Capítulo Seis
Los años volaron tan rápido como las hojas en primavera. Sin embargo, los momentos que Katsuki compartió con Deku fluyeron como el agua de un estanque; lentos, sin prisa. Incluso era capaz de recordar el olor del barro en sus zapatos, esos que quedaban irreconocibles luego de correr junto a Deku en las profundidades del frondoso bosquecillo.
Su amistad con Deku se volvió una de las cosas más importantes en su mundo, ¡incluso más importante que la edición limitada de El Caballero De Los Mil Mundos! Se la pasaban juntos a diario; día, tarde y noche, con Aizawa siempre detrás de ellos para que Katsuki hiciera sus deberes e Izuku estudiara.
Siempre los dos, Katsuki como el líder de sus aventuras y Midoriya como su fiel compañero. Katsuki por fin sentía que había encontrado a alguien que no tenía miedo o repudio por su actitud volátil, y Midoriya al fin tenía a alguien a quien pudiera llamar amigo.
Eran felices, demasiado felices.
A la edad de once años, algo extraño empezó a brotar en los sentimientos de Katsuki; una mutación de emociones desconocida aparecía cada vez que estaba con Deku. Al principio no le prestó mucha atención, el problema no era tan grave, pero esos sentimientos y reacciones incoherentes de su cuerpo se volvieron cada vez más presentes en su día a día.
A sus doce años, Katsuki seguía sin descifrar qué demonios sucedía con él.
Aunque su ego se negara a admitirlo, tenía miedo de cambiar algo en su relación con Deku. Temía que empezara a cuestionarle por qué lo observaba tan a menudo, o por qué se quedaba estático cuando lo tomaba del brazo para no perderse en el bosque. Tal vez su actitud al acercarse mucho a Deku era un poco más tosca de lo normal, pero esos extraños subidones de temperatura que generaba su cuerpo al invadir Deku su espacio personal eran demasiado peculiares.
¿Qué era ese revoltillo de sentimientos? El quedarse embelesado, atraído hacia la presencia de Deku, el sudor en sus manos cuando realizaba algún contacto con él, los nervios repentinos, y lo que sea que se atrevía a atacar a su estómago cuando oía a Deku leer alguna historia dentro de esa gran biblioteca polvorienta, con esa armoniosa melodía que era su voz.
Esa emoción tan inmensa por volverlo a ver cuando se despedían para ir a dormir o para tomar sus clases… Katsuki estaba asustado, en un estado de incertidumbre sobre lo que le sucedía a sí mismo. Y lo peor de todo, es que no tenía a nadie a quién contárselo, no confiaba lo suficiente en alguien además de Deku, y por obvias razones no iba a preguntarle.
«¿Qué carajos sucede conmigo?».
Su respuesta llegó una tarde de primavera. El sol rozó la tierra y pintó los alrededores con colores naranjas, rosas y violetas, y tintó con suavidad la piel de las personas en todo Bibury.
Ese día salió con Deku a visitar al Padre All Might. El corpulento hombre siempre contaba entretenidas historias, con protagonistas y antagonistas que te volarían la cabeza. Aunque, la que terminó por llevarse toda su atención, fue la última historia que les relató el Padre.
—Las emociones de Emily estaban entremezcladas; por una parte estaba la felicidad de saber que sus sentimientos eran correspondidos, mientras que por otra, se hallaba la melancolía de tener que despedirse de quien se los proclamaba con tanto esmero. Sus mejillas se tornaron de un rojo intenso, sus manos sudaron y las mariposas en su estómago revolotearon inquietas hasta evaporar se en el abismo. Tomó una bocanada de aire y de un solo movimiento plasmó en la mejilla de Richard un beso que esperaba expresara ese amor que por tanto tiempo ocultó en su corazón. Deseó limpiar las lágrimas que brotaron incesantes de los ojos de su amado, que lloraba sobre su cadáver marchito, pero no podía, no en ese estado. Con una promesa de verse en la otra vida, Emily extendió sus nuevas alas, y voló hacia las planicies. Hacia el reino de Dios.
All Might sonrió mientras cerraba el libro, y alzó la mirada para ver a algunos de sus niños sollozar y abrazarse entre ellos, mientras que otros más lo miraban con tristeza.
—¿E-Están todos bien? —All Might dejó el libro de lado, y se inclinó un poco para estar a la altura de los chicos.
—¿¡Por qué Emily tuvo que morir!? —dijo una de las niñas ahogándose en sus mocos.
—Richard no es más que un tonto, tuvo que haberle confesado sus sentimientos antes de que ella se muriera —se quejó otro de los chicos.
—¿Y cómo iba a saber él que ella recibiría tan horrible final? —preguntó All Might.
—¡Ay, no sé! Yo solo quería que terminaran juntos. —Bufó molesto el mismo chico, lo que hizo carcajear a All Might.
Katsuki analizó la breve historia que All Might contó, más específicamente la parte antes de que el alma de Emily besara a Richard en la mejilla. ¡Eran justo las emociones que lo agobiaban a él! Estaba a punto de hablar, sin embargo, las palabras en su boca murieron al escuchar la voz de Deku.
—Esos sentimientos que describe, lo que Emily siente por Richard, ¿qué es?
La vista de Katsuki se dirigió al rostro de Deku, que miraba curioso al fornido padre All Might.
—Oh, eso es algo sencillo, joven Midoriya. Emily estaba enamorada —respondió el padre con simplicidad.
—¿Y cómo sabe ella que está enamorada? —El brillo curioso en los ojos de Deku hizo que las piernas de Katsuki temblaran.
