Habito en la galaxia muerta tras mi sonrisa, 
escondida en el historial basura de la vida.

Soy una mísera partícula sin forma ni fe 
de llegar a ser,

el desceso anunciado, envuelto en auras aterciopeladas,

prácticamente la nada

yaciendo en la cúspide junto al ojo cegado del universo,

ese,

el que todo lo es, 

incontenible,

infinito y desconocido.

Habito en el lodo sideral de la humanidad,

en los rincones inexactos de la realidad,

en el egoísta dolor de la negatividad.

Reina entre los miserables,

en la noche perpetua de llanto sin sueño, roto y anónimo, 

que huyó de las ilusiones.

Ando vagando en la órbita de algún cometa

sin nombre, sin estela,

sin cielo que anuncie destrucción de penas al alma suicida de algún poeta.

Habito, donde también quisiera morir, 

en los versos, como tango eterno,

lamento arrabalero y niebla en el puerto.

¿Seré, al menos, en la niebla, verso sin rostro, rostro sin nombre, nombre sin piel?

En el rincón que habito, 

sólo, posan las sombras,

que todo lo devoran, 
a susurros, a caricias, 

barriendo cualquier posible aurora,

aleteando sin descanso, como viento desesperado.

Entretejido su rasado adobe,

el refugio que habito,

en el sin fin del silencio,

a morir, me trajo el viento...

una noche de recuerdos y cuervos.

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