Capítulo XII. «Poder»

—Recuerda decirle a los chicos que tenemos que nadar...

—Pipe, lo sé, tenemos que nadar en conjunto para llegar a encontrar un buen lugar en el que pasar la noche porque el torneo se aplazó por el funeral de Naín Ramgaze, lo sé.

—¡Es que estoy tan nerviosa! —exclamó Piperina con labios apretados—. Ellos son tan buenos, además no sólo tengo que competir contra ellos, sino también contra ti, y...

—No eres la única que no ha sido "llamada" en el torneo. También están...

—Lo sé, pero...

—Mira, Pipe —Amaris la detuvo. Ambas se miraron fijamente, tratando de darse confianza—, he visto lo fuerte que eres, de verdad. Tú puedes con todos, incluso con Zedric.

—Eso espero —dijo Piperina. Fijó su vista en un punto delante de ellas, y dijo—: Mira, allí está Ranik. Ve a decirle todo lo que tengas por decirle, casi comienza el torneo.

— ¿No vienes? Nunca te lo he presentado y...

—Tendremos mucho tiempo para conocernos —sentenció Piperina—, además, tengo que ir a hablar con Elena, si estamos con tantos chicos Luna no creo que Ranik quiera que estar aliada con nosotros, así que iré...

—No Ranik entenderá, créeme —dijo Amaris. Lo buscó con la mirada, percatándose de que ya estaba marchándose al torneo—, mejor me apuro, está a punto de pasar la gran entrada al palacio.

Dicho esto, Amaris echó a correr, esperando alcanzarlo. Estaba a punto de perderlo cuando le llamó buscando que parara, cosa que hizo al instante.

— ¿Por qué no me llamaste desde el principio? —preguntó Ranik, entrecerrando los ojos—, tengo muy buen oído.

—Lo siento —se disculpó ella. Un silencio incómodo se cirnió sobre ellos, (poco común debido a su reciente amistad), hasta que él lo rompió, diciendo:

—Está bien, no te preocupes.

—No estoy preocupada por no haberte llamado —respondió Amaris. Ranik rió, divertido.

—Me refería a Elena, la amiga de Piperina. Está bien que se una a nuestro equipo, en especial teniendo en consideración que tendremos que apoyarnos si queremos avanzar a la siguiente etapa. Una llamada por el Sol no nos vendría mal.

—Ah, eso —dijo Amaris, bajando la mirada—, realmente tienes buen oído. ¿Y por qué no me detuviste? Me dejaste correr hasta acá a pesar de que me oíste, eres un..

—Sumamente buen amigo —completó Ranik, sonriendo ladeadamente. Amaris rodó los ojos, pero respondió sonriéndole de vuelta.

—Bien, tórtolas, tengo que robarme a esta chica —interrumpió Zedric, que llegó desde atrás y tomó a Amaris de la muñeca.

— ¡Ya! ¿Qué te pasa? —gruñó ella, soltándose de él. Zedric cada vez se acercaba más a ella, acorralándola contra los matorrales. Amaris no tuvo más opción que escucharlo.

—Quiero que tú y tus amigotes se unan a mí —dijo.

Amaris contuvo el aliento, centró su vista en el palacio detrás de ella, en las grandes columnas doradas y brillantes, en las grandes torres con tejados rojos y naranjas.

—¿Estás loco? —preguntó, cruzándose de brazos—. No colindaremos juntos. Creo que puedes ganar la carrera con tus propios aliados.

—Ganaría la carrera con o sin compañía​ —respondió él, forzando una sonrisa confiada y arrugando la nariz hacia ella—, esto es acerca de Naín Ramgaze.

—¿Naín Ramgaze? —preguntó Connor, encontrando específicamente el peor momento en el que llegar—. ¿Qué pasó con mi hermano?

Zedric apretó los labios, considerando la idea de ser honesto o no. Connor merecía saber, eso lo sabía. Pero existía la remota posibilidad de que fuera hablador y lo compartiera con medio reino. Al final, se arriesgó.

—La verdad —susurró, atrayendo a Amaris y Connor más cerca—, hay algo mucho más oscuro detrás de esto. Naín no fue encontrado en el puerto, sino que en una de las islas de entrenamiento. Específicamente, la primera. Sé exactamente dónde, y necesito que Amaris me ayude sin que los mayores lo sepan.

—¿Pero por qué lo están ocultando de todos? —preguntó Connor, indignado—, mi hermano era fuerte, ya decía que fue bastante raro el hecho de que lo asesinaran de esa forma.

—En realidad... —Zedric hizo una mueca, incómodo—, si fue encontrado alcoholizado. Otra verdad es que las islas de entrenamiento son usadas como el punto de reunión de los más fiesteros jóvenes del reino Sol, y no creo que se detengan porque haya un torneo.

—¿Por qué cambiarían el lugar si la causa de muerte fue la misma? —preguntó Amaris con incredulidad. Zedric rodó los ojos.

