Capítulo 31. «Renacimiento»

La pelea dio comienzo. Las dos hermanas se miraron fijamente, a la espera de la que fuera la primera en atacar.

Tal como en la anterior lucha, Piperina había elegido un gran y vistoso martillo y un escudo para el primer encuentro. Por su parte, Amaris había elegido una espada, —yendo a lo seguro—, y un escudo para protegerse.

Ambas rodearon el borde de la explanada varias veces. Para el público parecía que estaban retándose, pero en realidad ninguna estaba dispuesta a ser la que diera el primer golpe.

Al final, y sólo porque Piperina deseaba que la pelea terminara cuanto antes, fue ella la que avanzó corriendo hacia Amaris con todo el valor que es posible reunir cuando tú hermana es una de las más poderosas del reino.

Sí, en el primer capítulo de la pelea no se usaba magia, pero Amaris tenía la ventaja de que era mucho más rápida y escurridiza que Piperina incluso antes de ser llamada y que sus habilidades se potenciaran a un doscientos por ciento.

Amaris recibió la estocada y enseguida le devolvió a su hermana un duro golpe con su escudo que, obviamente, ella no había visto venir.

Piperina gimió de dolor, Amaris aprovechó su debilidad para golpear uno de sus muslos, cosa que la hizo doblarse en dos y caer al suelo de rodillas.

Amaris odiaba ver a su hermana sufrir, pero querría terminar ese capítulo cuanto antes. Alzó su espada dispuesta a tomar a su hermana por el cuello y hacer que declarara su rendición.

Piperina no lo dejó suceder, sino que tomó el escudo para detener el golpe de Amaris. Era más fuerte que ella, razón por la que a Piperina le fue sencillo empujar a Amaris lejos, haciéndola volar por los aires y caer hasta el lado contrario de la explanada.

—Demonios —gruñó Amaris antes de caer duramente al suelo. El público contuvo el aliento, parecían creer que una caída sería suficiente para derribarla.

Piperina caminó hacia Amaris segura de sí misma y con una rapidez que no sabía que tenía. Por su parte, su hermana menor se levantó rápidamente, —siempre había sido muy ágil—, y arremetió contra ella antes de que sucediera.

Ambas dieron un gran espectáculo. La espada y el martillo chocaron una y otra vez, se movían con tanta rapidez que era difícil distinguir bien en que dirección lo hacían a menos que tuvieras la vista de un llamado.

Piperina trató de cambiar un poco las cosas. En un movimiento desesperado empujó a Amaris con su escudo haciéndola tambalearse y perder, sólo por unos segundos, el control de su equilibrio.

—Eso fue... —Amaris había perdido el aire—. Bueno.

Y, antes de que Piperina pudiera notarlo, Amaris estaba sobre ella con una ferocidad que nunca hubiera esperado de ella. Sus golpes eran fuertes, sus ojos brillaban con fiereza, como si tuviera energía inagotable.

Al parecer, y aunque las hermanas no querían que la pelea durara mucho, su motivación a no ser derrotados estaba haciéndola mucho más larga de lo que cualquiera hubiera predicho.

Amaris fue la siguiente en tratar de hacer algo para desestabilizar a Piperina.

En vez de detener su estocada con la espada usó su escudo y lo propulsó hacia arriba, el martillo salió volando, Piperina quedó sin su arma más importante.

Muchos creerían que eso la derrotaría, pero otros muchos, expertos en la lucha, sabrían también que un escudo puede darte mucho más tiempo en la lucha.

Piperina retrocedió, bien protegida, con la esperanza de poder correr hasta donde estaría su martillo.

Sin embargo, Amaris había previsto eso. Antes de que Piperina pudiera ir por su martillo, ella lanzó una estocada a su hermana que rasgó su brazo derecho.

El público gritó, obra de la gran precisión que parecía tener Amaris. Acto seguido, y con toda la fuerza que pudo, usó su espada para partir el escudo en dos de una forma impresionante. Nadie parecía creérselo, ni siquiera ella.

