1. Canuto ya no tiene quien le escriba.
El último día de vacaciones lo pasó anclado a la ventana de su dormitorio.
La lluvia y la nieve se habían entremezclado entre sí formando un torrencial insoportable para cualquier mago o muggle que tuviera la desdicha de pasear bajo aquel ocaso en Londres. Grimmauld Place, generalmente tibio por la chimenea y los calderos que hervían en un fuego eterno, fue incapaz de proteger al mayor de los Black Black de la helada que entraba por la ventana de su cuarto en forma de ventisca. Permanecía abierta. Sirius, con la bufanda de rojo y dorado de su casa, se cubría la garganta, mirando el cielo con un luminoso brillo de esperanza.
Esperaba a Puddlemere. Su vieja lechuza parda que durante los siete años en Hogwarts lo había alertado de terribles noticias (como la llegada de sus padres al colegio para reprenderlo) o de otras magníficas (El noviazgo de James y Lily, el primer e inesperado beso de Peter) y en ocasiones, simplemente le traía las cartas de Remus que se leía bajo la luz flourescente de su habitación.
A Sirius le encantaba leer lo que Remus quisiera decirle desde segundo año. Remus era amante de las letras en secreto; hilvanaba las frases con la habilidad de un literato experimentado y le llegaba a Sirius cada sentimiento de los diferentes acontecimientos que le tocaba presenciar al castaño.Lo poco que Sirius sabía de muggles, política, pociones, magia antigua y noticias, era gracias a Remus, que le escribía más allá de un deseo por cultivarlo; por enlazarlo a su vida.
Pero Sirius nunca había identificado lo crucial que era la correspondencia de Remus en su vida hasta ese día de invierno, donde la correspondencia se detuvo.
No había recibido carta ni en Navidad, ni en año nuevo. Tres semanas donde Puddlemere solo dejaba una correosa edición del profeta en el alféizar de la ventana, o anuncios de vendedores con productos que no le servirían de mucho. Por supuesto, ante la notable falta de correspondencia, tres días antes de terminar las vacaciones había escrito a Remus, James y Peter.
Ninguno le había respondido.
Ahora, bajo una medialuna oculta entre nubes borrascosas, Sirius se mantenía alerta sintiendo el viento rasguñarle la piel del rostro y de los nudillos. Hacía media hora que la cara había perdido todo rastro de sensibilidad, y el corazón comenzaba a achicarsele hasta parecer inexistente. Por suerte, dos minutos después de que la sombra de la desesperación comenzaba a abrazarlo, Puddlemere regresó con una carta en su pico torcido. Pero más que carta, era una nota de James con la tinta corrida por la lluvia.
"¿Listo para vernos mañana? ¡Hay tanto que contarnos! No te olvides de traer los regalos de los chicos. Cornamenta".
Releyó la nota varias veces, en un mar de confusión, antes de que unos fuertes golpes resonaran en su puerta.
— ¡Más te vale cerrar esa maldita ventana si no quieres que entre a echar tu trasero congelado por ella!
—No me amenaces y mejor ven y hazme ese maldito favor, Walburga —le replicó Sirius, cerrando la ventana y sentándose sobre la cama con lentitud, como si un avada le hubiera golpeado el pecho.
— ¡Vuelve a hablarme así y te mataré yo misma!
—Ya te dije que lo hagas, no es un placer vivir, sobretodo aquí.
— ¡Pues lárgate! —y tras decir aquello golpeó la puerta con violencia. Poco a poco sus pasos se desvanecieron a través del pasillo hasta hacerse inexistentes.
Sorbiéndose la naríz se recostó en la cama fría. La carta la estrujaba entre sus manos, pensando e intentando descubrir, ¿por qué Remus ya no le escribía? Cerró los ojos procurando recordar si le había ofendido, y en medio de la oscuridad aparecía el castaño tal cual lo vio la última vez; con la nariz enrojecida por un resfriado mal cuidado. Con heridas que seguían supurando sangre si se les tocaba, en cara y brazos. Los ojos amielados cansados, y el cabello bien peinado. Incluso supo a que olía. A chocolate recién preparado.
La imagen se mantuvo. Y antes de que el sueño lo venciera, murmuró en voz baja para la efigie de su mente:
—Más te vale tener una buena razón, Remus John Lupin. Más te vale.
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