Confrontación

El domingo, Delicius estaba abierto a horario corrido y le daba trabajo a los menores que quisieran comenzar a ahorrar.

Frank se encontraba atendiendo el mostrador de los postres: tenía desde fruta hasta pasteles chocolatosos, pasando por flan, gelatina, panqueques y muchas cosas más. El chico le dio un último bocado al pedazo de Lemon Pie que estaba comiendo, suspiró pensando en que la culpa lo consumiría una vez que llegara a su casa y se viese en el espejo completo que tenían en el recibidor. Sabía perfectamente que estaba varios kilos por arriba de su peso ideal pero su abuela insistía en remarcarlo; "deberías hacer más ejercicio", "no, hoy no habrá postre para ti", y varias frases más que pegaban justo en su autoestima.

Frank nunca se había sentido en paz con su cuerpo, pasaba un buen rato mirándose en el baño mientras la ducha se calentaba como su barriga no era plana como la de sus amigos. Además, su personalidad de oso panda no ayudaba en nada a que le tuviesen respeto, simplemente lo pasaban por arriba. A veces, sentía que miraba todo detrás de un cristal el cual no podía traspasar.

El restaurante estaba muy vacío; nadie leía los menús, nadie ordenaba una clásica orden de papas bastón con la mezcla de crema de la casa, nadie se acercaba a pedir algún helado, incluso Malcolm esperaba en la caja rascándose la nuca con desconcierto. Ambos chicos se miraron y en un encogimiento de hombros el más corpulento caminó para encontrarse con el rubio y Dakota, uno de los mozos.

—Está demasiado tranquilo para ser domingo a la tarde. Ni siquiera vino a almorzar Hebe y eso que como es la dueña vive aquí atrás.

—Debe ser por lo de Tyche. —comentó Dakota, en un susurro, Frank no entendía por qué hablaban tan bajo si no había nadie alrededor para escucharlos— mi madre cree que los nuevos la mataron.

—¿Hay nuevos? —preguntó el de ojos achinados, él había sido el último que había llegado, hacia más o menos cinco años, cuando su mamá había fallecido.

—¡Frank! ¿Nunca te enteras de nada, amigo? —le pregunta Malcolm con tono molesto.

—Lo siento, no lo sabía.

—Si, se mudaron a la casa con la fuente de Poseidón. Dicen que son un matrimonio y un chico de nuestra edad.

—Mi padre cree lo mismo: —lo interrumpe el rubio— según él ellos despertaron algo en el pueblo. Dice que tiene que ver con la casa abandonada, que algo de allí está matando gente inocente.

Para fortuna de Frank, a quien no le estaba gustando mucho la charla, el tintineo de la campana de la puerta los interrumpió. Por ella entró Ares La Rue, el hombre era musculoso y fiero; sus ojos siempre parecían lanzar llamas, se sonaba los nudillos seguido haciendo que sus bíceps se marcaran constantemente y la cicatriz en su clavícula y cuello lo hacía parecer inmortal. Las leyendas del pueblo contaban que se había peleado con un lobo durante un paseo nocturno por el bosque.

Cada uno de los adolescentes partieron a sus lugares. Justo cuando Frank había llegado a su mostrador, la puerta volvió a tintinear dejando pasar a Clarisse La Rue.

Mientras Dakota los conducía a su mesa, Ares volteó y clavó su mirada en él, incluso se quitó sus anteojos oscuros para inspeccionarlo. Frank apartó la mirada algo avergonzado y se concentró en fingir que no estaba allí. Por suerte, el otro muchacho los había conducido a una mesa en la cual no podía verlo.

La puerta volvió a sobresaltarlo y allí apareció el que supuso sería el chico nuevo en el pueblo ya que nunca lo había visto. El pelinegro se aproximó a la caja y se presentó:

—Hola, me llamo Percy- eh, Percy Jackson. Soy nuevo en el pueblo y quería pedir comida para llevar. ¿La pido aquí en la caja o...?

