón mientras que el derecho era verde claro. La diferencia a veces era desconcertante, pero le sentaba de maravilla pues él también era un enigma. Su cabello azabache siempre lo llevaba corto porque decía que era una molestia en las batallas.

Lia sonrió al imaginarlo sudado y lleno de sangre; esa imagen siempre le subía la temperatura.

―¿Y esa sonrisa tan invitante? ―Jaden le susurró al oído mientras bajaba sus manos hasta las caderas de ella―. ¿Acaso estás pensando en tenerme sobre tí?

―Disfruto más cuando estás debajo, Jey ―confesó mordiéndose el labio―. Pero no puedo jugar contigo ahora, debo ir con mis bebés para ponerlos a salvo antes que deba destruir toda su raza.

Con un gran esfuerzo de su parte, se desprendió de él, disponiéndose a salir del jardín cuando fue halada fuertemente de vuelta al definido pecho de su amante.

―Olvídalos por un rato, luego podrás ir donde ellos, pero ahora sólo yo debo ser tu centro de atención.

―Jey...

―Shh, sólo déjate llevar ―susurró él y lentamente fue guiándola fuera del jardín, llevándola por algunos pasillos hasta encontrar su habitación.

Quizás no sería tan malo si olvidaba sus preocupaciones por unas horas.

●●●●

Al despertar se halló con frío pues las gruesas frisas con las que dormía estaban en el suelo. Se volteó hacia el otro lado y encontró el cuerpo desnudo de Jaden. Su espalda bien tonificada estaba toda arañada por sus varias sesiones de amor, pero aún así tenía la perfección de un dios. Se estremeció sólo de recordar la pasión entre ambos, sus besos, sus caricias... Suspiró y se levantó tratando de calmar sus hormonas porque ya había gastado suficiente tiempo ahora debía salvar a sus raptores.

Tomó su vestido del suelo y se lo puso rápidamente cuando de repente las puertas de su habitación se abrieron. Una fuerte ráfaga de viento entró moviendo las cortinas y dejando que se colaran los rayos del sol.

Lia palideció de inmediato y sus ojos se agrandaron con la revelación. ¡No! ¡No pude haber dormido tanto!

―Es hora de sellar el destino de esas bestias ―La sonrisa de Braith le heló la sangre. Miró a su amante dormido en la cama tratando de descifrar su parte en todo aquello, pero su madre pareció leerle los pensamientos―. No, cariño; él no tuvo nada que ver, yo sólo supe aprovechar una oportunidad.

Tranquila. No debes desesperar porque quizás aún haya esperanza.

Caminaron juntas al praetorium d' occulus sin pronunciar una sola palabra. No había nada que decir, ambas sabían cuales eran sus roles en todo ese juego de destrucción.

Cuando llegaron, Braith se recostó en el diván y le lanzó una mirada a su hija como diciendo "apúrate".

―Braithalia Rezalus, ya no puedes seguir postergando esto ―advirtió la antigua diosa al ver como su niña dudaba.

―Lo haré, pero déjame salvarlos ―La compasión de su madre era su última esperanza ya que había perdido la oportunidad de hacerlo en secreto debido a su líbido.

―No ―La voz de Braith retumbó con la fuerza de un rayo por toda la sala y con el chasquido de sus dedos hizo aparecer un reflejo fantasmal de cada planeta, estrella, y cometa que existían en el universo―. Eres la hija del fuego y la muerte, Braithalia; aprende a ser fría o el peso de tus poderes te destruirá por completo.

Ese "no" me destruyó más que mis poderes, matera. Si no fuera por el dolor en su pecho que infligió su propia madre, podía haber disfrutado del espectáculo de los millones de cuerpos celestes en miniatura que ahora la rodeaban. Sin embargo cada vez que algo se interponía entre la diosa oscura y el objeto de su obsesión, simplemente aquella prefería ser más Muerte que madre.

Podría salvarlos mientras matera va alzando las almas. Debería ser fácil lograrlo debido al aumento en mis poderes que todo el caos en la Tierra me dará.

