Tercera parte: El sendero hacia el Emathem
Al sacar un mapa, Edgar le indicó a Salty por donde tenía que ir en busca del arco de Jeane d'Arc.
-Saliendo de esta caverna – Dijo Edgar guiando a Salty por el mapa – Debes de rodear la ciudadela de otoño – En la salida que da cerca del puesto del carpintero que te mandó a vender una sandía el viejo de las frutas, debes mirar hacia la derecha. Allí hay un sendero, el cual se observa en medio de las montañas. Si miras unos pocos arboles o algo de vegetación, como naranjos o manzanos, inclusive arbustos y tal vez troncos desnudos, ahí es donde debes entrar.
- ¿A dónde me dirigirá el sendero? – Preguntó Salty.
-El sendero te conduce a Emathem – Dijo Edgar – En ese lugar habitaron muchos arqueólogos franceses, en donde uno de ellos tenía en su posesión el arco de Jeane. Ese arco está custodiado en una enorme fortaleza, la cual es prácticamente imposible de visitar por un humano común... pero tu no eres una humana común, con algo de magia y solo eso. Eres alguien que puede regresar en el tiempo. Eso es algo que nos ayuda con ventajas indescriptibles.
-Pero no puedo usarlo, así como así... una ardilla del bosque Krugther me lo dio con la esperanza de que supiera usarlo bien y no estuviera abusando de su utilidad.
-No es un abuso, solo será una vez. Deja te explico.
Edgar vio detenidamente a Salty y le dijo cuál era su plan.
-Debes de llevarte el mapa contigo, primero que nada, para que puedas guiarte. Cuando te encuentres en la entrada del sendero, debes de usar tu reloj para regresar en el tiempo y estar allí, dos días antes de que la caída de Ayeza perturbe al pueblo.
- ¿Por qué?
-Además de la necesidad de terminar antes de que algo malo suceda aquí y en toda la región, también está el hecho de que las criaturas que usualmente habitan Emathem son menos hostiles. Quizá sientan que la deidad cae lentamente o que va a caer.
- ¿Qué criaturas hay en el bosque? – Preguntó Salty.
-No lo sé, nadie lo sabe y quizá solo una persona que haya vivido aquí desde los inicios de la colonización de Plutón sepa que hay allí.
Salty pensó un poco, haciendo un rostro de miedo, sumamente tierno e infantil, que le hizo a Edgar darle una palmada en la espalda.
-Tranquila... por eso necesitas estar allí antes de que acabe este día. Que es dentro de unas horas.
- ¿Qué sería necesario llevar?
-Solo necesitas el mapa, todo lo que tengas en tu bolsa de viaje, en general, solo necesitas lo que ya tienes y lo que sabes.
-Vaya...
Salty pensó en lo que Edgar le había dicho de lo que de ahora en más iba a ocurrir. Un preludio del posible inicio de algo que no tendría vuelta atrás. Se perturbó al pensarlo y se paralizó.
-Salty – Dijo Edgar acariciando su cabeza – Se que será complicado, y creeme que lo haría yo. Pero si no vigilo a Ayeza, muy probablemente todo lo que significa este pueblo, sus habitantes, su historia, y parte de la región, se vería dilapidada por completo, destrozada y sin esperanza.
Salty salió de la parálisis al escuchar a Edgar decir:
-Tu eres la esperanza de este pueblo, más de lo que puede ser Ayeza o yo. Sin ti, este lugar va a perecer.
Salty se levantó, tomando el mapa, metiéndolo a su bolsa de viaje y le dijo a Edgar.
-Volveré con el arco – Dijo Salty con un semblante serio, aunque exagerado como una niña.
-Me alegra saber que te sientes mejor.
-No me siento bien, Edgar. Pero dijo Chio que, si somos valientes y enfrentamos el miedo, todos nuestros sueños se harán realidad.
Edgar no dijo nada. Ambos caminaron hacia el pasillo de piedras preciosas, no sin antes Salty darle los lentes a Edgar.
Siendo dirigida por Edgar, en la salida del pasillo de piedras, Salty se despidió de Edgar, caminando hacia la ciudadela para ir hacia la puerta cerca del carpintero.
Dejándola, Edgar entró de nuevo en la caverna. Viendo como la mano de Ayeza, en grilletes, se empezaba a mover.
-Por favor... Date prisa Salty...
***
Dia 2
La mañana había empezado, y lo primero que había hecho Salty, que era pasar por la ciudadela, ya había sido realizado. Ahora solo quedaba ir hacia el sendero.
