Capítulo 34. «Sueños»
—¡Quiero saber lo qué sucede antes de que empieces a mandarme como si fuera una esclava! —respondió Piperina a los mandatos de Adaliah.
Esta alzó una ceja, sorprendida por la confianza que su hermana parecía haber adquirido. Luego, dijo:
—Skrain está durmiendo, al parecer... —una especie de sonrisa apareció en sus labios, una pequeña elevación apenas visible— Sus sueños no son buenos, más bien se trata de pesadillas que tenemos que tratar de detener, la causa de esta lluvia. Tú puedes despertarlo usando el susurro mortal.
—Ni hablar —respondió enseguida. Llevaba horas intentando alejarse de Skrain, negando que se sentía atraída a él para poder olvidarlo y dejar de sentirse mal porque, con la nueva noticia de que Ranik estaba comprometido, Alannah de repente pareció haber tenido interés por él de la nada. Skrain estaba encantado por ella, y se notaba.
No era extremadamente doloroso, pero lo era. Piperina sentía que no podía tomarlo demasiado enserio por ser algo que ni siquiera había comenzado, pero a la vez se sentía mal porque se había perdido la oportunidad de conocerlo. Por primera vez gustaba alguien, eso era toda una novedad.
—Me parece una buena idea —dijo Ranik, Piperina entrecerró los ojos, él explicó—: Tienes habilidades y ahora que las conoces tienes que aceptarlas.
—Creo que tiene razón —Zedric también habló, lo que ya era el colmo—. Aleja de tí todos esos pensamientos y concéntrate en lo que importa.
Piperina se mantuvo callada por varios segundos. Parecía solo ser ella en el medio de la nada, sin agua cayendo en su rostro y pies, sin su molesta hermana mayor mirándola fijamente y sin razón alguna. Zedric había sabido decir las palabras exactas, la había dejado sin habla.
Debía de dejar de pensar en cosas banales, comenzar a preocuparse por lo que realmente importaba, salvar a todos.
Ni siquiera se molestó en decir que lo haría, sino que dió media vuelta y fue directamente hasta la habitación de Skrain.
En el camino notó que las cosas estaban peor de lo que pensaba. Vió a varias de las Birdwind, —Triya había conseguido que varias de sus primas se unieran a la búsqueda —, luchando para detener el agua de meterse en el barco.
Por su parte Connor, Hiden, Nathan, Ailum y Harry se mantenían llevando las cosas de valor a la sala segura, un cuarto cerrado herméticamente con magia y hecho para que siguiera su dueño a donde fuera, tal como si tuviera vida propia.
Piperina estaba a punto de girar a su habitación cuando notó que Amaris salió de su camarote con el cabello revuelto, una expresión perdida y su bata de dormir. Fue hasta ella, la detuvo y le dijo:
—¿Te encuentras bien?
Los ojos de Amaris estaban raramente claros. Tenía una mirada lúcida, como si notara todo a su alrededor y al mismo tiempo estuviera viendo mucho más. Amaris respondió asintiendo y apretándose aun más con los brazos, fue solo entonces que Piperina notó que estaba protegiendo el libro que había robado de aquellos Albas.
—¿Eso es...?
—Necesito protegerlo, es demasiado viejo y valioso —farfulló Amaris con rapidez. Puso sus manos en los hombros de Piperina, luego le advirtió—: Skrain parece difícil de controlar, pero el susurro mortal es efectivo con cualquiera, sólo tienes que usarlo bien.
—¿Has visto si podré ayudarlo? ¿Qué has estado viendo estos días? Hace tanto tiempo que no me cuentas nada y...
Amaris negó con la cabeza. Recientemente había tenido muchos sueños, demasiados para contarlos, pero si que había notado algo en especial, algo que tenía que ver con Piperina.
—El futuro tiene muchos caminos, en especial cuando se trata de tí —explicó—. He aprendido que es mejor no decirte más que lo suficiente y dejar que las cosas pasen a su manera.
—Pero...
—Ve —insistió Amaris. Varias imágenes pasaron por su mente, varios desenlaces para un mismo destino, tantos como para ser difícil asimilarlos—. Es posible que detengamos esta tormenta antes de que se complique, pero tienes que marcharte ahora.
