Acusaciones

Todo el pueblo (o su mayoría) estaba en el velorio, se sentía la tristeza irradiando de los ojos llenos de lágrimas pertenecientes a las personas más cercanas a la mujer rubia que ahora descansaría para siempre. El funeral era a cajón abierto, por lo qué Apolo no solo debió revisarla sino que también se había ofrecido a lavarla y hasta arreglarla, sacarle un poco de ese blanco tan poco característico de ella.

Desde la esquina donde Bellona, junto con su hija Reyna, observaban atentamente a todos, lo que más podía escucharse, eran los llantos estridentes y persistentes de Afrodita. Las lágrimas caían por sus cachetes y sabía que su rímel no estaba corrido solo porque era a prueba de agua. Bellona desvió la mirada, le daba un poco de molestia verla hacer tanto ruido en una sala tan silenciosa, ella nunca permitiría que la vieran en una situación tan denigrante; llorando por alguien con quien no tienes contacto hace años. Y hablando de comportamientos extraños... Hermes parecía más que simplemente respetuoso, guardando silencio sentado abatido en uno de los sofás, con sus puños sosteniendo su cara. Sus ojos estaban muy rojos y sus mejillas húmedas. Apolo estaba a su lado, haciendo círculos en su espalda con la palma de su mano.

La sheriff no notó cuando Reyna se fue de su lado para reunirse con Annabeth y su madre, quienes pasaban a dejar unas flores cerca del cajón, lo que sí la hizo volver a la realidad y abandonar el viaje que hacían sus pensamientos acompañados por el ritmo pasivo de los llantos ajenos, fue que Bárbara Némesis se posara a su lado y comenzara a hablarle en susurros.

—¿sabias que ella era mi mejor amiga, no? —su voz seguía siendo afilada como siempre, la diferencia era que ahora se cortaba un poco.

—Luego de que trabajáramos juntas tanto tiempo aún preguntas eso.

—Bel, necesito que me dejes investigar el caso. —¿eso había sido una súplica? No, la latina debía estarse confundiendo. Pero al voltear a verla, los ojos marrones de su compañera le confirmaban lo contrario. Había mucha tristeza en ellos, una agonía visible, que no se esforzaba en ocultar. La agente Arellano estaba muy confundida; ¿por qué todo el mundo insiste en mostrar sus sentimientos? Fue esa mirada lo que la convenció de su respuesta:

—No, te prometo que encontraré al culpable de esto...

—Tú sabes muy bien que creo sobre su muerte. Es por eso que te ruego, como amigas, como compañeras que aprendieron a trabajar juntas incluso aunque hayamos estado siempre en bandos opuestos. Por favor, déjame encargarme de ella como Tyche hubiese querido.

Bellona estaba harta de ese pueblo y su historia, se odiaba a ella misma por haber sido tan cobarde y haber intentado huir pero no le molestaría odiarse un poco más solo por volver a intentarlo. Aún luego de haber demostrado muchas veces que Cronos era un asesino, aún hay gente que lo apoya. Zeus siempre es informado de grafitis que proclaman su alzamiento, los mandaba a limpiar, que no queden rastros de esas voces. Esa minoría que estaba siempre sobre ellos, buscando el momento indicado para llevar a cabo su plan, siguiendo sus pasos esperando a que den uno en falso.

La sheriff se aclaró la garganta.

—La respuesta es no, Némesis y por si no lo sabes yo estoy al mando del departamento de policías. Pienso averiguar quién la mató y con qué motivo, por qué buscar a Cronos y querer su llegada.

Bárbara (aunque nadie se refiere a ella por su nombre) rió amargamente.

—Cronos volverá y yo misma te arrojaré a él si continúas quitándome mis derechos. Defenderé la justicia, incluso si debo hacerlo por mano propia.

De repente el ambiente se sentía cargado y frío para la mujer, viendo como la cabellera negra y rulosa se apartaba fieramente de su lado, a veces, la agente daba miedo y Belona no era inmune a su actitud. No sabría que hubiese hecho si su teléfono no hubiese comenzado a sonar; quizás ir tras ella, quizás intercambiar insulto o amenazas, quizás quedarse mirando su espalda alejarse completamente humillada por el miedo que su cara reflejaba sin su consentimiento... ¿quien sabe?

