CANÍBAL





Pennsylvania. Verano de 1899




El murmullo explotaba cada uno de mis tímpanos, en una especie de masacre cuando la gran llama de ardiente y flamante fuego se apoderaba del oxígeno que mantenía ese lugar tan bizarro y lleno de sonrisas a la vez. Los malabaristas maniobraban las cosas con sus manos hábiles dejando asombrado a padres y muchos niños, como si este se tratara de una nueva especie nata nunca antes vista. Los animales, quienes se robaban la atención de muchos infantes, lograban maravillosos trucos en sus cuatro patas. El calor se colaba entre mi ropa, la camisa de tela sin planchar, atada en el pecho por los hilos que se entrelazaban para no mostrar mis abdominales, los pantalones de tela marrón ajustados en las piernas y los zapatos manchados de barro parecían un peso más en toda mi anatomía. El calor abrumador no me permitía respirar con tranquilidad en la gran masa de personas, el ruido de los instrumentos era feliz y lleno de alegría, tanto que para algunos niños pequeños empiecen a imitar el baile de los payasos. 

De pronto, la poca luz que se mantenía intacta y llena de vida para el lugar se concentró en el anfitrión y gran mago de toda la ciudad. El público se quedó callado, prestando con suma atención al hombre con bigote puntiagudo y cejas despeinadas y alocadas, dando una forma lo bastante graciosa para su rostro. El mago levantó la ceja izquierda, como si desafiara al público con lo que aparecería ahora, movió sus dedos como si fueran escalofriantes patas de araña, y con una sonrisa enorme de dientes cuadrados y amarillos, bastante terrorífica para mí, anunció:

—¡Y ahora se presentará lo que estaban esperando, el más temible monstruo que estuvo acechando niños, mujeres y hombres, perseguido por más de cinco años, heme aquí se encuentra el grandioso chico que fue dueño de todas las pesadillas de los niños, los gritos de los infantes y el dueño de las más frías y oscuras noches... el mito de la Bestia de Pennsylvania. Él mismísimo hijo del demonio que podría encadenarte en un sinfín de oscuridad de la eterna soledad! —los brazos del mago se levantaron en un gesto de victoria, volviéndose a una gran jaula de animales, oscura y oxidada—. ¡Les presento al demonio de Pennsylvania, conocido por las travesías como la bestia de la noche, conocido por nosotros como Caníbal!

Los gritos se hicieron presentes cuando la Bestia fue sacada de su jaula, las mujeres taparon sus bocas con asombro y los niños lloraban al verlo. Una mano blanca, sucia y huesuda salió de la oscuridad, rebelando el frente de aquella cosa como todos decían, su cabello era largo, grasoso y empastado por la falta de agua en ellos, sus brazos eran tan blancos como la piel de un cadáver en épocas de guerra, estaba desgarrada en muchas partes, con extrañas marcas en un idioma incomprensible para los ojos humanos. El cuerpo se arrastraba como lo haría un animal acechado por cientos de miradas, moviéndose como una fiera en posición de ataque. La columna vertebral se le notaba de una manera horrorosa, tanto las costillas y las deformados cuatro dedos que sus manos tenían, las uñas eran negras, reventadas en sangre, las venas se tornaban violetas al acercarse a la luz, como si fuera un cadáver sin vida. Llevaba cadenas gruesas en el cuello, pesadas para cualquier persona normal. Las piernas estaban desnudas y tan solo llevaba un corto pantalón de tela deshilachada y vieja, tenía cortes y rasguños en cada una, presentando nuevamente aquellas letras extrañas. Se encorbó demasiado, como si fuera un tímido canino lastimado.

Parecía un humano. 

—¡Mi pequeño Billy! Dime, ¿Cómo estás hoy? —preguntó el hombre, Caníbal gruñó—. ¡Saluda a los espectadores, ¿Sabes? ellos vinieron a verte hoy! ¡Sólo a ti! ¡Te has robado toda mi fama pequeño! Billy... mira al frente, no seas tímido. ¿No ves que el público quiere verte? ¡Llamen a Billy! 