«¿Por qué mierda quieres tanta información sobre eso?» Una pequeña espina estaba insertada en su pecho, y el aire que estaba retenido en sus pulmones parecía convertirse poco a poco en un humo tóxico que planeaba asesinarlo desde adentro.
All Might rascó su mejilla y se mantuvo dubitativo en busca de una respuesta que pudiera complacer la curiosa mente del joven Midoriya. Tenía que darle una respuesta digna de su curiosidad.
—Porque cuando estás enamorado, tus sentidos de alerta se activan con solo escuchar el nombre de esa persona, no te puedes imaginar un futuro sin ella, velas por su bienestar, deseas pasar más momentos juntos, tus nervios se intensifican cuando estás a su lado, la ves como el ser más hermoso en el mundo, tus mejillas se ruborizan, entre otras cosas más. Seguro eso le pasaba a Emily, y así ella pudo darse cuenta de que estaba enamorada.
All Might observó a Midoriya, interesado en su curiosidad. ¿Acaso el niño más brillante en ese pueblo se había enamorado? ¿Su pequeño Midoriya? Estaba a punto de morirse de ternura por ese hecho.
Ya quería conocer a la afortunada.
El sonido de la campana hizo retumbar las paredes de la iglesia. Ya era hora de volver a casa.
—¡Gracias por la historia, padre All Might! Nos vemos el domingo —gritó Midoriya algo avergonzado, levantándose del banco de la Iglesia para salir corriendo por la puerta.
All Might, con una enorme sonrisa, se despidió de él mientras agitaba su mano. Su pequeño estaba creciendo.
Katsuki se levantó con rapidez para seguir a Deku. Su cerebro había dejado de funcionar. Se le hacía difícil procesar la reciente información que le habían dado. Si todo lo que dijo All Might era cierto… No, no podía ser, debía haber algo que olvidara, ese algo que lo diferenciaba de lo que el padre dijo.
—Santa mierda.
—¿Te sirvió lo que dijo el Padre All Might? Su explicación fue algo útil. Creo que te puede ayudar.
La vocecita de Deku le hizo saltar en su lugar. Se giró con el ceño fruncido para ver el inocente rostro que no paraba de aparecer en su cabeza.
Katsuki había logrado alcanzar a Deku al salir de la iglesia y adentrarse en el bosque, pero lo notaba diferente. Deku parecía distante, como sumergido en su propio mundo.
—¿Qué? ¿Por qué me miras así, Kacchan? —dijo Midoriya.
Ambos detuvieron su andar a solo unos cuantos metros de la mansión, que era iluminada por el resplandor anaranjado que proporcionaba el atardecer.
Katsuki se acercó de una zancada a Midoriya y lo tomó por los tontos tirantes marrones que su tía Inko lo obligaba a usar, Deku reaccionó con un pequeño grito de asombro ante la rudeza de Katsuki, pero lo observó en silencio, a la espera de saber cuál era el propósito de su brusquedad.
—¿Cómo carajos supiste que quería saber si estaba o no enamorado? —Katsuki sintió su voz rasposa, pesada, e imaginaba que su rostro sería tan terrorífico que haría a cualquiera chillar atemorizado.
Y aunque podía parecer muy rudo en el exterior, Katsuki en sus adentros se mordía las uñas y rezaba un padre nuestro para que Deku no se haya dado cuenta de la raíz de su duda.
La repentina carcajada que soltó Deku lo hizo enderezar su postura y suavizar sus facciones, hasta lograr que soltara casi por instinto los tirantes del chico.
—¡Oh, vamos Kacchan! —dijo Deku entre risas. Katsuki en ese momento estaría hecho una fiera al pensar que se burlaba de él, pero la risa de Deku era tan melodiosa que se le complicaba permanecer enojado—. Te conozco desde hace casi cinco años. Sé cuando piensas demasiado en un tema, incluso si no dices qué es. —Midoriya guardó silencio, y sus mejillas se tiñeron de un suave rosa pálido—. Además, cuando duermes empiezas a murmurar algunas cosas.
Midoriya sonrió apenado, mientras recordaba que un dormido Kacchan murmuró algo respecto a su ignorancia sobre los sentimientos que tienen las personas cuando están enamoradas.
Katsuki juró que en ese momento una venita sobresalió de su frente.
—¿Y no podías contestarme tú esa pregunta, maldito cabeza de brócoli? —dijo, y un pequeño tic apareció en su ojo.
—La cosa es que yo tampoco sabía y, al igual que a ti, me daba curiosidad. Aproveché la historia romántica que contó el padre All Might hoy para preguntarle. —Pausó un momento, y dirigió su mirada a sus zapatos negros—. También, evité a propósito que tú le preguntaras, Kacchan. Los demás niños me vieron muy raro luego de preguntarle.
—¿Y creías que no podría soportar la mirada de un montón de extras?
—¡No, no es eso! ¡Yo sé que Kacchan soportaría cualquier cosa! ¡Kacchan es genial! —aseguró Deku con una enorme sonrisa. Movió sus manos con nerviosismo a todos lados.
Sus ojos, tan verdes como un bosque selvático y exótico, lo admiraban con una dulzura y grandeza que hacía a su corazón palpitar con desenfreno. ¿A quién rescató de la muerte en su otra vida para recibir a alguien como Deku en esta?
Midoriya se enderezó, y la seguridad en su postura creó un estrago dentro de Katsuki. Con un tono de voz serio, dijo:
—Pero prefiero que me miren diferente a mí a que lo hagan contigo.
Y bondadoso, para rematar.
