Capítulo Diez
Aquella helada ventisca parecía interminable, frívola con aquellos que se rehusaban a aceptarla en sus cuerpos. Atacaba feroz, ansiosa por congelar cada pequeño lugar en el que aún el calor residía temeroso.
Esa madrugada que veía rencorosa a los presidiarios de las mazmorras, ordenaba a las más terribles calamidades a atacarlos, congelarlos y deshacerlos entre temblores. Los pájaros en el cielo habían desaparecido, las ramas de los árboles cercanos chocaban entre ellas con furia al recibir las fortísimas ventiladas de aquel clima apesadumbrado, que se dejaba llevar por las gotas de las nubes.
Aquel día se les había negado el alimento, y solo tenían para beber agua, con un olor que se asemejaba mucho al hierro y el color era repugnante, pero era eso o sufrir las consecuencias de la deshidratación.
Dos semanas habían transcurrido desde que los encerraron en aquella caverna. Izuku se había acostumbrado al infierno terrenal en el que estaba; a los ladridos que solo parecían menguar al caer la noche, al olor vomitivo de los cadáveres y las inmundicias de los otros prisioneros, a la falta de alimento, el agua en buenas condiciones y a esto, a la oscuridad que parecía nunca acabar, al frío endemoniado y a la falta de los brazos de su prometido enrollándolo para calmarlo.
Frente a él, exactamente a un metro de distancia, su amado Kacchan descansaba recostando la cabeza en sus brazos, en un intento por conservar el calor con las prendas rasgadas y ensangrentadas que aún portaba. Temblaba, y los huesos rotos que tenía no ayudaban en su estado. Las rejas metálicas generaban más frío, por lo que ambos hacía rato dejaron de forzar las cadenas, cosa que los dejó aún más lejos uno del otro.
Izuku no tenía idea de cómo salvarlos a ambos. Los custodios eran precavidos, más de una vez intentaron rebelarse contra ellos y solo recibieron golpes como castigo. La falta de suministros importantes les estaba cobrando caro, pues las fuerzas las habían perdido hace mucho, entre todo el moho, oscuridad y escombros de los ladrillos que los retenían.
Aunque era alguien capaz, con sus dotes de estratega y todo, no podía hallar otro escape, no podía, no podía salvar a Kacchan, no podía salvarse a sí mismo. Los tendrían allí hasta perecer de inanición, asesinados o por algún virus, estarían allí por siempre. Kacchan no volvería a ser feliz.
Lo peor era tener en cuenta lo que había oído de los custodios ese día. Si lo que ellos decían era cierto... Estaba jodido.
Fue él, Izuku, quien los había condenado, si nunca hubiera llegado a la vida de Kacchan todo esto no hubiese pasado, no se habrían enamorado, no habrían caído en el espiral sin retorno en el que estaban.
Fue él, él es el único y verdadero culpable.
—Joven Midoriya.
La mano que apretaba su pecho en busca de llevar más aire a sus pulmones terminó impulsándolo hacia los barrotes. El metal que chocó contra su cuerpo produjo un ruido escalofriante, pero a All Might no pareció importarle.
—Tranquilo, no vengo a hacerte nada. Haz silencio o los demás se despertarán y alertarán a los guardias que estoy aquí abajo.
—¿Padre All Might? —susurró Izuku en un hilo de voz, con la vista desorbitada—. ¿Qué hace aquí?
—Traje pan, agua, carne y una de las tartas de maracuyá del chef Satou. No es mucho, pero fue lo que pude conseguir. —Deslizó las bandejas con el suave pan recién horneado, el agua, la carne y la tarta.
Izuku revisó el alimento, dudoso de si aceptarlo. Una de sus manos tomó un trozo de los panes, junto con una rebanada de la tarta, con seriedad, se la extendió al padre.
—No es cortés de un vil pecador no ofrecerle un poco de su limosna a un buen samaritano.
Aquellos ojos azules que tanto prevalecían en sus recuerdos de infancia lo miraron apenados, arrepentidos. El padre aceptó lo ofrecido y comenzó a comer, dándole luz verde a Izuku, en vista de que el alimento no estaba envenenado.
Comieron en silencio, uno con un hambre voraz y el otro para no dejar solo al contrario. La mitad del alimento en la bandeja lo había dejado de lado, al igual que la mitad de la tarta.
—¿Por qué no lo has comido todo, joven? —interrogó el padre, curioso de lo que había hecho.
—Él tampoco ha comido en días, —Izuku señaló a Katsuki, que dormía plácidamente—, no puedo permitirme disfrutar algo si sé que Kacchan no podrá hacerlo también.
—Entonces lo despertaré —dijo All Might, pero Izuku se le adelantó.
—En realidad, quisiera hablar con usted a solas primero.
El anciano guardó silencio, encorvándose más en su escuálida figura. Las ojeras bajo sus ojos revelaban a kilómetros las noches en vela que había pasado, en las que su conciencia había repercutido incansablemente sus malas acciones. Se suponía que servía firme al señor, a lo que éste ordenaba, pero creía que se había desviado al tener lástima del que no debe. Le dolía saber que los niños que antes cuidaba con tanto esmero ahora sufrían las consecuencias de un pecado que tal vez, solo tal vez... nunca fue un pecado.
Sus manos se adentraron a la celda, e Izuku se alejó con rapidez.
—Perdón —dijo, e Izuku se tensó al oír esa palabra—. Me he equivocado, creo que es así. Le he hecho mal a quien no debía y beneficié a quien necesitaba ser reprendido. Mis años tergiversando los mandamientos me han cobrado la cordura y ahora, que soy viejo e inútil, veo mis errores claramente. —All Might cerró los ojos, deseando ocultar las lágrimas que amenazaban por salir—. Creí que lo que hacía era por su bien, pensé en mi ignorancia que esto que ambos sienten por el otro no era más que algo diabólico y... lo que en verdad era diabólico fueron mis intentos por reprimir algo tan magnífico como lo es su amor.
Izuku se mantuvo callado, no podía decir nada, no podía pensar en nada. Quien ahora estaba hablando frente a él no podía ser más que una ilusión producto de sus delirios. Pero no, no era así, el que estaba allí era Yagi Toshinori, quien se encontraba arrodillado frente a su celda era el Padre All Might rogando perdón.
—¿Por qué...? ¿Por qué hasta ahora? No sé si creerle, no sé si puedo confiar en usted. Me arrebató lo que más quería cuando era solo un niño. Me señaló como si fuera menos que un animal. Me bautizó como "Sirviente de Lucifer", y después de todo eso, ¿por qué debo confiar en usted ahora?
—Porque lo aprecias, ¿No es así? —dijo All Might, y desvió su atención a la celda frente a él.
—Yo no aprecio a Kacchan, Padre All Might —dijo Izuku con seguridad—, yo lo amo con cada fibra que me compone, tanto como mi difunta madre lo amó a usted.
