Capítulo XI. «Opiniones»
El día siguiente llegó en un abrir y cerrar de ojos, Amaris apenas tuvo tiempo de prepararse para la gran odisea que le esperaba, tratando de sentirse valiente ante la incertidumbre de lo que le vendría.
Ya hechas las preparaciones, fue al desayuno sintiéndose absolutamente tranquila, Piperina a su lado, ambas tomadas de los brazos.
Pero la tranquilidad no duraría mucho tiempo. Mientras comía notó que el ambiente estaba sumamente tenso. A su lado estaba sentado Elmhir Houndlight, (el hermano mayor de Elina, la prometida de Zedric) que ni un saludo le dedicó y que parecía bastante taciturno.
Entrecerró los ojos, notando que los Ramgaze parecían bastante cabizbajos. Ese pareció ser el desayuno más largo de su vida y lo fue, porque la poca conversación y el silencio fue realmente incómodo.
Minutos después, cuando todos hubieron salido del comedor, el pequeño grupo de amigos de Amaris se juntó, exceptuando a Connor.
— ¿Saben qué está pasando? —preguntó Iben, con el ceño fruncido. Sus labios carnosos, típicos de su familia, apretados.
—Naín Ramgaze, hermano mayor de Connor Ramgaze, está desaparecido —contestó Ranik, en tono sepulcral. Amaris soltó una exclamación ahogada, sorprendida.
—Pero él... —dijo, dudosa—, ¿No sería él el que participaría en el torneo? ¿Habrá escapado?
—Al parecer Connor tendrá que sustituirlo de acuerdo a las reglas de los Ramgaze —observó Harry. Había memorizado los protocolos de cada una de las casas reales desde que tenía doce—, al estar indispuesto el Ramgaze de mayor rango, el que debe sustituirlo es el de mayor poder en la línea de sucesión hasta que no se haya nombrado como Alfa al siguiente en rango, esto en el artículo dos, subsección tres.
—No me imagino lo mal que se sentirá Connor —dijo Hiden, con tanta convicción que Amaris imaginó ya lo había vivido—, mi hermano murió hace tres años por tifoidea. Él era perfecto para el puesto de gobernador y yo soy...
—Perfecto también —dijo Ranik, un poco brusco para la forma en que solía hablar siempre—, esto es bastante serio, tenemos que ir a buscarlo a su alcoba, seguro estará ahí.
— ¿Tienes conocimiento sobre la ubicación de sus aposentos? —preguntó Harry, siempre meditando todo—. El palacio es enorme, será difícil encontrarlo.
—No, no lo sé —dijo Ranik, su ceño fruncido—, pero no deberá ser muy difícil, los invitados de la Luna se hospedan en el sur del ala oeste, eso servirá.
—Sigue siendo bastante vago —dijo Amaris, pensativa. Justo en ese momento, como iluminándole, una gran idea llegó a su mente—, sé quién nos llevará ahí.
♕♕♕
— ¡Oh, princesa, no sabe lo mucho que me alegra que haya pensado en mí! —exclamó Saya, la consejera real que Amaris conoció al llegar al palacio. Ambas caminaban hacia el vestíbulo, la sala principal que unía el ala oeste.
—No es nada —se excusó Amaris, tímida—, sólo necesitaba ver a Connor urgentemente y usted es en la primera en la que pensé.
Saya se detuvo frente a la gran entrada de la sala oeste, inclinándose para abrirla. En el palacio de la Luna había guardias en cada una de las entradas, por lo que a Amaris le costaba acostumbrarse a tener que abrirla por sí sola o el no temer lo que dirían los guardias de su actitud. Era un soplo de aire fresco.
Por su parte, Saya no perdió la ocasión para agradecerle, diciendo:
—De verdad, de verdad, no tiene idea de lo afortunada que soy. No todos los días tenemos invitados tan importantes como usted y todos los demás nobles, pero, sino fuera porque sería tomado como traición, me atrevería a decir que usted es mi favorita.
Amaris forzó una sonrisa, un poco avergonzada por las atenciones y halagos de Saya. Ya de por sí había sido un poco difícil conseguir que Natasha la dejara sola durante aquellos días, como para tener a alguien más elogiándole cada una de sus acciones.
Las dos chicas entraron, encontrándose con los chicos que esperaban a Amaris con impaciencia. Sí Saya había estado avergonzada al ver por primera vez a las princesas, pareció haber perdido el habla al ver a esos nobles frente a ella.
—Saya nos llevará con Connor, ¿No es así? —dijo Amaris para llamar su atención. Saya salió de su aturdimiento, para contestar:
—Sí, su alteza —mientras hacía una reverencia.