Un gran coro de gritos sonó, los niños se animaron a enfrentar a la pequeña fiera llamada Billy el Caníbal, todos gritaban el nombre de la temblorosa cosa, pero no se trataba de que Caníbal era tímido, sino que de alguna extraña manera esos ojos negros e inyectados en sangre me veían a mí. Tras esa melena pastosa y sucia se encontraba su mirada, aquella que me helava la sangre debajo de la piel, con esa sonrisa de dientes chuecos y labios tan rojos que parecían sangre. 

—¡Mira nada más Billy! ¡Ya tienes toda la atención del público para ti! ¿No estás conforme? —mencionaba el mago, Caníbal murmuró algo para el hombre a su lado y este se inclinó—. ¿Eh? ¿Que mi Billy le está echando el ojo a una persona en el público? ¿Se puede saber de quién se trata pequeño sinvergüenza? 

Las personas rieron en todo el lugar, menos yo. La mano de Billy, el joven Caníbal, se levantó temblorosa y huesuda y con su tercer dedo apuntó a una persona en el público. La vista de todos se dirigieron a mí. Pude ver la sonrisa de esa cosa cuando todos se apartaron y mi cuerpo se pudo ver entero ante eso. 

—¡Vaya, al parecer nuestro pequeño a encontrado a alguien que le interese del público! —los niños que antes agitaban las manos, intentando captar la atención de Caníbal suspiraron al ver que la bestia ya había elegido a una persona en sí—. ¡Acércate joven! ¡Que yo no muerdo... Billy tal vez sí, pero eso no importa! 

Sentí como las personas detrás mío empezaban a darme empujones hasta el escenario, unos payasos me tomaron de la cintura y me alzaron hasta encerrarme dentro de ese círculo donde estaban todos los bizarros personajes del Circo. El mago me miró de pies a cabeza de una manera no muy disimulada, y me sentí incómodo ante eso. 

—¿Cómo te llamas? 

—E-Elías. —tartamudeé.

—Mmm de acuerdo E-Elías, es un gusto conocerte. ¿Tu estás feliz Billy? —preguntó el mago, Caníbal levantó la mirada y las personas se asombraron al ver sus ojos de color negro, tenía marcas hasta en las mejillas y una en la frente, los dientes eran chuecos y puntiagudos. La nariz era respingada y debajo de los ojos tenía extrañas formas de círculos pequeños como también en la frente, formando un hilo de menor a mayor, del más grande al más pequeño. Los ojos podrían tomarse como algo normal si no fuera por que sus orbes sean negras, la dilatación del centro eran de un extraño color blanco amarillento. 

—E... El-l... Elí... Elía... —susurró Caníbal, su voz era gruesa y profunda, pero a la vez parecía algo suave por la manera tan lento de pronunciarlas—. Elíaa-as. 

—No te esfuerces tanto Billy, harás daño tu garganta. 

Mis manos temblaron en un sinfín cuando Billy, como dice el mago, se irguió en sus pies. Sus huesos crujieron cuando se levantó, su cuerpo encorvado de un metro se transformó en la altura de una puerta de dos, me dejó boquiabierto. Las personas dejaron escapar un gritito al ver lo alto y lastimado que era Caníbal, incluso más alto que yo y el mago. Me miró desde arriba con una sonrisa terrorífica y los ojos muy abiertos, como si buscara intimidarme. 

—Wow, Billy nunca creí que te atreverías —pronunció el mago sorprendido, había una sonrisa en su rostro, yo lo miré confundido—. Está permitiendo que lo toques. Anda, no seas tímido, se enoja si no lo haces rápido. 

—¿Y-yo? ¿A-a es... a eh...? 

—Es macho. 

—P-pero...

