Capítulo Primero

Helery

Pegué un brinco al escuchar la alarma al lado de mi cama, estiré la mano y la apagué. Era el primer día de clases y tenía un ánimo de perros, no era que odiara la universidad, pero sinceramente no me había levantado de la mejor manera. Decidí dejar mi flojera a un lado y adentrarme en la lucha, después de unos minutos ya estaba aseada y vestida, bajé a la cocina y me dispuse a preparar el desayuno.


Desde que vivo sola, todas las obligaciones recaen sobre mí, no es que me incomode, pero me resulta algo agotador, debo estudiar y en las noches trabajar en un restaurante de lujo, aquél donde van las personas más adineradas y uno que otro viejo verde detrás de las minifaldas de las empleadas, esa era una de las cosas por las que me urgía salir de estudiar y conseguir trabajo, un trabajo donde no te vieran como el platillo principal de la noche. Terminé de desayunar, lave los platos y me dirigí hacia mi auto, lo único bueno que me había dado mi familia.

"Si quieres ser independiente, deberás conseguir las cosas por ti misma, solo te daremos un auto"

La frase dicha por mi madre jamás saldrá de mí cabeza, pues debo trabajar para pagar mi estudio, comida, cuota del apartamento entre otras cosas. Mientras conducía y tarareaba una canción, miraba por las calles en busca de mi mejor amiga, sonreí con todos los dientes al verla con su vestimenta de chica diferente, pues mi amiga siempre tuvo su propio look sin importar las habladurias. 

—¿Quieres que te lleve? — pegó un chillido y se acercó rápidamente al auto.

—No sabes cuánto te extrañé — oro mientras se subía al asiento del copiloto — creí que te habías olvidado de tu mejor amiga.

—Sabes muy bien que no, — la miré — Ariel.

—No te burles de nuevo — rodó los ojos mientras yo embozaba una sonrisa — mi madre era fanática de la sirenita, joder, tenía 15 años cuando me tuvo.

—Eres única Ariel.

—Lo se — canturreo mientras se ponía sus lentes oscuros — jamás encontrarás una amiga como yo, ni aunque la busques en otro planeta.

Sonreí negando con la cabeza, realmente Ariel era única e irremplazable, agradecía mucho tenerla como amiga, sabía que jamás encontraría una chica igual a ella — Ni aunque la buscara en otro planeta — Entre risas y habladurias, llegamos a la universidad, la universidad con más categoría en en el país de estados unidos, aquella que nadie olvida al llegar, aunque realmente no recuerdo su nombre en éste momento.

Dejé el auto en su lugar y ambas bajamos de él, como era de esperarse, todas las chicas envidiosas y 100% plásticas, fijaban su vista en mi mejor amiga, yo pasaba desapercibida, nadie notaba mi presencia y, sinceramente, no me molestaba. Llegamos a nuestra respectiva aula y nos entregamos totalmente a la clase.

—Buen día chicos — saludó — yo seré su profesor del día de hoy.

—Que guapo — susurró Ariel mordiendo su lápiz sensualmente - ¿Qué? — preguntó al ver mi rostro de desagrado — sabes que soy una perra sin emociones.

—Eso no lo discuto — fijé mi vista al frente.

Como ella misma lo había dicho, era una perra sin emociones, pero así la quería y no tenía intenciones de cambiarla, ningún novio le duraba más de una semana, causando habladurias de personas sin vida propia, pero como dije antes, a ella no le importaba.

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