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🍼 «Paseo en familia» 🍼

— Deberíamos tener una cita.

La torre se vino abajo cuando Luhan dejó caer el bloque rojo con más fuerza de la necesaria, sus sentidos habiendo sufrido un cortocircuito al escuchar la propuesta que el rubio acababa de arrojar. Seulgi emitió una mezcla de ruiditos entre la sorpresa y el enfado, pero no tardó en coger los cubos más cercanos y apilarlos. Desde la barra, Sehun rompió en risas al advertir su reacción, encantado con los instantes de torpeza que a ratos acometían a su novio.

Todavía le costaba creer que fuera real y Luhan en serio hubiera accedido a darle una oportunidad. Si no le besara antes de ir a la oficina o cuando se despedía para volver a casa, si no se sonrieran con complicidad o compartieran aquellas miradas cargadas de interés, Sehun pensaría que nada había cambiado en su relación empleado-empleador. El problema era el tiempo del que disponían para estar juntos y actuar como una verdadera pareja.

— ¿Una cita? — repitió.

— Ajá. Eso que las personas hacen cuando salen con alguien — Sehun se mofó, recibiendo una mala mirada del mayor en la alfombra.

Se había vuelto una costumbre que Luhan entretuviera a osita mientras el rubio se ocupaba de preparar la cena, Seulgi no se desprendía de él hasta que su padre tenía lista la comida y tardaba apenas unos minutos en exigir que la devolviera al chino, una vez Sehun le palmeaba la espalda hasta hacerla eructar.

Empezaba a creer que se había enfadado, cuando el ciervo se levantó y se acercó a la cocina, aprovechando que la niña jugueteaba con los bloques ya sin prestarle atención a la torre. Apoyando los codos sobre la barra, ese rostro tan bonito a una distancia perfecta para inclinarse y robarle un beso, Luhan dijo:

— Tengamos una cita. ¿Dónde quieres ir?

— Podríamos ir al parque o al zoológico — enumeró, deteniéndose al comprender que aquellos eran sitios que un padre pensaría en visitar. Luhan rio bajito y extendió una mano para acariciarle el mentón.

— El zoológico suena bien, seguro que a Seulgi le gusta.

— Se supone que te guste a ti — replicó el otro — Podemos llevar a osita cualquier otro día.

— Yah. No me quites la oportunidad de disfrutar un día en familia.

Sehun podría haber insistido con la idea de una cita normal, si su novio no fuera un tramposo y jugara la única carta a la que jamás podría resistirse. Encandilarlo con palabras no parecía ser suficiente, porque Luhan se impulsó sobre sus puntas y capturó sus labios en un beso que estuvo cerca de hacerlo ver estrellas.

— ¿Hueles eso? — preguntó el ciervo.

— ¡Mierda!

Riendo a carcajada limpia mientras Sehun corría a retirar el sartén del fuego, la carne luciendo un feo color negro ahí donde empezaba a quemarse, Luhan volvió donde osita que miraba curiosa en dirección a la cocina. Era demasiado pequeña para entender que su papá gruñía por haber olvidado apagar la estufa, pero incluso ella podría asegurar que los Oh tenían debilidad por las atenciones y el cariño de cierto hombre con ojitos de ciervo.

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— ¡Cariño, se metió otro pejelagarto! — exclamó Jongdae, al verlo aparecer por el pasillo.

Hacía días que hiciera mofa de su empleo y es que desde que Luhan hacía de canguro, el castaño pasaba cada vez menos tiempo en el apartamento. Solía marcharse temprano y volver luego de la hora de la cena. Minseok le veía los fines de semana, pero Jongdae acostumbraba trabajar también esos días, así que las ocasiones en que se encontraban, no podía evitar lanzar una de sus típicas bromitas.

No bien escucharlo Luhan hizo amago de arrojarle una de las manzanas de cera que decoraban la mesita del pasillo, las ruidosas risas de su amigo llenando el comedor mientras Jongdae se ocupaba de poner la mesa. Minseok preparaba el desayuno, haciendo un esfuerzo casi sobrehumano por ignorar a los dos que adoraban pelear como si fueran unos niños.

