Capítulo Octavo
Helery
No sé durante cuánto tiempo estuve bebiendo, me imaginaba que desde hace mucho, ya que cuando traté de levantarme me sentí tan mareada que tuve que pegarme contra la pared o caería al suelo, caminé recostada a la pared y observé todo, la mayoría de personas estaban dormidas debido al alcohol, otras seguían bailando al ritmo de la música incluyendo a Ariel y Hazza, ambos bailaban totalmente pegados mientras se besaban, sentí nuevamente el ardor en mi garganta y decidí volver al lugar de donde no debí salir, me sorprendía lo felices que se veían juntos, tal vez yo siempre había sido un impedimento para ellos, pero seguía sin entender la razón por la que habían jugado con mis sentimientos.
Las horas seguían pasando, sentía que era la noche más larga de mi vida. Durante un segundo el bullicio cesó para luego escuchar unos gritos de las mujeres como si hubieran visto al hombre más guapo del mundo, yo seguía sentada en el lugar más alto admirando la hermosa Luna, no me interesaba si un príncipe hubiera aparecido entre los pasillos de ésta casa, solo quería olvidar mientras hablaba con la Luna como si fuera una persona con principios de demencia.
—Helery —una voz gruesa y desconocida mencionó mi nombre tras de mí haciendo que todo el cuerpo se me herizara.
—¿T-tú quién e-eres? —Me levanté yéndome de un lado a otro —. Yo no te (hip) conozco.
—Veo que has tomado de más pequeña. —susurró con una leve sonrisa.
No pude evitar sentir una corriente eléctrica por todo mi cuerpo cuando me dijo pequeña ¿Por qué demonios me sentía así? ¿Acaso era los efectos secundarios del alcohol? Alcé un poco la vista y abrí completamente mis ojos al notar la belleza que había delante de mí: era un chico de piel blanca, ojos azules profundos, su cabello color nieve, sus labios carnosos y rosados los cuales moría por probar, no sé cuánto tiempo estuve como una tonta mirándolo, pero cuando me di cuenta ya se encontraba uniendo sus labios con los míos.
Tardé un poco en responder el toque de sus labios sobre los míos, pero luego me dejé llevar por el momento y el alcohol. Sus labios se movían en perfecta sincronía con los míos, es como si su boca fuera sido hecha para ser besada por mí, enredé mis manos en su cuello y él tomó mi cintura atrayendome más a su cuerpo, se separó por un corto segundo y se dirigió a la puerta para cerrarla con seguro, volvió casi que corriendo y volvió a unir nuestros labios. Me cargó poniendome contra la pared y yo enredé mis piernas en su cintura, sus labios viajaban de mis labios a mi cuello, sentía como cada tacto proveniente de él me prendía más.
Tal vez era por los efectos del alcohol, tal vez por lo que hace varios días que no tenía sexo, pero en ese precioso momento lo quería tener dentro de mí, lo sé, era un chico desconocido y yo parecía una adolescente hormonada, pero el deseo era algo que no podía controlar en ese momento, tal vez si los demás supieran me verían como una perra, pero eso era lo último que me importaba. El beso se volvió más intenso, salvaje y rápido, sentía mi intimidad palpitar y humedecerse ¿Cómo hacía para que con un simple beso me pusiera así? Estaba muy tomada y eso no ayudaba mucho.
—E-espera —musité con la respiración hecha un desastre —, tengo un condón en mi bolsa.
—De acuerdo —fue lo único que dijo para liberarme de su agarre.
Caminaba entre bambaleos en plena oscuridad, con tan solo la luz de la luna, una vez que llegué a mi bolso saqué el preservativo y volví hasta donde estaba el chico. Entre besos, caricias y una que otra risa loca debido al alcohol, nos fuimos despojando suavemente de nuestras ropas, ahora solo nos encontrábamos en ropa interior, lancé mi mano para tocar su miembro ya erecto y al hacerlo tragué fuerte ¿Eso iba a estar dentro de mí? Joder, iba a tener problemas.
—Uh la la —lanzó un jadeo al aire al sentir mi toque— ¿Cómo haces para caminar con éste amigo? ¿Lo montas en un carrito?
—Tal vez —rió por lo bajo mientras mostraba su perfecta sonrisa.
Sin más que decir el chico empezó a atacar mi cuello con besos suaves y húmedos, con una mano ágil quitó mi sostén liberando mis pechos, llevó su boca hasta mi pecho derecho y empezó a besarlo, chuparlo y lamerlo, mis jadeos se podían escuchar a mil cuadras de allí, no sabía que tenía ese tipo en la boca, pero me estaba volviendo loca. Con suavidad y cero brusquedad empezó a deslizar sus manos hasta mis bragas las cuales ya estaban húmedas, con su dedo índice comenzó a masajear mi clítoris de un lado a otro haciendo que mi espalda se arqueara de placer, tomó los estrenos di mis bragas y los bajó lanzandolos a quién sabe dónde, después de eso quitó sus boxer sin dejar de chupar mis pechos, cuándo vi su miembro totalmente erguido y venoso, creí que esa cosa no iba a caber en mí.
Se posicionó en mi entrada y mientras me miraba directamente a los ojos, empezó a hundirlo en mi hendidura hasta ya no quedar nada afuera, puso sus manos a cada lado de mi cabeza y empezó a embestirme con rapidez, nuestros sexos chocando provocaban un sonido sucio y pervertido, combinado con mis gemidos y sus jadeos los cuales se empezaban a hacer muy notorios. Quitó sus manos de su lugar y las puso en mi cadera para profundizar más sus penetraciones, yo gemía como una loba en celo, ese chico el cual era totalmente desconocido para mí, me estaba llevando al cielo en plena Luna llena, bastaron unas cuantas embestidas más para sentir como mi cuerpo empezaba a colapsar anunciando mi futuro orgasmo, y así fue, el liquido trasparente que desprendía mi vagina, chocó con su abdomen totalmente duro y bien trabajado.
El chico cayó a mi lado algo exhausto, yo me incorporé del suelo y pase mi pierna por encima de él sentándome en su regazo, parecía que la borrachera de hace un rato se había esfumado, metí su miembro de mi hendidura de una sola vez, un gruñido rasgo su garganta incitandome a moverme, comencé con mi trabajo moviéndome rápidamente encima de él, aunque no lo hice como quería debido a que me pasé de copas, igual sabía del placer que le estaba otorgando confirmado por las expresiones de su rostro y gemidos.
—S-sigue así nena, no pares —me tomó de las caderas moviéndome a su antojo—, ah sí, sigue así... Dios.
Seguí moviéndome por largos pero excitantes minutos, su miembro ya estaba en su punto más caluroso indicando su próximo orgasmo, me sostuve de su pecho y comencé a moverme con brusquedad, apretaba mi cadera como si su vida dependiera de eso y cuando menos lo esperé, el líquido blanquecino empezó a llenar el preservativo.
—Dios —susurró exhausto mientras yo trataba de regular mi respiración—, espera aquí pequeña, te llevaré a casa, no quiero que te quedes sola en un lugar así.
—¿Casa? —asintió para luego salir de mi vista. Pasaron algunos minutos u horas, pero él nunca volvió.
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