—Creí que lo sabrías —contestó, mientras se acercaba a un rosal cercano y jugueteaba con sus florecidas rosas—, tú madre hizo el trato con mi padre, y él me cuenta todo.

—Tengo que ir a confrontar... —comenzó a decir Connor, furioso. Zedric rápidamente volvió hasta él y lo detuvo tomándolo del pecho de su armadura.

—No irás a ningún lado y no lo hablarás con nadie más que tus aliados —amenazó—, esto es mucho más complicado de lo que parece, tanto como tú quiero saber quién lo hizo, sino es que más. Estoy siendo honesto, no me traiciones.

Connor tragó fuerte, no queriendo dejarle a un llamado por el Sol, menos a su más posible heredero, la jurisdicción en cuanto al tema de la muerte de su hermano. Pero era un Ramgaze, y los Ramgaze creían en el honor y las promesas, en el ser fiel a las personas que fueran honestas con ellos.

—Está bien —cedió, aunque sin dejar de mirarlo fijamente con sus ojos azules y con motas café alrededor de su iris—, pero yo no puedo decirte si estás o no en el equipo, eso es decisión de Ranik.

—Me parece que él está bastante conforme con el trato —dijo Zedric, centró su mirada en Ranik, que observaba todo a unos cuantos metros de ellos con su cara seria de siempre. Comenzó a caminar hacia él, confiado—. ¿Verdad? —preguntó Zedric una vez que los hubo alcanzado.

—Si realmente quieres unirte a nosotros habrá tres condiciones —especificó él—. Primero, una vez que molestes a Amaris y estás fuera. Lo mismo con Piperina y Elena.

Zedric asintió, fingiéndose aburrido.

»Segundo, y no menos importante —siguió—, si es cierto que vamos a ir a esos lugares, entonces más te vale que le recuerdes a tus amigos que estaremos en un torneo y que debemos mantenernos alerta. Y tercero y último, somos un equipo, no les serviremos, ustedes también trabajarán.

—Bien, bien, claro —accedió Zedric. Tomó una roca del rosal y, antes de marcharse, la lanzó al tejado del palacio con todas sus fuerzas, haciendo varias tejas caerse.

—¿Sabes lo que estás haciendo? —preguntó Amaris una vez que se hubo ido, furiosa—. Ellos son horribles personas, son...

—No creo que duremos mucho tiempo como grupo —explicó Ranik, mirando hacia el cielo como si no tuviera otra opción—, la mejor forma de quitarse a un Mazeelven es darle por su lado y luego dejar que se ahoge solo. Aunque, si sus intenciones son buenas, entonces las cosas pueden cambiar.

—No, ni hablar —fue la reacción de Elmhir Houndlight, cuñado de Zedric, al oír la alianza que este había formado—, ¡Es Ranik Sandwave! Es un bárbaro, irresponsable y, para el colmo, llamado por la Luna, como casi todos en ese equipo.

—Es mi decisión, ¿Entendido? —mandó Zedric. Nathan, Elmhir, Ailum y él iban en su carruaje en camino a la esquina este del lado norte de la isla, de donde saldrían.

Aquella parte del puerto estaba más abierta, incluso tenía gradas para que los campesinos presenciaran los eventos de natación. En proporciones, ambas islas reales eran más o menos del tamaño de la Ciudad de México en la tierra, levemente más pequeñas.

Al llegar un montón de alabanzas y exclamaciones, —a las que Zedric ya estaba bien acostumbrado—, lo recibieron.

Sus amigos bajaron primero, luego bajó él. Su mirada fue directamente al cielo, buscando no encontrarse con la de algún campesino. Era difícil ser tan alabado en eventos como aquellos, pero no era sólo eso, sino que también era difícil para él tener a tantas personas y mentes dirigiéndose a él al mismo tiempo.

Los guardias hacían una barrera para dejarlo pasar, pero eso no evitaba que las personas estiraran sus manos para intentar tocarlo. Una sensación en particular invadió sus sentidos. Era una voz mucho más clara que las demás, directamente a su mente.

«Príncipe —la voz era cálida, tranquila—, heredero de todo lo que hay, apíadese de mí, una simple y desdichada bruja, y yo le daré lo que desea»

Zedric se detuvo en seco. Buscó, tratando de encontrar el origen de esa voz, pero se había apagado, por completo.

—Príncipe, tiene que avanzar —dijo uno de los guardias, que se esforzaba en extremo por mantener la valla que lo protegía.

Zedric salió de su letargo. Sacó una de las pequeñas bolsas de oro que tenía en su bolsillo y lanzó todo su contenido a la población que intentaba acercarse a él. Una mujer con las mejillas llenas de ceniza, un pequeño vestido grisáceo y ojos avellana extendió su mano hacia él sin buscar las monedas, y dijo:

—Eres mucho más poderoso de lo que piensas, no te inhibas.

