Quinta parte: Un elfo traidor
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Las carreras de medusas del viento eran sumamente lucrativas. Dos de los mejores corredores de las carreras de medusas del viento eran seres un tanto extraños. Entre ellos un elfo de cabellera negra, oscura cual azabache, mirada decidida y de carácter imperturbable. El otro era un hibrido entre camello y toro, el cual se rumoreaba que era un humano que había sido encantado o hechizado, aunque no eran más que rumores difundidos en todos los pueblos y reinos. Ellos hablaban por F. Moore, para promover su reinado y, en posibilidad de participar para un reino sin conquistar, podían ganar y F. Moore podía tomar ese reino para sumergirlo en la perdición.
El elfo, llamado "Melena nocturna Turtk" y "El silencioso Eftast" eran los corredores de carreras de medusas para F. Moore. En toda la comarca eran leyendas, tan imponentes e importantes. Sin embargo, aunque su habilidad en las carreras les volvía héroes para sus devotos seguidores, en realidad eran mercenarios a favor de F. Moore, fungiendo en las sombras.
Una antigua construcción, proveniente de los tiempos de los inicios de los seres mágicos que habían comenzado a habitar Plutón, una estructura antiquísima, era habitada tanto por Melena nocturna Turtk y El silencioso Eftast, ambos, siendo visitados en pocas ocasiones por sus seguidores o devotos a F. Moore. Ellos siempre se mantenían aislados de las personas. Esta antigua construcción tenía pintura rojiza, tono ladrillo, en las paredes. Los pilares que sostenían la parte frontal de un balcón por encima de la puerta de entrada; un monolito metálico aplanado, al parecer de bronce, con detalles de raíces, flores y ramilletes en recuadros tallados.
La extensa vivienda tenía la apariencia de ser algo perteneciente a la realeza. Su gran cantidad de flores colgantes y macetas, junto a las tejas del techo que le daban un aspecto aun más clásico, eran lo que la diferenciaba de las demás estructuras, más simples y sencillas para los habitantes de aquella zona; lo que antes era el reino de otoño, aledaño al coliseo de F. Moore, donde no solo batallas con bestias eran llevadas a cabo, sino también carreras de medusas del viento.
Dentro de la casa habitaban tanto Turtk como Eftast, en una enorme extensión con una sala principal, con sillones de terciopelo rojizo, mesas de hierro incandescentes. Y frente aquella sala, la cual daba al aire libre, teniendo pilares pálidos sosteniendo el segundo piso, había un balneario extenso, donde tanto Turtk como Eftast, solían hacer charlas con otros colegas y a veces, alguna dama de compañía para ambos; ellos no escatimaban en gastos, pues el por su propaganda por F. Moore les daba suficiente ganancia para poder dirigirse en su vida personal.
No obstante, pese a los lujos, pese a todo lo que ellos habían logrado, existía un motivo, un objetivo sin completar, una retribución que ellos querían que les fuera entregada; lograr conquistar Oagyz, la ahora tierra protegida por la ultima guerrera del pueblo antiguo de Asehrzul.
- ¿Sigues pensando en eso, Turtk? – Eftast, con su apariencia extraña, pero porte fuerte e imponente, miró en silencio a la distancia a Turtk, quien veía el balneario, con el reflejo de la luna brillando en el agua, la cual, con sus ondas, distorsionaba el reflejo de la luz. En aquella casa antigua, aunque hubieran velas, no eran necesarias, pues Turtk quería permanecer en silencio y en penumbras, contemplando el agua de su balneario, solitario y extenso.
-Esto es algo que debo conseguir – Turtk estaba solamente con una toalla en su cintura, sentado en un sillón de terciopelo rojo, mirando detenidamente el agua, con su cabellera negra húmeda, sus músculos palpitando, entre tanto que acariciaba su barbilla, con pelaje colgante en el centro de la misma – Ese lugar se ha resistido a nuestra mano, a nuestro poder.