El camino a los aposentos de Connor fue callado. La incertidumbre sobre su estado era suficiente como para dejarlos a todos sin habla. Una vez llegaron ahí, Saya toco dos veces y, antes de que anunciara la llegada de sus amigos, Ranik la detuvo, diciendo:
—Muchas gracias, nos encargaremos a partir de aquí.
Saya hizo una reverencia, dando a entender su conformidad, y, acto seguido, se fue tal por donde había llegado. Ranik suspiró, dando a entender que estaba reuniendo sus fuerzas, entonces tocó la puerta.
—Connor, soy yo, Ranik, ¿Estás bien?
Por un momento no se oyó nada. Los chicos intercambiaron miradas nerviosas, Amaris comenzó a perder la tranquilidad, lo que potenció sus habilidades. Vió un acontecimiento cercano, reconoció al padre de Connor, Jacobo.
♕♕♕
Jacobo tocó la puerta, tres simples toques que fueron abiertos al instante.
— ¿Ya supieron algo de Naín? —preguntó Connor, que se veía pálido y desarreglado. Jacobo asintió, haciendo que Connor pareciera aliviado.
—Son malas noticias —dijo Jacobo, tan compuesto como siempre—, fue encontrado en el muelle, apuñalado. Estaba sumamente alcoholizado, no tenía nada de ropa o dinero, todo se lo robaron. Se celebrará un consejo real esta tarde, y me gustaría que asistieras como mi heredero regente. Si nos mostramos fuertes, a pesar de lo que...
—No. No puedo ahora. ¿Cómo puedes estar tan tranquilo? Esto fue obra de los malditos prepotentes del Sol, lo sabes.
—Connor, no es el momento para hacer especulaciones. Sé el hijo que necesito y no te comportes como un pelele.
— ¡Sólo déjame solo! —gritó Connor, furioso.
♕♕♕
—Amaris, responde, Amaris, ¡Amaris!
—Yo... ¿Qué pasó? —preguntó ella, al tiempo que salía de su aturdimiento.
—Te has desmayado —respondió Ranik, que parecía sumamente preocupado. Incluso estaba pálido, mientras que la miraba fijamente y tomaba su mano tratando de consolarla. Amaris se se sentó y notó que estaban dentro de los aposentos de Connor y ella reposaba en su cama.
Al ver a Connor, que estaba a varios metros de ella sentado en una esquina de la habitación y con la cabeza gacha, ella dijo:
—Lo siento tanto, siento tanto lo de tú hermano...
— ¿Lo has visto? —chilló Connor, en respuesta—. ¿En una visión?
—Vi cuando tú padre te lo dijo, por eso acabo de desmayarme —explicó—. ¿Sigues no queriendo ir al consejo real?
— ¿Consejo real? —preguntó Hiden, sorprendido.
—Era obvio que habría uno —dijo Harry, siempre sabiéndolo todo—, para decidir si se iniciará una guerra o no. Será justo después de la comida y antes del torneo.
—Iré —respondió Connor, firme—, es lo que Naín querría.
♕♕♕
—Pero, gran Ailiah, creo que debería reconsiderar su decisión —dijo Paul Daysilver, miembro de una de las casas con guerreros más fuertes del reino. Un hombre alto, delgado, pero también muy fuerte y conocido por su agilidad en batalla—, esto es una gran falta de respeto para nosotros, debemos de defendernos antes de que ellos ataquen.
—Creo que Paul tiene la razón —dijo Gerald Binglebird, gobernador de la segunda colonia de la Luna, un hombre grande y fortachón—, ¿Qué pensarán de nosotros si nos hacemos de la vista gorda? Pensarán que somos cobardes.
—Yo declino completamente de ese pensamiento —dijo Belina Farmight, la consejera real. Su esposo, Vilgad Farmight, (antes su primo) se mantenía a su lado tomándole de la mano. Eran la única pareja en aquella reunión—, si comenzamos una guerra mientras estamos en su territorio seguro acabarían con nosotros enseguida. Si realmente hubiera sido una declaración abierta de guerra no hubieran hecho parecer el asesinato como lo hicieron parecer y...
— ¿Cómo lo hicieron parecer? —preguntó William Dolphinsea, gobernante de la séptima casa de la Luna y una de las casas con gobernantes más orgullosos que pudiera haber. Miró a Belina con ojos afilados, haciendo uso de su largo y enredado cabello negro para intimidarla. Pero por algo Belina había sido nombrada consejera de la reina, y era precisamente porque era difícil hacerle cambiar de opinión.
