Capítulo 26

Capítulo 26 – Walson, 1.831, Hésperos



—No me puedo creer que lo estés diciendo en serio. ¿Y no se sabe nada de él por el momento?

—Me temo que no. La princesa está muy preocupada, ha ordenado enviar a varias unidades pretorianas a buscarlo, pero no hay ni rastro. Parece haberse esfumado.

—¡Es horrible!

¿Realmente lo era? Mientras Alexia escuchaba a Lyenor Cross y a su prima segunda Noah Valens hablar no podía evitar preguntarse si realmente su abuela se habría preocupado tanto por los compañeros a los que habían asesinado en la Gran Academia Real de Vuelo como hacía ahora por el tribuno Ignatius Thurim. Lyenor había demostrado gran preocupación por ella, por supuesto, e incluso le había transmitido su pesar por lo ocurrido, pero sus palabras hacia sus compañeros habían carecido de la intensidad con las que en aquel momento hablaba con la pretor de la Casa de la Corona sobre el militar.

—Aparecerá, estoy convencido —comentó Aidan despreocupadamente—. Conozco a su padre, y si ha heredado al menos la mitad de su fortaleza y valor, regresará.

—¿Tal y como hizo Doric cuando se perdió hace ya más de veinte años? —intervino Lansel con acidez—. No sé yo que decirte, jefe. Tiene mala pinta. Que sí, que se supone que está todo controlado y que pronto volverá, pero ya empiezan a haber rumores... supongo que te has enterado.

—¿Acaso lo dudas? —Recién llegada de la cocina, Jyn apoyó las manos sobre los hombros de su padre y los apretó con suavidad—. Aidan Sumer, activo o inactivo, siempre se entera de todo, Lansel. Todo, todo.

Jyn acompañó a sus palabras de un guiño a Alexia. Aquella noche, rodeada de su familia, su tía brillaba con una luz muy especial. Después de mucho tiempo luciendo el cabello totalmente negro, aquella semana había decidido recuperar los antiguos tintes que tanto la habían caracterizado. El azul eléctrico y el rosa chicle no iban a volver, Jyn ya se consideraba demasiado adulta como para lucirlos como había hecho durante su etapa de bailarina, pero se sentía muy orgullosa del rosa oscuro con el que había actualizado su cabellera. Decía sentirse más "ella", y Alexia estaba totalmente de acuerdo. Incluso sin haberla conocido en su etapa más colorida y enérgica, con haber visto sus fotos del pasado le bastaba para saber que aquel aspecto era el que realmente le correspondía a su tía.

Pero aquel cambio no respondía a ninguna revelación, ni tampoco a un capricho pasajero. Su nuevo aspecto era el reflejo de los cambios que había en su vida, de que al fin se estaba alejando de la oscuridad que tanto la había atormentado, y todo ello gracias a tres personas. La primera, y protagonista de la noche incluso sin haber nacido aún, era Mario. La pequeña joya que Jyn albergaba en su vientre cada vez más abultado le había devuelto una alegría a la familia Sumer que hacía muchos años que no tenían. De hecho, era muy significativo que no se hubiesen vuelto a reunir todos desde el nacimiento de Alexia, sin contar el nombramiento de Damiel como prefecto. Durante todos aquellos años la familia había ido teniendo contacto, pero jamás habían encontrado un momento para volver a verse hasta la llegada de Mario, así que todos tenían grandes esperanzas en el nuevo miembro de la familia.

Pero no solo él había logrado que la sonrisa volviese a iluminar el rostro de la bailarina. Marcus siempre había sido un elemento clave en su vida, y ahora más que nunca volvía a serlo. Estaba a su lado, cuidándola y queriéndola tal y como ella necesitaba, como su fiel caballero protector. Y lo hacía porque alguien le había permitido volver. Alguien que, sentado entre su esposa y su hija, no podía evitar sentirse especialmente feliz de ver reunidos a los suyos.

O al menos a la mayoría.

—¿Y qué rumores son esos? —quiso saber Victoria, aunque en el fondo no le importaba demasiado. Incluso viviendo en Albia y estando casada con el prefecto de la Casa de la Noche, su mente se encontraba en Talos, su auténtico hogar—. ¿Han encontrado algo?

—¡Ahí está el problema! —sentenció Lansel con entusiasmo—. Que no han encontrado nada. Partes de uniformes, armas y muchas manchas de sangre, pero poco más. Es como si se hubiesen esfumado... como si hubiesen desaparecido.