Abrió su teléfono, porque si, usaba un Nextel con tapita, de esos que no se ven hace mucho tiempo, aunque no se alarmen, solo para el trabajo. Fue por eso que sabía que debía ser algo importante.

Lo contestó rápidamente y mientras pedía explicaciones salió hasta la vereda, intentando apartarse de la gente así evitar que oídos curiosos y metiches se interpusiesen en su investigación.

—Aquí Arellano.

—jefa, debe volver aquí ahora mismo. ¿Está en el velorio? Creo que sería recomendable que también traiga a Hades Di Angelo, pero eso después, necesito que estés aquí ¡ahora! No sé qué hacer y...

El "joven" había hablado muy rápido, era nuevo en la agencia de policías y sumado que hace mucho tiempo que algo preocupante no pasa, pudo entender su nerviosismo.

—Marcus, cálmate y dime qué pasa.

—El hijo de Apolo Solace está aquí, dice que tiene pruebas de que Nico Di Angelo es el asesino de Tyche.

—Mantén seguro al chico, voy para allá. Avisa al grupo A. Y escucha; no quiero a nadie que no sea del grupo A metido en la investigación ¿me oyes?

—fuerte y claro, cambio y fuera.

Con eso último, Bellona tomó aire y volvió adentro del lugar donde se conmemoraba a Tyche Adams. Caminó entre la gente, apenas logró hacer contacto visual con su hija hizo la seña acordada para avisarle que estaría trabajando en el caso, que haga como que no estaba allí o que pronto se iría. Por fin llegó hasta una sala apartada, la puerta estaba cerrada aunque ella sabía que detrás había una oficina y que el señor Di Angelo estaría allí.

Tocó la puerta aunque sin escuchar una afirmación del otro lado se abrió paso en el despacho. La cara de Hades hubiese sido Algo cómica si no fuese por la situación.

—oficial, ¿usted sabe tocar una puerta?

—Venga conmigo, y no se resista. — le respondió la mujer, ignorándolo.

—¿disculpe? ¿Y por qué motivo?

—Le contaré cuando lleguemos a la estación de policías.

Con eso, Hades no pudo decir nada en su defensa, simplemente apoyó los papeles que tenía en sus manos, se quitó sus anteojos para ver de cerca y caminó lentamente hasta su lado. Bellona sabía que era un hombre peligroso pero sin embargo sus ojos llenos de confusión la hacían dudar de esa fachada.

Recordó vagamente, como hace años, él la había salvado de Cronos y como aún teniendo en cuanta la diferencia de edad había tenido un gran crush en él.

Pero todo eso se había enterrado y nunca saldría, Bellona sabía que no debía querer ni encariñarse demasiado con nadie de ese engañoso pueblo, esto es una batalla campal y el querer a alguien lleva a ser traicionado o ser devastado por su muerte. Así se había vuelto una persona dura y fría, ella era la sheriff, la única tan abnegada para dejar de lado su vida y dedicarse completamente a investigarlos a todos y pelear por un orden. La más intrépida para seguir sombras por la noche y la más fuerte quien ahora sí podría enfrentarse a Cronos.

Cueste lo que cueste se encargaría de dejar a Cronos fuera de juego.



Naomi Solace estaba cocinando tranquilamente mientras escuchaba uno de sus discos favoritos de Willie Nelson, siempre le había gustado mucho la música country (algo completamente cliché dado que había vivido toda su infancia en Texas). Su día prometía ser tranquilo; Will y Kayla despertarían pronto, descubrirían que Austin se terminó el último paquete de galletas, el nombrado entraría por la puerta trasera con su guitarra ya que todos los domingos por la mañana tiene la costumbre de tocar al aire libre, Apolo volvería del funeral cabizbajo y los tres almorzarían en familia. No tenían nada planeado para esa tarde por lo que seguro cada uno de sus hijos haría de las suyas y tendría tiempo con su marido.

Si, un día bastante tranquilo.

El timbre interrumpió la melodía y ella, limpiándose las manos con un repasador, fue a contestar la puerta. ¡Vaya sorpresa que se pegó al verlo al hijo de Hades algo agitado en la puerta de su casa!