—Anda, Billy. Tócale que Elías es tímido —dijo el mago con una sonrisa para Caníbal. Las personas estaban atentas a lo que ocurría. Billy estiró su mano hacía mí con lentitud, como si temiera que yo me escapara como una presa ante su depredador, sus dedos rozaron mi piel caliente, esos dedos fríos y con uñas sangrientas manchaban la tierna y limpia piel de mi cuello. La acarició con delicadeza, como si fuera la primera vez que tocaba a alguien, yo cerré los ojos fuertemente por el miedo, sus dedos eran ásperos y tan helados que dudé por un segundo que circulara algo relacionado con la sangre caliente en ese organismo. Cuando su mano entera tocó mi cuello solté un suspiro lento aguantando las ganas que tenía de darle un guantazo a esa cosa. Abrí los ojos con cuidado cuando su mano se detuvo, observando el pecho de Caníbal, no subía y no bajaba como toda cosa, animal o persona normal haría, parecía como si en verdad no respirara—. ¿Lo ves? Ellos no son malos Caníbal.

—Ego volo ad Elíaa-as —susurró Caníbal para el mago, este abrió los ojos y lo tomó del brazo. Eso enfureció a la bestia.

"Quiero a Elías"

—Hemos dicho que no puedes tener ningún humano... —susurró muy bajito el mago para Billy, yo lo miré con el ceño fruncido al no entender eso. 

—¿Q-qué dijo?

—Nada, joven —contestó el mago. Tomó del brazo a Caníbal quien debido a un empujón su mano de cuatro dedos fue apartada de mí—. ¡Señoras y señores! ¡Saluden por última vez a nuestro Caníbal! ¡Esperamos que se hayan divertido...

Los gritos de alegría, las risas y los vitoreos por parte de las personas se convirtieron en terror cuando el joven fenómeno Caníbal se abalanzó sobre mí, sus manos fueron en un rápido movimiento a mi cabello estirándolo con fuerza para atrás, el grito desgarrador que solté cuando sus dientes y colmillos rajaron la piel de mi cuello con fuerza desesperó a todas las personas que estaban allí. Su cuerpo me tumbó en el suelo en un movimiento bestial y bruto. Mis piernas fueron inmovilizadas por las suyas mientras que mis manos intentaban alejarlo de mí, su piel estaba fría en mi tacto, su peso aprisionaba cada anatomía de lo que era y sus colmillos mantenían mi cuello quieto a la desesperación. Las lágrimas empezaron a salir a raudales manchando mis mejillas y bañando la sangre que empezaba a salir a centímetros de mi rostro. Los gemidos de dolor que mis labios soltaban eran innumerables para mí, los gruñidos que escuchaba de la boca que se encontraba pegada a mi cuello me hacían temblar. Mi cuerpo daba pequeñas convulsiones debajo del suyo al sentir presión en la vena gruesa que en estos momentos estaba siendo irrumpida y destrozada. Mis manos temblaban y un gran dolor se extendió por todo mi cuerpo, las lágrimas me hacían ver borroso, la manera en la que la gente escapaba, gritando, histérica por ver cómo una bestia se comía a un adolescente de dieciséis años. Sentí un dolor desgarrador cuando el mago estiró a Caníbal para separarlo de mí. Como si él fuera un perro callejero peleando por un débil e indefenso gato. La saliva se me escurría de los labios hasta la mejilla derecha, dando arcadas, ahogándome con mi propia sangre. 

—¡¡Billy suéltalo, Billy!! ¡Lo matarás! 

Sentí cómo sus dientes eran arrancados de los orificios que se habían formado en mi cuello, como la sangre empezó a salir en más, y la áspera lengua de Caníbal se atrevió a lamer ese líquido rojo, estaba paralizado y sentía la humedad de mi propia orina en mis pantalones, mi cuerpo no dejaba de convulsionar y mis piernas flaqueaban y temblaban. Mi vista pasó de ser borrosa a algo negro, escuchaba los gritos de las personas, los gritos del mago y mis propios y débiles gemidos de dolor. Sentía las manos deformadas de Caníbal acariciar mis labios. 

Sentía los latidos de aquel fenómeno. 