La impresión de Katsuki al escuchar eso no fue mucha. Deku siempre había priorizado el bienestar de los demás por sobre el suyo, lo supo desde aquella vez que casi cayó de un árbol hacia el lago. Si no hubiera sido porque Deku lo empujó lejos antes de que cayera, en definitiva su madre nunca más lo hubiera dejado ir a su guarida secreta, sin embargo, Midoriya terminó por caer al lago en su lugar, y recibió a causa de esto varios raspones y chichones.
Ya en la mansión, Katsuki le cuestionó la razón de por qué había hecho eso, y Deku, con una de sus sonrisas cegadoras, le dijo: “Tú parecías necesitar ser salvado”.
Recordaba haberse arrepentido de no tener agua del río para echarle en la cara cuando lo escuchó decir eso. Katsuki gritó que él no quería ni necesitaba ser salvado, que Deku ó estaba ciego, ó veía cosas erróneas. Lo escuchó reír bajito y avergonzado, pidiéndole disculpas.
—Se está haciendo tarde —dijo Katsuki, con la intención de no enfrentarse a las palabras de Deku—. Deberíamos irnos, creo que Aizawa dijo que hoy se quedarían a dormir unas visitas, y él odia que lleguemos tarde cuando hay otras personas en casa.
Sintió la mano de Deku envuelta con delicadeza en su muñeca. Katsuki observó la mano de Deku sobre su piel, y la sintió arder como si el mismo fuego lo hubiera tocado.
«Cuando las chicas revolotean a mi alrededor, me molesta. No importa lo lindas que sean, lo mucho que intenten llamar mi atención o lo cercanas que sean a mí, no me interesan ni un poco. Me dan igual. Pero con Deku es diferente. Al estar cerca de él siento que los nervios en mi interior empiezan a luchar entre sí, mis manos sudan más de lo normal, y al apenas escuchar su nombre en boca de alguien que no sea yo hace que mi atención se centre sin notarlo en la conversación ajena».
El voraz grito de Aizawa lo sacó de sus cavilaciones. Alzó la cabeza, y desvió su mirada de la mano de Deku sobre su muñeca.
—¡Katsuki e Izuku, vengan! ¡La cena está lista! —gritó Aizawa desde la entrada hacia el jardín frontal de la mansión.
Luego tendría tiempo para pensar bien la situación en la que se encontraba.
El sol escondió su brillo, y dio paso a una penumbra que se encargó de cubrir cada rincón. La noche reinó próspera e invencible en el pueblo de Bibury, con el deleite estelar que les proporcionaba a sus habitantes cada vez que esta llenaba sus planicies de oscuridad absoluta, donde solo la luna y las estrellas presentes eran las encargadas de iluminar el lugar.
Contrario a las noches anteriores, el frío parecía hilarse con cada respiración que Katsuki hacía, con cada pensamiento que invadía su cabeza. Tal vez ese frío era premeditado, porque las corrientes heladas se encargaron de congelar los pensamientos intrusivos que se inmiscuían en su cabeza, y que clamaban por aquel a quien no podía reclamar.
«¿Reclamarlo? ¿Eso es lo que quiero?».
Katsuki se levantó con la respiración acelerada. No, no podía ser eso. Lo que pensaba ni siquiera tenía sentido.
¿Y si All Might se había equivicado con sus palabras? Aunque no lo había hecho en muchos años.
¿Estaba enamorado Deku? ¿Era eso lo que pasaba? Había intentado esconder las palabras de Deku en lo más profundo de sus recuerdos. Cada una evocaba una nueva sensación, un nuevo sentimiento que no estaba dispuesto a aceptar, que no podía tolerar. Las emociones que Deku le generaba estaban consumiéndolo de a poco, volviéndolo más pequeño, pero al mismo tiempo, le daban una fuerza abismal cada vez que estas impactaban contra su pecho, a tal punto de crear una armadura a su alrededor.
Tenía que aclarar su cabeza.
Se levantó de su cama casi de un salto para buscar un vaso de agua a la cocina. Sus pies descalzos pisaron el frío mármol, y aclaró su camino con una velita derretida.
Caminó por el sombrío pasillo sin inmutarse, centrándose en las sombras que se formaban por la vela y no en las ideas que llenaban su cabeza.
Estaba a punto de llegar a la cocina cuando el sonido en uno de los cuartos de los empleados llamó su atención. ¿Quién podría estar allí a esas horas? ¿Estarían robando? Ya les había pasado eso un par de veces hace algunos años, y Mitsuki seguro herviría de la cólera si llegaba a descubrir que habían vuelto a robar en su mansión.
Se acercó a la habitación, asomó su cabeza por la orilla de la puerta y logró ver a lo que parecían ser dos hombres. ¿Qué hacían ellos allí tan tarde? ¿Eran las visitas que mencionó Aizawa? Estaban muy juntos...
El aire términó por salir de los pulmones de Katsuki al ver a los sirvientes rozar sus labios en un movimiento tímido e inseguro, y sostener el rostro del contrario con una delicadeza casi magistral.
Katsuki retrocedió impactado, por poco dejando caer la vela.
Se besaron, ambos, dos hombres se habían besado. Nunca había visto algo así. Katsuki solo sabía de las muy pocas veces en las que personas en el pueblo se besaban, y siempre eran un hombre y una mujer, así que ver a ambos hombres saboreando los labios del otro de una manera totalmente nueva para él, hizo que apartara la mirada avergonzado y corriera casi a tropezones hacia su habitación.
«Maldición, justo ahora tenía que pasar esto». Pensó.
Según escuchó de la tía Inko, las parejas que se querían mucho se besaban y daban muestras de cariño entre ellas. También le dijo que algún día una mujer afortunada cumpliría el papel de otorgarle todo el cariño que él mereciera, y entre ellos habría un amor mutuo e incondicional.