—Como un asesinato promedio —respondió Tyron Furyion, gobernador de la primera casa de la Luna y padre de Tenigan. Era muy parecido a él, con su largo cabello casi blanco y ojos alargados azules—, un robo, un joven muy borracho. Tal vez es cierto que se quiere iniciar una guerra, pero esto no son más que puras provocaciones para ver si reaccionamos o no y echarnos la culpa por ello. Hay que ser honestos, generalmente los de afuera no ven los motivos para la guerra, sino quien la comenzó.
Estas palabras sorprendieron a Amaris. Siempre había visto al padre de Tenigan como alguien orgulloso y prepotente pero, para su sorpresa, estaba teniendo opiniones bastante acertadas.
—Concuerdo con usted —dijo Rosamund Baneboar, padre de Iben y casi idéntico a él. Incluso tenían esa misma tranquila y apacible voz—, pero me gustaría saber, ¿Qué es lo que piensa, gobernador Ramgaze que se debe hacer? Quiero saber su opinión respecto al asunto porque se trata de su hijo.
Los Ramgaze se habían mantenido toda la reunión en silencio, esperando precisamente que no se les diera la palabra. Connor se mantenía erguido y fuerte al lado de su padre, que, aunque se veía tranquilo, parecía un poco encorvado. Eso era lo más que mostraba de su pesar.
Cuando Amaris conoció por primera vez a los Ramgaze, estuvo bastante sorprendida. Lo que esperaba fueran hombres salvajes y, aunque educados, un poco feroces e instintivos, realmente fue todo lo contrario. Todos los Ramgaze eran fuertes, bellos, pero también tranquilos, una gran combinación considerando su naturaleza.
—Creo que mi hijo merece tranquilidad. Una guerra no lo dejará descansar en paz. No quiero exponer a miles de personas a sufrir lo mismo que yo estoy sufriendo por su perdida, sólo quiero que su asesino pague.
Amaris contuvo las ganas de llorar. No le pareció justo lo que estaba sucediendo, que alguien se hubiera aprovechado de ese chico. Le pareció inhumano.
—A eso es a lo que quería llegar —es lo que dijo su madre. Había dicho su posición al comienzo de la reunión, pero no había hablado después de eso—, me gusta oír sus opiniones, me gusta que debatamos y lleguemos a un acuerdo. Un punto medio. Ahora, quiero que tengan esta idea en mente, y es en la que me he venido basando por mucho tiempo. ¿Qué posibilidades tenemos? Me refiero al hecho de que, si ahora comenzara la guerra, ¿Están cien por ciento seguros de que ganaríamos? Yo, al menos, no. En la isla real estamos en el proceso de construcción de una nueva muralla varios metros después de la que ya tenemos, de puro metal. Tenemos muchos jóvenes aptos para luchar, pero no están entrenados. Escribiente, anote un decreto de mi parte que llame a todos los jóvenes mayores de veinte años a ser entrenados inmediatamente en los mejores regimientos. Tenemos que tener guerreros de élite y no llevarlos para morir.
— ¡Viva la gran Ailiah! —exclamó Gilbert Oaken, al oírle tan centrada.
— ¡Viva! —respondieron todos los demás, y lo repitieron tres veces seguidas, hasta que la gran Ailiah Bryanna dió por terminado el consejo.
Amaris se levantó de su puesto, (un sofá detrás de su madre) y fue directamente hasta la salida para encontrarse con Connor. No fue algo fácil, puesto que varios gobernadores y consejeros se le acercaron para felicitarla por su interés en el reino. Para su fortuna, Connor estaba pasando por lo mismo, por lo que llegaron a la salida casi al mismo tiempo.
—No me imaginaba que los consejos serían tan... —fue lo primero que dijo Connor, usando ese tono de voz de hace unas horas, apagado.
— ¿Impresionantes? —completó Amaris, Connor asintió.
—Realmente todos parecen muy aptos por su trabajo, parece que saben hacer más cosas aparte de comer y reír. Y tú madre... es maravillosa. Una gran gobernante.
—Lo es —concordó Amaris, dedicándole una sonrisa tímida—, ¿Y? ¿Estás de acuerdo con la decisión que se tomó respecto a tú hermano?
—Tengo sentimientos encontrados —respondió él—. Estoy casi seguro de que el reino Sol tuvo que ver con su muerte, y quiero que lo paguen, pero no quiero que haya una guerra. No sabes las historias que he oído. Cada que hay una guerra los Ramgaze se diezman mucho. En la guerra de los veinte años perdimos a la rama principal de mis antepasados, los que antes gobernaban. Por eso sólo existe la rama de mi padre y tengo unos cuantos primos, porque, efectivamente, es como una maldición que viene sobre nosotros, cada que hay un guerra.
—No te preocupes, Connor, yo haré todo por impedirla. Incluso dar mi vida.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top