—Pero eso fue del primer grupo —corrigió Aidan—. Del tribuno no se ha encontrado nada que yo sepa.

—Dale un poco de tiempo...

—Yo he oído que en Throndall hay seres mágicos capaces de devorar a humanos —intervino Alexia con curiosidad—. ¿Sería posible que se los hubiesen comido?

—¡Alexia! —A su lado, Victoria no pudo reprimir un escalofrío.

Pero aunque le hubiese gustado creer que su hija exageraba, no lo hacía en absoluto.

—¡Sol Invicto! —bromeó Damiel, fingiendo horror—. ¿¡Pero qué te enseñan en esa Academia!?

—Nada bueno, hermano —replicó Jyn con diversión—. Te lo digo yo, esos lameliards no son una buena influencia... ¿tú cómo lo ves, Marcus?

El padre de su futuro hijo tomó la mano de Jyn cuando acudió a su encuentro y la ayudó a tomar asiento a su lado en la mesa.

—Pues no sé de dónde habrás sacado eso, Alexia, pero podrías tener razón—admitió Marcus con tranquilidad.—. Visto lo visto en los desiertos de Dynnar, yo ya no cerraría ninguna puerta. Además, eso de los caníbales en Throndall no es la primera vez que lo escucho. La gente no desaparece sin dejar ni rastro... pero vaya, dadas las circunstancias, quiero pensar que aún hay esperanza para Thurim.

—¡Pero eso solo lo dices porque es tribuno! —exclamó Alexia con cierta indignación.

—Y porque puede que sea el futuro emperador de Albia, sí. —Marcus no disimuló lo evidente—. ¿Para qué engañarnos? Si fuera un cualquiera, ni tan siquiera me lo plantearía. Pero ni yo ni nadie. Bueno, puede que Noah, pero porque Noah se preocupa hasta por las piedras. Eso sí, tienen que ser piedras albianas.

Marcus le dedicó una sonrisa ácida a la pretor de la Casa de la Corona, logrando con ello ganarse una mirada fulminante. Irónicamente, incluso siendo muy diferente a su hermana Diana, compartía su falta de química con Giordano. De hecho, Noah no tenía demasiada química con ningún miembro de su familia. Los apreciaba enormemente, pero su visión de la Corona y de Albia estaba tan corrompida que le costaba escuchar según qué comentarios sin ofenderse.

—Bueno, bueno... —intervino Damiel—. Ya se verá qué sucede. Confío en que Thurim encontrará la forma de regresar, pero en caso de que no lo consiga, pues ya sabes, Lansel, a probar suerte con la princesa. ¿Cómo lo ves, Noah? ¿Tú crees que a la princesa Tyara le podría interesar un viejo baboso como Jeavoux?

Lo dijo en broma, por supuesto, pero Noah no pareció entenderla.

—Mejor que el perturbado de Lucian Auren eres, Lansel —le secundó Marcus—, así que yo iría a por todas. Eso sí, vas a tener que teñirte esas canas. Esa niña aún no ha cumplido ni los dieciocho.

Lansel se relamió burlón.

—Me van jovencitas, ya lo sabes.

Tal fue la cara de circunstancias de la siempre severa y formal Noah Valens que las carcajadas estallaron en la mesa. Los años pasaban, pero la complicidad entre Damiel, Lansel y Marcus seguía tan firme como el primer día. Tanto que incluso lograban molestar a Victoria y a Jyn con sus bromas. A veces parecían olvidar que ya no eran los niños del pasado.

—Os podría encerrar en el pozo más oscuro de Hésperos por esto —advirtió Noah con una sonrisa falsa en la cara. Y no mentía.

—Es broma, prima, ya lo sabes —aseguró Damiel, quitándole hierro—. Todos sabemos que Lansel es totalmente incapaz de conquistar a una mujer. Nos falta planeta.

Más risas, aunque esta vez del sector femenino de la mesa, incluida la propia Noah.

—Tienes suerte de que Mario sea varón —intervino Lyenor—, de lo contrario te iba a tocar sufrir, Giordano.

—Oh, no te creas, querida Lyenor —aseguró Lansel con una sonrisa maliciosa en el rostro—. En realidad sería mucho más fácil: sería capaz de rechazar a una princesa con tal de poder conquistar a una Giordano, palabra de pretor.

