Capítulo XIX. «Inframundo»
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Todo lo que Amaris vió pasó rápidamente frente a ella, no mucho, no poco, todo enfocado específicamente a las necesidades de Calum, lo que él buscaba. Era una cosa material, poderosa, un fuente infinita de poder.
Lo curioso fue el momento en que lo encontró. Amaris reconoció enseguida que se trataba de un momento oscuro en la historia, la guerra que nadie recordaba, la que había estado en el principio de los tiempos.
Todas aquellas especies que no había visto en su vida estuvieron entonces frente a ella. Los blancos y puros elfos, sus largas orejas y cabellos brillantes, a las hadas, con alas llenas de magia y de todos tamaños, así como también a los primeros llamados, humanos extremadamente poderosos, todos luchando con furia, valentía, y placer, un montón de pasión, defendiendo una creencia firme, un poder en específico, la luz.
Justo en el medio de todos aquellos estaba el líder antagonista, el modelo a derrotar, un elfo oscuro y poderoso, aquel al que había visto en su primera visión, aunque mucho más grande, poderoso, y fuerte de lo que podría alguna vez haber imaginado.
El cetro en sus manos brillaba con energía azul, brillante y oscura saliendo de él, energía que, o impactaba en su objetivo y los asesinaba, o arrasaba, tal como el veneno, con todo a su paso.
Amaris lo vió luchar arduamente, la energía era infinita, invatible, se llevaba todo a su paso, consumiéndolo y tomándolo todo hasta que fue derrotado, al fin, por cuatro jóvenes de poderes maravillosos.
Un chico, con ojos azules y oscuros como los de ella, lanzando tanto agua como hielo hacia él.
Una chica, con cabello rojo como el fuego, lanzando llamas y rayos calientes.
Una chica, de cabello largo y castaño cenizo, clamando a los poderes del cielo.
Y, por último, un Erys. Un chico de cabello del mismo color que el de Piperina, ojos iguales también, que movía la tierra alrededor del elfo y lanzaba lava mortífera hacia él.
La visión siguió, mostrando como cada uno de los jóvenes había tenido un destino distinto. El chico con ojos de hielo forjó una nación fuerte y le dió el poder a una hermosa chica llamada a la que Amaris identificó como Giuliana Stormsword, la primera en gobernar el Reino Luna.
La chica de cabello de fuego se casó con un chico rubio y alto, un Mazeelven en toda su gloria. Años después, hechas las elecciones, se volvería una reina. La primera reina del Reino Sol.
El Erys, un hombre de familia, regresó a su hogar, a su isla, para vivir tranquilo.
La última, la chica de cabello cenizo y castaño, viajó por el mundo. Ella era la original portadora de aquél cetro. Viajaba con él en su mano y cuando murió fue enterrado con ella en algún lugar en el medio del desierto. Era difícil distinguir cualquier cosa que identificara aquel lugar, más que el hecho de que la chica fue enterrada dentro de un enorme y majestuoso palacio.
Eso era lo que Calum buscaba. Ambos se miraron fijamente, retándose.
—Tan hermosa, tan inocente, y tan estúpida... —dijo por última vez antes de, con fuerza, insertarle una cachetada en la mejilla y lanzarla al suelo. La tomó del cabello, centró sus ojos en Adaliah y preguntó—: ¿Puedo terminar con ella?
Adaliah, que miraba la escena con aburrimiento, respondió:
—No. Todas tenemos un vínculo especial con mi madre. Quién sea que la asesine, ella lo sabrá.
—Pero seré yo el que lo haga, no tú —dijo él, divertido. Alzando las cejas sugestivamente, como si matar fuera un juego de niños. Amaris vió en sus ojos un dejé de locura, sin un poco de culpa o remordimiento. Maldad pura.
—Sí, y entonces comenzará una guerra que no queremos —cortó Adaliah, de pronto sonando sobreprotectora y algo débil. Al ver la forma en que Calum comenzó a dudar de su crueldad, agregó con tono burlón—: No ahora, al menos. Sólo vámonos.
Caminó lentamente hacia ellos, dedicándole a Amaris una mirada taciturna y severa, estiró sus manos, dejando salir frío hielo tanto de ellas como de su aliento y creando un enorme muro de hielo a su alrededor. No era muy alto, apenas lo suficientemente grande para que Amaris se levantara, pero teniendo que doblar su cabeza.