—No, se pide por allá. —le respondió el rubio con molestia, dejándole en claro -como todo el mundo- que no eran para nada bienvenidos— Frank, mejor atiéndelo tú.

Él asintió y guió a Percy por los mostradores hasta la sección de comidas para llevar. Los ojos verdes del muchacho iban y venían entre las ensaladas y las tortillas, como si tuviese una lucha mental entre comer saludable o no.

—Hemm, yo te recomendaría la tortilla de papas con carne de vaca, es en serio muy buena. —cuando Frank sonreía sus cachetes voluminosos hacían que sus ya de por sí achinados ojos sean prácticamente inexistentes. Percy no pudo evitar pensar que era adorable, además de que era la primera persona que lo trataba amablemente a parte de los dos adolescentes que había conocido la mañana anterior.

—Si, supongo que llevaré eso. Somos tres.

—Entendido, ahora debes ir a pagar por la caja y gracias por su compra.

Aunque aún había mucha tensión, parecía que Percy se iría sin que explotara ninguna bomba o comenzara alguna guerra. Solo debía llegar a la caja, pagar y marcharse.

No iba a pasar de esa forma.

Frank vio todo en cámara lenta, desde que Clarisse se levantó diciendo que iría al baño, cuando Dakota llevaba sus vasos con limonadas frescas en una bandeja, hasta que Percy frenó su caminata de golpe para recoger la moneda que se le había caído al suelo. Dakota no frenó a tiempo, la bandeja voló un segundo solo para aterrizar en la remera negra de manga corta que llevaba la morena provocando que el líquido se expandiera por su vestimenta.

—¡Tú! —le gritó a Percy, empujando a Dakota al suelo. Ya era bien sabido que Clarisse tenía un horrible temperamento.

—¿Yo? Lo siento, no fue mi intensión. —comenzó Percy pero la chica ya se había adelantado y lo sujetaba del cuello de su remera.

—Oh, ya lo creo, pero luego de esto lo sentirás en serio. —Percy no dudó un momento y la apartó de un empujón. Puso más fuerza de la que usaría normalmente con una chica pero apenas y la movió, la muchacha tenía la fuerza de un gorila.

Frank miró a su alrededor; Ares miraba con una ceja alzada la escena, incluso parecía haber diversión en sus ojos, Dakota estaba juntando los vidrios desperdigados por el suelo, totalmente ajeno a la pelea que iba a desatarse, y Malcolm por poco no comenzaba a comer palomitas de maíz mientras observaba desde detrás del mostrador la que sería al parecer su película favorita. Próximamente en cartelera: Percy Jackson y la batalla de Delicius.

Si nadie intervendría, debería hacerlo él mismo.

—Hey, Clarisse, no se permiten peleas aquí.

—¿ah no? ¿Entonces por qué él tiene mi puño en su cara? —dirigió su ataque contra Percy pero este fue más rápido y la esquivó. Nadie decía nada, todos esperaban que Clarisse lo noqueara o algo así. La chica podría tener mal temperamento pero no iba por la vida repartiendo ensaladas de golpes, casi siempre tenía su lógica y por eso el pueblo la apreciaba. ¿Por qué todos tenían tantos deseos de ver a los nuevos perjudicados?

—Ya te pedí disculpas, fue un accidente. —le decía Percy mientras esquivaba los intentos de la morena para sujetarlo.

En un acto de valentía repentina, Frank sujetó a Clarisse por el hombro y la apartó del chico, ayudó a Percy a levantarse de donde se había tropezado y se interpuso entre ambos con el pecho inflado.

—Clarisse, no puedes golpear a quien sea por estupideces dentro de Delicius, les voy a pedir que se retiren.

—No puedes estar hablando en serio. —el tono era sarcástico pero su cara ya se estaba poniendo colorada— Nosotros somos del pueblo, yo nací aquí, él es el intruso, Zhang. Nada bueno puede salir de que se hayan mudado a esa casa.