—Buen día, señora Solace. —la saludó cortésmente el muchacho— Necesito hablar con usted, ¿puedo pasar?

Naomi dudó un momento, esos ojos marrones  algo nerviosos mirando hacia el interior de su casa disimuladamente y el carmín de sus cachetes no coincidía con la voz aterciopelada con la que hablaba. Aún así, no podía dejarlo en la puerta.

—Claro, ¿eres el hijo de Hades?

—Lo siento, no me presenté, me llamo Nico Di Angelo. Voy con Will a la escuela.

Los instintos de madre se encendieron en la mujer de tez oscura, dejó espacio para que el adolescente pase y lo miró de arriba a abajo cuando estaba de espaldas; vestía completamente de negro y su jean estaba decorado por un cinturón de cadenas metálicas pequeñas. No era para nada parecido al estilo de amigos que Will solía presentarle.

—Si buscabas a Will puedo despertarlo, de todas formas no creo que tarde mucho en bajar. ¿Necesitabas algo?

Quizás haya sido solo un momento pero algo que no era tranquilidad cruzó los ojos del muchacho. Naomi no se sentía en paz ahora mismo.

—Pensé que ya lo sabía, señora Solace, pero Will no está durmiendo en su habitación.

La morocha exclamó algo sorprendida, si Will no pasó la noche en su cuarto entonces ¿donde? Aceptando la información sin cuestionarse demasiado si lo que decía el pelinegro era verdad o no, volvió a enfocarse en él, en esas esferas oscuras que tenía por ojos, que parecían captar la luz y absorberla. Para su sorpresa, el ceño del chico estaba contraído en nerviosismo visible.

—¿tu como sabes eso?

—Porque Will pasó la noche en mi casa, —Nahomi iba a interrumpirlo pero Nico se adelantó— hoy por la mañana... escuchó una conversa sacada de contexto, él se asustó mucho y corrió. Pensé que iba a venir aquí pero... —no hacía falta que agregara nada, la señora había entendido el mensaje aunque ¿Que podría haber escuchado su hijo que lo haga huir de esa forma? Will nunca había hablado del muchacho por lo que pensar en algún tipo de traición a su amistad quedaba descartado.

—¿Y que fue lo que lo hizo correr?

Nico suspiró.

—Él creyó que soy el asesino —Nahomi contrajo exageradamente la cara— ¡y se que suena mal! —se apresuró a decir— pero no es lo que cree, simplemente... fue una estupida conversación que tuve conmigo mismo.

—¿y como una conversación contigo mismo lo llevó a pensar que eres el asesino de Tyche? Con esas cosas uno no debe jugar, luego ocurren estas cosas.

—Entonces... ¿usted me cree? —en sus ojos se notaba la esperanza, ahora parecían brillar más, aunque, Naomi Solace, no había nacido ayer. Primero hablaría con su hijo, Will nunca había sido un chico tonto.

El rompecabezas cada vez se hacía más complejo en la mente de la mujer: su hijo había salido a mitad de la noche a la casa de este chico que apenas conocía sin ningún motivo aparente, lo creía el asesino que tanto están buscando, había huido y aún no sabía su paradero.

—Voy a llamar a Apolo, no puedo dejar a Will solo por el bosque. Si tu no eres el asesino, entonces puede estar corriendo un grave peligro. —la morocha esperaba que Nico no acotara nada sobre su cambio de tema, evitando contestar la anterior pregunta. Para su suerte, Nico solo asintió. Aún estaban de pie en la cocina, por lo qué el adolescente comenzó a mirar a sus alrededores incomodo — ¿quieres sentarte? No sé cuánto tardará esto.

El pelinegro asintió y cuando corrió la silla, ella se volteó y marcó a su marido.

Un tono, dos tonos... y contesta:

—¿Sol? ¿Pasa algo? —de fondo podían escucharse los lamentos de Hermes y a la mujer se le sumaban más dudas como ¿por qué de todas las personas, el mejor amigo de Apolo, quien no estaba relacionado con la mujer, estaba llorando de esa forma? De pronto, en la vida de Nahomi, muchas dudas se interponían entre su vida normal.