Piperina estaba a punto de perder la cordura. Amaris estaba cada vez más distante, se veía mejor, pero no estaba segura de que lo estuviera en realidad.
Sin embargo y a pesar de eso, sus ojos parecían tan seguros respecto a sus mandatos que no pudo decir que no. Suspiró, y dijo:
—Cuídate —para después marcharse directo al camarote de Skrain.
La situación con él estaba peor de lo que había imaginado.
Skrain estaba en su cama, sudoroso, retorciéndose y gimiendo. Farfullaba palabras inentendibles, de las cuales sólo había podido entender que llamaba a una tal, "Irina" o decía muchas veces la palabra "profeta", lo cual no parecía tener nada de sentido.
—Lo hemos intentado todo, pero no despierta —dijo Alannah. Estaba arrodillada a los pies de sus aposentos, su rostro arrugado por la preocupación.
A Piperina le pareció que se veía falsa. ¿Cómo podía tener tanto interés por Skrain de repente cuando anteriormente estaba enamorada de Ranik?
—Me han mandado aquí porque creen que puedo hacer algo —respondió—. ¿Puedes dejarnos solos por favor? Necesito concentrarme.
—Pero... —Alannah se mostró reticente, como si cuidar a Skrain fuera súper importantísimo.
—Estoy comenzando con esto, no va a ser fácil, necesito estar sola, por favor.
Alannah suspiró y, por lo bajo, dijo:
—Está bien —enseguida salió del camarote, dejando a Piperina sola con la responsabilidad de salvar a todos en el barco.
Cosa que no sería fácil porque uno, estaba mareada, —el barco se movía demasiado rapido y se tambaleaba como si lo estuvieran sacudiendo—, y dos, porque nunca había visto su habilidad como algo. Sólo había salido sin más, sin que lo llamara.
Piperina se sentó al lado de Skrain y tomó aire, buscando concentrarse.
—Despierta —le mandó. Sus palabras parecieron ser inservibles, no tener sentido, nada de poder. Irritada, ella tomó a Skrain de sus ropas y gritó—: ¡Anda ya, despierta! —pero siguió sin funcionar.
Sin más, hizo lo que Amaris le había aconsejado. Pensó bien la cosas, trató de recordar lo que había sentido al usarlo la anterior vez.
Fue entonces cuando sintió ese algo salir de ella. Se trataba de una sensación en su piel, como si un nuevo miembro, una nueva parte de ella, saliera y se metiera en él. Realmente entrar, como tomar control.
Sintió a Skrain, todo su poder y la cosa que no dejaba de abrumarlo, su pasado. Había algo oscuro, algo que estaba en su cuerpo, poseyéndolo.
—Despierta —mandó de nuevo. Para este punto estaba conectada a Skrain de una forma abrumadora, como si lo conociera más que nunca y, para el colmo, le atrayera más.
Sin poder contenerse, Piperina bajó y besó a Skrain. Sólo había puesto sus labios sobre los suyos como si hubiera un imán entre ellos, no había intentado aprovecharse de Skrain o algo parecido.
Estaba a punto de alejarse cuando lo sintió responder. Él la detuvo rodeándole con sus brazos, correspondió su beso haciéndolo algo pasional y difícil de contener.
Fue tal como Piperina lo había imaginado desde un principio. Era una extraña sensación, como si su propio cuerpo le dijera que debía de suceder, que estaba bien.
Claro que ella no estaba pensando en lo que sucedería una vez que se separaran. Fue incómodo porque Skrain se separó, posó la mano sobre su barbilla y abrió los ojos.
Seguro que a Piperina no era a quien esperaba ver cuando abriera los ojos, porque su expresión cambió por completo, sus ojos parecieron alarmarse, él se sobresaltó y dijo:
—Creí que eras...
—Alannah —completó Piperina. Tenía la cabeza gacha, avergonzada—. Yo... —dudó— Lo siento, no lo hice a propósito. La conexión que había entre nosotros fue abrumadora. No pude evitarlo, yo...
—No trates de justificarte —Skrain parecía divertido, las comisuras de su boca estaban elevadas, pero seguía sin sonreír por completo. Miraba a Piperina de forma distinta, como si tuviera una flama en la cabeza o algo así, la analizaba como nunca la había analizado—. Lo entiendo. Hay veces que nuestro propio cuerpo sigue sus propios impulsos, la energía, todo influye. Como sea, ¿Por qué viniste a despertarme?