El padre apretó la tela de su toga, y su cuerpo se estremeció al oír lo último mencionado. Ese amor que Inko poseía por él era algo tan inmenso, inquebrantable, que hasta en sus últimos meses de vida, luego de todo el desastre ocurrido, fue capaz de seguir enviando una carta cada mes, esas que no le ha revelado a nadie. Un cariño que ella creyó unilateral, cuando era todo lo contrario, cuando él también anheló con todo y suspiros cada parte de la dama.
Serle devoto a su creador conllevó muchos sacrificios, siendo uno de ellos la pérdida del que pudo ser una de las más bellas historias de amor.
—Le he fallado, joven Midoriya; a Inko, a ti, al joven Bakugou, a todos. Mis años de vida están contados y no deseo pasar mis últimos momentos pensando en lo que pude haber hecho por salvarlos, así que te pido confíes en quien fue el iniciador de tus males, en quien te nombró pecador. Lo siento, desde el fondo de mi corazón, te pido perdón por lo que les he hecho. No voy a justificar mi actuar, ni a culpar a alguien más, esto ha sido por mí, así que quiero compensarlo, te pido tu permiso para poder redimirme.
Izuku jaló de su cadena para acercarse a las congeladas barras. Observó al padre arrodillado en el mugriento suelo rogando su perdón, y suspiró con profundidad.
—Sus palabras son sinceras, lo veo en sus ojos, posiblemente los años le han hecho entender, quién sabe... —Izuku extendió su mano para tomar la del padre, y sus ojos, que siempre habían guardado un brillo de esperanza, se sumergieron en el más profundo de los abismos—. Si lo que usted busca es redención, entonces deberá salvar a Kacchan. Aléjelo de todo este mar de dolor, le ruego que lo libere de estas cadenas que lo atan a una realidad devastadora. Por favor, como último deseo, salve al hombre que amo.
—¿Pero, y tú?
—No podrá escapar con ambos, se darán cuenta, uno debe quedarse para no levantar sospechas -declaró Izuku, sin apartar los ojos de su amante—. No podremos escapar esta noche, sé que hay guardias vigilando las salidas. Hoy logré oírlos decir que mañana se desharán de la abominación de ojos verdes, así que lo más probable es que vengan por mí mañana en la mañana, y cuando vengan a buscarme, lo que sobra de esta tarta y este pan se hallarán en la celda de Kacchan, junto con la llave que lo liberará. No sé cómo, pero debe esconderse y guiarlo a la salida luego de que él salga libre, de allí que un barco lo lleve hasta Suiza, él sabe cómo llegar hasta el hogar de mi mejor amiga. He oído que en esta parte de Bibury son un poco más sádicos, estarán muy entretenidos conmigo en la plaza y nadie lo verá partir.
—¡No permitiré que sacrifiques tu vida! —El anciano se levantó, y le reclamó en susurros—. Si pienso redimirme, subiré a ambos a ese barco, los dos serán libres.
—En una fantasiosa realidad un plan así daría resultado, padre. Imagino que ni siquiera tiene la llave de mi celda y grilletes... Pero sí los de Kacchan —All Might frunce los labios, sin lograr contradecirlo—. Si desea redimirse ante mis ojos, lo único que le imploro es que lo salve a él. No importa lo que suceda conmigo, lo importante es que Kacchan esté bien, que esté a salvo.
—Pero...
—¡Sálvelo, es lo único que le pido! No deje que él vuelva a pasar por el dolor al que el desgraciado de Mirio lo sometió. Por una vez, escúcheme y acate mis órdenes, sin objeciones.
All Might contuvo sus lágrimas por unos minutos más, sin querer aceptar el destino del que fue por mucho tiempo el hijo que nunca tuvo. Izuku sobó su hombro con la misma desdicha, pero con la esperanza de que la persona más importante para él sobreviviría.
Unas palabras más fueron intercambiadas, creando un plan infalible para llevar a la libertad al antiguo duque de Bibury. Luego de media hora, la despedida llegó al fin. Ambos compartieron un apretón de manos antes de que All Might se limpiara los rastros de lágrimas.
Luego de eso, sus horas empezaron a ser contadas.
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Katsuki estaba agobiado, muchas cosas habían sucedido en un pequeño instante. Apenas podía procesarlo. Necesitaban ayuda y lo sabían, pero tomar las riendas del asunto en el que se encontraban era prácticamente imposible.
Un sonido metálico logró despertarlo. Rápidamente se levantó, aún mareado por el brusco movimiento. Su vista era borrosa, su cabeza estaba hecha un lío, le tomó unos segundos saber dónde estaba y qué estaba pasando. Lo único que notó de inmediato fue que la celda frente a él estaba abierta y dentro de ella, ya no se encontraba su pareja.
Se levantó del frío suelo, y se acercó a los barrotes metálicos. Observó la celda vacía, para luego mirar hacia el pasillo, hasta ver a unos cuantos kilómetros a los custodios, que llevaban encadenado a su pareja.
—Deku... -susurró, como si sus ojos no pudieran creer lo que veía—. ¡Deku! ¡Malditos, ¿a dónde lo llevan?!
Debido a lo temprano que era, los gritos de los encarcelados no habían dado inicio, por lo que su llamado resonó con un eco estremecedor. Los guardias, a pesar de haberlo oído con claridad, no detuvieron su paso firme, e hicieron que Deku tampoco lo hiciera, pero lo vio voltear su cabeza y mirarlo por el rabillo del ojo, Deku le sonrió tan deslumbrante que su corazón punzó adolorido.
El miedo empezó a embargar su cuerpo, a perforar cada parte de él que se le atravesaba. Deku sollozó, lo supo porque siempre movía un poco los hombros al hacerlo, y movió sus labios para expresar un "te Amo" inaudible. Un "te amo" que solo él podría entender. Finalmente, desapareció por la puerta que los llevó a ese miserable destino.
Bakugou sacudió las rejas, tensando aún más el yugo. Hizo cualquier cosa por salir de allí e ir al rescate de su prometido.
Su respiración estaba agitada, sus sentidos en alerta. Todo empezó a ser un poco más pesado, el frío comenzó a calar por sus extremidades sin misericordia.
A Deku se lo habían llevado, ¿a dónde? ¿Qué harían con él? ¿Cuánto sufrimiento más podrían causarle?
«No puedo permitirlo. No puedo dejar que le hagan más daño. Necesito detenerlos, necesito tenerlo de vuelta».
Deku había creado en él una conciencia que lo mantenía sereno, una cúpula que encerraba su ira, lo reprimía con eficiencia y la reemplazaba por una calma encargada de arrullarlo, pero las grietas se dejaban ver cada vez más con el pasar de los años, grietas producidas por su inmenso odio a los líderes de la iglesia que generaban un malestar inimaginable en su pareja y en él. Se había contenido, había mostrado tranquilidad cuando en verdad sus manos picaban por enterrarse en los pechos de esos bastardos, y ansiaba asesinarlos uno a uno por hacerles tanto daño. Aceptaba el hecho de haber adoptado esa mala maña de Deku, que consistía en fingir una sonrisa para no preocupar a los demás. Eso fue lo que hizo todo el tiempo, esas dos semanas en las que anduvieron como perros, vagos sin rumbo aparente, carentes de estabilidad.
