Capítulo 2

La fría neblina caía como un suave velo a través de los pinos del reino y a lo lejos se escuchaba débilmente el mar a causa de la densidad de los árboles que amortiguaban el sonido, Yaerlyk sabía que si quería llegar a la costa tenía que seguir el sendero a través del bosque, pero cuando se disponía a huir sigilosamente, Sam la detuvo.

—No puede atravesar el bosque, Su majestad —dijo Sam con voz autoritaria y sin soltarle el brazo.

—¿Por qué no puedo ir? —preguntó la princesa.

Hacía un par de años soñaba con aquel lugar, no lo conocía de vista, pero sus amigas le decían que era un lugar muy bonito, tétrico definitivamente, pero la brisa tenía el poder de llevar tus penas y eso quería ella, tan siquiera un momento.

—El Bosque del Crepitar no es un buen lugar para hacer senderismo y no le recomiendo ir a la playa, es peligroso... dicen que hay criaturas que no pertenecen a este mundo—susurró a lo último.

Yaerlyk soltó una carcajada.

—¿De verdad crees esas historias? Yo no he visto nada salir del bosque, además quiero conocer el mar, tan siquiera sentir el agua en los pies.

—Si quieres sentir el agua en los pies, mejor mete los pies en la tina —aquel tono de voz le tomó desprevenida—. Sam, necesito ir al pueblo, arregla todo por favor.

Yaerlyk tomó su abrigo y se aferró más a él, podía sentir como el vaho abandonaba sus labios cuando decidió hablarle a su padre.

—¿Volverás esta noche? —preguntó mientras se acomodaba el cabello detrás de la oreja.

—Es poco probable, si quieres comer pídele a Nadín que te prepare algo —sin añadir nada más dio la media vuelta dejando a Yaerlyk detrás de él.

Cuando vio a su padre marchar en el carruaje significaba quedarse sola en la enorme mansión, suspiró llena de pesar porque no odiaba la idea de estar sola sino la mansión en sí, todos los días ese lugar le recordaba que el único abrigo que podía tener en su corazón era el frío y la oscuridad que envolvía a todo el reino.

—Sam —musitó cuando decidió sentarse en una banca que daba frente al jardín— ¿Qué ocurrió en Salamyel? Mi padre sólo me dice las cosas a medias, pero estoy segura que ni siquiera la mitad es verdad.

—¡Princesa! —La respuesta se cortó en el aire cuando la voz suave y angelical de Nadín irrumpió en el lugar.

Sam empezó a carraspear y acto seguido indicó que tenía trabajo por hacer, aunque Yaerlyk no entendía cuál era exactamente el trabajo porque básicamente en la mansión eran unas pocas personas. Desde hacía años se había percatado que el Rey Svent poseía una extraña manera de reinar, después de la gran tragedia, la mansión Vaho Negro se llenó de doncellas quienes procuraba más el bienestar del rey que de ella y que este siempre tenía cosas por hacer fuera de la mansión.

—¿Interrumpí algo? —preguntó Nadín haciendo un puchero.

Si alguien que no fuese de Salamyel conociera a Nadín, creerían que es una criatura fantástica, incluso Yaerlyk lo pensó la primera vez que la conoció, tenía el cabello blanquísimo, piel nívea y labios tan rojos que apostabas que había mordido una granada.

En una ocasión Yaerlyk le había dicho que era muy bonita, pero Nadín solo le sonrió. Nunca imaginó que terminaría siendo más su amiga que su ama de llaves, pero su amistad era un tanto inusual, nunca la encontrabas donde debería, como por arte de magia se desaparecía porque no había manera que la encontraras en la mansión.

En palabras simples, Nadín era extraña.

—Descuida, sólo era una cosa sobre Salamyel.

—Uh, lo único que te puedo decir es que dista mucho de lo que se ve ahora, pareciera que alguien le echó cenizas al lugar y dejó todo este desastre, el Rey Gregory creyó que mudándose la maldición cedería, pero no, Salamyel sigue igual.

—¿Maldición? —cuestionó Yaerlyk, le era extraño escuchar aquella palabra en la boca de alguien más, sus amigas nunca le hablaban de ello porque decían que ignoraba exactamente qué había pasado.

—Sí, dicen que Dios abandonó este lugar, pero te confieso algo —Nadín sonrió.

—¿Qué?

—No es verdad, creo firmemente que esto es la voluntad divina, Dios nos prepara para algo grande sólo es cuestión de esperar.

«Dios.»

Era una de las cosas que poco toleraba, no por odio, simplemente cómo podía creer en algo que no podía ver, pero incluso así, Dios se había tardado en darle un respiro a aquel lugar y sólo parecía consumir sus almas día tras día.

—Pero descuida, lo único que tienes que hacer es observar.

Yaerlyk bufó.

