Capítulo Vigésimo
Helery
Trataba de controlar las lágrimas que yacían de mis ojos, me sentía tan utilizada, tan sucia, había sido una tonta nuevamente, había creído en un hombre que solo quería utilizarme, utilizarme igual que lo hizo Hazza ¿Qué había hecho mal? ¿Acaso el amor no era para mí o solo era una tonta que no sabía buscarlo? Decidí dejar de pensar en eso, dejar de mortificarme la cabeza con esos asuntos y volver a casa.
El camino hacia mi departamento había sido silencioso, ni siquiera había puesto música para alegrarme el alma, me sentía rota en mil pedazos ¿Por qué? Por el simple hecho de que me había ilusionado con un desconocido ¿Así o más tonta? Al fin había llegado a mi departamento, me bajé del auto, caminé hacia la puerta y lo primero que escuché fue un llanto leve proveniente de la cocina, sin pensarlo dos veces corrí hasta el lugar encontrándome con mi hermana destrozada.
- ¿Sammer? - Pregunté con temor - ¿Qué te pasó? ¿Por qué estás llorando?
- Es que... Es que no encuentro al gato - Titubeó. Yo la miraba con mis ojos entre cerrados y mis labios en una línea.
- Sam - Ella me miró con los ojos rojos he hinchados - Es solo un gato. Además no era mío, probablemente volvió con su familia o algo así.
- Lo lamento ¿Cómo te fue anoche? - Chilló con picardía y una mirada lujuriosa - ¿Cuando vendrá? ¿Me pedirá tu mano? ¿Es muy li...
- ¡Cállate! - Exclamé ganándome una mirada sorprendida de mi hermana - ¡Él sólo se fue como siempre! Me dijo que no era lo que yo creía, me cansé de esto, nunca volveré a esa estúpida celebración.
Tomé mi vestido totalmente arruinado y subí a mi habitación, cerré la puerta de un portazo y rompí en llanto cayendo al suelo, todo me salía mal, era un maldito imán de las malas cosas, tenía una gran cantidad de sal encima, por un momento llegué a pensar que ese hermosos chico de ojos azules era para mí, pero todo huye de mí, incluso aquel gato blanco que encontré por casualidad una tarde de verano. Algunos somos tormenta, otros solo son día soleados que brillan con luz propia, a las tormentas como yo, solo nos queda sufrir por amor o morir en soledad. Entre pensamientos y lágrimas, fui cayendo dormida alejándome de la realidad, ahora sabía lo que se sentía, llorar hasta quedarse dormida.
La luz que empezaba a escabullirse entre las firmes cortinas, molestaban mis ojos aún cerrados, con una mano talle ambos ojos y poco a poco los fui abriendo, analicé el lugar mientras pegaba un bostezó sintiendo mi cabeza un poco adolorida, estaba en mi cama con las sábanas encima de mi cuerpo semi desnudo — Sammer — me dije a mí misma para luego tomar un poco de ropa y salir para la cocina, moría de hambre, mientras caminaba lo último que sentí fue el golpe en mis pequeñas y suaves nalgas.
- Aush - Me quejé escuchando una carcajada al fondo.
- Lo lamento, estaba haciendo una ensalada de frutas, no había notado que una cáscara de banano había caído - Su sonrisa inocente solo hacía que me irritara.
- Te odio.
- Yo también te amo cariño.
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