Pero a diferencia de Deku, Katsuki no era tan fuerte como para mantener esa fachada.
Sus ojos hirvieron y ya no reconocía el bien del mal. Sus manos se apretaron con tal fuerza que sus uñas se clavaron en sus palmas, haciendo que gotas de sangre tiñeran su piel.
Aquel duque con un leve carácter explosivo había sucumbido a una ira reprimida y endemoniada. Un animal sediento de sufrimiento había quedado en su lugar, y tenía una sola meta: recuperar a su pareja.
Con una velocidad inhumana empezó a buscar algo que pudiese usar para salir, cualquier cosa, lo que fuese, algo que hubiera pasado por alto en ese tiempo de encierro. Un objeto brilló frente a sus ojos, una luz tenue pero que notó de inmediato con sus dilatadas pupilas, su atención se detuvo en aquella tarta, carne y panes escondidos en la esquina de la celda, fijándose específicamente en el objeto que se encontraba entre el montón de masa azucarada, una dorada llavecilla se asomaba entre las capas de galleta y crema. Su cabeza no indagó en el hecho de que aquellos alimentos estuviesen dentro de su celda, simplemente actuó, lanzándose hacia la llave. El artículo desapareció en apenas un parpadeo. Su atención se intercalaba entre el candado que había apretado su tobillo desde hacía una semana y la posible solución a casi todos sus problemas. Sin pensarlo mucho insertó la llavecilla en la ranura, girándola luego con lentitud, el clic que le siguió después le pareció un canto de ángeles. Atónito, escuchó al metal chocar contra el suelo, y lo sintió como una especie de fantasía irreal.
Era libre, ahora era libre.
Esa sola palabra hizo que de pronto viera rojo, un rojo fuego que incendiaba pueblos y llevaba devastación a civilizaciones. Una hoguera se ejecutó en su mirada, un incendio que anhelaba incinerar a todos aquellos que les habían hecho daño.
La conciencia se había vuelto tan solo una voz ahogada en un océano de alaridos, ahora solo residía en él el instinto, la necesidad, la ira y la desesperación, volviéndose uno para controlar el cascarón de carne y hueso.
Sabía que en algún momento empezó a moverse, pues los chillidos y chiflidos se hicieron escuchar, una especie de felicitaciones por parte de los otros reclusos al saber que al menos uno había logrado huir. Katsuki hizo oídos sordos, e ignoró inconscientemente todo y a todos. No podía pensar en nada más que no fuese recuperar a Deku.
Su cuerpo no estaba en condiciones para ejecutar acciones físicas de tan alto nivel como lo era siquiera correr a esa velocidad, el estado anémico aún estaba allí, susurrándole que no podría avanzar más que eso, pero no era impedimento, nada lo era cuando la preocupación escapaba de sus poros. Él se había convertido en algo nunca antes visto, una bestia movida solo por el sentir, por la furia incalculable que provocaba el deseo intenso de hallar a quien amaba.
Se detuvo frente a la última puerta que le otorgaría de una vez por todas la oportunidad de dar inicio a su búsqueda, pero el arrastrar de esta misma lo hizo dar cuatro pasos atrás, tomó una postura defensiva y gruñó por lo bajo. Destrozaría lo que sea que se cruzase entre él y su meta.
Unos mechones de un rubio canoso se lograron apreciar y con ellos, un anciano escuálido que con precaución se acercó a él.
—Joven Bakugō, no vengo a hacerte daño, estoy aquí para ayudar.
«Padre All Might».
El esquelético cuerpo fue casi aplastado contra la pared de piedra, siendo apretado contra esta a un punto en donde sus pulmones iniciaron una lucha para poder inflarse.
—Joven...
—¡Tú, maldita perra religiosa! —gritó cerca de su rostro, con la mandíbula tan apretada que podía oír el rechinido de sus dientes—. Tú, tú, tú maldito saco de estiércol podrido, tú fuiste el que trajo al degenerado de Mirio, ¿¡no es así!?
—Sí, yo lo traje a Bibury. Lady Shiozaki me dijo lo que le preocupaba de su relación hace algunos años y supe de inmediato que me ocultabas algo, o más bien, a alguien. No tuve que haberlo hecho, no debí, ¡Lo lamento, joven Bakugou! Sé que si yo no le hubiera dicho nada a Shiozaki esto no les habría sucedido. Pero no hay tiempo para lidiar con esto. Debemos salir de aquí.
Sus piernas se tambalearon al ejercer más fuerza de la requerida en su agarre al cuello del padre, cosa que logró hacerlo caer al suelo. La adrenalina persistía pero no evitaba que su deplorable estado fuese menos. All Might, con las fuerzas que aún a su edad poseía, extendió su mano al duque, mirándolo desolado.
Aclaró su garganta antes de hablar.
—Si así lo deseas, no me entregues tu perdón, pero al menos ayúdame a cumplir la petición de tu prometido. -los ojos de Katsuki se abrieron impresionados al oírlo, ¿había hablado con Deku?—. Salvar tu vida es mi prioridad, mi misión, y no estaré tranquilo sin antes completarla.
—¿Tu misión? ¿Pero qué disparates dices, maldito? —Katsuki alejó la mano de su vista, levantándose por sus propios medios sin apartar sus ojos del padre.
—El joven Midoriya corre peligro, —reveló All Might con un nudo en la garganta—, arriba, en la tarima, será colgado por sus fechorías y me ha pedido como último deseo que te salve.
—¡¿Cómo puedes decir eso tan calmadamente!? ¡Como si no significase nada para ti! —El corazón de Katsuki latía desbocado, como si deseara salir de su pecho y salvar a Deku por sí mismo.
—Significa mucho para mí, pero me veo imposibilitado de poder hacer algo para rescatarlo. Lo mínimo que se puede hacer en esta trágica situación es salvar tu vida.
—Mi vida no será más que penurias si él no está conmigo. Será solo una caída eterna repleta de malicia y miseria, de flores marchitas y tristeza. Alguien como él no puede morir, ¡seré un bastardo como tú sí solo me resigno a un futuro que aún no está escrito!
—Lo sé, pero Dios ha volteado su rostro, nos ha ignorado. He rogado por un milagro pero ya ni siquiera siento que me oiga. Bibury ha sucumbido a una especie de maldad. Todos esperan esperan el asesinato de uno de los suyos. —All Might tomó su brazo, en un intento de hacerlo entrar en razón—. Hijo, escúchame, no podrás salvarlo, no hay manera en la que puedas y llegar hasta la tarima, ¡deja de ser tan persistente y huye! Es mejor perder a uno solo que a ambos.
All Might siguió hablando, pero los oídos de Katsuki se cerraron a las palabras. All Might lo vio avanzar con un paso renovado, como si su cuerpo hecho trizas no fuese ni el más mínimo impedimento. Los ojos feroces llenos hasta al tope de un rencor insano, casi enfermizo, le generó un miedo en sus adentros que jamás había sentido, como si viera a la mismísima muerte, pero no evitaba que siguiese erguido ante él, deseando que entendiera su punto.