Más carcajadas, aunque esta vez con las miradas de los futuros padres tratando de taladrar a un Lansel Jeavoux al que no compartir sangre con ellos no había sido impedimento para formar parte de la familia. Se respiraba la alegría y la fraternidad, y absolutamente nada o nadie parecía capaz de romper el momento.

O casi nadie.

—En fin, antes de que acabéis matándoos... —Aidan tomó su copa de vino y se puso en pie—. Quisiera hacer un brindis no solo por la familia que hoy me acompaña aquí, sino por la que próximamente se va a unir a nosotros. Jyn, Marcus, el camino ha sido muy duro, todos somos conscientes de ello, y ha habido tiempos en los que he creído que lo vuestro era imposible, pero el Sol Invicto es generoso y ha decidido unir vuestros destinos para siempre con la llegada del pequeño Mario Giordano. Un niño al que todos ansiamos conocer y que, sin lugar a dudas, traerá aún más esperanza y luz a la familia. Por vosotros.




—Lira, ¿hablas en serio? ¡No me jodas! ¡Dime que es una maldita broma, o...!

—Lo siento, Diana, pero va en serio. Lo tengo aquí, a tan solo unos metros. Es una historia larga de explicar, pero...

—No me vengas con tonterías, ¿qué demonios haces tú con Thurim? ¿¡Acaso no estaba en Throndall!?

Diana respiró hondo en un intento desesperado por serenarse. Se encontraba en mitad de una de tantas calles peatonales, apoyadas en el murete que rodeaba el jardín de una de las casas, y tenía la sensación de que los viandantes la miraban. Y no le sorprendía. En su lugar, probablemente ella también habría mirado a la vecina a la que una simple llamada de teléfono parecía estar desquiciando.

—Desapareció, sí, pero Morgana lo encontró... o bueno, en realidad fue al revés. Thurim encontró a Morgana. Pero bueno, lo importante es que lo tenemos, Diana. Las chicas y yo nos hemos reunido, y...

—¿Has reunido a las arpías?

—A Nessa, Vekta y Morgana, sí. —Hizo un alto—. Y antes de que te enfades aún más, tiene una explicación...

Diana apretó los puños con fuerza.

—Sí, vas a necesitar una buena explicación —interrumpió la Reina con brusquedad—. Déjame pensar, ¿de acuerdo? Por el momento pon a las arpías y a Thurim a salvo, os sacaré de allí. —Hizo un alto—. Doy por sentado que aún no has ido a Talos, claro.

Al otro lado de la línea, Lira tragó saliva.

—No...

—Ya. —Diana puso los ojos en blanco—. Lo dicho, ve pensando una buena excusa, Lira, o no habrá Gea para que puedas esconderte de mí. Ahora pon a salvo a tus compañeras y Thurim y espera instrucciones. Me coges en mal momento.

—¿Estás en Volkovia?

Diana alzó la mirada hacia el edificio que tenía ante sus ojos, una preciosa casa ajardinada ahora envuelta por el halo de estrellas de la noche albiana, y se encogió de hombros. Incluso sin oír las voces de su interior, estaba convencida de que estaba siendo una gran celebración.

Y llegaba tarde.

—Sí, en Arkengrad —mintió—. Mantente a la espera, te llamaré en unas horas.

—Cuento con ello.

Diana colgó el teléfono y lo guardó en el bolsillo. A continuación, con paso seguro, avanzó hasta alcanzar la entrada a la casa. Apoyó el dedo sobre el pulsador del timbre, pero no llegó a apretarlo. Tenía una sensación extraña. ¿Miedo, quizás? Diana dudaba poder tener miedo de nada a aquellas alturas de la vida, pero era innegable que sentía un cosquilleo en el estómago.

—Oh, vamos, ¿qué te pasa? Te están esperando —se dijo a sí misma.

Y llamó.




El sonido del timbre no interrumpió la amena conversación en la que en aquel entonces los comensales estaban enfrascados. Acomodados alrededor de la gran mesa tras la cena, todos se disponían a disfrutar de una agradable sobremesa en la que las bromas y la complicidad evidenciaban la gran sintonía que había entre todos.

—En definitiva, Marcus, ¿te vas a casar con mi hermana o no? —preguntaba Damiel en aquel preciso momento, aprovechando que Jyn había salido para abrir la puerta—. Sé que se resiste, pero con Mario de camino sería lo lógico, ¿no?