Piperina tragó hondo, enseguida recordando la razón por la que había entrado en primer lugar a ese camarote.
—El barco está a punto de hundirse, tienes que detenerlo —explicó. Skrain pareció entrar en alerta, se frotó los ojos, se levantó y estuvo a punto de marcharse enseguida. Antes de salir, dió media vuelta y recordó que no llevaba nada en la parte superior del cuerpo. Tomó una bata de su alijo de cosas, entonces realmente estaba a punto de marcharse, pero Piperina lo detuvo, diciendo:
—Me pregunto que era lo que estabas soñando. No te veías nada bien.
Skrain apretó la mandíbula, los recuerdos no lo dejaban en paz, eran una constante tortura que, si bien ya había disminuido bastante con el tiempo, seguía siendo grande y dolorosa.
—Sólo eran imágenes del pasado —respondió—. Pesadillas que no me dejan desde hace mucho tiempo.
Odiaba admitirlo, pero Zedric se sentía inútil. En el mar, con el agua a su alrededor, prácticamente cubriendo todo y apunto de tragárselo entero, el fuego y toda su fuerza parecían inútiles.
Ranik destacaba, claro. Todo él era liderazgo, gritos, y valentía. Por un momento, Zedric comenzó a imaginar ese combate que nunca se llevó a cabo entre ellos dos y, que posiblemente, pudo haber perdido.
—¡Así que Piperina lo logró! —gritó Adaliah sacándolo de sus pensamientos. Estaba a unos cuantos metros de él y, a pesar de que parecía que estaban a punto de morir tragados por el agua, Adaliah estaba igual de segura y prepotente que siempre. Ni siquiera había agua alrededor de ella, sino que había usado una especie de conjuro que impedía que el agua la mojara. Ojalá Adaliah fuera más útil y usara ese conjuro con todo el barco.
Pero claro, no era tan poderosa.
—Piperina es más capaz de lo que crees —dijo Skrain, ni siquiera molestándose en hablarle formalmente a Adaliah, como si se tratara de cualquier persona—. Trataré de detener esa tormenta, pero puede que tarde en calmarse, una cosa así no se deshace fácil.
—¡Pero si pudiste crearla en un dos por tres! —se quejó Adaliah—. Qué irónico es que algo que tú has hecho no pueda controlarse.
—Yo no he creado esta tormenta —respondió Skrain—. Si lo hubiera hecho me sentiría débil, una tormenta así, generada tan rápidamente, no se hace con facilidad.
—Pero... —Ranik, que había estado escuchando la conversación, parecía bastante desconcertado— Es imposible. La tormenta sólo nos ha estado siguiendo, va en espiral y nos hace avanzar de una forma sobrenatural, pero sin hundirnos. Juraría que parece mágica.
—Y lo es, pero no es obra mía.
Un silencio incómodo llenó el ambiente. Skrain se movió de un lado al otro del barco, analizando la tormenta con detenimiento antes de intentar detenerla. Anteriormente había detenido una tormenta creada por él mismo, pero aquella era diferente, más fuerte e impredecible.
Una vez hubo terminado de analizarla, Skrain se detuvo frente a la proa del barco y comenzó a decir palabras inentendibles. La tormenta comenzó a responder a sus palabras pero, como él lo había predicho, no fue tan rápido como todos habían pensado que sucedería.
Para el amanecer la tormenta se había calmado. Amaris no había salido de su camarote, se la pasaba día y noche leyendo el libro con la intención de encontrar nueva información, cualquier pista que le asegurara que tratar de deshacerse de sus habilidades era algo seguro.
Las cosas habían cambiado mucho desde la pelea contra Piperina.
Amaris sentía una extraña calma, como si por fin estuviera sola y esa extraña sensación de que podía perder el control en cualquier momento se hubiera esfumado.
Eso no había mejorado mucho las cosas, pero era un avance. Las visiones seguían presentes, pero se presentaban de forma distinta, con tantas variaciones que era difícil saber cual sería la que sucedería en realidad.