Las manos de Yagi temblaron de inmediato y se preguntó un millón de cosas cuando el duque avanzó hacia la salida. Midoriya le había pedido salvarlo, le había rogado hacerlo, aunque su vida también corría peligro, mucho peligro, ¿iba a arriesgar una vida para salvar otra? ¿Salvaría a uno y abandonaría al otro a la merced de los deseos de su Señor? Mientras miraba esos ojos fúricos, supo que sea cual fuese su decisión nada interferiría en los planes de Bakugou. Era estúpido, un estúpido que a pesar de decir que se había rendido aún poseía un gramo de fe en su Dios, en que no dejaría que esos seres tan buenos fallecieran. Como un último acto de su subconsciente en poder realizar como se debía el deseo de Midoriya, llevó su mano hasta sus espaldas con lentitud, en busca de aquello que había guardado para una ocasión como esta.
—Preferiría morir antes que perder a Deku. —Katsuki declaró mordaz, con una inmensa proyección en su voz—. Iré por Deku, lo rescataré y nos iremos de este asqueroso país de leyes aún más asquerosas, así que no te atrevas a interferir o de lo contrario te mataré. Y por cierto, ahí no encontrarás el arma, viejo.
La voz de Katsuki resonó con fuerza, cosa que logró que detuviese sus acciones de súbito. Katsuki agitó el arma que anteriormente All Might cargaba en el bolsillo de sus togas, haciendo que por consiguiente tocase el lugar en donde se suponía estaba el objeto. Katsuki le apuntó sin vacilaciones, y All Might solo pudo mantenerse en su lugar verlo retirarse de las mazmorras, dejándolo entre el bullicio de gritos iracundos de los demás presidiarios.
All Might dejó caer sus brazos a los lados de su cuerpo, sin fuerzas para sostenerlos por más tiempo. Nuevamente se había quedado estático mientras todo sucedía, ¿acaso había sido otra vez solo una voz provocadora del caos? No quedaba otra salida más que la que había proporcionado el antiguo duque, por lo que creería, creería en él y en su voluntad de acero, ya que tampoco deseaba condenar a quien consideró su hijo con aquel malhechor que divulgaba la errónea palabra de Dios, justo como él lo hizo.
Él había recurrido a las únicas dos personas que conocían el secreto de ambos amantes el mismo día en que los encarcelaron, desesperado, se arrodilló ante ambos otorgando maneras para solucionarlo. Al principio se negaron, le gritaron y hasta golpearon con un odio tan abismal que sintió su cuerpo ser incinerado por las palabras que le dedicaron. Las aceptó todas y cada una, toda reprimenda, insulto, golpe y patada, pues sentía que lo merecía, eso y mucho más, ya que no solo el duque y Midoriya fueron los únicos desafortunados en sufrir sus palabras, la agresión verbal que los obligaba a reprimir algo que era mero sentimiento, uno que provenía de sus mismos ancestros.
Esto era lo que el joven Bakugou había intentado hacerle entender hace ya muchos años, amor, nada más ni nada menos que amor. Se sentía mal, una basura, e imaginaba que así mismo se tuvieron que sentir esos niños a los que tanto intentó proteger, a los que solo les infringió un daño irremediable por el que ahora estaban pagando injustamente.
All Might recordaba que a Aizawa tuvo una repulsión inimaginable, podía verlo en su rostro, lanzaba a diestra y siniestra todo lo que se había guardado a lo largo del tiempo sin siquiera mostrar misericordia, el joven Kirishima no se quedaba atrás, soltó todos los insultos que seguro conocía. Cuando por fin llegaron a calmarse y reveló lo que haría para lograr salvarlos, ambos estuvieron de acuerdo en ayudarlo al ser una tarea de alto riesgo, Aizawa despejó el camino para que él pudiese llegar a las celdas y rescatarlos, sin embargo, Kirishima tuvo más contacto con los guardias, pero consiguió solo una de las llaves de las celdas.
«Ellos estarán bien, lo estarán, nuestro Padre y Señor no se atrevería a dañarlos, no a almas que se vieron afectadas por los errores de otros».
La seguridad de sus pensamientos se balanceaba sobre la más fina de las cuerdas, pues no olvidaba que aunque él dudase de la veracidad de esto, la biblia sí tomaba como transgresores de la moral cristiana a los sodomitas.
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"Si alguno se ahuyentaré con varón como con mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos será su sangre".
Levítico 20:13.
Las nubes se aglomeron sobre el cielo como un tierno rebaño de ovejas albas, que cubrían a su pastor de la vista de todos al saltar y jugar entre ellas, fundiéndose en una enorme masa que ocultaba el pequeño pueblo de Inglaterra.
Ni un solo rayo se asomó por sobre la espesura de las nubes, y la plaza que reunió al pueblo se sumió en la penumbra.
El padre Mirio en el frente y al centro vociferó a diestra y siniestra partes de la biblia en los que como Izuku, los sodomitas, eran la mayor desgracia de la tierra. Peores que los asesinos, secuestradores, ladrones, violadores, pedófilos y mentirosos, horrores naturales que su único objetivo en el mundo terrenal era llevar desgracia a quienes se encontraban a su alrededor, pues eran la encarnación de la lujuria misma, las inmundicias de la tierra prosperaban en ellos como una aconitum en primavera. Él era el causante, el iniciador de esta hoguera incontrolable, quien había manipulado como todo súbdito de Satanás a un borrego del rebaño perteneciente al Todopoderoso.
Y al ser él el único culpable, también sería el único en sufrir las consecuencias de vivir una felicidad sin restricciones.
―Un malhechor maldito, mal personificado. Bibury será purgada del patético agresor que se atreve a poner en duda las leyes de nuestro señor Jesús al proclamar que amar al varón está bien ―gritó Mirio, extendió sus brazos a ambos lados de su cuerpo, maximizando la gravedad de sus palabras-. Él vino a infectarnos, porque ese deseo carnal que posee en su sangre quiere transmitirlo a nuestros niños. Su misión es que todos ardamos en el infierno junto con él, pero no será así, porque Cristo me ha dicho cómo detener esta cadena de desgracia.
Si Izuku se concentraba lo suficiente, las voces eufórica de los pueblerinos se extinguían por completo, todo ese show que habían montado desaparecía en segundos, y le permitía oír apenas un murmullo de la voz de su amado lo mucho que lo adoraba. Si cerraba sus ojos, las manos de Kacchan acariciarían sus mejillas, limpiaría el rastro de lágrimas y sangre seca de su rostro, le diría que todo estaba bien, que ambos estaban bien, que no debía preocuparse por nada porque estaban juntos.
Quería creer que todo esto era un mal sueño, que despertaría con los suaves labios de Kacchan endulzando los suyos y lo tomaría entre sus brazos para acurrucarse junto a él un rato más antes de que tuviese que irse con Shiozaki.
La soga alrededor de su cuello se sentía tan débil cuando se sumergía en sus fantasías, y soñaba despierto con una realidad en donde podría volver a estar con su prometido.
