Segunda parte: El pueblo de otoño (III)

Día 2

Salty había dormido atrás de la paja compactada que se usaba para cubrir un tractor. Cuando el brillo del sol llegó a sus ojos, se despertó rápidamente y, tras un leve bostezo, emprendió un viaje hacia el centro del pueblo, donde muchos mercaderes empezaban a poner sus puestos, con fruta, joyas, hierbas y ungüentos. Salty pasó por allí, buscando a alguien para poder preguntarle sobre lo que había en el cielo.

Siguió mirando el firmamento mientras paseaba por el mercado, hasta que, por accidente, chocó con un hombre con gabardina, bigote enorme, nariz grande y cejas pobladas.

-Hazte un lado, niña – Dijo le hombre.

-Lo siento... oiga señor.

- ¿Sí? – Dijo amablemente.

- ¿Sabe usted lo que hay en el cielo?

El hombre volteó a mirar hacia las nubes, arriba de él, sin encontrarse nada.

-No se dé que hablas, niña.

- ¿Nunca lo han visto? – Preguntó Salty.

-No sé de qué hablas, ¿a qué te refieres? Déjame pasar – Dijo el hombre, con un tono apresurado.

Salty se quitó para dejarlo pasar, topándose con una mujer con niños. Le hizo la misma pregunta, pero igual que el hombre, no sabía absolutamente nada. Volvió a preguntar lo mismo con cuatro personas más y allí supo que no había persona que supiera sobre eso.

Detenidamente Salty observó el firmamento, a la par que reconstruía la silueta que había visto, con un rostro de boca abierta y ojos oscuros, inexistentes.

Sin embargo, no dejó que su mente se alejara de lo que debía de hacer; buscar a Zeith tal vez era una buena idea, y aunque pudo hacerlo, lo mejor para ella fue empezar a mirar el lugar.

La verdad y con cierto desaliento, Salty no sabía en donde se encontraba ni que podía hacer, salvo caminar.

Mientras miraba los puestos, cada uno de ellos abriendo de nueva cuenta como el día de ayer, notó que un puesto al fondo, con un anciano, parecía tener problemas para subir una canasta de fruta. Salty mirando con curiosidad, fue con el viejo, con paso firme a través de los puestos.

Llegó, y el anciano la miró. Salty miró la canasta y vio que tenía mucha fruta, en especial un melón y una sandía. El resto, reposando bajo ellas, eran ciruelas, uvas y otras tantas, incluyendo leguminosas.

-No puedo levantar esta canasta – Dijo - ¿Puedes decirle a tu papá que me ayude?

-No se preocupe – Salty le dijo al anciano, a la par que tomaba el melón y la sandía.

- Pero ¿qué haces, niña? – Dijo confundido el anciano.

-Intente levantar la canasta – Dijo Salty.

- ¿Por qué?

-Inténtelo – Dijo Salty inocentemente.

El anciano la levantó con tranquilidad, y con asombro la pudo poner en su lugar.

-Oh – Dijo el anciano – Creo que esas dos frutas que tienes me hacían difícil levantar la canasta, pero no tenía a nadie que quisiera ayudarme tomándolas.

-Si – Salty sonrió y rio un poco con el anciano.

-Oye ¿No eres de aquí verdad? – Preguntó el anciano.

-No – Dijo Salty – Soy de... otro lugar.

- ¿Otro lugar? Bueno, si vienes de "otro lugar" me gustaría saber cómo te llamas.

-Salty.

-Salty, como salado en ingles ¿No?

Salty miró confundida al anciano.

- ¿Cómo?

-Si – Dijo riendo el anciano – Recuerdo un poco de inglés, antes de llegar a este pequeño pueblo... fue hace años. Teníamos que sobrevivir unos viejos amigos y yo de reservas; una de ellas decía "Salty & pepper cheese", que era como "Queso con sal y pimienta". Cosas de colegas. Pero eso no importa mucho ahora. Muchas gracias, Salty.

-Si... de nada – Dijo Salty confundida.

-Oye, de casualidad ¿No tienes algo de tiempo libre?

-Bueno... creo que... – Salty pensó y pensó, dándose cuenta de que no había otra cosa que hacer, y si al menos quería sentirse bien con ella misma, debía ayudar, como mínimo, a ese anciano – Si, si tengo tiempo.

