Capítulo 28. «Trato»

Connor era un cambiaformas. En la familia Ramgaze era común convertirse en un lobo, puma, león o tigre, los más grandes depredadores del mundo.

Sin embargo, casi nunca nadie en esa familia nacía con la capacidad de convertirse en otros animales aparte de esos, dándole la oportunidad de cambiar de forma a su antojo.

Había muy pocos conocimientos sobre lo que un cambiaformas con tal poder podía hacer, lo que hacía que Connor tuviera poco control de sus habilidades, ni siquiera conociéndolas por completo.

Él nunca se había convertido en otra criatura a parte del lobo y animales sencillos, por lo que se sentía bastante genial el haber logrado convertirse en un pelícano, por más inútil que pareciera esa especie.

Era difícil pensar en ese estado. Los pelícanos no eran las criaturas más inteligentes del mundo y aunque seguía pensando bastante bien le costaba recordar las cosas en un pasado cercano.

Connor dejó a las tres sirenas en la costa, enseguida recordando que tenía que ir a rescatar a sus amigos.

Esas pequeñas sirenas eran muy hermosas. Su rostro parecía resplandecer por la felicidad, sus cabellos, de distintos y brillantes colores, fluían con el agua.

—Nos has escuchado, joven hijo de la Luna, así que te ayudaremos —dijo una de las sirenas antes de que él se marchara—. Te daremos control de tus habilidades para que puedas liberar a nuestras hermanas y a tus amigos. Suerte.

Connor regresó a la plaza inmediatamente. Llegó a tiempo para ver como conducían a sus amigos a la cárcel, así que observó la forma en que los  repartían mientras trataba de pensar en la técnica que trataría de usar para liberarlos.

Pasó un buen rato hasta que los guardias se hubieron esparcido. Al principio estaban todos en las afueras, como esperándolo, hasta que llegó el anochecer y varios se marcharon cuando un chico de piel oscura llegó para llevarse a Zedric, Amaris y Ranik a la casa más grande de la plaza.

Connor voló hasta la parte trasera de la cárcel, la que daba con el mar y las ventanillas de Zedric y Nathan. Pensó dos minutos en lo que quería convertirse con muchas ganas, enseguida tomando la forma de un peligroso y asesino escorpión.

Acto seguido, entró a la ventanilla de Nathan, que entrecerró los ojos al verlo.

—Maldito animal ponzoñoso —gruñó, enseguida tomando una roca en un intento de asesinarlo. Connor hizo lo primero que se le ocurrió, enseguida tomando la forma de una cucaracha indefensa para que Nathan notara cual era su verdadera identidad.

—Ah, con que eres tú —dijo, a sabiendas—. Genial, ahora ve y mata a ese guardia de ahí.

Connor hizo exactamente eso. Primero se convirtió en un camaleón, aprovechando el camuflaje para pasar inadvertido ante los dos guardias que estaban vigilando. Al llegar a él tomó forma de escorpión y lo picó rápidamente distrayendo al segundo guardia en el acto, que hizo lo posible por intentar salvar a su compañero, tomándolo enseguida y yendo a pedir ayuda.

—¿Qué pasó? —dijo uno de los tipos de afuera. Connor supo que era su momento, así que tomó su forma normal, las llaves, (que estaban colgadas cerca del blanquito para los guardias), y abrió la celda de Piperina, —la más cercana—, justo antes de que el guardia que iba a quedarse a vigilar entrara.

Este se detuvo instantáneamente al ver el motín que se estaba formando. Blandió su espada,  valiente, y soltó un sonoro grito pidiendo ayuda que comenzó a llegar inmediatamente.

Piperina no era un rival fácil de derrotar. Siempre había tenido una fuerza magnífica, buenos reflejos y un combate cuerpo a cuerpo excelente, lo que hizo que una vez libre supiera evadir las estocadas del guardia lo suficientemente rápido para cortar el espacio entre ellos y tomar su espada por el mango para arrebatársela. Los ojos del chico se hiperextendieron al ver el aprieto en el que estaba, momento que Piperina aprovechó para darle un cabezazo que lo hizo caer al suelo en seco.