Su vieja le había dicho algo parecido: que de grande tendrá a una hermosa esposa a su lado que engendrará a un montón de mocosos rubios como él, y llenarán su vida de dicha y su cara de arrugas. Una mujer de lindas facciones y amable personalidad. Una mujer que lo amara y que él amase.
Pero, siempre mencionaban a una chica, a una mujer. ¿Sería diferente si fueran dos hombres?
«Deku tiene eso que dijo la vieja y más. Aunque no puede dar hijos, pero eso no importa, tiene más cosas buenas que pueden compensar esa minimidad». Ante tal pensamiento, deseó poder golpearse la cabeza con una roca para intentar borrarlo.
¡Deku era su amigo! Esas cosas románticas no se hacían entre amigos.
—Pero quiero hacerlo con él —susurró apenas llegó a su alcoba. Sus manos se apretaron contra la puerta, y su vista se fijó en sus pies descalzos.
Aunque no quisiera admitirlo, las pruebas eran claras: le gustaba Deku, tal vez, si se arriesgaba tan solo un poco, podría decir que estaba enamorado de ese estúpido y tonto arbusto con pecas.
Katsuki sabía que Deku, aunque no lo pareciera por su físico poco desarrollado, era fuerte, y eso le encantaba. Con Deku podía ponerse al límite y mejorar sus habilidades tanto físicas como mentales ya que él no cerraba el pico por nada y siempre estaba (de una manera muy indirecta y que solo Katsuki podía interpretar de esa forma) retándolo, hasta llevarlo más allá en una carrera para superarse mutuamente y ser los mejores en lo que se propusieran.
Así era Deku; competitivo, astuto, inteligente, fuerte, atractivo (aunque no se lo dijese por nada del puto mundo), un estratega nato que siempre tenía un plan y una solución para todo. Y si a eso le sumaba lo buena persona que era, sus bondadosos sentimientos y su extraordinaria habilidad para soportar su comportamiento, tendría como resultado a la pareja perfecta.
Él quería estar en un futuro con Deku, más que como amigos. Quería tenerlo a su lado como su fiel compañero de aventuras, como su pareja, para romperle la cara a los obstáculos que se les impusieran.
El recuerdo de ambos hombres besándose en ese cuarto volvió a su mente.
«Sí… No me molestaría hacer eso con él».
Además, no había mucha diferencia entre un compañero y una pareja, eran casi lo mismo, ¿no? Servían para lo mismo.
Ahora todo era muy claro para Katsuki, más de lo que alguna vez lo había sido.
Se fue a dormir esa noche con una sola cosa en mente: saber si Izuku compartía sus sentimientos y si lo hacía... Harían lo que las personas que se querían hacían.
Aunque tuviese miedo de arruinar su amistad, aunque un mal presentimiento golpeara su pecho, él era alguien valiente y fuerte que no se dejaba vencer ante las adversidades, este no sería un caso diferente.
Katsuki se fue a dormir esa noche con la mano empuñada sobre su corazón, deseando calmar sus latidos descontrolados.
A la mañana siguiente, Katsuki e Izuku decidieron quedarse frente a la mansión para leer la segunda edición de uno de sus libros de aventura favoritos.
El cielo estaba cubierto por una manta de nubes blancas, la brisa removió sus cabellos con una ternura casi maternal, y acarició sus infantiles pieles mientras ellos se encontraban ensimismados en su libro, ocultos por el montón de arbustos que rodeaban la inmensa mansión.
—¡Wow, Orumaito es asombroso! ¡Es tan increíble! —gritó Izuku, con sus mejillas rosadas por la emoción que albergaba su cuerpo—. Creí que la historia sería algo tonta cuando vi el nombre del personaje principal pero, ¡me arrepiento totalmente! —lloriqueó y abrazó el libro, como un intento de mostrar su lamento hacia este.
—Eres un bobo —refunfuñó Katsuki. Puso los ojos en blanco ante las tonterías de Midoriya—. Pero tienes razón, sonaba algo idiota la historia de alguien con un nombre tan estúpido como ese, pero no está tan mal.
—Te aprendiste todos sus movimientos.
—Solo un torpe no lo haría.
—Y sus frases.
—Estoy estudiando los estados de Estados Unidos.
—Haces análisis conmigo de sus batallas mientras te burlas de los villanos cuando pierden.
—¡Maldición, ya entendí, es buenísima esa mierda!
Midoriya soltó el libro y rio abiertamente, con pequeñas lágrimas cristalinas que cubrían el borde de sus ojos.
—¡Kacchan, eres muy chistoso!
Katsuki escuchó embelesado la risa de Deku, una risa etérea que lograba que su corazón bombeara descontrolado, ¿era eso bueno para su salud? Suponía que no, pero no podía importarle menos, sería feliz en su muerte si la risa de Izuku sonaba para él. Era magnífica.
No supo cuándo ni cómo, pero sus labios se encontraron repentinamente sobre la regordeta y pecosa mejilla de Deku. Midoriya se mantuvo estático, y Katsuki se sentía incapaz de quitarle los labios de encima. Era el olor, la textura suave de su piel, o el calor que le transmitía lo que le generaba un estallido en todo su cuerpo.
Una sola acción lo hizo arder en llamas en cuestión de segundos.
—¿Ah? —dijo Midoriya al sentir algo contra su piel.
Fue un pequeño beso, casi imperceptible. Pero aún así, logró hacer de los sentimientos de Katsuki una odisea. Los puros sentimientos de un joven.
—Me gustas, Deku. —susurró sin pensar—. ¿Puedo gustarte también?
