Tu aleteo se llevó las rocas que había en mi sendero
y amotinó los viejos recuerdos a los pies del desvelo,
acarició los ramerios dementes, que aguardaban durmientes,
y hoy susurran muy ávidos en mi mente,
posó en mi rostro la penumbra atiborrada de angustia
y su carroñera sombra desgarró mis cueros con un único beso,
me arrojó a las dunas de un campo yermo
y atrajo el aire moribundo, como rocío esparcido por el cosmos,
barrió los albores de los aleros del mundo
y ancló la noche a un cabello enredado de sueños,
cobró vida en el pudor del llanto, que había muerto ahogado
y trató de alzar vuelo a través de un par de desteñidos ojos negros.
Tu aleteo voraz desdibuja la luz,
juega con los claroscuros
de mi dolor.

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