―Midoriya, ―Una voz repleta de morbo se dirigió a él, con la cálida sonrisa que disfrazaba su verdadero sentir―, eres un jardinero, y como bien debes saber, el jardín del señor debe ser impoluto, sin que una sola maleza dañe la perfección de sus múltiples flores. Toda la mala hierba debe ser exterminada, ―Los azules ojos de Mirio se oscurecieron―, no podemos dejar que difamadores de las sagradas escrituras promulguen su patético pensar. Dios no te ama, Dios no ama a los tuyos, a los que miran por la calle a los demás varones, y ceden a la tentación. ¡Tú, demonio de las tinieblas, pagarás por traer la desgracia a este pueblo de hijos de Dios!
Sus tripas se removieron al oírlo decir aquellas palabras. En sus ansías por salvar a Kacchan no dudó ni un momento en entregarse sin siquiera objetar, pero eso no significó que no temiera por su vida, después de todo, extenderle el cuello al lobo no quería decir que no temiera, porque lo hacía, tenía mucho miedo, demasiado, tanto que los grilletes que impedían la movilidad de sus manos eran apenas un soplo de realidad que le helaba la sangre, y sin embargo, si tuviese la oportunidad de volver a elegir su destino tomaría éste una y mil veces, porque le consuela el pensamiento de que su amado estaría bien, a salvo, muy lejos de toda esta locura.
Pero se equivocaba, pues a quien creía seguro en un bote pesquero, en realidad corría en su búsqueda.
Los pulmones de Katsuki estaban a su máximo nivel, esforzándose por mantenerlo estable pese a la poca energía que mantenía. Sus piernas se movían veloces, sin querer perder ni un segundo más, rehusándose a detenerse.
Habían pasado casi media hora desde su escape, y desesperación era una palabra pequeña para describir el sentimiento que ahora era dueño de su cuerpo. Jadeos e inhalaciones monstruosas para intentar mantener el ritmo, murmullos en su cabeza que lo hacían resguardar ese gramo de cordura que gritaba "Debo Salvarlo". No podía fallar, no permitiría que esas escorias le hicieran más daño del que ya le habían hecho.
Sabía que seguro Deku se había dejado llevar por sus sentimientos, ignorando lo que él pensase al respecto de su decisión. Siguió el jodido sentido de héroe que poseía desde que eran tan solo unos mocosos impertinentes. Pues no, no le daría el gusto de decidir su destino, estaban ambos en un embrollo enorme, ambos compartían sus vidas, se suponía que juntos saldrían de esto, no que uno sacrificaría su vida por el otro.
No permitiría que Deku lo salvara.
Aunque sabía que posiblemente el padre All Might fue su última oportunidad de salir caminando, pero prefería formar una nueva vida incinerándose en el infierno si así podría estar junto a su prometido.
«Apenas lo salve y nos vayamos a Suiza, le destruiré todos los jacintos que posea. Me va a doler también ver su cara de perro abandonado pero se lo merece».
Otro fornido cuerpo uniformado cayó al suelo de un solo golpe.
Katsuki noqueaba a todo guardia que se le cruzase por en frente. Parecía que se había vuelto más rápido de un segundo a otro, pues ni un solo gendarme había logrado atinarle aunque sea una sola bala.
Así era mejor, las balas que poseía el arma del Padre All Might eran necesarias para ejecutar el plan que salvaría Deku.
Mientras más corría, más fuertes eran las ovaciones de éxtasis de sus antiguos subordinados. Hombres y mujeres de todo el pueblo reunidos por un solo fin: Ver la ejecución del diablo.
"¡Mátenlo!", "¡ahorquenlo!", "¡que se hagan cumplir los mandatos de Dios!". Se oía provenir desde el exterior.
Sangre, eso era lo que Katsuki quería ver. Todos los bastardos que se atrevieron a agredir a su prometido debían ser asesinados, liquidados, torturados. Desde su distancia, podía ver cómo el activo pueblo vitoreaba al presidiario, anhelantes de su muerte, sedientos de su sufrimiento.
«Los mataré». Su mente estaba nublada, su sentidos en alerta «Luego de tenerlo a salvo me haré cargo yo mismo de asesinar a cada uno de ellos».
Se encargaría de eso, sin arrepentimientos ni titubeos. Todos los que alguna vez se atrevieron a herirlos pagarían las consecuencias con su vida.
Sus asquerosas vidas.
Cuando por fin logró llegar al inicio de la tarima, la imagen que lo recibió era desgarradora. Deku estaba sobre una puertecilla falsa, con la vulgar cuerda enredada en él, las manos atadas tras su espalda y los inicios de algunos moretones en todo su cuerpo, pues, sin que se lo esperara, Mirio había permitido que los plebeyos le lanzaran piedras.
Katsuki no pudo esperar más, y apuntó su arma a la cuerda que sometía al jardinero, moviéndose sigilosamente, listo para apretar el gatillo.
―Todos ustedes...
Cuando escuchó aquella aterciopelada voz, su corazón se detuvo, sus piernas aligeraron el paso de repente y las ensordecedoras exclamaciones de la multitud menguaron. Deku respiró, el silencio sobre el área era tal que la fresca brisa propia de la estación parecía desaparecer, dándole paso a sus palabras:
―Ustedes vienen aquí a exclamar incoherencias, palabras de las que estoy seguro ni siquiera saben el significado detrás de ellas, solo porque una persona con voz convincente dice que soy el malo de la historia, que traeré devastación a su comunidad, al mundo en general.
»Soy un seguidor de Lucifer, un demonio sediento del semen de los hombres inocentes, soy quien los alejará del camino de las buenas enseñanzas anglicanas, de lo que Jesús en verdad quiere. Eso les ha dicho, ¿No es así? Y le creen, porque él es el elegido para dar la palabra de Dios, santo, puro, ¿acaso no piensan por ustedes mismos, no notan los disparates que este tipo les dice? Ustedes, que creen cualquier cosa que alguien con sotana y una cruz en mano les diga, les haré saber que todo esto está mal, que asesinar o encarcelar a las personas por una estupidez tan grande como gustarles los hombres o las mujeres es una acción en contra de lo que dice Dios. ¡Claro, vendrán a asesinar a los que son como yo, pero no se atreven a ponerle una mano encima a los, agresores y demás! Porque les tienen miedo, porque a diferencia de mí, hay versículos que los respaldan.
»Este hombre al que tanto veneran lastimó a su duque y a varios de los que ahora mismo están acá, hace ya muchos años, solo por hacer algo que él y solo él no viera correcto; usó látigos, cuchillas, los ahogó en agua helada, los privó de la comida cuando se revelaban. -Deku Inhaló, recuperando el aire perdido-. "Amar al prójimo" Eso es lo que Dios nos pide, no esto ―Señaló con un movimiento de su cabeza, exhibiéndose a sí mismo ante los plebeyos―, no asesinar a alguien que no ha cometido ningún crimen. Que no ha dañado a nadie.
Deku endureció su mirada, y se irguió en su lugar sin titubeos. Katsuki entendió que demostrar que confiaba en lo que decía era primordial para, tal vez, evitarle este percance a otros como ellos.