Katsuki era incapaz de separarse, pero al susurrarle solo logró que su cálido aliento chocase con la piel de Deku.
Expectante de una respuesta, Katsuki miró cómo Deku permanecía inmóvil, con sus ojos bien abiertos y su mirar en la nada. Deku incluso abrió un poco la boca a punto de decir algo, pero fue interrumpido por el llamado de Inko.
—¡Katsuki, ven! ¡es hora de estudiar! —La mujer movió las hojas de los arbustos, hasta descubrir el pequeño escondite donde ambos chicos se encontraban sentados—. Katsuki, tu tutor ha estado llamándote desde hace veinte minutos. Será mejor que vayas si no quieres que se moleste. Jugarás al rato con Izuku. Y tú, Izuku, ven a ayudarme en el jardín, por favor —dijo con una sonrisa. Inko tomó la mano de Midoriya y se despidió de Katsuki.
«Maldición, no me respondió». bufó fastidiado, levantándose de su puesto y yendo al interior de la mansión. El nudo que se había formado en su garganta empezaba a estrangularlo, pero era mejor ignorarlo que profundizar más en ello.
La mañana fue pesada, y el inicio de la tarde pareció nunca acabar. El día se le venía encima una y otra vez cuando los recuerdos de lo que le había hecho a Deku llegaban a su cabeza. Aunque no se arrepintió, estuvo demasiado preocupado todo el día como para prestar atención a sus clases, o a cualquier cosa que haya hecho.
Al despedirse de su tutor, lo único que quería era ir al bosque con Deku, comer una tarta de maracuyá y explorar esas extrañas cuevas subterráneas que vieron hace algunos días. Aprovecharía la oportunidad para darle alguna explicación, y para oír lo que había pensado al respecto.
En sus manos llevaba el libro favorito de Deku, El lenguaje oculto de las flores. Lo había tomado prestado para releer unos apuntes que el mismo Deku había colocado para él.
En el enorme pasillo de la mansión, a unos metros más alejado, logró distinguir la figura de Aizawa frente al gran ventanal que daba visión al patio delantero de la mansión. Aizawa cubría su boca con una mano y parecía sufrir de pequeños espasmos, sin embargo, su semblante estaba casi tan serio como siempre. Katsuki aceleró un poco el paso hasta quedar su lado.
—Oye, ¿qué sucede? —dijo, y alzó la mirada.
Aizawa dirigió sus ojos hasta él, y con su voz dolida pero sorprendentemente fuerte, le ordenó:
—Katsuki, ve a tu alcoba, ahora. —Sus ojos oscuros parecían hervir en una mezcla dolorosa de tristeza y rencor. Katsuki frunció el ceño al oír la orden.
—Mejor dime qué te pasa. —contraatacó.
—Katsuki. Ve. A. Tu. Alcoba.
—No quiero. ¿Por qué estás tan…?
Un estruendo se oyó en las afueras de la mansión, y seguido de él, comenzaron a abundar los gritos de su madre.
—¡Lárgate tú y la escoria que tienes por hijo! ¡No quiero volver a verte a ti ni a tu inmundo hijo por aquí, Inko!
La piel de Katsuki adquirió una tonalidad casi fantasmal, mientras que su boca se secó de repente. Vacilante, se acercó a la ventana para ver el alboroto.
Deku y su madre subían sus pertenencias a uno de los tantos carruajes de su padre. Deku lloraba a mares, y Mitsuki le gritaba a la amable jardinera, pero esta mantenía la mirada baja al mismo tiempo que recogía sus cosas esparcidas por todo el frente de la mansión.
El sudor frío lo recorrió al entender lo que pasaba. Se estaban yendo.
Las lágrimas se acumularon en sus ojos como nunca antes lo habían hecho, su respiración pareció desaparecer cuando observó como su mejor amigo, su enamorado, fijaba sus entristecidos ojos en él.
—¡Kacchan, por favor, ayúdame! —El llanto que soltó Deku se oía desde su distancia, y desgarraba lentamente sus entrañas junto a cada fibra de su ser—. ¡Me quiero quedar con Kacchan!
Deku extendió su mano en un muy vago intento por alcanzar a Katsuki, pero fue jalado de la muñeca con rudeza por uno de los guardias.
—¡Bastardo, quítale tus manos de encima a Deku! —Katsuki se movió desesperado, alejándose del vidrio con la intención de ir hacia Midoriya.
Unos fuertes brazos lo sujetaron, lo alzaron del suelo y lo aprisionaron en un abrazo que le impedía moverse, giró para ver de quién se trataba, y al ver el rostro de su padre, una llama maldita se encendió en sus adentros. Sus ojos estallaron en un fuego asesino, en un rojo que sería capaz de hacer temblar al mismísimo diablo.
—Quítame tus manos de encima, anciano, ¡no dejaré que se lo lleven!
—Lo siento, Katsuki —susurró su padre, pero en ese momento, Katsuki no pudo sentir todo el dolor que esas palabras escondían—. No hay nada que tú o yo podamos hacer. Ella… Ella los vio.
¿Los había visto? ¿Había visto lo que él había hecho? ¡Pero no tenía sentido! Sea lo que sea que su madre viera mal en esa situación, él había sido el culpable, no Deku. Deku no tenía nada que ver en eso. Si Mitsuki quería echar a alguien, que lo echara a él.
Katsuki pataleó, golpeó y le gritó a su padre, pero este, a pesar de todo, no lo soltó.
Aizawa seguía con la vista fija en la ventana, como si viera a su vida irse junto con ese carruaje. No reparó en ningún momento en la presencia de Masarō.