-Me parece estupendo – Dijo el anciano dándole una bolsa de tela café – Necesito que esas frutas que tienes, se las vendas al señor de la carpintería a las afueras del pueblo. Está cruzando todo el mercado hacia la entrada principal de la ciudadela. No salgas por el campo o te perderás. De hecho, está a la izquierda de ti la entrada a la ciudadela. En los limites de la misma, un carpintero, que tiene herramientas y algunos muebles expuestos, te recibirá las frutas. Pero ve antes de que acabe el día, o si no, no podrá pagarme lo que necesito y eso me pondrá muy triste.

-Si... lo haré señor.

-Gracias pequeña, espero verte aquí más rápido de lo que creo.

-Si – Dijo Salty metiendo la fruta en la bosa café – se lo prometo.

-Gracias – Dijo el anciano acariciando la cabeza de Salty – Eres muy amable.

Salty tomó la fruta con una mano y agarró con seguridad su costal de utilería que tenía en el otro lado.

Dejó el puesto y caminó con rumbo a la entrada de arco, con detalles en rojo carmesí en una pared de mampostería café, tal vez beige.

Pasó por dos guardias que vigilaban la entrada a la ciudadela, y al estar allí, Salty se sorprendió, ya que era más grande la ciudadela que el pueblo pequeño. Había algunas torres igual de ladrillos con cemento, una torre del reloj en el centro, un pequeño lugar de reposo, como si fueran dormitorios rentables, muchas personas, más que en el pueblo de afuera de la ciudadela, y muchos puestos y pequeños locales de cosas varias. Entre todos ellos había demasiados carpinteros, algunos vendedores de pócimas y en otros había comida.

Sin embargo, el puesto del que hablaba el anciano se encontraba en el límite de la ciudadela, siendo casi un guardián de la puerta a la salida alterna de la misma.

Salty siguió hacia la carpintería y se encontró con el mismo hombre que había visto en la mañana.

- ¿Qué quieres? ¿No te bastó con la respuesta que te di, niña? – No se tardó nada de tiempo para responderle de forma violenta.

-Señor ¿Quiere llevarse este melón y esta sandía? – Preguntó inocentemente Salty.

-Tú no tienes remedio ¿Acaso no...? – El hombre se detuvo y miró detenidamente las frutas y lo frescas que estaban - ¿Un melón y una sandía?

-Si – Dijo Salty mirando con sus brillantes ojos castaños.

-No hay hasta la primavera... de acuerdo – Dijo el hombre sacando un saco repleto de piedras negras – Toma todo lo que está en este saco.

El hombre le dio el saco a Salty, el cual era del tamaño de su cabeza.

-Gracias – Dijo Salty.

-Si, si, ahora largo – Dijo el hombre.

Salty regresó por donde vino y sonriendo, pasó por la infinita cantidad de personas de la ciudadela. No obstante, su atención se centró en un pequeño niño, a su costado, el cual bailaba de forma extraña, siempre de espalda, jamás de frente, con su rostro cubierto con lo que parecía ser una túnica o una cortina.

Con ello, Salty caminó hacia él, y vio como muchas personas le tiraban varias piedras negras en un sombrero negro que estaba a sus pies. Salty hizo lo mismo, sacando una piedra negra del saco y tirándosela.

-Gracias – Dijo el niño, volteándose hacia Salty - ¿Has visto lo hermosa que es la luna hoy?

Salty miró asustada al niño, porque tenía una mascara que le recordaba a la silueta que había impregnado aquella tarde el cielo. Con la misma mirada de desesperación y desolación.

-¿La-la-la luna? – Preguntó Salty con un tembleque en su voz.

-Si – Dijo el niño.

-No la he visto, pero voy un poco de prisa, te veo después – Dijo Salty riendo nerviosa y dándose la vuelta rápidamente.

-Si, te veo luego, tal vez nos veamos en el pozo de Aye...

El niño no terminó la frase, siendo interrumpido por otra persona que lanzó una piedra negra a su sombrero. "Oh, gracias, señor ¿Ha visto lo hermosa que está la luna hoy?" dijo después.