Con la ansiedad carcomiendo su alma, Lia se dispuso a realizar su odiosa tarea. Divisó la réplica en miniatura del cometa que muy pronto pasaría frente a la Tierra y se concentró en él. Visualizó su tamaño real, la estela de colores que lo rodeaba, su peso, la aspereza de su superficie, etc, hasta que prácticamente fue una con el cuerpo celeste.

Podía ver claramente el planeta desde la perspectiva del cometa. Con la trayectoria que tenía ahora jamás haría colisión, pero si lo desviaba tan sólo un metro si sucedería. Dudó, sus manos le temblaron y en la lejanía percibió la voz de su madre advirtiéndole las consecuencias. Una lágrima se deslizó por su rostro mientras rogaba internamente que no perdiera a sus amores con el impacto. Otra lágrima bajó y el cometa se desvió de su curso. Ya estaba hecho... con un simple empujón había sentenciado miles de millones a morir. Su madre diría que eran tan sólo animales, pero aún así eran seres vivos.

Cuando volvió a estar consciente del praetorium, su madre la veía con una sonrisa triste. Ésta se levantó de su posición en el diván y fue a abrazarla.

―Hiciste lo correcto, amare ―Braith le acarició el cabello negro mientras la envolvía en un fuerte abrazo―. Ti agapo, Braithalia; nunca olvides eso. Yo siempre actúo por tu bienestar aunque no lo parezca.

Mate... ―Frío le recorrió el cuerpo de repente, pero cuando miró hacia abajo vio sangre manchando el costado de su vestido y un cuchillo enterrado en ella. Su vista se nubló de inmediato, sus piernas perdieron la fuerza y cayó al suelo con el arma aún entre sus costillas.

―No te preocupes mi niña, esa hoja no dejará que te desangres así que no estás en peligro de muerte. Perdóname Lia, pero no podía permitir que los continuaras salvando de su destino ―Una lágrima resbaló por el rostro de Braith―. Cuando seas madre lo entenderás ―susurró antes de marcharse dejando a su hija tirada en el suelo de aquella fría habitación.

¿Cuando sea madre? ¡Pero ya soy madre! Quizo gritar, mas se dio cuenta que no podía. Intentó mover un brazo, pero no hubo respuesta como tampoco pudo pestañear siquiera. Estaba paralizada. ¡Su maldita madre la había paralizado al apuñalarla!

Terror, dolor y traición era lo que sentía en esos momentos, pero más la última que las primeras. Le dolía inmensamente que la propia Braith le hubiese hecho todo aquello y sin embargo, no sabía por qué no lo había sospechado antes. Quizás fuera cierto lo que Jaden le dijo, quizás sí se estaba volviendo débil.

¡Su amante! Esa era la solución a todo. Era cierto que no podía moverse, pero su telepatía aún debía funcionar o eso esperaba.

«Jaden, Jey, respóndeme por favor», rogó con angustia.

«¿Taly? ¿Por q-?», la voz de él sonaba soñolienta aún.

«Matera me paralizó en el praetorium, ¿puedes venir a ayudarme?», lo interrumpió de inmediato.

Lia escuchó en su cabeza el gruñido de Jaden seguido por imágenes grotescas de todo lo que él deseaba hacerle a Braith por atreverse a lastimarla. En una manera muy retorcida era algo tierno de su parte.

Las pisadas de su querido al correr fueron haciéndose más fuertes hasta que pudo ver las botas de cuero negro acercársele. Oyó un torrente de palabrotas y luego la respiración de Jey se hallaba sobre su oído.

―Esa daga es una Aerith, su hoja tiene energías infundidas que paralizan, pero estarás bien cuando la saque ―Su voz se volvió suave, como si le hablara a un niño. Le gustaba ese tono en su guerrero. Quizás debería herirse más a menudo para escuchar esa dulce voz―. Respira profundo, lacus. Esto dolerá un poco.

Cuando las manos de él tocaron el mango del arma, ella inhaló profundo y la daga fue removida limpiamente de su cuerpo. Sangre de inmediato cubrió el suelo, pero con la liberación de su sangre también lo hicieron sus músculos. En cuestión de segundos ya podía moverse aunque le doliera como loco su costado.