En un bucle de desesperación, Katsuki logró acercarse a la ventana. Observó cómo arrastraban a su amigo de la infancia dentro de la carroza. Su pequeño corazón se estrujó al ver las vivas lágrimas en los ojos de Deku, en esos ojos que siempre había visto destellantes de alegría. Deku estaba luchando por liberarse del agarre del guardia, pero Inko se veía tan resignada, tan abatida.
Deku e Inko no tenían la culpa de que él haya sido un impulsivo. No debían pagar las consecuencias de errores que no cometieron.
Los guardias prepararon a los caballos, y cuando la carroza empezó a andar, pudo sentir a flor de piel el mayor dolor que jamás había experimentado.
—¡Papá, déjame ir, por favor, suéltame! Aún puedo detenerlos, aún puedo —gritó, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas, y la sangre proveniente de los arañazos que le había generado a Masarū empezó a manchar su ropa. Vio a su madre, a la mujer que le había profesado un amor incondicional desde que era pequeño, ensombrecer su rostro con solo conectar sus ojos con él—. ¡Por lo que más quieras, tráelos de vuelta! ¡No puedes hacernos esto, Deku es mi mejor amigo! —Mitsuki mantuvo su mirada desdeñosa, sin siquiera verse afectada por su llanto—. Mamá, por favor… Por favor, no me apartes de su lado.
Ya era muy tarde, la carroza cada vez se alejaba más y más de su vista.
No podía hacer nada, lo había perdido, había perdido no solo a la persona que llenó sus días de una felicidad desbordante, sino también, a la persona que se había apoderado de su corazón.
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El cuarto en donde estaba era oscuro, apenas alumbrado por una vela a punto de marchitarse. El olor a madera y humedad inundó su nariz de golpe, y el colchón mullido debajo de él lo dejó confundido.
¿Estaba en la cabaña del bosque? ¿Qué hacía allí?
Sus manos se detuvieron de manera abrupta, pero al sentir la cálida piel bajo sus palmas, no pudo hacer más que mirar horrorizado lo que estaba a punto de hacer.
Parte de la ropa que cargaba Deku estaba desparramada por el piso de la habitación, dejándolo solo con su pantalón y una camisa blanca, una camisa que se encontraba entreabierta, dándole paso a sus manos para profanar la impoluta piel pecosa de ese inocente hombre.
¿Qué estaba a punto de hacer? ¿Él acaso iba a...?
Katsuki apartó sus manos del pecho de Deku. Se hizo para atrás, y sostuvo su cabeza con un pánico atroz que empezó a taladrar su consciencia sin tregua alguna. Ahogó un grito y miró nerviosamente hacia cualquier parte del cuarto que no fuera la cama en donde se encontraba Deku.
Su respiración empezó a acelerarse, el aire no era suficiente, sus manos empezaron a generar leves temblores y el miedo se apoderó de él hasta dominar sin misericordia cada fragmento de su piel y de su organismo, hasta dejarle nulo espacio al raciocinio, y dar paso a que su mente se sumiera en un negro absoluto.
Él estuvo a punto de violar a alguien, a un hombre, a Deku.
«Aquellos que osan desear la carne de un hombre, de alguien igual a ellos, vivirán en pecado. Su sangre sucia afectará a todo el que lo rodee, y el reino de Dios les será negado». Eso era lo que el pupilo del padre siempre le decía, y algo que hasta ahora, no había podido entender.
Se dio cuenta entonces, que fue él, desde siempre, quien había condenado la vida de Deku. Él y sus repugnantes sentimientos.
El vómito se atascó en su garganta, y las lágrimas no podían dejar de correr por sus ojos. Era un monstruo, uno peor que su madre, uno mucho peor que All Might o incluso el pupilo del padre.
Unas manos sostuvieron sus mejillas, con un tacto tan suave que apenas y si podía sentirlas sobre su piel. Un escalofrío lo recorrió, y su respiración terminó por descontrolarse aún más al levantar la cabeza para ver a quien se encontraba frente a él.
Katsuki podría jurar toda su vida que quien estuvo frente a él no fue más que un ángel misericordioso que se apiadó de su vulgaridad. Un ángel de bellos ojos verdes, y cuatro pecas en cada regordeta mejilla.
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Los ojos le pesaban, sentía que no había dormido de esa forma desde hacía meses, aunque dada la sensación que le produjo, esperaba no volver a hacerlo.
Entre tambaleos, se levantó de donde se encontraba recostado. ¿Cómo diablos había terminado allí? ¿Qué rayos había sucedido? Estuvo con Kacchan hasta hace unos segundos, después bebió unos sorbos de ese exquisito vino y luego... ¿Luego qué sucedió? no recordaba nada más, solo una pesadez enorme y la necesidad de cerrar los ojos.
«Espera, esos síntomas me resultan familiares».
El vino definitivamente tenía algo, todo eso no había sucedido por mera casualidad. Tocó su pecho, sintió cómo su camisa se encontraba desabotonada hasta exponer la piel de la zona. Hizo el amago de volver a cerrarla, pero sus acciones se detuvieron al escuchar un sollozo, y dirigió su atención al causante de tal sonido.
Midoriya pudo jurar que su corazón se paralizó por ese mismo segundo en el que sus ojos se posaron en el cuerpo tembloroso del duque.
—Mi señor —susurró. Bajó de la cama de un salto y se detuvo en frente de él. Se veía tan vulnerable, jamás lo había visto en ese estado tan lastimero, como si la más mínima brisa fuera capaz de derrumbarlo. Tomó su rostro entre sus manos, alzándolo con calma para revelar el angustiado semblante del duque—. Inhale, exhale y escuche solo mi voz. Estoy aquí para usted.