Era como si un poco de todas esas guerras y peleas estuvieran ahí, con ella, mostrándole, como por instinto, todo lo que debía hacer.

Piperina se había quedado desarmada, no tenía ni una idea de lo que se supone que haría. Amaris aprovechó eso y arremetió contra ella dándole con el mandoble de su espada en las piernas, cosa que la hizo caer de rodillas, de nuevo.

—Y la ganadora del primer asalto es... —dijo el sabio—. ¡Amaris Stormsword!

Piperina bajó la cabeza, estaba demasiado avergonzada. Dejó que Amaris festejara, que Skrain tomara su mano, la alzara y declarara su victoria.

Amaris fue hasta su madre, hizo una pequeña reverencia, luego se acercó y le dió un abrazo a Piperina.

—Tenía que ganar el primer capítulo y tal vez hubiera tenido la posibilidad de ganar, tal vez.

—Puedes ganar —insistió Elena, la otra única amiga que Piperina tenía—. Lo tienes dentro de tí, le he rezado a Erydas para que manifieste tú poder de una vez por todas.

—¿Tú? ¿Rezar a un dios más allá del Sol?

Elena pareció incomodarse. Apretó los labios, suspiró, luego confesó:

—Sí. Estoy comenzando a notar que no se trata de muchas religiones diferentes, sino de una que lo engloba todo. Creemos que los dioses están separados, pero en realidad se trata de una gran familia.

Piperina, que se encontraba afilando la hoja de una espada que se había encontrado en el estante de armas para distraerse, se detuvo en seco.

—Nunca lo había visto así, pero suena bastante creíble —dijo. Suspiró, bajó la espada, y se inclinó en la mesa frente a ella en un gesto de desesperación—. Hay algo raro en ella, nunca fue tan ruda cuando entrenábamos juntas.

—Me siento rara. Hay algo que no cuadra en mí, como sino pudiera controlar mis acciones —dijo Amaris. Estaba en su camerino, Ranik trataba de subirle los ánimos pero, aparentemente, estaban demasiado bajos.

—Trata de enfocarte, de pensar más en lo que haces —él le aconsejó—. Sé que eres fuerte, pero si no lo crees nunca lo verás surgir.

Amaris soltó un gemido, frustrada.

—Yo... —farfulló— No quiero dañarla, es la persona que más me importa en el mundo.

Ranik se atravesó la habitación rápidamente, se inclinó y tomó su barbilla, como tratando de tranquilizarla.

—Nunca le harías daño, de eso estoy seguro —dijo. Las trompetas comenzaron a sobar anunciando el final del descanso, Amaris se levantó, abrazó con todas sus fuerzas a Ranik y volvió a la lucha.

Si era posible, el público parecía quererla más que en su anterior salida. Gritaban, saltaban murmullos, exclamaciones, muchísimos halagos. Incluso pareció escuchar, entre todas esas voces, que alguien decía que sería una buena esposa para el príncipe.

Amaris contuvo la respiración, encuadró los hombros y trató de olvidar aquel beso en el bote. Esas imágenes seguían en su cabeza, pero lo que más deseaba ella era que ninguno de los sabios lo leyera en su mente.

Sonó la segunda trompeta anunciando la entrada de Piperina. El público la recibió bien, pero parecía haber perdido a varios de sus admiradores.

—Recuerden —dijo Skrain, que se había puesto entre las dos—. Este capítulo es de habilidades. Habilidades y sólo eso. No quiero que haya abusos, cuando me interponga entre ustedes deben separarse enseguida. ¿Entendido?

—Sí —respondieron ambas.

—Bien, entonces, ¡A luchar! 

Esta vez, en vez de dar vueltas alrededor de la explanada, las dos hermanas se miraron fijamente, midiéndose la una a la otra. Nadie se movía o hablaba, un gran silencio llenaba el ambiente.

Amaris apretó los puños, Piperina suspiró. Fue en ese momento cuando, por fin, entendieron que pelear era inevitable.

