Cuarta parte: Como sardinas en una lata destrozada

I

Hacía muchos años antes...

No se sabía en donde estaba. Todo estaba oscuro. Había muchos murmullos, repletos también de melancolía. No había tranquilidad en lo más mínimo. Salty detectaba completamente ese sentimiento de incertidumbre, ese miedo. Esa sensación que la había perseguido constantemente tras dejar la academia volvía, pero cada vez más feroz y desastrosa. No tenía un lugar tranquilo en el cual descansar, mucho menos un chivo expiatorio. Ella estaba en un lugar sin tantear, desconocido y desolado.

Las personas en la misma jaula invisible, debido a la venda en los ojos de Salty, temían por su vida, así como lamentaban todo lo ocurrido. Era complicado para Salty descifrar que era lo que ocurría. Sus ojos no servían de nada y la oscuridad solo hacía más inmortal aquel sentimiento desolador.

El rumor lejano a esa oscuridad era indescriptible. Las voces, además del tumulto de perturbación dentro del ambiente de Salty, externamente estaban clamando cosas completamente soeces. No era algo a lo que Salty estuviera acostumbrada, mucho menos algún tipo de lenguaje similar. Era, por así decirlo, como escuchar a alguna de las lenguas de la tierra. No era un idioma entendible. Podía detectar palabras como "Klein" o "Alt", que eran en un dialecto germánico. No estaban dentro del conocimiento completo de Salty pues el único idioma que conocía, lejos del que ya tenía hablando toda su vida, era el itálico, por conocimiento de Chio.

Ella tenía miedo. Tenía la pregunta más sincera que era saber que estaba pasando. Sus ojos trataban de detectar las mínimas sobras de luz en aquella penumbra que no hacía más que hacerle sentir abandono absoluto. El movimiento que había en la ceguera impuesta se detuvo para abrir paso a una voz que se hacía cada vez más sonora, diciéndole a los secuestrados que debían salir de donde sea en que se encuentren.

Salty pudo salir, aunque se tropezó y se golpeó con el suelo, el cual era seco, polvoriento y tenía un fuerte hedor a cloaca. Fue levantada a la fuerza por un oficial, quien gritó con fuerza a la pequeña, haciendo que, por gritos que jamás había sentido tan cerca, comenzara a llorar. Salty se sentía tan melancólica, pero eso a nadie le importaba. Los prisioneros de la ahora desconocida fuerza que los había llevado a ese lugar amenazaban con matarlos si es que Salty no guardaba silencio.

Todos los prisioneros gritaban a Salty, la llamaban "mocosa caprichosa"; "¡Mátenla a ella!", "No tenemos la culpa", "Piedad", "Muerte a la niña llorona". Todas esas frases hicieron un hueco enorme en el corazón de Salty. Sentía que su tristeza aumentaba más y más, que su llanto seguiría eternamente, que no podría parar, pero... se detuvo.

Salty solo aspiró un poco de aire y seguía con la respiración alterada, sin embargo, no había llanto ni lágrimas. A los prisioneros se les quitaron las vendas de los ojos, así como también se le quitaron las cuerdas que algunos de ellos los tenían amarrados. Salty no tenía cuerdas, solo tenía poca visibilidad. Al quitarle la venda negra que cubría sus ojos, pudo notar en donde se encontraba.

Era un sitio sucio, desagradable, completamente corrompido por una entidad horrida. Eran los restos de un reino muerto. Castillos, atalayas, muros de mármol y grandes construcciones románticas, completamente carcomidas por sarro, oxido, moho y suciedad. El hedor a humedad era completamente penetrable. El aire era húmedo y pesado. El ambiente se sentía caluroso y húmedo, sucio, desagradable y completamente insalubre. Varios de los prisioneros, al detectar el hedor comenzaron a vomitar, siendo reprendidos por los soldados de Moore, quienes habían sacado a los prisioneros de su carruaje o más bien jaula.