A su lado, Victoria le miró de reojo con una sonrisa grabada en los labios. Escuchar hablar a Damiel Sumer de compromiso era extraordinario.

—A los Sumer os gustan demasiado las bodas —comentó Marcus con acidez—. No es por asustarte, Victoria, pero si no se casan al menos dos veces en la vida, no son felices.

—¡Oh, vamos! —Damiel puso los ojos en blanco—. ¡No digas eso, hombre!

—Tranquilo, sé cómo funcionan... —Victoria ensanchó la sonrisa—. De ahí a que le haya advertido al respecto. Si realmente quiere casarse una segunda vez, será mejor que me mate antes de intentarlo siquiera, de lo contrario seré yo quien acabará con él.

La amenaza de Victoria se ganó un aplauso por parte de Lyenor, la cual sabía que, más allá del tono jocoso, había una advertencia real. Aquella mujer era talosiana: por mucho que quisiera a Damiel, no iba a permitir que ensuciase su honor tan fácilmente.

—¿Esto es cosa tuya, verdad Lyenor? —preguntó Aidan con una sonrisa en el rostro—. Las has enseñado bien.

—Pretor o no, yo no me metería demasiado con ella —admitió Noah—. Mis sentidos están en alerta desde que ha llegado.

—¿Y no te han avisado sobre mí?

La voz de Diana resonó con fuerza en el salón, silenciando de raíz las conversaciones. Todos los presentes dirigieron la mirada hacia la sombría figura que acababa de entrar en el salón vestida totalmente de negro, y durante unos segundos nadie dijo nada.

Absolutamente nada.

La tensión empezó a apoderarse de todos los presentes. Mientras que Damiel y Aidan se pusieron en pie como un resorte, con una expresión extraña en los semblantes, Lansel no pudo evitar que una sonrisa se dibujase en su rostro. Marcus, por su parte, era conocedor de su llegada, por lo que ni tan siquiera se inmutó. Se llevó la copa a los labios y bebió vino despreocupadamente. Lyenor y Victoria intercambiaron una fugaz mirada, con Alexia en medio, la cual miraba embobada a la recién llegada. Había una extraña mezcla de emociones en su mirada, pero nada comparable al sentimiento que en aquel entonces anudaba la garganta de Noah. A diferencia de la mayoría de sus familiares, aquella era la primera vez que veía a su hermana desde hacía diez años, y su visión la impresionó.

La enfureció, la emocionó... la puso al límite.

Diana, sin embargo, parecía enormemente satisfecha de ser el centro de atención. El peso de la mano de Jyn sobre su hombro era el mejor apoyo con el que contaba y lo agradecía enormemente. No obstante, ver todas las emociones que despertaba en aquellas personas resultaba muy gratificante. La hacían sentir fuerte... la hacían sentir poderosa.

Su inquietud alimentaba su ego.

—Entiendo que eso es un no —sentenció Diana, con la mirada aún fija en su hermana pequeña—. Parece que te has relajado demasiado, Noah.

—Es una reunión familiar, ¿por qué no iba a estar relajada? —replicó Marcus desde su silla, con la mirada fija en su propia copa. Aunque había aceptado que Jyn la invitase, él tampoco se sentía especialmente feliz de volver a verla—. Esta es su casa.

—Y la tuya, Diana —aseguró Jyn a su lado. Acercó los labios a la mejilla hundida de su prima y la besó con cariño—. Espero que a ninguno os importune que haya decidido invitarla.

Damiel y Aidan intercambiaron una fugaz mirada, pero rápidamente acudieron al encuentro de la mayor de las Valens. Damiel la abrazó con entusiasmo, mostrando abiertamente el cariño que seguía sintiendo por su prima, y la alzó en vilo. Seguidamente, Aidan hizo lo mismo, plantando un sonoro beso en su frente.

Lyenor y Lansel no tardaron en unirse a ellos. La primera la saludó con algo más de frialdad, tensa ante la evidente incomodidad de Noah, mientras que el segundo no dudó en cogerla a peso y darle una rápida vuelta antes de fundirse en un cálido abrazo.

—¡Sol Invicto, sigues siendo un saco de huesos! —exclamó con alegría—. Habrá que pedirle al psicópata de tu novio que te dé algo más de comer, Diana.

—¿Se supone que mi novio es el voivoda de Volkovia? —preguntó ella con diversión, plantando un sonoro beso en su mejilla—. Veo que no has perdido una pizca de osadía, Lansel.