Se sentaron a la mesa unos minutos después, disfrutando la especialidad del hyung: tortitas de vainilla. Luhan quería saber cómo iban las clases de Minseok y para qué marca trabajaba ahora Jongdae, lo mismo que a los otros les interesaba saber de osita y de las nuevas monadas que hubiera aprendido, pues desde que cuidara de ella, el castaño no hablaba de otra cosa.

— Sehun me invitó esta tarde al zoológico — comentó, sin saber cómo compartir con sus amigos que mantenía una relación con su jefe.

— ¿Qué clase de primera cita es esa? — se mofó Jongdae, antes de recordar que el hombre para el que trabajaba tenía una hija — Yah, supongo que tiene sentido.

— No vueles alto, Dae. Seguro que todavía no dan el paso, han de seguir atrapados en la etapa de las excusas — señaló su novio, sin perderse un bocado de la mermelada de frambuesa con que acompañaba sus panecitos.

Luhan los miró atónito, no alcanzando a comprender cómo es que habían adivinado tan pronto que se trataba de una cita.

— Dah. Te pones rojo siempre que hablas de ese tipo — explicó Jongdae, leyendo la duda en su rostro — Era obvio que te gustaba. ¿Ya se lo has dicho?

— E-Esto...

— ¡Por Buda, si lo hizo! — Minseok estalló, inclinándose sobre la mesa para sonsacarle los detalles.

Les contó todo lo que quisieron saber, desde cómo fue que se confesaron hasta cómo fue su primer beso. Minseok chillaba como el romántico empedernido que era y Jongdae no dejaba de hacer chistes para ocultar que le molestaba en sobremanera que su mejor amigo tuviera novio. «Lo superaré hasta estar seguro de que ese menso se merece a nuestro ciervo» le diría a su casi esposo, cuando Luhan se hubiera ido.

Faltaba poco para que dieran las diez, así que Luhan se despidió y corrió al baño para lavarse los dientes. Iba ya de salida cuando Jongdae lo hizo volver, había olvidado preguntarle algo importante.

— ¿Estarías de humor para presentarte a una audición?

Aquella pregunta lo tomó por sorpresa. Hacía rato que no pensara en su sueño, desde que la última mermara su confianza y le empujara a buscar un respiro. Convertirse en canguro había llenado su corazón, le llevó a conocer a dos personas increíbles que ya no podía imaginar fuera su vida y mostrado también que podía conseguir lo que se proponía. Aun así...

¿De qué se trata?

— Recibimos una oferta de Label SJ, están montando «Romeo & Julieta». Todavía no han dado con el hombre perfecto para interpretar el rol principal — explicó su amigo.

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La última vez que llevó a Seulgi de paseo, las cosas no salieron como tenía planeado. Baekhyun insistía en organizar un picnic a orillas del río Han, pero la idea no terminaba por convencer a su hermano. Al final accedió y se unió al resto de la familia. Habían terminado de comer y jugaban con un viejo frisbi cuando la tormenta se desató, empapándolos hasta dejarles escurriendo.

Sehun protegió a su hija al no llevar paraguas y Chanyeol casi se arrojó a la avenida para detener un taxi, aunque sin importar los esfuerzos, osita pescó su primer resfriado y mantuvo a su padre angustiado los varios días que le tomó recuperarse. No bien advertirla estornudando, el rubio había corrido a visitar al pediatra, quien antes de revisar a su hija se aseguró de que el adulto estuviera tranquilo.

Esa mañana, la maleta de Seulgi podría lucir gordita y pesada, pero su padre estaba seguro de haber salido preparado para cualquier imprevisto. Tenía pañales, toallitas húmedas, ungüento para rozaduras, talco, biberones, chupones, agua simple, comida de bebé, una muda de ropa, protector solar, un suéter extra y una chamarra, algunas mantas, uno de los peluches preferidos de su hija y hasta un paraguas de bolsillo.

— Ahora sólo nos falta el carro, sería más fácil moverse si no tuviéramos que ir en transporte — le dijo a su hija — Hasta podríamos traernos tu cochecito.

