Capítulo Cuatro

—No puedo creer que estoy hablando con el hombre que sirvió a la mismísima reina Victoria —habló una mujer con un despampanante vestido rosa, junto a una máscara violeta.

—A-Ah, no es para tanto, lady Marriel, yo solo realicé el diseño del jardín como una sorpresa para la familia real.

—También hiciste el diseño de este, ¿no es cierto? ¡Es bellísimo! Cuando lord Bakugō me haga su esposa, quiero que usted diseñe el jardín donde nos casaremos.

«Oh, qué casualidad, hay como cincuenta mujeres más en esta fiesta con sus mismas intenciones, es gracioso ¿no lo cree?». Pensó Izuku, sonriendo de manera forzada hacia la dama.

Los quince días habían finalizado, las telas importadas habían llegado y los últimos detalles al jardín fueron dados, dejando que la gala donde el duque desposaría a una mujer por fin diese lugar en la mansión Bakugō.

Barones de todas partes de Inglaterra se presentaron solo para regodearse con los demás por haber sido invitados a tan importante evento, mientras que las damas solteras de clase alta estaban allí con toda la intención de entregar su mano en matrimonio al duque.

Ese pensamiento le revolvió el estómago.

Midoriya Izuku era un humilde jardinero y botánico de ascendencia suiza que se encontraba rodeado de un montón de personas de alto estatus, los cuales solo hablaban de lo mucho que tenían y lo poco que les faltaba. Estaba bastante irritado en ese lugar, aunque no lo hiciera notar.

Aceptó la invitación del duque con un brillo en sus ojos por la emoción, ¡Kacchan, su amigo de la infancia, quería que estuviese en una gala junto a él! ¡Junto a él! No podía asimilarlo, aceptó la invitación con su corazón desenfrenado, feliz de poder pasar esa noche con él, vistiendo ropa elegante y hablando de simplicidades...

Hasta que recordó el propósito de aquella gran fiesta.

Un balde de agua fría cayó en su cabeza y congeló su entusiasmo. No podía rechazar al duque porque sería muy descortés, pero la idea de estar allí, con todas sus pretendientes babeando por sus riquezas y físico le enfermaban, completamente. Tragó lo que sentía, tomó la vestimenta que la sirvienta había dejado sobre su cama: un traje verde oscuro que le llegaba hasta el muslo y se cerraba en el abdomen con broches dorados, su lazo color musgo, al igual que un collar con un dije de cruz. Se hallaban en la cama unos pantalones blancos, botas negras, guantes cortos del mismo color, junto con una máscara negra y una pequeña capa que tapaba sus hombros, sujeta con una delgada cadena de oro. Se vistió con frustración y asistió a la gala.

¿Habría sido buena idea ir? Su pecho dolía cada vez que escuchaba a una mujer hablar de lo que sería su vida con el duque, de sus hijos y las riquezas con las que se rodearía.

«¿Riquezas? ¿Y qué hay de los sentimientos de quien será su esposo? ¿No le importan? Tener su comprensión, peleas sobre si es mejor lo dulce o salado; sus caricias, su amor, ¡tenerlo a él es toda la "riqueza" que debería desear!». Izuku suspiró al saber a dónde iban sus pensamientos, que dejaban al descubierto eso que tanto se esforzaba en ocultar.

A pesar de todo, de su incomodidad por estar en un lugar al que no pertenecía, por hablar con personas hipócritas que no les importaba ni un atisbo de su vida, Izuku no se podía arrepentir de ninguna manera de la decisión que tomó aquella mañana en los campos de Lauterbrunnen.

Recordaba estar en el laboratorio de su hogar, haciendo investigaciones sobre el néctar que producían las plantas carnívoras para atraer insectos, cuando tocaron a su puerta. Un hombre le entregó una carta de procedencia desconocida para él, pero Izuku no profundizó mucho en el tema. Se despidió del hombre y abrió la carta. Leyó su contenido con minuciosidad, sin poder evitar fruncir el ceño.

«¿Otro pedido de arreglo de jardines en Inglaterra? Estoy empezando a arrepentirme de haber aceptado la propuesta de la reina Victoria».

¡Él estaba muy ocupado! Tenía recados pendientes por hacer, informes que escribir y estudios por realizar, tenía todo menos tiempo para tomar ese tipo de trabajos ahora.

Estuvo a punto de escribir una carta de rechazo cuando posó su atención en el remitente.