Zedric asintió, su cuerpo estaba inmóvil, pero se las arregló para avanzar hacia la plataforma que lo esperaba. Era un gran escenario donde su padre y la Gran Ailiah esperaban con su majestuoso porte de siempre.

Subió los blancos y pulcros escalones de marfil un paso después de otro y llegó a su asiento, después de su madre. Todas las personalidades del reino Sol estaban acomodadas del lado derecho y, las del reino Luna, del izquierdo.

En las baldosas de la explanada había soles esparcidos por todos los bordes y, en el centro, estaban todos los estandartes de las casas, tanto del Sol como de la Luna, rodeando a estos dos unidos, súper expuestos. Aquella explanada era aún más antigua que el palacio, se decía que, en tiempos antiguos, fue el lugar donde la batalla de la luz dió su fin, por lo que la Luna y el Sol se habían unido con un mismo fin.

Cassandra, la madre de Zedric, se inclinó hacia él y susurró:

—Hoy luces espectacularmente bien, estoy orgullosa de ti.

—Gracias —respondió Zedric, forzando una sonrisa. Su madre rara vez le hablaba, sólo lo hacía en momentos importantes. Era como una muñeca, siempre al lado de su padre, sonriendo y dando la mejor imagen.

Los demás llegaron al encuentro, incluyendo a Amaris. Zedric pensó en lo mucho que había tenido que rogarle aquella semana, algo poco común en él, que le hacía sentir un rogón molesto y acosador, pero que en realidad necesitaba con urgencia.

Ranik llegó detrás de ella en contra del protocolo real, aunque no era tan notable porque los carruajes no llegaban directamente a la explanada y, ante los ojos de los demás, pudo haber llegado por separado de ella.

Ranik no le agradaba. Siempre se daba aires de autosuficiencia, y sí, envidiaba la libertad que se le daba. Cómo príncipe siempre tenía que estar viajando, supervisando a las distintas provincias, nunca había descanso.

Antes de que él se percatara ya todos habían llegado. Esta vez la ceremonia sería dirigida por su suegro, Ulises Houndlight.

Zedric rodó los ojos al verlo. Era un hombre fuerte, grande y poderoso. Posiblemente el rival más grande de su padre entre todos en las casas del reino.

El hombre comenzó la ceremonia haciendo alarde de lo importante que era aquel torneo, agradeciendo al rey por la oportunidad de ser el que lo dirigiera y explicando que a los participantes se les daría una pequeña mochila con herramientas y armas elegidas por sus portadores y anteriormente aprobadas. También habló de que, al menos para nadar, no se podrían usar animales ni cualquier otro material que los beneficiara debido a que aquella era una prueba física, no de fuerza espiritual con el Sol o la Luna. Habló de lo estrictamente prohibido que estaba el asesinato, o el intento de este, y lo importante que era que los participantes estuvieran interesados en su primer objetivo, ser los primeros en terminar la carrera.

Entonces, presentó a los participantes de aquel torneo. 41 chicos de diferentes casas, Zedric el primero en ser mencionado, después de él Adaliah. Se pusieron de pie todos participantes que eran nobles del reino Sol y Luna, después de ellos los de las colonias y, por último, los reinos independientes.

Una vez todos estuvieron de pie, Ulises les mandó tomaran sus mochilas y armas, para que después se prepararan para lanzarse unos dos metros directo al mar abierto. Zedric estaba preparado. Se quitó su traje, lo acomodó en su mochila y se deleitó al oír la forma en que todos alababan su cuerpo.

Las chicas llevaban trajes de baño de cuerpo completo hechos con tela que se ajustaba especialmente a su cuerpo. Había pocas chicas en comparación con los chicos, pero no menos poderosas que ellos.

Antes de que Ulises diera la señal, todos tomaron su posición de preparación antes de lanzarse, momento en que Zedric cruzó mirada con Amaris, tratando de leer en su frágil mente si ya, incluso antes del torneo, estaba pensando en traicionarlo. No oyó nada de ella más que pensamientos valientes. Acto seguido, Ulises gritó:

—¡Qué el torneo del reino Sol comience y que su camino sea iluminado hasta la victoria!

Dicho esto, todos se lanzaron al agua. Algunos con absoluta maestría, como Tiberio Dolphinsea, un experto en el buceo y la explotación submarina, o Triya Birdwind, que tenía una conexión con el agua a pesar de no poder usar sus habilidades.

Según el trato del grupo de Amaris, la primera carrera de nado sería individual y el punto de encuentro sería el sur de la isla.

Mientras nadaba se sentía más fuerte que nunca. El agua era su elemento, le hacía sentirse tranquila y con adrenalina al mismo tiempo.

Sólo en ese momento, mientras avanzaba nadando, ella tuvo un leve atisbo de esperanza de que tal vez, si se esforzaba, podría ganar.

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