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🍼 «Música, historias y besos» 🍼

La gente podría no entenderlo, pero algunos años más tarde cuando Seulgi presumiera a su artista favorito, diría que el tenor lírico de su voz era justo como los rayos del sol. No podría explicarlo, pues para hacerlo habría de sumergir al mundo en el mar de sus recuerdos, hasta esa tarde de otoño en la soledad de su habitación, cuando Luhan la sostuvo en brazos y entonó «Your love».

Era la hora de la siesta, el instante en que la música se convertía en la mejor amiga del chino. Había dado con un método infalible para apaciguar el genio de la pequeña y no pensaba soltarlo a menos que fuera absolutamente necesario. La magia del hechizo, sin embargo, no resultaría tan poderosa sin la silla dormilona para mecer a osita o la cálida luz colándose entre las persianas para cobijarla.

Antes de que se diera cuenta, Seulgi dormía contra el pecho del canguro y sus manitas se aferraban con fuerza a la tela de su camiseta. Tal vez le perdonara por abandonarla hacía un par de días, pero eso no significaba que el asunto estuviera olvidado o que no fuera a evitar que se repitiera. Tampoco debía preocuparse, Luhan no iba a ir a ninguna parte.

«Ya es muy tarde para salir corriendo» pensó.

Estaba demasiado encariñado, Seulgi y Sehun se habían abierto un camino hasta su corazón y lo peor era que el espacio que ahora ocupaban resultaba tan grande que arrojarlos fuera equivaldría a vivir con un horrible y doloroso vacío en el pecho. La culpa no era suya, nadie que conociera al padre y su hija podría evitar caer de rodillas ante su encanto, aunque él lo había intentado.

O eso le gustaba pensar. Quizás sus esfuerzos pudieran cuestionarse y parecer bastante pobres, pero Luhan diría hasta el final que en algún punto intentó mantener las defensas y contener sus emociones. «Y lo habría logrado de no ser por ese tramposo...» bufó para sí, recordando el beso en la mejilla y la absurda palabra con H que Sehun eligiera para encandilarlo y mantenerlo pensativo el resto del día.

¿Qué habría estado pensando cuando lo hizo? ¿Imaginaría si quiera lo que provocaría en el canguro?

No queriendo provocarse él solo un dolor de cabeza, Luhan hizo a un lado los pensamientos tan locos que atiborraban su mente y se aseguró de que osita estuviera bien dormida antes de recostarle en la cuna para luego ir a la cocina, donde un montón de trastos aguardaban a que se hiciera cargo. Había ensuciado más de la cuenta preparando el almuerzo y debía aprovechar para lavarlos o Seulgi despertaría y le entretendría.

Mientras limpiaba, puso a correr los podcast de actuación que solía escuchar, terminando al menos dos episodios antes de pasarse por la habitación de Seulgi y asomarse a su cuna sólo para descubrir que osita estaba despierta. No lucía molesta por no verle cerca cuando abrió los ojos, al contrario, la sonrisa en sus labios indicaba que la alegraba concluir su siesta y encontrar al castaño junto a su cuna.

— ¿Deberíamos estirar un poco? — le preguntó, tomándola en brazos.

Se había vuelto una costumbre juguetear luego de la siesta vespertina, Luhan leía mucho sobre la estimulación del desarrollo así que solía montar obstáculos o sentar a osita lejos de sus juguetes preferidos y animarla a gatear. Acababa de descubrir lo mucho que Seulgi se divertía cuando imitaban sonidos y no negaría que estuviera un poco enamorado de sus risas cuando ponía música y la sacaba a bailar.

Esa tarde perdieron un montón de tiempo y estaban por completo agotados cuando el castaño los tumbó a ambos en la alfombra de la sala. Seulgi se hizo un ovillo en su elefante y Luhan tardó apenas unos minutos en imitarla, cerrando los ojos hasta quedarse dormido. Cuando despertó, llamaban al timbre y Sehun se hallaba en la puerta, recibiendo el pollo frito que hacía rato hubiera ordenado.

— Que bueno que despiertas, me preocupaba haber pedido demasiado y terminar cenando solo — le dijo.

Luhan espabiló, cayendo en la cuenta de que acababa de romper su promesa, pues no se suponía que durmiera mientras se hallara en servicio. Iba a empezar a disculparse cuando la mano de osita tiró de su meñique. Había dejado la mano cerca al caer rendido y Seulgi se sujetaba al único dedo que era capaz de rodear con toda su palma.

— Me impresionas — espetó Sehun — Además de mí, no suele aferrarse tanto a las personas. Supongo que se siente demasiado cómoda y segura cuando está contigo.

— ¿No te molesta? — preguntó — He oído que los padres suelen ser algo celosos y posesivos.