Para ese momento Connor ya había liberado a Nathan, que, creyendo que ya estaba libre y la magia no haría efecto en él, estiró sus manos en un intento de recorrer a los guardias lo más lejos que fuera posible. Su magia no funcionó, en vez de eso estuvo a punto de recibir una estocada de uno de los guardias que intentaban mantenerlos a raya.

Piperina tomó la espada de ese guardia antes de que impactara en Nathan, acto seguido lo pateó con todas sus fuerza haciéndolo doblarse de dolor.

—Maldita sea —gruñó otro de los guardias. Era un hombre alto y fuerte y corría hacia ellos con una valentía impresionante con tres hombres a sus costados.

Piperina y Nathan los recibieron con fuerza, cada vez avanzando más y ganando terreno para que Connor pudiera abrir las celdas. La siguiente en salir fue Alannah, les siguieron Triya y Ailum.

Nathan y Ailum fueron los que, con su fuerza y dura resistencia, avanzaron y empujaron a los guardias lo suficiente como para que pudieran salir de la cárcel.

Sus habilidades regresaron al instante, lo que revivió aun más su vivacidad y fuerza, cosa que les serviría de mucho porque enseguida más o menos una docena de guardias y su líder, el chico que se había llevado a Zedric de la celda, se agruparon frente a ellos y los rodearon.

El chico, fuera quien fuera, se veía intimidante. Tenía la misma altura que Nathan, solo uno o dos centímetros por debajo de Ailum, pero su cuerpo lucía tan esculpido y fornido que parecía que rompería en dos a cualquiera que se le acercara.

—¡Ahora! —gritó Nathan. Él y Ailum crearon una barrera de fuego hacia los bordes para impedir que los guardias se acercaran lo suficiente y dejar a las chicas salir.

Pero, por más que se esforzaron en mantener el fuego vivo, el chico se acercó a ellos pasándolo sin que lo dañara y, de un aplauso, lo apagó.

Era un brujo, pero parecía que las supersticiones eran completamente reales en cuanto a él. Como si el propio fuego, la luz, huyera de él, la oscuridad.

El hombre llegó y comenzó a luchar con Ailum. Los grandes siempre lo elegían por su apariencia fuerte, aun cuando Nathan fuera más poderoso que él.

El chico no usaba ninguna arma. Era tan bueno como para saber dar el golpe exacto en el momento exacto y, al mismo tiempo, ir cortando distancia entre él y Ailum.

Nathan prefirió ir por los demás guardias. Cenizó a uno, a dos, a tres. Estaba a punto de avanzar más cuando Triya lo detuvo por la muñeca y murmuró:

—No seas tan cruel. Alannah usará su magia de hielo para encadenarlos.

Nathan soltó un gruñido, pero asintió. Prefirió tratar de ayudar a Ailum, que después de menos de un minuto estaba recibiendo una gran paliza. El chico lo había dejado en el suelo, Ailum sangraba y el chico no dejaba de darle patadas intentando que se rindiera.

Ailum lanzó fuego hacia él pero no le hizo ningún daño. Nathan intentó adelantársele, pero este mandó un duro golpe a su cabeza, como si pudiera entrar en ella de la nada.

Nathan se dobló en el suelo, el dolor penetrando duramente en él.

Alannah se estaba encargando de los guardias y casi los tenía dominados bajo el hielo. Connor vigilaba que no se liberaran mientras ella iba por los demás, congelándolos en el instante o inmovilizándolos como pudiera.

Fue así que Triya y Piperina decidieron darle fin a la lucha contra ese chico. No podría retener la mente de Nathan, pelear con Ailum y también lidiar contra ellas.

Piperina se adelantó hasta él y le encestó un golpe en la cara incluso antes de que pudiera detenerla. El chico se tambaleó levemente, como un árbol cuando es movido por el viento, pero no hubo más reacción de su parte.

Miró fijamente a Piperina, como esperando infiltrarse en su mente, pero no hubo reacción alguna de su parte, sino que ella siguió luchando.

Ambos eran casi igual de fuertes. Piperina y él lograban detener los golpes el uno del otro, se daban patadas, caían al suelo, se volvían a levantar y siempre volvían a lo mismo.

El chico tomó las piernas de Piperina, aprovechando su debilidad para tomarla en sus brazos como si se tratara de un saco de papas muy ligero. Ella pataleó y luchó pero no le fue posible librarse.

