Capítulo Vigésimo Séptimo
Helery
Me encontraba en mi habitación con aquel chico que me causaba una sensación extraña, él permanecía en silencio tratando de procesar todo, yo me encontraba de la misma manera y fue ahí donde decidí ayudarlo. Lecuim había pasado por muchas cosas sólo por su mala personalidad, se le damos una vista al mundo; Hay muchos de ellos y peores, también había que darle créditos, pues había cambiado por completo.
- Helery - Mencionó antes de que yo musitara alguna palabra - ¿Puedo dormir contigo?
Su pregunta me dejó anonadada, no esperaba que preguntara eso y de una forma tan normal, aunque algo en sus ojos me confirmaba de que se encontraba nervioso. Decidí aceptar, después de todo sería la última vez que lo tendría cerquita, había decidido dejarlo ir.
- Sí, puedes dormir conmigo - Respondí al fin con una sonrisa nerviosa.
Ambos nos dirigimos a la cama y nos acomodamos uno a cada lado. Cuando creí que podía conciliar el sueño, una mano empezó a tocar mi brazo asiendo estremecer mi cuerpo, eso fue seguido de un par de besos por éste haciéndolo desear más, me volteé para verlo pero a causa de la poca luz, sólo podía admirar su silueta.
- Eres tan hermosa - Acarició mi rostro.
- Yo...
- No - Calló mis palabras con su dedo índice - Quiero que ésta noche sea inolvidable para los dos.
Antes de que pudiera negarme o pronunciar alguna frase coherente, sus labios ya se encontraban atacando los míos, sin pensarlo dos veces pasé mis manos por su cuello y lo traje más a mí. En un movimiento rápido Lecuim ya se encontraba encima de mí saboreando mi cuello por completo, el calor del momento hacía que la ropa empezará a estorbar; Con un movimiento suave y tranquilo comencé a quitar su camisa dejando a la vista sus hermosos cuadros que adornaban su abdomen. Él, con la misma suavidad, quitó mi blusa dejando al descubierto mis pechos, pues no llevaba sostén. Así sucesivamente las demás prendas caían al suelo dejándonos desnudos, Lecuim empezó un recorrido de besos desde mi boca, luego mi cuello el cual mordía y chupaba suavemente, bajó hasta mis pechos masajeandolos con cariño generando una chispa de placer en mí. Siguió su recorrido por mí abdomen llegando a mi intimidad la cual ya estaba húmeda.
- ¿Puedo? - Preguntó como un niño el cual temía ser regañado.
- Sí - Fue lo único que mencioné tras soltar un jadeo por su lengua pasando por mí intimidad.
Tomé las sábanas con mis manos mientras Lecuim se adueñaba de mi cuerpo, mi espalda se arqueaba debido a las vibraciones de placer que su boca me trasmitía, mordía mi labio inferior impidiendo que algún gemido escandaloso saliera. Lecuim se levantó y posicionó su miembro en mi entrada ya lubricada, cerré mis ojos con fuerza mientras sentía como su pene totalmente erecto buscaba refugio dentro de mí. Una vez que lo introdujo todo, empezó con su vaivén despacio atormentando mis deseos, pues yo quisiera que fuera más rápido, lo necesitaba.
- Ve más rápido, por favor - Supliqué con descaro semejante barbaridad.
- ¿Segura? No quiero lastimarte pequeña - Asentí sin pensar en las consecuencias. Eso sería para mi yo de mañana.
Lecuim empezó a moverse más rápido mientras callaba mis gemidos con sus besos necesitados, nuevamente me había hecho suya.
Yo era su pequeña. Él era mi hombre.
Enterré mis uñas en su espalda haciéndolo gruñir de una manera excitante, su cuerpo chocaba con el mío causando un sonido vulgar.
- Me encantas Helery - Confesó con su voz agotada igual o peor que la mía - Eres simplemente... Perfecta.
Sus palabras hicieron que mi corazón se acelerara hasta el punto de creer que se saldría de mi pecho. Sus embestidas jamás cesaron, sentía que me iba a correr en cualquier momento. Tal como lo supuse, el orgasmo llegó, pero no era la únicamente que había llegado a su punto máximo, pues su sustancia blanquecina también salió a flote.
Habíamos quedado exhaustos y lo mejor de todo era que él se quedaría conmigo. Estaba segura de algo, no era una noche más, habíamos hecho el amor.
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