Saliendo de la ciudadela, miró la pradera, en busca de montañas. Encontrándose frente a un bosque con las hojas amarillentas, naranjas y rojizas, las cuales eran adornadas con un sol emergente detrás de ellos. Era de mañana y Salty debía regresar al primer día que había caído en ese lugar.
Salty notó dos enormes montañas, las cuales cubrían lo que parecía ser una zona arenosa de la región. La pradera parecía acabarse en lo que era el sendero.
Salty miró detenidamente ese lugar, y caminó con tranquilidad hacia él. Los pasos se sintieron leves, pero la determinación de Salty era constante. Tenía la necesidad de salvar a los Getz, salvar a su familia, salvar a Eleanor y ahora, salvar a este pequeño pueblo, el cual podría desvanecerse en cualquier momento.
Ya estando en la entrada del sendero, sacó el reloj de su maleta y lo presionó. El lugar se decoloró, siendo blanco y negro, empezando a desintegrarse, a la par que el suelo debajo ella empezaba a caer, dejando que Salty fuera hacia el vacío, viendo manecillas en relojes sin números.
De la nada, todo se volvió oscuro y Salty vio como poco a poco, la entrada al sendero se hacía cada vez más lucida.
***
Día 1
-Bien... – Dijo Salty.
....A empezar.
Salty emprendió paso veloz en la entrada del sendero.
***
Zeith se encontraba lejana, muy distante de lo que era toda la comarca, en los alrededores del bosque Krugther. Ella parecía que tenía que reunirse con alguien. No era la misma Zeith de siempre, quien tenía un carácter incluso pecando de ser sumisa frente a cualquier persona. Parecía ser muy diferente, demasiado, a lo que se había mostrado hasta ese entonces.
Zeith tenia los ojos abiertos, sus manos descubiertas y un caminar algo precipitado, se dirigía hacia una de las colina aledañas a los exteriores del bosque Krugther.
A las afueras del bosque se encontraba una sociedad por completo diferente. Un mundo que tal vez jamás vería Salty. Eran eternos campos de un verdor sin precedentes. Una apariencia meramente sofisticada para un mundo como ese. No funcionaba a raíz de la magia, sino que era lo más natural de ese mundo. Algo que, de alguna forma, le recordaba un poco al mundo del cual proviene; la tierra.
A sus espaldas, una mujer de cabello blanco corto y con ojos blancos caminaba, permaneciendo avizora de lo que Zeith decidiera hacer.
-No me sigas más, Moore – Dijo Zeith, con un tono serio pero tranquilo.
-No lo hago, Zeith – Dijo Moore – Sin embargo es mi deber como tu dueña no dejarte ir, ¿sabes?
-Lo comprendo... Me ha sido informado todo ello en el momento que fui obligada a abandonar las instalaciones del instituto L.Y.N.X.
- ¿Entonces porqué no quieres ser vigilada por mí?
-Porque cualquier cosa que haya dicho Ruben, sería algo que jamás podría seguir.
-Si, y entiendo eso Zeith. Lo comprendo mejor que nadie.
-Lo comprendes, pero no es lo mismo entenderlo que accionar sobre la marcha. Es igual a saber que ocurre y no querer hacer un cambio.
-Soy alguien sumamente meticulosa. No suelo hacer algo si no me encuentro completamente segura. La decisión de tenerte fue consecuencia de mi pensamiento analítico.
-No creo que ese pensamiento pueda ayudarnos mucho. Honestamente creo que no tienes nada más que decir y buscas excusarte contra mi para que no te abandone.
-Es correcto. Veo que tu también eres muy perceptiva.
-Eres una dictadora, Moore. Te crees diferente, pero solo eres una de las tantas más personas que han hecho lo mismo, un millón de veces. Solo que en la tierra. Ya te sabes los nombres; Mussolini, Hitler, Castro, Stalin. No hay ser humano que no haya hecho lo que tú crees que harás.
-La diferencia con ellos es que lo estoy elaborando aquí, en el mundo mágico. Y que no voy a fracasar con ello.
-Hmm – Zeith se mostró algo sarcástica con ella en su mirada y continuó su paseo por la pradera, sabiendo que ella solo tenía un episodio de delirio de grandeza. Un clásico en Moore para ella.
- ¿Tienes miedo al cambio?
-Claro que no. Me da igual si lo haces Moore. Porqué de igual manera yo no soy de aquí. Yo no pertenezco al mundo mágico. Jamás lo he hecho. Mi vida, mi gente y mi historia está en otro lugar.
-La tierra. Hablas mucho de ella como si en realidad fueras una humana.