—Elías... —susurró una voz suave a mi lado, supe pronto que era mi madre—. Por fin despiertas amor, estaba tan preocupada por ti. El doctor a dicho que estarás bien si no haces mucho esfuerzo con el cuello. Me he asustado mucho cuando aquél hombre te trajo aquí en brazos lleno de sangre. Te dije que no vayas a ese Circo, ese lugar está lleno de fenómenos

Mis ojos se acostumbraron a la luz de la habitación, las ventanas estaban abiertas y dejaban entrar al cálido sol de verano. Podía olfatear el olor a medicina que había en mi habitación, mi madre me miró preocupada cuando llevé una mano hacia mi cuello. 

—¿C-Caníbal... es-está suelto? 

—No. Se lo han llevado. Ahora mismo deben estar transitando en las calles de las afueras de Pennsylvania, para sacrificarlo... 

Dejé caer todo el peso de mi cabeza en la almohada respirando con fuerza, me dolía tragar saliva. 

—Es mejor que descanses amor. No debes hacer muchas fuerzas... —susurró, millones de sábanas taparon todo mi cuerpo a pesar de estar en verano, cerré los ojos con cuidado y escuché el ruido de la puerta de madera cerrarse. Me levanté con cuidado en la cama, tomando de mi cuello y estirando el brazo para tomar el espejo más cercano que pueda tener en mi habitación. El pedazo roto que tenía me permitió ver la venda que rodeaba gran parte de lo que estaba mordido. Respiré profundo y con las manos temblando, me lo arranqué. El viento cálido abrazó la herida húmeda en agua y sangre, no estaba cosida pero parecía medio seca, aunque un extraño líquido similar al agua emergía de las perforaciones además de sangre. Me recosté nuevamente dejándola como estaba, necesitaba que se secara rápidamente. Cerré los ojos sintiendo mis heridas respirar aire nuevo. 

Me revolví en mi cama sintiendo un gran frío en todo mi cuerpo, me sentía cansado y mi cuerpo no tenía ni la más mínima intensión de mover un músculo para cerrar la ventana. Aún sin abrir los ojos, busqué las sabanas para tapar mi cuerpo, pero inconscientemente mi mano no se movió para hacer las órdenes que mi cerebro le mandaba, es más, no sentía que mi cuerpo lo hiciera. 

—¿Mamá...? —pregunté cuando sentí la humedad en mi cuello, sabía que mi madre venía a cambiarme las vendas y a limpiar la poca sangre que se escapaba de la herida, pero me extrañé cuando en vez de sentir un trapo húmedo y suave pasarse por la dañada piel, sentí la áspera lengua arrasar con la sangre que pudo haber tenido la herida curada. Mis ojos se abrieron de sobremanera y observaron el cuerpo grande de alguien extremadamente blanco sobre mí. Mis manos se posaron en ese pecho desnudo y lleno de marcas, tanto viejas como recientes. La respiración de esa cosa chocó con mi mejilla. 

—C-Caníbal... 

Su lengua se paseó por toda mi mejilla izquierda descaradamente, mis uñas se clavaron con fuerza en su fría y muerta piel blanca y violácea. Un gemido de dolor se escapó de mis labios cuando uno de sus dedos, largos y huesudos, tocaron con fuerza la herida de mi cuello, un hilo de sangre se escurrió de esta de una manera rápida y limpia. Caníbal se irguió sobre mí, sus piernas rodeaban los costados de mis caderas sentándose en mi vientre bajo, su mirada se clavaba en mis ojos como si fueran los mismos ojos de un animal al mirar a su presa. Mi cuerpo empezó a temblar debajo de él, mis labios no paraban de hacerlo, y las lágrimas empezaban a salir de mis ojos como ríos interminables. El dedo manchado de  sangre paseó por mi clavícula hasta mi pecho, marcando con sangre mi piel. Sus labios rojos fueron manchados por esta cuando su dedo fue a parar en ellos, vi perfectamente cómo su lengua se encargaba de limpiarlo y tragar el líquido. El susurro de su voz me aterró hasta los huesos.

Billy quiere jugar contigo... Elías.   






Obra inspirada en el muñeco asesino de la pinche película que me aterraba de pequeña, el terrorífico Billy. 

Ya saben, si no sabes como enfrentarte a tus miedos, conviértelo en una obra gay. JA!

HUNTER 2016.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top