Atentamente, el duque Bakugō Katsuki.

«¡No puede ser!».

—¡Uraraka-san, apártame un puesto en el siguiente barco que zarpará a Inglaterra! ¡Lo más pronto posible! —gritó desde el laboratorio y comenzó a correr hacia lo que se suponía era su habitación.

La pequeña mujer asiática vio como su jefe y amigo corría como poseído de cuarto en cuarto hasta terminar en el de él, tirando ropa por montones y haciendo desastre.

—¿Deku-kun? ¿Está todo bien? —Uraraka se detuvo en el marco de la puerta al ver cómo Izuku metía ropa en una maleta a punto de estallar, mientras murmuraba todo lo que necesitaba.

—Muy bien, llevo: camisas, pantalones, libros, ropa de trabajo, ¿debería llevar mi libreta?

—Deku-kun.

—Sí, sí es muy importante.

—Deku-kun.

—Incluso podría decir que es más importante que mi ro… ¡Mi ropa interior, olvidaba la ropa interior! ¿Cómo se me pudo haber pasa…?

—¡Deku-kun! —el grito de Uraraka hizo que girara asustado en su dirección, viéndola sin comprender su actuar.

—Uraraka-san, estoy al frente tuyo, no me grites, por favor. Da miedo. 

Uraraka giró los ojos, y llevó sus dedos al puente de su nariz cuando vio la expresión desubicada de su amigo.

—Lo siento. —Se acercó a él, con las manos en su vestido beige, curiosa al ver todo el desastre que había en el cuarto—. ¿Podrías explicarme lo que sucede? A tu alcoba parece que la arrasó un huracán.

—¡Kacchan me escribió una carta! ¡Kacchan! —chilló con entusiasmo, extendiendo los brazos para expresar la magnitud de la situación—. Bueno, en realidad fue su secretario, pero eso no es lo importante. 

—¿Y que ese hombre te escriba una carta es excusa para volver tu cuarto un chiquero?

—¡Sí! Espera, no. Lo que quiero decir es que, luego de tantos años sin hablar con él y solo sobreviviendo con las noticias que de vez en cuando llegan por acá, por fin voy a poder verlo. Claro, me solicitó para diseñar el jardín de una fiesta que tendrá, pero igual es válido.

—No puedo creerlo, ¿me estás diciendo que estás emocionado de volver a ver a la persona que condenó el trabajo de tu madre y fue la razón por la que Inko-san y tú tuvieron que regresar a Suiza?

—Sí. —Una vena brotó en la frente de Uraraka al darse cuenta que estaba perdido en su mundo de fantasía.

Ochako Uraraka era sirvienta de Izuku, conocía al chico desde que ella tenía once años y él doce. Cuando lo vio llegar a la casa contigua a la suya, en una carroza muy elegante para lo pobre de sus pertenencias y lo cansado de sus expresiones. Conocía esos rostros, su padre le dijo que eso era a causa del agotamiento.

Su familia les dio la bienvenida a los Midoriya con comidas caseras y vinos. Sus padres y la madre de Izuku ya parecían amigos de toda la vida, conversando con tranquilidad y armonía. Inko les había dicho que antes de residir nuevamente en Suiza, estuvo en Inglaterra por un poco más de ocho años, pero debido a los altercados en su trabajo fue despedida, y al no tener más ingresos se vio obligada a regresar a su país.

Podía decir que al ver a Izuku por primera vez tuvo una conexión instantánea, y viceversa, volviéndose cercanos con apenas el cruce de unas cuantas palabras.

 Meses después, mientras comían trufas de chocolate debajo de un árbol, Izuku le reveló la verdadera razón por la que regresaron a Suiza, dejando a Ochako asombrada, y aún más cuando defendía fervientemente al chico causante del desastre.

—¿Cómo puedes decir que no lo hizo con malas intenciones?

—Kacchan jamás haría algo así, además, yo también lo seguí. Tal vez su comportamiento o lenguaje no es el mejor, pero tiene buenos sentimientos. Sé que él no quiso perjudicarme, no lo hizo con la intención de hacerme mal.

—Por lo que me dijiste de su personalidad, no me lo parece tanto.

No importaba cuántos años hubieran pasado desde ese día o cuántas veces hablaron del mismo tema, Ochako nunca pudo hacer que Izuku pensase mal de Bakugō.