Todo era tan distante de casa para Salty y eso no hacía sino poner aun más angustiada a la pequeña.

Tras haber salido de la ciudadela y regresado al pueblo, Salty caminó hacia el anciano, un hombre en túnica morada con una boina militar.

-Oh, pequeña ¿Ya vendiste la sandía y el melón?

-Si – Dijo Salty elevando el saco hacia el anciano – Aquí tiene.

- ¡Témpanos! – Dijo el anciano eufórico de felicidad, empezando a bailar sosteniendo su túnica y riendo como chiflado – Es mucho más de lo que he ganado toda mi vida ¿Cómo lograste conseguir que ese necio cretino te diera todo esto?

-No sé, solo me dijo que me daba todo el saco, porque no crecen hasta la primavera los melones y las sandías – Dijo Salty alzando los brazos, con inocente ignorancia.

-Vaya, ni aun sabiendo eso pude venderlo al precio de esto – El anciano rio, sacando todo lo que había en el saco y contando todas y cada una de las piedras negras.

-Bueno – Dijo Salty – Si me disculpa, tengo que...

-Oh, no, no, no te vayas. Te prometí un premio si vendías a muy buen precio estas frutas – Dijo el anciano riendo.

-¿En serio? – Dijo Salty.

-O no lo recuerdo bien, pero te lo mereces – Dijo el anciano poniendo unas piedras negras en un saco pequeño y metiendo un objeto misterioso adentro también – Toma.

Salty tomó el saco, y buscando entre las piedras, encontró una pequeña llave de plata.

-¿Qué es esto? – Dijo Salty mirándo la llave asombrada por lo brillosa que era.

-Es una llave de un viejo amigo, pero que no te importe eso. Cuando la necesites, puedes venderla, pagan muy bien por la plata. Gracias niña, espero verte al final del año.

- ¿Final del año?

-Si ¿No lo sabías?

-No.

-Oh, cierto, que eres de "otro lugar" o como le digas. En este pueblo y en la ciudadela estamos a nada de cumplir otro año, en un día. Ya pasó ayer y hoy, mañana es nuestro ultimo día del año y al parecer todo brilla para un próspero nuevo capitulo en el pueblo de otoño.

- ¿Pueblo de otoño?

-Haces muchas preguntas, niña. El lugar en el que estas parada es el pueblo de otoño. Así se le llama no porque siempre estemos en otoño, si no porque somos vigilados por la diosa del otoño, o también llamada hechicera de otoño.

- ¿Hechicera de otoño?

- ¿Ves que haces muchas preguntas? – Dijo el anciano riendo y acariciando la cabeza de Salty – Solo te diré que no ha despertado desde hacia muchos años. Y siempre celebramos el fin del año, con un enorme carnaval que haga retumbar los muros de los otros pueblos, en busca de la ayuda de sus diosas o dioses, o de que nuestra diosa regrese. Pero te aburro con muchos detalles. Será mejor que hagas lo que tengas que hacer, y no olvides que espero verte en el festival del fin del año.

Salty se alejó del anciano y de su puesto de frutas. Tomando rumbo hacia la cabaña del otro día, donde se encontró a Zeith, teniendo la mínima esperanza de volvérsela a encontrar.

Entrando, la pequeña Salty caminó entre las mesas de apuestas, con la esperanza de encontrar a Zeith; fue entonces que el cantinero le preguntó a Salty.

-Disculpa, ¿buscas a alguien? – Dijo amablemente el cantinero.

-Ah, si señor – Dijo Salty – Busco a Zeith ¿La conoce?

-Ah, Zeith – Dijo el cantinero sirviendo un tarro de cerveza – Si, está en la ciudadela. Desde ayer no ha querido entrar más a la cabaña.

-Hum ¿Y no sabe en qué lugar pueda estar?

- ¿Acaso son psíquico? No niña, pero puede que esté en algún puesto de juegos de azar, o de cartas o de muestras gratis. Yo no se que le guste.

-Bueno – Dijo Salty – Muchas gracias, que tenga buen día.

-No me digas que hacer, ahora largo.

Salty salió de la cabaña y se dispuso a volver a la ciudadela, en busca de Zeith. Faltaban unas cuantas horas para el medio día, por lo que había "mucho tiempo de sobra".

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