Su madre solía regañarlo porque sacaba a Seulgi en la sillita de viaje o en su cangurera, no entendía que la carriola era demasiado estorbosa en el metro o el autobús y que cuando osita pasaba el rato en casa del tío Baek, subir la empinada hasta su hogar se volvía una tarea casi imposible con el cochecito.

Un auto a escala adulto, sin embargo, sería diferente y le ahorraría un montón de problemas.

Anduvieron a paso tranquilo hasta la estación de autobuses, se suponía que Luhan les alcanzara en el metro desde donde seguirían el viaje hasta el Gran Parque de Seúl, un sitio enorme y rodeado de naturaleza donde desentenderse del mundo, al menos por un ratito. No bien arribaron al subterráneo, Seulgi reconoció primero al chino.

— Aigoo~ también te extrañaba, osita — le dijo Luhan, cuando llegaron hasta él y Sehun se inclinó para que sacara a la niña de la cangurera. Besó sus mejillas, lo que provocó las risas de la nena y un mohín en labios de su padre.

— Sigo aquí, ¿eh? — bufó.

— Es difícil no ver un poste gruñón — se mofó su novio — Ven aquí, guapo. También hay besos para ti.

El tren que debían abordar arribó al andén en ese momento, Sehun estaba acostumbrado a que nadie se levantara y le cediera el asiento, pero no pensaba dejar que Luhan fuera todo el camino parado con su niña en brazos. Sentó al castaño en el primer sitio libre que divisó y se acomodó a su lado hasta que un par de estaciones después, la chica junto a ellos bajó y pudo ocupar su lugar.

Seulgi jugueteó con el arito de plata en su oreja, hasta que el traqueteo del subterráneo la arrulló y acabó dormida. Luhan hablaba hasta por los codos, demasiado emocionado por la noticia sobre la última audición a la que podría presentarse y esperar a que su talento le mereciera un lugar más cerca de su sueño. Sehun no leía a Shakespeare, pero conocía la obra de Romeo y Julieta y pensaba que el chino sería un excelente protagonista.

Cuando llegaron al parque, la fila para comprar los boletos era tan larga que les tomaría unos veinte o treinta minutos acceder al lugar. Sehun no tenía problema, pero sabía que los brazos tendían a engarrotarse cuando cargaban a un bebé dormilón. Le dijo a Luhan que lo avisara si quería cambiar y entonces él llevaría a la niña y su novio podría hacerse cargo de la rechoncha maleta.

Mientras aguardaban su turno no les importó que osita durmiera, pero comenzaban a preocuparse de que Seulgi no viera nada del sitio cuando durante los primeros minutos del viaje la niña continuó ronroneando contra el pecho de su papá. Al final, Luhan optó por conservar sus brazos y no hacerse el héroe cuando las extremidades ya empezaban a hormiguearle.

— ¿Habías venido algunas vez? — le preguntó Sehun, mientras recorrían los alrededores.

— En realidad, no. Me mudé a Corea hace unos cinco años, luego de rogarle a gege para abandonar administración y dedicarme a la actuación. No he visto más que unos cuántos sitios en Seúl, la mayoría de paso.

— Admito que es difícil imaginarte dedicándote a la gestión de empresas. Me gustas más sobre un escenario — comentó, entrelazando sus manos. Seulgi viajaba en la cangurera, así que fácil podía sujetarla con la zurda y aferrar los dedos de su novio con la diestra.

Habían llegado a la primera sección de animales, las llamas, los zorros y los venados saludándolos desde sus jaulas. Los Oh encontraron fascinantes a los cervatillos, pero Luhan sentía como si en cualquier momento fueran a arrojarlo dentro de la jaula también y apremió a su chico para que se marcharan de ahí. Vieron cebras, jirafas, elefantes, tigres e hipopótamos.

Seulgi rompió en llanto cuando un monito saltó justo frente a ellos, pero aunque el cristal le impedía hacerles nada, la niña era todavía muy pequeña para comprenderlo. Sehun la contuvo lo mejor que pudo, pero se acercaba la hora de la comida y su hija no estaba dispuesta a superar el episodio con los micos hasta después de que saciaran su pancita.