Triya supo entonces que era el momento de interferir. No quería usar el agua de la fuente y dejar a las sirenas sin hogar, así que antes de eso las liberó y lanzó al mar como Connor había hecho con sus otras hermanas.

El agua restante la usó para empapar al chico que, furioso, lanzó a Piperina al suelo y fue directamente hasta Triya.

Triya hizo lo primero que se le vino a la mente. Lanzó un chorro de agua tras otro, todos hechos sumamente densos para causar más dolor al chico. Esto apenas si lo detuvo, haciendo que segundos después estuviera frente a ella.

La diferencia entre ellos dos era abismal. Triya era luz de Luna, tenía una estatura baja, delgada complexión, cabello azul sumamente largo, lacio, azul, y ojos del mismo color.

Por su parte, el chico, llamado Bashton, más conocido como Bash por los demás, era sumamente alto, fuerte, el agua caía a chorros por su cuerpo y sus ojos tenían todo menos vivacidad.

—Estoy cansado de luchar contra ustedes —dijo. De nuevo intentó entrar en la mente de Triya para deshacerse de una vez de ella, pero le fue imposible.

Irritado, Bash tomó una de las piedras que rodeaban la fuente y la lanzó hacia Triya, que la detuvo con un enorme mandoble de agua formado por su mente y se la devolvió enseguida.

—Yo también —respondió—. Luchar no es lo mío.

Dicho esto, usó sus poderes con la densidad, el agua y el hielo, y la mandó con toda su fuerza hacia la cabeza de Bash, que se derrumbó en el suelo por el gran golpe.

Derrotar a todos esos guardias fue difícil, pero aun así los chicos decidieron entrar a la casa grande para salvar a Zedric, Ranik y Amaris y luchar contra todos los que se encontraran ahí.

Para suerte suya, ellos acababan de librarse e iban a la salida cuando los encontraron.

Piperina soltó un gemido ahogado al ver a Amaris tan dañada, así que fue con ella y le tomó la mano todo el camino hacia afuera de la enorme mansión.

—¿Están todos bien? —preguntó Triya, también preocupada.

—Lo suficiente —respondió Zedric—. ¿Cómo lograron escapar?

—Connor nos ayudó.

Los chicos salieron de la mansión. Zedric miró con orgullo todo el desastre que sus compañeros habían hecho para librarse y se impresionó mucho al ver la forma en que Alannah y Connor habían aprisionado a la mayoría de los guardias con su hielo y fuerza.

—Entonces, ¿Ahora qué? —preguntó Alannah, dispuesta a seguir buscando el cetro.

Skrain se adelantó, diciendo:

—Todos necesitan descansar. Vayan al barco, yo llevaré a Zedric con Sir Lanchman. 

Ranik rodó los ojos al oír esa afirmación, pero no iba a hacer nada para detenerlos. Ambos eran fuertes e irían solos, lo que quería decir que no arriesgarían más la seguridad de los demás.

—Yo iré con ustedes —dijo Piperina—. Ya has hecho mucho salvando a mi hermana Skrain, y quisiera ayudar.

Skrain centró su vista en ella. La miró exactamente de la misma forma que la había mirado durante la pelea, pero esta vez ella misma lo estaba mirando a él también. Por alguna razón, le agradó.

—Esto es algo que Zedric y yo tenemos que hacer, pero agradezco tú oferta.

—Sería mejor que todos vuelvan al barco —dijo Zedric. Al ver a sus amigos en el suelo había corrido para asegurarse de que estaban bien—. Tenemos varios heridos, espero que hagan lo posible por cuidarlos.

—Nos vemos en el barco entonces —dijo Ranik enseguida—. Traten de despertar a los chicos —mandó—, sino es posible tendremos que hacer varios viajes, ¿Entendido?

Zedric no se quedó para oír más acerca de sus mandatos. Al parecer, Skrain estaba tan decidido como él a conseguir hablar con Sir Lanchman o algo por el estilo, porque se comenzó a caminar rápidamente dejándolo atrás.

A Skrain no se le daba para nada trabajar en equipo. Había vivido solo la mayor parte de su vida, a la deriva y sin un destino bien formulado para sí mismo.