―No deberías moverte hasta que sanes.

―No tengo tiempo para eso ―Pero un quejido escapó de sus labios al intentar pararse―. Sanaré pronto ―aclaró entre dientes.

Jaden gruñó amenazante, pero aún así la ayudó a levantarse. Miró su herida, torció el gesto y giró el rostro a un lado con evidente mal humor.

―Yo iré contigo...

Ella lo interrumpió de inmediato, sacudiendo la cabeza en una negativa.

―¡Maldita sea! ¡Sabes que he luchado con infinidad de criaturas! Yo sé cuidarme solo, Braithalia ―dijo y literalmente le rugió, mostrándole sus largos colmillos y tornando sus ojos negros. No tenía que hacer todo ese espectáculo para demostrarle que estaba furioso, ella lo supo de inmediato cuando él pronunció su nombre completo.

―Haz luchado con todo excepto con mi madre y por eso sigues con vida. En el momento que le declares la guerra, morirás. Incluso con lo poderoso que eres, tus habilidades son sólo un cuarto de los poderes de matera. Jamás la vencerás en una batalla. Ella no sólo es Muerte sino Guerra y Destrucción también.

Se acercó a él lentamente y acarició su rostro con tristeza en sus ojos verdes―. ¿De qué me serviría salvar a mis bebés si te pierdo a tí en el proceso? ―Su voz sonó tan triste como sus ojos―. Ti agapo, Jaden.

―Yo también a tí, Braithalia Rezalus ―Había fiereza ligada con temor en la forma que declaró sus sentimientos. La pegó a su cuerpo y reclamó sus labios para sí de un manera febril. Sus manos rodearon su cintura bruscamente mientras su lengua forzó la entrada a la boca de ella y se enredó en una batalla con su homóloga femenina. Un ronco sonido de pasión surgió de su pecho cuando tuvo que detener el beso para tomar aire.

Lia podía sentir claramente el corazón de Jaden latir de forma acelerada contra su pecho. Se inclinó para oler el aroma de su piel a la vez que sentía los fuertes músculos bajo sus delicadas manos. Él suspiró y volvió a pedirle que le permitiera acompañarla, pero ella se negó de nuevo, lo besó fugazmente en los labios y se desvaneció como una niebla blanca.

Verla desvanecerse entre sus dedos y no poder seguirla hacía que la ira de Jaden se disparara. Con un grito inhumano le pegó un puño al mármol negro del suelo, quebrándolo en pedazos al instante y haciendo que su piel se abriera con la fuerza del impacto. Si le pasaba algo a su amada caos, el universo entero pagaría con su propia sangre.

―Juro por la Fuente Primordial que si te sucede algo, haré llover sangre en tu nombre ―Miró a la pintura mural que había en el fondo del praetorium representando a la Fuente, el centro del universo, y lo señaló con rabia―. Sé que me escuchas, maldito viejo. Si permites que tu nieta se enfrente a su madre por toda esta estupidez, no descansaré hasta encontrar una forma de destruirte aunque se deshaga la creación, no me importa. Solo importa ella ―susurró al final y se marchó en busca de Rezar. Quizás el temperamental padre de Taly tenía la habilidad para enviarlo a la línea de tiempo correcta y así podría ayudarla, lo quisiera ella o no.

☆☆☆☆

Lia materializó su cuerpo junto a un río en algún punto de lo que un día sería llamado Estados Unidos. La mañana comenzaba a oscurecerse por la sombra del cometa que se acercaba, muy pronto entraría en la atmósfera del planeta así que debía darse prisa. Cerca de ese río estaba el nido de Rivers, suponía que su niña estaría en los alrededores al igual que sus hermanos.

Caminó medio kilómetro, adentrándose en la vegetación hasta que encontró el nido con los pequeños dormidos dentro. Unas hojas crujieron a su derecha y al voltearse se encontró con el hocico de un Deinonychus asomándose entre los altos helechos. No era ninguno de sus bebés, este debía ser la pareja de Riv que fue dejado como niñero.

Aquel macho la miraba como si fuera su cena y no era de extrañarse pues aunque su herida había sanado, la sangre aún seguía sobre su vestido.