—Si, Will no pasó la noche en casa y... —Apolo la interrumpe:

—Lo siento, espera un segundo, no puedo escucharte aquí. —luego de lo que pareció una disculpa para Hermes, Apolo la hizo aguardar en línea unos segundos— Lo siento, ¿qué pasó con Will?

—No pasó la noche en casa.

—¿ya llamaste a los Markowitz?

—¿Puedes escucharme? —el temperamento de Naomi nunca se había caracterizado por ser tan tranquilo como el de su esposo— eso no es lo preocupante, sino que el hijo de Di Angelo está aquí, dice que Will salió corriendo de su casa.

—¿pasó la noche con los Di Angelo?

—¡¿eso es lo único que te preocupa?!

—No, lo siento, solo me sorprende. Ya salgo para buscarlo, ¿alguna idea de donde puede estar?

—Apolo, esto es serio, hay un asesino suelto y... Will cree que es el hijo de Di Angelo.

Tantos años de casados le habían dado la habilidad a Naomi de saber cuando su esposo se había tensado y a Apolo, la habilidad de entender lo que su mujer intentaba transmitirle sin palabras.

—¿Nico Di Angelo está allí contigo?

—Si.

—¿crees que sea el asesino?

—No lo creo pero...

—Es Will de quien hablamos. —Nahomi le dio la razón— Dile que vuelva para su casa, nosotros nos encargaremos de Will, y ¿Sol? Deja el teléfono en altavoz mientras lo hagas.

—Está bien, te amo.

Con eso, Naomi oprimió el altavoz y dejó el teléfono en la barra de la cocina, un buen lugar para escuchar la conversación que pasaría allí.

Nico jugaba con un corcho que había en la mesa con el ceño fruncido, al escucharla cortar lo dejó de lado y levantó la vista.

—¿va a buscar a Will? ¿Necesita de mi ayuda?

—Si, nosotros nos encargaremos, Nico. Vuelve a tu casa, no es necesario que los esperes, si quieres puedo llamarte cuando lo encontremos.

—Quisiera quedarme y explicarle todo.

—En serio, no es necesario.

La expresión de Nico cambió a una de total entendimiento y a la mujer le dolió muchísimo verlo al adolescente de esa forma; sus ojos bajaron al suelo, casi con tristeza, una mano la pasó por su melena oscura, despeinandolo. De esa forma parecía mucho menos peligroso, diría que incluso tierno, la clase de chico que Will trae a casa después del colegio. Entonces su ceño volvió a arrugarse y ya no quedaban rastros del niño dulce.

—Entonces me voy, solo... asegúrese de que Will no crea que soy un asesino.

Los dos caminaron a la puerta en un silencio tenso, y a Naomi le dolió el darse cuenta de que había sido totalmente su culpa haberlo hecho sentir así; despreciado y de desconfianza, lo había rebajado tanto que ni siquiera le dedicó una palabra de despedida.



Grover debía admitir que amaba esa momentánea tranquilidad del pueblo, aún incluso sabiendo que alguien había muerto. Sonaba bastante retorcido pero iba a serle útil; podría internarse en las calles sin ser visto.

Ahora mismo, se encontraba frente a una entrada bastante mala cuidada y llena de malezas y enredaderas. Como si el mismo césped entendiera que era un lugar oscuro (y no solo porque nadie pagaba la cuenta de luz hace mucho tiempo) y no crecía verdoso sino más bien amarillento y seco.

Con una gran destreza saltó por encima de la reja y cayó al otro lado, al incorporarse tranquilamente notó que la casa cada día se venía un poco más abajo: las paredes estaban sin color, las maderas que formaban el pórtico se veían muy débiles. El moho se había adueñado de todo. Aún así, Grover saltó por la ventana más cercana y se adentró al desierto lugar.

Adentro la cosa no mejoraba; los pisos aullaban en agonía cuando el muchacho los pisaba, el olor a humedad apenas te dejaba respirar y se podían ver varias arañas, estaba seguro de que sí movía alguno de esos muebles tan polvorientos también saldrían raras. Aún así, el ambiente no era normal, incluso para una casa abandonada, Grover debió prender su linterna ya que aunque eran como las tres de la tarde el sol parecía reacio a bañar el lugar, condenándolo a una tenue luz que apenas alcanzaba para lograr ver que tenía delante.