-Pero ellos jamás desistirán, y la reina Moore no se encuentra interesada en que haya una conquista a ese lugar – Eftast trataba de razonar con Turtk, quien no dejaba de mirar el agua, con aquellos ojos muertos mirando con detenimiento las ondas del agua yendo y viniendo; yendo y viniendo, cómo ellos.
-Esto ya no es por F. Moore... Esa zorra no es más que una forma de escalar lo más alto... ¡Oagyz debería ser mía, ni de nadie más! ¡No se trata solamente de un trofeo para Moore, Eftast! – Turtk se levantó de su sillón, y miró con detenimiento a Eftast – Se trata de algo que es personal.
-Turtk. No tienes porqué carcomerte por esto. Puedes continuar ganando lo que siempre quisiste... Tu titulo cómo el mejor corredor de carreras de medusa debería ser suficiente...
-Suficiente... - Turtk golpeó su mano contra una mesa de hierro incandescente, lastimando su mano, produciendo un estruendoso ruido e influyendo en que una jarra de vidrio con vino adentro, se desplomara, colapsando en el suelo y causando que el vino manchara el suelo, de losetas blancas – No vivo de la suficiencia, Eftast. Yo no soy cómo nadie en este mundo, ni tampoco cómo tú.
-Pero...
- ¡No tengas la osadía de compararme con nadie, ni pedirme que sea solo un conformista! – Turtk se sentó en su sillón de nueva cuenta – Si hubiera sido conformista hubiera dejado que Moore me secuestrara cómo hizo con los demás estudiantes de la academia, para que fuéramos sus esclavos, o para que estuviéramos a cargo del "viejo".
Eftast miró con cierta decepción a Turtk, mostrando con sus ojos, detenidos en la mancha extensa del vino rojizo en el suelo, que no estaba seguro si Turtk estaba en sus casillas.
-Quiero recordarte que fuiste tu quien decidió traicionar a los niños para protegerte...
- ¡Y protegerte, Eftast! – Turtk interrumpió a Eftast - ¡No olvides que velé por los dos cuando Moore tomó el colegio!
- ¡Yo no quería ser salvado si mi destino era este!
- ¡Eras tan cobarde cómo yo! ¡¿Qué te hace diferente?! – Turtk se levantó de su sillón, mostrándose irritado, y se acercó a Eftast con furia, empuñando un cuchillo pequeño de platino, brillante. Este cuchillo lo colocó en la garganta de Eftast, ocasionando que, con su filo imperturbable, lograra hacer una pequeña cortada y sangre fuera cayendo lentamente – Sabes bien cómo yo que, aunque no lo deseáramos, era lo único que nos podía evitar la muerte. Se que le temes a la muerte más que yo a ella.
-Estoy seguro que había otra forma – Eftast contestó temblando, al sentir la navaja en su cuello – Salty lo hubiera querido de otra forma, si tan solo nos viera ahora.
-Ella ya está muerta... Y déjame recordarte que ella no era nada de nosotros. Esa humana era una aberración para lo que significamos nosotros.
-Tu odias a los humanos sin que ellos te hubieran hecho algo.
- ¡Moore es una humana! ¡Chio también era humana, y una cobarde!
- ¿Y que me dices de Yec? ¿Acaso no tus padres eran también humanos que te adoptaron? ¡¿Amariel y Amaris debían sufrir por tu odio a los humanos?!
-Amariel estaba muriendo. Tarde o temprano su enfermedad le iba a pudrir su corazón y ella terminaría falleciendo. Y Amaris era solo un mocoso débil y engreído que pensó que su magia barata podría con mi dama negra.
-Turtk... No se si aquella guadaña o tu posición te ha corrompido... Pero puedo estar seguro que tu nobleza sigue adentro...
- ¿Ser noble ha servido de algo?
- ¿Ser cruel te ha hecho más feliz?