— Siento un poco de celos, pero no es de ti. Anda, vamos a cenar.

Recostaron a osita en la camita plegable que solía acompañarla cuando iba a casa de sus tíos y se sentaron en torno a la mesita de centro para disfrutar las piezas de pollo y las cervezas que el rubio había incluido a su orden, sin enviar a Seulgi a otra habitación. Ninguno de los dos quería apartarse de ella y en algún momento de la velada, era probable que despertara y pidiera su biberón.

— ¿Qué tal ha ido todo? — se interesó Luhan, recordando los nervios que hubieran puesto a Sehun en modo bobo por la mañana.

— No estuvo mal. Tu hermano nos acompañó al sitio de la obra y habríamos vuelto antes a la oficina si sólo aprendiera a cerrar la boca de vez en cuando.

— Dímelo a mí — suspiró — Creo que es un TOC, no puede soltar algo hasta asegurarse de que sea perfecto.

Sehun rio, dándole la razón. Le habló del proyecto, quería que el chino se hiciera una idea concreta de lo que construirían en ese lugar y no negaría lo mucho que disfrutaba de tener a alguien con quien charlar de lo que le apasionaba. Chanyeol tendía desahogarse con él, su cuñado entendía a la perfección el sentimiento, pues Baekhyun rara vez se interesaba tanto en la arquitectura.

Al contrario de su hermano, Luhan no parecía aburrirse de escucharlo y si no comprendía algo, no dudaba en preguntarle, la expresión en su rostro tornándose brillante al desaparecer la niebla en su cabeza. Pasado un rato, fue turno de Sehun para escuchar. El castaño tenía un montón de cosas que compartirle respecto a su hija, aunque el menor también se interesó por los podcast que oía mientras osita dormía.

— Me gusta estar contigo — murmuró Sehun, apoyándose contra el sofá a sus espaldas — Se siente... correcto, cuando se trata de ti.

Habían terminado se cenar y se dedicaban a charlar, disfrutando de las cervezas que aún quedaban en la bolsa como si el rubio no tuviera que trabajar al día siguiente o Luhan coger el autobús de vuelta a su hogar.

— También me agrada pasar tiempo contigo — murmuró el castaño, sin atreverse a mirarlo. Las mejillas le ardían, aunque no sabía si debía a la plática o al alcohol.

— Otra vez lo estás haciendo.

— ¿Qué cosa? — preguntó, confundido. Sehun sonrió, encantado con lo adorable que se volvía el chico a su lado sin siquiera darse cuenta.

— Sonrojarte. Te miras tan hermoso que me distraes.

Era como revivir lo sucedido por la mañana, excepto que en esta ocasión, Sehun podría disfrutar al ver la reacción que sus palabras provocaban. La sonrisa tímida, el rosado intenso de sus mejillas, los nervios que le acometían, como si una manada de rinocerontes hubiera decidido bailar en su pancita.

— ¿Acostumbras avergonzar a todos los niñeros?

— No, realmente lo hago porque se trata de ti — declaró — Me gustas, Luhan.

Tres palabras y los rinocerontes en su estómago habían mutado en mamuts. Se sentía mareado y emocionado, tan fuera de sí que un meteorito podría haber caído en ese momento y Luhan ni siquiera lo habría notado. Observando al hombre frente a él, aunque la intención principal fuera rehuir su mirada, el castaño intentaba asegurarse de que lo que había escuchado no era una mentira o una invención de su soñadora cabeza.

Sehun le sostuvo la mirada, esos finos labios pronunciando una sonrisa sincera y tan preciosa, que resultaba difícil concentrarse y no sucumbir a la necesidad de comerle la boca.

— También me gustas — admitió.

La sonrisa del rubio se ensanchó y los ojos le brillaron con la emoción de saberse correspondido. No estaba seguro de la respuesta que Luhan le daría, así que escuchar que también gustaba de él ponía a su corazón a latir como loco. Podría haber terminado con toda distancia entre ellos y probar los labios cereza del chico a su lado, no obstante, tenía algo más que decir.

— Sé que debería disculparme por admitir lo que siento cuando todo lo que puedo ofrecerte viene acompañado de un bebé. Es sólo que hacerlo sería como arrepentirme de criar a Seulgi y ella... ha puesto mi mundo de cabeza, pero es mi hija y la amo. No puedo avergonzarme...

— Tampoco querría que lo hicieras — le interrumpió Luhan — No tienes que disculparte de nada, al contrario, lamento agregar más peso a tu vida, como si osita y el trabajo no fueran suficiente. Ojalá pudiera prometer que no cometeré errores, al menos te daría menos de lo que preocuparte.