—¿Osadía? —Damiel rio con alegría—. ¡Vaya, vaya, las cosas que te enseñan en Volkovia! ¡En Hésperos lo llamamos ser un bocazas!

—En Volkovia también, pero no quería insultarle de primeras —respondió Diana algo más relajada—. Sea como sea, me alegro de veros... a todos.

Tras el shock inicial, Victoria cogió la mano de Alexia y tiró de ella para que se acercase a saludar a la recién llegada. La talosiana apenas había coincidido con Diana, pero había oído hablar en tantas ocasiones de ella, tanto en la familia como en la prensa, que el volver verla cara a cara era impactante. Para Alexia, sin embargo, todo era mucho más sencillo. Diana emitía un aura de tanta magnificencia y poder que resultaba complicado no sentirse atraída por ella.

Aquella mujer era pura determinación.

—Me alegro de ver que sigues con mi primo, Victoria —la saludó Diana—. Ahora entiendo cómo ha logrado llegar a prefecto. Y tú debes ser Alexia, claro, la gran promesa de la familia. ¿Qué tal te tratan en Lameliard? He oído rumores, ¿va todo bien?

La emoción de saber que la mismísima Diana Valens se había interesado lo suficiente en ella como para saber que se encontraba en la Academia Real de Vuelo de Lameliard tiñó de ilusión los ojos de la joven cadete. Alexia asintió con entusiasmo, rebosante de alegría.

—Sí, va bien —aseguró—. Bueno, en realidad no va del todo bien, están matando a mis compañeros, pero... —Negó con la cabeza, quitándole importancia—. Lo voy a solucionar.

—¿Tú? —Damiel se cruzó de brazos—. De eso nada, señorita. De eso me ocupo yo, que para algo he enviado ya a uno de mis agentes. Veo que han llegado los rumores de lo que está pasando hasta Volkovia.

—Bueno, en realidad no ha llegado demasiado —admitió Diana—, pero ya sabes que yo tengo ojos en todas partes, y más en los lugares donde hay personas importantes para mí. —Apoyó la mano sobre la mejilla de Alexia, mostrando un cariño inusitado, y la acarició con las yemas de los dedos—. Si el agente de tu padre no puede con ellos, avísame.

Diana le guiñó el ojo, logrando con aquel último gesto que Alexia quedase totalmente prendada de su prima segunda. Regresó a su silla junto a su madre, pero a partir de aquel momento no apartó la mirada de Diana en ningún momento.

Pero aunque le hubiese gustado poder horas charlando con la nueva joya de la familia, Diana sabía que debía aprovechar bien aquella ocasión. Era muy probable que no volviese a ver a su hermana en mucho tiempo, al menos en un entorno agradable, por lo que no permitió que su evidente frialdad le afectase. Se acercó a ella con paso tranquilo y le tendió la mano para que se pusiera en pie.

Ya cara a cara, la miró de arriba abajo.

—Siempre supe que serías más baja que yo —dijo con una sonrisa en los labios.

—La genética es la que es —replicó Noah—. Al menos yo no parezco un esqueleto.

—No, pero te falta poco. —Acercó la mano hacia su larga cabellera, la cual lucía trenzada hasta la cintura, y asintió con suavidad—. Es para diferenciarte de mí, ¿verdad? El pelo largo, me refiero. Nos parecemos tanto que esa ha sido la única forma que has encontrado de intentar alejarte de tu apellido.

Noah no pudo negar lo evidente. Le mantuvo la mirada a su hermana, viendo en su rostro un reflejo casi idéntico del suyo, y entrecerró los ojos.

—¿Por qué no puedo sentir tu fragmento de Magna Lux?

—Porque ya no lo tengo.

La inquietud se extendió entre todos los presentes. Todos los pretores se habían dado cuenta de aquel detalle, pero tan solo Noah le había dado la suficiente importancia como para sacarlo a relucir. Ahora que lo sabían, sin embargo, no podían evitar sentirse alarmados. El fragmento de Magna Lux era un símbolo para ellos: su vínculo más estrecho con el Sol Invicto. El que Diana ya no lo tuviese ponía en evidencia lo que todos siempre habían sospechado: que ya no había vuelta atrás para ella.