Él emitió una especie de llamado, haciendo que las crías despertaran y se escondieran, y salió de entre los helechos para comenzar a rondarla como cualquier depredador haría con una presa. Debía recordarse que este no era uno de sus niños y por lo tanto la vería de inmediato como comida.

―No quiero hacerte daño pues Riv te extrañaría así que déjame en paz ―Tontamente intentaba razonar con un animal―. Yo sólo estoy aquí por tu hembra y sus hermanos.

¡Dale Lia, continúa haciendo el ridículo hablando con un animal que no entiende ni un sólo gesto!

De pronto, un temblor sacudió la tierra bajo sus pies e hizo que el raptor se paralizara y comenzara a caminar hacia atrás nervioso. Lia cerró sus ojos, concentrándose en el cometa; ya estaba entrando a la atmósfera y con él venía una lluvia de meteoros.

La joven abrió los ojos justo a tiempo para ver cómo uno de aquellos meteoritos caía frente a ella, aplastando al deinónico y causando que un árbol cayera en la dirección cual los pequeñitos se escondieron. Sólo escuchó sus quejidos por un segundo, luego un enorme silencio se apoderó del lugar.

Sintió la onda que esas siete muertes causaron en el balance del universo y no pudo evitar que su cuerpo se estremeciera, revigorizado y más fuerte que antes. El tiempo se le estaba agotando, si no encontraba a sus raptores pronto, terminarían como esos miembros de la manada.

Otro meteoro cayó algunos metros más alejado, el calor de su fuego fue percibido por Braithalia al igual que el quejido de dolor de su pequeña Rivers.

¡Riv!

Sin pensarlo dos veces se teletransportó hasta la fuente del sonido y su mundo se vino abajo con lo que vieron sus ojos. Rivers, Nevlar y Sevran habían sido heridos cuando el segundo meteorito cayó. Su niña estaba pinchada bajo la roca que fácilmente podría tener cuatro pies de diámetro mientras que sus hermanos estaban tirados no muy lejos con sus escamas ennegrecidas y quemadas.

No. No. No. Esto no puede estar pasando.

☆☆☆☆

Jaden entró a los aposentos de Rezar sin ni siquiera esperar a ser anunciado. Encontró al padre de Lia retozando en la cama con una sirvienta sin prestar la más mínima importancia al hecho de que ya no estaban solos.

―Tu hija se encuentra en peligro y he tú aquí de lo más feliz revolcándote con mujeres ―dijo el guerrero con asco.

―Perdóneme, milord ―rápidamente se excusó el criado―. No pude detener al joven aquí presente.

―Ya no importa, Karsius ―respondió algo agitado el dios al levantar su rostro del sexo de la mujer―. Déjalo quedarse, debe tener algo importante que decirme ―dijo y dirigió una mirada al sephiroth que lo hizo salir inmediatamente de la recámara.

―¿Y bien?

―Tienes el poder de viajar entre las dimensiones, como los otros dioses primordiales ―murmuró Jaden entre dientes frunciendo el seño mientras el maldito dios del fuego continuaba con la nariz metida en la tipa―. Puedes llevarme a la Tierra donde está Taly para que pueda protegerla de su madre. Ella me necesita.

No hubo respuesta por parte de Rezar, sólo continuó estimulando a su amante hasta que ella terminó gritando con la fuerza de su orgasmo.

―Primero ―El antiguo ser hizo una pausa para sentarse en la cama y relamerse los labios―. Si Lia no te llevó con ella, ¿quién soy yo para ir en contra de sus deseos? Segundo. Ella no te necesita para nada Al-Baraka. Tú no eres nada más que la criatura a quien mi niña sacó de sus sueños y le dió vida mientras aún no controlaba sus poderes. La subestimas si crees que ella no puede enfrentarse a su madre y salir victoriosa.

―No es porque dude de sus habilidades, anciano. Es porque no quiero que se exponga a ese trauma ―replicó Jey entre dientes.

―No te ayudaré a salir de Primus Lariens, si Lia te dejó en esta dimensión es porque te necesita aquí.