Ella, temblando por la debilidad que haber usado sus habilidades le había causado, giró su rostro hacia Ranik, que estaba esposado con hielo para que no devolviera los golpes. Débil como nunca antes, cayó al suelo, rendida.
—No intenten escapar, este hielo está hechizado y, por más que lo intenten, no se deshará hasta mañana, cuando todos ya hayamos pasado a la siguiente fase y los demás empiecen a preocuparse por lo mucho que hayan tardado. Lo mismo que con tus esposas, Ranik.
—Arderás en las aguas del inframundo, hermana —gimió Piperina, mientras Adaliah se iba—. Yo misma te llevaré conmigo.
—Estoy demasiado cansada como para intentar deshacer ese muro con mi fuerza —dijo Amaris, una vez su hermana estuvo lo suficientemente lejos—. Creo que hemos perdido. Tanto el torneo como la guerra con ellos lo ha estado siempre. Y lo que vi buscar a Calum en mi mente...
—Shh. No seas tan depresiva —dijo Piperina, que trató de levantarse con el último aliento que le quedaba, a pesar de su cojera—. Lo intentaremos. Saldremos de aquí. Adaliah tratará de hacerse con el poder lo antes posible, así que pondré mis huesudas manos sobre su cuello antes de que lo haga.
—Estás perdiendo la cordura en este momento —gruñó Ranik, derrotado—. No podemos enfocarnos si tenemos la mente perdida en otras cosas.
—¡¿Pero cómo quieres que me enfoque?! —gritó Piperina, tomando el rostro de Ranik entre sus manos, con los nervios de punta—. ¡Ella se pasó esta vez! ¡Realmente lo hizo! ¡La próxima vez que la vea...!
—Piperina... —interrumpió Amaris, incómoda. Una silueta conocida, la de Triya Birdwind y sus cabellos azules, se hizo presente a su lado. Ella y su familia eran muy patrióticas y leales, así que el que Piperina estuviera hablando de asesinar a la heredera al trono parecía demasiado comprometedor. Piperina centró sus ojos en Triya, y dijo:
—¿Qué demonios haces aquí? —con furia. Cualquiera que hubiera visto los ojos de Piperina en ese momento hubiera notado lo mucho que ardían, furiosos. Triya se encogió en su lugar al ver lo intimidante que era, preguntándose como incluso la misma fuerte y prepotente Adaliah no se había intimidado por ellos.
—Lo siento. Lo siento mucho. Me uní a Adaliah porque no podía decir que no. Soy leal a la corona, mi casa siempre lo ha sido —bajó la mirada, sus brillantes ojos azules brillaban con tristeza, y hablaba con tanta emoción que su sedoso cabello azul se movía, como si también hablara—. Trataré de ayudarlos, la herida de la princesa Piperina podría ser perjudicial en el futuro, eso es lo primero de lo que me encargaré.
—No —dijo Piperina—. Deshazte del muro, necesitamos irnos ya.
—No puedo. El muro está hechizado contra cualquier tipo de magia, nada lo quitará. Tal vez la fuerza, pero ése no es uno de mis fuertes.
Dicho esto, Triya llevó su mano a su cinturilla, donde tenía una cantimplora llena de agua. Comenzó a manipularla, haciendo traspasar el muro y llegar al tobillo de Piperina.
Al sentir el agua en su piel, Piperina soltó un gemido de alivio, aunque segundos después este se convertiría en uno de dolor al sentirla arder en su pie, curándola. La herida fue haciéndose cada vez más delgada, hasta que cualquier rasgo de su existencia se esfumó gracias a los poderes curativos de Triya.
—Me siento como nueva —dijo, cuando por fin pudo levantarse. Con Amaris casi deshaciéndose por su debilidad, Triya envió el agua esta vez hacia ella.
Piperina, decidida, fue hacia el muro. Sabía que era fuerte, pero no sabía si tendría la fuerza necesaria para romperlo. Recordó aquella vez que estaba luchando contra Nathan y él apenas si pudo detener su puño de ir hacia él. Si su fuerza era casi igual a la de Nathan, entonces era grande.
Suspiró, se puso lo más lejos que pudo de este, buscando tomar impulso, y fue directamente hasta el muro, con fuerza. Lo sintió tambalearse, pero no se rompió.
—Es inútil —dijo, rindiéndose. Triya la animó, diciendo:
—Se ha cuarteado un poco. Inténtalo, no te rindas. Concéntrate, tú puedes.