—Lo siento, pero no es él quien inició la pelea. —Frank se dirigió al mayor— Voy a pedirles que se retiren.

Ares le sostuvo la mirada un segundo, luego se dirigió a Percy y su gesto cambió, era uno mucho más fiero y peligroso. Por fin el hombre se levantó:

—Está bien, hija. Vámonos, es mejor que te cambies para el funeral.

La chica, refunfuñando, salió de Delicius seguida por su padre. Todos se quedaron en silencio unos momentos.

—Gracias por ayudarme, ¿tu nombre? —le dice Percy, estirando su mano.

Percy tenía algo que muchos en el pueblo no; sentido del humor. Incluso luego de que casi le tendieran una paliza estaba sonriendo abiertamente, como si el asunto no hubiese sido la gran cosa. Aunque ese gesto estaba preocupando a Frank, ¿el chico no tenía sentido común?

—Frank Zhang y no hay de qué. —podía sentir la mirada de Malcolm en su nuca, clavada allí en señal de advertencia— Creo que será mejor que te vayas, nos vemos, Percy. —se despidió cortésmente mientras le devolvía su comida y lo veía marchar.

Dakota seguía juntando los vidrios y secando el piso, por lo que el que reaccionó primero fue Malcolm. El rubio corrió desde la caja hasta la puerta de vidrio de la entrada, por poco y no clavando su frente allí en un intento de ver hacia donde se dirigía el pelinegro.

—Oh, cielos. Que mal. —comenzó a hablar.

—Si, —le respondió Frank, sabiendo que no se estaban refiriendo a lo mismo— Clarisse se comportó como una perra. Ahora seguro me tendrá entre ceja y ceja.

Malcolm se volteó a encararlo.

—Pues te lo mereces. ¿Por qué la detuviste?

—Mal, ¿tú te escuchas cuando hablas? Ese chico es solamente un adolescente como nosotros ¿Por qué odiarlo de repente?

—Frank, ¿Eres sordo? ¡él mató a Tyche!

Frank pensaba seguir refutando que ese simpático chico no era un homicida pero decidió darse por vencido por ahora, sería mejor no buscar una rivalidad en su lugar de trabajo. Como cada vez que las discusiones se volvían algo acaloradas él asentía, se disculpaba y bajaba la cabeza.

Pronto iría a disculparse con Percy Jackson por ese horrible pueblo en el que cayó.

Will tenía el sueño pesado. De eso se había dado cuenta Nico al ir a despertarlo. Hades se estaba poniendo una corbata en el espejo del recibidor, estaba todo listo para irse.

—¿Vas a acompañarme al funeral o piensas quedarte a ver cómo duerme tu amigo toda la mañana?

Dentro de una hora, en la casa funebre de los Di Angelo, se llevaría a cabo el velorio de Tyche Adams, su hija ya se había ido de la ciudad para no estar presente cuando eso pasara, por alguna razón había elegido huir. No es que Nico la criticase por ello, seguramente él hubiese hecho lo mismo, simplemente le interesó como una persona tan carismática y alegre como Chiara podría volverse tan triste. Era sorprendente como una estrella puede consumirse y terminar siendo un punto negro en el universo.

—No estaba mirándolo dormir, —se quejó el pelinegro sin entusiasmo, nadie más que él conocía lo divertido que podía ser su padre, sin embargo, luego de haber desvelado tantos secretos, Nico no estaba seguro de poder volver a reírse nuevamente de sus chistes— no creo que haya forma de despertarlo, además he ido a cada funeral del pueblo para acompañarte. No iré esta vez.

Hades suspiró pesadamente, se volteó a observar a su hijo pero este no le devolvía la mirada.

—Quédate dentro, por favor.

Los segundos transcurrían en silencio, Nico no iba a responderle nada aún. Algo más importante que volver a reírse de sus chistes era volver a confiar en él, y no estaba tampoco seguro de lograrlo.