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Por todos los dioses de Primus Lariens, esto no podía estar sucediendo. Inmediatamente se colocó en medio de sus pequeños y levantó un campo de energía que repelería cualquier pedazo de roca o fuego, aunque no estaba segura de si resistiría la onda expansiva del cometa cuando éste finalmente chocara.

Se giró luego hacia Riv, quien era la que estaba en mayor peligro de muerte, y alzó el meteorito con su telequinesis para después destruirlo en una explosión de polvo. Se agachó al lado de su bebé, murmurando palabras dulces en la lengua de sus padres y logró que la Deinonychus dejara sus intentos de levantarse.

Lia colocó una mano sobre el cuello de Riv y con la otra le acarició su cabeza. Cerró los ojos, obligándose a concentrarse en el cuerpo de su pequeña en vez de dejarse llevar por el extasis de la destrucción que los rodeaba. Fue un poco difícil, pero al final logró enfocarse y percibió todo el daño interno que su criatura había sufrido. Jamás sobreviviría si no intervenía.

En ese momento, sintió el cambio en el espacio-tiempo, indicándole la inevitabilidad de un suceso y la solidificación de un futuro.

Pudo imaginarse claramente cómo la existencia de sus niños era extinguida para siempre por culpa de sus propias manos. Miró hacia el cielo y vio el cometa caer. La tierra tembló de nuevo, el sonido pareció ser absorbido completamente y una luz cegadora lo cubrió todo en su blanquecina luminosidad.

―Es ahora o nunca ―se dijo a sí misma, levantó a sus pequeños en el aire y se preparó para la desmaterialización más difícil de su vida.

☆☆☆☆

Cuando sus ojos se abrieron de nuevo, se encontró en un lugar como jamás había visto. Lo adornaban extraños objetos de distintas formas y tamaños, pero eso no era lo más raro, lo desconcertante era que sabía cómo se le llamaban a todas aquellas cosas. Lo alargado de la esquina era un jarrón, los árboles negros los llamaban columnas dóricas, aquello que reflejaba como el agua era un espejo y así sucesivamente podía nombrar cada objeto del lugar sin saber cómo tenía ese conocimiento.

Miró a sus lados y se encontró con sus hermanos en cuerpos desprovistos de escamas igual que se veía su madre. Pero lo más raro de todo era aquello que no le encontraba explicación... ¿cómo rayos sabía con certeza que aquellas criaturas pálidas y sin escamas eran sus hermanos?

Una conversación agitada llamó su atención, haciéndolo levantarse de la cama en la cual se encontraba con los chicos para ir en busca de las criaturas que discutían. Sigilosa y silenciosamente, incluso en aquel extraño suelo que parecía crear eco a la menor provocación, se escondió tras una de las columnas para escuchar con mayor claridad.

―Tu madre está furiosa, será mejor que los devuelvas a la Tierra. Ésta vez podría utilizarlos a ellos para lastimarte. Lo sabes muy bien ―Un macho extraño se comunicaba con su madre de forma agitada. Su tono de voz no le gustaba en lo más mínimo.

―No lo haré, no los separaré de mí, Jaden. Se perdió todo lo que conocían, sus presas ya no existen, sólo pasarán hambre allá abajo. ¡Me niego a hacerles esa crueldad!

El macho se acercó y agarró a su madre por el brazo. Ese fue su error.

Salió de su escondite con ira y algo más removiéndose bajo su piel.

―Quita tus horribles manos de matera en este instante ―Su voz sonaba monstruosamente amenazante y eso le gustaba.

―¿O qué vas a hacer, lagartija? ―dijo el tal Jaden mientras soltaba a su madre y lo encaraba.

¿Quieres pelea? Eso tendrás.

Sintió una corriente extraña hormiguear bajo su nueva pálida piel, sus dientes se afilaron, y su vista volvió a opacarse bajo un lente amarillo. Dolor le recorrió sus manos asi que las observó justo a tiempo para verlas volver a la normalidad con sus escamas verdosas y las enormes garras.

Miró al maldito y se lanzó al ataque; todos sus talones listos para desgarrar y sus fauces bien abiertas.