Las palabras de Triya eran, hasta cierto punto, tranquilizantes. Amaris sintió su respiración tranquilizarse, resultado de tomar en cuenta la posibilidad de que, con la fuerza de Piperina, podrían liberarse.
Piperina, por su parte, sentía la adrenalina en su cuerpo fluyendo como nunca antes. Esta era su oportunidad, tenía que demostrar que valía. Se volvió a alejar del muro y, con fuerza, volvió a impactar en él. Esta vez la forma en que se cuarteó fue notoria, tanto que podía sentir su fragilidad debajo de ella. Con un fuerte puñetazo, Piperina lo terminó.
Eran libres.
Ranik se levantó enseguida, debido a que, al haberse quebrado el muro frente a ellos se había desactivado la magia en sus esposas.
—Tenemos que irnos —dijo, a sabiendas de que les quedaba poco tiempo—. Está a punto de amanecer, Zedric y los demás ya deben de estar en la isla de la prueba de inteligencia.
—Eso es cierto —concordó Triya—. Los vimos cuando veníamos hacia ustedes, ya estaban muy avanzados, pero no estaban con ustedes y Calum necesitaba a Amaris y sus habilidades para encontrar el cetro.
—Ese cetro... —gimió Amaris, en su agonía—. Es muy peligroso en las manos equivocadas. Sé lo que Calum podría hacer de tenerlo. Podría reunir un ejército y tratar de asesinar a su padre. Podría hacer muchas cosas, sólo por tener el poder.
—Según lo que yo oí, ése cetro es para Zara —dijo Triya, con decisión—. Pero ése es un grupo complicado. Nadie puede confiar en el otro, simplemente están juntos porque es lo más fácil.
—Se traicionarán en el momento indicado de ser necesario —dijo Ranik, a sabiendas—. Pero a nosotros, por ahora, no debe de importarnos. Sólo tenemos que llegar, eso es suficiente.
Dicho esto, Ranik fue por Amaris, la tomó en su espalda y todos comenzaron a correr por sus vidas, intentando llegar lo más prontamente posible a la isla en que se les haría la prueba de inteligencia.
El agua, como elemento natural de la Luna, se sintió bastante calmante al momento en que Amaris se acercó a ella. Soltó un suspiro de alivio, y dijo:
—Tal vez pueda nadar hasta la isla que sigue sin problemas, no tienes que llevarme a fuerza.
Estas últimas palabras iban hacia Ranik, que la tenía sostenida de la cintura para que no se hundiera debido a que entraron al mar por su lado más hondo. Ranik, incrédulo, respondió:
—No. Estás demasiado débil.
Triya, que se había decidido a acompañarlos por lo culpable que se sentía del daño infligido por Adaliah y su grupo, ofreció:
—Tal vez yo pueda acelerar el proceso de curación. Soy a la que más se le da en mi familia, no será mucho problema.
—No quiero que termines débil por mi culpa —dijo Amaris, nueva decisión presente en su tono de voz—. Me siento mucho...
Lo que sea que Amaris fuera a decir, quedó silenciado en el momento que un montón de visiones, no una sola, le sobrevinieron amontonándose una tras otra en su mente. Eran tantas imágenes, superpuestas y brillantes, que Amaris no pudo identificarlas por separado.
Pero, en conjunto, supo de que se trataban. Eran los finalistas de la competencia, lo sabía al ver al rostro de su hermana, concentrada. También vió a Zedric, a Connor. Todos estaban haciendo algo, resolviendo alguna clase de acertijo. Un rompecabezas.
Lo primero que Amaris vió al volver al mundo de los vivos fue el rostro de Alannah. Esos ojos brillantes, esos labios que la hacían tan famosa en el reino.
—Amaris, no te vayas, no de nuevo —dijo, su rostro y cuerpo inclinados hacia ella, que se encontraba acostada en el medio del bosque.
No necesitaba que se lo dijeran, sabía que estaba en su destino final. En aquella isla, el lugar que había invadido sus sueños por esos días.
—¿Ya terminó? ¿No pasamos?
—Estamos a punto de entrar —dijo Piperina, que se encontraba al lado de Alannah—. En el camino de regreso nos encontramos con Alannah y las chicas de su grupo. Ellas nos ayudaron a traerte aquí.
—Siento que haría trampa al entrar —dijo Amaris, cabizbaja—. Entren, aun hay lugares.