Amaris estiró las manos, Piperina se preparó para evadir el hielo que inevitablemente vendría hacia ella.

El hielo salió de sus manos y comenzó a esparcirse a gran velocidad y sin rumbo aparente, ya que iba hacia todas partes, expandiéndose y cubriendo con rapidez la explanada.

Amaris lo había creado para hacer resbalar a su hermana, pero no esperó que Piperina, y con un ánimo cada vez más decadente, pasara sobre el hielo y corriera hasta ella, aprovechando para darle un fuerte empujón que la tiró al suelo.

La cabeza de Amaris cayó directamente al suelo, un fuerte sonido que hizo que Piperina contuviera la respiración y se mantuviera unos segundos aturdida, con miedo de que su hermana no fuera a despertar.

Piperina, que se había arrodillado frente a su hermana, sintió que algún tipo de energía venía hacia ella. Gotas de agua surgieron de las profundidades de la tierra y fueron a posarse sobre ella curándola sangre que había comenzado a salir de su nuca.

—¡Si la princesa no despierta en tres segundos...! —dijo enseguida Skrain, todos pusieron su vista sobre él—. ¡Entonces quedará descalificada! ¡Tres, dos, uno...!

Los ojos de Amaris se abrieron, pero no era ella. Estaban enblanquecidos, no tenían ni un poco de vida, tal como en la casa de aquellos Albas en la Isla de la Hechicería.

—¡Necesitamos detenerla! —gritó Ranik, preocupado. Zedric que se encontraba cerca, respondió:

—No, hay algo que no estamos viendo en el panorama. Esto tiene que suceder.

Ranik apretó los labios, furioso. Estaba cansado de verlo todo y, al mismo tiempo, no verlo nada.

—¿Por qué? —gruñó, la ira vibrando en sus venas.

—Siento al Dios, al mismísimo Skrain, diciéndole a su descendiente que no la detenga. Esto tiene que suceder. Es... —se detuvo, como conteniendo la respiración— El momento.

Mientras, en la explanada, Amaris estaba dándole una paliza a Piperina. Esta vez no había hablado, no había dado algún rastro de algo que pudiera delatarla frente a los sabios. Ni ellos mismos parecían distinguir que había una especie de espectro dentro de su mente.

Amaris usó el hielo para formar una especie de látigo que se movía con una finura exquisita. Piperina corrió, alejándose de este, pero no lo detuvo de impactar en su mejilla. El dolor fue brusco, abrumador, y la hizo casi tropezar, dando trastabilleos en su mismo lugar, deteniéndola de avanzar.

Amaris corrió hasta ella. Alzó su mano, enrolló el látigo alrededor de Piperina y lo usó para ponerla de rodillas. Una vez estuvo detenida, Amaris, más bien el espectro que estaba dentro de ella, farfulló:

—He esperado mucho tiempo para esto. Tú, de todos los seres a los que he tenido que observar, eres el más despreciable. Te aborrezco.

El látigo apretó con más fuerza el cuello de Piperina. Esta soltó un gemido, dolorida y bajó la cabeza, derrotada.

—¿Yo? —gimió—. No lo entiendo, no entiendo nada. ¿Quién eres? No puedes sólo... —ya para este punto estaba perdiendo la cordura por el poco oxígeno que le quedaba— ¿Descansar en el mundo de los muertos?

El espíritu rió, divertido.

—No tienes ni una idea de quien soy —dijo, enseguida soltando el
látigo del cuello de Piperina. Ella estaba demasiado débil, tanto como para no poder levantarse.

—Piperina Stormsword —Skrain gritó, siguiendo con el protocolo—. ¿Usted declara su derrota?

Piperina no podía responder. Sentía a la sangre subir por su garganta, no sabía como explicarlo, pero no la dejaba formular ni una palabra.

Miles de pequeñas motas de hielo comenzaron a crecer a su alrededor, creciendo y rasgando en su piel. El dolor fue demasiado como para soportarlo, Piperina cayó al suelo al momento en que la debilidad rasgó fuertemente en ella.