—Es una larga historia que estoy convencida de que no interesa a nadie —respondió Diana, sonriente—. Además, hoy es el día de Jyn y Giordano, ¿no? Así que celebrémoslo como se merece. —Diana besó la mejilla de su hermana pequeña ignorando su tensión y regresó al otro extremo de la mesa, donde Jyn la esperaba. Tomó sus manos y besó el dorso con cariño—. No sabes cuán feliz me hace esta noticia, prima.

—Sabía que te gustaría —respondió Jyn—. Tengo grandes esperanzas para Mario. Si ya de momento ha logrado que volvamos a unirnos por una noche sin haber nacido, imaginad lo que conseguirá cuando esté entre nosotros...




Superados los primeros minutos de tensión, algo parecido a la normalidad se apoderó de los presentes. La presencia de Diana seguía inquietándolos, sobre todo las pocas veces en las que mencionaba su nueva vida en Volkovia, pero la alegría de poder recuperar a la joven Reina de la Noche aunque fuese durante unas horas hacía de contrapeso. A Diana la querían y la odiaban por igual, y en noches como aquella, en la que brillaba con tanta luz, la balanza se desequilibraba a su favor. Y es que, aunque ya no era la persona que había sido en el pasado, la Diana de aquel entonces tenía un carisma muy especial.

—Hay informes que hablan de un incremento de tensión entre Volkovia y Cydene —comentó Damiel despreocupadamente mientras disfrutaban de una copa de vino—. Por el momento tu voivoda no ha respondido a las provocaciones, pero no creo que tarde demasiado en hacerlo. ¿Te ha llegado algo al respecto, Diana?

—Algo me ha llegado, sí —admitió ella—, pero poco puedo decirte al respecto. Leif puede llegar a ser muy hermético cuando quiere. Además, ahora está centrado en la visita del Nuevo Imperio. En menos de dos semanas tendremos a Lucian Auren de regreso a su hogar ancestral.

—Y viaja con Nyxia De Valefort —la secundó Aidan—. Kerensky está jugando las cartas peligrosamente bien. A diferencia de Harkon, que era puro nervio, él es totalmente cerebral. Un estratega en mayúsculas.

—Por algo era el jefe de la Inteligencia Imperial de Volkovia en tiempos de Harkon —reflexionó Marcus—. Kerensky es la versión mejorada de Loder Hexet.

—Muy mejorada —rio Diana.

Las dudas sobre el voivoda divertían enormemente a la Reina de la Noche. Aunque ninguno de ellos se atrevía a formular la pregunta directamente, era evidente que sentían curiosidad por el vínculo que la unía a Leif. Era, por así decirlo, el cotilleo estrella de la velada. Por suerte para ella, sus familiares eran algo pudorosos a la hora de enfrentar aquel tema.

—Kerensky o Hexet, para mí son todos la misma basura —intervino Jyn con determinación—. Y no es que pretenda ofenderte, Diana, pero es lo que pienso. Con un poco de suerte, esa volkoviana con la que ahora se relaciona a Auren conseguirá que el Nuevo Imperio y Volkovia se unan. La simple idea de pensar que nuestras coronas se pudiesen volver a unificar me da escalofríos.

—Parece que alguien ha olvidado lo que pasó la última vez que el Nuevo Imperio y Volkovia se unió —ironizó Damiel—. Que conste que no soy de los que olvida fácilmente, pero es innegable que ese acuerdo no nos beneficiaría, Jyn.

—¿Y que Tyara Vespasian se casara con ese loco sí? —Jyn puso los ojos en blanco—. Noah, confío en que no lo permitirás.

Noah, que desde la llegada de Diana había permanecido prácticamente callada en todo momento, respondió con un ligero encogimiento de hombros.

—Personalmente no interfiero en ese tipo de cuestiones —dijo abiertamente—. Pero creo que os equivocáis al creer que serán los gobiernos quienes elegirán a quién va a unir Tyara Vespasian su destino. Puede que haya heredado la bondad y el sentido de la justicia de su padre, pero no debemos olvidar que también hay mucho de la emperatriz Vanya Noctis en ella. Se casará con quien ella decida, no con quién decidan otros.

—Bueno, siempre y cuando se lo permitan, claro —intervino Aidan—. Por desgracia para ella, es probable que ella no sea la dueña de esa decisión.

—Pero ella es la futura emperatriz —replicó Noah a la defensiva.

—¿Y acaso eso significa algo? —Aidan se encogió de hombros—. Entiendo tu ansia de proteger a la joven Tyara Vespasian, cariño, pero por desgracia, cuando se juega a la política, las personas como Tyara Vespasian o Lucian Auren se convierten en simples peones.