Un aura desconocida se instaló sobre el área, en conjunto con los penetrantes ojos de las personas escudriñándolo, juzgándolo. Una potente risa masculina destruyó el momento, y provocó que esa aura extraña incrementara su poder.
―¿Ningún crimen, dices? ¿Crees que no has cometido ningún crimen? ―Las miradas fueron dirigidas al corpulento rubio que observaba a Deku, sin siquiera agobio por el discurso que había soltado. Se acercó hasta él, poseyendo una dulce sonrisa, que demostró a todos su inmensa tranquilidad ante el grave conflicto que se presentaba―. Sodomita, mentiroso, asesino, ¿con eso en tu expediente vienes a hacerte la víctima ante todos? Qué bajo has caído.
Katsuki pudo ver desde la distancia la forma en que la silueta de Deku se paralizaba, sus enormes esmeraldas parecieron salir de sus cuencas y Katsuki se sintió confundido. ¿De qué carajos hablaba ese fanático de mierda? Se aproximó un poco más, en busca de un mejor punto para disparar a la cuerda que sujetaba el cuello de Deku.
Deku se mantuvo callado.
―Vamos, estabas encantado mintiéndoles a todos sobre lo que según hice, así que no es momento de que te quedes callado. Anda, diles, si te crees tan puro, confiésales cómo asesinaste a tu madre.
Una exclamación en masa resonó en la plaza de Bibury. Deku suspiró, murmurando entre temblores.
―La vulgaridad de tus palabras ensucia la memoria de mi difunta madre -dijo, e intentó darle más fuerza a sus frágiles palabras-. Yo no la asesiné, ella murió de fiebre tifoidea.
―¡Palabrería pura! Antes de que regresaras a estas tierras santas, preparaste un veneno para matarla y quedarte con sus pertenencias, la pobre mujer agonizó por días hasta fallecer en el sótano de su propia casa, ¿y dices que no lo hiciste? Deja de verle la cara a todos porque yo sé de lo que hablo. Entre cielo y tierra no hay nada oculto. Dios me ha dicho lo que hiciste, me ha pedido que les diga a todos la verdad. Me ha pedido que te condene.
―¡Te equivocas!
Deku se movía de un lado hacia el otro, en un intento por alejarse del rostro de Mirio, pero esto solo le dificultaba a Katsuki apuntarle a la soga.
―¿Acaso estás diciendo que miento, que Dios miente? Nuevamente contradices la palabra del Señor al dudar de mí.
―Lo que estás diciendo es una completa farsa. Yo...
Sus oraciones fueron cortadas por una nueva piedra impactando contra su pecho. El aire de sus pulmones se escapó y el crujido de sus débiles costillas le produjo una tos sanguinolenta, haciendo que con la poca libertad que le quedaba se encorvara sobre sí mismo.
―Tú no perteneces a nuestro mundo protegido por las manos del Todopoderoso. La muerte como sagrada condena es aceptada por Jesús, así que pagarás por todo el daño que les has causado a las inocentes personas de este lugar. Mereces la decepción de tu difunta madre que te juzga desde el paraíso, porque lo que sientes es anormal. Eres una desgracia para la humanidad y no nos dejaremos arrastrar por tus fechorías. Que Dios sepa que hemos acabado con una anomalía, que purificamos sus tierras del pecado mismo. Una vez más, hemos hecho cumplir las peticiones de nuestro señor y él nos agradecerá con abundantes bendiciones. Para todos habrá pan en su mesa y vino en sus reservas luego de este beneficioso día. Que el padre y señor de todos esté siempre para librarnos de los malos pensamientos, de los seres malditos. Amén.
Katsuki, que oía los espantosos quejidos de su pareja, reafirmó su postura, empuñando nuevamente el arma. Mientras que el padre Mirio daba la señal al verdugo.
De repente todo se detuvo, el griterío se esfumó apenas los primeros estallidos del arma de Katsuki retumbaron el área.
Lo que Katsuki no sabía, era que su arma no era la única que había disparado
Desde la cima de la Iglesia, el verdadero padre de la región, junto con algunos empleados de la mansión Bakugou, sostenían sin vacilaciones centenares de armas que apuntaban a los miles de guardias embusteros que protegían esa zona.
Touya, pupilo de Toshinori y fiel admirador del mismo, se escondía entre los callejones con un pequeño grupo compuesto por algunos sirvientes de la mansión. Todos armados y listos para atacar cuando All Might diese desde las alturas la segunda señal.
Ellos cuidarían a las verdaderas víctimas, no por complacer a una deidad, sino por sus propios principios, pues veían la injusticia dañar a su pueblo y no se quedarían de brazos cruzados. Hartos de la represión, de ser prohibidos de vivir sus propias vidas sin molestar a terceros, alzaron sus armas dispuestos a luchar por lo que deseaban. Comandar sus propias vidas.
-¡Corran, todos corran! -gritaron los pueblerinos, sin reconocer que ellos no eran el objetivo.
El sonido de los disparos predominó por sobre la bulla iracunda de los creyentes, y causó una ola de desesperación sobre éstos.
Plomo, ése era el olor de la venganza, pesado y a la vez asfixiante, llamativo y único. El olor de la furia, la tristeza, la rebeldía y la decepción.
Katsuki no predijo algo como eso. Miró hacia el frente, aún con el ruido de las balas volando por doquier, observó a la persona que menos esperaba que se cruzase por su campo de visión, el líder de la próxima rebelión, All Might.
Sonrío para sus adentros, sintiéndose más que apoyado con el mensaje que intentaba darle con su presencia.
"No están solos, Joven Bakugou".
Sin esperar más, se unió al disturbio, y corrió hacia Deku con todo lo que sus fuerzas le permitían.
La bulla se mantuvo, pero el resultado del caos quedó expuesto, los cuerpos de los guardias desparramados se quejaban por sus lesiones, el verdugo poseía una limpia entrada de bala en sus brazos y piernas, sus ojos se mantuvieron abiertos en asombro incluso estando herido, y muy lejo de la palanca que abriría la trampilla en la que Deku estuvo parado.
Desde el suelo, Mirio observó la tarima atónito por la masacre que se creó en tan solo unos cuantos segundos, sin poder entender por qué todo se volvía al pasar los minutos más y más borroso.
La punzada en su pierna izquierda lo alertó, e hizo que su palma fuese a parar sobre el punto en donde residía el dolor, y se alteró al sentir la cálida humedad sobre el área. Le habían disparado. Rápidamente intentó levantarse, pero el silbido de una pistola recargada lo hizo contenerse.
―Ni siquiera te atrevas a ponerte de pie. ―Ordenó Aizawa desde la muchedumbre, lo suficientemente alto para que todos supieran que estaba allí. Le apuntó al padre sin mucho esfuerzo, y avanzó hasta estar a su lado.