Su padre se fue, resignado, a dirigir otro velorio y entierro.

Nico subió escaleras arriba, Solace había sido solo una excusa para quedarse aquí, había mucho que hacer y debía ponerse manos a la obra.

Lo primero que intentó fue abrir la puerta de la habitación de su padre, hacía mucho tiempo que no entraba allí, en realidad, su casa le parecía bastante ajena, sólo paseaba por la cocina y el living, solo pasaba el día en su cuarto, escondido en la oscuridad que le aportaban las paredes negras. Al tomar el pomo de la puerta de su padre, confirmó que la había cerrado con llave.

Minos se materializó a su lado, apoyado en dicha puerta, mirándolo con diversión:

—¿necesitas un cerrajero?

—Claro, como si tú fueses a conseguir uno. —le devolvió sin humor Nico, se volteó rápidamente y sin perder las esperanzas de encontrar respuestas bajó las escaleras intentando hacer el menor ruido posible, no sería conveniente que Solace se despierte y comience a hacer preguntas.

—No, pero puedo darte las respuestas que buscas.

El chico ya estaba frente a la entrada del despacho de su padre, ignorando lo mejor posible a su parlanchín amigo. Minos de todas formas sonreía pícaramente; por el ceño fruncido de Nico supo que este lo había escuchado, e inconscientemente estaba evaluando qué tan malo sería negociar con un fantasma.

Los hombres muertos no tienen nada que perder, se recordó.

Como esperaba, el despacho también estaba cerrado, apoyó su cabeza en este, abatido. Por ahora, la misión resultaba un fracaso.

Súbitamente, recordó que era el domingo antes de que las vacaciones comenzaran, mañana debería volver a la rutina y fingir que no acababa de voltearse su mundo, debía evitar pensar en Bianca y en su otra misteriosa hermana. Estaba condenado, todo el tiempo se la pasaría pensando solamente en saber quién es, la buscaría en cada cara, en cada esquina, detrás de cada árbol del pueblo. Esperaba nunca hallarla. ¿Como lograría ver a los ojos a la persona que representaba el amorío de su padre con otra mujer?

Se recompuso rápidamente, Minos no debería verlo vulnerable si pensaba hacer negocios con él.

El joven Di Angelo subió lentamente las escaleras, llegando a su habitación y cerrando la puerta se sentó en su cama y lo miró a sus ojos grises, estos eran muy diferentes a los de cualquier ser vivo, ya que en ellos la vida se había ido hace tiempo dejándolos como si fuesen una canica sucia o vista a través de papel de calcar.

—¿Que más vas a decirme?

—¿gratis? —soltó una buena risa— creí que eras más inteligente que eso. Es decir, sé que no le llegas ni a los tobillos a tu padre pero ¿tan iluso?

—¿Que debo hacer para que me digas todo lo que sabes?

—Nada bastaría para que te dijera todo lo que sé, no puedo creer que me insultes de tal forma.

—Deja de dar vueltas, Minos.

El fantasma se llevó una mano a la barbilla y miró hacia el techo, fijándose en el póster de Fall Out Boy que Nico había pegado allí hace varios años.

—Bueno, dado que soy el rey de los fantasmas, me gustaría que me hagas una ofrenda digna.

—¿y cómo sería esta?

—Matando, Nico Di Angelo, matando en mi nombre. —el chico soltó un quejido, no, eso nunca pasaría... ¿o no?— Hace mucho que nadie lo hace, sería algo revitalizador, realmente.

—¿y a que se supone que debo matar?

Quizás le dijese que algún animal, con suerte sería un conejo o varias ratas, si tenía que hacer algún ritual del tipo satanico por respuestas estaba bastante dispuesto a hacerlo.

—No a que, sino a quien.

—¿debo matar a alguien del pueblo?

—Exactamente, sería muy conveniente en realidad que ya haya alguien en tu casa dormido como un tronco. Alguien con quien no tengas ningún tipo de relación ni sea tu amigo.