Salty tenía todavía los ojos rojos por las lagrimas y la tristeza acumulada, junto al miedo. No obstante, mirar a los soldados, carceleros o tortuosos gorilas que golpeaban a los prisioneros, solo pudo contener su melancolía por ver de lo que, aunque no quisiera, podría llegar a experimentar.

Tras que uno de ellos quedara apaleado completamente, vio en su rostro como la carne se desgarraba de su mandíbula, siendo casi como una masa de pasteles, solo que sangrienta, sucia y repugnante. Este prisionero corrió hacia ella, se acercaba más y más. Este comenzó a gritar fuertemente.

- ¡¿Por qué no a ella?! ¡Miren sus ojos! ¡Quiere llorar! ¡Quiere vomitar! ¡Que ella también pague! ¡Que ella sufra igual!

Sufrir.

Sufrir..

Sufrir...

***

Salty... Salty... ¡Salty!

La voz de Camilar la había despertado. Tras haber sido encontrados por la nave de los soldados y latigueros mandados por Moore, el calor extremo y la falta de agua hizo que tanto Salty perdiera el conocimiento. Desplomó su cuerpo en la tabla de madera y Camilar se asustó. Se mantuvo mucho tiempo tratando de reponer su estado de consciencia, sin tener mucho éxito. Cuando llegó la nave por ellos, ambos fueron llevados hacia ella.

Salty, pese a las dudas de los latigueros, fue resguardada en la nave, junto a Camilar. Ambos estaban en varias camas, que eran usadas por los enfermos, ya fueran esclavos o algún miembro de la tripulación. El sonido de los esclavos remando retumbaba sonoramente en la mente de Salty, cosa que le hizo imposible despertarse.

Era, por decirlo así, una defensa de su cuerpo por enterarse que seguía allí, en ese mundo, en ese lugar y con la realidad golpeando en la puerta de su mente. Para cuan do Camilar la despertó, Salty con fuerza, apretó el cuello de Camilar, como un impulso inicial. Los latigueros se acercaron con el látigo, cosa que negó Camilar, con las pocas fuerzas que tenía, pues podía entender que ocurría.

Salty poco a poco dejó de apretar con fuerza el cuello de Camilar, haciéndolo sentir más tranquilo y con mayor ligereza. Salty se asustó mucho por lo que hizo y se cubrió el rostro con la manta de la cama. Camilar había caído tras ser soltado, y no quería reincorporarse. Se fue de rodillas hacia Salty y acarició su cabello pelirrojo, aún asustado y adolorido, buscando que ella estuviera en paz. Ella seguía con la manta en su rostro. No producía ruido o sonido alguno, ni siquiera un quejido.

-Parece que es muy problemática, ¿no cree señor?

-Necesita tiempo – Dijo Camilar a uno de los carceleros – Será mejor que nos vayamos. No quiero que ella sufra nada.

- ¿Por qué se preocupa mucho por ella?

Camilar se detuvo un momento y pensó bien en sus palabras.

-Ella me salvó de morir en el mar.

Todos miraron con frialdad a Camilar. No creían que fuera posible eso. Pensaron que fue él quien la salvó, para ser una esclava o ser su musa. Cualquier cosa digna de alguien con su poderío. Solo salvó a la esclava porque había salvado su pellejo.

- ¿En verdad? – Preguntó uno de los latigueros, el mismo que había cuestionado la elección de Camilar.

-Será mejor que nos vayamos. – Dijo Camilar – Parece que ella tiene mucho en que pensar.

Los latigueros, soldados y Camilar abandonaron las camas de los enfermos y los heridos para dejar sola a Salty, quien era la única allí. Algo le trajo horribles recuerdos. Quizá era el hedor a madera vieja, quizá eran las camas de una falsa pulcritud, repletas de cimientos de almas muertas o dañadas, quienes fueron obligadas a batallar por una razón en la cual no había ni una pizca de sentido; simplemente había algo allí, algo en ese lugar que le causaba nauseas. Quizá era el hedor, tal vez el humor. El sitio era sumamente horrido.