Noah farfulló algo entre dientes, en desacuerdo. Irónicamente, a pesar de formar parte de la misma familia, había distintas posturas sobre el futuro de Albia en la mesa. Diferentes visiones que, por mucho que quisieran defender, no podrían cambiar el curso de los acontecimientos. A excepción de Damiel, por supuesto. Él, como prefecto de la Casa de la Noche, tenía mucho que decir del futuro del país.

—Sea como sea, no debemos obviar que Lucian Auren no es la única opción para Albia. Noah lo sabe mejor que nadie, el joven Ignatius Thurim se alza como una posible alternativa muy patria —intervino Lyenor—. Además, no debemos perder de vista que los Thurim y los Vespasian siempre han estado estrechamente unidos. El que las dos familias se unieran tendría mucho sentido, y probablemente satisficiera a muchos. He oído que durante la cacería se vio gran complicidad entre ellos. Es cierto, ¿Noah?

La pretor de la Corona no respondió. Aquella información era demasiado confidencial como para revelarla abiertamente en aquel foro.

—Ya, pero estamos en lo mismo que antes —insistió Aidan—. La decisión va mucho más allá de los intereses de Tyara Vespasian.

—Lo que está claro es que Volkovia se ha adelantado —intervino Lansel—. Han movido ficha antes, y todo apunta a que van bastante adelantados. A mi modo de ver, ese viaje a Volkovia es todo un símbolo.

Todas las miradas se centraron en Diana.

—Bueno, no seré yo quien lo niegue —La Reina ensanchó la sonrisa adoptando una expresión lobuna—. Lucian Auren de la mano de Iliana Fedorova y Tyara Vespasian con Ignatius Thurim... ¿no es un futuro esperanzador?

—Si Thurim no está muerto, sería buena opción —admitió Giordano—. Pero visto lo visto...

—Sea como sea, lo que está claro es que una unión Auren Vespasian no es viable —insistió Jyn—. Y en caso de que así sea, tened por seguro que a mí no me vais a volver a ver el pelo. Me niego a vivir bajo el mandato de ese monstruo.

Antes de que las hormonas y el rencor pudiesen arrastrar a Jyn en un círculo vicioso de rencor y rabia, Aidan decidió cambiar el tema de conversación. Era lo mejor por el bien de su hija, pero también por el de todos. Cuanto más profundizaban en las políticas de sus países mayores eran las diferencias entre los componentes de la familia, y aquella no era una noche para rivalizar.

—¿Has sabido algo de tu padre, Diana? —preguntó Aidan con sincera curiosidad—. De vez en cuando se oyen cosas sobre él, pero hace años que no lo veo.

—Apenas —respondió ella—. No nos hemos vuelto a ver, aunque tengo la esperanza de que coincidamos en este viaje. Noah, ¿tú sabes algo?

La pretor negó con la cabeza, breve y concisa. No tenía mucho que decir al respecto.

—No.

—Ya... eso es que le va bien, estoy segura. —Diana ensanchó la sonrisa—. ¿Y qué hay de ti, hermana? A parte de proteger a la princesa, ¿a qué dedicas tu tiempo libre? Tengo entendido que los pretores de la Corona...

—No tenemos tiempo libre —sentenció ella con brusquedad—. Mi vida está totalmente volcada en la protección de la heredera de la Corona. Y muy a mi pesar, Albia tiene demasiados enemigos como para bajar la guardia.

—Ya... enemigos como yo, supongo. —La Reina se encogió de hombros—. Si te sirve de consuelo, no está entre mis planes atentar contra tu Corona. A decir verdad, Albia ha perdido bastante interés para mí. Si no fuera por vosotros, seguramente no habría vuelto a poner un pie en Hésperos. Pero me alegra haberlo hecho, la verdad, aunque me miréis como un a un bicho raro...

Se escucharon risas por lo bajo.

—Bueno, Diana, es que te has vuelto un bicho muy raro —dijo Lansel en tono jocoso—. Los volkovianos son tipos muy extraños, y Leif Kerensky el que más. Y tú ahora te pareces peligrosamente a él.

—¿Y eso es malo? —Diana dejó al pregunta en el aire.