—A este paso, se me caerán los ojos de seguir observando, estoy harta de no poder salir del perímetro, mi padre literal le pidió a Sam que por ningún motivo me alejara del terreno de la mansión —se quejó mientras envolvía sus rodillas con sus brazos—. Me dicen que los árboles son verdes y lo único que veo son grises.

—Princesa —dijo Nadín sentándose cerca de ella—, algún día todo lo que conocemos cambiará y más vale prepararnos para ello, sé que el Rey cambiará su manera de pensar, sólo hay que darle tiempo.

—Ojalá fuera tan sencillo, Nadín... Ojalá.

La temperatura descendió sin previo aviso, Nadín entró a mansión dejando a Yaerlyk temblando de frío y de la nada esta se vio perseguida por diminutas polillas.

—No otra vez —musitó escondiendo la cabeza en el abrigo.

Aquella persecución se había convertido en su eterno dolor de cabeza, siempre eran dos o tres bichos persiguiéndola, justo cuando pensaba que no había animales en Salamyel ¡Sorpresa! Ya no era solamente la lechuza chillona ahora eran insectos voladores acosándola.

Iba a entrar cuando en el lateral de su visión vio a alguien escondiéndose. Estaba dispuesta a gritar, pero tenia curiosidad, ninguna persona del pueblo visita la mansión, así que seguramente se trataban de otras personas.

—¡Bú! —saltó Kyahel riéndose.

—¿Qué hacen aquí? —preguntó Yaerlyk mirando a las cinco jóvenes quienes estaban sentadas en el frío césped—. Entremos a la mansión-

—¡No! —dijo Veel arrastrando a la princesa con ellas—. Contrario a lo que planeas, en realidad tu vas a venir con nosotras, no dijiste que querías saber qué había pasado en Salamyel, pues es hora de que lo veas con tus propios ojos.

El corazón le latía como loco, sus manos parecían congelarse hasta que Kyahel sacó otro par de guantes y se los metió en las manos.

—Suerte que siempre cargo unos de más —dijo Kyahel sonriéndole y agarrándola de la mano para caminar juntas—. No te asustes, trataremos de volver antes que el rey.

—Mi padre no va a volver esta noche.

Todas la miraron y Veel sonrió.

—¡Entonces es perfecto! —gritó mientras la tomaba del brazo para casi arrastrarla con ella.

Empezaron a caminar a escondidas hasta que se toparon con un muro de enredaderas, fue Maytheé junto con Georgine quienes hicieron a un lado el desastre de lianas y una por una fue pasando por aquel espacio.

Maytheé era una chica callada y aunque la consideraba su amiga le era evidente que había algo que las alejaba más que acercarlas, pero siempre fue prudente en darle su espacio y no indagar de más.

—¿Me pueden decir adónde vamos? —preguntó la princesa mirando todo el escenario que se veía gigantesco ante sus ojos.

—Iremos al viejo castillo —dijo Maytheé sin mirarla—. Veel estaba emocionada con la excursión y quien soy yo para llevarle la contraria.

—No me llevas la contraria porque me amas —se burló Veel a lo lejos.

—Cállate —gritó Maytheé con el rostro completamente rojo—. No me hace una gracia hacia donde nos dirigimos, sólo vamos a meternos en problemas.

—Tranquila —dijo Dimanthea tocándole el hombro para darle ánimos.

A esas alturas, el único ánimo que poseía Yael era la emoción de conocer parte de su pasado, lo único que sabía es que era demasiado pequeña y todo aquello le era irrelevante, pero dentro de sí, sabía que había algo más.

Mientras más avanzaban, más era consciente de la distancia que había optado su padre por abandonar todo.

—¿El pueblo queda lejos de aquí? —preguntó Yaerlyk en medio de tanto arbusto y árbol.

—Sí —respondió Veel—, de hecho, queda más cerca de la mansión ahora, no te toma más de tres horas el ir y venir, lo cual es una suerte para nosotras, pero... a este paso gastaremos todo el syth de nuestros padres.

—Lo siento —musitó Yael deteniendo su paso.

Veel sabía que había pisado una mina, sólo que esta no era lo demasiado explosiva. Al fin y al cabo, había un juramento de por medio, y que por ningún motivo debían revelar.

—Tranquila, hemos estado tomando pequeños trabajos para poder visitarte más seguido.

Yaerlyk no estaba del todo convencida, no era fácil conseguir syth, tenías que hacer más que vender galletitas para poder conseguir una sola moneda y aun sabiendo lo difícil que era de creer, lo dejo ser a favor de que su, por fin exitosa huida, valiera la pena.

—Yael —susurró Kyahel en su dirección— Sé que quieres conocer la historia de este lugar, pero te apuesto a que sería mejor enfocarse en lo maravilloso que es este lugar.

