Tercera parte: La cerveza de Triple T
Al momento de entrar al sendero, y tras haber iniciado de nuevo en el primer día, Salty se encontró con un frio atroz, el cual se hacía cada vez más evidente conforme pasaba el mismo. Los lindos árboles de color amarillento, rojizos y anaranjados, yacían cubiertos de nueve, como si fuera una especie de mascara o así fueran sus hojas.
Lo peculiar comenzó cuando vio el final del sendero, que daba con un barranco. Más que una vista agradable, Salty sentía bastante asustada por el fondo.
No era cosa del otro mundo, pero mirarlo desde lejos, le hacía sentir algo de escalofríos en lo que veía. Era una enorme ciudad, de castillos, con enormes puentes y edificaciones que colgaban inclusive de las partes más altas de otros cuerpos rocosos. Eran parecidos a los jardines flotantes de Babilonia, en Egipto. Muchos de ellos mostraban lo que se veía como una enorme escalera de tela, con escalones de bambú, con los cuales podían descender a la superficie. Atrás de todo ello había varios colosales castillos. Todos ellos, adornados con cierto ímpetu de egocentrismo papal o europeo, se postraban arrogantemente en el centro de la comarca, siendo la atracción más llamativa para el público en general.
-Creo que no sería buena idea bajar desde aquí – Se dijo a si misma Salty.
Salty descendió lentamente, en busca de las piedras más cercanas para evitar caer bruscamente hacia el enorme complejo y basto conjunto de hogares.
La angustia de la pequeña niña se veía en su mirada, la cual tenía demasiado fija en la nada misma, como si de un horror inenarrable se tratase. El vértigo era sumamente dañino para ella, quien veía como un hormiguero la enorme ciudad debajo de la montaña.
Varias rocas se caían precipitadamente hacia el vacío, dejando una onda del rompimiento del aire en los oídos de la niña.
Además, ciertas criaturas que había en su haber, como lagartijas y arañas sin pelaje ni escamas, atormentaban a Salty.
Era cuestión de tiempo para que bajara en su totalidad, aunque, ciertamente y sin justificar, las criaturas siempre aparecían de forma espontánea, sacando un pequeño susto a la pequeña Salty.
Al tratar de evadir a los pequeños animales de la rocosa pared, se enteró de que esta se hacía más débil conforme pasaba el tiempo.
Tal vez fueron dos o tres minutos antes de bajar al primer atisbo de tierra firme cuando la altitud y su descenso le empezaron a afectar físicamente. Sabía que se trataba de la montaña en sí, o tal vez del lugar y que no era su imaginación. Tuvo que aguardar las náuseas, para evitar desvanecerse en sí y también para evitar mirar hacia abajo.
Finalmente, agobiada aunque igual con determinación, pudo tocar suelo firme y se topó con la ciudad. Era un lugar sumamente oscuro, con lámparas de colores extravagantes en todo el sitio. Era como ver lámparas de neón como las que Yec ha contado que hay presentes en Las Vegas, en el planeta tierra.
Miró por todas partes y además de personas como las que conocía, también habían duendes, enanos, criaturas como las famosas medusas de aire, siendo condicionadas por todos los habitantes de esas tierras.
Se preguntaba que hacían tales ejemplares en manos de personas, de hombres y mujeres con una vida feliz.
Tenía entendido que las medusas de aire eran solamente criaturas de carreras y de deportes, las cuales nos podían ser usadas en otro tipo de actividades.
Salty continuó caminando por el enorme mercado, o más bien la ciudadela, sin forma definida, hasta encontrarse con un extraño sujeto. Este vestía como una mujer, pero no lo era. Sin embargo, parecía incluso burlarse de ello, haciendo una voz chillona en un baile, mofándose de algo cuya existencia era irreconocible para cualquiera.
-Oiga – Dijo Salty.
-Oh ho ho ho – Carcajeó el sujeto - ¿Qué te trae aquí linda niña de pelo rojizo?
-Disculpe – Dijo Salty – ¿Sabe algo sobre el arco de Jeane d'Arc?
- ¿Qué? – Dijo el hombre con una voz seria – Digo ¿Qué? – Dijo regresando a su tono paródico – No, no se nada sobre eso. Anda a jugar niña linda, no vuelvas a preguntar por algo así.
-Pero... – Salty no pudo responder, puesto a que el sujetó corrió con nerviosismo hacia los callejones para no encontrarse con Salty.
Salty no había notado varias cosas sobre el lugar, que eran desde luego, curiosas.
Miraba hacia el cielo y no parecía existir este. Pues había más casas encima de todo el mercado. Era como un espejo de la ciudadela. Mientras que la ciudadela, oculta entre sus enormes techos, los cuales parecían cubrirse o evitar las casas invertidas.