El chico recorrió todo el piso de abajo sin encontrar rastros de lo que buscaba, por lo que tomó la decisión de subir las escaleras.

No subas, le habían advertido, pero Grover Underwood nunca se caracterizó por hacer especial caso en las ordenes que le daban, las tomaba más bien como un amigable consejo que siempre decidía evitar.

Una vez puso un pie en el último escalón se sintió la diferencia, abajo podía ser algo incómodo con ella humedad y eso, pero arriba una energía completamente diferente se apoderaba de la casa. Tanto era así que debió apuntar su linterna a cada lugar que se le permitiera, solo para asegurarse que nadie lo estaba mirando desde algún lugar.

Un poco más seguro, comenzó a inspeccionar el pasillo; habían cuatro puertas, dos de un lado y dos del otro. Se acercó primero a la puerta a la izquierda solo para comprobar que era un baño con un inodoro sucio, un lavamanos viejo, un espejo destruido desperdigando sus pedazos por el suelo y una bañera en el fondo. La puerta a la derecha estaba cerrada con llave y no iba a mentir, no pensaba entrar allí. Estaba entendiendo el verdadero significado del miedo y la importancia de seguir órdenes (eso último de todas formas lo ignoraría). Siguiendo del mismo lado intentó tener suerte con la puerta que le seguía y se encontró con una habitación de un niño, con una cama sin colchón, un armario abierto y vacío lleno de polvo y un par de cosas tiradas. Debajo de la cama notó que había una caja y se arriesgó a sacarla.

Y bien que lo había hecho: allí había un diario íntimo con hojas amarillas y en la portada había una fecha: 1990, con varios dibujos incomprensibles a su alrededor.

Lo guardó en su bolso y complacido con su día, iba a dejar la última puerta de lado, de todas formas, es mejor dejar el lugar cuando vas ganando. Eso ya lo había aprendido tiempo atrás (también muertes atrás).

Ya estaba por poner un pie en el escalón más alto para bajar cuando el chirrido de una puerta poco aceitada al abrirse cortó la falsa tranquilidad de la cual se había convencido. Ni siquiera se dio vuelta, solo corrió como alma que lleva el demonio.

Una risa macabra de alguna forma hizo que se tropezara y terminara despatarrado al final de la escalera.

¿Por que había mirado hacia arriba? Solo para asustarse aún más.

De pie en las sombras que permitía el pasillo de arriba estaba una figura que resaltaba entre ellas, como si hubiese sido creado con el único propósito de ser atemorizante y crearte pesadillas.

—Grover Underwood, es un placer volver a verte.

En un movimiento rápido tomó su linterna y lo alumbró, haciendo que este deba retroceder unos pasos. Ni siquiera pensó en una respuesta sarcástica antes de lanzarse a correr hacia alguna ventana.

Una vieja vasija que aún andaba dando vueltas por allí voló y se estrelló en su cabeza, mandándolo nuevamente al piso. Una fuerza lo mantenía allí, sin poder levantarse. Y aunque no esté, estaba seguro de que no duraría mucho con la sala dando vueltas por el golpe.

—No debiste haber subido. —le comentó Cronos y levantó lo que vendría siendo una mano aunque esas sombras se veían afiladas como navajas o garras.

—¡AAAAH! —gritó cuando estas se clavaron en su espalda y lo empujaban hacia atrás, hacia las escaleras.

Mientras esto pasaba, Grover notó como esa cosa afilada que le causaba dolor cada tanto desaparecía y volvía a aparecer. El poder de Cronos aún era muy limitado y en la planta donde se encontraban el sol le impedía su buen funcionamiento.

En el momento oportuno, cuando no las sintió, rodó sobre sí mismo y logró ponerse de pie. Aún así su visión estaba manchada de puntos negros y sus piernas amenazaban con flaquear.

Tomó impulso y saltó por la ventana.

Sin mirar atrás corrió lejos de allí, asegurándose de tener su bolso consigo. Dentro, podía hasta sentir ese peso extra que había sacado de la casa. Ya podía sentirlo susurrándole todos los secretos que necesite. Una hermosa pero peligrosa sensación de poder lo embargó, tragó saliva sonoramente mientras se aferraba a la correa que colgaba de su hombro como si fuese su cable a tierra, manteniéndolo aquí y no creyendo volar. En este perdido lugar, dejarse llevar no era nunca recomendable.