- ¡Ha hecho que le de más valor a vivir!
- ¿Pero a cambio de qué?
-No ha habido nada que haya cambiado – Dijo Turtk – Esa institución no era más que una farsa. Incluso Chio lo admitió al momento de que esta misma fuera destruida... No somos sino un vehiculo para avanzar y avanzar sin pensarlo detenidamente. Tu aceptaste seguirme los pasos para que Moore no te matara. Yo solo dialogué con ella para que pudiera darte la oportunidad... No te negaste.
Turtk retiró el cuchillo del cuello de Eftast, a la par que se adentraba en una de las puertas de la sala principal, en dirección al segundo piso; puerta que tenía a su lado una mesita de plata incandescente, y un colgante de diamante negro en ella.
-Le tienes miedo a la muerte tanto cómo yo, y ahora más que nunca valoras tu vida. No se que culpa tengo yo en desear lo mejor para mí y evitar que la vida misma se vuelva un martirio. Yo adoro ser quien soy ahora, y por más que sea cruel, es mejor que morir o habernos convertido en algo más... Moore nos enseñó de que es capaz con Chio.
-Turtk... ¿Te arrepientes de lo que has hecho?
-No he hecho nada que el miedo no hubiera elegido... Entonces no...
- ¿Acaso solo te mueves por el miedo?
-Cualquiera de nosotros, seamos humanos o no... - Turtk cerró la puerta antes de terminar su charla con Eftast, subiendo las escaleras de ese cuarto contiguo y dirigiéndose al segundo piso. Gotas pequeñas se derramaban en los escalones desde el cabello de Turtk.
***
Un bosque, tan lejano del resto de mundo, tenía en su corazón una nube de humo negro emergiendo, que no era más que algo incinerándose. Entre los árboles no había animales, no existía ningún tipo de fauna que pudiera advertir algo. Había muchos huecos, los cuales tenían cadáveres con tierra, ya cómo esqueletos, con armas y residuos de su vestimenta. La carne que tenían ahora había alimentado a los gusanos. Dentro del corazón, un extenso patio verdoso, que eran las afueras de una institución en honor a la libertadora Pamyt Gaaver, ahora solo había ceniza, revoloteando en el cielo formando una nube ennegrecida.
El cadáver de un hechicero fornido, de piel tostada y un sombrero enorme, estaba despedazado cerca a un árbol que estaba en llamas. Un elfo pequeño, niño más bien, sostenía su brazo izquierdo, el cual estaba roto, sangrante y sin poder moverse. Sus ojos estaban rojos por las lagrimas y el llanto. Su voz estaba rota y sus labios temblaban por un miedo indescriptible. Este elfo tenía el cabello dorado, amarillento, el cual estaba recubierto por una capa de ceniza que flotó de la academia incinerada.
Moviéndose de forma torpe, evitando ser visto, el elfo pequeño comenzó a adentrarse a lo que restaba de la academia, que no eran más que ruinas lentamente incinerándose por el fuego mismo de un caos inevitable. Todo era tan caótico y tan sofocante que pudo perder las fuerzas al moverse. Sin embargo, pudo recuperar la esperanza al escuchar a su cuidadora Chio peleando contra algo que estaba entre la polvareda oscura.
Más cerca que antes, vio detenidamente que no todo era cómo él creía. Su semblante esperanzado se volvía más y más apagado, viendo más lucidamente las siluetas que estaban en el gran salón, el gran lugar de audiencias para aquellos que llegaban o aquellos que recibían una retribución.
Dentro de la academia todo era muerte y destrucción. Cadáveres de cientos de niños y adultos que lentamente iban a ser reconocidos cómo hechiceros estaban postrados en las afueras de forma inerte. Varios niños que habían sobrevivido estaban escoltados por un mercenario, latiguero, que los llevaba a una carroza que resguardaba a los pequeños para ser llevados al "Viejo". Este "Viejo" no tenía cómo tal un nombre. Ni tampoco era alguien que fuera frecuente en las charlas de los mercenarios.