—¡Suéltela, ha ido demasiado lejos! —gritó el sabio, indignación brillando en su voz.

Fue sólo entonces que el público entró también a la imagen. Gritaban, gemían y drogaban por la seguridad de la princesa, que había quedado por completo inconsciente.

—¡Nadie nunca tuvo la decencia de detenerse conmigo, por eso he llegado a ser lo que soy! —gritó el espíritu. Su voz sonó melódica y teatral al mismo tiempo, tenía cierta cadencia que la hacía verse antigua, exagerada y a la vez reflejaba la importancia de ese espíritu.

—¡Deténganla! —gritó el rey Amón, furioso. Seguro estaba cansado de que una niña, un espíritu, o lo que fuera, pasara de largo el hecho de que había toda una armada esperando para deshacerse de ella solo con romper unas cuantas reglas en el torneo.

Un montón de habilidades comenzaron a mostrarse en aquel momento. Las personas iban directamente hacia ellas, pero el espíritu dentro de Amaris reaccionó antes de que sucediera.

—¡No! —gritó, estirando sus manos y uniéndolas en un aplauso. El hielo comenzó a crecer por las esquinas de la explanada creciendo y formando una especie de barrera que impidió el paso de todos menos Skrain.

—No sé quien seas, pero esto no saldrá como tú lo piensas —dijo y, como por arte de magia, desapareció.

Nadie pudo traspasar aquella barrera, el espíritu dentro de Amaris caminó directamente hacia Piperina, se detuvo frente a ella e hizo un movimiento sobre ella con sus manos.

Piperina despertó enseguida. Por un momento perdió la conciencia de lo que estaba sucediendo hasta que vió aquellos ojos blanqueados y sonrisa petulante y de satisfacción.

—Con esto comienza —farfulló el espíritu, de sus manos saliendo hielo que se convirtió en una daga que podría haber tardado muchísimos años en hacerse. Al menos, pensó Piperina, era hermosa. Moriría honorablemente a manos de la persona que más le importaba en el mundo.

Pero eso no sucedería, sino que todo lo contrario. Justo en ese momento sintió que algo crujió en su estómago, como un tirón jalando en ella, tan fuerte que no pudo más que gritar, gritar por el dolor que sentía.

Las butacas comenzaron a moverse, la misma tierra, el mismo Erydas, comenzó a crujir y a perder su estabilidad.

Las columnas que mantenían estable la explanada crecieron, se elevaron e hicieron crujir el hielo que no dejaba pasar a los demás. Este comenzó a romperse enseguida, sus pedazos cayendo uno tras otro sobre la explanada.

El espíritu dentro de Amaris pareció perturbarse, su rostro, totalmente expresivo, mostraba miedo detrás de esa fachada de superioridad. Aun cuando sus ojos no tenían pupila parecían mostrar totalmente todas sus emociones, extenderse, como si supiera que algo malo estaba a punto de suceder.

Piperina sentía su energía renovada. Sentía todo debajo de ella, la tierra, el metal, los animales subterráneos. Eso era ella, lo que había esperado mucho tiempo.

Muchos pensarían que intentaría defenderse, pero en vez de eso, sin tener miedo o vacilar, dijo:

—Sal del cuerpo de mí hermana.

N/A. ¡Un nuevo y emocionante capítulo, espero que les guste!

Acabo de entrar a trabajar y estoy haciendo lo posible por actualizar lo más pronto posible. Las buenas noticias, ¡Hoy fue mí día libre y pude terminar el capítulo!

Me permito agradecer a todos los que han leído esta novela, no puedo creer que haya llegado a los 9k. ¡Vamos por los diez!

Sin más que decir, espero poder actualizar el próximo martes puntualmente, pero no se desanimen, sigo esforzándome y teniendo el mismo interés por la novela.

Los quiere, Angie. <3

P. D. En galería imagen que me encontré de chica que me parece parecidísima a Amaris. Incluso tiene este peinado principesco.

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