Venía a su cabeza memorias de otro tiempo. En donde apenas había llegado y había sido presentado ante ella la sala de los enfermos, en donde esperaban varios de los prisioneros. En aquellos tiempos las naves apenas estaban en construcción y solo eran prototipos de lo que podían ser. Entre los prisioneros, había varios enfermos mentales, los cuales, pese a su apariencia cuerda, tenían los ojos repletos de furia y estaban inmersos en un mundo desconocido todavía para Salty. Un mundo lejano a todo lo que había conocido hasta ese entonces.

Los prisioneros eran completamente cínicos, eran indiferentes. Eran fácilmente oprimidos. Eran criaturas esperando atacar, pero no haciéndolo. Su mediocridad les hacía imposible tomar la batuta y solo dejaban que la marea los llevase, porque no eran capaces de hacer algo por ellos mismos. Bueno, en realidad, si podían hacerse algo para ellos; matarse o abusar de ellos.

Algunos de ellos, por la indiferencia de todos, comenzaron a acercarse a Salty, querían olerla. No era como si se tratase de una persona que hubiera estado en la basura. Era sangre vital, vibrante. No había sufrido, tenía que hacerlo. Tenía que vivir la realidad. Ellos, en su retorcida cabeza, creyendo que el sufrimiento da honor, comenzaron a amenazarla.

Vociferaban frases irreconocibles e ilegibles. Gritaban en sus adentros, añorando sangre. Añorando tortura. Añorando un espectáculo grotesco. Nadie hacía nada para cambiar lo que podría ocurrir. Nadie quería decirlo y a nadie le importaba.

Salty, pese a su esfuerzo no pudo librarse de ningún modo. Sin nada que la protegiera, los enfermos torturaron su ser como les fue posible. Salty, al recordar todo ello, cubrió de nueva cuenta su rostro en las mantas y gritó dentro de ellas. Tenía miedo y estaba... agobiada...

El sonido, pese a lo fuerte que retorció sus cuerdas bocales, no fue capaz de traspasar las sábanas. Pudo ocultarlo y eso estaba bien, al menos para ella. Sus uñas sucias comenzaron a penetrar en la manta y traspasar la tela fina. Sus dientes se mordían a sí mismos fuerte y violentamente.

II


Si bien el camino en la nave era relativamente corto si se iba en una velocidad considerable, Camilar no quería que se tomaran esa molestia los esclavos. Mantuvo una velocidad calma durante varias horas. El viaje de regreso a la superficie más cercana era de tres días, pero Camilar no tenía problemas en regresar en un cuarto o quinto día. En realidad, no quería volver. La humillación de haber sido salvado por una esclava era increíblemente pesada, incluso para él. No tenía problemas, personalmente, con ello, no obstante, el temor que se le avecinaba era mayor.

Salty continuaba en la misma habitación de los enfermos, recibiendo de vez en cuando un destello de luz o de la luna. El sol rara vez salía por esa zona, pues hasta ese lugar, o inclusive después y más lejano, era un sitio y territorio perteneciente a Githus y, por ende, las nubes cubrían mucho del refuerzo de luz que se podía encontrar. Salty se sentía, por primera vez en años, un poco más tranquila. Era esa paz de la que tanto Chio y otras personas, cuando era mucho más pequeña, le solían hablar.

***

-Salty, ¿quieres venir conmigo? – Preguntaba Chio a Salty.

Salty se había movido de una de las mesas que había en la biblioteca. Se levantó rápidamente y corrió con Chio, quien iba a salir de la biblioteca. Entre los pasillos extensos, repletos de ladrillos que revelaban paredes falsas y sitios que nunca habían sido visitados por ella, Salty vio como Chio entraba a una habitación. Esta misma era, así como las demás, protegida por una ilusión; una pared falsa de ladrillos.