El tiroteo se detuvo, y con ello,
el sol de la mañana empezó a descender, y marcó con más fuerza su penetrante luminosidad, que menguó por la transparencia de las nubes. Las casas adornadas con las flores de temporada fueron movidas en un suave vaivén creado por una corriente de aire, pero aun si todo el panorama estaba embellecido por los rayos solares, las flores y la tierna brisa, algo había cambiado, algún factor estaba ausente en todo ese paisaje repleto de colores.
La ausencia del ruido era extraño en un entorno tan vivaz como lo era el pueblito en Gloucestershire, un evento que no ocurría a menudo, por no decir nunca.
En medio del tiroteo, Deku había terminado detrás de la tarima, en un intento de resguardarse del ataque de las balas, Katsuki fue rápido y logró tomar al hombre entre sus brazos, y corrió hacia los callejones desolados de la plaza, en donde ahora estaban ocultos.
Al no oír las balas, Katsuki se acuclilló a un lado de Deku, con la intención de levantarlo.
―Ey, tranquilo. Ahora todo está bien ―dijo en un suave susurro, movió el hombro de Deku, quien tenía la cabeza gacha y se encontraba reclinado contra el muro de piedra. Al recibir un quejido como respuesta, Katsuki lo sacudió con un poco más de fuerza hasta voltearlo por completo―, Deku...
Los ojos de Deku se volvieron oscuros, y tenía su boca entreabierta, como si no tuviese fuerzas para cerrarla. Sus extremidades flojas, sus pómulos de un color enfermizo y aquellas pequitas que tanto amaba eran cubiertas por enormes salpicones de sangre que ensuciaban su ropa en una oscura mancha roja.
Katsuki presionó la herida para detener la hemorragia, pero el daño ya estaba hecho. Aunque la sangre que emanaba era poca, fue la suficiente para teñir sus manos y la ropa de Deku.
Estaba vuelto en la muerte misma, y cada respiración parecía costarle todas sus fuerzas.
Deku tosió, y vomitó un poco de sangre. Katsuki se alarmó, y limpió los rastros de su barbilla con las manos temblorosas.
No, no podía ser.
―Deku, estarás bien. Todo estará bien. ―susurró Katsuki, y detalló cómo las esmeraldas más bellas que alguna vez pudo ver apagaban su resplandor. El miedo lo recorrió de arriba hacia abajo, y un enorme agujero se instaló en su pecho, como si hubieran tomado una parte de él, como si la hubieran arrancado de un jalón-. Resiste, solo resiste, cariño.
Como si fuese una estaca penetrando su alma, a su mente llegó la imagen Deku, pronunciando ese inaudible "te amo" cuando era arrastrado por los guardias. Ese único "te amo" que no fue capaz de responderle.
La ansiedad picó en su garganta, e hizo fuerza al presionar la herida de su amado.
Vio la suave sonrisa titubeante que Deku trataba de dirigirle. Su rostro pálido apretaba su corazón, y sus ojos desorbitados punzaban en su pecho.
«Te amo». Quería decirle, pero las palabras no salían de su boca. De todas las personas nefastas en el mundo, ¿por qué tenía que ser Deku, su Deku?
Intentó llamarlo, decirle que estaba allí para él, que debían levantarse y salir de ese jodido pueblo, pero por más que le rogaba, por más que su voz se quebraba al pronunciar cada palabra, Deku no parecía reaccionar a ellas.
Apartó del rostro de Deku un revoltoso mechón, ese que siempre se volvía rebelde por las mañanas, cuando despertaban juntos y eran felices. Se aferró al cuerpo entre sus brazos, como si pudiera desvanecerse en cualquier momento.
Un grito estrangulado salió de su garganta, y todo pareció desaparecer a su alrededor, a excepción del rostro de Deku frente a él. El corazón le retumbaba en los oídos, y su visión era borrosa.
No podía oír más que el sonido de su propia respiración acelerada, y las gotas de agua que caían en un charco cercano. Posó su cabeza sobre el pecho de Deku, pero el silencio se estableció como una verdad absoluta.
Muerto, estaba muerto.
No fue lo suficientemente rápido, no fue lo suficientemente listo. No fue capaz de salvarlo.
La sentencia de lo que parecía imposible se volvió una tortura. Ellos prometieron compartir su casita en la colina, sembrar miles de flores alrededor y regarlas todas las mañanas. Se prometieron amarse hasta que sus corazones no fueran capaces de resistirlo.
Deku siempre fue alguien de palabra, no lo abandonaría, no sería capaz de eso.
Las lágrimas se acumularon en el borde de sus ojos, pero no lloraría, porque Deku no estaba muerto, porque Deku no podía morir, y si llegaba a verlo llorar seguro se le apretaría el pecho. No quería que Deku estuviera triste, no quería volver a ser la causa de sus penurias.
-Oye bien esto: cuando lleguemos a la cabaña en Suiza, podrás comer todas las tartas de maracuyá con frutos rojos que quieras. Solo debes abrir los ojos y mirarme como siempre lo has hecho, solo eso -susurró, mientras acariciaba el rostro de su amado. Se acercó aún más a él, hasta juntar sus frentes, y dejar pequeños besos sobre sus amoratadas mejillas.
De nuevo, Katsuki no recibió respuesta, las agrias lágrimas empezaron a recorrer con más fuerza sus pómulos, sin ser capaz de contenerlas. La respiración le fallaba, y cada segundo en esa situación parecía acabarlo poco a poco.
-Te compraré ese volumen raro de El Lenguaje Oculto de las Flores que Kirishima mencionó, dejaré de quitarte la sábana cuando durmamos juntos, aprenderé a hacer katsudon para cocinarte cada vez que quieras, te besaré más por las mañanas, haré lo que quieras, pero por favor, no me dejes, Izuku, no me abandones así. -Su voz tembló mientras pasaba su pulgar por aquellas pequitas que siempre avergonzaban a su Deku-. Despierta, mi amor. Debemos irnos...
Arrodillado frente al cuerpo inerte de Izuku, lo sostuvo con tal delicadeza que parecía capaz de quebrarse. Katsuki lo admiró con tanto anhelo, como si sus ojos cristalizados y llanto parecieran tener el poder de devolverle a su amor.
Besó los labios bañados en sangre. Las lágrimas no dejaban acumularse en sus ojos y él ni siquiera se esforzó en quitarlas, solo quería que Izuku despertara.
Ni las torturas a las que fue sometido de niño, ni las dos semanas en las mazmorras, ni ninguna otra tragedia que hubiera experimentado en su vida se comparaba a perder a Izuku, a quien pudo ser su esposo. Sus manos temblaban sobre el cuerpo frío, y lo sostenía si eso pudiera hacerlo abrir los ojos.
Izuku estaba muerto.
Mirio aclaró su garganta, y Katsuki se mantuvo a la defensiva, protegiendo el cuerpo de Izuku a sus espaldas. Pero el desconcierto lo dominó al ver que Aizawa ya no apuntaba su arma a la cabeza del padre, sino que lo apuntaba a él, con el gesto más indiferente que jamás le había visto.
―Aizawa, quítale a la aberración y llévalo a que utilicen sus restos para alimentar a los perros de caza. Su alma seguro estaba tan corrupta que sería una desgracia gastar en mano de obra para enterrar sus restos ―dijo el Padre, y la sangre de Katsuki hirvió.