-Lo fui en algún momento, Moore.
-En el pasado fuiste una humana. Sin embargo, esos tiempos ya pasaron. Hice un trato con Ruben por ti. Puedo dejarte ir y que tu regreses a la tierra, pero dudo que eso sirva de algo ¿Entiendes por qué?
-Se de sobra que la tierra de este sitio no es la mía. Yo no pertenezco aquí.
- ¿Lo entiendes? – Moore comenzó a reír con lo que le había dicho a Zeith – Estás en un sitio en donde solo yo puedo otorgarte la vida y la paz que desearía cualquier persona.
-No en mi caso, Moore. Yo perdí la paz cuando fui asesinada.
- ¿Qué es paz para ti? ¿Integridad humana? Por si no lo sabías, eso es imposible. Tu jamás serás humana de nuevo. Debes de aceptar esa realidad. Por más que cargues con el pasado, la muerte de tu padre y quieras que te llame "Zuleima", jamás vas a ser un humano de vuelta. Tu muerte te cambió y tu camino te convirtió en lo que eres ahora. Una segadora de almas, que no solo podría matarme en este momento sino que es un riesgo latente para toda esta pobre gente.
- ¿Qué sentido tiene que te importe la gente si al final harás lo mismo o peores cosas de las cuales yo podría ser capaz, si tan solo perdiera la cabeza?
-Tu eres una humana, Zeith. Quizá no en fisiología o en tu aura, pero si en tus ideas. Y los humanos son una especie peligrosa. Tiene el poder de volar todo en pedazos si así lo desea.
-Lo se perfectamente, Moore.
-No lo entenderías. Yo vengo de un mundo donde nadie sabe en que confiar, si lo que crees es correcto o no, si tu realidad merece la preocupación que en verdad merece. Donde los derechos y la verdad son solo un mito. Un sitio en donde la única forma de vivir es odiar o ser odiado; pelear o morir; morir o ser asesinado – Moore dejó de mirar a Zeith para mirar al suelo. Definitivamente no parecía ser algo que le agradara de verdad comentar.
-Vienes de un mundo horrible, pero por más desagradable que sea el destino que te tocó, no te da derecho a actuar como aquello que te convirtió en ello. No solo es malo para el resto del mundo, sino que me da a entender algo sencillo en ti.
- ¿Qué cosa, Zeith?
-Que eres una mujer patética – Zeith se alejó, mientras el narcicismo de Moore se convertía en colera por las palabras de Zeith – Nunca podrás ser llamada "mujer", porque eres una niña pequeña, que no es capaz de superar sus propios problemas. Me da pena por mí que una persona tan incompleta sea lo que me encadenó a este sitio.
Zeith se estaba alejando lentamente, hasta que sintió como su cuerpo se paralizaba y su mente se dispersaba por completo. No era una sensación agradable en lo más mínimo. No podía ni siquiera gritar.
-Te diré una cosa, Zeith – Dijo Moore acercándose a la paralizada Zeith – Puedes decirme lo que quieras. Pero jamás te alejarás de mí. Y si paralizarte no es suficiente. Tengo una mejor arma en tu contra; el pobre Emile estaría decepcionado si lo dejas morir.
Moore sacó de su enorme bata un muñeco vudú de un demonio, con el cuerpo rojizo, cabello castaño, ojos abiertos y alas gigantes. Su cuerpo estaba repleto de agujas de madera con un líquido oscuro extraño.
-No... NONONONO – Zeith gritó desesperada, intentado deshacer la parálisis que la tenía atrapada.
-Shh – Moore puso su dedo índice de la otra mano en la boca de Zeith mientras ella gritaba desesperada – No temas. No le he hecho nada. De hecho, estas dos agujas lo único que hacen es evitar que muera. He hecho un trato con Abadón y he evitado que haya sido enviado al exilio, solamente por salvar a su amor; tu.
-Eres una... ¡AHHHG! – Zeith dio un grito desgarrador antes de terminar esa palabra. Su cuerpo se sentía como si ardiera en llamas y no podía hacer nada para evitarlo.
-Zeith... No quería llegar a esto, en lo más mínimo. Pero no tengo otra opción. Si quieres que Emile y tu sigan con vida, procura ser una mejor esclava.
Zeith, a diferencia de lo que pensaría cualquier ser de ella, tenía una devoción casi demencial por seguir allí; por vivir.
-Es... es... esta... está bien... está bien señora.
Y de nueva cuenta, Zeith es la mascota de Moore; que destino tan trágico y agobiante.
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