Las paredes repletas de moho en la mampostería del mercado no hacían si no demostrar que no era un lugar limpio, o al menos que siempre había humedad en él.
Para Salty era un tanto más oscura y menos amistosa la ciudadela de Emathem que la ciudadela del pueblo de otoño.
Siguió caminando a través de los tantos puestos de fruta y de otros objetos de venta; joyas, ropa, algunos artículos de magia, junto con cerveza de raíz, vinos viejos y licor a montones.
En ese preciso momento, un hombre calvo, con una enorme barba, amigable, con las mejillas sonrojadas, le habló a Salty.
-Oye pequeña – Dijo el cervecero - ¿Estás perdida?
-No... – Pensó un poco en sus palabras – Si, si estoy perdida.
- ¿Acaso tus padres no te están buscando? – Preguntó el calvo amigable.
-No... me han dejado aquí.
-Ay, pequeñita – Dijo el cervecero - ¿Quieres quedarte a esperar un poco a tus padres?
-Si – Dijo Salty con entusiasmo y alegría en sus miradas, corriendo hacia el interior del puesto de cervezas de raíz – Muchas gracias señor.
-No me agradezcas – Dijo el calvo amistoso – Mi nombre es Tak Teok Tinh.
- ¿Qué? – Dijo Salty torciendo su boca y con confusión en su mirada.
-Es mi nombre completo, pero puedes llamarme tripe T – Dijo el calvo alegremente.
-Si – Dijo Salty, sentándose en la silla que ocupaba Tak para descansar.
-Sabes – Dijo Triple T – Creo que tienes suerte de que casi no hay clientes. SI no, no te hubiera visto y seguirías vagando por aquí.
- ¿No tienes clientes? – Preguntó Salty.
-No... últimamente mucha gente ha querido ir hacia los puestos de los licores baratos... y ni siquiera se porqué si mi cerveza no es tan cara.
- ¿Qué tienen los licores baratos?
-Bueno – Dijo el cervecero – Los licores baratos tienen una mascota, tienen gente y yo no tengo nada.
Salty volteó a mirar al puesto de los licores baratos, miró como una botarga de un dragón muy oscuro bailaba, ofreciendo muestras del licor barato.
-Ya sé – Dijo Salty emocionada – Señor ¿Tiene mucha cerveza de raíz?
-Demasiada – Dijo Tripe T – Ojalá pudiera gastarla en algo.
-Tengo una idea – Dijo Salty - ¿Por qué no ofrece muestras de la cerveza a los que vayan pasando?
-Pero si eso ya lo hacen ellos.
-Si, pero no la hacen más allá del puesto. Puedo llevarlas si usted me dice que sí.
El señor Triple T se emocionó.
-Harías eso... ¿Por mí?
-Claro señor – Dijo Salty – Solo necesito que cuide mi bolsa de tela y yo me hago cargo del resto.
-Por supuesto que sí – Dijo Triple T dándole una bandeja de metal con algunas copas de metal, en las cuales había una prueba de su cerveza de raíz.
Salty dejó la bolsa de tela con el cervecero y caminó por todo el mercado, ofreciendo muestras de la deliciosa cerveza de raíz de Triple T.
Cuando pasaba una pareja de esposos, unos jóvenes amigos, mujeres en paños menores alegres, algunos ebrios y también criaturas como elfos, trolls, enanos e inclusive los híbridos de la misma estirpe que Turtk o Deltha, Salty siempre les decía "Prueben la deliciosa Cerveza de raíz de triple T, les va a encantar".
Al principio parecía ser ignorada por todos los que pasaban por allí. Sin embargo, poco a poco, seres de todas las razas y estirpes fueron hacia ella, con curiosidad.
- ¿Es cerveza de raíz? – Dijo una pareja de ogros.
-Si señorita – Dijo Salty – Y de la mejor calidad.
-Quiero probar – Dijo la señora ogra.
-No se te ocurra comprar tus estupideces.
-Pruebe un poco señor – Dijo Salty, levantando una de las copas del metal y ofreciéndosela al ogro.
Este tomó un sorbo, y rápidamente sonrió, terminándose toda la copa.
- ¿Les gustó?
-Nos encantó pequeña – Dijo el ogro.
-Si – Dijo la señora ogro - ¿Dónde hay más?
-Si quiere, puede ir al puesto de allá – Dijo Salty señalando al puesto de cerveza de raíz de Triple T – Es un señor muy cálido.
-Bien – Dijo el ogro, dándole una nalgada a su esposa - ¿Qué dices si vamos para allá, dulzura?
- ¡Ay! Esta cerveza es milagrosa – Dijo la señora ogra alejándose con su esposo – Hace mucho que no eras así, corazón.
Salty continuó dando muestras de cerveza de raíz, consiguiendo clientela para el señor amable y dejando que este cuidara su saco, donde tenía su reloj.
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