—No sabría qué responder —intervino Damiel—. Pero lo que está claro es que, siempre que así lo desees, tendrás un lugar aquí, con tu familia. Pero que no salga de estas cuatro paredes, por favor: no quiero que me rebanen el cuello antes de tiempo. Por el momento no te hemos metido en la lista de enemigos del Imperio, pero supongo que si sigues así, no tardarás. Te guardaré un sitio especial junto a tu amigo si quieres.

—Claro... pero que sea encima. —Diana le guiñó el ojo—. Seguro que él estará de acuerdo.




—Pues no ha estado tan mal, ¿no? —comentó Marcus despreocupadamente a Jyn mientras dejaba las copas en el fregadero—. Daba por sentado que Diana y Noah acabarían matándose, pero ya ves.

—Aún estoy aquí, Giordano —interrumpió Diana desde el fondo de la cocina, de brazos cruzados. A su lado, Jyn ensanchó la sonrisa con diversión.

—Yo también lo creía, la verdad, pero supongo que al final, nos guste o no, la familia es la familia —respondió Jyn.

Y aunque lo dijo despreocupadamente, sin ningún tipo de intención, aquellas palabras calaron especialmente hondo en Diana. Ciertamente, su familia siempre había estado para apoyarla. Incluso en aquel entonces, después de un último cambio de bando, la habían recibido y la habían tratado con respeto. Se había sentido incluso querida, y eso era algo que no podía pasar por alto. La familia, como bien decía Jyn, siempre sería la familia.

—¿Qué te ha dicho Noah cuando os habéis despedido? He visto que te susurraba algo al oído.

—Que me iba a matar —rememoró Diana con orgullo—. Que se alegraba de ver que estaba viva, pero que la próxima vez que coincidiésemos me mataría. Una chica encantadora.

Marcus no pudo evitar que una risita escapase de su garganta al escuchar la confesión. No le sorprendía lo más mínimo. Aunque en un mundo totalmente distinto, Noah se parecía muchísimo más a su hermana de lo que probablemente jamás admitiría ninguna de las dos.

—¿Te quedas a dormir, Diana? —prosiguió Jyn—. Nos encantaría que te quedases un poco más con nosotros.

—A mí también me gustaría, pero me espera un viaje bastante largo hasta Volkovia. Leif no sabe que he hecho esta parada. Además, tengo asuntos que arreglar. No obstante, agradezco que me hayáis invitado. Confío en que, de un modo u otro, me enteraré del nacimiento de Mario.

Jyn y Marcus intercambiaron una fugaz mirada.

—Puedes venir a vernos cuando quieras —dijo maquinalmente Giordano, cumpliendo con la promesa que previamente le había obligado Jyn a hacer—. Siempre y cuando respetes unos mínimos. Ya has oído a Damiel, por el momento no estás considerada un objetivo real, pero supongo que no tardarás. Tu nombre suena demasiado últimamente por todas partes.

—Marcus...

—Lo siento, Jyn, no lo decido yo. Pero vamos, creo que no deberíamos engañarnos...

Diana interrumpió a Giordano acercándose a él. Se detuvo a tan solo un metro, con la mirada fija en sus ojos, y durante unos segundos permaneció en silencio, rememorando los enfrentamientos que habían tenido a lo largo de todos aquellos años. Diana jamás había confiado en él, considerándolo alguien demasiado inestable y caprichoso para el bienestar de su prima, pero el tiempo había puesto en evidencia quien había estado equivocado de los dos.

Le tendió la mano.

—No eres un mal tipo, Giordano. He tardado en darme cuenta, pero creo que al final tú tenías razón. Puede que en el fondo el problema haya sido yo durante todo este tiempo.

—Lo has sido, sí —Marcus tomó su mano y la estrechó—. Por suerte para ti, Jyn te quiere, así que poco puedo decir.

—Ay... ¡sabía que llegaría este momento! —Jyn rodeó a ambos por el cuello y los abrazó con fuerza—. Si supieseis lo mucho que os quiero...




Diana abandonó la casa emborrachada de amor familiar. Un amor tan sincero y puro que logró despertar algo en ella. Algo que hasta entonces jamás se había planteado, pero que ahora le golpeaba como una gran verdad universal. En el fondo, cambiase una o mil veces de bando, lo cierto era que tan solo alguien siempre seguiría a su lado, y ese alguien era su familia.

Su auténtica familia.

¿Cómo no formar entonces una propia a la que dejarle su legado? En el fondo, aquella era la respuesta a todas sus dudas...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top