-Ya veo... Ya veo... - En el interior de la academia, con la estatua de Pamyt Gaaver destruida, la bruja F. Moore, con su melena pálida, ojos ennegrecidos, y su porte débil, pero de alto poder, miraba con detenimiento a una bruja de ojos negros con un destello brillante en el centro de los mismos – Juraste lealtad a esos pobres niños, cómo su protectora. Pero ellos me ofrecieron tu cuerpo y tu voluntad cómo un trueque por su vida. Ellos fueron tan devotos a ti... Qué lástima...
-Ellos... Ellos no... No lo harían – La hechicera Chio, con su cuerpo adolorido y ropajes rotos, miraba a F. Moore, endeble, débil y con su cuerpo expuesto – Ellos estaban... asustados...
-Asustado un niño por quitarle a su madre... Asustado un niño por una araña... Ellos no eran niños en lo más mínimo entonces, porqué no sintieron miedo al verme. Ellos negociaron tu posición, te usaron de trueque, por sus vidas. Quizá no lo veas, pero son cobardes...
- ¿Quiénes fueron los que escaparon?
-Un elfo y una monstruosidad... No sabría cómo describirla ni tampoco me interesa...
-Ellos... Son muy temerosos... No hubieran soportado lo que tu tenías para ellos dos...
-Ellos no tenían miedo de servirme cómo esclavos o guerreros... Pero también te dieron en ofrenda a mí.
Chio miró al suelo, en el cual chocaban las gotas de sangre que salían de su cabeza, por las heridas que Moore le había propiciado. Ella comenzó a sollozar en silencio, siendo detectado su dolor por Moore, quien acarició su espalda desnuda con su mano pálida.
- ¿Creías en su valor y en su honor? Son niños... Te cambiarían fácilmente por un dulce o un juguete tan rápido que no lo notarías... Y ahora, gracias a esos pequeños, tu me perteneces. Oh, gran Ad'gharth Chio. Debiste considerar muy bien el valor de tus discípulos – Moore sacó una esfera rojiza de su oscura túnica, la cual tenía adentro varios espíritus, cadáveres y restos de antiguos seres vivos, los cuales oscilaban en esas aguas espectrales, pidiendo ser liberadas.
- ¡Eres un ser enfermizo! – Gritó Chio.
-Gasta tus energías restantes... Necesitarás volver a tener el vigor para soportar esto – Moore, con sus fuerzas, golpeó la espalda de Chio con aquella esfera, rompiéndola, ocasionando un corte en su espalda, del cual, los espectros que salieron de la esfera tras ser destruida, comenzaron a entrar, carcomiendo la piel de Chio lentamente, hasta volverla un cuerpo recubierto de energía roja y oscura.
Mirando en la distancia, entre el fuego y los escombros, Deltha veía a su antigua maestra y cuidadora siendo corrompida por las almas de la esfera, no sin antes soltar un sonoro y estruendoso grito de dolor. Deltha lloraba a mares, mientras Moore reía a carcajadas, tan fuertes que producían un eco en el corazón del bosque Krughter.
***
Un destello de luz golpeó en el rostro de Salty. Este pequeño destello provenía de un techo oscuro, con una pequeña grieta. Salty a duras penas sentía que podía moverse. Su cuerpo estaba adolorido por completo. Miró su pecho y este estaba con una enorme cicatriz de quemadura. No tenía su ropa ni tampoco sus viejos vendajes. Estaba tapada con una manta que parecía ser de la misma tela de un costal de papas. Su cabeza parecía tener sangre seca en la parte de su cabello y su piel estaba magullada por varios golpes. Decidió no prestar atención al destello del cielo y de nueva cuenta, cayó rendida al cansancio, perdiendo el conocimiento.
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