Kacchan intentó empujarlo apenas lo vio de cuclillas enfrente de él, trató de sacárselo de encima, pero Midoriya era terco, no iba a dejar que lidiara con esto solo.
Poco a poco, Kacchan logró regular su respiración, dejándose llevar por la tierna sensación de las manos de Deku sobre su piel, y del adictivo sonido de su voz.
Katsuki se consideró una persona horrible, un mounstro peor que los demonios que habitaban el averno, ¿cómo siquiera se le pudo pasar por la cabeza hacerle eso a tan bello y estúpido ángel? Si de verdad lo amara, sus deseos egoístas no lo hubieran consumido, si de verdad lo amara, jamás se habría permitido expresarle esos sentimientos.
Tal vez era un castigo de Dios hacerlo sufrir ese martirio por amar a quien nunca debió. Dos hombres no podían estar juntos, mucho menos dos hombres como ellos, no importaba lo mucho que su corazón se alegre cada vez que Deku hiciera la más mínima acción, importaba una mierda la inmensa felicidad que se apoderaba de él cuando los pensamientos de ir más allá con Deku llegaban a su cabeza. Ellos no podían estar juntos.
Se estaba basando en hechos del pasado, en sentimientos que tal vez Deku no le correspondía, en reglas que tuvo que haber seguido desde un principio para evitar todo lo que ocurrió.
«Soy un maldito egoísta». Pensó Katsuki, «¿Cómo puedo seguir pensando en mí luego de lo que hice? Deku no merece un trato tan asqueroso».
Él fue un tonto al querer cumplir sus propios deseos. Ocultó en el fondo de una gran caja lo que podría o no pensar Deku sobre eso.
—Lo lamento, en serio lo siento —dijo con sus uñas raspando el piso de la cabaña, completamente arrepentido de sus acciones—. No sé en lo que estaba pensando. Yo iba... Yo iba a…
—Sí, lo sé. Supuse que sería eso —le interrumpió Midoriya, sin parecer reparar mucho en sus palabras—. ¿Ya se siente mejor? ¿Necesita algo más?
—¿Cómo puedes actuar tan normal si sabes lo que te iba a hacer? Deberías estar exaltado ahora mismo, intentando huir o algo así, no preguntándome si estoy bien, por un demonio.
Deku calló, y tomó una expresión neutra. Soltó el rostro de Katsuki para tomar sus manos entre las suyas, las cuales acarició con dulzura. Katsuki se quedó helado con cada acción hecha por aquel hermoso hombre.
—No puedo estar asustado de usted porque no ha hecho nada malo, se detuvo antes de pasar a mayores. Usted nunca haría algo que me dañara, lo sé.
—No puedes saber nada, tú apenas me conoces. No sabes quién soy —Katsuki apretó la mandíbula con furia. Deku no sabía lo que decía, Deku para nada sabía lo que decía, solo estaba despotricando tontería tras tontería.
—Eso no es verdad.
—¿Y qué te da el derecho a contradecirme?
—Me lo da el hecho de que sé que es la persona más genial que existe, la más valiente, asombrosa, inteligente, admirable, gruñona, fuerte y triunfadora del mundo. Usted es mi admiración. Es el duque Bakugō Katsuki, ¡usted es Kacchan!
Midoriya retuvo las manos de Katsuki sobre su pecho, y sus mejillas se enrojecieron. Unas cuantas lágrimas se acumularon en sus ojos de esmeralda, que brillaban con una intensidad capaz de rivalizar con la luna y el sol.
Midoriya se acercó al rostro de Katsuki, quien parecía fuera de sí ante esa situación. Sus ojos revelaban que no podía creer lo que él había dicho.
—¿Lo sabías? —susurró Katsuki en un hilo de voz, tan bajito que Midoriya casi sintió la necesidad de acercarse más a él.
—Sí, desde el principio. En realidad, vine justo por eso, porque fue usted quien me lo pidió.
La respiración de Katsuki se cortó de repente. Parecía que no podía creer lo que oyó.
Una de las manos de Katsuki se separó de las de Midoriya. Temblaba, pero se las arregló para deslizarla hasta el rostro de Deku, quien enrojeció al sentir las caricias. Katsuki hizo el amago de retirar la mano, pero Midoriya se negó, y recostó su mejilla en ella, usando una de sus propias manos para sostener la de Katsuki.
Katsuki tragó saliva, e intentó no caer ante la suavidad de la pecosa piel, y el embriagante olor a vino suizo que desprendía.
—Deku —dijo, saboreando en su lengua el gusto dulzón que pronunciar el apodo le había dejado —. ¿Sabías que te recordaba cuando envié esa carta?
—No, pero supuse que sabías que era yo de quien se trataba, aunque al llegar y ver tu actitud evasiva e ingenua —dijo, e hizo un vergonzoso énfasis en “evasiva e ingenua”—, creí que me habías olvidado, pero al escucharte mencionar mi apodo la vez que te enseñé el jardín, fue suficiente para saber que sí sabías quién era yo, solo que te hacías el tonto. Me entristeció saber que no me pediste venir con la intención de reencontrarnos, aunque ahora que ambos estamos aquí, uno frente al otro, siento que ha valido la pena.
—No estoy muy seguro de eso.
Katsuki retiró su mano del rostro de Deku, y este se lo permitió.
—Usted siente algo por mí, ¿no es así? De niños me besó, y dijo que… —Un rojo fosforescente escaló por las orejas de Midoriya, hasta terminar por brillar como una manzana madura—. Dijo que yo le gustaba
—¿Vas a basar lo que siento ahora en el error que cometí de niño? ¿La metida de pata que destruyó tu vida?