Apolo, Belona y un Hades más cabizbajo de lo normal llegaban a la estación de policías, en lo primero que se fijó Apolo fue la oscuridad que reinaba en el lugar, parecía más bien una cueva con la pintura negra de las paredes, afuera eran algo así como las tres pero allí... ¿quien sabe? Las ventanas estaban cerradas y solo habían un par de lámparas encendidas. Eso solo resaltaba más la cabellera brillante de su hijo, sentado en el centro del lugar, ocupando uno de los sofás.

Marcus se encontraba frente a él, aunque desde donde estaba era casi imposible saber que decían, más si tomaban en cuenta que el lugar era un descontrol; muchos policías se colocaban sus placas ajetreados, se iban pasando entre ellos una misma carpeta. A su lado, escuchó a Belona gruñir mientras prendía la luz y los presentes volteaban a verla como pequeñas ratas que fueron encontradas comiendo un pedazo de queso ajeno.

—¿ustedes son policías o me equivoqué y me metí en el preescolar? Un poco de seriedad, es todo lo que pido.

De repente, todos estaban impecables; postura erguida, cabeza en alto, camisas en orden. Era increíble el aura de respeto que imponía la mujer. Si Apolo no fuese un incorregible, seguramente los hubiese imitado. Uno de ellos se acercó hasta los tres.

—Jefa, ya tenemos las declaraciones de William Solace.

—¡¿Que?! ¿Hicieron declarar a mi hijo sin supervisión de un adulto? Es menor de edad, puede contar como delito lo que hicieron. —Apolo estaba enojado, él conocía muy poco sobre leyes, pero había aprendido algo a través de su experiencia y es que la declaración de un niño sin supervisión de sus padres puede llegar a ser muy peligrosa y es contra la ley. Si Will había dicho algo de lo que pudiese arrepentirse le echaría toda la culpa a Marcus. Le desearía suerte cuando quisiese que el mejor (y prácticamente único) doctor de la zona lo atienda.

Hablando de Roma... Marcus se levantaba, solo para llegar hasta el hombre rubio bastante encolerizado.

—Apolo, tranquilo. No es oficial, solamente están informados del por qué huyó de la casa de los Di Angelo.

Algo más tranquilo, el médico estrechó rápidamente su mano con su amigo y fue a asegurarse que Will se encontrara bien. El hombre estaba sordo a todo lo demás que pasaba a su alrededor, era bastante consciente de que Hades, Belona y un par de policías estaban discutiendo pero lo más importante para él se encontraba a un par de metros adelante, sentado en ese sofá incómodo y rogándole con esos ojos azules inocentes que lo ayude a salir de donde se había metido.

—Will, ¿qué pasó? Espera, primero ¿estás bien?

—Si, no me pasó nada. Lo siento por escaparme anoche. —los dos compartieron un desesperado abrazo entre padre e hijo. Apolo podía ser el eterno adolescente incorregible, el inmaduro de casi cuarenta años y muchas cosas más pero amaba a sus hijos más que a nada en este mundo y Will... Will era un niño de papi.

—Está bien, cualquier cosa qué haya pasado, podemos resolverlo. Voy a mandarle un mensaje a tu madre de que estás bien, —le comentó mientras sacaba su celular— y me cuentas por qué estás aquí.

Una vez que el mensaje fue enviado volvió a centrarse de lleno en su hijo, aunque el rubio miraba perdido hacia detrás de él, donde suponía que aún estaba Hades Di Angelo.

—Pa, anoche dormí en la casa de Nico Di Angelo, porque quería verlo, es decir, ¡estaba preocupado! Lo habíamos encontrado junto con Leo y Pipes en medio de la autopista hacia la ciudad inconsciente, decía que algo lo perseguía. Y... —Will bajó la mirada— sé que nadie va a creerme pero... escuchamos algo. Una advertencia que nos decía que no podremos escaparnos. Tuve miedo. Y... suena loco pero es verdad.

Will le recordaba a Apolo a sí mismo, cuando él se vio envuelto por primera vez en los asuntos del pueblo.

—Will, hay mucho que debes saber.