Sólo se tenía a él, a Sir Lanchman y al mismo Skrain, aquel ser todo poderoso que hacía miles de años había decidido procrear con una mortal y que había dejado todo un legado muy importante en su familia.

Era por eso que estaba tratando de trabajar en equipo, porque su su Dios y mentor se lo había mandado, porque sólo así tendría de vuelta lo que era suyo, su herencia.

Sólo si se unía a Zedric y a su grupo el cetro volvería a sus manos, sería de nuevo de su familia.

Skrain rodeó el callejón que llevaba a la casa de Sir Lanchman. Enseguida vió la familiar edificación de hormigón y un solo nivel en la que él vivía y que lucía sencilla y , al menos por fuera.

Skrain se detuvo y estuvo a punto de tocar la puerta cuando sintió que Zedric tomó su muñeca, indecisión brillando en su rostro.

—No siento que aun pueda confiar en tí. No te conozco, sólo sé que nos salvaste como con tus poderes de dios, ¿Pero eso tiene sentido? No. Sólo apareciste de la nada.

—No sé que quieres que te diga para hacer que te crea —respondió Skrain, su tono de voz seco y a la vez un poco burlón—. No los salvé por arte de magia. Mi Dios me dijo que ustedes eran importantes, yo sólo seguí sus instrucciones. Además, Sir Lanchman es mi tutor y también me habló de ustedes y su viaje. No creo en coincidencias. Si quieres entrar, hazlo, sino entonces no lo hagas.

Zedric apretó los labios en un gesto de confusión mientras pensaba en su respuesta.

Quería, con todas sus ganas, detener a Zara y a sus motivaciones, se había vuelto en algo personal, pero no sólo eso. También había leído su mente, deduciendo que decía la verdad.

—Es difícil para mí decir esto, pero te creo.

Skrain esbozó una pequeña sonrisa. Enseguida estiró su mano y tocó la puerta.

Un pequeño chillido se oyó al momento que la mirilla de la puerta se hizo a un lado dejando ver a dos ojos mieles observando  los recién llegados.

—Traigo al príncipe conmigo —fue como saludó Skrain a quien sea que se encontrara detrás de la puerta—. Tú padre está esperándonos.

—Claro que lo hace —respondió la persona detrás de la puerta sin mucho entusiasmo. Era una voz femenina y dulce, cálida y a la vez un tanto sarcástica, una rara combinación.

El pestillo de la puerta sonó también dando a entender que estaban abriendo la puerta para dejarlos pasar.

Skrain parecía conocer bien el lugar, porque enseguida dejó su capa en el perchero y comenzó a subir las escaleras, —de caracol, largas y de color caoba—, sin siquiera mirar el lugar más de dos veces para buscar a Sir Lanchman o algo parecido.

Sin embargo, Zedric se concentró en la chica, que llamó su atención como lo habían hecho varios ya en ese día.

Los ojos mieles eran especiales, significaban muchas cosas para las personas del Reino Sol, simbolizaban poder y sólo los llamados solían tenerlos.

Excepto que esa chica tenía la piel morena, cabello y ojos mieles, una combinación bastante peculiar.

Tal vez era como Skrain, trató de creer, pero Skrain tenía ojos grises.

Zedric no pudo pensar mucho en ese momento. Simplemente se argumentó a sí mismo que su apariencia tenía que ser alguna de las peculiaridades de los Albas.

—¿Vas a venir? —insistió Skrain desde las escaleras. Zedric lo siguió mientras, al mismo tiempo, observaba lo interesante que era aquella edificación.

Debía de tener alguna especie de conjuro especial, porque al igual que la biblioteca tenía más niveles de los que parecía que tenía por fuera, demasiados para siquiera contarlos.

El primer nivel parecía una taberna para borrachos. Había personas tomando por todas partes, riendo y gritando.

El segundo era una cocina de tamaños magistrales, con mujeres, hombres y niños corriendo de un lado al otro.

Skrain se detuvo en el tercero. Se parecía a la sala de estar en la que la amiga de Nathan estaba en la biblioteca, había una chimenea y varios sofás, estando en el del medio Sir Lanchman con un libro en su regazo.