Estando allí, en un cuarto repleto de ropa que solo era descrita como "simple" por Chio, algunos recuerdos, parecían ser, que venían de lugares artesanales, y algunas fotografías, Salty se sentó en una silla de madera que estaba cerca de la entrada que habían tomado. Salty seguía viendo a Chio, quien trataba de levantar una caja que, para Salty, se veía pesada. No era problema para Chio.

-Oye Salty – Preguntó Chio.

- ¿Sí? – Dijo Salty con una voz suave y tierna.

- ¿Sabes de dónde vengo?

Salty miró curiosa a Chio.

-No, ¿de dónde eres?

Chio comenzó a reírse, mientras buscaba cosas dentro de esa caja. No era una caja mágica. No era siquiera una caja dura. Era de cartón. Era de un tipo de papel duro y frágil a la vez, o al menos eso era lo que podía pensar Salty.

- ¿Qué es eso? – Salty señaló la caja con su mano izquierda.

-No es nada, pequeña – Dijo Chio – Son solo algunos recuerdos de mi antigua vida. – Chio suspiró – Como te decía – Continuó, - Yo vengo de un lugar muy diferente a este. Soy humana.

Salty se sorprendió al escuchar eso. Usualmente los que se encargaban en los mandos altos o eran profesores o tutores en esa institución eran magos o habitantes puros de sangre de la naturaleza de Plutón. Salty se sorprendió y estaba maravillada.

- ¿Eres humana? – Dijo Salty con el rostro boquiabierto y los ojos abiertos, como si fueran unos huevos estrellados. Chio comenzó a reírse mucho con eso, pues no era común verlo.

-Si – Dijo Chio tras terminar de reírse – Soy humana. Aunque no soy del mundo en el cual muchos de los humanos que vinieron a parar son.

- ¿Cómo? – Salty levantó una ceja e inclinó un poco la cabeza, mostrando confusión.

-Así es, Salty. Soy de un lugar muy diferente al mundo que siempre te han mostrado. En mis tiempos había cosas que eran imposibles de imaginar para los humanos de esta era, e inclusive para los magos. Los únicos que sabemos bien de las cosas extrañas que el futuro depara a los humanos somos Yec y yo.

- ¿Y qué cosas vienen? – Preguntó Salty.

Chio pensaba mucho tras aquella pregunta. En su cabeza existía un pensamiento, más bien un recuerdo, muy vivido, pero repleto de miedo, o más bien cierta incomodidad. Su semblante lo decía de forma sincera. Sus ojos estaban viendo un vacío trozo de pared, así como también notaba todo el alboroto en el lugar, que su búsqueda había hecho. Si bien muchas de las fotografías las tenía por su viaje en aquellas tierras, varias de ellas, ocultas en la caja, le hacían recordar a una persona que fue un horror puro para ella.

- ¿Chio? – Salty sacó de su transe a Cho, quien, aterrada, continuaba viendo vacuamente a la caja y a las paredes. En su mente recuerdos de situaciones que nadie pudo haber visto le atormentaban. Curiosamente, ninguna de ellas era perteneciente a Plutón.

- ¿Sabes algo, Salty?... La vida es muy extraña... – En la mente de Chio venían a ella visiones del pasado. Memorias de pútridas anécdotas. Recuerda a su marido. Recuerda a su exesposo. Este tenía la piel pálida. Su cuerpo era sumamente delgado y era un gobernador. No de un planeta o una galaxia. Era gobernador de un pueblo roto, de un lugar desagradable en un todo. Perturbado por la existencia y arrepintiéndose de todo lo malo que pudo haber hecho.

-No tengo miedo a decirte la verdad – Chio continuó, a la par que las visiones de su pasado continuaban. Ahora tenía en su cabeza a una mujer, de cabello oscuro y apariencia simple, como si fuera un vagabundo. Era maestra y solía vestirse simple. Tenía la capacidad de cambiar su forma, teniendo un traje de un caballero, cabellera pelirroja y ojos muertos. Era la viva imagen que expresaba horror e impartía terror. Era aquella persona que era capaz de traspasar su sentimiento a los demás, incapaz de decir que le ocurría.