―¡BASTA! ―gritó Braithalia y su voz resonó por todas las habitaciones de la casa. Extendió una mano en dirección a Jaden, lanzándolo lejos con una ráfaga de viento y se interpuso en el camino de su bebé, abriendo los brazos. El animal no pudo detenerse del todo a tiempo por lo que sus garras terminaron enterrándose en la piel de ella, pero aún así lo envolvió en un fuerte abrazo―. Todo está bien ahora, Sevran. Jey ya se fue ―susurró con voz tranquilizadora.

Lia pudo escuchar todas las maldiciones proferidas por su testarudo amante y la amenaza de no ayudarla si Braith le hacía algo a sus "lagartijas", pero lo ignoró y continuó reconfortando a su niño.

Cuando Sevran recuperó su nueva forma, reparó en las heridas que le causó a su bella madre y sintió asco consigo mismo. ¿Cómo había podido perder tanto el control?

―Perdóname, matera ―dijo y clavó los ojos en el suelo por la vergüenza.

―Yo sanaré, Sev. No tienes por qué disculparte por algo que es natural en tí ―Ella le alzó la cabeza con delicadeza y él pudo ver el profundo amor que le tenía a todos ellos claramente en sus hermosos ojos verdes y dorados―. Ven, es...

Un grito desgarrador interrumpió las palabras de la diosa y ésta corrió de inmediato al cuarto donde sus hermanos dormían. Al entrar se encontraron a Riv siendo abrazada por Nevlar mientras aquella lloraba sin consuelo.

Cuando Rivers reparó en su presencia, miró a su madre con furia y dolor.

―¿Dónde están mis crías? ¿Qué hiciste con ellas? ¿Acaso también las convertiste en pequeños monstruos?

―No pude salvarlos como tampoco pude hacerlo con el otro miembro del grupo ―Vio como aquellos brillantes zafiros se llenaban de desprecio y se odió a sí misma―. Perdóname, amore.

―Yo recuerdo como moría, recuerdo la roca aquella aplastándome. ¿Estás diciéndome que nos salvaste a nosotros, pero no pudiste hacer lo mismo con mis bebés y mi pareja?

―Ya es suficiente, hermanita ―Sev se interpuso entre ambas de inmediato.

―Déjala, Sevran ―Lágrimas se colaban por sus mejillas y quebraban su voz ―. Tiene todo el derecho a estar furiosa conmigo ―Hizo una pausa para mirar a su hija y luego continuó―. De veras lo siento, Riv.

―No me llames así ―Sus palabras eran como una lanza de hielo al corazón de Lia―. Sólo mi madre tenía derecho a hacerlo y ella murió, junto con el resto de mi familia, cuando aquella bola de luz cayó del cielo ―Escupió a los pies de la diosa y se fue corriendo de la habitación.

―Rivers, espera ―Nev se apresuró detrás de su hermana, pero cuando pasó frente a Braithalia se detuvo―. Perdónala, matera. Es demasiado cambio para asimilar tan rápido ―susurró con tristeza y se retiró en busca de la chica.

Solos en aquella fría y oscura habitación, Sevran se acercó a la joven diosa por la espalda y la abrazó muy fuerte.

―¿Cómo nos llamarán ahora?

―No lo sé, cariño ―Lágrimas aún podían escucharse en su voz―. Aún no he pensado en nombrar a aquello en lo que los convertí.

―Pues piensa en eso y olvida lo que mi hermana te dijo ―Él sonrió hermosamente y le besó la mejilla―. Tú sabes cómo ella es a veces, ya se le pasará.

Volvió a apretarla contra su cuerpo y ella respondió recostándose en su pecho, justo como hacía con Jaden de vez en cuando.

¿Por qué todo había salido tan mal? Ella sólo quiso salvarlos, pero ahora todo lo que recibía era rechazo. Éstas eran las consecuencias...

Oh matera, ahora conozco el sabor de una amarga victoria.

FIN

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N/A: Les dejo mis notas para que entiendan la lengua de los dioses en el siguente capítulo. Es una mezcla de varios idiomas, entre ellos latín.

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