—Ni hablar —dijo Alannah, acercándose para acomodar uno de los mechones de su hermana—. Entraremos juntos, porque estás aquí, y eso es lo que cuenta.
La vivacidad y la decisión de Alannah eran parte de su encanto. Siempre tenía esperanza y no solo la transmitía mediante su música, sino siempre dando apoyo a sus seres queridos en el momento indicado.
—Correcto, entonces, sólo... —Amaris carraspeó—. Ayúdenme a levantarme.
Ranik fue el que se ofreció a hacerlo. Poco a poco, Amaris se fue levantando. Triya se acercó a ella, tendiéndole un pequeño recipiente de hoja con alguna sustancia azulada.
—Es una sustancia muy famosa entre los de mi familia —se explicó—. Te hará mejor, pero sin ser demasiado, como el efecto en el agua.
—Gracias —respondió Amaris. Tomó aquella sustancia entre sus manos y, acompañada por Ranik, Piperina, Triya, Alannah, y otras dos chicas de su grupo, entraron a aquel lugar.
Se trataba de una cripta, uno de los lugares que el Reino Sol usaba para sus ceremonias de culto hacia sus muertos. La entrada se veía sencilla, como una simple cueva bastante bien decorada con una elegante puerta en el centro de tamaño suficiente para que incluso Ranik, el más alto entre ellos, pasara.
Dentro se veía mucho más esplendorosa. Un gran cuarto, con varias plataformas rodeando a un atrio donde, juzgando que no se hiciera trampa, estaba uno de los miembros de la orden sagrada del Sol.
En las plataformas, conforme a su orden de llegada, se encontraban los chicos resolviendo su prueba de inteligencia.
—Piperina Stormsword, número dieciocho —dijo aquel monje con una serenidad digna de admirar. Ella avanzó con una confianza magnífica, ni siquiera centrando la vista en su hermana, que estaba en el número once.
—Amaris Stormsword, número diecinueve —dijo el monje, anunciando la propia entrada de Amaris. Ella, caminando rápidamente, fue y se situó frente a su prueba.
Era difícil concentrarse. El rompecabezas tenía más de cien piezas, todas parecidas a las otras, además, aunque el silencio era sepulcral, daba cierto aire de terror y, a la vez, incomodidad.
Arriba de ellas no parecía haber un final aparente de la cripta. Había más y más niveles donde, sabía, todos los nobles y algunos pueblerinos de la ciudad observaban el aburrido espectáculo.
Amaris volvió a centrar la vista en el rompecabezas frente a ella. No era algo que no hubiera hecho antes, debido a que su tutora, Nikola Strauss, estaba obsesionada con ellos.
El cuarto donde la educaba, en la cima de una de las torres del castillo, estaba totalmente lleno de ellos.
La más talentosa para resolverlos era Piperina, pensó para su propia satisfacción. Estiró la mano y, sin más, comenzó.
Primero fue por las piezas del borde, separándolas de las demás. Así fue como notó que se trataba de un paisaje emblemático, ni más ni menos que una cascada. La cascada que tanto amaba.
De vez en cuando, cuando se sentía perdida y agotada, centraba su vista en la cripta de nuevo, observando el arco que, frente a ella, se detenía abruptamente para dejar que los balcones de los demás niveles fueran más y más arriba.
Poco a poco, el rompecabezas comenzó a tomar forma. Amaris se encontraba a más de la mitad de su formación cuando, haciendo que varios suspiros y exclamaciones se oyeran, la primera persona terminó.
—¡He finalizado! —dijo Piperina.
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N/A. ¡Hola! Espero que les haya gustado este capítulo. Estaba pensando en todo esto de la navidad y todo eso y que, generalmente, hay algunos autores dando regalos como maratones y todo eso.
So, he decidido darles un regalito. No, no será un maratón, se tratará de un capítulo especial con sus preguntas acerca de la novela.
Las cosas serán así:
▫Ustedes dejarán sus preguntas en los comentarios, yo contestaré las que me parezcan más interesantes y no revelen mucho acerca de la novela.
▫Me gustaría que, por favor, sean preguntas explícitas y concisas.
▫Conforme más preguntas hagan más seguro es la rapidez con la que este capítulo especial sea publicado. No puedo publicarlo enseguida si sólo tengo dos preguntas, ¿Verdad? Así que sean pacientes.
Muchas gracias por leer, hasta la próxima...
ANGIE. <3
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