—No destruyó mi vida. Irme de aquí fue una de las mejores cosas que pudo pasarme. Lo que hizo fue lo correcto, no cometió ningún error. Ellos lo hicieron al hacerle creer eso.
—Escúchame, Deku. Lo que te hice fue una equivocación, justo como lo de ahora. Nunca tuve que haberte besado ni haber dicho esas palabras, mucho menos traerte aquí —dijo tajante, sus ojos se conectaron con una poderosa intensidad, hasta excavar cada uno en las pupilas del otro para descifrar la verdad que se ocultaba tras estos—. Deku, cometí muchos errores en el pasado, errores que terminaron por condenarte a ti, a la tía Inko y a mí. Míranos ahora, lo único que hacen mis decisiones es afectar tu vida. Ya no quiero arrastrarte conmigo a este infierno, no quiero que sufras por mi culpa.
Midoriya intentó tomar su mano, pero Katsuki la apartó con suavidad.
No podía seguir en eso. No podía seguir haciendo sufrir a Deku.
—Tú eres un hombre, —Los ojos de Katsuki se desviaron hacia otro lado. Quería mirarlo, quería ver su rostro como una forma de autoflagelarse. Porque lo merecía, merecía sentirse miserable por lo que le había hecho—, y yo también lo soy. Ante los ojos de Dios, el… El amor que siento por ti no es más que una pecaminosa inmundicia.
—¿E-El amor? —Midoriya quedó anonado, con el calor subiendo desde su cuello hasta sus mejillas—, ¿entonces, sí siente amor por mí?
—Siento todo por ti, Deku.
Cualquier exclamación que pudo haber hecho fue opacada por la boca de Deku, quien lo tomó con una desesperación arrebatadora. Pudo sentir la timidez en sus labios, pero el agarre que Deku ejerció sobre él fue como el choque de una seguridad inquebrantable, una seguridad que había tenido desde la primera vez que lo escuchó proclamarle su amor, pero que no fue capaz de revelarle.
Katsuki intentó separarse, pero Midoriya ajustó su agarre para no dejarlo escapar.
Sus labios se movieron en busca de más contacto. Katsuki siguió con sus intentos de separarse, pero el sabor a vino de los labios de Deku era irresistible, tanto que poco a poco fueron cayendo en un roce tierno e inexperto. Las manos de Katsuki fueron a parar en las mejillas de Midoriya, en un intento de profundizar el beso sin llegar a perder su dulzura, mientras que las manos de Deku terminaron en el cuello de Katsuki.
El aire de a poco fue escaseando, por lo que alejaron sus labios del otro, hasta dejar en el camino pequeños besos que no se resistieron en dar. Unieron sus frentes, y jadearon en busca de aire.
—Yo también siento todo por ti, Kacchan —dijo Deku, aún sin apartar demasiado sus bocas—. Te equivocaste hoy, pero te detuviste a tiempo, porque sabías que podrías dañarme con esto. Jamás hiciste algo malo en el pasado, quienes se equivocaron fueron ellos, no tú. Solo tenías curiosidad y un montón de sentimientos nuevos que querías expresar. —Midoriya pasó la mano por su cabello rubio, enredando sus dedos entre las hebras—. El amor que sientes por mí, y el que siento por ti, es solo eso, amor, no es pecaminoso, ni es malo, es solo algo que sientes por alguien especial. Dios ama a todos sus hijos, sin importar si les gusta alguien igual a ellos o no. Todos somos diferentes, y siempre y cuando no le hagamos daño a los demás, pienso que no está mal ser felices a nuestra manera.
«A nuestra manera».
Katsuki apretó sus labios, sin poder entender lo que oía. Desde siempre le habían dicho que había un solo camino para hacer las cosas, para vivir su vida, pero lo que Deku le decía iba en contra de cualquier cosa que haya aprendido antes.
Le gustaba la idea de formar su propio camino, de elegir su propia felicidad sin seguir las reglas de personas que querían mantenerlo al margen.
Midoriya se inclinó, y acercó un poco más sus rostros, acariciando con el pulgar el cuello de Katsuki.
—Quiero que sepas que a mí no me importa lo que piensen los demás de mí, de nosotros. No le pondré anclas a mi vida solo porque no puedo satisfacer las reglas de un montón de personas a las que no les importo. Soy un hombre, y te amo, Kacchan, lo he hecho desde que tengo diez, y no me importaría irme al infierno, lo que dudo mucho que pueda ocurrir, si también podré amarte allí. Pero es lo que tú decidas. ¿Qué harás? ¿Te obligarás a seguir la vida que ellos quieren que tengas, o ignorarás lo que digan, dejarás tus cadenas y te darás la oportunidad de ser feliz?
Katsuki se mantuvo en silencio. Sopesó sus opciones, y Midoriya lo observó expectante, sintiendo en algún momento que podría desmayarse por toda la tensión en el aire.
Midoriya quería que Kacchan eligiera ser feliz, quería que Kacchan por fin diera el paso para ser libre.
Pero Katsuki estaba en duda. ¿Sus creencias o su amor?
«Ya sé qué hacer».
▫️Cantarella▪️
¡Hola a todos, hojitas de otoño!
Muchas gracias por leer esta historia, y a los que la conocían desde antes, bienvenidos de nuevo❤❤
Como siempre, gracias a EstefaniaGab, quien se ha encargado de las correcciones de todos los capítulos. Te amo mucho, amorcito de mi corazón🍂 si no hubiera sido por ti, esta historia se habría quedado en borradores.
¡Hasta el siguiente capítulo!
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