Un diario para recordar
"Juventud divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
Y a veces lloro sin querer...
—¡Ah! —grita frustrado el pelinegro y termina cerrando la libreta y azotándola contra el escritorio.
—Joven Córdoba —llama el maestro de Español.
—Lo siento maestro —responde Eric bajando la vista —No vuelve a ocurrir
—Me aseguraré de eso —afirma el profesor —Salga de aquí, vuelva mañana
—Pero...
—Vuelva, mañana —sentencia el hombre y se va.
Eric exhala un quejido de ira y sale de la biblioteca escolar empujando el escritorio en el que estaba sentado y tomando su mochila del asiento de a un lado.
Llega al patio y a la jardinera en la que está sentado su mejor amigo aún furioso, Isaías se da cuenta de esto cuando lanza con furia su mochila contra el suelo.
—Wow, ¿todo en orden? —cuestiona alzando la vista hacia Eric.
—¡No! —reclama Eric —¡Nada está bien, todo está mal!
—Creo que si nada está bien, es obvio que todo está mal —murmura Isaías —¿Qué ocurre?
—¡Olvidé mi poema favorito! —responde Eric.
—No soy un erudito en la poesía, pero por qué no me dices, te la pasas recitando poemas, tal vez pueda ayudarte —propone Isaías encogiéndose de hombros —¿Alguno de Vicente Quevedo?
—Huidobro, tarado —corrige Eric —Y no, del otro, Rubén Darío
—¿Cuál? ¿La Sonatina?
—Ese es su poema más famoso, pero no mi favorito —responde Eric —Canción de otoño en primavera
Isaías hace una mueca de completa confusión ante la cuál Eric exhala un suspiro de frustración.
—Juventud divino tesoro, ya te vas para no volver —declama Eric con aire poético.
—Cuando quiero llorar no lloro —continua Isaías y Eric lo mira con ilusión.
—Y a veces lloro sin querer —terminan ambos.
Los dos chicos se quedan en silencio y Eric mira a su amigo con aire expectante.
—¡¿Y?! —pregunta desesperado e Isaías lo mira confundido —¡¿Qué sigue?!
—No tengo idea, es el único verso que me sé —responde Isaías y Eric exhala un quejido —¿Por qué no lo buscas en tu diario?
—¡Porque lo estaba escribiendo apenas en mi diario! —grita Eric tomando su cabeza entre sus manos —No me lo había aprendido aún, y parece que de hecho, aún no lo hago
Isaías se queda en completo silencio sin saber qué responderle a su amigo y entonces entra en su campo visual otra persona, la castaña pasa por detrás de Eric y se pierde detrás del edificio de primer grado, Eric voltea confundido.
—¿Tu Adelita? —pregunta Eric volviendo la vista a Isaías.
—Sí —responde este embobado.
—¿Ya sabes cómo se llama? —interroga y su amigo asiente sonriendo.
—Sheila
—Lindo nombre —murmura Eric.
—Igual que ella —termina Isaías.
—Lo que digas Romeo —se burla Eric y su amigo le pega un codazo en el brazo.
Mientras tanto, en la biblioteca entra una chica, al ver el libro de bonito empastado sobre el escritorio se acerca confundida a tomarlo; la pasta de color marrón cita en armónicas letras doradas "Un diario para recordar", la chica frunce el ceño y lo voltea, la contraportada solo dice "Compilado de poemas propios y de grandes figuras de la poesía".
Esta chica es una fanática de la poesía, se sienta en el escritorio y toma el libro, dentro se siente algo, la chica supone que es algún lápiz que debió dejar su anterior lector por error, sin embargo, al abrir el libro, descubre que es una libreta escrita a mano, en la hoja con el lápiz se recita uno de sus poemas favoritos.
"Juventud divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
Y a veces lloro sin querer...
La parte más alta de la hoja recita la fecha del día presente, más abajo resaltan el título y el autor del poema, la chica frunce el ceño y vuelve a la primera hoja, ahí se encuentra La Sonatina, su poema favorito.
Lo lee con dedicación, el dueño (o la dueña) de ese poemario tiene una caligrafía pulcra y aparentemente, un amplio conocimiento en poesía debido a la capacidad de transcribir el poema completo y con sus debidas separaciones; en la siguiente hoja resalta un poema de Vicente Huidobro "El espejo de agua"; continúa con "En paz" de Amado Nervo, y "Cultivo una rosa blanca" de José Martí.
Después encuentra un poema del cual nunca había escuchado, de un poeta exactamente igual de desconocido para su mente "Un ápice de Cordura" de Félix Huidobro, interesada, lee el poema, este trata de un suicida que, segundos antes de colgarse para acabar con su vida, analiza todo lo que pasa a su alrededor y se arrepiente de su decisión, la chica suelta varias lágrimas mientras lee.
Cuando termina con el poema seca sus ojos con la manga de su suéter y busca si hay más poemas de este misterioso poeta, encuentra cinco poemas más, cada uno más cruel que el anterior.
La chica llega de nuevo al poema de Rubén Darío, "Canción de otoño en primavera" hace una mueca al verlo inacabado, desconfiada entre si fue a propósito o una simple coincidencia, saca el lápiz que lleva en los bolsillos de su falda y escribe los versos siguientes, entonces, suena la campana que marca el fin del receso.
La chica sale de la biblioteca y corre hacia el edificio de tercer grado, a la par, Eric recuerda que dejó su cuaderno en la biblioteca.
. . .
A la hora de la salida, Eric vuelve corriendo a la biblioteca antes de que lo encuentre su profesor y toma el libro que dejó sobre el escritorio al salir de la biblioteca, regresa con Isaías y ambos van a casa.
—¡Ya llegué! —grita Eric cuando entra a casa, otra vez, no hay respuesta.
Esta vez su madre no se ve por ningún lado, no hay señal de su padre tampoco, aliviado, exhala un suspiro y sube corriendo a su cuarto.
Al llegar ahí, enciende su computadora, abre su diario y se dispone a buscar en internet el poema que dejó a medias cuando nota un trazo a lápiz que él no escribió.
Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y aflicción.
Son los versos siguientes del poema, el chico sonríe emocionado, sin embargo, otra emoción, hasta el momento desconocida para él, se instala en su pecho, tal vez cariño, tal vez amor, o por el momento, simple agradecimiento y admiración.
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