—¿Solace? No puedo matarlo... su padre y el mío se conocen hace mucho. Además, quizás alguien lo haya visto venir...

—Entonces no tendrás tus respuestas, jovencito.

—Puedo matar animales, ¿hacer algún tipo de conjuro? ¿Eso no sirve? Buscar algo, cualquier cosa.

—Puedes imaginarte que la vida de una insulsa liebre no se compara con poseer un alma humana en mis manos y vestirme con los colores de su sangre, escuchar los gritos de miedo salir de su boca... no, no es igual.

—Pero no puedo matarlo, al menos, no ahora. Mi padre ya te conoció, sabría que fui yo.

—¡Entonces desaparece el cadaver! ¡Di que desapareció! —El tono comenzaba a subir, iba en crescendo la discusión.

Nico iba a contestar cuando oyó el familiar crujido del séptimo escalón de la escalera, al abrir la puerta de su habitación pisadas comenzaron a incrementar su velocidad hasta bajar del todo.

Cuando Nico llegó hasta el lugar, Will ya había abierto la puerta y tenía un pie fuera de la casa, sus miradas se encontraron un segundo y el rubio parecía un ciervo siendo iluminado por los faroles de un auto en el momento antes de ser atropellado.

—¡Will, espera!

—¡AAAAAH! —gritó fuerte Will, aunque sabía que nadie lo escucharía, estaban a doscientos metros dentro del bosque.

Nico Di Angelo estaba entrando en pánico, si Solace salía de allí podría decirle a la policia cualquier cosa que haya escuchado y sería el principal sospechoso de la muerte de Tyche. Sería odiado por el pueblo, más temido de lo que ya era. Lo peor no sería que no podría continuar con su investigación sobre su padre y el estado extraño del pueblo, sino que posiblemente podría ir preso.

Lo último que escuchó de Minos fue su característica risilla antes de esfumarse y él poder correr tras esa melena rizada.

Vio a Will atravesar el jardín y abrir la puerta delantera, solo para correr aún más veloz dentro del bosque. Mierda, estaba jodido, Solace era mucho más rápido de lo que se hubiese imaginado, incluso corría más que la noche anterior.

—¡No es lo que crees! ¡Puedo explicarlo! —gritó el pelinegro, haciendo un último esfuerzo de que el rubio entrara en razón.

Lo último que vio, antes de dejar de correr fue como este le dedicaba sus dos dedos medios levantados en un gesto insultante (aunque totalmente merecido).

—Realmente no puedo ver como esto puede mejorar. —Minos había vuelto con sus típicas burlas a su lado, pero para este punto Nico no lo escuchaba, solamente repetía dentro de su mente "estoy jodido" tantas veces como fuesen necesarias para hacerse la idea— Yo te advertí que había que matarlo. Ahora no obtendrás respuestas por parte mía ni por investigaciones que tú mismo puedas hacer, vas a estar demasiado ocupado yendo al juzgado.

—¡¿Quieres callarte?! ¡Eres tú quien me metió en esto en primer lugar! —pero el chico tenía muy en claro que Minos no se callaría, entendía lo que quería: reducirlo a nada, solo para poder controlarlo mejor, tenerlo como su marioneta.

—No es mi culpa que hables tanto y hagas poco, tu padre era mucho mejor que tú. Más inteligente.

Ignoró sus comentarios, sus burlas, debía buscar ayuda y su padre no estaba disponible. Quizás Will vaya primero a su casa, podría frenarlo allí, intentar que entre en razón, por suerte, la noche anterior se habían hecho amigos, eso debía contar en algo ¿no?

Con las ideas un poco más ordenadas se dirigió a la casa de los Solace.


Will tenía el corazón desbocado, latiendo como nunca, había dormido en el mismo techo que un asesino, Tyche estaba en un cajón por culpa del silencioso Nico Di Angelo.