―Si te atreves a siquiera tocarle un pelo, te arrancaré el cuello con los dientes -Su voz pareció más un gruñido, como el de un animal al que han encerrado por demasiado tiempo.
Mirio arrugó su expresión, e hizo un ademán con su mano.
―Dales a los guardias la orden de llevar a Bakugou a las mazmorras del noreste, con más seguridad esta vez, por favor. Pasará un buen tiempo para que vuelva a salir, pero si se resiste, que no duden en enterrarlo una bala en la frente.
Aizawa asintió, y se acercó a él apuntándole con la pistola. Katsuki lo miró como si fuera alguien diferente. Quien le mostró su apoyo toda una vida, intentó arrancar de sus brazos el cuerpo de su amante, pero Bakugou fue más rápido, y logró desarmarlo antes de que siquiera fuera capaz de apretar el gatillo. Torció su brazo y lo empujó con su propio peso y logró que cayera al suelo en un desagradable estruendo pero el pasadizo era muy pequeño, y limitaba demasiado su movimiento, por lo que no fue capaz de resistirse a los guardias que lo apresaron desde atrás, y apuntaron un arma a su nuca.
-¡Dispárame! -gritó, e intentó sacudirse a los tres guardias de encima, con sus ojos fijos en el cuerpo de Izuku-. Incluso si mi cuerpo termina siendo inútil, mi alma te acechará hasta que tú mismo desees ponerte un arma en la boca.
Con brusquedad, su cabello fue jalado hasta hacerlo levantar la cabeza, quedando cara a cara con Aizawa, quien solo podía darle una expresión de absoluto cansancio.
-Deja los juegos, niño -dijo, y apretó el puño que jalaba los mechones de pelo.
―Tú lo asesinaste..., fuiste tú el que disparó, ¿no es cierto? ―masculló Katsuki entre dientes, las pupilas achicadas, fijas en la silueta de Aizawa.
―Sí, fui yo ―respondió solemne, sin remordimiento o lástima―. También fui yo quien le dijo a Mirio que liquidaste a la señorita Toga y por supuesto, quien le avisó de su huida. ―Suspiró, para dirigir luego su atención a Mirio, admirándolo como si de Dios mismo se tratase―. Él me hizo ver la luz, Bakugou, me hizo entender que lo que tú y Midoriya tenían no podía ocurrir. Te he hecho un favor al matarlo.
Katsuki soltó una carcajada, y escupió al cansado rostro de Aizawa, quien se limitó a estamparle el rostro contra la pared. La sangre empezó a brotar de la nariz de Katsuki, pero eso no pareció importarle.
─Confiábamos en ti. ¡Mataste a Izuku, al hombre que dijiste me ayudarías a proteger con tu vida! ¿Y ahora vienes acá y me dices con tu cara tan tranquila que me hiciste un favor?
-Siempre fui alguien leal a tu familia, Bakugou. Mitsuki jamás hubiera querido que tuvieras una vida de libertinaje con el hijo de una criada. Solo cumplí con mi trabajo.
-¿Tu trabajo?
-Llévenselo -Ordenó el padre, y los guardias asintieron.
-¡Espera!
Katsuki hizo el amago de soltarse, pero los oficiales se encargaron de retenerlo. Se removió furioso, como un volcán haciendo erupción. Los gendarmes empezaron a llevarlo hasta los carruajes pertenecientes a la guardia. Atravesaron a las personas que veían sus erráticos movimientos como si estuviese poseído y tal vez, así se sentía, poseído por un odio devorador que lo carcomía desde adentro y exigía la cabeza de todos, la vida de todo mundo, porque si su Izuku no pudo estar a su lado, nadie más merecía el beneficio de seguir vivo.
De soslayo, observó con el mayor odio imaginable a Aizawa y Mirio, pero fijándose luego en que un hombre había tomado de los tobillos a su prometido. Su corazón se estrujó al recordar que Izuku ya no estaba con él.
El hombre empezó a arrastrar el cuerpo por la dura calle de piedra, asemejando a una niña pequeña que juega con su muñeca de trapo, y Katsuki volvió a luchar con cada gramo de cordura que poseía. Ese tipo estaba lastimando a Izuku, le causaba más heridas a su ya dañado cuerpo.
Katsuki fue lanzado dentro de un carruaje, sacándole un quejido lastimero de la garganta. Hábil, se sentó sobre los cojines antes de que cerraran las cortinas de la puerta, teniendo una última vista del cuerpo de Izuku siendo arrastrado.
La persona que se robó su corazón era él, solo él, Izuku Midoriya, su prometido, quien había sido víctima de la Iglesia Anglicana, del padre Mirio, de Aizawa, de All Might, del pueblo..., de su propia impertinencia.
«-Está bien tener miedo, incluso si estás muy seguro de tu decisión, es normal que te cueste alejarte de todo aquello que conoces -soltó Izuku en un suspiro, y llevó sus ojos al techo de la cabaña-, pero no estás solo en esto, estoy aquí para ti, seré tu soporte por todo el tiempo que necesites. Lo superaremos juntos. Piensa en esto, Kacchan, ¡en muy poco tiempo seremos libres! Podremos tomarnos de la mano en la calle sin temor a que nos linchen, por fin podré besarte en el momento que me venga en gana, o tú podrás abrazarme en cualquier lugar que quieras».
Katsuki se dio cuenta entonces, que lo que ambos veían como una posibilidad, como un destino, no era más que un sueño de dos amantes que intentaron desafiar las leyes de una corrupta sociedad, y que al final, terminó por consumirlos a ambos, de alguna manera recordándoles que los finales felices no existen.
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¡Hola a todos! Hidetoshi al habla.
¿Cómo han estado en este inicio de año? Espero que muy bien.
Ha pasado un tiempo desde la última vez que abrí Wattpad y tengo una sensación rara de nostalgia.
Espero que hayan disfrutado el capítulo tanto como yo disfruté escribirlo. Estoy agradecida con todos aquellos que se quedaron en esta repúblicación de Cantarella, ¡muchas gracias por su paciencia! 😭❤️🙏Sé que no ha sido fácil teniendo en cuenta las pausas que he tomado. Empecé esta historia cuando tenía apenas catorce y ya estoy a solo unos meses de cumplir los dieciocho, así que en verdad fue un verdadero dolor de cabeza, aún así, ver todos sus comentarios y votos me motivó a seguir, y aunque espero en algún momento darles a mis niños la felicidad que tanto merecen, la historia concluirá mientras me encargo de ello.
Muchísimas gracias a mi hermosa EstefaniaGab por ayudarme en cada una de las ediciones. Me gusta lo exigente que es al editar, siento que mejoro cada vez que revisa mis escritos y eso me pone muy contenta. La dedicación que esta mujer le pone a las cosa que hace es admirable.
Gracias por acompañarme en este largo camino, amor. Eres sin duda lo mejor que me ha dado este hobby❤️
En fin, basta de charlas. Disfruten el extra y espero verlos en esta u otra historia muy pronto🍂
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