-Es un sitio muy... oscuro – Chio recordaba más y más. Su mente no quería sacarlo, no quería que se volviera a hacer realidad. No quería existir más aquel pensamiento, el cual, pese a sus esfuerzos, se manifestó aquella memoria...

***

Después de un instante, ya estaba sumergida en esa masa rojiza, sin poder respirar y completamente cansada.

Ya no tenía ganas de seguir allí, de seguir viva, ya había visto lo peor que este mundo tenía para ofrecerme. Estaba quedándome dormida, esperando no volver a despertar, para así no volver a ver cosas así de horribles.

Sin embargo, había algo ahí que no me dejaba dormir, o desmayarme, y era un intenso ruido de un bebé llorando, era monstruosamente estruendoso. Entonces, sintiendo como la masa me levantaba hacia el exterior, vi de donde provenía tal alarido.

No sé cómo explicarlo, era y es una cosa que no se decirla. Era como una flor roja, con algo que parecía carne molida en el centro, formando un rostro deforme, que parecía un bebé o un embrión.

En forma detallo, había algo parecido a un cordónumbilical, solo que menos largo y más grueso; las venas se hinchaban cada vezque pasaba la sangre.

Estaba llorando lagrimas verdosas y yo estaba sudando gotas frías, pues hasta ese momento cosas así jamás me había imaginado, una perturbadora planta bebé me había secuestrado a Santiago y a mí.

Trataba de gritar, pero mis ruidos eran sofocados por esa masa chiclosa, que intentaba meterse en mi boca. Fue entonces que escuché un disparo, haciendo que la criatura me soltara, pero que una enorme cantidad de sangre empezara a cubrir a la criatura y después a mí. Santiago había disparado su arma, obviamente, hiriendo al bebé de Lizeth.

Santiago, saliendo del mar de carne gelatinosa, me tomó, con el único fin de no estar solos ante tal amenaza. De repente la criatura empezó a retorcerse, tirando muchas cosas en su movimiento; muebles que casi nos golpean, utensilios que apuñalaban al ser, y también algunas cosas que a Santiago le llamaron la atención.

Estas cosas podían causar un incendio; Un boiler y un tanque de gas, el único tanque de gas que teníamos, y creo que no tenía mucho.

Con una intensa emoción, Santiago me alejó de la criatura, tropezando y cayendo junto con él en la gelatinosa masa, de la cual, emergió un brazo y me tomó por la mano derecha. Esto me hizo reaccionar y tratar de quitármelo de encima, pero más fuerte fue lo que estaba debajo de mí, ya que, tan rápido como forcé las cosas, mi mano se desprendió de mi brazo.

Esto me hizo gritar de dolor y Santiago me ayudó disparando hacia lo que me había arrancado la mano.

Pero lo más importante para Santiago era el tanque de gas, que se estaba acercando hacia la cabeza del bebé, y con una puntería imperfecta, dio un primer tiro, fallando, dándole en la cara al hijo de Lizeth, y causando que la masa gelatinosa se moviera de lado a lado. Otra vez tenía el tanque de gas lo suficiente mente limpio para disparar y acertar, pero fallo de nuevo, dándole en uno de los tentáculos venosos del monstruo, haciendo que todo se bañara de sangre.

***

-Chio – Dijo Salty, quien veía como lentamente Chio lagrimeaba. Temblaba su boca y su mirada era cruelmente seria. No había visto jamás una mirada tan profunda y lejana como la de Chio.

-Lo siento Salty – Chio se secó las lágrimas, volvió en sí.

***

Salty regresó a la sala de enfermos en la cual estaba, sola, fría y solitaria. Sentía la calidez del recuerdo de Chio en su corazón, pero algo más la perturbaba como a nadie más.

- ¿Qué le ocurrió a ella?... ¿Qué clase de cosa le daba miedo?

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