Sintió asco por el sentimiento que había despertado en el; había intentado protegerlo, entenderlo, ser su amigo... y era el buscado asesino.

Las calles estaban desiertas, al parecer, todo el mundo estaba en el velorio de la mujer. Pobre Tyche, sin la culpa de que uno de los residentes del pueblo sea un sadico y cruel asesino. El ambiente silencioso no ayudaba a Will, quien prefería ver hasta a Octavian antes que estar así de solo. Sentía que Nico podría aparecerse en cualquier esquina y acuchillarlo, quizás dispararle. Ni siquiera la noche pasada se había sentido tan largo el trayecto, había pasado temiendo por su vida por las mismas calles dos veces en un lapso menos a 24 horas. Eso era algo demasiado preocupante.

Llegó rápidamente a la estación de policías y encontró solo a Marcus, mirando su celular desinteresadamente. Hace tan solo una semana eso hubiese sido completamente obvio y normal; en Olímpicos no pasaba nada, era completamente aburrido. En cambio, dentro de la mente de Will, todo había cambiado.

Se precipitó demasiado rápido sobre el mostrador, golpeándose la costilla con este pero realmente no le interesaba. Marcus, el hombre de un poco más de treinta años, lo miró algo confuso.

—¿Will? ¿Que tienes?

—¡el asesino! ¡Se quien es!

El hombre se paró rápidamente de su silla y pasó por detrás del escritorio para llegar al lado del rubio, mirándolo más preocupado y nervioso de lo que debería. Quizás el departamento de policías no estaba del todo preparado para eso.

—¿Cómo? ¡Dímelo! Debemos denunciarlo, tomar declaraciones... ¡tengo que llamar a Belona!

—Fue Nico Di Angelo, noté actitudes extrañas en él luego del asesinato y anoche fui a su casa a dormir. Cuando me desperté lo encontré hablando solo, diciendo que no quería matarme.

Marcus dudó un momento y Will, con su desesperación inundando su cuerpo, eso hizo que le entraran ganas de golpearlo en la cara.

—Mira, Will, lo se, es raro pero... ¿no crees que deberías pensarlo un momento? Es una acusación muy grave la que estás haciendo y su padre es muy respetado.

—¡Yo vi sus ojos! ¡Él cree que estaba hablando con alguien! ¡Está loco! —afirmó, aunque sin necesidad de verse en un espejo sabía que con las lágrimas molestando en sus ojos y su cara roja por el calor que le transmitió correr hasta allí el que parecía fuera de si era él. Se odió por hacerlo, pero no pudo evitarlo; comenzó a llorar— Anoche hablamos, creí que era mi amigo... y solo buscaba el momento para acabar conmigo.

Marcus apoyó su mano en el hombro del joven.

—Voy a llamar a Belona, quédate aquí y pronto tomaremos tu declaración. No te preocupes, ya estás a salvo. —dicho esto, Marcus se separó de él un poco a la izquierda, dejándolo a solas con sus pensamientos.

Su mente era un torbellino de emociones que quería salir, Nico le había prometido confianza y estaba evaluando la necesidad de matarlo.

"¿Solace? No puedo matarlo"

No puedo era la palabra clave; no fue un no quiero o no asesino personas, fue un no puedo, y a continuación dijo que sólo porque sus padres se conocían. No porque le haya tomado un mínimo cariño con la charla anterior. Will se había convencido que su distancia había sido solo por timidez...

¿Como volvería a presentarse a clases? Si temía por su vida, porque Nico Di Angelo podría acabar con él en cualquier momento. O con su padre, o su madre, o sus hermanos... ¿quien sabe que pasaba por la cabeza del chico?

Lo sé; capítulo corto. Espero que lo hayan disfrutado y comenten que creen que pasará. De nuevo, si hay errores me dicen y mi pregunta de hoy es:

¿Creen que debería haber descrito un poco más o alargar las escenas?

Quisiera saber sus opiniones ya que leyendo y leyendo se aprende mucho.

Gracias por leer.

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