El rato que su papá tardó en encontrar dónde tumbarse a alimentar a su niña, Luhan se hizo cargo de la situación y para mitigar el llanto incesante, comenzó a cantar bajito. Osita se calmó poco a poco, disfrutando el sonido que brotaba de sus labios, igual que cuando en casa se acurrucaban en la mecedora y el castaño le dedicaba las más dulces melodías.

— ¿Sueles cantarle cuando se echa a llorar? — preguntó Sehun, una vez se apretujaron en una banca y osita pudo atiborrarse con los trocitos de pera y banana que había preparado para ella. Luhan asintió con la cabeza.

— Creo que le gusta la música, nada me funciona tanto como cantarle.

— Genial, otra cosa por la que estar celoso — bufó, medio en broma, medio en serio.

— Qué envidioso saliste — Luhan se mofó — Si quieres oírme cantar sólo tienes que pedirlo y pagar por ello.

— ¿Disculpa? A osita no le cobras.

— Claro que lo hago. Yo canto y ella no llora — explicó, sonriendo — ¿Tú que me darás a cambio?

— No lo sé... tendré que pensarlo.

— ¿Y qué tal un beso?

No tuvo que decirlo dos veces, apenas la insinuación escapó de su boca, Sehun se inclinó hasta saborear con sus labios las cerezas dulces que se derramaban sobre los del contrario. Luhan procuró que su caricia no incomodara a Seulgi, aunque al final tampoco quedó satisfecho. Comenzaba a necesitar más de lo que hasta el momento había obtenido y no tardaría en hallar una oportunidad para ir por ello.

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«Realmente tengo que conseguirme un carro» pensó.

Había atardecido cuando su aventura en el parque llegó a su final. Seulgi parecía haber disfrutado del paseo, aunque no tanto como su canguro, quien se olvidó de actuar como adulto apenas detenerse frente a la jaula de los leones marinos y los pingüinos. Le gustaban los animales acuáticos, así que Sehun prometió llevarlo al acuario en su siguiente cita.

Antes de marcharse, visitaron el área de comida e hicieron una parada en la tienda de regalos, donde obtuvieron peluches de ciervo y una gorra con orejitas de oso para la pequeña. La temperatura descendió mientras se dirigían al metro, Seulgi estaba a resguardo gracias a la ropita que su papá había echado en la pañalera y Luhan siempre podía hallar refugio apretujándose contra su novio.

Entonces, sólo unos minutos después de haber encontrado asientos en el tren, osita se quedó dormida echa un ovillo entre sus brazos y su chico aprovechó su hombro para apoyar la cabeza, cerrar los ojos y acabar roncando bajito contra su brazo. Sehun intentaba no moverse demasiado e importunar los sueños de las personas que amaba, pero hacerlo empezaba a adormecerlo y quién sabía dónde acabarían si él también se dormía.

Por fortuna para él, se acercaban a su estación. No tenía más remedio que despertar a Luhan, aunque ojalá no se hubiera inclinado, pues la imagen que el castaño le regalaba atentaba peligrosamente contra cada uno de sus sentidos.

— Vamos, cariño. Abre los ojos o acabarás tropezando cuando bajemos y no creo que pueda sujetarte a tiempo — murmuró, entonces.

Luhan se habría rehusado a despertar, de no ser porque acababa de recordar el bultito entre los brazos de su novio y no podía ser tan egoísta como para darle a Sehun alguien más de quien preocuparse. Todavía bostezando, bajó del tren y no se dio cuenta que el rubio le arrastraba en la dirección equivocada al dejar atrás la estación, hasta que se disponían a cruzar la calle. Buscaban el autobús a casa de los Oh, pero la ruta a su apartamento se hallaba hacia el otro lado.

— Sigues soñando si crees que dejaré que vuelvas a casa solo, a esta hora y medio dormido — apuntó Sehun, cuando cayó en la cuenta de lo que su novio pensaba.

— Vamos, he vuelto a casa medio borracho y jamás me he perdido — alegó — Estaré bien, lo juro.

— También lo estarás si cierras el pico y vienes con nosotros. Además, dudo que yo sea capaz de dormir si no es contigo.

Y así como Luhan le había sonsacado una cita familiar, esta vez fue el turno de Sehun para convencerlo de pasar la noche en su casa.

🍼 Continuará... 🍼

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