— Que va — suspiró Sehun — Si la paternidad me ha enseñado algo, es que los errores son parte del proceso. Al menos tú sabías en que te metías cuando te contraté de niñero.

— ¿Nueve meses no fueron suficientes para hacerte a la idea de que serías padre?

El rostro del rubio se transformó, como si acabara de recordar algo que no le producía la mínima alegría. Luhan no alcanzaba a comprenderlo. Si se tratara de un hombre distinto, alguien que pensara en su hija como un impedimento, tal vez le cabría en la cabeza que el anuncio de su llegada no provocara alguna emoción. Pero era Sehun, aquel que amara a su hija más que a ninguna cosa en el mundo.

¿Acaso no había sido así siempre?

— Jamás creí que Seulgi sería parte de mi vida — repuso el menor — Tenía un montón de planes. No rehuía la paternidad, sólo imaginaba que llegaría hasta que cumpliera el resto de mis sueños. Irene era diferente, soñaba con ser madre más que nada en la vida. Las relaciones le daban pereza, pero odiaba la idea de mirar al bebé y encontrar en sus facciones a un perfecto extraño.

«Tampoco quiero arriesgarme. ¿Y si condeno a mi hijo a ser feo?» recordó, la voz en su cabeza trayendo de vuelta a aquella chica.

— Fue casi un milagro que quedara en cinta a la primera inseminación, lloró como un bebé cuando se enteró — siguió diciendo — El día que llamaron del hospital, salí corriendo de la oficina y tomé el primer tren a Busan. Irene sabía que sería difícil, llevaba meses lidiando con un embarazo riesgoso. Las cosas se complicaron durante el parto, los médicos pusieron primero la vida del bebé y ella...

Sehun nunca había tomado un permiso en el trabajo, así que el jefe lo consideró extraño (y urgente) cuando pidió que le otorgara diez días de licencia. Ocupó tres en el hospital, dos más en el funeral y el resto los dedicó a intentar acostumbrarse a tener una hija. Irene había querido que la niña quedara a su cargo. Ningún Bae se opuso, conocían su amistad y creían que Seulgi estaría a salvo con él.

— La paternidad no estaba en mis planes — reafirmó — Pero aunque ha sido difícil, no cambiaría un día de mi vida con osita. Al final, supongo que tienen razón. Nadie nace sabiendo cómo ser padre.

Luhan asintió, todavía sobrecogido por la historia que Sehun acababa de compartir. Pensó en su hermano y en el hecho de que sacrificara su infancia por criarlo a él. No estaba obligado a hacerlo, pero la idea de abandonarlo no pintaba de nada en su concepción de familia. «Qué afortunados fuimos al tener a hombres como estos con nosotros» se dijo, refiriéndose a osita y a él mismo. 

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El cielo aún no había aclarado, cuando en el apartamento de los Oh estalló el caos.

Ninguno de los dos adultos, durmió nunca con los oídos tan cerca de un megáfono, pero quedar inconscientes frente a la camita plegable donde Seulgi roncaba se le parecía mucho. La experiencia no fue agradable, al contrario, no bien escucharon el potente llanto con que la niña los despertó, ambos hombres pegaron el brinco de sus vidas.

De haber estado solos, tal vez se hubieran sorprendido por pasar la noche en la alfombra, Luhan usando a Sehun como almohada y el rubio con el cuello colgando igual que un muñeco de trapo. Apenas recordaban quedarse dormidos, la nebulosa post-sueños distorsionando las memorias que cobrarían sentido cuando atendieran a la pequeña llorona a sus espaldas.

— Debería grabarte — le dijo Luhan a osita, una vez la hubo acomodado en sus brazos — Jamás volvería a llegar tarde, tienes el llanto perfecto para que alguien se olvide del sueño. ¿Te estás riendo?

La bonita sonrisa que Seulgi le dedicaba, se ensanchó cuando hizo cosquillas en su pancita. No había rastro de lágrimas, de modo que el berrinche sólo había sido para llamar la atención. Sehun estaba acostumbrado a que su hija le despertara e hiciera correr a su habitación ni bien oírla llorar, pero era la primera vez que Luhan tomaba parte en la rutina de buenos días.

— Menuda tramposa. Ignoras la hora de la cena, pero atentas sin piedad con el horario de sueño de papá — señaló Sehun, al reparar en la hora — ¿Qué pasa? ¿A qué viene esa mirada?

— No debiste recordárselo. Te habría ido mejor si sólo hubieras preparado el desayuno — se mofó el castaño, disfrutando de la expresión enfadada que Seulgi le dedicaba al rubio.