Había visto a Skrain luchando contra la tormenta, una noche tranquila, sin lluvia, incluso una extraña versión en la que no habían salido de viaje y el juicio contra Zara comenzaba en el reino.
El problema era que un juicio de ese tipo generaría muchos conflictos. Primero, por el reino que se supondría tendría jurisdicción en el asunto. Todo había ocurrido en el Reino Sol, pero había víctimas también del Reino Luna. Por otra parte, los reinos y las colonias del nuevo continente podían también pedir tener la jurisdicción porque se trataba de juzgar a una de sus ciudadanas.
Así, y entre conflictos, los sueños de Amaris en ese posible futuro no derivaban más que en malos resultados.
Sin embargo, había algo bueno en todo eso. Amaris había comenzado a tener pequeñas certezas, cosas que le advertían y que le hacían saber, con una clara sensación de calidez, cuando se tomaba una buena decisión o las cosas estaban en buen camino.
Eso podría considerarse algo por lo que valdría la pena conservar sus habilidades, la capacidad de cuidar a sus seres queridos.
Pero, ¿Y sí perdía el control y los ponía en peligro en el proceso? No podía siquiera imaginárselo.
Dos toques en la puerta de su camarote llamaron la atención de Amaris. Ella dejó de dibujar el boceto de uno de sus sueños para abrirle a quien sea que quisiera verla. Generalmente solo Piperina, Ranik, Alannah y Connor se pasaban por ahí.
Zedric había estado distante esos días. Estaba todo el tiempo con sus amigos y, en cierto modo, Amaris ya estaba comenzando a acostumbrarse a eso. En mayor parte porque seguía siendo bastante incómodo verlo y recordar aquellas dos ocasiones en las que ambos habían perdido cualquier sentido de la cordura y se habían besado.
Aun así, cuando su mano tomó el pomo de la puerta deseó en cierta forma que se tratara de él.
Para su desgracia o fortuna, era difícil estar segura, se trató de Connor.
—Siento que hay algo raro —dijo inmediatamente—. Pero nadie quiere escucharme.
Amaris entrecerró los ojos. Había estado soñando con muchas peleas recientemente, viendo desde animales submarinos hasta hermosas sirenas, pero el ambiente había estado tan calmado todo ese día que no parecía seguro que cualquiera de esas cosas sucediera.
—¿Qué crees que está pasando? —preguntó.
Connor suspiró, sabiendo que lo que parecía un poco paranoico, pero respondió:
—Todo está muy calmado.
—¿Y eso no es bueno?
—Se supone —Connor apretó los labios, sintiéndose tonto— Pero es que yo siento este tipo de cosas. Tengo una conexión con los demás animales, con la vida natural, y esto... es demasiado calmado.
Amaris recordó una de las líneas del libro de Las crónicas de Erydas. James se había descrito de forma bastante curiosa la calma, diciendo lo siguiente:
"La furia del destino es peligrosa y produce fatiga, estrés, cansancio. Sin embargo, es a la calma a lo que uno debe temer, porque la calma es la que antecede a la agitación, la que anuncia que algo anda mal, que lo más fuerte está por venir, llevándose todo, dejando una ola de devastación a su paso..."
Aquel libro había sido bastante instructivo. Había información sobre los elfos, los Erys y los Albas. Había cosas que, si uno sabía leer entre líneas, podría entender que eran profecías, que hablaban no solo de los dioses Luna y Sol, sino también de los demás.
—¿Qué es lo que sientes? —preguntó. Connor bajó la mirada, temeroso. Se notaba que no había dormido bien, que andar en el mar hacía empeorar su salud. Pero Amaris sabía que él quería vengar a su hermano, y nada lo detendría de hacerlo.
—No hay animales, no hay vida debajo de nosotros, ni rocas, ni un rastro de islas. No hay nada.
Amaris suspiró. Sintió su piel erizarse, no parecía un buen augurio.
—Vamos —respondió—. Entiendo tú preocupación. Sabiendo la situación en la que estamos es bueno dudar. Te felicito por eso.
—Amaris —Connor sonó escéptico, como sino pudiera creer lo que estaba viendo—. ¿Estás bien? Suenas rara.
Ella suspiró, había respondido esa pregunta demasiadas veces esa semana.
—Sí —respondió—. Lo estoy.
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