Ojalá fuese maravilloso, pensó. Pero con el sol siempre oculto tras las nubes grises y el constante frío, no veía lo maravilloso del lugar, hasta que Kyahel le mostró las flores ocultas entre tanto arbusto. Quizá ese era el talento de su amiga, ver la belleza donde los demás no lo veían y mostrarla como lo que es.

—Seguro cuando vuelva me llevo todas las flores —dijo a tiempo que se ponía una entre la cabellera.

Y por fin llegaron.

—Uff —se escuchó un suspiro— de pura suerte aun no oscurece del todo —era la voz tranquila de Veel.

—¿Aun no? —se quejó Maytheé— ¿No te das cuenta que no habrá manera de volver?

Ninguna se había puesto a sacar cuentas del tiempo que pasó entre ir a la mansión y escabullirse entre árboles y arbustos, era clara la señal de que ahí tendrían que pasar la noche porque el sol se estaba apagando muy rápido y no había luna que las acompañara de vuelta.

—Será toda una hazaña salir vivas de acá, ni siquiera tenemos dónde dormir —dijo Georgine sacudiendo su vestido lleno de ramitas y hojas.

—Pues la mitad del castillo aun está en pie —dijo Kyahel apuntando hacía el castillo casi destruido al fondo—. Seguro que podemos pasar la noche ahí.

—Las hileras de árboles que pasamos son parte del bosque, dicen que hay cosas ocultas ahí, no quiero imaginar que habrá dentro de ese castillo, ya es suficiente malo saber que el reino está maldito y aquí vamos nosotras a hacerla de valientes —Dimanthea estaba demasiado nerviosa y al hablar medio sollozaba.

Era claro que tenía que pasar la noche ahí dentro o la intemperie, no habrá manera de volver por el mismo camino con la noche haciéndoles cobijo.

—¿Y si vamos a la playa? —sugirió la princesa provocando que todas la miraran.

—No es mala idea —dijo Veel haciendo paso entre ellas—, vamos a quedarnos ahí un rato, si tienen mucho sueño dormiremos en el castillo una encima de otra para conservar el calor y listo, esperar el día siguiente.

—Lo dices muy fácil —se quejó Maytheé y tuvo que ir Veel a abrazarla para infundirle confianza porque eran segundos para que se pusiera a gritar histérica.

Kyahel por su parte lidero el camino hacia la playa, era difícil bajar el barranco porque las escaleras parecían haber sido destruidas a golpes, como si no quisiera que subieran o bajaran en ellas. En un parpadeo las polillas rodearon a Yael.

—Oh —dijo Kyahel detrás de ella—, mariposas nocturnas —musitó intentando atraparlas sin éxito, por su parte Yaerlyk no le diría nada.

Si en sus ojos pudiera meter todo lo que veía, se lo llevaría gustosa a su habitación para admirarlo todos los días, de esa manera no le importaría quedarse sola en la mansión.

—Es precioso —musitó para si misma, mientras se quitaba los zapatos para caminar sobre la arena. Hundió los dedos en ella, estaba fría, pero era suave al tacto.

Sus amigas sin perder el tiempo se pusieron a correr con el cabello en la cara, bailando en círculos mientras se reían celebrando su travesura, habían logrado sacar a la princesa de su tétrico palacio. Mientras se ponían a cantar, Yaerlyk prestó atención a tan interesante color entre sus pálidos pies, la arena era negra y muy fina, no lograba ver más allá de lo que sus pobres ojos le permitían.

Sin darse cuenta sonrió, quizá este lugar era el favorito de su madre, quizá aquí pasó sus mejores días. Tan pronto como se hacía una imagen mental de una escena inventada, un crujir las tomó desprevenidas.

Maytheé gritó presa del pánico y todas corrieron reuniéndose con Yaerlyk. La brisa las golpeó fuerte en el rostro y el frío mar les tocó los pies. El ruido no cedía y se intensificaba con cada golpeteo de aire, era el bosque haciendo crujir sus árboles.

—La marea está subiendo —indicó Georgine cuando nuevamente sintieron el mar abrazándoles los tobillos.

—¡Tenemos que salir de aquí! —gritó Dimanthea.

—¡No veo una mierda! —gritó Maytheé tropezando con una piedra— ¡AH!

La marea subía en cada respirar del mar, Yaerlyk no tenía tiempo de pensar si sería el límite de la marea, tenían que irse de ahí, además Maytheé no paraba de decir groserías, el frío aire las devoraba a bocados invisibles, pero las hacía tiritar porque tenían los pies mojados.

Llegaron al barranco que no estaba muy lejos de ahí y una por una fue subiendo dejando de último a la princesa, todas gritaban de que se diera prisa y justo cuando agarraba impulso para subir, una fría mano le tomó el rostro por detrás susurrándole muy cerca de su oído.

Mía.

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