Sehun sonrió, divertido. Se inclinó para besar la mejilla de su hija y antes de levantarse, deposito también una dulce caricia en el rostro de Luhan. Tardó sólo algunos minutos preparando la botella, volviendo a la sala dispuesto a merecer el perdón de osita. Grande fue su sorpresa cuando Seulgi se negó a ir con él, demasiado cómoda entre los brazos del chino.

— Mujeres, todas son iguales — bufó.

El castaño ahogó la risa que le provocaba descubrir de dónde había sacado Seulgi lo berrinchuda y se dedicó a cuidarla mientras Sehun iba arriba, a prepararse para la oficina. En tanto, Luhan revisó los mensajes del teléfono, imaginando los textos que sus amigos habrían escrito. Había pasado la noche fuera sin aviso alguno, Minseok quería que se reportara antes de las siete o acabaría reportándolo como persona desaparecida.

No dio detalles, pero era consciente de que los otros querrían saber la historia completa apenas volviera a casa. Se preguntaba si debía ir al apartamento para ducharse y cambiarse la ropa, el horario de... ¿su novio?... no alcanzando para que diera tantos rodeos. Seguía dándole vueltas al asunto cuando Sehun apareció, vestido con un traje negro que estuvo a punto de provocarle un infarto y es que el rubio era demasiado guapo para la salud de nadie.

— Dejé ropa limpia en la cama. Las toallas están en la gaveta del baño, lo mismo que los cepillos — le dijo el menor, ajeno por completo a lo que acababa de provocar en el chino.

— Gracias. ¿Estarás bien solo mientras me ducho?

— Creo que sobreviviré. Igual no tardes, osita ya sabe que estás aquí y va a hacer berrinche si no andas cerca.

Luhan no lo dijo, pero el apego que la niña comenzaba a mostrarle, entibiaba su pecho de una forma alucinante. Dejó a la pequeña en brazos de su padre, Seulgi lucía menos enfurruñada ahora que tenía la barriga contenta y fue arriba. El vapor recubría los azulejos del baño, recordándole al hombre que se hubiera duchado antes que él. «Idiota, estás en horario familiar» se regañó, cuando empezó a acalorarse.

Tomó el baño más rápido del mundo y se enfundó en las prendas que Sehun le había dejado. Tuvo que doblar las mangas de la playera, pero los pantalones no fueron un problema. Cuando volvió abajo, se encontró con que el rubio ya había aseado a osita, ahora usaba un trajecito verde y un lazo con flores en el cabello.

— ¿Tienes hambre, Han? Falta un rato para que tenga que irme, creo que incluso me da tiempo a preparar panqueques.

Seulgi rio entre sus brazos, quizás pillando la indirecta. Había llorado hora y media antes de que su padre debiera despertar, así que el rubio tenía noventa minutos de tiempo extra.

— Suena bien, ¿te ayudo con algo?

— Acá, poquito le faltaba para empezar a pedir por ti — espetó, entregándole a la niña que tan pronto estuvo en sus brazos se hizo una oruga contra su pecho. Luhan sonrió, cada vez más acostumbrado — Oye, no quiero parecer demasiado celoso, pero...

— ¿Asustado, Potter? — se mofó — Un poco de competencia por el corazón de tu hija no te vendrá mal.

— Compartir el cariño de osita no es el problema aquí, bonito. Me refería a que empiezo a sentirme algo celoso de que mi hija tenga más oportunidades que yo para estar con mi novio.

No pudo evitarlo, Luhan se sonrojó. Pasaría un rato antes de que se acostumbrara a las cosas que el rubio decía, sobre todo porque acababa de caer en la cuenta de que hasta ese momento, no conocía a Oh Sehun en plan romántico. Había visto su faceta como padre-arquitecto, pero le esperaba un largo camino ahora que novio se añadía a la lista. «Por suerte aprendo rápido» pensó.

— Si lo que quieres es abrazarme, sólo tienes que pedirlo.

Esta vez fue el turno de Sehun para colorarse, robando al chino la sonrisa más bonita que le hubiera dedicado jamás. Fue una mañana increíble para los tres, aunque demasiado breve pues antes de darse cuenta, el rubio debía coger su portafolio y marcharse a la oficina. Luhan y Seulgi lo despidieron en la entrada, osita le dio un beso baboso en la mejilla y el castaño...

Tuvo que pararse de puntitas para alcanzar sus labios por encima de la cabecita de la niña, pero cumplió su cometido. Acababa de darle el primer beso a Sehun.

— Te veo a la noche — le dijo, empujándolo para que se marchara de una vez por todas. No iban a decírselo, pero Luhan y su hija alcanzaron a escuchar cuando el rubio exclamó, desde el pasillo:

— M-Me besó... ¡Ese hermoso ángel me besó!

🍼 Continuará... 🍼

Una disculpa por la demora, estuve enferma y me olvidé de todo 🤧

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