—El princípe está aquí —anunció Skrain. Enseguida fue a sentarse a su lado con bastante familiaridad, como si conociera muy bien el lugar.

—Bienvenido —saludó—, me alegra que haya podido llegar satisfactoriamente a mi hogar. Hice lo que pude para que Skrain los protegiera pero fue un poco difícil encontrarlos con mi magia. Hay alguien que los protege.

—La novia de Nathan, para ser explícitos —se expresó su hija en tono burlón. Sir Lanchman hizo como que no la había escuchado, sin mostrar vergüenza pero con un atisbo de una leve sonria en su rostro. Se notaba que la quería mucho—, tardaron mucho en llegar. Menos mal que Skrain creó esa tormenta para atrasar el concurso ese en el que están.

—Torneo —le recordó Skrain.

—Pero vamos, toma asiento —dijo Sir Lanchman—. Tenemos mucho de que hablar. Zara, el cetro, creo que he avanzado un poco en la investigación de todo lo que sucede.

—No sabe como me alegra —dijo Zedric con alivio. Tomó asiento, curioso de lo que podría saber este mago tan poderoso.

—Cala, las tablas —le mandó a su hija, que rodó los ojos.

—Puedes traerlas tú —alardeó. Enseguida sus ojos cambiaron de color, volviéndose de un color blanquecino bastante interesante. Las tablas, de una apariencia súper antigua, aparecieron por las escaleras y se detuvieron frente a Zedric.

—Lo que estás viendo son registros de tiempos anteriores al nuestro. Habla sobre la forma en que la luz surge, en la que los humanos con la infinita magia pueden convertirse en seres muy poderosos, en dioses.

—Y eso tiene que ver con Zara y el cetro porque...

—Porque el cetro es la conexión de la magia con los humanos y la energía cósmica. Sin el cetro no nos hubiéramos conectado con los dioses, ellos no nos hubieran dado su magia, ni hubieran surgido los llamados.

—Vaya —dijo Zedric. No podía creer que hubiera tanto que no sabía.

—Pero eso no es lo que los llevará a él. En esta tabla, que es del nuevo continente y de donde viene Skrain, se habla de una chica de ojos grises, de su palacio y su ciudad en el medio del desierto.

—Amaris nos había dicho algo como eso. El viejo continente, el palacio escondido. Necesito saber más.

—Esa chica era pariente de Skrain, el cetro le pertenece a él por herencia.

—¿Y para eso me llamaron? ¿Para saber que el cetro es de él, en quien ni siquiera confío?

Sir Lanchman ni siquiera se inmutó. Por su parte, Skrain estaba erguido, con los brazos cruzados y una pequeña sonrisa confiada en su rostro. Apenas notable, como si fuera una sonrisa natural y él no intentara mostrarla.

—Skrain tiene una conexión con el Dios del que viene su poder, él le enseñará la forma correcta de usarlo. Pero no, te hablamos porque tenemos una pista muy grande. Hay rumores en todo el viejo continente de que existe una ciudad, un paraíso que ha estado escondido por años, y tenemos a la persona que puede llevarlos a ella.

—¿Y esa persona es?

—Mi hija, Cara. Ella es... —Sir Lanchman suspiró— Diferente, especial. Creo que tiene una conexión con un dios que no conocemos.

—Siento ese cetro —dijo ella—. Es como si me llamara, como si tuviera una extraña certeza de que quiere que vaya hacia él.

—¿Está seguro de dejarla ir con nosotros? —Zedric apenas si podía procesar toda la información que estaba recibiendo, su voz sonó dudosa.

—El cetro nos conecta con los dioses, un nuevo despertar se está formando. Tarde o temprano Cara lo lograría, la dejara ir o no. Necesito que me prometa que la cuidará, ¿Es un trato?

—Es un trato.

N/A. ¡Hola! Espero que realmente lean esto. En fin, me sentí de buen humor y subí el capítulo en domingo.

En fin, esta nota de autor es para invitarlos a leer mi nueva novela. Con esta quiero extender el universo de los Albas, y si ya leyeron "Dulce Magia Tormentosa" está también les gustará porque es un poco más oscura y, en mi opinión, tiene un montón de sorpresas, mucho misterio.

Espero que les guste.

Saludos, Angie. <3

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top