—Lo se, también se que sabes mucho pero... hay algo que no me vas a creer.

—¿por qué no me pones a prueba? —le contestó su padre, tirando una sonrisa marca registrada para sacarle algo de tensión al asunto.

—escuché a Nico hablando solo... —Apolo le hizo una señal para guardar silencio y su hijo lo obedeció. Miró a los lados y habían un par de agentes disimulando no estar prestando atención a lo que decían y a un Hades fulminándolo a su hijo. No, no sería un buen lugar para sacar teorías. Otra cosa que Apolo había aprendido era a guardarse algunas sospechas, a nadie inocentes le gusta que lo acusen de un crimen y en ese pueblo era preferible tener a tantos aliados como sea posible.

El hombre miró a su alrededor y notó que el baño de la estación estaba vacío, tomó a su hijo por los hombros y lo condujo hasta encerrarse ambos en el de caballeros. Si bien había un olor desagradable, nada sería peor que tener a Hades como enemigo. Will ahora miraba al suelo y por las luces fluorescentes podía notar como sus lagrimas creaban un pequeño camino por su cara.

—Shh, tranquilo, está todo bien, ¿si? —Will asintió e intentó calmarse— ahora dime ¿que escuchaste?

Will le narró toda la historia, desde que había subido para ver cómo estaba, hasta quedarse detrás del marco de la puerta escuchándolo, hasta cuando corrió despavorido. Todo eso, sumado al hecho de que su hijo no era mentiroso solo podía llevar a una conclusión: efectivamente, Nico Di Angelo había matado a Tyche. Aún así, habían muchas cosas inconclusas, y esa era la peor noticia que podía darle a Will; su historia no bastaba, necesitaban pruebas reales.

El menor asintió entre sollozos cuando su padre le comentó lo anterior, parecía hasta algo aliviado.

—Hiciste un revuelo allá afuera, hijo.

—Lo se, es que... estás últimas horas fueron muy extrañas. Cuando iba hacia allí sentí que alguien me observaba desde el bosque. Sentí muchas emociones en poco tiempo.

—Es... entendible, supongo. —el padre suspiró, Nahomi era mucho mejor que él cuando se trataba de charlas motivacionales— Creo que todo lo que me dijiste, no quiero que creas lo contrario y supongo que debo hablarte de muchas cosas. Pero hay algo que debes entender: nuestra relación con la familia Di Angelo no debe ser perturbada, así que voy a hablar con la policía por ti, incluso con Hades. Pero tú debes disculparte con Nico. ¿Puedes hacer eso?

—¿vas a obligarme a disculparme con quien creo que es el asesino? ¿En serio crees que son solo imaginaciones mías?

—Al contrario, —Apolo cerró sus ojos y se masaejó las sienes mientras apoyaba su cadera en el lavatorio— creo que podrías tener razón. Como dije, hay muchas cosas que aún no sabes y recuerda lo que voy a decirte, Will: debes tener a tus amigos cerca y a tus enemigos más cerca.

—Eso es un viejo dicho, pa.

—Uno muy acertado.

—Aún así... no quiero volver a verlo, tengo miedo de lo que pueda hacer.

—Veré como lo resuelvo, pero Will... —el mayor ya estaba cerca de la puerta, jugaba con sus dedos, nervioso por lo siguiente que diría— tú eres el mayor de tus hermanos, tengo que confiar en ti plenamente y viceversa. Si digo que haremos algo, ten por seguro que no lo hago de iluso.

—Está bien.

Al escucharlo, Apolo dejó a su hijo solo en ese feo baño. Sabía que Will había notado su repentino cambio de personalidad; de ser el padre divertido y molesto pasaba a la seriedad extrema, pidiéndole que confíe en él, algo que Will casi nunca hacía.

Una vez fuera, logró tranquilizarlos a todos, diciendo que Will estaba algo paranoico por todo lo qué pasó con Tyche. Le insinuó a Hades que su hijo estaba en cosas raras, intentando que sonara como una advertencia amistosa y no como una amenaza.

Quizás eso sea lo mejor, dejar que el tiempo revele un poco más sobre que esconde cada uno y llevando a su hijo a casa por las despobladas calles, Apolo le prometió que no le sacarían el ojo de encima a esa familia.

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