Ochako amaba a Izuku como una hermana menor ama a su hermano mayor, y cuando se enteró a sus veintidós años de la atracción hacia los hombres que poseía Izuku, no pudo ni quiso hacer más que ocultar el secreto y apoyarlo en todo momento, en todo lo que necesitase.

—Me pregunto cuánto habrá cambiado todo allá en Bibury, si seguirá abierta aquella panadería que servía esas deliciosas tartas de maracuyá o si aún estarán esas enredaderas de rosas en las casas. ¿Qué habrá pasado con el libro de El Lenguaje Oculto De Las Flores que tanto me gustaba a mí y a Kacchan? Tal vez ya esté destruido... —Izuku detuvo por un segundo su hilo de pensamientos, sin percatarse siquiera que Ochako lo miraba— ¿Kacchan seguirá siendo el mismo? ¿Le seguirá gustando la comida picante y aprender sobre plantas? ¿Empezaría a leer libros sobre botánica en su habitación o en esa vieja cabaña? Nos gustaba esa cabaña; tan pacífica, apartada de todos en lo más profundo del bosque cercano a la mansión. Jugamos tanto en ese lugar, hablamos de tantas cosas que hasta el día de hoy el mero recuerdo de ellas enmudece mi voz por lo soñadoras que se oían.

—Deku-kun...

—Necesito volver, Uraraka-san. Me he resistido todos estos años y no pienso hacerlo un segundo más. Quiero saber cuánto de él ha cambiado y cuánto sigue igual. Necesito verlo, tocarlo, oír su voz. Solo esta vez, cuando lo haga dejaré por completo este tema. Por favor, —Tomó sus manos con los ojos clavados al piso, pequeñas lágrimas recorrieron sus mejillas—, te lo pido, Uraraka-san, ayúdame a poder vivir sin la agonía del: ¿qué habrá pasado si tan solo...?

Ochako suspiró, soltó sus manos de las de Izuku, y las posó con cariño en las pecosas mejillas, limpiando las lágrimas. Levantó su rostro para que la mirara a los ojos.

—¿Dejarás de sufrir por su pérdida si vuelves a verlo? ¿Estás seguro? —Izuku dudó.

—No, pero tengo que intentarlo, intentarlo una última vez.

—¡Por amor al cielo, Deku-kun! —Jaló su cabello corto con frustración, dejándolo esponjado al soltarlo—. Mañana al amanecer saldrá un barco hacia Inglaterra, tendrás que ir en carroza al pueblo de Bibury pero llegarás a más tardar en unos dos días. No tengas ninguna interacción con Bakugō-san que pueda hacerlo acordarse del pasado entre ustedes, o que haga que te reconozca. Sería un gran problema si así fuera. Ahora, ve y termina tu maleta, me encargaré de lo demás.

—¿¡Sí me ayudarás!?

—Lo que sea para que no dejes de sonreír. —Izuku carcajeó, lanzándose con los brazos extendidos hacia Ochako, murmurando pequeños gracias.

De repente, el tintineo de unas copas cesó sus recuerdos.

Las personas empezaban a ir hacia el gran salón, cuchicheando entre ellos, Izuku imitó las acciones de los demás y se adentró a la mansión. 

Al entrar, logró ver a Kirishima parado al frente de la puerta que daba inicio al segundo piso, unas escaleras de mármol brillante los separaban. El candelabro de araña iluminaba el salón con velas perfectamente posicionadas, haciendo que el piso se asemejara a un millón de diamantes.

—Buenas noches. Es un placer para mí verlos a todos ustedes, que vinieron desde tan lejos para asistir a esta mascarada. Damas, déjenme presentarles a quien esta noche podría volverse su futuro cónyuge. Hijo de los recordados Mitsuki y Masarū Bakugō, el duque Bakugō Katsuki.

Las grandes puertas se abrieron como si fuese magia, y se reveló tras ellas a un magnífico ángel (según Izuku). La luz opalina de la luna iluminó al duque, dándole un toque místico a su persona.

Su corazón bombeó feroz y no pudo evitar abrir la boca a causa del asombro. Sintió el calentar de sus pómulos y el sudar de sus dedos, pero sin importarle una pequeñísima parte del cómo reaccionaba su organismo, solo pudo concentrarse en Katsuki, en Kacchan.

Logró sentir la culpa que llevaba como un yunque.

—No puede ser —susurró con pesar, sin apartar su vista del duque que bajaba las escaleras, cautivando a todos a su alrededor—. Perdóname Kacchan, perdóname por haberme enamorado de ti otra vez.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top